El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

sábado, 29 de octubre de 2022

La bella y la bestia



Dirección: Jean Cocteau.

Guión: Jean Cocteau (Cuento: Jeanne-Marie Leprince de Beaumont).

Música: Georges Auric.

Fotografía: Henri Alekan (B&W). 

Reparto: Jean Marais, Josette Day, Marcel André, Mila Parély, Nane Germon, Michel Auclair, Christian Marquand.

De regreso a casa, un comerciante arruinado (Marcel André) se pierde en el bosque y llega a la residencia de la Bestia (Jean Marais), que lo sentencia a muerte por haber cortado una rosa de su jardín para llevársela a su hija Bella (Josette Day). 

Primera adaptación al cine del célebre cuento homónimo de Jeanne-Marie Leprince de Beaumont, publicado en 1757, La bella y la bestia (1946) es un clásico del cine francés marcado por el sello personal de Jean Cocteau, que volvía al cine tras quince años de silencio. La mala acogida de esta película hará que el director vuelva a estar otros diez años alejado de la pantalla.

La bella y la bestia es sobre todo un espectáculo visual, además del mensaje del cuento de la redención por amor. Cocteau vuelca toda su fantasía y poesía en una puesta en escena aparatosa, barroca, surrealista incluso (los brazos que sostienen los candelabros o sirven la mesa, los rostros del mobiliario que cobran vida, la puerta que habla...). Es un cuento, lo que libera la imaginación del director de cualquier atadura lógica para crear un universo en el castillo de la Bestia que aúna el encanto con el terror, apoyándose en una lujosa y tenebrosa fotografía y con el respaldo, un tanto anticuado en la actualidad, de la banda sonora, algo machacona.

No debemos olvidarnos de la Bestia, un prodigio de maquillaje y unos ropajes suntuosos para dar vida a un monstruo que aún hoy en día provoca repulsa y temor por el realismo, valga la paradoja, de su concepción.

Sin embargo, donde el relato acusa decididamente el paso del tiempo es en la caracterización de los personajes y en los diálogos. Las hermanas de Bella resultan realmente burdas en su simplona maldad y nos recuerdan a las de Cenicienta, pues ambos cuentos tienen ciertos elementos comunes. También Bella aparece como demasiado buena, tanto que a veces se podría pensar que es algo tonta. Se puede argumentar que, como estamos en un cuento, tiene cierta explicación esta simplicidad de los personajes, pero me temo que se debe más a un problema de concepción por parte de Jean Cocteau, que no consiguió equilibrar el aspecto externo del film con el interno.

Ello es muy evidente con los diálogos, que son demasiado simples, dejando el desarrollo del cuento a un nivel demasiado básico. 

Como básico es también el mensaje que encierra: el poder redentor del amor, que salva a la Bestia de la muerte gracias a una mirada llena de amor de Bella. Podríamos interpretar la historia con la conocida idea de que la belleza está en el interior, pues Bella va venciendo la repulsa inicial que le provoca la Bestia al ir descubriendo su bondad. También la película es un canto a la fantasía, al poder de la imaginación contra la banalidad de la realidad: la Bestia le confiesa a Bella que adquirió ese aspecto como un castigo a sus padres por no creer en la hadas. 

Para encarnar a la Bestia, se eligió a Jean Marais, un actor que en el momento del rodaje era considerado uno de los rostros más bellos del mundo. Marais, que también encarna a Avenant, amigo del hermano de Bella y enamorado de ella, y al Príncipe en el que se transforma la Bestia, realiza un trabajo excelente, en especial encarnado al monstruo, con una mirada llena de fuerza bajo un maquillaje que le creó no pocos problemas. Josette Day tiene una presencia lo suficientemente angelical para que encaje sin problemas en su personaje.

Film muy deudor de su tiempo y en especial de la concepción personal de Jean Cocteau, La bella y la bestia es básicamente una fantasía en imágenes que aún tiene la fuerza suficiente para fascinarnos, desgraciadamente pierde toda su fuerza en el plano del contenido, donde Cocteau no logró darle a la historia la profundidad suficiente para construir un relato completo.

lunes, 17 de octubre de 2022

Un pequeño favor



Dirección: Paul Feig.

