El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

sábado, 30 de septiembre de 2023

Al límite



Dirección: Martin Scorsese.

Guión: Paul Schrader (Novela: Joe Connelly).

Música: Elmer Bernstein.

Fotografía: Robert Richardson.

Reparto: Nicolas Cage, Patricia Arquette, John Goodman, Ving Rhames, Tom Sizemore, Marc Anthony, Mary Beth Hurt, Cliff Curtis, Nestor Serrano, Aida Turturro, Sonja Sohn, Cynthia Roman. 

Frank Pierce (Nicolas Cage) trabaja como paramédico en un servicio nocturno de ambulancias en Nueva York y está atravesando una mala racha, sobre todo a raíz de no haber podido salvarle la vida a una joven (Cynthia Roman), por lo que cada jornada de trabajo es más estresante que la anterior.

Al límite (1999) es una película dura, sombría, descorazonadora y, como sucedía en Taxi Driver (1976), Scorsese nos vuelve a mostrar el lado más oscuro de Nueva York, en un recorrido por los barrios más pobres, repleta de borrachos, prostitutas, drogadictos y pirados. Pero incluso los paramédicos o los empleados de hospitales tampoco se libran de la locura. Es como si el director quisiera denunciar todo el sistema, la degradación a la que se puede llegar en ciudades masificadas, inhumanas, sucias.

Y Frank Pierce parece ser un alma pura, un cruzado que está sufriendo por tomarse su trabajo demasiado a pecho. Las personas que no ha podido salvar se le aparecen en medio de su jornada laboral atormentándolo. No puede dormir y ni el café ni la bebida consiguen aliviar su dolor. 

Curiosamente, parece encontrar cierta paz cuando ayuda a morir a un enfermo cuando le pide que lo mate, que le libre de su sufrimiento.

Estamos por lo tanto frente a un film realmente pesimista, donde Scorsese parece que vuelve a sacar a relucir sus fantasmas y lo expresa con una fotografía sombría, mostrando la suciedad sin disimulo, los edificios llenos de pintadas, las calles más horribles de la ciudad. La cámara se mueve nerviosa, utiliza trucos para representar la locura, insiste en el ritmo desesperante de la noche y la sinrazón, como el jefe que promete despedir a Pierce al día siguiente, pero hoy no porque lo necesita.

El problema de Al límite es que es un film cuya historia no evoluciona. Todo el mensaje que quiere transmitir lo hace en veinte minutos y todo el resto (la película dura más de dos horas) resulta una repetición de lo mismo: la patrulla por la ciudad en la ambulancia, la llegada de avisos de urgencia, la atención a los enfermos o heridos y las paranoias de Pierce que se repiten y crecen. Si en Taxi Driver había una evolución del personaje principal, aquí es todo dar vueltas sobre lo mismo y termina haciéndose pesado y aburrido.

Puede que las intenciones fueran interesantes, pero el resultado es una película demasiado larga para lo que tiene que contar, además de resultar muy desagradable, por lo que no es válida para todo el mundo.

jueves, 28 de septiembre de 2023

Mi amigo el gigante



Dirección: Steven Spielberg.

Guión: Melissa Mathison (Cuento: Roald Dahl). 

Música: John Williams.

Fotografía: Janusz Kaminski.

Reparto: Ruby Barnhill, Mark Rylance, Penelope Wilton, Jemaine Clement, Rebecca Hall, Rafe Spall, Bill Hader, Ólafur Darri Ólafsson, Adam Godley, Michael Adamthwaite, Daniel Bacon, Jonathan Holmes, Chris Gibbs, Paul Moniz de Sa.

Sophie (Ruby Barnhill) es una niña huérfana que vive en un orfanato. Una noche, por casualidad, descubre a un gigante (Mark Rylance) rondando cerca del orfanato. Éste, al ser descubierto, no tiene más remedio que llevarse a la niña a su casa, en el país de los gigantes.

De nuevo Steven Spielberg regresa al mundo de la fantasía con Mi amigo el gigante (2016), adaptación un cuento de Roald Dahl que seguramente a muchos espectadores les recordará a E.T., el extraterrestre (1982) por la historia de la amistad de una niña con un ser de otro mundo, de nuevo bondadoso y entrañable.

He de reconocer que el cuento no es excesivamente imaginativo ni tiene un fondo dramático suficientemente importante como dar lugar a una historia apasionante. Es un defecto de partida que en todo caso no creo que se pueda achacar al director, sino al material en que se basa el guión.

Por ello, es evidente que las aventuras de Sophie y el gigante no son de esas memorables que te enganchan al sillón de principio a fin. Es más bien un relato muy básico sobre la amistad y el cariño posibles entre dos seres muy diferentes cuando reina la confianza, el respeto, la curiosidad y, por encima de todo, la bondad. En este sentido, podríamos interpretar Mi amigo el gigante como un canto a la tolerancia, el respeto y la amistad.

Lo que es innegable es la maestría de Steven Spielberg para dar forma a una idea tan sencilla con un despliegue de su talento que nos vuelve a dejar sin palabras. Apoyándose en la música siempre eficaz y hermosa de su gran colaborador John Williams, Spielberg saca a relucir su sentido innato del espectáculo con un universo maravilloso de colores radiantes, paisajes fantásticos y criaturas tan fascinantes como sorprendentes. Es un placer contemplar cómo el director mueve la cámara con absoluta precisión y originalidad en un mundo fantástico lleno de detalles maravillosos, dándole a la película un desarrollo lleno de imaginación y talento.

El buen gigante, con un trabajo excelente del magnífico Marlon Rylance, que convierte a su personaje en entrañable, resulta un derroche de simpatía, con su manera tan peculiar de hablar, además de desprender ternura por los cuatro costados. Y los gigantes malos, de nombres tan imaginativos como descriptivos, resultan tan simpáticos que cuesta cogerles antipatía y hasta nos alegramos que su final sea un simple destierro.

Con pequeños detalles marca de la casa, Spielberg termina sacando petróleo de una historia demasiado básica que, en sus manos, cobra vida gracias a su sentido del humor y su capacidad para emocionarnos con una felicidad pasmosa, como en la escena final y ese: "Buenos días amigo gigante", que grita Sophie en la ventana para que le llegue su saludo a su mejor amigo. Es una escena absolutamente sencilla y, sin embargo, capaz de emocionarnos profundamente.

Es verdad que este director nos tiene acostumbrados a tal grado de calidad en la mayor parte de sus películas que Mi amigo el gigante no puede competir al nivel de sus obras más reconocidas pero, en su modestia, me parece una película muy aprovechable y con esa dosis de bondad y ternura que solamente este director es capaz de expresar sin caer en la cursilería.

miércoles, 27 de septiembre de 2023

El último duelo



Dirección: Ridley Scott.

Guión: Nicole Holofcener, Ben Affleck y Matt Damon (Libro: Eric Jager).

Música: Harry Gregson-Williams.

Fotografía: Dariusz Wolski.

Reparto: Matt Damon, Jodie Comer, Adam Driver, Ben Affleck, Harriet Walter, Alex Lawther, Nathaniel Parker, Sam Hazeldine, Michael McElhatton, Marton Csokas.

A pesar de su amistad, diversos sucesos van alejando a Jean de Carrouges (Matt Damon), un belicoso escudero no muy diplomático, de Jacques Le Gris (Adam Driver). Pero será la violación de Marguerite (Jodie Comer), la esposa de Jean, lo que precipite su enfrentamiento.

De Ridley Scott me quedo con Alien, el octavo pasajero (1979) y Blade Runner (1982), películas geniales que elevaron a categoría de arte relatos aparentemente sencillos. A partir de ahí, creo que el director no ha logrado acercarse a ese nivel, aunque es evidente que estamos ante un hombre con un oficio increíble capaz de atrapar al espectador con historias como Gladiator (2000) o American Gangster (2007).

Con El último duelo (2021) nos vuelve a demostrar su dominio de la puesta en escena. A nivel de producción, el film es impecable y nos muestra una recreación soberbia de la Edad Media, con un cuidado en todos los detalles asombroso. Pero donde brilla con luz propia Scott es en las escenas de combates, demostrando que sabe crear un espectáculo hipnotizador único. El duelo final es un portento de tensión, dinamismo y crudeza sin llegar a resultar repulsivo ni teatral.

Sin embargo, a pesar de los méritos innegables de El último duelo, hay bastantes más sombras de las que hubiera deseado y que llaman la atención tratándose de un nombre como el de Ridley Scott. Por ejemplo, en la primera parte, la que se refiere a la verdad según Jean de Carrouges, vemos una sucesión de escenas sin continuidad, dando la impresión de que el director tiene tanto que abarcar que decide hacerlo con cierta prisa. 

Después, pasa a contar la historia desde el punto de vista de Jacques Le Gris y Marguerite de Carrouges (Jodie Comer), lo que lleva a la repetición de algunas secuencias; es decir, estamos ante un esquema que se inspira en Rashomon (Akira Kurosawa, 1950), pero en el film japonés, los cuatro relatos diferían en la versión de lo sucedido, mientras que aquí no hay diferencias en lo fundamental, con lo que los tres relatos redundan en lo mismo y ello lleva a un marasmo en el desarrollo de la historia, lo que sumado a su larga duración provoca cierto cansancio a mitad de la cinta, pues somos conscientes de lo que nos queda por presenciar (más versiones de lo mismo), perdiéndose también así el factor sorpresa.

¿Cuál habría sido la solución?, no es sencillo lidiar con un argumento que el espectador conoce de antemano. Quizá reducir la primera parte y aportar más variaciones entre los tres relatos. Como tampoco es un acierto, desde mi punto de vista, empezar el film con el duelo, pues nos priva de otra sorpresa, además de alargar innecesariamente el relato.

Sin embargo, el punto que menos me ha convencido es el meter el toque feminista al final, como siguiendo esta moda que hace que se tenga que hacer referencia a ese tema venga o no a cuento. No creo que en el siglo XIV el feminismo estuviera muy en boga. No es un detalle tan importante como para ensombrecer la maravillosa recreación del mundo medieval, en especial esos juicios divinos que parecen ahora absurdos, pero que tendrían un peso importante en esa época, aunque siempre me quedará la duda de si ciertas creencias eran reales o sencillamente se seguían unas costumbres que resultaban útiles y prácticas.

