El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

lunes, 25 de febrero de 2019

La mujer infiel



Dirección: Claude Chabrol.
Guión: Claude Chabrol.
Música: Pierre Jansen.
Fotografía: Jean rabiar.
Reparto: Stéphane Audran, Michel Bouquet, Maurice Ronet, Michel Duchaussoy, Guy Marly, Dominique Zardi, Serge Bento, Louise Chevalier, Louise Rioton.

Charles Desvallées (Michel Bouquet) sospecha que su esposa Hélène (Stéphane Audran) le es infiel, por lo que decide contratar a un detective para que le confirme si es cierto.

A Claude Chabrol se le suele conocer como "el Hitchcock francés", tanto por la temática de sus películas como por el hecho de que el director francés, admirador confeso de Alfred Hitchcock, fundamenta su estilo en un estudio minucioso del cine del director inglés. La mujer infiel (1969), por su temática, entronca directamente con ese cine de suspense que, para Chabrol, era el vehículo idóneo para afrontar cualquier tema.

Sin embargo, lo que caracteriza a la película de Chabrol es que desprecia abiertamente la posible intriga que le brinda el argumento para asentar su película en otros aspectos. Chabrol desvela enseguida las sospechas de Charles sobre la infidelidad de su esposa y el mismo título del film nos evita cualquier posible duda; y es que al director no le interesa alimentar la incertidumbre, su finalidad e interés son otros, como analizar a la familia burguesa, su modo de vida, sus miedos, sus inseguridades, sus rutinas y hasta su tedio, lo que es una constante en su filmografía, junto al triángulo amoroso.

En este caso, lo que se analiza es la complicada adaptabilidad de las costumbres burguesas a la revolución de los años sesenta. De hecho, Charles, bajo una apariencia de normalidad, parece incapaz de asumir el cambiante rol de la mujer en la sociedad, como, por ejemplo, la nueva libertad sexual de las mujeres, que parece encarnar su atractiva secretaria. Su clase social, en apariencia abierta al progreso, se desvela anclada en la tradición, con serios problemas para aceptar los nuevos tiempos.

Junto a ello, Chabrol retrata con precisión la vida matrimonial de los protagonistas, con un Charles que parece que solo busca la seguridad de una vida organizada y rutinaria, que parece ser más que suficiente para él, dejando del lado el aspecto hedonista de la relación, y donde el viejo machismo saldrá en defensa de lo que considera como algo suyo.

Hélène, por su parte, es una mujer atractiva, viva, sensual, que termina buscando fuera de su casa lo que un marido mayor y aburrido no es capaz de proporcionarle, aunque sin renunciar a la seguridad que su vida de casada le proporciona. Es una imagen un tanto perversa de la burguesía: hipócrita y egoísta.

En cuanto a la puesta en escena, Chabrol muestra su famosa parquedad expresiva. La mujer infiel es un film austero, con diálogos escasos y donde las miradas y los silencios invitan a que sea el espectador el que construya su propio relato. La secuencia en que Hélène descubre la fotografía de su amante en la chaqueta de Charles y la quema es un claro ejemplo de esto. No hay explicaciones, solamente un primer plano del rostro de la esposa que parece sonreír enigmáticamente. Cada espectador deberá interpretar la escena. Y lo mismo se puede decir del asesinato: ¿era algo premeditado o fue fruto de un arrebato de Charles?. De nuevo, tendremos que buscar nosotros la respuesta.

Y en la escena final, cuando la policía vuelve a casa de Charles y habla con él, Chabrol evita expresamente que escuchemos la conversación, con lo que de nuevo será el espectador el que tenga que completar la secuencia según sus gustos o interpretaciones.

Dentro del reparto, sin duda destaca especialmente Stéphane Audran, esposa del director, a la que Chabrol trata con verdadera devoción. Stéphane aparece rebosante de sensualidad y belleza, deslumbrando con sus piernas desnudas o su mirada. A su lado, Michel Bouquet parece pecar de cierto hieratismo, no sé si por imperativos del guión o por su propia manera de actuar.

Importante es el uso de la música como un elemento más que subraya el drama. Frente a la aparente calma en las vidas de los protagonistas, la banda sonora es como un elemento disonante que delata los problemas que envuelven al matrimonio más allá de la apacible apariencia de normalidad.