Guión: Jessica Sharzer (Novela: Darcey Bell):

Música: Theodore Shapiro.

Fotografía: John Schwartzman.

Reparto: Anna Kendrick, Blake Lively, Henry Golding, Glenda Braganza, Zach Smadu, Rupert Friend, Eric Johnson, Sarah Baker.

Stephanie Smothers (Anna Kendrick) conoce a Emily Nelson (Blake Lively), la madre del mejor amigo de su hijo, y se hacen buenas amigas. Sin embargo, un día Emily desaparece sin dejar rastro y Stephanie decide intentar encontrarla.

Un pequeño favor (2018) juega abiertamente la baza de la originalidad, no sé si por ser consciente Paul Feig de lo limitado del material que tiene entre manos. Habrá a quien le encante, para gustos... Sin embargo, en general, creo que es un film desequilibrado y que no termina demasiado bien.

La película arranca con un decidido toque de comedia un tanto ligera y desenfadada. Superficial, de hecho, con una caracterización de los personajes algo cargada, un poco exagerada. Cuesta tomarse en serio a Stephanie, por ejemplo, casi una caricatura de madre, entre infantil y acelerada, como si estuviera hasta las cejas de cafeína. Hubiera preferido algo menos aparatoso, en especial con el giro que toma el argumento en la segunda parte del metraje.

Y es que lo que parecía una comedia desenfadada sobre la relación de amistad increíble entre la mojigata Stephanie y la sofisticada Emily da un giro radical cuando la segunda desaparece. La historia toma entonces el tono de un film de intriga, lo que choca abiertamente con el tratamiento inicial en clave de comedia. De hecho, cuesta meterse en la intriga, pues no acabamos de lograr cambiar el registro hacia un derrotero más serio. 

Sin embargo, ese no es el mayor inconveniente de Un pequeño favor, sino la manera en que empieza a enredarse la trama, con continuas sorpresas y giros inesperados que uno no sabe si tomarse en serio o no. Por momentos, el guión parece burlarse del espectador con nuevas salidas retorcidas de un argumento que se convierte en una montaña rusa. El problema es que todo resulta demasiado forzado, no parece natural y además encaja muy mal con esa tratamiento ligero, de manera que ni vivimos la intriga con la emoción adecuada ni los personajes, antes tan caricaturescos, parecen cuadrar bien con un tema de asesinatos, falsas identidades, infancia traumática, personalidades enfermizas... Bien analizado, todo es un disparate.

Es verdad que la puesta en escena es elegante, la fotografía me pareció preciosa y las dos actrices principales están maravillosas en sus roles: Anne Kendrick aportando frescura y gracia a raudales y Blake Lively con su pose de mujer fatal muy lograda. Todo ello aporta su dosis de calidad a la película, pero no oculta las limitaciones de un guión alocado y algo tramposo que busca en la sorpresa disimular sus carencias.

En resumen, un film de factura atractiva, pero que peca de superficial. Tal vez, tomarse a chirigota un argumento como este sea lo más inteligente, pero no la manera de llevarlo a la práctica, que no termina de parecerme demasiado brillante, ni como comedia ni como sátira ni como thriller. En todos los terrenos Un pequeño favor se queda a medias.

martes, 11 de octubre de 2022

Tango para tres



Dirección: Damon Santostefano.

Guión: Rodney Patrick Vaccaro y Aline Brosh McKenna (Historia: Rodney Patrick Vaccaro).

Música: Graeme Revell.

Fotografía: Walt Lloyd.

Reparto: Matthew Perry, Neve Campbell, Dylan McDermott, Oliver Platt, Cylk Cozart, John C. McGinley, Bob Balaban, Deborah Rush, Kelly Rowan, Patrick Van Horn, David Ramsey.  

Creyendo que Oscar Novak (Matthew Perry) es gay, el magnate Charles Newman (Dylan McDermott) le pide que vigile a su amante Amy (Neve Campbell) durante una exposición. El problema es que Oscar se enamorará de Amy.