También hay que destacar el trabajo de Matt Damon, realmente espectacular. Si uno se imagina a un guerrero de aquellos años, sin duda se parecería bastante a él. A su lado, una magnífica Jodie Comer, cuya presencia ilumina cada escena en que aparece. Por desgracia, Ben Affleck sigue demostrando sus carencias con obstinación.

¿Merece la pena El último duelo? Por supuesto. Más allá de los defectos que le he encontrado, cualquier director estaría orgulloso de firmar una producción así. El último duelo recrea de maravilla la época feudal, su historia es muy atractiva y Scott sabe mantener la emoción y la incertidumbre hasta el último instante. Otra cosa es que la forma elegida para contar la historia sea la idónea.

martes, 26 de septiembre de 2023

Manhattan sin salida



Dirección: Brian Kirk.

Guión: Matthew Carnahan y Adam Mervis.

Música: Alex Belcher y Harry Jackman.

Fotografía: Paul Cameron.

Reparto: Chadwick Boseman, Sienna Miller, J. K. Simmons, Taylor Kitsch, Stephan James, Toby Hemingway, Keith David, Gary Carr.

Una noche, Ray (Taylor Kitsch) y Michael (Stephan James), dos ladrones de poca monta, entrar a robar droga en un local de Brooklyn. Pero la cosa se complica y cuando se ven rodeados de policías, se abren paso a tiros.

No me esperaba gran cosa de Manhattan sin salida (2019). De entrada, parecía un simple film de acción de los que florecen a cientos y que resultan más o menos cortados por un mismo patrón. De ahí mi sorpresa al ver que la cinta de Brian Kirk se salía de lo estereotipado del género y, sin crear nada realmente novedoso, sí que mostraba la eficacia de un planteamiento sencillo, directo y sin adornos.

Dicen los entendidos que la película vuelve a lo que eran los thrillers policíacos en los años setenta del siglo pasado. No soy un experto en el género, pero sí que es cierto que Manhattan sin salida tiene la virtud de no querer ser más de lo que es, algo que a veces en el pretencioso cine actual se olvida con frecuencia, para desgracia nuestra.

La historia es sencilla: un robo que acaba tan mal que mueren nada menos que ocho policías a manos de dos ladrones, que se convierten de inmediato en blanco de todas las fuerzas policiales de Nueva York. Al mando de su búsqueda se nombra a Andre Davis (Chadwick Boseman), un policía con fama de tener el gatillo fácil, lo que a la postre se desvela como la razón principal de su elección. Y es que detrás del robo, Andre empieza a sospechar que hay algo más de lo que aparece en la superficie. Y cuanto más va conociendo de los hechos, sus sospechas no hacen sino aumentar.

Un argumento no demasiado original que nos llevará directamente a una corrupción policial sistemática en la comisaria 85, a donde pertenecían precisamente las ocho víctimas. El acierto de Kirk es afrontar la historia con total sencillez, sin buscar adornarla con excesos o vueltas extrañas. 

Las escenas de acción son trepidantes, pero realistas y convincentes. Ni los delincuentes ni los policías son super hombres y el resultado es que esos momentos destilan autenticidad. A menudo se suele cometer el error de forzar las tintas y los personajes pierden sentido. Esto no pasa aquí, ni siquiera el despiadado Ray es presentado como un pirado, sino sencillamente como un tipo duro; nada más y nada menos. Y por ello nos lo creemos, lo mismo que a Michael, mucho menos violento.

Por otra parte, la investigación para identificar y localizar a los ladrones se realiza también con todo el sentido común, de manera que de nuevo sentimos que estamos viendo algo coherente y creíble.

El director, en su afán de sencillez, despoja a toda la cinta de lo superfluo, así, no tenemos escenas de relleno ni romances forzados. Se va directo a lo que importa y ello hace que el relato vaya como sobre raíles, sin desvíos, con ritmo y tensión constantes.

Incluso el desenlace, cuando se revela la trama de corrupción, resulta del todo normal, sin caer en exageraciones o complicaciones extrañas. No hay giros de última hora y el desenlace, con tiroteo incluido, entra dentro de la normalidad y eficacia que preside toda la historia.

Manhattan sin salida es la demostración evidente que la sencillez resulta, casi siempre, mucho más eficaz en todos los sentidos que los aparatosos intentos de buscar la originalidad a toda costa. No es una película excepcional, pero en su enfoque directo tiene su gran virtud y al final funciona a la perfección.

lunes, 25 de septiembre de 2023

Los profesionales



Dirección: Richard Brooks.

Guión: Richard Brooks.

Música: Maurice Jarre.

Fotografía: Conrad L. Hall.

Reparto: Lee Marvin, Robert Ryan, Woody Strode, Burt Lancaster, Jack Palance, Ralph Bellamy, Claudia Cardinale, Joe De Santis, Rafael Bertrand, Jorge Martínez de Hoyos, Marie Gómez. 

Joe Grant (Ralph Bellamy), un hombre adinerado, contrata a cuatro hombres para que liberen a su esposa María (Claudia Cardinale), secuestrada por Jesús Raza (Jack Palance), un revolucionario mexicano.

Western tardío que sin embargo sigue apelando a los valores tradicionales más clásicos del género. Ya el punto de partida, rescatar a una mujer secuestrada, apela a la tradicional caballerosidad y al deber de proteger y socorrer a los más débiles.

A partir de ahí, Los profesionales (1966) no se despega del ensalzamiento de otros rasgos nobles como el valor, la camaradería e incluso el respeto por el enemigo que pelea con nobleza, lo que queda patente en el enfrentamiento de Bill Dolworth (Burt Lancaster), uno de los hombres contratados para rescatar a María, con Raza y Sisi (Marie Gómez) donde, a pesar de batirse en un duelo a muerte, no dejan de lado el respeto, cierto grado de amistad y hasta de cariño. 

Además, Richard Brooks pudo contar con un reparto bastante sólido, con el pétreo Lee Marvin o el siempre carismático Burt Lancaster. Robert Ryan, por desgracia, está bastante mal aprovechado, con una contribución prácticamente testimonial. En cuanto a Claudia Cardinale, su presencia solamente se justifica por su belleza y parece un intento de internacionalizar su figura, como sucedió con Sara Montiel, también reclutada para el western. Ambas bellezas según los cánones de entonces, pero con escaso talento.

Sin embargo, a pesar de estos méritos, a los que podríamos sumar cierto nivel en los diálogos, la historia no deja de parecerme un tanto forzada. Es de esas películas en las que cuesta meterse de lleno, pues siempre tenemos la sensación de que se trata de productos poco naturales, basados en demasiados tópicos, con un dramatismo artificial y unos personajes que solamente parecen fachadas.

Es por ello que este tipo de westerns nunca me resultaron tan apetecibles como señalan algunas críticas y no dejan de parecerme una deformación de los principios del género una vez pasada su etapa de gloria, llegando entonces a una especie de perversión de su esencia, cayendo en el manierismo.

A pesar de lo cuál, hay que reconocer que la historia resulta bastante interesante y Richard Brooks controla el ritmo y ofrece abundantes momentos de tensión como para crear un film muy dinámico. Hay ciertas inconsistencias en el guión, es cierto, pero menores, y el final seguramente gustará al público en general, con esa especie de justicia por encima del apego al dinero. Un sacrificio para mayor gloria de nuestros héroes, defensores de grandes valores. Como vemos, seguimos en la grandilocuencia.

domingo, 24 de septiembre de 2023

Red de mentiras



Dirección: Ridley Scott.

Guión: William Monahan (Novela: David Ignatius).

Música: Marc Streitenfeld.

Fotografía: Alexander Witt.

Reparto: Leonardo DiCaprio, Russell Crowe, Mark Strong, Golshifteh Farahani, Oscar Isaac, Ali Suliman, Alon Aboutboul, Vince Colosimo, Simon McBurney. 

Roger Ferris (Leonardo DiCaprio) es un agente de campo de la CIA destinado en Oriente Próximo. Bajo las órdenes de Ed Hoffman (Russell Crowe), intenta dar con el paradero grupos yihadistas responsables de posibles atentados en Europa y  Estados Unidos.

Red de mentiras (2008) es un buen ejemplo de las tendencias actuales en el cine: una puesta en escena que te engancha mientras el argumento parece una simple excusa.

Sin duda, lo mejor de Red de mentiras es la habilidad de Ridley Scott para meternos de lleno en una historia que no cuenta nada especialmente apasionante. Pero la soberbia ambientación, la cuidada fotografía y el uso inteligente de la cámara nos sumergen en un Oriente Próximo que destila autenticidad por los cuatro costados. Además, una de las virtudes del cine actual es que no solemos saber de antemano por donde irá el argumento, de manera que esa falta de previsibilidad nos mantiene alerta, conscientes de que puede producirse un giro inesperado en cualquier momento.

Sin embargo, donde la cosa se encalla un poco es en el argumento. Al principio, la película nos ofrece básicamente en distanciamiento entre Ferris y su superior, Hoffman. El primero aún conserva cierto sentido moral que le impulsa a ser honesto con sus aliados, como Hani Salaam (Mark Strong), el jefe del servicio secreto jordano, y le lleva a cuestionar los métodos de Hoffman, que solo se mueve por la búsqueda de resultados, sin ningún tipo de moralidad en sus decisiones.

Bastante más tarde, Red de mentiras al fin concreta algo más el argumento, con el plan de Ferris para hacer salir de su escondite al líder musulmán Al-Saleem (Alon Aboutboul) y capturarlo. Además, de propina se añade el romance de Ferris con la enfermera Aisha (Golshifteh Farahani). 

El tema de la captura de Al-Saleem por fin crea un núcleo sobre el que gire la historia, con un plan tan astuto como inmoral, que vuelve a incidir en uno de los mensajes de la película: no estamos ante un enfrentamiento entre el bien y el mal planteado de un modo nítido, sino que los dos bandos juegan sus cartas con absoluta frialdad; el fin justifica los medios y la visión que obtenemos del mundo del espionaje es de traiciones, mentiras y suciedad moral.

