El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

viernes, 30 de junio de 2023

Un lugar en la cumbre



Dirección: Jack Clayton.

Guión: Neil Paterson (Novela: John Braine).

Música: Mario Nascimbene.

Fotografía: Freddie Francis (B&W).

Reparto: Simone Signoret, Laurence Harvey, Heather Sears, Donald Wolfit, Donald Houston, Hermione Baddeley, Allan Cuthbertson, Raymond Huntley, John Westbrook, Ambrosine Phillpotts. 

Joe Lampton (Laurence Harvey) llega a la ciudad de Warnley para trabajar en el ayuntamiento. Es un joven ambicioso y pronto se fija en la joven Susan (Heather Sears), la hija del hombre más rico del lugar y se propone conquistarla.

Brillante debut en un largometraje a cargo de Jack Cayton que nos ofrece un drama rotundo perfectamente hilvanado.

Un lugar en la cumbre (1959) refleja los intentos de un joven de clase obrera para hacerse un hueco en lo más alto de la pirámide social, algo que en la Inglaterra de la época era algo complicado, pues la sociedad británica se caracterizó siempre por su tremendo clasismo. Es un detalle que quedará patente a lo largo de la película con el trato que recibe Joe por parte de los padres de Susan, que no valoran su capacidad o su talento, sino simplemente lo encasillan como alguien ajeno a su clase y, por lo tanto, inferior y nada digno de pretender a su hija.

Sin embargo, los personajes clave de este drama son el propio Joe y Alice (Simone Signoret), una mujer infelizmente casada, que se enamorarán sin remedio partiendo de una simple amistad. Porque Alice es la consejera de Joe en sus intentos por enamorar a Susan, es con ella con la que se consuela y de esa amistad irá brotando el amor.

Para Alice, mucho mayor que Joe, es un soplo de aire fresco, es recuperar su estima y la alegría de vivir. Para Joe es todo un descubrimiento ya que pensaba que nunca podría sentir algo igual por nadie. Sin embargo, su amor resultará imposible precisamente por la rigidez moral de la sociedad, el miedo al escándalo que arruinaría la carrera profesional de Joe. La escena en que Alice se despide de Joe en la estación de tren, sospechando que será el último instante de felicidad a su lado, es realmente emotiva y muy triste. 

Al final, cuando Joe consigue lo que quería, casarse con Susan y alcanzar la cumbre social y económica, será a costa de su felicidad, de su verdadero amor. Un precio demasiado alto.

Con un guión muy inteligente, Un lugar en la cumbre consigue retratar con precisión a los protagonistas de la historia sin excederse en el drama, pero dejando patente el sufrimiento de cada uno de ellos, sus deseos, sus debilidades. No es una visión simple de las cosas ni de las personas, de ahí la profundidad del relato, su grandeza, y de ahí también el que, aunque apegado a una época y una sociedad muy concretas, no haya perdido nada de actualidad, pues las pasiones de los protagonistas son universales, así como la ambición de Joe, los sueños infantiles y románticos de Susan y el deseo de amar y ser amada de Alice. 

Por eso los comprendemos tan bien y por eso nos es imposible juzgarlos, porque sus debilidades son también las de toda persona, lo mismo que su deseo de ser felices, a veces contentándose con poco, otras muchas soñando con lo mejor, que en el fondo es una aspiración legítima y lo que hace avanzar el mundo. Además, Joe no es una mala persona. Es ambicioso, pero es noble a su manera y solamente cuando todo se pone en su contra se da por vencido y se deja llevar por el camino más fácil, dejando a Alice, con todo el dolor que eso le causa.

Dentro de un reparto que funciona de maravilla, incluido Laurence Harvey, un actor que no me parece demasiado expresivo, hay que destacar sin duda la magnífica interpretación de Simone Signoret, impresionante en su encarnación de una mujer madura a la vez segura y frágil, feliz al lado de Joe pero tremendamente triste al ser consciente de una realidad que la supera y al final la derrota. Su trabajo fue merecidamente recompensado con el Oscar a la mejor actriz. Junto a ese premio, la película también se llevó un segundo Oscar al mejor guión adaptado, sin duda la sólida base en la que el director despliega su talento, con una puesta en escena tan sencilla como eficaz.

Sin duda, Un lugar en la cumbre es un film enorme, un retrato preciso y muy sensible de la naturaleza humana, sin excesos, pero directo como un gancho a la mandíbula.

En 1965, se realizó una secuela o continuación de la película en Vivir en la cumbre (Ted Kotcheff), también con Laurence Harvey como protagonista.

Nadie huye eternamente



Dirección: Ralph Thomas.

Guión: Wilfred Greatorex (Novela: Jon Cleary).

Música: Georges Delerue.

Fotografía: Ernest Stewart.

Reparto: Rod Taylor, Christopher Plummer, Lilli Palmer, Camilla Sparv, Daliah Lavi, Clive Revill, Lee Montague, Edric Connor, Calvin Lockhart, Franchot Tone. 

El sargento Scobie Malone (Rod Taylor) es enviado a Londres con la misión de detener acusado de asesinato a Sir James Quentin (Christopher Plummer), Alto Comisionado australiano para el Reino Unido.

Al amparo de la Guerra Fría nacieron muchas películas que abordaban el tema con mayor o menor acierto, y no solamente en los Estados Unidos, sino también en el Reino Unido, como demuestra Nadie huye eternamente (1968), que aúna una trama política con una oscura muerte ocurrida años atrás y que afecta nada menos que una personalidad política de primera línea de Australia.

El acierto de Ralph Thomas es mantener la unión de estas dos líneas argumentales estrechamente unidas, sin que se estorben, logrando así mantener la tensión y la intriga durante todo el metraje pues mientras se espera al momento en que Sir Quentin regrese a Australia para dar cuenta de la acusación de haber asesinado a su primera esposa, se suceden diversos atentados contra su vida que consiguen mantener nuestro interés con gran eficacia.

También hay que reconocer que el desenlace es un tanto menos bueno de lo que cabría esperar, quedando algunos cabos sueltos y la impresión de que todo el desarrollo había creado unas expectativas demasiado elevadas para lo que finalmente sucede. Además, es fácil encontrar no pocas lagunas en la historia, con lo que el resultado final es una película que no llega a cumplir del todo lo que prometía.

Sin embargo, resulta bastante interesante la relación entre Sir Quentin y Malone, dos personas completamente opuestas en cultura y experiencias pero entre las que se establece una relación de respeto, confianza y amistad. Tal vez este tema podría haberse desarrollado algo mejor, pero de todos modos es un añadido a la trama bastante bueno. En cambio, otros personajes, como María Cholón (Daliah Lavi) y sus secuaces quedan completamente en la sombra, cuando por su papel deberían haber cobrado mucha más entidad.

En cambio, la labor de Ralph Thomas en la dirección no terminó de convencerme. Es verdad que hay que alabar que su postura sea la de conseguir un discurso claro y ágil, pero también es verdad que no demuestra mucho talento y en algunas escenas incluso parece algo torpe a la hora de elegir encuadres, especialmente en los primeros planos.

El reparto tampoco resulta demasiado bueno. Por ejemplo, Christopher Plummer nunca terminó de convencerme en esa época y es un caso claro de un actor que ha ganado con el paso de los años, puesto que de joven me parecía bastante soso. Rod Taylor cumple, sin duda, a pesar de no ser un actor de primera línea. Y el resto, exceptuando a Clive Revill, están claramente a un nivel no muy elevado.

Nadie huye eternamente es evidente que tiene muchas debilidades, aunque finalmente resulta bastante entretenida y logra su propósito en cuanto a mantenernos en vilo durante toda la historia.

jueves, 29 de junio de 2023

Confiesa, Fletch



Dirección: Greg Mottola.

Guión: Greg Mottola y Zev Borow (Novela: Gregory McDonald).

Música: David Arnold.

Fotografía: Sam Levy.

Reparto: Jon Hamm, Roy Wood Jr., Annie Mumolo, Ayden Mayeri, Lorenza Izzo, John Slattery, Kenneth Kimmins, John Behlmann, Lucy Punch, Robert Picardo, Marcia Gay Harden. 

Mientras investiga la desaparición de una colección de cuadros muy valiosa, Fletch (Jon Hamm) se verá implicado en un asesinato donde será el principal sospechoso.

Normalmente pienso que los films de misterio no casan demasiado bien con la comedia. Y desgraciadamente esto es lo que nos propone Greg Mottola con Confiesa, Fletch (2022), una película que arranca con cierta gracia pero que poco a poco va decayendo hasta un final terrible.