Con La mujer infiel, según el propio director, pretendía definir la perversidad dentro de una sociedad aparentemente civilizada. Si lo consigue o no, será cada espectador el que de su veredicto.

Adrian Lyne hizo un remake en el año 2002,  Infiel, con Richard Gere y Diane Lane.

jueves, 7 de febrero de 2019

Más allá de la duda



Dirección: Peter Hyams.
Guión: Peter Hyams (Remake: Douglas Morrow).
Música: David Shire.
Fotografía: Peter Hyams.
Reparto: Jesse Metcalfe, Amber Tamblyn, Michael Douglas, Joel David Moore, David Jensen, Randal Reeder, Orlando Jones.

C.  J. Nichols (Jesse Metcalfe) es un ambicioso periodista de investigación que sospecha que el fiscal del distrito (Michael Douglas) está manipulando pruebas para obtener la condena en los casos de que se ocupa. Para poder demostrar su teoría, Nichols idea un arriesgado plan.

Remake de la película de Fritz Lang de mismo título de 1956 donde Peter Hyams se encarga del guión, la fotografía y la dirección, todo un alarde por su parte. Sin embargo, el resultado dista mucho de ser satisfactorio.

Para empezar, la película tiene un aire a telefilm bastante preocupante. Ello se debe, por un lado, a un pobre trabajo de Hyams como director, limitándose a una puesta en escena rutinaria y una ambientación un tanto básica. No hay nada que destaque especialmente y las escenas se suceden de manera mecánica, sin emoción. Y ello también está motivado, en parte, por un guión sin alma, que se dedica a exponer los hechos de modo totalmente esquemático, sin profundidad, con lo que nos queda una trama muy elemental, además de evidentemente previsible, salvo un detalle del que hablar más tarde. Así que un argumento con ciertas posibilidades se queda convertido en casi nada, solamente nos queda esperar a ver de qué manera el guión se las ingenia para sacar a Nichols del lío en que se ha metido para demostrar sus sospechas sobre las trampas del fiscal; sospechas que tampoco quedan debidamente justificadas, presentándose, una vez más, de un modo tan elemental que resulta casi pueril.

Pero si la puesta en escena y el argumento tan mal desarrollado no bastaran, el reparto viene a añadir otra muesca más en el debe de Más allá de la duda (2009). Y es que Jesse Metcalfe es un actor plano, sin vida ni carisma, lo que es un lastre en el desarrollo de la película. Su trabajo es bastante pobre y en ningún instante logra que empaticemos con sus problemas. Y tampoco Amber Tamblyn demuestra que tiene algo más que una cara bonita. La presencia de Michael Douglas en el reparto, al final, se demuestra que parece ser solamente un reclamo publicitario para la taquilla, pues su trabajo resulta bastante breve, siendo, eso sí, lo mejor del reparto.

Sin embargo, Peter Hyams aún nos reservaba lo peor para el final y no es otra cosa que el consabido giro argumental de última hora. En general, este tipo de sorpresas no suelen gustarme en absoluto, me parecen una tomadura de pelo, un mal truco que busca en lo inesperado cierto broche espectacular y, por lo general, no suele funcionar. Hay veces, si el guión es muy bueno, que este truco puede tener cierto sentido, pero en esta ocasión me parece casi una broma de mal gusto; no casa con nada de lo que se nos ha ido contando a cerca de Nichols, se presenta de una manera del todo precipitada y no termina de resultar convincente en ningún momento. Es, por desgracia, la gota que termina colmando el vaso.

Al final, Más allá de la duda se queda reducida a muy poca cosa: una película bastante plana que puede entretenerte sino le exiges demasiado y si no has visto muchas películas, con lo que un guión tan malo aún te puede sorprender.

miércoles, 6 de febrero de 2019

Hud: El más salvaje entre mil



Dirección: Martin Ritt.
Guión: Irving Ravetch y Harriet Frank Jr. (Novela: Larry McMurtry).
Música: Elmer Bernstein.
Fotografía: James Wong Howe.
Reparto: Paul Newman, Melvyn Douglas, Patricia Neal, Brandon De Wilde, Whit Bissell, Crahan Denton, John Ashley.