Sin embargo, el romance entre Ferris y Aisha vuelve a demostrarnos que el interés primordial de Ridley Scott no se encuentra en el argumento, sino en la exposición. La relación entre ambos se queda reducida a lo mínimo y carece de profundidad; es todo precipitado y no llega a tener el peso específico suficiente para que cobre interés y credibilidad.

Y lo mismo sucede con el momento culminante de la historia, cuando Ferris es apresado y torturado. Una escena de ese calibre debería ser mucho más impactante, afectarnos mucho más. Sin embargo, resulta confusa y su resolución algo precipitada. No llegamos a perdernos sobre lo que está sucediendo, pero casi, con lo que se demuestra que el hilo argumental vuelve a pecar de débil.

Es una pena, pues si a la pericia de la puesta en escena le hubiera acompañado un argumento más sólido estaríamos hablando de una muy buena película. Tal y como transcurre, se queda en un entretenimiento espectacular, pero cojo.

sábado, 23 de septiembre de 2023

Una vida por otra



Dirección: John Farrow.

Guión: Frank Fenton.

Música: Bronislau Kaper.

Fotografía: Robert Surtees.

Reparto: Robert Taylor, Ava Gardner, Howard Keel, Anthony Quinn, Kurt Kasznar, Ted de Corsia, Charlita, Walter Baldwin, Jack Elam. 

King Cameron (Howard Keel) llega a una región al sur de Texas con su esposa Cordelia (Ava Gardner) con la intención de sacar adelante un rancho. Pero José Esqueda (Anthony Quinn), un bandido que impone su ley sobre el territorio, está decidido a echarlo.

Una vida por otra (1953) es un western que enfoca los conflictos en las relaciones personales de los protagonistas, dejando la acción de lado. Es pues un exponente del nuevo enfoque que iba apoderándose del género conforme entrábamos en la década de los cincuenta.

La película plantea múltiples conflictos que irán creciendo hasta el momento crucial del desenlace. Por una lado, está la relación de Esqueda y Río (Robert Taylor), criados como hermanos pero con diferentes valores. Mientras Esqueda es un bandido sin conciencia ni remordimientos, capaz de matar a un hombre por beber de su botella, Río es un solitario y un escéptico, amargado por un estilo de vida que no le gusta, sin futuro ni ilusiones. Al menos hasta que conoce a Cordelia, por la que se siente de inmediato fascinado. Sin embargo, Río es un hombre de principios y comprende que la atracción mutua que ambos sienten no tiene futuro. Además, Río respeta a King Cameron y su honor parece impedirle traicionarlo. Por eso, cuando Cordelia lo besa, él la abofetea. 

Es esta una escena curiosa, pues es la mujer la que toma la iniciativa. A pesar del rechazo, Río no dudará en sacrificarse por el futuro de Cameron y Cordelia, un matrimonio que no parece fruto del amor, sino de la necesidad de emprender una nueva vida tras el sufrimiento provocado por la Guerra Civil, una relación de conveniencia en la que King solo parece amar con pasión su sueño de explotar un rancho, que nos depara además otro momento realmente excelente cuando Cordelia, reconociendo su infidelidad, le pregunta a su marido qué puede hacer y él le responde: "Puedo perdonar cualquier cosa que puedas olvidar". Lo que nos lleva directamente a uno de los aspectos más interesantes de la película: los diálogos, verdaderamente mucho más profundos que lo que suele ser habitual en el western, siempre cortantes, profundos, a veces algo rebuscados, pero que a la postre son los que le otorgan a Una vida por otra su personalidad.

Los diálogos y Anthony Quinn, con un personaje excesivo, violento, duro, pero a la vez con la patente debilidad de su amor hacia Río, al que juró proteger. Esqueda representa el viejo Oeste, el de la ley del más fuerte, y que la civilización, representada por Cameron, va a barrer del mapa. Esqueda sabe que su modo de vida tiene los días contados, pero no está dispuesto a rendirse sin luchar y plantará cara a todos los Cameron que intenten alterar las cosas. No es nada personal, como le confiesa a Cordelia, es solo supervivencia.

Estamos pues ante un western cargado de amargura, de violencia, de remordimientos y de pasión reprimida. Y por aquí es por donde John Farrow demuestra sus debilidades, pues con todo este material nos ofrece un relato más bien frío, plagado de conversaciones grandilocuentes pero que no contagian emoción. Incluso, se cae en la repetición de situaciones, con tantos amagos y amenazas que no germinan que uno termina algo desencantado. 

Y sobre todo, la atracción contenida de Cordelia y Río es uno de los puntos de la historia más desaprovechados, al contrario que el conflicto entre Río y Esqueda, quizá con demasiado protagonismo.

Eso sí, contamos con la presencia de Ava Gardner que en esta película me pareció especialmente atractiva. Más allá de su belleza, cada vez que salía en pantalla transmitía una fuerza, una presencia tan rotunda que acaparaba completamente el protagonismo. Es de esas mujeres que no necesitaban actuar, su sola presencia era suficiente.

viernes, 22 de septiembre de 2023

La última primavera



Dirección: Charles Dance.

Guión: Charles Dance (Historia: William J. Locke).

Música: Nigel Hess.

Fotografía: Peter Biziou.

Reparto: Judi Dench, Maggie Smith, Daniel Brühl, Natascha McElhone, Miriam Margolyes, David Warner, Freddie Jones, Gregor Henderson-Berg, Clive Russell, Richard Pears, Toby Jones.

Cornualles, 1936. Ursula (Judi Dench) y Janet (Maggie Smith) son dos hermanas de avanzada edad que viven en una casa al lado del mar. Un día, Ursula descubre a un náufrago, Andrea (Daniel Brühl), en la playa y lo llevan a su casa para cuidarlo.

Tras una larga carrera como actor, Charles Dance se lanzaba a la dirección con La última primavera (2004), en la cuál también ejerce de guionista, pero a pesar de sus buenas intenciones, el resultado es un tanto decepcionante.

La última primavera tiene cierto potencial al tratar un tema tan poco frecuente como interesante del amor en la vejez. Porque Ursula se enamorará perdidamente del joven Andrea y, aún sabiendo que sus sentimientos son un tanto absurdos, no puede impedir sentirse atraída por su huésped, que aporta una nota de frescura a su monótona vida.

Sin embargo, el guión de Charles Dance no logra desarrollar todo el potencial que encierra esta simple premisa y su historia, desde un comienzo esperanzador, se va derrumbando conforme pasan los minutos al no percibir ninguna progresión importante en el devenir de los hechos. Y es que al guión le falta algo, un núcleo que potencie el relato, un horizonte hacia el que dirigir las expectativas. Sin embargo, todo se reduce a una repetición de escenas sin que veamos un objetivo cercano. Todo se reduce a ver una y otra vez las ilusiones de Ursula y ciertos reproches de su hermana Janet, mucho menos ilusa.

El problema principal es que el guión no profundiza en ninguno de los personajes. Habría sido necesario conocer el pasado de las hermanas en profundidad, tal vez ello hubiera aportado un cierto sentido al enamoramiento de Ursula que, con los pocos datos que tenemos sobre ella, se parece a un ataque de senilidad más a que un sentimiento hermoso y conmovedor. 

Es verdad también que Daniel Brühl no me pareció el actor idóneo para su papel. Si Maggie Smith y Judi Dench están magníficas, Brühl en cambio no transmite nada y eso penaliza bastante el desarrollo de la historia. Pero aún así, el escollo insalvable viene de un guión sin profundidad, ni sensibilidad, ni coherencia. Con esa base resulta muy difícil mantener en pie una historia que termina haciéndose demasiado larga, porque en muchos momentos parece no suceder nada interesante.

A pesar del buen gusto demostrado por Charles Dance en la puesta en escena, con unos paisajes preciosos, La última primavera nos deja la impresión de haber malgastado las posibilidades dramáticas de la historia original, dejándonos un film demasiado frío e intrascendente.

jueves, 21 de septiembre de 2023

Día de patriotas



Dirección: Peter Berg.

Guión: Peter Berg, Matt Charman y Eric Johnson I

Música: Steve Jablonsky, Trent Reznor y Atticus Ross.

Fotografía: Tobias A. Schliessler.

Reparto: Mark Wahlberg, Kevin Bacon, John Goodman, J. K. Simmons, Michelle Monaghan, Themo Melikidze, Alex Wolff, James Colby, Jimmy O. Yang, Vincent Curatola, Michael Beach, Rachel Brosnahan, Christopher O'Shea, Melissa Benoist, Khandi Alexander.

15 de abril de 2013, durante la maratón de Boston dos bombas colocadas entre el público estallan provocando el caos. El FBI y la policía se lanzan a la caza de los terroristas.

Se entiende la necesidad de un film como Día de patriotas (2016) como vía de escape del dolor causado por ese atentado y también para reivindicar el valor y la entereza de víctimas y cuerpos de seguridad. Dejando de lado cuestiones políticas, es evidente que un drama así resulta especialmente doloroso.

La virtud del film de Peter Berg es el equilibrio entre el drama y la investigación para detener a los culpables, sin renunciar a espectaculares momentos de acción y un discurso que sabe crear la tensión necesaria en momentos puntuales. En este sentido, se agradece que Berg huyera del panfleto político o ideológico, un peligro que sin duda estaba muy presente.

Es verdad que son inevitables los momentos dramáticos, al principio, con el atentado. Pero si las imágenes son impactantes, se nota que el director no busca recrearse en ellas, sino que las utiliza para mostrar el caos y el dolor causados por las bombas.

Pasado ese momento, que además hay que reconocer que está filmado con gran eficacia, el relato se centra en la investigación para identificar a los responsables. De nuevo, el director opta por un enfoque objetivo, siguiendo sin duda las líneas reales de investigación. No enfatiza en la heroicidad de nadie en particular y muestra un desarrollo que combina los datos reales con una puesta en escena que consigue crear un clima de tensión realmente asfixiante por momentos, como con el asesinato del policía en su coche patrulla o el robo del Mercedes.