Una nueva comedia romántica donde se pone de manifiesto la endeble construcción argumental, lo que arrastra a Tango para tres (2000) al nivel de la mediocridad.

Lo que más me duele de Tango para tres es que, aún reconociendo que se mueve en un terreno muy poco novedoso, reúne suficientes elementos para dar mucho más de sí. De haber contado con un guión más trabajado, podríamos haber estado ante una comedia decente; desgraciadamente, una vez más constatamos que se ha optado por lo más fácil o tal vez es que los guionistas no daban más de sí.

La base de la comicidad en Tango para tres reside en un humor burdo, aparatoso, obvio y sin ingenio. Es lo más sencillo de hacer, pero el resultado no es bueno. Sinceramente, en ninguna ocasión me ha sacado la historia más que alguna leve sonrisa, lo que es bastante clarificador. Aún así, la película va de menos a más. Tras un comienzo desastroso, la cosa se endereza algo en cuanto surge el enamoramiento de Oscar por Amy y eso gracias a que se dejan de lado los diálogos atropellados del inicio y la historia coge algo de sentido. 

También es de agradecer que el tema de la homosexualidad, que sirve de elemento de confusión para crear el conflicto principal en la relación de Oscar y Amy, sea tratado con elegancia, evitando los chistes fáciles y de mal gusto. 

Aún así, seguimos ante una comedia en la que sentimos que se está desaprovechando su potencial: en el enamoramiento de Oscar no se consigue alcanzar el grado de emoción y complicidad que nos hubiera enganchado más a las vicisitudes del protagonista; podría explicarse porque adivinamos el desenlace, pero creo que no es esa la razón principal, sino que tanto la historia como los personajes están elaborados con tanta superficialidad que nunca llegamos a meternos de lleno en el conflicto.

Y no es porque Matthew Perry no lo intente. Me parece que el actor aporta lo suficiente para hacer simpático y convincente a su personaje, a pesar de lidiar un tanto en solitario, ya tanto Neve Campbell, muy hermosa es cierto, como Dylan McDermott me parecieron excesivamente fríos.

Si la película, sin ser nada especial, logró sobreponerse a un inicio penoso, en el final vuelve a caer en la banalidad absoluta. Es evidente que este tipo de historias han de terminar bien, con la pareja uniendo felizmente sus destinos, y sus labios, bajo una música evocadora. Eso lo damos por descontado. Lo que no entiendo es la obsesión por encajar absolutamente todas las piezas, encima de manera forzada y precipitada, como si en ello les fuera la vida a los guionistas. Así, además de solucionarse el conflicto entre Oscar y Amy, en una escena que no consigue sacar todo el jugo a la situación y ofrece un final sin emoción, se le busca pareja Peter (Oliver Platt), el socio gay de Oscar; ambos arquitectos (Peter y Oscar) consiguen el proyecto arquitectónico millonario por el que competían y la esposa (Kelly Rowan) de Charles Newman le perdona su infidelidad. ¡Vaya componenda en unos dos minutos!

Definitivamente, Tango para tres vuelve a demostrar lo complicado que es hacer una buena comedia y que en el cine actual la escasez de talentos es algo muy preocupante.  

viernes, 7 de octubre de 2022

Layer Cake (Crimen organizado)



Dirección: Matthew Vaughn.

Guión: J.J. Connolly.

Música: Lisa Gerrard y Ilan Eshkeri.

Fotografía: Ben Davis.

Reparto: Daniel Craig, Colm Meaney, George Harris, Kenneth Cranham, Jamie Foreman, Sally Hawkins, Michael Gambon, Tom Hardy, Sienna Miller. 

Un vendedor de cocaína (Daniel Craig) pretende retirarse una vez que ha ahorrado lo suficiente. Sin embargo, su jefe, Jimmy Price (Kenneth Cranham) le encarga de pronto un par de trabajos.

Interesante thriller que supone el estreno en la dirección de Matthew Vaughn, que demuestra una envidiable soltura en su debut.