Homer Bannon (Melvyn Douglas) es un viejo ganadero de ferreos principios morales, lo que le lleva a un enfrentamiento constante con su hijo Hud (Paul Newman), un vividor egoísta.

Drama generacional, o western moderno, como lo califican algunos, Hud: El más salvaje entre mil (1963) es una película diferente en muchos sentidos y que podríamos alinear en esa tendencia nacida en la década anterior de films que estudian la naturaleza humana, especialmente los cambios generacionales.

La película se centra en las complicadas relaciones de Hud y su padre, ambos con un concepto de la vida totalmente opuesto. El viejo Homer es un hombre recto, orgulloso de su rancho, de su trabajo y que se aferra a las tradiciones y a unos principios inalterables. Por ello, no puede comprender ni aprobar la actitud de Hud, que es del todo opuesto a él. Hud no parece tener principios, su única preocupación es hacer en cada momento lo que le apetezca, sin importarle para nada si es moralmente aceptable. Trabaja en el rancho, pero no se siente orgulloso de ello, más bien es algo que odia. Su único interés es pasar las noches en el pueblo, cortejando mujeres, casadas o solteras, bebiendo y peleando.

Hud cree que la oposición de su padre hacia él tiene su origen en que el accidente en el que, conduciendo borracho, provocó la muerte de su hermano. Pero en realidad, lo que censura su padre no es eso, sino la amoralidad de su hijo, algo que no puede admitir y que choca con todo lo que Homer defiende.

Y entre ambos, está Lon (Brandon De Wilde), el hijo del hermano de Hud fallecido. Lon es un adolescente que, por un lado, se siente atraído por la figura de Hud, a quién admira en muchos aspectos. Pero, por otra parte, Lon es completamente diferente a Hud, lo que le lleva a censurar internamente algunos de los comportamientos de su tío.

La película aborda este enfrentamiento desde la óptica de Lon, testigo del drama familiar y, que alguna manera, representa al espectador. Lo curioso y quizá más original del planteamiento del guión es que en el film no se toma partido por ninguno de los dos bandos, ni se juzga a ninguno de ellos. Sencillamente, se exponen los comportamientos y las ideas de padre e hijo, sus puntos de vista y lo que les lleva a ser como son. Muy inteligentemente, el guión escapa de los juicios morales y será el espectador el que deberá posicionarse o valorar según sus convicciones la actitud de cada uno de los actores del drama. Como tampoco se produce la redención de Hud, algo que venía siendo bastante habitual en los films moralizadores de Hollywood. Él es como es, sin remordimientos. Y ni puede ni quiere cambiar.

Sin duda, uno de los apartados más reseñables es el excelente reparto de film. Para Paul Newman, sin duda el personaje de Hud le va perfecto: el actor encaja perfectamente con el personaje. Su trabajo es bastante sólido, aunque palidece un poco al lado del de Melvyn Douglas, excelente en la piel del viejo Homer, un hombre recto de férreos principios, que le valió el primer Oscar de su carrera. Y Patricia Neal, la empleada del rancho, se llevó otro merecido Oscar con un trabajo perfecto como mujer curtida por la vida y desengañada.

El tercer Oscar de la cinta, que recibió nada menos que siete nominaciones, fue para la fotografía en blanco y negro de James Wong Howe.

Aunque eché en falta algo más de intensidad en la historia, que por momentos puede pecar de cierto distanciamiento dramático, la cinta ha resistido bastante bien el paso del tiempo y aún hoy en día constituye un buen ejercicio sobre las complicadas relaciones familiares y los conflictos generacionales.

viernes, 1 de febrero de 2019

A propósito de Henry



Dirección: Mike Nichols.
Guión: Jeffrey Abrams.
Música: Hans Zimmer.
Fotografía: Giuseppe Rotunno.
Reparto: Harrison Ford, Annette Bening, Bill Nunn, Mikki Allen, Donald Moffat, Robin Bartlett, Bruce Altman, Rebecca Miller.

Henry Turner (Harrison Ford) es un exitoso abogado en Nueva York, que no repara en nada con tal de ganar sus casos. Una noche, al ir a comprar tabaco, se encuentra de bruces con un atracador que le dispara en la cabeza.