Pero sin duda el momento culminante es el tiroteo entre la policía y los terroristas, resuelto con una brillantez notable. Sin duda, el saber que el film se basa en datos reales añade además un toque de dramatismo y fuerza especiales a esos momentos. Incluso, al basarse en hechos verificados, el relato se mueve por escenarios alejados de esa tendencia de muchas historias hacia las sorpresas de última hora o los duelos singulares entre el héroe y el malvado. Aquí los hechos son más coherentes, como por ejemplo la detención de Dzhokhar (Alex Wolff), filmada con eficacia pero sin la espectacularidad que tal vez hubiera tenido de tratarse de una ficción.

También he de reconocer que el final me resultó algo excesivo. Entiendo la importancia de recoger los testimonios de algunas de las víctimas y autoridades, pero considero que no era necesario extender tanto la cinta, pues el mensaje positivo ya había quedado perfectamente expuesto. De nuevo, hemos de entender la motivación y la finalidad de la película que seguramente para sus creadores necesitaba este epílogo. En todo caso, tampoco resulta superfluo y como de nuevo estamos ante testimonios reales, tienen su encaje y su importancia.

Sinceramente, esperaba mucho menos de Día de patriotas, pues me temía que predominara un mensaje de odio o un simple panfleto ideológico. Al final, el enfoque predominantemente humano y la intención de darle al relato una carga de intriga importante la convierten en una película intensa, emocionante y muy válida como medio de mostrar lo sucedido para asimilarlo y seguir adelante.

Corazones de hierro



Dirección: Brian De Palma.

Guión: David Rabe (Libro: Daniel Lang).

Música: Ennio Morricone.

Fotografía: Stephen H. Burum.

Reparto: Michael J. Fox, Sean Penn, Don Harvey, John C. Reilly, John Leguizamo, Thuy Thu Le, Erik King, Jack Gwaltney, Dan Martin, Ving Rhames.

En Vietnam, durante una misión, el sargento Meserve (Sean Penn), al frente de un pelotón de cinco hombres, rapta a una joven vietnamita en una aldea y se la lleva con ellos con la intención de violarla.

Hay algo en Brian De Palma que no termina de convencerme. Me parece un director con oficio, elegante y ambicioso, pero le falta profundidad a sus películas, les falta alma. Y Corazones de hierro (1989) me parece un ejemplo magnífico de estas carencias.

El mayor inconveniente que le encuentro es que en ningún momento me sentí conmovido por lo narrado que además está basado en hechos reales, lo que aumenta el interés y el dramatismo de la historia. Pero Brian De Palma es incapaz de dotar al relato de pasión, de convertirlo en algo palpable, que no se quede en un simple argumento de una película, que finalmente es que lo transmite. Ni siquiera en los momentos más trascendentales logré ver lo que estaba pasando como algo verdadero. Puede que parte de la culpa se deba a una puesta en escena demasiado artificiosa, prolongando los momentos clave como si de esa manera se acentuara el drama. Lo que parece que no comprende el director es que la fuerza dramática de las escenas no depende de su duración, a veces es suficiente con un solo segundo para lograr crear el instante perfecto. Pero para ello hay que tener talento, sensibilidad. 

Otro detalle que no termina de encajar es la elección de Michael J. Fox para el papel protagonista. Al menos en esta ocasión no termina de resultarme convincente. Su falta de garra además es más notable porque al lado tiene a Sean Penn, al que le sobra el talento que a Fox parece faltarle.

Tampoco acaba de funcionar la manera de alargar toda la parte central del rapto de la mujer vietnamita con escenas un tanto repetitivas cuya función parece ser solamente alargar la llegada del momento crítico, que el director tampoco llega a plasmar con la fuerza deseable.

Y ya el colmo de todo es la parte del juicio, que De Palma escenifica de un modo tan artificioso y precipitado que convierte un momento decisivo en un simple trámite para resolver el conflicto por la vía rápida.

La verdad es que es una pena el poco acierto de Brian De Palma en su puesta en escena, pues el argumento es un poderoso alegato contra la irracionalidad de las guerras, cómo sacan lo peor del ser humano cuando es llevado al límite. Por triste que parezca, todo el dolor y el sufrimiento que generan las guerras solamente parecen provocar rabia, insensibilidad y crueldad, en lugar de compasión. Pero Corazones de hierro no consigue plasmar estas ideas con la fuerza y la convicción necesarias.

miércoles, 20 de septiembre de 2023

Secreto tras la puerta



Dirección: Fritz Lang.

Guión: Silvia Richards (Historia: Rufus King).

Música: Miklós Rózsa.

Fotografía: Stanley Cortez (B&W).

Reparto: Joan Bennett, Michael Redgrave, Anne Revere, Barbara O'Neil, Natalie Schafer, Paul Cavanagh, Anabel Shaw, Rosa Rey, James Seay, Mark Dennis. 

Durante un viaje a México, Celia (Joan Bennett) conoce a Mark Lamphere (Michael Redgrave), un arquitecto del que se enamora perdidamente, hasta el punto de casarse pocos días después de su primer encuentro. Sin embargo, Celia descubrirá pronto que Marc sufre repentinos cambios de humor.

Por mucho que admiremos algunas películas de Fritz Lang, verdaderas joyas del cine clásico, como M, el vampiro de Düsseldorf (1931), La mujer del cuadro (1944) o Perversidad (1945), tampoco hemos de volvernos ciegos ante películas como Secreto tras la puerta (1947), un film que flojea tremendamente por culpa de un guión lamentable. Al menos, es lo que parece viendo la película en la actualidad. Tal vez en su momento este tipo de argumentos tan teatrales resultaran interesantes. De hecho, la película nos recuerda inevitablemente a Rebeca (Alfred Hitchcock, 1940), por cuanto crea un misterio basado en los excesos y detalles increíbles que, inevitablemente, resultan en la actualidad demasiado aparatosos.

Así, el personaje de Mark nunca termina de parecer un ser de carne y hueso. Sus cambios de comportamiento, el misterio que rodea su figura, necesario para el devenir de la historia, es tan forzado que no terminamos de sentir ningún tipo de emoción hacia él, ni simpatía ni odio. Pero lo mismo sucede con todos los personajes que pueblan la historia, rebuscados, absurdos, todos como estatuas de hielo para aumentar el misterio sobre ellos. Incluso Celia resulta también un tanto extraña y no entendemos sus miedos, tal vez por manifestarse demasiado pronto y sin un motivo sólido, tal vez por esa pasión que dice sentir por su marido y que cuesta mucho creer, pues no llevan juntos el tiempo suficiente para esa profundidad de sentimientos.

Pero además, todo el tema de la colección de habitaciones relacionadas con crímenes de mujeres resulta a su vez tan teatral y rebuscada que provoca más risa que misterio. Y cuando al final se descubre el origen de las paranoias de Mark de nuevo caemos en lo absurdo, con un retorcido y estúpido trauma infantil que Celia despeja en un segundo. El añadido del incendio es la guinda de un guión plagado de despropósitos que busca resultar impactante, misterioso y dramático a base de incongruencias y exageraciones imposibles.

Solamente podemos destacar el toque misterioso que intenta añadir Fritz Lang con su puesta en escena, donde sabe jugar bastante bien con los ritmos, una fotografía muy acertada y la música de Miklós Rózsa. Pero hemos de reconocer que todo ello no es suficiente ante un guión tan rematadamente malo.

martes, 19 de septiembre de 2023

En busca de Summerland



Dirección: Jessica Swale.

Guión: Jessica Swale.

Música: Volker Bertelmann.

Fotografía: Laurie Rose.

Reparto: Gemma Arterton, Gugu Mbatha-Raw, Lucas Bond, Penelope Wilton, Tom Courtenay, Dixie Egerickx, Martina Laird, Siân Phillips, Amanda Root, Jessica Gunning. 

Inglaterra, Segunda Guerra Mundial. Alice Lamb (Gemma Arterton) es una estudiante de historia que vive sola en una casa apartada en un pueblo de la costa. No se relaciona con sus vecinos y estos no la aprecian en absoluto. Un día le llevan a su casa a Frank (Lucas Bond), uno de los muchos niños que son evacuados de Londres a causa de los bombardeos, pero Alice se niega a acogerlo por más de una semana.

En busca de Summerland (2020) supone el debut en la dirección de Jessica Swale, autora también del guión, que nos presenta una delicada historia de amor y superación con el trasfondo de la guerra. 

Las intenciones de En busca de Summerland son maravillosas, pues analiza con elegancia y muy buen gusto el amor frustrado de Alice y Vera (Gugu Mbatha-Raw), una pareja realmente compenetrada que no puede seguir por el deseo de Vera de ser madre. Hay que elogiar que Jessica Swale huyera de la tentación de añadir picante a esta relación, que con acierto la deja concentrada en un puñado de hermosas imágenes y tiernas secuencias que describen perfectamente la pasión que nace entre ambas mujeres sin necesidad de ser más explícita.

A raíz de la ruptura, Alice no termina de recuperarse y la asaltan continuos recuerdos a diario de su amor perdido. Por eso vive sola y no desea tener demasiado contacto con sus vecinos, cotillas y criticones que no entienden que una mujer pueda vivir sola.

La llegada de Frank le permitirá al fin salir de su encierro y gracias a la frescura del niño, Alice tendrá al fin alguien de quién preocuparse. 

Es verdad que la relación con Frank, desde los comienzos de hostilidad a la progresiva complicidad entre ambos, es demasiado previsible y aquí el guión, cuando tiene que ahondar en la convivencia entre Alice y Frank, demuestra que no está pensado de un modo demasiado profundo y se mueve más en un nivel sentimental un tanto predecible.

El toque original lo aportan los conocimientos de Alice sobre mitos y leyendas antiguas, pero de nuevo tenemos la sensación de que se trata de algo forzado y que tampoco termina de cobrar mucha fuerza, quedando más como un adorno.

Sin embargo, toda la primera mitad de la película resulta realmente bonita, a pesar de su obviedad, y demuestra un gusto exquisito de la directora por presentarnos un escenario realmente hermoso, apoyado en una cuidada puesta en escena y una fotografía que llena de luminosidad y tonos pastel la pantalla.

Sin embargo, la segunda parte del relato me pareció decididamente inferior. Es cuando la directora opta por llevar la historia a un plano mucho más dramático que rompe un poco la armonía anterior, la delicadeza que había exhibido Jessica Swale hasta el momento. El guión da un giro radical y nos lleva a un par de secuencias excesivas e innecesariamente dramáticas que no funcionan muy bien.