El personaje protagonista tiene su origen en las novelas de Gregory McDonald y ya había sido llevado al cine por Chevy Chase en Fletch, el camaleón (Michael Ritchie, 1985) y Fletch revive (Michael Ritchie, 1989).

Muchos años después, es Greg Mottola el que decide intentarlo otra vez con Jon Hamm dando vida al periodista. 

El comienzo es prometedor, con la intriga de la joven asesinada y los cuadros robados, a lo que se suma un secuestro. No es que en este tipo de películas el argumento sea fundamental, pero sin duda estos toques de intriga aportan interés, aunque solamente sea por desenmarañar el misterio al final de la cinta. Pero además, este arranque contiene los mejores momentos cómicos, con algunos detalles realmente logrados.

Desgraciadamente, los guionistas no consiguen mantener el nivel y conforme avanza la película se va volviendo menos interesante, con personajes estrafalarios que no aportan gran cosa, situaciones que se repiten y una complicación del argumento que estropea el desarrollo, porque la intriga cobra demasiado protagonismo en detrimento de la comicidad y como el tema de los cuadros o el secuestro carecen de profundidad, el desarrollo se resiente bastante.

Pero es en el desenlace donde el guión muestra su falta de precisión, con un final excesivamente largo que acaba aburriendo por la torpeza en que está presentado y la precipitación en la resolución de los diferentes cabos sueltos, dejándonos un muy mal gusto en la boca.

Comedia totalmente prescindible, no aporta nada al género y termina resultando cansina.

Más allá de la tentación



Dirección: Antoinette Beumer.

Guión: Marjolein Beumer y Dorien Goertzen (Novela: Esther Verhoef).

Música: Merlijn Snitker.

Fotografía: Jeroen de Bruin.

Reparto: Loes Haverkort, Pierre Boulanger, Mark van Eeuwen, Peter Paul Muller, Jennifer Hoffman, Eva Duijvestein, François Neycken, Corentin Lobet. 

Simone (Loes Haverkort) hereda una casa de campo en Francia y se muda allí con su esposo (Mark van Eeuwen) y sus hijos. Pronto conocen a Peter (Peter Paul Muller), un contratista que les ayudará en las reformas de su casa.

Más allá de la tentación (2015) comienza con la detención de Simone, lo que es una manera interesante de plantear la historia, que transcurre en un largo flashback, pues este detalle añade un punto de intriga que será a la larga el que nos mantenga expectantes hasta el final. Si no comenzara así la historia no sé si mucha gente decidiría dejar el relato a medias.

Y es que el inconveniente de Más allá de la tentación es doble. Por un lado, la historia de la infidelidad de Simone está telegrafiada desde el primer encuentro de ella con Michel (Pierre Boulanger), el obrero que trabajará en las obras de su casa. Basta una mirada para que adivinemos la atracción que siente Simone y, la verdad, no resulta del todo creíble. Pero en el fondo está revelando uno de los defectos de la película: todo está expuesto sin mucha elaboración, de un modo algo torpe, demasiado directo. Falta un desarrollo más profundo y eso arruina el potencial de la intriga.

El segundo detalle fallido es que la directora no logra darle al desarrollo ninguna clase de emoción. La historia de Simone y Michel transcurre por los cauces más vulgares que podamos esperar y en ningún instante se consigue llevar el discurso a un terreno apasionante. Ni siquiera cuando se consuma la infidelidad la directora consigue crear un clima ardiente que contagie la supuesta pasión de los amantes.

Es por tanto la frialdad con que está contada la historia de amor entre Simone y Michel lo que la estropea sin remedio, porque el argumento, si bien no muy original, sí que ofrecía más posibilidades que las que finalmente nos ofrece. Pero los personajes se quedan en casi nada y al no conocerse en profundidad sus pasiones y sus frustraciones no terminamos de contagiarnos de su pasión.

Es cierto que la figura de Peter, el contratista, añade cierta dosis de intriga, pero de nuevo la directora se muestra torpe a la hora de desarrollarla y vuelve a caer en la banalidad, la superficialidad en el planteamiento, desaprovechando todo el potencial de este personaje.

El desenlace es sin duda lo más sorprendente, más por inesperado que porque Antoinette Beumer mejore en su manera de exponerlo. Y confiarlo todo a la sorpresa final no dice mucho del guión, la verdad.

Quizá para cierto público el mayor atractivo resida en Loes Haverkort, realmente hermosa, pero creo que su belleza es del todo insuficiente como para paliar un film que termina por resultar un tanto plano cuando debería ser todo lo contrario por los temas tratados.

miércoles, 28 de junio de 2023

Hitchcock



Dirección: Sacha Gervasi.

Guión: John J. McLaughlin (Libro: Stephen Rebello).

Música: Danny Elfman.

Fotografía: Jeff Cronenweth.

Reparto: Anthony Hopkins, Helen Mirren, Scarlett Johansson, James D'Arcy, Jessica Biel, Toni Collette, Danny Huston, Michael Stuhlbarg, Kurtwood Smith, Richard Portnow, Michael Wincott.

Tras finalizar Con la muerte en los talones (1959), Alfred Hitchcock encuentra en una novela de Robert Bloch el material necesario para hacer su próxima película, que romperá con lo que todos esperan de él.

Cuando vemos una película biográfica lo primero que suelo preguntarme es cuánto de verdad hay en lo que se cuenta, porque indudablemente queremos ver un relato verídico, lo más exacto posible. No es como si estuviéramos viendo un documental, claro está, pero debería acercarse a esa idea.

Sinceramente, viendo Hitchcock (2012) tenía la sensación de estar viendo una auténtica patraña, con todos los elementos de una historia romántica cualquiera con la única diferencia del añadido de un apellido famoso.

Como no tengo detalles de la vida privada del director, tengo que conservar ciertas dudas sobre si mis temores de que su biografía es un cuento chino sean ciertos, pero es que el resultado es tan ridículo y sigue tan fielmente ciertas pautas vistas miles de veces que no consigo desterrar mis temores.

Tengo la sensación de que se han juntado ciertos datos por todos conocidos acerca del director, como su obsesión por las rubias, por ejemplo, y se ha hecho una mezcla artificialmente dosificada para crear un relato con los ingredientes necesarios para que resulte atractivo: celos, dudas creativas, dificultades financieras, oposición de la censura y finalmente, en lo que parece una concesión a esa "obligación" de seguir ciertas directrices morales, hacer de la esposa del director un personaje tan importante como el propio Hitchcock a la hora de crear sus películas.

Para empezar, me choca terriblemente la historia de celos del director hacia su esposa Alma (Helen Mirren) por colaborar con un escritor (Danny Huston), pero aún aceptando que pudiera ser así, el comportamiento infantil de Hitchcock es realmente asombroso. Con este y otros detalles, el resultado es una imagen del director cercana a la caricatura, de una persona tremendamente infantil y caprichosa. 

Parece que la intención de todo ello sea potenciar la imagen de una esposa seria, responsable y mucho más inteligente, que no solo es el apoyo sin el que Hitchcock no tendría fuerzas para sus proyectos, sino que incluso la presentan dirigiendo algunas escenas de Psicosis (1960). ¡Alucinante! Me parece que esa tendencia de darle relevancia a los personajes femeninos a toda costa roza aquí el puro esperpento.

Además, la relación de Hitchcock y Alma acaba por acaparar todo el interés, con lo que la realización de Psicosis, las relaciones con las actrices y cualquier otro aspecto relacionado con esos años en la vida del director quedan en un triste segundo plano. No se trata de un film sobre Alfred Hitchcock, sino en una historia de celos que en un matrimonio de sesenta años resulta casi ridículo.

Pero además, se van añadiendo detalles para arropar la historia, como si el material con el que cuentan no fuera suficiente, y así aparecen las fantasías del director con el asesino que inspiró la novela de Bloch y que tampoco terminan de aportar nada interesante a la biografía del cineasta, sino que son mero atrezo sensacionalista.

Incluso la manera de retratar a algún personaje, como a Anthony Perkins, por ejemplo, se acerca más a una pintura de trazos gruesos llena de tópicos que a algo medianamente profundo.

El resultado es un film que de biografía parece tener muy poco y que se parece más a un intento de vendernos algo prefabricado, moralmente correcto, superficial y estúpido. Lamentable.

Una chica de Jersey



Dirección: Kevin Smith.

Guión: Kevin Smith.

Música: James L. Venable.

Fotografía: Vilmos Zsigmond.

Reparto: Ben Affleck, Liv Tyler, George Carlin, Stephen Root, Mike Starr, Raquel Castro, Jason Biggs, Jennifer Lopez, Will Smith, Matt Damon, Jason Lee.

