El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

viernes, 23 de octubre de 2020

El sargento negro


Dirección: John Ford.

Guión: James Warner Bellah y Willis Goldbeck.

Música: Howard Jackson.

Fotografía: Bert Glennon.

Reparto: Jeffrey Hunter, Constance Towers, Billie Burke, Woody Strode, Juano Hernández, Willis Bouchey, Carleton Young, Judson Pratt.

El sargento Rutledge (Woody Strode), un soldado ejemplar del Noveno de Caballería, se enfrenta a un consejo de guerra en el que se le acusa de violar y estrangular a una joven y matar también a su padre, el mayor Dabney.

En plena lucha de la población negra por los derechos civiles y cuatro años antes de que se apruebe la ley que elimina la segregación racial en escuelas, empresas o cargos públicos, John Ford rueda El sargento negro (1960), un western un tanto atípico en el que defiende sin reservas a los soldados negros del ejército norteamericano del siglo XIX y, por extensión, a todos los negros, poniendo acertadamente el acento en que se ha de valorar a un hombre por sus actos, no por el color de su piel.

En El sargento negro tenemos una vez más las señas de identidad de Ford. La principal, sin duda, es su defensa de unos valores que estima justos. En esta ocasión, como había hecho también con los indios, Ford defiende a una minoría marginada: los negros. El Noveno de Caballería es un regimiento de soldados negros, muchos esclavos liberados, bajo las órdenes de oficiales blancos. Y aunque luchan por un mismo país, las diferencias siguen ahí, como demuestra el hecho de que casi lo peor que le puede pasar a un negro es que se sospeche que pueda tener alguna relación no meramente formal con una mujer blanca. 

A pesar de que Rutledge es un soldado ejemplar, es consciente de que siempre estará discriminado por el color de su piel. Y cuando se le acusa de los dos crímenes, sabe que no puede confiar en una justicia impartida por los blancos.

La labor de Ford es ensalzar las virtudes del sargento por encima del color de su piel. Es un hombre íntegro, valiente, esforzado, disciplinado y leal. Y aquí encuentro el primer pero que podría ponerle a esta película: Ford quizá exagera un poco las grandes cualidades de Rutledge, haciendo de él un personaje que a veces roza lo poco creíble o lo exagerado. El mismo porte altivo de Woody Strode es, en la actualidad, un tanto teatral.

Aún así, John Ford sigue demostrando su maestría a la hora de narrar historias, sabiendo dosificar el ritmo, las escenas, los momentos dramáticos con sus reconocibles dosis de humor, en esta ocasión centradas en el matrimonio del juez, con una esposa un tanto simple y caricaturesca, es verdad, pero que cumple con eficacia la misión de aportar pequeñas gotas de humor que aligeran el relato y lo humanizan también. 

Y tampoco podía faltar Monument Valley, casi un personaje más en los westerns de Ford y que nos sirve de contraste con la oscuridad y estrechez de la sala donde tiene lugar el consejo de guerra y donde se puede apreciar el racismo en toda su crudeza en la figura del fiscal.

John Ford cuenta la historia a base de flashbacks, como sucede también, por ejemplo, en El hombre que mató a Liberty Valance (1962), y en cuyo guión también participa Willis Goldbeck, como en esta ocasión. Ford consigue un discurso ágil al alternar inteligentemente el uso de este recurso con los intermedios del juicio, de manera que se añade dinamismo a la historia al tiempo que se mantiene una interesante dosis de intriga.

Quizá donde podemos ver otra pequeña debilidad de El sargento negro es en el reparto. Es evidente que Jeffrey Hunter no posee el carisma de John Wayne y Constance Towers tampoco es una primera estrella. Con los secundarios vuelve a estar acertado a la hora de darles el protagonismo en momentos puntuales, pero se echa de menos a algunos habituales del director.

Sin ser una de sus grandes películas, El sargento negro cobra importancia sobre todo por su decidida defensa del ser humano por lo que vale, no por el color de la piel. Y es una defensa planteada desde la lógica más incuestionable, sin prejuicios, abierta y contundente. No la pondría a la altura de sus grandes obras maestras, pero sigue siendo un film del maestro.

lunes, 5 de octubre de 2020

El espía


 Dirección: Billy Ray.

Guión: Billy Ray.

Música: Michael Danna.

Fotografía: Tak Fujimoto.

Reparto: Ryan Phillippe, Chris Cooper, Laura Linney, Dennis Haysbert, Kathleen Quinlan, Gary Cole, Bruce Davison, Caroline Dhavernas, Mary Jo Deschanel.

Eric O'Neill (Ryan Phillippe), cuya meta es llegar a ser agente especial en el FBI, es elegido por sus superiores para vigilar a Robert Hanssen (Chris Cooper), un agente veterano al que acusan de ser un pervertido sexual.

