El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

lunes, 29 de julio de 2019

The French Connection: Contra el imperio de la droga



Dirección: William Friedkin.
Guión: Ernest Tidyman (Novela: Robin Moore).
Música: Don Ellis.
Fotografía: Owen Roizman.
Reparto: Gene Hackman, Fernando Rey, Roy Scheider, Tony Lo Bianco, Marcel Bozzuffi, Fréderic de Pasquale, Bill Hickman, Ann Rebbot, Harold Gary.

Dos policías de narcóticos de Nueva York empiezan a vigilar a un individuo que gasta importantes sumas de dinero para el modesto negocio que regenta. Ello les pone sobre la pista de la llegada de una importante cantidad de droga procedente de Francia.

The French Connection (1971) es una referencia del cine policíaco de los años setenta del siglo pasado, a la misma altura que, por ejemplo, Harry el sucio (Don Siegel), curiosamente estrenada también ese mismo año.

Son dos buenos ejemplos de la renovación del género en aquellos años, dejando atrás planteamientos más clásicos y predecibles y apostando por un tratamiento mucho más cercano, próximo casi al documental, y donde la línea, antes nítida, entre lo bueno y lo malo se difumina notablemente.

A nivel estético, el cambio resulta evidente. Friedkin le da un toque de realismo evidente a toda la producción, tanto en lo referente a la fotografía como en la elección de los escenarios. Destaca especialmente la visión decadente y sucia de la ciudad de Nueva York, un marco muy apropiado para las andanzas de Jimmy "Popeye" Doyle (Gene Hackman) y su compañero Russo (Roy Scheider), que no son dos policías atractivos e infalibles, sino tipos de la calle, rudos y, a veces, sin demasiados escrúpulos. Al igual que Harry Callahan, Popeye tiene también un lado oscuro y se obsesiona tanto con atrapar al mafioso Alain Charnier (Fernando Rey) que hasta le importa un bledo cargarse a un compañero por error. Es, como vemos, una visión diferente de la realidad, donde los buenos no lo son tanto y las películas ya no pretenden ser un referente moral, sino mostrar un mundo mucho más real, donde nada es blanco o negro del todo, sino lleno de matices, a veces turbadores.

Y esta renovación se percibe también en el guión, donde no se entra en explicaciones, sino que se limita a mostrar hechos, casi como si la cámara atrapara un trozo de realidad, sin un comienzo claro ni un final tampoco definitivo. Y es que la vida es así, un continuo devenir. Friedkin no quiere contarnos una historia delimitada, sino una sucesión de acontecimientos a los que iremos dando una explicación según vayamos siendo participes de ellos.

Algunas de las curiosidades de The French Connection tienen que ver con el reparto. Por ejemplo, Gene Hackman no era la primera elección para el papel protagonista. Pero por diversas negativas (Steve McQueen, Robert Mitchum o Lee Marvin) o el elevado salario de otras opciones (Paul Newman), al final la elección recayó en Hackman que, gracias a un magnífico trabajo, premiado con el Oscar, vio al fin cómo despegaba su carrera, donde demostraría su enorme talento.

Fernando Rey tampoco era el acto pretendido por William Friedkin, que quería a Francisco Rabal. Un error del encargado del casting hizo que finalmente fuera Rey el malo de la película.

Quizá lo más reseñable, o al menos uno de los momentos por lo que es famosa The French Connection, es la magnífica persecución en coche de Doyle tras el metro. Una escena brillante que demuestra cómo es posible lograr resultado impecables sin efectos especiales. Sin duda, el mejor trabajo del director.

La película recibió nada menos que ocho nominaciones a los Oscars, haciéndose finalmente con cinco estatuillas: mejor película, mejor director, mejor actor principal (Gene Hackman), mejor guión adaptado y mejor montaje.

viernes, 26 de julio de 2019

El francotirador



Dirección: Clint Eastwood.
Guión: Jason Hall (Libro: Chris Kyle, Scott McEwen y Jim DeFelice).
Música: Clint Eastwood.
Fotografía: Tom Stern.
Reparto: Bradley Cooper, Sienna Miller, Luke Grimes, Jake McDorman, Kyle Gallner, Keir O'Donnell, Eric Close, Sam Jeager.