La vida de Oliver Trinké (Ben Affleck) se desmorona cuando su esposa Gertrude (Jennifer Lopez) muere en el parto de su hija. 

Kevin Smith dedica Una chica de Jersey (2004) a su padre, fallecido en 2003, lo que podría explicar el tono pasteloso de esta comedia. Sin embargo, entendiendo sus buenas intenciones, hay que reconocer que la película resulta un tanto fallida.

A pesar de tratarse de una comedia, la verdad es que el director no evita los tintes dramáticos, presentes quizá con demasiada frecuencia y sin que tampoco resulten especialmente logrados. Tal vez porque todo resulta demasiado previsible y se asemeja mucho a esos telefilms cutres que tan a menudo pueblan las cadenas como relleno de la programación. 

Quizá la prueba más clamorosa de la ausencia de intensidad la tenemos en la muerte de Gertrude, en la que a pesar de los gritos desesperados de Oliver no llegamos a sentir el drama con la fuerza que pretende el director.

A partir de ahí, asistimos a un desarrollo bastante predecible y un tanto anodino, con todos los altibajos en la relación de Oliver y su hija (Raquel Castro) y el inevitable conflicto entre ambos que, de nuevo, resulta tan artificial como forzado y no llega a resultar mínimamente creíble.

Como tampoco resulta demasiado razonable la manera en que Maya (Liv Tyler), empleada del videoclub, se interesa por Oliver, proponiéndole a la primera de cambio acostarse con él, pues que el hombre lleve siete años sin echar una cana al aíre no justifica ese impulso de la joven a ofrecerse para un extraño acto de ayuda. Si ese es el sentido del humor que propone Kevin Smith me parece que debería reorientar su carrera.

Otro tema delicado es la presencia de niños pequeños en este tipo de dramas. Y eso que me parece que la debutante Raquel Castro hace una buena interpretación, pero el cine norteamericano tiende a darle a los niños un papel poco acorde con su edad, convirtiéndolos en pequeños relamidos pedantes y medio chantajistas, con lo que son personajes que no suelen caer muy simpáticos. En esta ocasión, la niña no es especialmente relamida, pero aún así en algunas escenas la cosa chirría un poco.

La superficialidad con que se afrontan todos los asuntos tratados es finalmente lo que más penaliza a Una chica de Jersey, por lo que es imposible tomársela demasiado en serio y, con los dramas que propone, eso es seguramente el mayor error que le podemos achacar al guión de Kevin Smith.

martes, 27 de junio de 2023

Man on the Moon



Dirección: Miloš Forman.

Guión: Scott Alexander y Larry Karaszewski.

Música: R.E.M.

Fotografía: Anastas Michos.

Reparto: Jim Carrey, Danny DeVito, Courtney Love, Paul Giamatti, Vincent Schiavelli, Peter Bonerz, Jerry Lawler, Gerry Becker, Leslie Lyles. 

Con una vocación que ya era evidente siendo solo un niño, a Andy Kaufman (Jim Carrey) le cuesta arrancar con sus peculiares actuaciones en pequeños clubs nocturnos. Sin embargo, cuando da un giro a su número, incluyendo una imitación de Elvis Presley, las cosas comienzan a cambiar.

El interés de un film biográfico reside en la importancia del personaje retratado, en su fama mundial, su significado político, científico o humano. Al menos eso pensaba yo. Pero no conocía de nada a Andy Kaufman antes de ver Man on the Moon (1999), un cómico sin duda famoso en los Estados Unidos y en su época especialmente, y sin embargo, he de reconocer que su historia es apasionante y la película me ha parecido un homenaje a su figura espléndido.

Andy Kaufman fue un artista realmente singular. No era un cómico, pues no contaba chistes. Sus números mezclaban el absurdo, las imitaciones y la provocación sin ninguna medida, pues pretendía que el público reaccionara de manera radical a sus actuaciones, bien riéndose o enfadándose. No había límites y en ese sentido su personalidad resulta absolutamente única y fascinante.

Hacía años que Miloš Forman me había impresionado con la genial Amadeus (1984) y, tras mucho tiempo en segunda línea, vuelve con otra biografía maravillosa, lo que parece confirmar el talento de este director para afrontar uno de los géneros más complicados, pues llevar a buen puerto un relato de la vida y obra de cualquier personaje es realmente complicado. Pero Forman parece haber dado con la tecla y Man on the Moon es la prueba: un trabajo impecable que aúna momentos realmente divertidos con el drama final, que contiene algunas escenas realmente sobrecogedoras, expuestas con una elegancia y una sencillez propias de un gran director.

Gran parte del mérito de que Man on the Moon resulte tan fascinante está en el excelso trabajo de Jim Carrey y aquí he de confesar que, salvo en El show de Truman (Peter Weir, 1998), era un actor que siempre me había desagradado y me resultaba imposible tragarme una película suya. Creo que con la excepción de la película mencionada antes y La máscara (Chuck Russell, 1994), que vi casi por obligación, he escapado de las películas de Carrey como del fuego. Sin embargo, hay que admitir que este personaje le va como anillo al dedo y no solamente lo encarna con absoluta fidelidad, lo que se puede comprobar viendo actuaciones de Kaufman en vídeo, sino que le da una dimensión humana realmente impresionante. Incluso parece ser que Jim Carrey se tomó tan en serio este trabajo, pues Kaufman era uno de sus referentes, que se metió en su papel de lleno, asumiendo por completo la personalidad del cómico, hasta el punto de que pedía que no le llamaran por su nombre, sino Andy, fuera y dentro del plató.

Man on the Moon es una biografía diferente. No hablamos de un héroe, sino de un tipo único capaz de lo mejor y de lo peor, provocativo, excéntrico, imaginativo y sincero. Y Miloš Forman consigue retratarlo con una vivacidad desconcertante, maravillosa. Sin duda, una gran película.

Atención al tema de R.E.M., "Man on the Moon" que da título a la película, y que es precioso.

Algo de qué hablar



Dirección: Lasse Hallstrom.

Guión: Callie Khouri.

Música: Hans Zimmer y Graham Preskett.

Fotografía: Sven Nykvist.

Reparto: Julia Roberts, Dennis Quaid, Robert Duvall, Gena Rowlands, Kyra Sedgwick, Brett Cullen, Haley Aull, Anne Shropshire, Muse Watson. 

Cuando Grace (Julia Roberts) descubre que su marido Eddie (Dennis Quaid) la engaña, lo abandona y se refugia en casa de sus padres. Sin embargo, ahí no encontrará la ayuda que necesita.

Algo de qué hablar (1995) afronta el tema de la infidelidad con cierto rigor, escapando de dramatismos excesivos y enfocando el tema con algunas dosis de humor que le sientan bastante bien a la historia. 

Además, no se limita al tema de la crisis matrimonial ocasionada por las aventuras del marido, sino que la historia también tiene el acierto de extenderse a otros campos muy interesantes, como los sueños de Grace que quedaron sin realizar a causa de su matrimonio y que ahora se vuelve a plantear con fuerza. Grace comprende que desea tomar las riendas de su vida para no tener que reprocharse nada en el futuro, así que decide retomar sus estudios. 

Pero al mismo tiempo, la separación de su marido le lleva a enfrentarse con la educación recibida, donde parece que una buena esposa ha de priorizar temas como sus hijos o el evitar habladurías, y si para ello ha de perdonar algunos deslices de su esposo, así ha de hacerse.

Las intenciones, como se ve, parecen excelentes, pero el problema es que su desarrollo no termina de funcionar. Por un lado, la historia transcurre de manera rutinaria, sin nada realmente excepcional, en parte quizá por la elección de guiar el drama por terrenos tranquilos, manteniéndolo bajo control. Con ello se consigue un discurso apático, demasiado convencional como para despertar pasiones.

Pero además, se respira un aire demasiado moralista, de manera que el guión no se atreve a romper con lo convenientemente correcto y termina llevando el desenlace al terreno que defendían los padres de Grace. De esta manera, con la reconciliación por un lado de los padres de Grace, algo que en cierto sentido se comprende, pero también la Grace y Eddie, menos entendible, se echan por tierra los planteamientos iniciales. Parece que la guionista opta por ofrecernos un final feliz, pero el problema es que desde mi punto de vista el verdadero final feliz consistía en que Grace rehiciera su vida lejos de Eddie y afianzara su libertad e independencia.

Sobre el reparto, nada que objetar. Julia Roberts es una actriz maravillosa que solamente con una mirada lo expresa todo y además contamos con la presencia de Robert Duvall, Gena Rowlands y Kyra Sedgwick con lo que el elenco ofrece garantía absoluta.