A propósito de Henry (1991) nos cuenta el cambio en la vida de un abogado implacable cuando, por culpa de un disparo, tiene que empezar de cero: Henry se queda como un vegetal, sin movilidad, sin habla, sin recuerdos. Poco a poco, ha de volver a aprenderlo todo de nuevo, como un niño.

Sin embargo, ese terrible accidente tiene algo positivo: le da la oportunidad a Henry de descubrir otra manera de ser y de entender la vida. Antes, era un abogado de éxito, pero despiadado y sin compasión; su matrimonio era un fracaso y el amor entre él y su esposa (Annette Bening) había muerto, teniendo cada uno una aventura fuera del matrimonio. Y tampoco era un buen padre, pues lo basaba todo en las normas estrictas, pero sin preocuparse de conocer de verdad a su hija (Mikki Allen) y mucho menos de darle cariño.

Pero, a raíz del incidente, Henry cambia: empieza a valorar las pequeñas cosas, a ser compasivo, amable, generoso. Por supuesto, los que le conocían, se sienten un tanto desconcertados, pero pronto la nueva actitud de Henry empieza a tener sus frutos: su relación con su mujer cambia por completo y vuelven a enamorarse; con su hija, Henry empieza a ser alguien de verdad cariñoso, cómplice en sus juegos y en sus procuraciones. Donde no encajará bien, naturalmente, será en su bufete, pues Henry demuestra sus dudas sobre la manera poco ética en que actuaban, lo que le deja fuera de juego al ser un peligro para la "prosperidad" del negocio. Sin embargo, lo que gana con el cambio lo compensa con creces.

En el fondo, A propósito de Henry no deja de ser una especie de cuento bienintencionado. Salvando las distancias, que son muchas, me recordó a aquellas comedias de Frank Capra con mensaje moralizador. Y quizá una de las cosas que se echan de menos en la película de Mike Nichols sea precisamente el toque humorístico, que le habría sentado muy bien. Por contra, el director prefiere un enfoque más serio, lacrimógeno por momentos, aunque sin excesos, lo que convierte el relato en un drama en toda regla pero, eso sí, bien intencionado y con el lógico final feliz.

Y quizá sea ese tono complaciente, donde todo va saliendo a pedir de boca para Henry y su familia por dónde se le pueda poner algún pero al relato. Sin embargo, si nos atenemos a la idea de que se trata de un relato que pretende ser un cuento que nos recuerde las cosas verdaderamente importantes de la vida, debemos admitir que el mensaje funciona y sería injusto no reconocer que nos reconforta ver cómo una persona puede dar un cambio a su vida como lo hace Henry, y pensar que si la gente se pareciera un poco más a Bradley (Bill Nunn) el mundo sería un lugar maravilloso.

Pero es cierto también que la película carece de verdadera emoción una vez pasada la primera media hora, pues el desarrollo se vuelve absolutamente predecible. La moraleja centrada en la defensa de la familia y la convicción de la bondad natural del ser humano pueden parecer demasiado conservadoras y poco realistas además. Por tanto, me parece una película que requiere de nuestra absoluta complicidad para que funcione realmente.

Además de el mensaje edificante, A propósito de Henry cuenta con un excelente reparto. El trabajo de Harrison Ford, bastante complicado de entrada, me ha parecido magnífico, sin excesos, pero dando siempre el tono adecuado a la situación de Henry. Annette Bening consigue darle a su personaje un buen equilibrio entre una esposa dura, práctica y algo desengañada y, también, la de la mujer sensible, frágil, que sabe reconducir la situación y empezar de nuevo de cero. Buen trabajo también de la pequeña Mikki Allen y de Bill Nunn, que trasmite perfectamente esa alegría de vivir contagiosa de su personaje.

En cuanto a Mike Nichols, hay que reconocer que domina su oficio con maestría. No es que demuestre un talento especial, pero sí que es un buen profesional. Cuenta la historia con elegancia, saber mover la cámara y mantiene el tono equilibrado, sin caer en lo melodramático pero sin perder cierta tensión a lo largo de toda la película.

En definitiva, una película que pondrá a prueba nuestra capacidad de creer en ciertos milagros y que, sin ser una maravilla, resulta un ejercicio interesante, bien interpretado y con muy buenas intenciones.