Layer Cake (Crimen organizado) (2004) presenta ciertos detalles que hacen que esta historia sobre el mundo de la droga tenga una marcada personalidad propia. 

Hay que destacar especialmente la brillante puesta en escena a cargo de su director. Normalmente, suelo preferir aquellos directores invisibles, que hacen su trabajo sin buscar protagonismo, dejando que la historia tenga el peso fuerte en la cinta. No me suele gustar el excesivo afán de protagonismo de algunos realizadores empeñados en ser la estrella. Sin embargo, a pesar del relieve del trabajo de Matthew Vaughn, que no pasa desapercibido ni mucho menos, en esta ocasión he de reconocer su talento para dejar su huella de manera eficaz, con un trabajo que sabe llevar con buen ritmo el relato y, a la vez, sorprende con los movimientos de cámara, la fotografía (espectacular muchas veces), las transiciones, escenas paralelas, encuadres insólitos... todo un ejercicio de estilo que no solo no molesta ni resulta excesivo o pedante, sino que le confiere a la película un carácter único. Y aquí reside el acierto del realizador, porque si despojamos a la película de este maquillaje nos encontramos con un argumento bastante normalito al que se le intenta sacar cierto jugo con los consabidos giros de última hora, trucos por lo general desaconsejables, por mentirosos y oportunistas, pero que perdonamos sin demasiados problemas una vez que constatamos que lo fundamental en este caso no es el argumento, sino cómo está contado.

Vaughn parece entender que en el cine actual, inmerso en una sociedad de consumo fácil, en la era de las imágenes trepidantes de videoclips, las formas resultan fundamentales. Salvo excepciones, el cine se ha decantado por el consumo fácil y parece más importante la manera de mostrar algo que su contenido. No defiendo esta tendencia, es más, ojalá se pudiera volver a aquellos años en los que un guión se elaboraba con esmero e inteligencia. Pero como parece una batalla perdida, al menos hemos de saber valorar cuando algo sale de la rutina y muestra cierto sentido estético y el trabajo del director lo tiene.

Por lo demás, la historia en sí no es gran cosa: traficantes engañándose, ajustando cuentas, deponiendo jefes para ocupar su lugar, mintiendo y vengándose. Y encima, sin demasiada profundidad. No importan los motivos, ni hacer un retrato de los bajos fondos, no se busca mensaje alguno, tan solo espectáculo, acción, ritmo, algo de sexo y mucha música (Joe Cocker, Duran Duran, Kylie Minogue, ...). La fórmula de cierto éxito fácil sin comerse mucho las neuronas. Algunas notas de humor, que personalmente creo que rompen el clímax general, completan la receta. 

Afortunadamente, a parte de la buena labor del director, tenemos a Daniel Craig, un tipo al que le pega como anillo al dedo su papel y que dota de total credibilidad a su personaje del que, por cierto, no sabremos nunca su nombre.

Un film pues heredero de su tiempo, ágil, cuidado en lo externo y con poco de interés por dentro. Un entretenimiento bien trabajado de consumo fácil.

jueves, 6 de octubre de 2022

Llega un jinete libre y salvaje



Dirección: Alan J. Pakula.

Guión: Dennis Lynton Clark.

Música: Michael Small.

Fotografía: Gordon Willis.

Reparto: Jane Fonda, James Caan, Jason Robards, Richard Farnsworth, George Grizzard, Jim Davis, James Keach, Mark Harmon.

Jacob Ewing (Jason Robards), un terrateniente ambicioso y cruel, lleva años intentando apoderarse de las tierras de un vecino que ahora explota su hija, Ella (Jane Fonda), que pasa por verdaderos apuros económicos.  

Western tardío, tanto por el año de realización como por la época en que transcurre, Llega un jinete libre y salvaje (1978) es un film con pretensiones que lamentablemente se queda a medio camino entre lo que busca y lo que ofrece.

La historia es sencilla: la ambición desmedida de un terrateniente, Ewing, por hacerse con las tierras del valle, tras las que lleva muchos años, hasta el punto de que, muerto su principal rival, ahora tiene que enfrentarse a su hija. Además, esta ha vendido parte de sus tierras a dos exmilitares, con lo que aparecen dos nuevos enemigos para Ewing. 