Chris Kyle (Bradley Cooper) ha tenido desde niño una gran puntería disparando un rifle. Ya de adulto, alistado en los Seal, se servirá de esa habilidad especial para proteger a sus compañeros en Irak durante la guerra contra los terroristas islámicos.

El francotirador (2014) es un film sobre la vida de Chris Kyle basado libremente en su propio libro. Kyle, apodado entre sus compañeros "La leyenda" por su maestría como francotirador, ostenta el récord de muertes como francotirador del ejército norteamericano. Y yo pienso que precisamente el tratarse de una biografía es lo que finalmente entorpece el relato de Clint Eastwood.

Vuelve Clint Eastwood a un tema que parece que le interesa especialmente: el relato bélico, presente en muchos títulos de su carrera, lo que puede llevar a algunos a pensar en cierta vena militarista y un patriotismo excesivo por parte del director. Es evidente, en especial en las secuencias finales con los títulos de crédito, ese sentimiento de amor patrio de Eastwood que puede resultar algo confuso y un tanto sesgado, pues solo se muestra el discurso desde un único punto de vista, el norteamericano.

He comprobado en varias ocasiones que los films basados en hechos reales suelen pecar de demasiado lineales, ambiciosos y poco eficaces. No sé si es por culpa de la necesidad de fidelidad, por estar condicionados por unos sucesos muy concretos, pero en general no suelen funcionar todo lo bien que lo hacen las historias de ficción, con más libertad para el director y guionista a la hora de construir el relato.

Con El francotirador tengo la impresión de que Clint Eastwood termina siendo esclavo del material que tiene entre manos. Está claro que el director quiere hacer una historia que se ajuste a la realidad y el resultado es un film plano, sin profundidad, ni a la hora de abordar el personaje ni a la hora de enfocar sus relaciones familiares. Da la impresión de que Eastwood se queda en la superficie de la historia, narrando linealmente la vida del protagonista, sus misiones militares y su difícil encaje en la vida civil durante sus permisos. Pero el director no logra crear emoción, no consigue interesarnos por el personaje principal, que carece de la hondura necesaria para que podamos comprenderlo correctamente y participar de sus traumas, de sus miedos y de sus fantasmas. Todo ello se queda en el boceto más básico, lo que sorprende de un director como Clint Eastwood, con su trayectoria y su demostrada capacidad para ahondar en el alma humana.

Y no solo eso, sino que el relato en sí resulta demasiado repetitivo, con la alternancia sin más de las fases de combate y los regresos al hogar narradas sin demasiada imaginación, lo que hace que la historia parezca girar sobre su eje sin demasiado que contar, convirtiéndose en un relato casi mecánico, encasillado.

Donde sí que Eastwood demuestra con creces su reconocido oficio es a la hora de filmar las secuencias de guerra, donde logra crear y mantener la tensión con muy pocos elementos y donde demuestra que tiene muchos más recursos, y más efectivos, que el socorrido uso de la cámara nerviosa que, muchas veces, no hace sino crear confusión y que parece más propio de directores de segunda fila. Es en esta parte del film donde el relato gana enteros, pero ello es insuficiente para compensar la frialdad y simplicidad del resto de la historia, tratada con un superficialidad incomprensible.

Y eso que Bradley Cooper se esfuerza en dotar a su personaje de profundidad, con una interpretación contenida pero muy acertada. El problema es que el guión no le ayuda demasiado y solamente comprendemos qué le atormenta en el último momento, cuando ya es demasiado tarde, además de parecer, como el resto del relato, un poco simplista, lo mismo que su rehabilitación.

En definitiva, no por tratarse de un film de Clint Eastwood, que ha demostrado su maestría en numerosas ocasiones, hemos de pasar por alto las notables deficiencias de El francotirador. Creo a que este director se le puede pedir más. Aún así, se nota la profesionalidad de Eastwood y nivel como  director, lástima que se olvidara de dotar de más contenido a la historia.