El espía (2007) está basada en un caso real, el del agente del FBI Robert Hanssen, que resultó ser uno de los mayores espías en la historia de los Estados Unidos. Este hecho lo conocemos nada más arrancar el film, que está contado en flashback, lo que ya nos da una idea de por donde van los tiros: no estamos ante un thriller al uso, donde el interés principal resida en desvelar la intriga; puesto que desde el inicio conocemos el final, de lo que se trata es de adentrarnos en conocer a los protagonistas, sus aspiraciones, sus motivaciones, sus debilidades y hasta sus locuras. En ello reside la originalidad de El espía, que nos ofrece un punto de vista diferente y muy original dentro del género.

Al centrarse exclusivamente en la personalidad de Hanssen y O'Neill, el film deja bastante de lado cualquier detalle de las actividades del primero. Incluso la parte final de su detención con la colaboración de O'Neill no queda tampoco relativamente bien explicada. Ello puede molestar en alguna medida, pero hemos de entender que la finalidad de Billy Ray no era ofrecer un film con la consabida intriga, sino centrarse en la relación que se establece entre los protagonistas, marcada por la extraña personalidad de Hanssen, obsesionado con la religión y empeñado en guiar los pasos de O'Neill en ese camino, y las dudas de este último cuando comienza a sentir cierto respeto y admiración hacia Hanssen, dudando de la veracidad de que sea, como le han dicho sus superiores, un pervertido sexual.

Es cierto que el personaje de Hanssen quizá podría haberse aprovechado mejor, incidiendo más en su inteligencia y experiencia. Sin embargo, tras una frialdad inicial un tanto hostil hacia su nuevo ayudante, Eric O'Neill, el guión se centra casi por completo en la obsesión de Hanssen por la religión, dejando muchos otros detalles de su personalidad en el tintero.

Pero quizá sea la relación entre O'Neill y su esposa (Caroline Dhavernas), con la un tanto tópica curiosidad de ella hacia el trabajo de su marido, la parte menos solvente del film. Entiendo que cumpla su función para dar algo de variedad y alternativas al devenir del relato, pero es lo menos sólido de la historia y donde el guión pierde originalidad. 

Esta relación entre el topo y el joven agente es, por tanto, la base de El espía y hay que reconocer el mérito del guión al saber mantener el interés durante toda la duración de la cinta solamente con este juego de personalidades. También debemos reconocer el gran trabajo de Chris Cooper, que llena la pantalla con su sola presencia y dota a su personaje de multitud de matices inquietantes. Ryan Phillippe, sin llegar a su altura, cumple con cierta solvencia. En el trabajo de ambos se sustenta parte del buen funcionamiento de la historia. Tampoco hay que olvidar a Laura Linney, con menos presencia pero demostrando su talento cada vez que sale en escena.

Sin ser una película excepcional, ni mucho menos, la originalidad del planteamiento, el buen hacer de los actores y la eficacia del guión hacen que El espía merezca nuestra atención.

domingo, 4 de octubre de 2020

Nowhere Boy

 


Dirección: Sam Taylor-Wood.

Guión: Matt Greenhalgh (Memorias: Julia Baird).

Música: Alison Golgfrapp y Will Gregory.

Fotografía: Seamus McGarvey.

Reparto: Aaron Johnson, Kristin Scott Thomas, Thomas Brodie-Sangster, Anne-Marie Duff, David Morrissey, Ophelia Lovibond, Josh Bolt, Sam Bell, David Threlfall.

El joven John Lennon (Aaron Johnson) vive con sus tíos George (David Threlfall) y Mimi (Kristin Scott Thomas), que lo acogieron cuando tenia cinco años. Tras la repentina muerte de George, John entra en crisis y decide ir a conocer a su verdadera madre, Julia (Anne-Marie Duff), cuyo carácter es totalmente opuesto al de la estricta Mimi.

La adolescencia de John Lennon, el mítico líder, con Paul McCartney, de The Beatles, para mí la mejor banda de la historia, era un aliciente más que suficiente para acercarme a Nowhere Boy (2009) con una mezcla de emoción y temor, pues siempre que esperas mucho de un film el peligro de la decepción no anda lejos.

Sin embargo, había un elemento que aportaba esperanza y es que se trata de un film británico, lo que auguraba cierto rigor, contención dramática y elegancia a la hora de tratar un tema tan delicado, pues es bien conocido que los primeros años de la vida de Lennon no fueron un camino de rosas precisamente. A lo que tampoco ayudaba el carácter indisciplinado y gamberro de John, tal vez fruto precisamente de esa infancia complicada. 

Y es ahí donde se centra más el guión de Nowhere Boy, más que en rendir culto al talento del músico y a un posible enfoque desde un punto de vista estrictamente musical. Es uno de los grandes aciertos del film: tratar a Lennon como un adolescente más, con sus problemas en casa o en la escuela; su interés por las chicas y, especialmente, las relaciones con su tía Mimi, la mujer que lo crió desde los cinco años, de carácter autoritario y estricta, y con su madre, a la que vuelve a encontrar a los quince años y que es una mujer alegre y un tanto irresponsable y por la que el adolescente se debatirá entre el amor filial y el rencor por haber sido abandonado por ella.