La elección de Pakula es fundamentalmente estética: desarrollar este drama desde la tranquilidad y la economía de medios. Así, el film avanza despacio, con el director recreándose en planos generales que muestren la belleza del paisaje y marquen un ritmo contemplativo. 

La economía abarca los personajes, muy pocos, así como los decorados, los diálogos y hasta la manera de desarrollarse la historia, donde vamos conociendo algunos detalles con cuentagotas y donde el guión no se preocupa demasiado por profundizar en los conflictos ni en los personajes, sino que se contenta con esbozar las líneas maestras en una clara elección por cierta sobriedad, argumental y de desarrollo.

Aquellos que aprecien este tipo de planteamientos, sin duda disfrutarán de un film que podríamos catalogar de minimalista, donde todo se insinúa más que se muestra, donde los personajes asoman sus raíces pero que, sin embargo, permanecen en su mayoría en la sombra. Será el propio espectador el que deberá ir componiendo el puzzle, rellenando espacios y situaciones.

Pero toda cara tiene su cruz y este planteamiento tan estético y distante convierte a Llega un jinete libre y salvaje, título un tanto excesivo visto el tono de la cinta, en una película fría y repetitiva.

Fría porque no llegamos a adentrarnos en el drama personal de los protagonistas ya que están tan esquemáticamente explicados y el tratamiento es tan distante que no sentimos afinidad hacia ellos ni odio hacia el malo. Asistimos al drama casi anestesiados por la pausada puesta en escena, por la recreación estética plasmada en planos generales que adormecen la emoción, por el deleite del director en la creación de bonitas imágenes en claro oscuro, hermosas, sí, pero que deberían acompañarse de algo más para que no se queden en un mero ejercicio de estilo con muy poca sangre en las venas.

Por ello, asistimos a la muerte de Dodger (Richard Farnsworth), el viejo vaquero fiel a Ella, casi sin percatarnos de qué sucede, hasta que presenciamos el entierro. Y lo mismo sucede con el desenlace, que casi nos pilla por sorpresa y que se desarrolla ante nuestros ojos de manera precipitada y sin causar la más mínima emoción. 

Es más, aunque esto es una apreciación personal, el personaje de Ewing, que por sus actos vemos que es el diablo en persona, entendemos que es un terrateniente poderoso, pero fruto de esta economía de medios a la que antes me refería, resulta que aparece casi siempre solo, y cuando aparecen sus secuaces, se reducen a dos, uno de ellos bastante mayor además. La impresión que tenía no era precisamente de alguien temible, sino de una especie de señor en decadencia que no aguantaba ni medio asalto. 

Y repetitiva por la repetición de planos generales como recurso estético que, aunque de cierta belleza, terminan por aburrir un poco a fuerza de constituir un recurso utilizado con escasas variantes y apenas otras alternativas.

Paralelo al drama principal, el film también es una defensa de la tierra, de la explotación ganadera a la vieja usanza y en contra del progreso, representado por la compañía petrolífera, que amenaza con destruir la belleza del entorno en busca de beneficios económicos.

Como decía, habrá espectadores que logren disfrutar con este tipo de propuestas, valorando la elección estética y su originalidad, pero creo que una historia como la que se intenta narrar aquí exige de mayor tensión, nervio, pasión y fuerza, al menos a mí me ha faltado todo eso. 

lunes, 3 de octubre de 2022

A vida o muerte



Dirección: Michael Powell y Emeric Pressburger.

Guión: Michael Powell y Emeric Pressburger.

Música: Allan Gray.

Fotografía: Jack Cardiff.

Reparto: David Niven, Kim Hunter, Roger Livesey, Raymond Massey, Kathleen Byron, Bonar Colleano, Marius Goring, Robert Coote, Abraham Sofaer, Richard Attenborough. 