Además, se vuelve a esa obsesión por ofrecer un final feliz a toda costa, lo que en esta ocasión creo no era lo más oportuno y más cuando para ello se fuerza la historia llevándola a un estudiado reencuentro de Alice y Vera, ayudadas por la oportuna muerte del marido de ésta. Es un apaño tan forzado que cuesta aceptarlo y creo que estropea un poco el sentido del relato. Hubiera sido mucho más natural dejar a Alice en su soledad. Eso sí que hubiera aportado ese punto de dramatismo que la directora buscaba desesperadamente sin caer en excesos innecesarios.

Afortunadamente, Jessica Swale cuenta con la maravillosa Gemma Arterton, una gran actriz que está felizmente acompañada de Tom Courtenay, el imponente Strélnikov de Doctor Zhivago (David Lean, 1965), al que siempre es un placer volver a ver.

En busca de Summerland es un elegante e imperfecto drama, algo blando, algo artificial, bastante previsible, pero que de todos modos impone su belleza, su buen gusto y sus buenas intenciones.

Buscando a Eva



Dirección: Hugh Wilson.

Guión: Billy Kelly y Hugh Wilson.

Música: Steve Dorff.

Fotografía: José Luis Alcaine.

Reparto: Brendan Fraser, Alicia Silverstone, Christopher Walken, Sissy Spacek, Dave Foley, Joey Slotnick, Rex Linn, Deborah Kellner, Nathan Fillion, Jenifer Lewis, Cynthia Mace, Don Yesso, Carmen Moré. 

En 1962, durante la crisis de los misiles cubanos, Calvin Webber (Christopher Walken), un científico paranoico con el tema de la Guerra Fría, decide bajar al refugio antiatómico que ha construido con su esposa Helen (Sissy Spacek), embarazada de su primer hijo. Por un accidente, creyendo que ha caído una bomba atómica en la ciudad, permanecerán encerrados treinta y cinco años.

Buscando a Eva (1999) me recordó a las comedias de Fran Capra, donde un hombre inocente era vapuleado por tipos mucho más cínicos aunque al final vencía la honestidad y la pureza de espíritu.

En este sentido, el personaje de Adam (Brandan Fraser), con su inocencia al haber vivido toda su vida con sus padres en el refugio, me hizo acordarme de Gary Cooper en El secreto de vivir (Frank Capra, 1936). Porque Adam también es un joven tremendamente inocente, educado con las normas de cortesía y los principios de los años sesenta, que chocan brutalmente con el modo de vida de finales del siglo XX.

Como es de esperar, sus torpezas, su sinceridad, sus buenos modales y su ignorancia serán al principio fuente de problemas y burlas, pero serán a la larga las que acabarán enamorando a la cínica Eva (Alicia Silverstone), como no podría ser de otra manera.

Así, es al principio de la película, en especial cuando Adam sale del refugio en busca de provisiones, cuando vamos a disfrutar de los mejores momentos de la comedia, con el contraste entre las costumbres actuales y la ignorancia de Adam. Junto a algunos momentos graciosos, comprobamos como el supuesto progreso en realidad no ha traído nada mejor a la ciudad de Los Ángeles, transformando tranquilos barrios residenciales en zonas comerciales deprimidas.

El problema es que una vez que pasamos del impacto de la nueva realidad que encuentra Adam al principio de su romance con Eva, la película entra ya en un terreno mucho menos original y el brillo del comienzo se va apagando lentamente. Además, la manera en que Eva termina enamorándose de Adam no está desarrollado de un modo convincente, pues el guión aquí se precipita y no permite construir un proceso coherente, que hubiera sido más agradecido.

Por otra parte, todo lo que sucede a partir de ahí es ya demasiado banal y sin ninguna pizca de originalidad. Sigue siendo amable, pero muy poco estimulante, de manera que Buscando a Eva termina desinflándose tristemente.

Además, la referencia al cine de Capra, sin querer entrar en demasiados detalles, acaba por demostrar las flaquezas de una comedia que, en su época, puede estar en la media, pero que sufre muchísimo cuando la comparamos con las comedias de los años treinta o cuarenta del siglo XX, quedando claro, como sucede en la cinta, que el supuesto avance en el tiempo no siempre es sinónimo de mejoría.

De todos modos, no deja de ser un film que transcurre agradablemente y se deja ver con gusto. La pena es que no pudiera mantener el nivel de su primera parte todo el tiempo.

lunes, 18 de septiembre de 2023

Jóvenes prodigiosos



Dirección: Curtis Hanson.

Guión: Steve Kloves (Novela: Michael Chabon).

Música: Christopher Young.

Fotografía: Dante Spinotti.

Reparto: Michael Douglas, Tobey Maguire, Frances McDormand, Katie Holmes, Rip Torn, Robert Downey Jr., Jane Adams, Philip Bosco, Richard Thomas, Richard Knox, Michael Cavadias. 

Grady Tripp (Michael Douglas), un profesor de literatura, no está atravesando por su mejor momento personal, su mujer acaba de abandonarlo, ni profesional, no logra terminar su segunda novela. Y no parece que pueda arreglar las cosas en un futuro cercano.

Algunas películas te atrapan nada más comenzar a verlas. De alguna manera te implicas en su relato y participas de ellas con creciente interés. Pues bien, con Jóvenes prodigiosos (2000) me pasó exactamente lo contrario, no era capaz de ver hacia dónde iba la historia.

Quizá precisamente sea eso, el que no sabemos qué quiere contarnos Curtis Hanson, el mayor inconveniente de la cinta. Arranca el film con una serie de personajes interactuando de manera un tanto artificial, cuesta tomarlos como personas reales. Tenía la impresión que solo eran personajes de una obra, caracterizados a base de tópicos y que se movían sin una meta clara, simplemente en un estudiado desorden o falta de precisión. La idea, imagino, era contar un relato cercano, algo que podría considerarse la realidad de la vida universitaria, con sus alumnos, sus profesores y las expectativas de un grupo de escritores, famosos o potencialmente famosos.

Sin embargo, la impresión que me daba era de la una historia sin fuerza, con personajes que en realidad no me decían nada. De esta manera, me sentía indiferente a sus problemas y tampoco acababa de comprender el comportamiento de Grady para solucionar de manera sencilla ciertos problemas, como confesar a su amante Sara (Frances McDormand) que el perro de su marido (Richard Thomas) estaba muerto o devolverle la chaqueta que había pertenecido a Marilyn Monroe y que el joven James (Tobey Maguire) había robado. Si la intención era alargar estos incidentes con fines cómicos, la verdad es que no se consigue y solamente acaban siendo como un grano molesto en torno al que gira el insustancial argumento.

Porque Jóvenes prodigios pretende ser una comedia con ciertos toques dramáticos, pero al final nada termina por cobrar la fuerza suficiente, ni los personajes ni sus problemas, para que nos impliquemos con interés en sus vidas.

Pero lo peor quizá esté en el final. Si el relato pretendía ser un enfoque moderno y liberal, con cierto toque transgresor, de las vicisitudes personales y profesionales de Grady, en el desenlace el guión se vuelve hacia los patrones más clásicos y normales y compone un arreglo perfecto para las aventuras de todos los protagonistas, donde reinan las buenas intenciones y el deseo de ofrecer un desenlace esperanzador. Aunque no vuelve a quedar muy claro el motivo de ello.

Definitivamente, me ha resultado un film pretencioso y vacío.

Érase una vez en... Hollywood



Dirección: Quentin Tarantino.

Guión: Quentin Tarantino.

Música: Varios.

Fotografía: Robert Richardson.

Reparto: Leonardo DiCaprio, Brad Pitt, Margot Robbie, Emile Hirsch, Margaret Qualley, Timothy Olyphant, Julia Butters, Austin Butler, Dakota Fanning, Bruce Dern, Mike Moh, Luke Perry, Damian Lewis, Al Pacino.

Rick Dalton (Leonardo DiCaprio) es un actor que empieza la cuesta abajo en su carrera. Para intentar salir de los papeles de malo en que se está encasillando, decide aceptar la propuesta de rodar spaghetti westerns en Europa como protagonista.

Érase una vez en... Hollywood (2019) es todo un homenaje de Quentin Tarantino al mundo del cine y también al final de los años sesenta, pues a parte de las numerosas citas de actores y películas de aquellos años, Tarantino llena su historia de canciones y programas de la época.

Normalmente, basta con hacer una película de estas características para que la crítica se rinda sin reservas a esta creación. Y si además el artífice es Tarantino, con su legión de admiradores incondicionales, el resultado es una avalancha de elogios desmedidos. 

Así que se entiende que me sienta como un bicho raro al no encontrar rastro alguno de obra maestra en esta cinta. Puede que se deba a que no soy fan de Tarantino. Pero precisamente no soy fan suyo porque gran parte de su obra me parece absurda, superficial, grotesca y vacía. No quiero decir que Érase una vez en... Hollywood responda a estos calificativos al pie de la letra, pero si a una película le pedimos que nos cuente una historia interesante, la realidad es que esta película no cuenta nada que merezca las más de dos horas de duración.

Seguramente, gente criada en esos años en Estados Unidos y embebida de todo lo relacionado con el cine, como es el caso del director, valorarán el ejercicio de nostalgia de Tarantino y disfrutarán con muchos detalles que para la mayoría de los espectadores de todo el planeta pasarán desapercibidos.

Es por tanto que debo referirme exclusivamente a la historia que nos cuenta Tarantino sobre un actor en declive y su amigo Cliff (Brad Pitt), el especialista que lleva trabajando con él durante nueve años. Y la verdad, es una historia carente de profundidad, no trasmite nada, no evoluciona hacia ninguna parte y Tarantino simplemente se limita a contar sus desventuras arropándolas con todo lo que se refiere al cine y la cultura del momento. Da la impresión de que estos dos personajes son una excusa para su recorrido nostálgico. Me parece que si el director necesitaba o deseaba mostrar todo eso, hace bien en hacerlo. Pero no sé si a eso se le puede llamar cine.