Una muestra de que la película busca más el retrato del adolescente que una tópica visión del futuro genio es el hecho de que en toda la película no se nombra a The Beatles en ningún momento y es justo cuando se forma el grupo con ese nombre cuando se pone punto y final al film, con lo que queda claro que lo que importaba era la figura de John Lennon antes de ser el John Lennon famoso. Lo que se buscaba era contar su adolescencia, como la de cualquier muchacho de su edad, donde la música no era, en principio, el eje de su vida. Y en este retrato se percibe una buena documentación y la intención de hacer no un film de alabanza ciega hacia Lennon, sino más bien de comprensión hacia una etapa de su vida muy importante, con los problemas cotidianos, las dudas, las búsquedas y donde el futuro era aún una página en blanco.

El acierto de Nowhere Boy también está en no cargar las tintas en exceso, pues el material daba para un drama intenso, lo que podría haberse dado de no tratarse de un film británico. Pero la filmografía de ese país tiene la virtud de la contención, de saber tratar con elegancia este tipo de argumentos, lo que para algunos puede traducirse en cierta frialdad, aunque creo que no es el caso aquí y los momentos cumbres de la película no carecen de intensidad, pero se evita con acierto caer en excesos.

Mención especial merecen los principales actores de Nowhere Boy. Sobre Aaron Johnson, más allá de buscar el parecido físico, que no es muy evidente en general, lo que habría que destacar es su perfecta encarnación de un joven complejo, que busca su identidad y que sufre sin remedio el abandono de su infancia, pasando del dolor a la rebeldía, del enfado a la comprensión en un revoltijo de sentimientos que el actor sabe trasmitir con solvencia. De Kristin Scott Thomas poco se puede decir a estas alturas de su carrera; cualquiera que aprecie a una buena actriz se quedará una vez más maravillado con su gran trabajo, que parece ganar fuerza con los años. Y la sorpresa vino de la mano de Anne-Marie Duff, actriz desconocida para mí y que está a un gran nivel, compitiendo sin miedo al lado de Scott Thomas.

En definitiva, Nowhere Boy va un paso más allá de la típica película sobre la vida de un famoso y no se queda en lo obvio, sino que busca ser un film que abarque más, un retrato de una adolescencia compleja y de una época de importantes cambios sociales; y lo hace sin excesos, dentro de la mesura y la elegancia. Más allá de la curiosidad por conocer los primeros años en la vida de John Lennon, es un film interesante en sí mismo.

viernes, 2 de octubre de 2020

Tener y no tener


Dirección: Howard Hawks.
Guión: Jules Furthman y William Faulkner (Novela: Ernest Hemingway).
Música: Franz Waxman.
Fotografía: Sidney Hickox (B&W).
Reparto: Humphrey Bogart, Lauren Bacall, Walter Brennan, Dolores Moran, Hoagy Carmichael, Sheldon Leonard, Walter Szurovy.
La Martinica, 1940. Harry Morgan (Humphrey Bogart) posee un barco en el que lleva a turistas en excursiones de pesca. Cuando miembros de la resistencia francesa a la ocupación nazi intentan contratar sus servicios, Harry prefiere mantenerse al margen y rechaza ayudarles.

Con una adaptación muy libre de la novela del mismo título de Hemingway, Hawks construye un film en torno a Bogart, hecho a su medida y aprovechando su momento de gracia tras el éxito de Casablanca (Michael Curtiz, 1942). La película nace de una apuesta entre escritor y director por la que Hemingway reta a Hawks a hacer una buena película a partir de una mala novela suya.

Desgraciadamente, muchos elementos de este film nos recuerdan a esa obra. Así, el argumento transcurre en una posesión francesa durante el gobierno de Vichy; gran parte de la acción se desarrolla de nuevo en un café donde un pianista ameniza las veladas; el protagonista (Bogart) se ve involucrado en la lucha de la resistencia contra su voluntad. Demasiadas similitudes que nos llevan inevitablemente a la comparación, de la que Tener y no tener (1944) no sale muy bien parada. El personaje de Bogart carece, creo yo, del carisma que tenía en Casablanca, la trama aquí está tratada de manera más somera, sin lograr tanta complicidad del espectador. El personaje de Bogart responde a unos mismos patrones vitales, lo que ya deja de ser una sorpresa, por lo que nos causa menos impacto. 

Quizá lo más destacable es el papel de Lauren Bacall, con una magnífica interpretación en el que fue su debut en escena, con diecinueve años, y unos diálogos con frases memorables ("¿Sabes silbar, no? Sólo tienes que juntar los labios y ... soplar"). Las escenas de juego amoroso entre Bogart Y Bacall, si bien algo anticuadas hoy en día, conservan un atractivo singular, por el que intuimos el efecto que pudieron causar en su momento.

También es de destacar el papel de Walter Brennan, un vejete borrachín al que el actor dota de toda la humanidad que este gran secundario sabía insuflar a sus personajes. Recordemos de paso su frase sobre la abeja muerta.

A pesar de todo lo dicho, estamos ante un film con un encanto especial, por el gran reparto y un nivel en los diálogos que desgraciadamente se ha perdido hoy en día. Quizá lo previsible del desenlace lastre un poco la emoción, aunque es la atmósfera general lo que consigue finalmente engancharnos a una historia sencilla que disfrutamos con agrado.