Con el avión en llamas, el piloto Peter Carter (David Niven) decide saltar del aparato, pese a no tener paracaídas. Antes de hacerlo, se despide de June (Kim Hunter), la joven con la que ha hablado por radio en esos momentos que parecen los últimos de su vida.

Curiosa película inglesa mezcla de drama, fantasía y una gran historia de amor, A vida o muerte (1946), para algunos críticos una obra maestra, es un film realmente sorprendente.

La base de la cinta fue un encargo que pretendía reforzar las relaciones entre americanos y británicos tras la Segunda Guerra Mundial, de ahí la importancia de ese tema en la escena del juicio, algo que sinceramente toma más protagonismo de lo que considero necesario, sobre todo una vez que el momento histórico en que nació ha quedado atrás.

Sin embargo, la cinta posee otros elementos interesantes que, afortunadamente, hacen que dejemos a un lado esa vertiente política como algo secundario.

Peter Carter se lanza al vacío sin paracaídas desde su avión en llamas asumiendo el fin de sus días con cierta resignación. Sin embargo, milagrosamente, sobrevive. En la playa donde aterriza encuentra a June, la joven americana con la que habló por radio instantes antes de saltar del avión y de la que se ha enamorado. Cuando un ángel viene a reclamarlo como difunto, su salvación milagrosa fue motivada por un fallo causado por la niebla, Peter defiende su derecho a seguir viviendo y esgrime como razón para ello su amor por June.

El mensaje básico de A vida o muerte es el amor como motor de la vida y fuerza redentora. Peter tiene derecho a la vida gracias al amor, más poderoso que la misma muerte. Dicho así, es verdad que suena un tanto ingenuo y no es una propuesta muy original, pero siempre es un concepto demasiado importante como para tomarlo a la ligera y, a pesar de que sepamos que un amor tan grande y poderoso como el que parece embargar a los protagonistas es demasiado perfecto y un tanto peliculero, en el fondo es algo que cualquiera anhelaría para sí, lo que hace que el mensaje sea irrechazable finalmente.

Otro detalle interesante es que el argumento deja abierta la puerta a diferentes interpretaciones sobre lo que le acontece al piloto. Si somos más realistas, podemos interpretar las visitas del mensajero del más allá como producidas por la lesión cerebral de la que es operado Peter. Así, no habría nada sobrenatural y todo se reduciría a meras alucinaciones. Pero también podríamos inclinarnos por la explicación más fantástica y asumir como reales las visitas del ángel, con lo que estaríamos ante un cuento donde se juega con la muerte, la segunda oportunidad y el poder redentor del amor verdadero.

El problema de A vida o muerte es que este tipo de propuestas, innovadoras en su momento o al menos originales en su enfoque, suelen tener un envejecimiento un tanto delicado. Las imágenes del juicio, por ejemplo, podían ser impactantes en el momento del estreno, pero en la actualidad resultan algo caducas.

Sin embargo, el principal defecto que le encuentro a la película es que el guión no consigue sacar todo el potencial a las ideas que propone. Si un asunto como el poder del amor es ya de por sí delicado, por el riesgo de caer en banalidades o cursilerías, el otro peligro es que carezca de la fuerza necesaria para conmovernos. Y creo que ese es el mayor pecado de la cinta: a pesar de tratar un tema tan importante, el resultado es un film demasiado frío. Tal vez por su propia esencia, con ese toque fantástico y una puesta en escena demasiado impersonal y aséptica o por las pretensiones un tanto pedantes de la propuesta. Falta emoción, intensidad, pasión y eso, en un film con el mensaje de la fuerza del amor como motor vital, es imperdonable.

Y donde mejor constatamos las debilidades del guión es en la secuencia del juicio, donde se decide si se le concede a Peter el indulto o si debe morir, como habría debido suceder en un principio. Es el momento clave de la historia y sería de esperar que fueran los momentos de máxima emoción. Sin embargo, en medio de un decorado un tanto desafortunado, las argumentaciones de fiscal y defensor se pierden en farragosas disquisiciones políticas e históricas, creando una secuencia confusa y sin emoción, desaprovechando tristemente el instante crucial del film. 