Pero el año de 1969 en que transcurre la historia no está elegido al azar, pues es el año de los crímenes de la familia Mason, ese tarado que vivía con un grupo de acólitos y convirtió la violencia en su seña de identidad. Los discípulos de Mason matarían a la esposa de Roman Polanski, Sharon Tate (Margot Robbie), y a tres amigos que estaban con ella en esa amiga noche.

Curiosamente, Tarantino le da un giro a este episodio y crea su propio desenlace. Tal vez para demostrar el poder del cine como creador de realidades paralelas, a veces tan auténticas o más que la propia realidad. En todo caso, me parece el único detalle realmente original y valioso de la película. Al menos se sale de lo ordinario, algo en lo que a menudo caen sus películas, y aporta un toque casi poético al final.

El resto, diálogos intrascendentes marca de la casa que, si eran una novedad simpática en sus primeras cintas, ahora terminan cayendo en la repetición absurda de una fórmula que ni sorprende ni emociona y un desarrollo que no cuenta nada interesante, salvo en el final, con personajes que cuesta realmente tomar en serio, hasta el punto de que el drama de Rick Dalton no causa ni la más mínima emoción.

Sinceramente, intento ser objetivo y no dejarme llevar por esa fiebre de mitomanía que parece rodear a Tarantino. Hay películas suyas que me sorprendieron por su imaginativo planteamiento, pero últimamente parece que ya no le queden muchas sorpresas que dar.

Brad Pitt se llevó el Oscar al mejor secundario y la cinta también se hizo con ese galardón al mejor diseño de producción.

domingo, 17 de septiembre de 2023

Yojimbo



Dirección: Akira Kurosawa.

Guión: Ryuzo Kikushima y Akira Kurosawa.

Música: Masaru Satô.

Fotografía: Kazuo Miyagawa (B&W).

Reparto: Toshirô Mifune, Tatsuya Nakadai, Yôko Tsukasa, Isuzu Yamada, Daisuke Kato, Seizaburô Kawazu, Takashi Shimura, Yosuke Natsuki. 

Un samurái (Toshirô Mifune) llega a un pueblo con dos caciques enfrentados por la supremacía y decide sacar provecho de la situación.

Vaya por delante mi admiración por la obra de Akira Kurosawa, con la que he disfrutado de algunas de sus obras maestras indiscutibles, sin embargo, Yojimbo (1961) en mi opinión se queda un peldaño por debajo, o dos, de Rashomon (1950), Los siete samuráis (1954) o Dersu Uzala (1975).

Quizá el mayor inconveniente de la cinta es su raquítico entablado argumental, que se queda tan corto que nos limita el disfrute de la historia. Nada sabemos del motivo del enfrentamiento de los dos caciques, como tampoco llegamos a conocer en profundidad al samurái. Con estas limitaciones, la cinta queda reducida a un film de acción más que correcto en el que brilla el talento descomunal del director para la puesta en pie de su relato, con una fotografía preciosa, unos encuadres soberbios y el uso continuo de elipsis en la mayor parte de las escenas de acción que evitan detalles desagradables y al mismo tiempo le otorgan una cierta elegancia a la manera de contar la historia. Como también está presente aquí el uso de los fenómenos meteorológicos que tanto le gustaba incluir en sus films. En esta ocasión, será el viento el principal protagonista. Pero, a pesar de todo esto, la riqueza argumental y la profundidad presentes en otras películas del director aquí desaparecen. Y ello también acarrea que los diálogos no sean precisamente brillantes.

Con un planteamiento que recuerda a los western americanos, por los que el director japonés mostraba gran admiración, en especial por John Ford, resulta obvio que en Yojimbo se nos ofrece un muestrario de ciertas vilezas del ser humano, como la avaricia, el odio, el abuso de poder, la traición, el engaño y la violencia. Sin embargo, hemos de convenir que todas ellas están presentadas de manera demasiado esquemática como para que lleguen a representar algo más que un muestrario muy básico de la maldad humana. Falta darle más contenido, profundizar en las causas, cosa que el guión no llega ni a insinuar.

Sin embargo, se puede atisbar cierto grado de moralidad en la figura del samurái que, bajo su apariencia de personaje egoísta, esconde una personalidad compasiva que le lleva a liberar a la mujer retenida contra su voluntad para que pueda escapar del pueblo con su marido y su hijo pequeño. Es el único detalle redentor del samurái y que termina cambiando la imagen que podíamos tener de su comportamiento que al final, más que motivado por el enriquecimiento personal, parece simplemente movido por el deseo de acabar con esos dos bandos rivales que han convertido la convivencia en el pueblo en un infierno. Sería una especie de justiciero desinteresado.

Siendo notable la puesta en escena a cargo de Kurosawa, la falta de profundidad de la historia motiva que en la segunda mitad de la cinta ésta parezca alargarse demasiado para lo que finalmente tiene que contarnos. De ahí que pese a sus méritos, por momentos se me hiciera un poco larga de más.

En todo caso, he de reconocer que en líneas generales me parece una película realmente interesante. El problema es con cada película de Kurosawa esperamos una obra de arte y no siempre se puede alcanzar la excelencia. 

Por un puñado de dólares (1964), de Sergio Leone, se inspiró directamente en Yojimbo, por lo que Akira Kurosawa y la productora Tōhō presentaron una demanda por la que el director italiano fue condenado por plagio.

sábado, 16 de septiembre de 2023

Tú y yo



Dirección: Leo McCarey.

Guión: Delmer Daves y Leo McCarey (Historia: Leo McCarey y Mildred Cram).

Música: Hugo Friedhofer.

Fotografía: Milton Krasner.

Reparto: Cary Grant, Deborah Kerr, Richard Denning, Neva Patterson, Cathleen Nesbitt, Robert Q. Lewis, Charles Watts, Fortunio Bonanova. 

Nickie Ferrante (Cary Grant), un famoso playboy, viaja a Nueva York para reunirse con su prometida, una joven millonaria (Neva Patterson). Durante la travesía, conoce a Terry McKay (Devorah Kerr) y aunque ambos tienen pareja, terminan enamorándose.

Tú y yo (1957) tiene un merecido puesto de honor en la historia de los dramas románticos. El encanto de Cary Grant y Deborah Kerr resiste impertérrito el paso del tiempo y de las modas.

La película en realidad es un remake del film homónimo filmado por el propio McCarey en 1939 con Charles Boyer e Irene Dunne. Nora Ephron, en Algo para recordar (1993), le rinde un merecido homenaje: además de las dos amigas que veían esta película con una caja de pañuelos de papel en la mano, también los protagonistas eligen el Empire State para su cita.

Tú y yo es la historia de un amor perfecto, inquebrantable, eterno. Y lo maravilloso de todo es que terminamos creyendo en él con una convicción rotunda. Nada ni nadie podría sacarnos del error, de pensar que el paso del tiempo pudiera corromper la belleza de los sentimientos de Nickie y Terry. Es como un cuento y la magia de Leo McCarey es convertirlo en una maravillosa posibilidad.

La primera parte del film, el viaje en el barco, es sencillamente perfecta. La manera en que Nickie y Terry se van enamorando es deliciosa. En realidad, pienso que se enamoraron nada más verse y el resto del tiempo sencillamente fueron reconociendo la evidencia y desmontando las disculpas para no aceptar esa nueva realidad. La manera tan exquisita en que McCarey filma el instante de su primer beso es realmente una obra de arte en sí misma. Esa delicadeza, esa manera de permitirnos estar presentes, pero preservando su intimidad me pareció sencillamente perfecta.

Pero este clima romántico tan maravilloso, con ese toque ligero de comedia, se trueca en un drama rotundo a partir de la llegada a Nueva York. Y de nuevo, la delicadeza del director al esquivar la imagen del accidente de Terry y cómo alarga la espera de Nickie, hasta la noche. Otra vez la maestría y la elegancia de un director que supo interpretar las claves del romance, manteniendo la intriga sobre el desenlace con inteligencia, haciendo que se encogieran los corazones de todos los espectadores temiendo lo peor, suplicando por el reencuentro de los amantes, por la aclaración del malentendido y su unión para siempre. La maestría con que Leo McCarey maneja los tiempos y la tensión es soberbia.

Cary Grant sin duda era el actor ideal para su personaje, con su elegancia y su atractivo marca de la casa, pero la gran protagonista es Deborah Kerr. Sin ser una belleza deslumbrante, es tal su encanto, su delicadeza o el brillo de su mirada que cualquiera caería rendido ante ella. Es imposible no enamorarse de una mujer así. Sin duda alguna, contar con ambos actores es lo que termina de convertir este romance en algo casi mágico.

Ni siquiera los números musicales o algunas secuencias donde el tono resulta un poco exagerado, al menos para la época actual más prosaica, logran quitar brillo a un film elegante, intenso y de un romanticismo absoluto. Parece imposible construir una historia tan perfecta con tan pocos elementos, pero Leo McCarey sortea todos los peligros y nos brinda una historia maravillosa con la que es imposible no creer y sentir en la propia carne el amor de Terry y Nickie. ¡Imprescindible!

El orgullo de los Yanquis



Dirección: Sam Wood.

Guión: Jo Swerling y Herman J. Mankiewicz (Historia: Paul Gallico).

Música: Leigh Harline.

Fotografía: Rudolph Maté (B&W).

Reparto: Gary Cooper, Teresa Wright, Babe Ruth, Walter Brennan, Dan Duryea, Elsa Janssen, Ludwig Stössel, Virginia Gilmore, Bill Dickey, Ernie Adams, Pierre Watkin. 

A pesar de los deseos de su madre (Elsa Janssen) de que su hijo Lou (Gary Cooper) estudie ingeniería, éste ha demostrado una gran afición por el béisbol desde niño y además resulta que tiene un talento natural para ese deporte.

El orgullo de los Yanquis (1942) es la biografía de uno de los mejores jugadores de béisbol de la historia y además se filmó el año después del fallecimiento de este jugador, a los treinta y siete años, debido a una rara enfermedad que precipitó su retirada.

La película es más que una simple biografía y está enfocada a glorificar la figura de Lou Gehrig hasta límites insospechados. Lou es presentado como un hijo excelente, un jugador excepcional, una persona de una bondad absoluta y un marido enamorado hasta la médula de su esposa Eleanor (Teresa Wright). Todo ello parecería abocarnos a un film insufrible sino fuera por un guión realmente inspirado que hace no solo que admiremos la personalidad de Lou, sino que además consigue crear un puñado de momentos realmente conmovedores capaces de ablandar hasta las piedras sin caer nunca en la cursilería.