Algo de qué hablar es un film interesante, además de ir ganando fuerza conforme avanza la historia, pero no termina de cuajar y se queda en un terreno intermedio entre el drama y la crítica social, el planteamiento avanzado y el apego a lo más convencional. El resultado es demasiado blandito y algo decepcionante.

lunes, 26 de junio de 2023

Tres secretos



Dirección: Robert Wise.

Guión: Martin Rackin y Gina Kaus.

Música: David Buttolph.

Fotografía: Sid Hickox (B&W).

Reparto: Eleanor Parker, Patricia Neal, Ruth Roman, Frank Lovejoy, Leif Erickson, Ted de Corsia, Edmon Ryan, Larry Keating, Katherine Warren, Arthur Franz. 

Cuando un niño, el día de su quinto cumpleaños, sobrevive a un accidente de avión en el que mueren sus padres adoptivos, tres mujeres que entregaron a su hijo en adopción justo cinco años atrás intentarán averiguar si el pequeño es hijo suyo.

Intenso drama muy bien conducido por Robert Wise, Tres secretos (1950) explota con acierto la incertidumbre sobre la identidad de la madre del niño, con lo que mantiene nuestro interés hasta los instantes finales.

Pero sin duda lo mejor de la película es la manera tan precisa en que el guión sabe ponernos en la piel de las tres protagonistas que dieron a su hijo en adopción rehaciendo su vida y de repente, por un terrible accidente, se ven enfrentadas a la posibilidad de que el pequeño que ha quedado huérfano en un accidente sea su hijo. Entendemos perfectamente su angustia, cómo reviven el pasado, cómo tienen la posibilidad de enmendar una decisión que aún las atormenta. El trabajo de los guionistas, adentrándose en el corazón de esas mujeres, es realmente soberbio.

Con gran sensibilidad, vamos conociendo las circunstancias de cada una de las tres madres, lo que le llevó a renunciar a su hijo. Como Susan (Eleanor Parker), a la que dejó su novio porque estaba enamorado de otra y que a pesar de haber rehecho su vida más tarde, nunca le confesó nada de su pasado a su actual marido (Leif Erickson).

Phyllis Horn, una famosa periodista (Patricia Neal), sacrificó su matrimonio por su carrera y decidió que no podía hacerse cargo del hijo al estar sola y ocupada con su trabajo.

Por su parte, Ann (Ruth Roman) había sido el capricho pasajero de un magnate, que no dudó en abandonarla cuando se cansó de ella. Pero la joven, embarazada, lo mató en un ataque de locura y estando cumpliendo condena por el homicidio tuvo que entregar al niño en adopción a la fuerza.

Sin duda, un planteamiento curioso que podría degenerar en un film lacrimógeno sino fuera por el excelente guión, la mano firme del director y el excelente trabajo de las tres protagonistas. Todo ello unido da lugar a un film tremendamente emotivo donde se entiende el cúmulo de sentimientos que sacude a las tres madres y cómo se comprenden y apoyan mútuamente, pues está claro que el guión ha sabido entender lo que supone la maternidad para una mujer y cómo puede afectarle renunciar a su hijo para siempre. 

Quizá el desenlace sea un poco retorcido, aunque en todo caso vuelve a estar planteado con una elegancia y una sensibilidad maravillosas, de manera que aún con su ligera incongruencia no es difícil aceptarlo.

Tampoco falta la crítica a la prensa por su interés en buscar siempre las noticias sensacionalistas, incluso forzándolas si es preciso, y su nula empatía por las personas. No es el tema principal, pero encaja perfectamente con el argumento y también ayuda a reforzar las dificultades a las que se enfrentaban las madres solteras en aquellos años.

Un film pues sorprendente, realmente vale la pena, aún con sus defectos, disfrutar de un drama tan original y tan bien contado.

domingo, 25 de junio de 2023

El último caballo




Dirección: Edgar Neville.

Guión: Edgar Neville.

Música: Muñoz Molleda.

Fotografía: César Fraile (B&W).

Reparto: Fernando Fernán Gomez, Conchita Montes, José Luis Ozores, Mary Lamar, Julia Lajos, Fernando Aguirre, Manuel Arbó, Manuel Aguilera, Julia Caba Alba, María Cañete. 

Fernando (Fernando Fernán Gómez) termina el servicio militar, donde estuvo en una unidad de caballería. Al saber que los caballos serán reemplazados por motocicletas y vendidos a un empresario que los destinará a las corridas de toros, decide gastar parte de los ahorros destinados a su boda para comprar a su caballo, Bucéfalo, y salvarlo de su terrible destino.

El último caballo (1950) es una modesta comedia con cierto encanto, aunque penalizada por un ritmo y un desarrollo algo torpes.

La historia del soldado encariñado con su caballo al punto de comprarlo con dinero destinado a su boda y de saber que no podrá mantenerlo es realmente tierna. Los desvelos de Fernando para encontrarle alojamiento resultan también entrañables. Sin embargo, las buenas intenciones de un guión realmente original no se ven reflejadas en la puesta en escena.

El ritmo de la historia no es el adecuado y tampoco hay momentos realmente interesantes, ni a nivel cómico, pues a pesar de tratarse de una comedia hay pocos instantes especialmente divertidos, ni a en cuanto a momentos con una buena carga emocional. Todo transcurre de manera un poco anodina, sin que la película alcance en ningún momento un punto de intensidad importante.

Es cierto que este tipo de historias tienen un valor añadido: sirven para mostrarnos cómo era la vida en la España de mediados del siglo pasado, en este caso vemos el desarrollo de Madrid, aún incipiente, y cómo se van desterrando viejos oficios y costumbres que son reemplazados por el progreso, ejemplarizado en la imposición absoluta de los vehículos de motor como medios de transporte y de trabajo.

Hay una crítica hacia ese desarrollo, que acaba con una vida más tranquila, donde el tiempo aún se podía paladear y no eran todo prisas. Se hace también una hermosa defensa de la vida en el campo, al aire libre y vinculada a la tierra como fuente de trabajo.

También hay que destacar la presencia de Fernando Fernán Gómez, un peso pesado entre los actores españoles, y José Luis Ozores, en su época un habitual de las producciones nacionales. Su trabajo, cómo no, resulta impecable.

Pero más allá de estas virtudes, El último caballo carece de fuerza y simplemente queda como una modesta comedia costumbrista con cierto interés por conocer la obra de su director, un hombre con una trayectoria muy personal y no exenta de interés.

Space Cowboys



Dirección: Clint Eastwood.

Guión: Ken Kaufman y Howard Klausner.

Música: Lennie Niehaus.

Fotografía: Jack N. Green.

Reparto: Clint Eastwood, Tommy Lee Jones,  Donald Sutherland, James Garner, James Cromwell, Marcia Gay Harden, William Devane, Loren Dean, Courtney B. Vance, Rade Sherbedgia, Barbara Badcock.  

Al averiarse un satélite ruso con una tecnología muy antigua, la NASA tiene que recurrir al ingeniero que la diseñó, Frank Corvin (Clint Eastwood). 

Space Cowboys (2000) es un film de corte clásico, sin que ello sea necesariamente un elogio, pues a su impecable narrativa hay que sumarle un relato tan apegado a los cánones que resulta tremendamente predecible, con todos esos trucos y detalles que hemos visto mil veces anteriormente.

La primera píldora que debemos tragarnos es la de cuatro carrozas que serán enviados al espacio a una peligrosa misión. Es verdad que tal y como lo plantea el argumento, resulta relativamente convincente la necesidad de enviar a estos veteranos, pero aún con esas el planteamiento requiere mucha buena fe por nuestra parte.

A partir de ahí, nada realmente que no hayamos visto antes. Por ejemplo, tenemos la enemistad de Frank con el jefe del proyecto, Bob Gerson (James Cromwell), que ejerce el consabido rol de malo de la película. Para añadir algo de pimienta, se instalan viejas discrepancias entre Frank y su compañero William (Tommy Lee Jones) y que ambos resolverán con las típicas puyas en lugar de sincerarse abiertamente, pero quedará realmente claro que ambos se aprecian y se quieren, aunque no puedan manifestarlo abiertamente por eso del orgullo del macho.

La misión sufrirá múltiples complicaciones desde el principio que los cuatro protagonistas han de superar y que, evidentemente, superarán. Se creará una rivalidad con los jóvenes pilotos, más preparados pero sin la clase de los veteranos, por supuesto. Y tampoco puede faltar el romance, aunque resulte demasiado forzado, pero es imprescindible para añadir una buena dosis de emoción a los minutos finales.