En cuanto a los actores, David Niven me pareció un tanto irregular y demasiado frío para insuflar más pasión en su interpretación dentro de un reparto por lo demás sin demasiado brillo, con actuaciones correctas nada más.

Propuesta bienintencionada que defiende el entendimiento entre países y razas en aras de un futuro en armonía y esencialmente el poder del amor, A vida o muerte tiene el valor de su originalidad, de proponer una historia realmente curiosa, aunque no del todo conseguida.

sábado, 1 de octubre de 2022

Alta sociedad



Dirección: Charles Walters.

Guión: John Patrick (Obra: Philip Barry).

Música: Cole Porter.

Fotografía: Paul Vogel.

Reparto: Bing Crosby, Grace Kelly, Frank Sinatra, Celeste Holm, John Lund, Louis Calhern, Sidney Blackmer, Louis Armstrong, Margalo Gillmore, Lydia Reed.

En vísperas de la boda de la joven Tracy Lord (Grace Kelly) con George Kittredge (John Lund), su primer marido, Dexter (Bing Crosby), aún enamorado de ella, aparece de repente en escena. 

Remake de Historias de Filadelfia (George Cukor, 1940), en este detalle reside el principal problema de Alta sociedad (1956). Es sabido que no deben hacerse comparaciones, pero si has visto la película de Cukor está claro que la de Charles Walters palidece a su lado. 

La principal baza de Alta sociedad es convertir la comedia original en un musical y este detalle es de agradecer por dos cosas: la primera, la búsqueda de un toque diferente que aporte algo nuevo a la película de 1940; la segunda, que la banda sonora, de Cole Porter, y las interpretaciones de Bing Crosby, Frank Sinatra y Louis Armstrong son muy buenas. Gracias a ello, la película logra sobreponerse un tanto y salva la cara. Sin la aportación de la música, estaríamos ante un film bastante endeble, ya que el inteligente guión de Historias de Filadelfia, con unos diálogos plenos de ingenio y unos personajes muy bien diseñados, se convierte aquí en algo mucho más básico. 

Para empezar, quizá por el añadido de los números musicales, la historia se simplifica, puede que para no alargar demasiado el film. Pero con ello se pierde profundidad a la hora de plantear el conflicto principal y los personajes se quedan en un dibujo más superficial; por ello, las relaciones entre los protagonistas resultan menos naturales y profundas. Y lo mismo sucede con los diálogos, que ya no tienen la densidad de la obra original. Es como si se hubiera aligerado todo en exceso, perdiendo sustancia y fuerza y quedando todo más superficial. Un ejemplo de esto quizá lo podemos ver en la puesta en escena: en Alta sociedad todo parece más lujoso que el original, pero a cambio de perder profundidad en lo fundamental.

Incluso para quién no hubiera visto Historias de Filadelfia, Alta sociedad sería un musical elegante pero un tanto desangelado en su planteamiento.

En cuanto al reparto, es evidente también la diferencia abismal con los protagonistas de la película de Cukor: Cary Grant, Katharine Hepburn y James Stewart. Sin embargo, pensando en que se trata de una versión musical, se explica lógicamente la elección de Bing Crosby y Frank Sinatra, ambos cantantes con una voz excepcional, pero como actores, especialmente Crosby, un tanto limitados. Grace Kelly, por el contrario, me parece una muy sabia elección, ya que su clase, belleza y talento encajan perfectamente con su personaje.

Louis Armstrong y su banda, con unos números de jazz maravillosos, ayudan en el apartado musical aportando lo más destacado y original de esta versión.

No suelo comprender el motivo de que se realicen nuevas versiones de films perfectos. Parece innecesario y, por lo general, la copia no puede resistir la comparación. A Alta sociedad le ocurre exactamente esto. Podrían haber realizado un buen musical con un argumento original, pero el recurrir a una obra de la talla de Historias de Filadelfia es casi un suicidio. A pesar de lo cuál, si te gusta el jazz y no le exiges demasiado a la película, Alta sociedad puede verse con cierto agrado, especialmente si no se ha visto el original, con lo quedas libre de inevitables comparaciones.