La primera mitad de la película, hasta el momento en que contrae matrimonio, es sencillamente perfecta, con un tono de comedia que hace que el film transcurra con una maravillosa agilidad. Disfrutamos viendo los comienzos de Lou en el béisbol y cómo logra ir venciendo la oposición de su madre. Pero los mejores momentos son con la aparición de Teresa Wright, una actriz realmente encantadora y que desprende una dulzura genuina. Su romance con Lou, breve pero entrañable, nos aporta los mejores momentos de la película.

Sin embargo, hemos de admitir que la segunda mitad resulta muy inferior a la primera. Ya no tenemos el motor de la progresión profesional de Lou ni su romance con Eleanor y el relato se encalla en una sucesión de secuencias sin mucho interés. Lástima que el director no hubiera recortado minutos en esta parte, pues perjudica mucho la buena impresión que habíamos tenido hasta entonces.

Lógicamente, los minutos finales vuelven a cobrar intensidad con la enfermedad de Lou. Y de nuevo es gracias a Teresa Wright que la historia nos emociona una vez más. Su trabajo es excelente y además su papel resulta verdaderamente conmovedor. De nuevo tenemos que aclarar que estamos ante una visión sin duda idealizada de la realidad, donde los personajes principales son tan perfectos que votaríamos sin reservas para su canonización. Por ello, más que una biografía habría que enfocar la cinta casi como un cuento cargado de buenas intenciones que intenta retratar el prototipo de deportista ejemplar, dentro y fuera de los estadios.

Si somos capaces de enfocar la película desde esta perspectiva, creo que disfrutaremos sin ninguna cortapisa de un film que brilla por la sensibilidad de su guión y esos personajes entrañables y bondadosos que nos dejan una agradable sensación de fe en el género humano, aunque sepamos que no es verdad.

viernes, 15 de septiembre de 2023

Mentiroso compulsivo



Dirección: Tom Shadyac.

Guión: Paul Guay y Stephen Mazur.

Música: John Debney.

Fotografía: Russell Boyd.

Reparto: Jim Carrey, Maura Tierney, Justin Cooper, Jennifer Tilly, Amanda Donohoe, Jason Bernard, Cary Elwes, Swoosie Kurtz, Anne Haney.

Fletcher Reese (Jim Carrey) es un abogado ambicioso que no repara en nada para ganar sus casos. Y tampoco es un buen padre, incumpliendo repetidas veces las promesas hechas a su hijo Max (Justin Cooper), que precisamente el día de su cumpleaños pide como deseo que su padre no pueda mentir durante un día entero.

Hay un humor bastante burdo, chabacano, que no se asienta en el ingenio con el que se elaboran las situaciones, sino en bromas basadas en el ridículo, la exageración. Y en la época en se rodó Mentiroso compulsivo (1997), Jim Carrey era el exponente perfecto de ese tipo de humor.

Carrey, que es mejor actor de lo que este tipo de papeles puede hacer pensar, basaba su comicidad en las muecas, recordando un poco a Jerry Lewis, otro actor con un estilo parecido y cuyas bromas, como las de Carrey, me producen más vergüenza que otra cosa.

De ahí que Mentiroso compulsivo no me haya arrancado ni una sonrisa, lo cuál para un film decididamente orientado a la comedia es terrible. Pero es que no hay diálogos ingeniosos ni situaciones interesantes a lo largo de toda esta historia, que resulta tan predecible como escasamente original. No cuesta nada saber que el mal padre y mala persona que es Fletcher acabará aprendiendo la lección y, gracias al deseo de su hijo, encontrará la felicidad asumiendo sus responsabilidades como adulto y como padre, encontrando en la sinceridad una inesperada fuente de alegría que le permitirá reconciliarse consigo mismo y con su familia, llevándonos así a un final feliz tan empalagoso como falto de imaginación.

No dudo que este tipo de películas tienen un público que las disfruta como si fueran oro puro. De hecho, son propuestas que suelen funcionar bien, pues se dirigen a un público muy amplio y al ser inocentes e intrascendentes no requieren gran esfuerzo para disfrutarlas.

Si hemos de reconocer que debe haber un cine para toda clase de espectadores, es evidente que Mentiroso compulsivo cumple con su función de entretener a sus fans. De hecho, creo que la gente que acudía a ver esta película esperaba precisamente de Jim Carrey ese despliegue de gestos que lo aproximan mucho a un dibujo animado. 

Sin embargo, para el público que disfruta con Los hermanos Marx, Woody Allen, Billy Wilder o Ernst Lubitsch, Mentiroso compulsivo no ofrece nada realmente apasionante. Ni la historia, ni los personajes, ni las situaciones tienen suficiente entidad como para resultar mínimamente interesantes.

Solamente puedo recomendarla para ese público fiel a este estilo de humor tan vulgar y escaso de ingenio. Para los demás, mejor no perder el tiempo con esta película. 

jueves, 14 de septiembre de 2023

Tess y su guardaespaldas



Dirección: Hugh Wilson.

Guión: Hugh Wilson y Peter Torokvei.

Música: Michael Convertino.

Fotografía: Brian J. Reynolds.

Reparto: Nicolas Cage, Shirley MacLaine, Austin Pendleton, Edward Albert, James Rebhorn, Richard Griffiths, John Roselius, David Graf, Don Yesso.

Doug Chesnic (Nicolas Cage), un agente del Servicio Secreto a cargo de la seguridad de Tess Carlisle (Shirley MacLaine), viuda de un presidente de Estado Unidos, ha terminado harto de ese trabajo por el difícil carácter de la señora Carlisle. Pero cuando creía que se había librado de ella, el mismo presidente de los Estados Unidos le encarga continuar en su puesto.

Básicamente lo que nos ofrece Tess y su guardaespaldas (1994) es la típica historia de dos personajes enfrentados al principio y que, a base de ir soportándose y conociéndose, terminan por congeniar hasta el final feliz en que se aprecian como verdaderos amigos. Lo hemos visto sobre todo en películas policíacas, pero la fórmula da para cualquier género, en este caso, la comedia.

Desgraciadamente, de comedia la cinta tiene poco, no por el tono, sino por el nivel de la comicidad, que resulta del todo inexistente. No hay realmente nada que pueda movernos a la risa. Incluso llegar a sonreír en algún momento es toda una proeza.

El problema de la película es que todo el planteamiento resulta increíble. Vale que una mujer de cierta edad pueda ser rara, pero de ahí a algunos de los enfrentamientos que tiene con Doug hay todo un mundo. Partiendo pues de lo forzado del planteamiento y la poca gracia, es de comprender que la historia solamente se mantenga con cierta dignidad por el trabajo de Shirley MacLaine, que consigue darle algo de credibilidad a su personaje, y de un convincente Nicolas Cage, a pesar de algunas salidas de tono un tanto excesivas.

Tal vez pensando que el tema de los enfrentamientos entre la viuda y su guardaespaldas no daban para toda la duración de la película, el guión se saca de la manga un inaudito secuestro. La intención es clara: conseguir crear un final tenso y emocionante donde se manifieste el cariño que finalmente ha nacido entre Doug y Tess. Sin embargo, de nuevo el guión parece demasiado forzado, manipulador y poco convincente, con lo que las intenciones dramáticas terminan por estallarle al director en la cara, porque el final llega a ser, de predecible y artificial, lo que termina de estropear la película.

Tal vez, si el argumento se hubiera preocupado de establecer más momentos íntimos entre Tess y Doug, que se limitan a lo mínimo, la historia habría cobrado más fuerza, porque al final lo único que puede darle contenido a un planteamiento como este es hacer que los espectadores conectemos con los protagonistas y eso no se consigue aquí. Tess y Doug permanecen como extraños a lo largo de toda la cinta, porque el guión se centró exclusivamente en las peleas, pero sin darles sentido.

Inevitablemente Tess y su guardaespaldas también nos recuerda a Paseando a Miss Daisy (Bruce Beresford, 1989) y es entonces cuando comprobamos las carencias de la propuesta de Hugh Wilson, el vacío casi absoluto de su historia.

El día que vendrá



Dirección: James Kent.

Guión: Joe Shrapnel, Anna Waterhouse y Rhidian Brook (Novela: Rhidian Brook).

Música: Martin Phipps.

Fotografía: Franz Lustig.

Reparto: Keira Knightley, Alexander Skarsgård, Jason Clarke, Flora Thiemann, Alexander Scheer, Kate Phillips, Fion O'Shea, Jannik Schumann, Ivan Schvedoff, Pip Torrens, Monika Kvasničková.

En 1946, Rachael Morgan (Keira Knightley) viaja a Hamburgo para reunirse con su marido Lewis (Jason Clarke), un oficial británico que participa en las labores de reconstrucción de la ciudad.

El día que vendrá (2019) nos presenta una historia de dolor y pasión, o eso pretende, pues el problema es que el guión no logra transmitir toda la fuerza que encierran sus premisas y la dirección de James Kent es tan elegante como fría.

Parte del problema de El día que vendrá es que resulta demasiado previsible. El encuentro de Lewis y Rachael en la estación, al comienzo de la historia, ya delata que hay un abismo que los separa. Y de la misma manera, la primera vez que Rachael se encuentra con Stefan (Alexander Skarsgård) no cuesta mucho adivinar el romance entre ambos que se avecina. Es decir, el guión no es demasiado sutil en las presentaciones, pero lo peor será que tampoco demostrará la suficiente profundidad a la hora de desarrollar los dramas que sacuden a los protagonistas.

El matrimonio de Rachael y Lewis está roto por la pérdida de su hijo durante la guerra. Eso se adivina claramente, pero el guión opta por dejar en penumbra el centro del conflicto justo hasta el final. Es verdad que resulta creíble que el dolor de una pérdida semejante impida que los padres del niño se confiesen las raíces últimas de su dolor, pero dejar este detalle hasta el final penaliza un poco el que nos impliquemos más en los problemas de la pareja. Se podría haber conservado el desenlace tal cual pero añadiendo antes algún elemento que nos permitiera comprender mejor el problema.