Tampoco la misión ha de ser demasiado sencilla, así que se añade una desagradable sorpresa que descubren demasiado tarde pero que resulta imprescindible para crear el necesario drama final que incluye, claro está, un sacrificio heroico.

Son tantos los lugares comunes del guión que desde el principio el desarrollo parece telegrafiado de tal manera que se pierde cualquier factor sorpresa. Si eso ya es de por sí un lastre importante, habremos de sumarle un desarrollo bastante convencional, sin nada especialmente destacable, ni diálogos ni situaciones, de manera que asistimos a una aventura muy poco estimulante. Es verdad que el final resulta bastante intenso, pero como no es complicado predecir el resultado, simplemente sentimos cierta emoción por ver cómo se resuelve, pero sin esperar nada sorprendente.

Tampoco a nivel interpretativo podemos destacar nada especial. Lógicamente, con un reparto así no hay que sorprenderse al ver que todos cumplen con eficacia, aunque tampoco es que los papeles requieran nada realmente especial, sencillamente, con la clase de los protagonistas el trabajo sale solo.

Creo que hemos de ser sinceros y no porque esté al frente Clint Eastwood, que es verdad que tiene otras películas muy buenas, tendremos que deshacernos en elogios hacia un film bien filmado, con unas escenas en el espacio preciosas, pero que en esencia no ofrece nada realmente original.

sábado, 24 de junio de 2023

Arizona Baby



Dirección: Joel Coen.

Guión: Joel Coen y Ethan Coen.

Música: Carter Burwell.

Fotografía: Barry Sonnenfeld.

Reparto: Nicolas Cage, Holly Hunter, Trey Wilson, John Goodman, William Forsythe, Sam McMurray, Frances McDormand, Randall "Tex" Cobb. 

H.I. (Nicolas Cage) es un atracador de poca monta al que siempre acaban pillando, con lo que sus visitas a la cárcel son muy frecuentes. Y es así como acaba enamorándose de la oficial de policía Edwina (Holly Hunter), encargada de ficharlo en cada una de sus visitas a prisión.

Segundo largometraje de los Coen, tras Sangre fácil (1985), Arizona Baby (1987) es una comedia negra algo irregular pero donde se apuntan ya algunos elementos que serán las señas de identidad de estos originales hermanos.

La historia gira alrededor de una pareja imposible, el ladrón y su carcelera, que desean formar una familia pero descubren que no pueden tener hijos. Desesperados, encuentran la solución secuestrando a unos de los cinco hijos de un empresario. A partir de ahí, se sucederán una serie de incidentes propiciados por la cuantiosa recompensa ofrecida por los padres del bebé.

Como suele ser habitual con los Coen, los personajes de Arizona Baby son claramente perdedores: H.I. no para de cometer los mismos errores una y otra vez, es un pobre hombre sin cerebro aunque, en el fondo, es una buena persona. Edwina por su parte no tiene los pies en la tierra. Se casa con un maleante sin futuro y encima deja su empleo de policía y como no puede tener hijos opta por la peor solución: secuestrar un bebé, algo que no puede acabar bien, se mire como se mire.

Sin embargo, a pesar de sus defectos, limitaciones y torpezas, la mirada de los Coen hacia esta pareja es benévola, tierna. En realidad, comprendemos que son buenas personas actuando equivocadamente, pero sin maldad, simplemente toman una decisión errónea por desesperación y falta de luces. Pero cuando comprenden su error, buscarán la manera de enmendarlo y ahí sacan a relucir su honestidad y su coraje, dispuestos a cualquier cosa por el bien del bebé.

Sin duda, es una mirada tierna hacia la gente marginal, los pobres diablos que no dan salido del pozo, que sueñan con una felicidad que parece estar fuera de su alcance. Y la verdad es que tanto Nicolas Cage como Holly Hunter realizan un trabajo admirable; especialmente ella, conmovedora en los momentos que lo requieren y con una determinación maravillosa cuando ha de sacar sus garras. Me ha parecido un trabajo espectacular el suyo.

Pero además del conflicto principal, la mirada crítica de los hermanos Coen se detiene también en un sistema penitenciario ineficaz, o en la explotación de los trabajadores o la irresponsabilidad de algunos padres. Pero siempre con ese humor surrealista, extraño, muy negro muchas veces y que constituye la seña de identidad de su filmografía. Un toque realmente original que transforma cada relato en algo realmente único y muy personal.

Es cierto que no toda la película consigue alcanzar un mismo nivel de calidad, pero hay suficientes momentos realmente memorables, como el robo en el supermercado por parte de H.I. y la posterior persecución, con jauría de perros incluida, o el robo al banco con bebé incluido, realmente disparatado y delirante.

Sin duda, Arizona Baby está aún lejos de las grandes películas de los Coen, como Fargo (1996) o El gran Lebowski (1998), verdaderas obras maestras, pero ya apuntaba por dónde iban los tiros y aún con sus defectos es una comedia realmente divertida.

Su otra esposa



Dirección: Walter Lang.

Guión: Phoebe y Henry Ephron (Obra: William Marchant).

Música: Cyril J. Mockridge.

Fotografía: Leon Shamroy.

Reparto: Spencer Tracy, Katharine Hepburn, Gig Young, Joan Blondell, Dina Merrill, Sue Randall, Neva Patterson, Harry Ellerbe, Nicholas Joy. 

Un importante canal de televisión decide informatizar el departamento de consultas y para ello contrata a Richard Summer (Spencer Tracy), un prestigiosos ingeniero electrónico.

Su otra esposa (1957) es la octava colaboración de Spencer Tracy y Katharine Hepburn, que solamente volverían a trabajar juntos una vez más en Adivina quién viene esta noche (Stanley Kramer, 1967), pues Tracy moriría al poco tiempo de terminar el rodaje. Y sin duda es una comedia agradable de ver, sobre todo por la presencia de los dos protagonistas, pero sin que el argumento resulte demasiado interesante ni original en su desarrollo.

La historia gira en torno a la informatización de una gran compañía y el miedo que supone para el personal, pues temen que las máquinas terminen por sustituirlos. Un tema que seguramente tenía más interés justo en esa época, pero que en la actualidad resulta un tanto desfasado y más viendo cómo eran los ordenadores entonces. Además, el guión intenta hacer un arreglo salomónico de manera que mientras se alaban los beneficios de la mecanización, se muestran también las carencias y limitaciones de la máquina, de manera bastante torpe, y las virtudes de los humanos; así que se asegura que los trabajadores no serán despedidos y seguirán siendo tan necesarios o incluso más que antes de la implantación de los ordenadores, afirmándose, quiero creer que sin maldad, que incluso sería necesario contratar a más personal a raíz de la llegada de las máquinas, algo que hoy en día sabemos que es totalmente falso.

Quizá por ocuparse del tema laboral, la comedia deja un poco de lado el asunto romántico, de manera que la relación entre Spencer Tracy y Katharine Hepburn es estrictamente profesional, de ahí que resulte bastante precipitada la secuencia final en la que ambos se prometen en matrimonio pues, aunque era algo absolutamente previsible, no se había dedicado ni un minuto a plantearlo a lo largo del film.

En cuanto al tono de la comedia en sí, tampoco es demasiado brillante. De entrada, a la película le cuesta un poco arrancar; es cierto que en cuanto entra en materia disfrutamos de algunos buenos momentos, en especial cuando Richard Summer se queda a cenar en casa de Bunny (Katharine Hepburn), quizá el mejor momento de toda la película. Pero si tenemos que valorar Su otra esposa por la cantidad de momentos realmente brillantes no lograría una buena nota. 

Lo mejor es la presencia de Tracy y Hepburn, una pareja que en la vida real vivió un intenso romance, lo que explica el buen número de películas en las que compartieron protagonismo. Sin duda, dos de los mejores actores de la historia y ello basta para que nos demos el placer de disfrutar de su talento.

viernes, 23 de junio de 2023

Stuck



Dirección: Stuart Gordon.

Guión: John Strysik (Historia: Stuart Gordon).

Música: Bobby Johnston.

Fotografía: Denis Maloney.

Reparto: Stephen Rea, Mena Suvari, Russell Hornsby, Rukiya Bernard, Carolyn Purdy-Gordon, Lionel Mark Smith, Wayne Robson, R.D. Reid, Patrick McKenna, Sharlene Royer. 

Brandi (Mena Suvari), una joven que trabaja de cuidadora en una residencia de ancianos, tras una noche de alcohol y drogas, atropella a un hombre (Stephen Rea), que queda empotrado en el parabrisas de su coche malherido. Por miedo a las consecuencias que puede tener el atropello, decide no llevarlo al hospital y busca cómo deshacerse de él.