El francotirador recibió seis nominaciones a los Oscars, aunque al final solo logró ganar el de mejor edición de sonido.

domingo, 7 de julio de 2019

Como casarse con un millonario



Dirección: Jean Negulesco.
Guión: Nunnally Johnson.
Música: Alfred Newman.
Fotografía: Joseph MacDonald.
Reparto: Marilyn Monroe, Betty Grable, Lauren Bacall, William Powell, Rory Calhoun, David Wayne, Fred Clark, Cameron Mitchell.

Tres amigas modelos deciden poner en marcha un plan para encontrar tres millonarios con los que casarse, para lo que alquilan un lujoso apartamento en la zona más rica de Nueva York.

Como casarse con un millonario (1953) es, hoy en día, una película más reseñable por pequeños detalles curiosos y aportaciones históricas al cine que por su verdadero valor como comedia.

Por ejemplo, fue el primer film rodado en Cinemascope, si bien la primera que pudieron ver los espectadores fue La túnica sagrada (Henry Koster, 1953), estrenada antes. Y la verdad, el uso de este sistema novedoso no ayuda demasiado a la película, donde se abusa de planos medios y generales, lo que le otorga a la cinta un aire demasiado teatral y rígido.

Otra curiosidad: la película arranca y termina con un número musical de Alfred Newman que sirvió para promocionar el sonido estéreo.

A nivel argumental, Como casarse como un millonario resulta en la actualidad una especie de fósil sobre una sociedad arcaica y machista. La intención de las tres protagonistas de resolver su futuro con un buen matrimonio resulta del todo sorprendente en el siglo XXI. Sin embargo, no hace mucho tiempo los roles sociales invitaban a una concepción de la mujer y el matrimonio muy parecidas a lo que se muestra en la película, e incluso hoy en día se encontrarían sociedades y países donde aún no se ha desterrado del todo ese concepto.

Lo bueno del argumento es que no disimula sus prejuicios, lo que se puede interpretar en realidad como una sincera denuncia de esa manera de pensar, pues adivino que a la mayoría de los espectadores actuales, y tal vez a muchos de la época en la que se rodó, les parecerá ridículo el plan de las protagonistas. El mismo enfoque de comedia vendría a redundar en esta idea.

Además, dada la moralidad imperante en Hollywood, es fácil adivinar por dónde van a ir los tiros realmente y, en efecto, las protagonistas acabarán sucumbiendo al verdadero amor, por encima de sus absurdas aspiraciones, lo que no deja de ser reconfortante y una confirmación de que el materialismo nada puede frente a los verdaderos sentimientos.

Lo que resulta evidente es la pobreza general del guión, lleno de simplificaciones e incongruencias y donde, en general, la comicidad brilla por su ausencia. Solamente en un par de momentos se puede apreciar cierta inspiración, pero es muy cosa cosa para sostener la película, cuya única intención parece ser la de recrearse en la decoración, el vestuario de las protagonistas y cierto glamour en la fotografía.

A nivel de reparto, sorprende ver a Lauren Bacall en este tipo de comedias, acostumbrados como estábamos a papeles mucho más definidos en cuanto a personalidad y fuerza. Pero la que destaca por su belleza y su talento para la comedia es sin duda Marilyn Monroe, en la cima de su belleza. Completa el trío la famosa pin-up Betty Grable, cuya fotografía en bañador era la número uno entre los soldados norteamericanos en la Segunda Guerra Mundial.

Como casarse con un millonario se nos queda, a día de hoy, en un extraño ejemplo de un concepto un tanto rancio de comedia sofisticada, pretenciosa pero sin demasiada gracia. Es una especie de dinosaurio para degustar más como aproximación histórica que otra cosa.

Cuando Harry encontró a Sally



Dirección: Rob Reiner.
Guión: Nora Ephron.
Música: Marc Shaiman.
Fotografía: Barry Sonnenfeld.
Reparto: Billy Crystal, Meg Ryan, Carrie Fisher, Bruno Kirby, Steven Ford, Lisa Jane Persky.

Harry Burns (Billy Crystal) y Sally Albright (Meg Ryan) se conocen con veinte años, durante un viaje en coche de Chicago a Nueva York en el que no se caen demasiado bien. Años más tarde, sus caminos se irán cruzando por azar y terminan siendo buenos amigos.