Tampoco el romance entre Rachael y Stefan tiene el desarrollo deseable. Su pasión brota de manera demasiado repentina y lo mismo pasa a continuación con su relación: parece meramente física, pues el guión no se molesta en establecer una complicidad entre ellos basada en algo más que el deseo.

Incluso un tema tan importante como la difícil relación entre vencedores y vencidos, con la lógica rabia y desconfianza mutuas, junto con la actitud de unos de pasar página y ser compasivos y de otros de no perdonar o buscar la venganza, se queda un tanto en el limbo también. Y es una pena, porque era otra rama de la historia que podría haberse desarrollado mucho más.

Da la sensación de que los autores del drama se contentaron con una impecable presentación, confiando a la belleza de las imágenes, el ritmo pausado y la delicadeza de algunas secuencias todo el poder evocador de la historia. Pero si no consigues profundizar en lo que muestras, el resultado es el que tenemos aquí: una historia de precioso envoltorio pero fría. Y con un drama tan intenso, que no seamos capaces de conmovernos es lo peor que se puede decir.

Es cierto que los últimos minutos nos dejan un buen sabor de boca, con la confesión de Lewis a su esposa de los motivos de su distanciamiento y la comprensible y más que lógica decisión de ella para rehacer su vida. Pero cinco minutos de cierta intensidad no bastan. Una pena, porque con una mejor concepción estaríamos hablando de una historia apasionante.

miércoles, 13 de septiembre de 2023

Quiero la cabeza de Alfredo García



Dirección: Sam Peckinpah.

Guión: Gordon Dawson y Sam Peckinpah.

Música: Jerry Fielding.

Fotografía: Alex Phillips.

Reparto: Warren Oates, Isela Vega, Robert Webber, Gig Young, Helmut Dantine, Emilio Fernández, Kris Kristofferson, Chano Urueta, Janine Maldonado.

La hija (Janine Maldonado) de un poderoso terrateniente (Emilio Fernández) se ha quedado embarazada y su padre exige la cabeza del padre, ofreciendo una cuantiosa recompensa.

Quiero la cabeza de Alfredo García (1974) es la película más personal de Sam Peckinpah, no porque las otras no lo fueran, al menos en su concepción, pera esta que nos ocupa fue la única que pudo montar sin intromisiones ni cortes.

La historia es bastante sencilla: un terrateniente, para vengar el honor de la familia, pone precio a la cabeza de Alfredo García, el tipo que dejó embarazada a su joven hija. Bennie (Warren Oates), un pianista de un local de mala muerte, ve la oportunidad de conseguir diez mil dólares y cambiar por completo su vida, incluso casándose con su amor, Elita (Isela Vega), que precisamente había sido novia de Alfredo García.

El argumento casi no importa. Es tan extraño como el hecho de que incluso Alfredo García ya está muerto cuando los hombres del cacique lo están buscando. Pero el tema funciona perfectamente como excusa para que Sam Peckinpah nos vuelva a llevar a su particular universo de extraños héroes, como habíamos visto en Grupo salvaje (1969), donde el honor y la amistad llevaban a los protagonistas al suicidio.

Quiero la cabeza de Alfredo García nos cuenta el viaje de Bennie en busca de la que cree que será la llave de su felicidad. Con lo que no cuenta es con el peaje que ha de pagar. En su camino, irá dejando un reguero de cadáveres, pero lo peor será la muerte de Elita. Para Bennie ya nada merece la pena. Como suele suceder con los protagonistas de las obras de Peckinpah, Bennie es un perdedor que pasará de tener el sueño de rehacer su vida a encontrarse medio enloquecido por el hastío y el dolor. Aún así, cumplirá su tarea y entregará la cabeza de Alfredo García, pero ya nada tiene sentido en ese momento, salvo complacer a la joven madre.

Peckinpah nos lleva de la mano por un universo sucio, de gentes que viven en la miseria, aferrados a unos códigos absurdos de honor regidos por la violencia más descarnada. Incluso Elita es una mujer extraña, que se ilusiona con la promesa de matrimonio de Bennie pero que no había dudado en engañarlo con Alfredo García o incluso llegando a rogarle a un violador que le hiciera el amor.

Con todo ello, es fácil comprender que el mundo que nos muestra el director es todo menos esperanzador. Resulta todo tan miserable que resulta asfixiante, enfermizo. Nada bueno puede salir de tanta violencia y tanta miseria moral.

Sam Peckinpah escupe su habitual violencia como algo inevitable, una especie de castigo implacable, la que parece ser la única redención posible para escapar de ese mundo corrompido, miserable, sucio e insensible.

Quiero la cabeza de Alfredo García es un film difícil. Casi nada parece tener sentido, solo el dolor de Bennie que lo empuja a una violencia casi absurda, la única manera de ahogar su dolor: matando a todos los indeseables y buscando una bala que lo libere de su mala suerte.

martes, 12 de septiembre de 2023

Gardenia azul



Dirección: Fritz Lang.

Guión: Charles Hoffman (Historia: Vera Caspary).

Música: Raoul Kraushaar.

Fotografía: Nicholas Musuraca (B&W).

Reparto: Anne Baxter, Richard Conte, Ann Sothern, Raymond Burr, Jeff Donnell, Richard Erdman, George Reeves, Ruth Storey, Ray Walker, Nat King Cole. 

Norah (Anne Baxter), a la que acaba de dejar su novio, accede a salir a cenar con Harry Prebble (Raymond Burr), un empedernido ligón. Tras haber bebido demasiado, North no recuerda con claridad lo sucedido después, en el apartamento de Harry, pero los periódicos dan cuenta de su asesinato a la mañana siguiente.

Fritz Lang tuvo una extensa carrera en Hollywood y hemos de reconocer que no todas sus películas tienen el mismo peso específico. Gardenia azul (1953) es una cinta interesante, pero irregular.

Si dividimos la película en tres actos, el primero y el tercero son muy buenos, pero en el segundo es donde la cinta cae un poco, reclamando tal vez que se hubiera recortado el metraje o, al menos, que el director hubiera podido darle algo más de agilidad a un intermedio que entorpece el buen comienzo.

Aquí es donde vamos conociendo a los personajes, que se perfilan con claridad gracias a un guión muy preciso a la hora de describirlos, en especial al dibujante Harry Prebble, que queda perfectamente retratado en una simple conversación telefónica, y a Norah, una mujer tal vez demasiado confiada e inocente.

Una vez que se desvela el asesinato de Harry es cuando el desarrollo se encalla con algunos momentos algo repetitivos sobre la angustia de Norah y su miedo creciente a ser detenida. Afortunadamente, la parte final resulta de nuevo muy interesante, con algunos momentos realmente conseguidos, como la decepción de Norah cuando descubre que Casey Mayo (Richard Conte), el periodista que le había ofrecido su ayuda, no ha sido sincero con ella y provoca su arresto.

También el desenlace, algo brusco es cierto, pero muy logrado, confirma el buen tono de un guión no excesivamente rebuscado pero que funciona con gran eficacia.

Con una Anne Baxter que confiere a Norah toda la fragilidad que requiere su personaje, Gardenia azul es un film que sin llegar a altos niveles sí que demuestra estar sólidamente construido.

Los hermanos Barbarroja



Dirección: Charles Lamont.

Guión: Gerald Drayson Adams.

Música: Joseph Gershenson, Milton Rosen, Hans J. Salter, Frank Skinner y Edward Ward.

Fotografía: Russell Metty.

Reparto: Maureen O'Hara, Jeff Chandler, Maxwell Reed, Lon Chaney Jr., Buddy Baer, Richard Egan, Dewey Martin, Royal Dano, Susan Cabot, Judith Braun, Henry Brandon.

Para evitar tener que casarse con uno de los hermanos Barbarroja, la princesa Tanya (Maureen O'Hara) urde un plan para el que necesita capturar a Shahzada, un magnífico caballo salvaje al que también persigue el beduino Tamerlane (Jeff Chandler).

Los hermanos Barbarroja (1951) es un curioso film de aventuras un tanto exótico penalizado por un guión y una dirección de escaso nivel.

El comienzo de la historia es interesante, con el rey de Túnez siendo asesinado y ocupando su trono el traicionero príncipe Medina (Maxwell Reed), que pacta con los hermanos Barbarroja (Lon Chaney Jr. y Buddy Baer) el matrimonio de la princesa Tanya, la cuál lógicamente no desea semejante suerte y aún menos una vez que conoció al apuesto Tamerlane.

En realidad, como se ve, una historia apegada a los cánones más clásicos del género de aventuras, con el romance, los malvados, los peligros que vencer... La novedad es el curioso y excesivo protagonismo del caballo Shahzada, convertido en la pieza clave de gran parte de la historia por la obsesión de Tamerlane de capturarlo y su papel en el destino de la princesa.

En principio, nada que objetar a este extraño argumento, pero sí a su desarrollo, que no es para nada apasionante. Gran parte de la historia aparece torpemente expresada, con innumerables detalles que chirrían por su poca credibilidad o sus desajustes, con apariciones inexplicables de los malvados, por ejemplo, dando la impresión de que el desierto de Túnez tiene el tamaño de un campo de fútbol.

Además, el romance entre Tanya y Tamerlane, básico en toda la historia, está presentado también con bastante torpeza, sin que se de una progresión lógica a su atracción, que pasa de un beso al desprecio con total brusquedad. Además, los diálogos carecen de profundidad y terminan pareciendo torpes y tópicos.

Tampoco se entiende el excesivo tiempo de dedicado a la doma del caballo, con una aparatosa voz en off describiendo el proceso, y que no tiene el interés necesario como para justificar esos minutos que se hacen demasiado largos.

La impresión es que tanto el guión como la puesta en escena son demasiado elementales, sin la fuerza necesaria para cautivar al espectador, que acaba por resignarse a una sucesión de escenas repetitivas y sin mucha lógica a veces. El ejemplo más claro de esta falta de eficacia en el desarrollo lo tenemos en la carrera final, sin nervio y por lo tanto escasamente emocionante.

Si la presencia de la maravillosa Maureen O'Hara era la excusa perfecta para ver Los hermanos Barbarroja, lamentablemente su belleza no logra paliar las carencias de la película.