Stuck (2007) nos advierte al principio que es un film basado en hechos reales. No sé si a modo de justificación o para que no dudemos que cosas así pueden pasar, que alguien intente dejar morir a un hombre que ha atropellado por mero egoísmo, sin ningún ápice de remordimientos o de compasión.

Bien, asentados los hechos, hay que ver qué nos cuenta realmente Stuck y su importancia. ¿Merece un acto así ser llevado a la pantalla? Me imagino que puede tener su interés como denuncia del grado de deshumanización de la sociedad o una prueba más del egoísmo a que puede llegar alguien con tal de protegerse y de no complicarse la vida. El problema es que tal y como plantea Stuart Gordon la película, sinceramente creo que no consigue su propósito. 

Para empezar, el guión es demasiado limitado en ideas, de manera que se dedica a alargar la situación del hombre herido hasta conseguir una duración de la cinta más o menos estándar. Pero el desarrollo es repetitivo, monótono y sinceramente no da para mucho más. Tal vez si se hubiera preocupado de desarrollar mejor a los personajes, el experimento habría tenido algo más de profundidad, pero tal y como lo plantea John Strysik es de una simpleza absoluta. 

Quizá por ello se recrea en detalles tan innecesarios como idiotas, como mostrar a un anciano que se ha hecho caca. ¿Era necesario?, ¿qué aporta algo así, salvo una imagen realmente repugnante y gratuita? De verdad, en el cine actual hemos llegado a un grado tal de vulgaridad y de falta de ideas que me resulta bochornoso. Solamente por ese detalle Stuck desciende al nivel de cine basura. Y si eso fuera lo único desagradable... pero como el guión es totalmente plano, el director busca darle emoción recreándose en mostrar las heridas del hombre atropellado con bastante lujo de detalles. Sino puede emocionarnos con una historia profunda, al menos nos sacude las vísceras. ¡Patético!

Solamente he encontrado salvable el trabajo de los dos actores principales, algo es algo. Y también un detalle simpático: el novio de Brandi, Rashid (Russell Hornsby), que es el único en el que el guión parece detenerse para perfilarlo brevemente; resulta muy gracioso el grado de chulería con que se presenta al personaje y cómo luego, enfrentado a Brandi cuando lo descubre engañándola con otra o cuando ha de librarse del herido, se desvela su verdadera naturaleza de cobarde, torpe y asustado. No es gran cosa, lo sé, pero es casi lo único decente que se puede rescatar de la historia.

En resumen, Stuck es una prueba más del grado de simplicidad absoluta a que ha llegado cierto cine actual, sin ideas, yendo a lo fácil, buscando lo macabro como única manera de crear emoción. Un cine para gente poco exigente que consume de todo sin prestar atención.

Yakuza



Dirección: Sydney Pollack.

Guión: Paul Schrader y Robert Towne (Historia: Leonard Schrader).

Música: Dave Grusin.

Fotografía: Okazaki Kozo y Duke Callaghan.

Reparto: Robert Mitchum, Ken Takakura, Eiji Okada, Herb Edelman, Richard Jordan, James Shigeta, Keiko Kishi, Christina Kokubo, Kyosuke Machida, Brian Keith.

Cuando George Tanner (Brian Keith) le pide a su viejo amigo Harry Kilmer (Robert Mitchum) que le ayude a rescatar a su hija, en manos de un clan de la Yakuza, la mafia japonesa, éste acepta y regresa a Japón, tras muchos años de ausencia.

Sydney Pollack no figura seguramente en ninguna lista de los mejores directores de la historia. Sinceramente, no entiendo el motivo. Repasando su obra nos encontramos con películas tan poderosas como Las aventuras de Jeremiah Johnson (1972), Tal como éramos (1973), Tootsie (1982), Memorias de África (1985) o la que considero su obra maestra, Los tres días del cóndor (1975), por ejemplo. Una carta de presentación que está al alcance de muy pocos.

Yakuza (1974), para algunos su obra más redonda, es otro ejemplo de la maestría de un director especial, capaz de aunar acción con intimismo de una manera totalmente natural, engrandeciendo de esta manera un film de acción como éste hasta convertirlo en un hermoso canto a la amistad, el respeto, la comprensión, el perdón y la armonía entre diferentes culturas.

La historia toca muchos puntos y todos son tratados con la importancia que merecen, conjugándose en un film complejo que no se limita simplemente a narrar una historia de venganzas, sino que el pasado de los protagonistas se erige en un elemento clave de los acontecimientos.

Harry había estado destinado en Japón una vez concluida la Segunda Guerra Mundial y allí había salvado la vida de una joven, Eiko (Keiko Kishi) y de su hija, enamorándose además de ella. Sin embargo, Eiko nunca aceptó casarse con Harry, sin explicarle el motivo, que estaba relacionado con su hermano Ken (Ken Takakura), por lo que entre éste y Harry se creó una barrera aparentemente insalvable. 

Con estos elementos y algunos más difíciles de resumir por su densidad, Pollack teje una trama de amores imposibles, heridas mal curadas, recelos y secretos que el regreso de Harry a Japón hará estallar, al tiempo que se enfrentan a un clan de la Yakuza que ha jurado matar a Ken y a Harry.

Lo que podría dar lugar a un film confuso o meramente de acción, en las manos de Sydney Pollack se convierte en una introspección en lo más profundo del alma de los protagonistas. Pero cuando llega la hora de ajustar cuentas, el director también sabe darle a esas luchas el grado de intensidad necesarios para convertirlas en un espectáculo de una violencia desatada perfectamente escenificado.

Es verdad que el argumento se complica quizá innecesariamente con algunos detalles que acercan algunos elementos de la trama al mundo del folletín, pero aquí también el director tiene el pulso suficiente para mantener el drama encauzado. Otro punto que no acabó de convencerme es la manera algo excesiva que tiene el guión de prolongar el final con algunas escenas que, si bien aportan detalles interesantes al relato, creo que son demasiadas y echo de menos un desenlace más conciso y más potente.

Pero son detalles mínimos dentro de una película densa, que sabe exponer los conflictos personales con elegancia y que demuestra cómo una película de acción no tiene porqué estar vacía de contenidos.

jueves, 22 de junio de 2023

Amor a reacción



Dirección: Josef von Sternberg.

Guión: Jules Furthman.

Música: Bronislau Kaper.

Fotografía: Winton C. Hoch.

Reparto: John Wayne, Janet Leigh, Jay C. Flippen, Paul Fix, Richard Rober, Roland Winters, Hans Conried, Ivan Triesault. 

La teniente de aviación soviética Anna Marladovna (Janet Leigh), temiendo ser fusilada, huye de la URSS y aterriza en una base estadounidense.

Amor a reacción (1957) es una comedia que aprovecha la Guerra Fría imperante en la época para, de paso que escenifica un curioso romance entre un piloto norteamericano, Jim Shannon (John Wayne), y una camarada soviética, lanzar unas cuantas críticas hacia el régimen comunista y dejar patentes las múltiples ventajas de vivir en los Estados Unidos.

Es curioso como este argumento resulta tremendamente parecido al de otra película de la época, Faldas de acero (Ralph Thomas, 1956), protagonizada por Bob Hope y Karharine Hepburn, ambos también pilotos. Pero Amor a reacción tiene menos de comedia, aunque tampoco resulta ser un film completamente convincente.

El principal defecto de la película reside en el guión que bascula entre el romance entre John Wayne y Janet Leigh y una historia de espionaje que resulta bastante confusa y es la parte realmente menos sólida del argumento.

Porque resulta que Anna en realidad no huyó de su país por miedo a ser fusilada, sino que es una espía que finge escapar para espiar los avances de los Estados Unidos en materia de aviones. El problema es que el guión juega al despiste y no sabemos a ciencia cierta si Anna se ha enamorado de verdad de Jim o si lo está engañando para lograr sus fines, lo que al final parece ser la realidad. Sin embargo, entiendo que como espectadores deberíamos estar al corriente de las artimañas de Anna, con lo que disfrutaríamos mucho más de las distintas situaciones que permaneciendo casi todo el tiempo en la duda.

Tampoco a nivel de diálogos el film está bien resultó, pues junto a frases enigmáticas y pedantes tenemos conversaciones mucho menos interesantes, con lo que el resultado no termina de resultar ni coherente ni convincente.

Eso sí, nunca he visto a Janet Leigh más hermosa y sugerente que aquí. De hecho, pocas veces una actriz ha resultado tan sensual, dentro del recato de la época, como ella. La secuencia de la ducha es realmente brillante. Sin duda, mérito del gran Josef von Sternberg que, aunque estuviera ya en el final de su carrera, siguió demostrando con esta película su talento incuestionable.