Cuando Harry encontró a Sally (1989) es sin duda un título célebre dentro de las comedias románticas, un film que marcó un hito en su día y que, en muchos aspectos, sigue siendo un modelo a seguir de cómo se pueden y se deben afrontar este tipo de comedias, a menudo caídas en la vulgaridad.

El mérito de la película fue, sin duda, la naturalidad con la que afrontaba el tan socorrido tema de las relaciones amorosas, con las diferencias, a veces abismales, de la concepción del amor entre hombres y mujeres y el desgaste de la convivencia en la relación de pareja.

El núcleo central de la historia se centra en la amistad entre los protagonistas, intentando dejar a un lado el lío amoroso. Así consiguen una total complicidad y camaradería, sin los malos entendidos ni las exigencias que suelen empezar a aparecer cuando surge el amor. Harry y Sally se apoyan y se compenetran mejor que cualquier pareja, lo que parece reforzar la idea de que el amor, y el sexo, están de más en su caso. Pero la película había comenzado con la afirmación de Harry de que una amistad entre un hombre y una mujer es imposible, y más si existe una atracción entre ambos. Y Harry se siente atraído por Sally. Así que, finalmente, tienen una relación sexual, de una sola noche, que tirará por tierra esa buena amistad, pues los sentimientos personales empiezan a provocar exigencias que parece que no saben o no pueden asumir.

Hasta aquí el meollo argumental de Cuando Harry encontró a Sally. No es que sea nada especialmente novedoso, pero sí que lo fue la manera en que Rob Reiner afrontó su exposición. La comedia se apoya fundamentalmente en los diálogos, algunos banales pero otros bastante bien llevados. En algunos momentos, la película nos puede recordar vagamente el estilo de las comedias de Woody Allen, aunque salvando las distancias, evidentemente.

Lo que funciona en este caso es que no se intenta ridiculizar el tema de las relaciones de pareja, a pesar del tono de comedia de la película, sino que se exponen las situaciones y compromisos con bastante sentido común, sin llegar a extremos caricaturescos. Sin embargo, a pesar de los indudables aciertos de la cinta, encuentro que tiene bastantes defectos.

Por un lado, gran parte de las situaciones parecen como pequeños cuadros independientes; me refiero a que me pareció que la historia carecía de una verdadera unión entre las diferentes secuencias, que se quedan como cuadros independientes. Es decir, me faltó un mejor desarrollo de la vida de Harry y Sally. Por momentos, el argumento se dedica a unirlos pasados unos años, tener su conversación que incide de nuevo en lo que los separa, y pasar a la siguiente secuencia. Algo además que queda demasiado evidente por el intercalado de las confesiones de las parejas ancianas que cuentan su historia. Todo ello hace que los personajes no estén plenamente desarrollados, desde mi punto de vista, quedando demasiadas veces reducidos a lo más básico y un tanto estereotipado. Solamente en el tramo final, cuando la amistad de los protagonistas se consolida, tenemos la continuidad de la relación que, además, consigue por fin ganar entereza y una dimensión más real.

Por otra parte, no terminó de convencerme Billy Crystal como pareja de Meg Ryan. Mientras ella me pareció llena de dinamismo, de vida, de frescura, él tenía siempre la misma cara de poker, inexpresivo. Crystal alcanzó la cima de su popularidad en esos años, pero viendo la cinta se explica que su carrera fuera bastante limitada.

La película cobró más popularidad de la que seguramente tendría gracias a la famosa escena del orgasmo fingido donde, además de lo ocurrente e insinuante del momento, Meg Ryan demostró todo el talento que atesoraba, más allá del rostro bonito.

Es curioso que la idea inicial fuera que los protagonistas no iban a terminar juntos, algo que parece un tanto absurdo y que, además, nos hubiera privado de la declaración de Harry en la fiesta de fin de año que me parece uno de los momentos más logrados de la película, con un discurso lleno de aciertos. Finalmente, Rob Reiner decidió cambiar el final previsto por el actual.

Vista con cierta perspectiva, Cuando Harry encontró a Sally me parece una comedia sincera, sencilla y honrada que afronta con respeto y algunas frases memorables las relaciones de pareja. Desde este punto de vista es evidente que tiene argumentos de peso frente a comedias mucho más banales. Quedémonos con eso.