El personaje de John Wayne es tal vez el mejor de todos, realmente enamorado de Anna y capaz de cualquier cosa por demostrarle su amor incondicional. Sin ser uno de los mejores trabajos de Wayne, sí que mantiene las claves de su personaje típico, aunque con un ligero toque de comedia que tampoco le sienta nada mal.

Otro de los aspectos curiosos de Amor a reacción son las numerosas secuencias de vuelos, muy bien filmadas, por cierto, y que imagino que servirían básicamente como propaganda de las virtudes de la aviación norteamericana.

En conjunto, Amor a reacción va descaradamente de más a menos conforme avanza la trama dejando al final un resultado de comedia no muy bien aprovechada. Me quedo con los dos protagonistas, sin duda lo mejor con diferencia.

Faldas de acero



Dirección: Ralph Thomas.

Guión: Ben Hecht.

Música: Benjamin Frankel.

Fotografía: Ernest Steward.

Reparto: Bob Hope, Katharine Hepburn, Noelle Middleton, James Robertson Justice, Robert Helpmann, David Kossoff, Alan Gifford, Nicholas Phipps, Paul Carpenter.

Cuando un oficial menos cualificado es ascendido de rango, la capitana soviética Vinka Kovalenko (Katharine Hepburn), enfadada, coge un avión y se marcha a Alemania Occidental.

Curiosa comedia que reúne a Bob Hope y Catharine Hepburn en unos papeles curiosos: él capitán de la aviación de Estados Unidos y ella capitana de la soviética. De hecho, a pesar de lo buena actriz que era Catharine Hepburn, nunca fui capaz de creérmela como mujer atractiva, por lo que es un impedimento a la hora de seguir el romance con Bob Hope. Sí que le va ese aire brusco de militar, si bien hemos de reconocer que esta actuación suya no figura entre sus trabajos más notables.

El argumento es bastante disparatado, por lo que no vale realmente la pena ni analizarlo seriamente. El tema de la cómo la disciplinada y convencida comunista se va dejando seducir por ciertas bondades de occidente es simple y muy predecible. Por cierto, eso mismo lo habíamos disfrutado en Ninotchka (1939), del genial Ernst Lubitsch, sin que sea necesario explicar las grandes diferencias de ambas comedias. También se adivina en seguida que la planificada boda del capitán Lockwood (Bob Hope) se irá al traste con la irrupción de Vinka en su vida.

Este argumento, con complicaciones varias por la presencia de los soviéticos persiguiendo a Vinka para hacerla regresar a la fuerza a su país, es un mero andamio sin demasiada solidez para permitir desarrollar el juego de chistes de Bob Hope y las críticas oportunas al régimen comunista, que se explica lógicamente por la época en que está filmada la cinta, cuando la Guerra Fría era una realidad que acaparaba el interés mundial. 

Pero la verdad es que la historia no tiene mucho recorrido, es previsible y se desarrolla sin ningún momento realmente logrado. Es cierto que algunas réplicas de Bob Hope son ingeniosas, pero en general son bastante escasas y sobre todo se centran en el arranque del film, por lo que a partir de la primera parte del mismo la película va cayendo en ingenio y las bromas pierden imaginación, resultando muchas de ellas bastante ridículas.

Y sin embargo, no sé exactamente el motivo, la película se deja ver con cierto agrado, tal vez porque Bob Hope resulta realmente entrañable como cómico, al menos para mí, y la historia, de tonta que es, no permite que nos la tomemos demasiado en serio, por lo que sencillamente disfrutamos de sus pequeños aciertos e incluso de sus disparates con cierta benevolencia.

Así pues, hemos de reconocer que Faldas de acero (1956) es una comedia bastante floja. La única manera de disfrutarla es sabiendo lo que va a ofrecernos y tomarlo tal y como viene, dejándonos llevar por la tontería planteada sin vergüenzas ni complejos.

miércoles, 21 de junio de 2023

Risky Business



Dirección: Paul Brickman.

Guión: Paul Brickman.

Música: Tangerine Dream.

Fotografía: Reynaldo Villalobos y Bruce Surtees.

Reparto: Tom Cruise, Rebecca De Mornay, Joe Pantoliano, Bronson Pinchot, Nicholas Pryor, Janet Carroll, Curtis Armstrong, Shera Danese, Raphael Sbarge.

Mientras sus padres están de viaje, la vida de Joel (Tom Cruise) dará un vuelco al conocer a Lana (Rebecca De Mornay), una prostituta.

1983 es un año importante en la carrera de Tom Cruise. Junto a Risky Business, su primer éxito como protagonista, también interpreta Rebeldes, de Ford Coppola, encauzando su carrera con paso firme. 

Risky Business es la típica comedia de adolescentes que se enfrentan al paso de la adolescencia a la edad adulta, con todo lo que conlleva. En esta ocasión, el protagonista es un joven bastante responsable que intenta entrar en una buena universidad pero al que las cosas se le complican cuando conoce a Lana, una prostituta con la que pasa una noche. 

Todo habría quedado en una cana al aire sino fuera porque Lana se lleva un objeto valioso como pago de sus servicios y cuando Joel intenta recuperarlo empezará a ver como se le complica la vida sin remedio.

Al final, el aprendiz de empresario se "graduará" con nota en el mundo de los negocios aprovechado la inestimable colaboración de Lana y sus "amigas" para que el joven reúna el dinero necesario para reparar el Porsche de su padre (Nicholas Pryor).

Lógicamente, al tratarse de una comedia hemos de aceptar ciertas incongruencias del guión como más o menos normales, siempre que mantengan el argumento en ciertos límites tolerables. Porque sino, tendríamos que reconocer que el argumento de esta cinta está entre lo absurdo y lo surrealista, como cuando saquean la casa de Joel y este ha de recuperar e instalar los muebles en lo que dura el trayecto de  sus padres del aeropuerto a casa.

Salvando este pequeño escollo, el principal inconveniente que le encontré a la película es su falta absoluta de ritmo. Las escenas parecen avanzar a trompicones, los diálogos son a menudo insustanciales y cuando esperas una réplica aguda te encuentras con una ausencia total de gracia. Buena parte de la culpa hemos de achacarla a Paul Brickman, tanto en su labor como director como en la de guionista; y es que en ninguna de las dos facetas se muestra realmente inspirado.

Otro defecto del guión es la falta de profundización en los personajes. Vale que estamos en una comedia y la esencia no es plantear grandes conflictos, vale que puede que los secundarios no sean importantes para el núcleo de la historia, pero es ni siquiera Joel o Lana están bien perfilados y además, todo el argumento se mueve en terrenos muy poco originales, con lo que no hay nada especialmente memorable en toda la película.

Eso sí, al menos Brickman tiene el buen gusto de arropar la cinta con una estupenda banda sonora gracias a la cuál podemos disfrutar de algunos buenos momentos, sobre todo mientras escuchamos a Phil Collins ("In The Air Tonight"), Journey ("After The Fall") o Bob Seger ("Old Time Rock And Roll"). Para los amantes de la música de los ochenta es todo un regalo.

En resumen, que esperaba mucho más de esta comedia que, sinceramente, terminó aburriéndome en muchos momentos. Eso sí, para Tom Cruise fue un punto importante en su carrera, que se irá perfilando en torno a su atractivo en los años siguientes hasta asentarlo como una de las estrellas más importantes de Hollywood.

Locke



Dirección: Steven Knight.

Guión: Steven Knight.

Música: Dickon Hinchliffe.

Fotografía: Haris Zambarloukos.

Reparto: Tom Hardy, Olivia Colman, Ruth Wilson, Andrew Scott, Ben Daniels, Tom Holland, Bill Milner.

Ivan Locke (Tom Hardy) es el capataz en una importante obra, pero justo la víspera de un día decisivo para ese proyecto decide partir hacia Londres para estar junto a la mujer (Olivia Colman, solo la voz) que va a tener un hijo suyo. 

Si hay una clara tendencia en el cine actual a llevar las películas a una simplificación acusada, sobre todo argumentalmente, Locke (2013) sin duda podría ser el ejemplo perfecto de esta tendencia: un trayecto en coche, un solo protagonista, al menos visible, y el drama desarrollado a través de la línea telefónica.

En apariencia, estamos ante una película que amenaza con ser un tostón aburrido por lo limitado del planteamiento, pero no lo es. El mérito está en un guión muy bien trabajado que, a pesar de su sencillez y de los escasos medios empleados para llevarlo a la pantalla, consigue mantener nuestro interés sin necesidad de dramatismos ni de tener que forzar la cosas. Es lo bueno de un argumento con sentido común, coherente y sobre todo muy humano.

Ivan termina su jornada laboral y duda en si tomar el camino de regreso a casa o viajar hasta Londres, donde una compañera de trabajo con la que se acostó una vez va a tener un hijo suyo. Empujado por lo que considera que es su deber, a lo que le ayuda que su propio padre lo abandonara siendo niño, Ivan decide ir a Londres y estar junto a Bethan, una mujer que no tiene a nadie que pueda estar a su lado en el parto.

Lógicamente, Ivan sabe que esa decisión tendrá inevitables consecuencias, tanto personales como profesionales, pero su responsabilidad le impide eludir su deber.

Pronto descubre la primera mala noticia: al dejar el trabajo justo en vísperas de una delicada operación que requiere de su presencia, Ivan es despedido. Sin embargo, él sigue tomando las decisiones que cree correctas y no deja abandonada la obra, dando instrucciones para que, a pesar de su ausencia, todo salga como debe y el trabajo se realice sin contratiempos.

Con respecto a su familia, en cuanto le confiesa a su esposa Katrina (Ruth Wilson, solo la voz) que le ha sido infiel una vez y que fruto de ello va a ser padre, el drama también le sacude a nivel personal. Aunque intenta explicar lo sucedido, Katrina ni lo entiende ni lo perdona y más cuando se entera que Ivan, en medio de ese problema personal, sigue ocupándose de la obra. Para ella, es una prueba de lo poco que parece importarle su familia.

Así pues, en una sola noche la vida de Ivan salta por los aires. Y sin embargo, tenemos la sensación de que no ha fracasado. Porque ha hecho lo correcto. Se entiende que sus actos tengan sus consecuencias, pero al menos ha demostrado integridad y valor y eso lo redime de su falta.

Sin adornos de ningún tipo, ajustando la duración de la película al viaje de Ivan, a Steven Knight hay que reconocerle el mérito de evitar que la historia resulte un tostón. Es más, sin ahondar en el drama, logramos empatizar con él y comprendemos la coherencia de sus actos. 

Es cierto que la película no está libre de pequeños defectos, como esas conversaciones con el padre muerto que se repiten innecesariamente, lo que lleva a que resulten algo repetitivas. Tampoco el personaje de Bethan me pareció muy bien dibujado, dando la sensación de ser una mujer terriblemente inmadura, a pesar de tener unos cuarenta y tres años. Sus conversaciones con Ivan son realmente las más flojas de todas.

En cuanto al trabajo de Tom Hardy, el único actor al que vemos en la cinta, no me pareció nada del otro mundo. Es cierto que lleva el peso de la película, pero esta se defiende no por su trabajo, bastante normalito, sino por un guión bastante sólido que es el que en realidad evita que la historia llegue a aburrirnos.

A pesar de sus méritos, creo que Locke no termina de cuajar precisamente por ser víctima de su planteamiento tan original, que determina todo el desarrollo y convierte, se quiera o no, un drama con muchas posibilidades en algo excesivamente artificial y no exento de limitaciones, como la reiteración de las llamadas telefónicas o la monotonía del viaje. Quizá sin forzar tanto las cosas hubiéramos salido ganando. 

martes, 20 de junio de 2023

Aguas profundas



Dirección: Adrian Lyne.

Guión: Zach Helm y Sam Levinson (Novela: Patricia Highsmith).

Música: Marco Beltrami.

Fotografía: Eigil Bryld.

Reparto: Ben Affleck, Ana de Armas, Tracy Letts, Lil Rel Howery, Dash Mihok, Finn Wittrock, Kristen Connolly, Jacob Elordi, Rachel Blanchard, Michael Braun. 

Vic (Ben Affleck) y Melinda (Ana de Armas) son un matrimonio atípico: dicen quererse, pero ella tiene relaciones con otros hombres que no se molesta en ocultarle a Vic.

Aguas profundas (2022) tiene el atractivo de estar basado en una novela de Patricia Highsmith, una autora inteligente y sorprendente, y tener a los mandos a Adrian Lyne, un director que ha sabido hacerse un hueco en Hollywood a base de films con un buen componente erótico y morboso, como 9 semanas y media (1986) o Atracción fatal (1987). Aquí vuelve a un terreno que parece que le gusta y que sabe que tiene tirón entre el público.

El argumento juega con dos elementos para intentar mantenernos enganchados: las aventuras amorosas de Melinda y la duda sobre si en la desaparición de un amigo de ella tuvo algo que ver su esposo. Así pues, erotismo e intriga. Y la cosa va funcionando más o menos bien por el misterio que envuelve a la película: si Vic es un asesino o no y también poder descifrar las claves de este extraño matrimonio. ¿Qué es lo que los mantiene unidos?, ¿porqué Melinda acusa a Vic de asesinar a uno de sus amantes y sin embargo no lo abandona?

Como espectadores, intentamos buscar un sentido a un relato que Adrian Lyne envuelve en el misterio, porque poco sabemos de Vic, a parte de sus comprensibles celos y de adivinar que, a pesar de todo, está muy enamorado de Melinda, tanto como para no pensar en el divorcio. Ella tampoco es del todo transparente: dice querer a Vic pero parece detestar su falta de energía y a cada amante que pierde por un motivo u otro, en seguida lo reemplaza por otro, y además parece disfrutar restregándoselos a su esposo, en un extraño juego de celos y morbo.

Incluso cuando descubrimos que en efecto Vic es un asesino, el misterio sigue presente, pues queda por saber si se saldrá con la suya y no será descubierto, o cómo reaccionará Melinda a cada nueva desaparición o muerte de un amante y qué es lo que los mantiene unidos a pesar de todo.

Sin embargo, también hay que reconocer que el guión se muestra demasiado repetitivo, de manera que las situaciones se suceden casi calcadas, con lo que a mitad del film uno tiende a sentir cierto cansancio. Habría sido necesario alguna variación o acortar el metraje, pero se ve que el director prefirió agotar sus cartas.

En todo caso, el verdadero peligro de este tipo de películas reside en el desenlace, pues tras tantos minutos de tensión y de preguntas, uno espera que no se caiga todo en un final absurdo. Y sinceramente, hay algo de decepción en el final, pues no resuelve nada y, al mismo tiempo, ahí está también su acierto, porque deja la intriga en el aire con muchos frentes posibles y cada espectador le dará la lectura oportuna. Mejor eso sin duda que otros finales que intentan arreglarlo absolutamente todo y resultan decepcionantes.

Aún así, nos queda la duda si estamos ante un guión inteligente o tan vacío que no tiene respuestas que ofrecernos, de ahí ese final que deja todas las dudas sin resolver.

En cuanto a Ben Affleck, sigo pensando que le falta sangre en la venas y aunque este rasgo es precisamente lo que define aquí a su personaje, verlo actuar con esa apatía no termina de convencerme. En cambio, Ana de Armas derrocha vitalidad y resulta tremendamente atractiva, con lo que simplemente viéndola uno se explica los celos de Vic y lo fácilmente que es capaz de atrapar a otra conquista.

No creo que Aguas profundas vaya a pasar a la historia del género ni mucho menos, es un ejemplo más de la habilidad del director para sacar partido del erotismo y el morbo, aunque el resultado queda lejos de sus grandes éxitos anteriores que, por mucho que dieran que hablar, hay que reconocer que tampoco eran nada del otro mundo en cuanto a cine, sino que sencillamente explotaban el lado oscuro de la naturaleza humana.

Ruby Sparks



Dirección: Jonathan Dayton y Valerie Faris.

Guión: Zoe Kazan.

Música: Nick Urata.

Fotografía: Matthew Libatique.

Reparto: Paul Dano, Zoe Kazan, Antonio Banderas, Annette Bening, Steve Coogan, Elliott Gould, Chris Messina, Alia Shawkat.

Calvin (Paul Dano) es un escritor que logró un gran éxito con su primera novela pero, desde entonces, no ha logrado escribir nada más. Cuando su terapeuta (Elliott Gould) le encarga que escriba al menos una página para él sobre alguien a quién le guste su perro, Calvin empieza a soñar con una joven y parece volverle al inspiración.

Ruby Sparks (2012) es un descubrimiento, una de esas joyas escondidas que aparecen de pronto, como un tesoro, y solamente lamentas no haberla descubierto antes.

Para aquellos que piensan que las comedias románticas se repiten sin muchas variaciones, Ruby Sparks viene a demostrar que con talento se pueden crear obras maravillosas, que no todo está inventado. Y Zoe Kazan, además de ser una actriz encantadora, demuestra con este guión que tiene talento, imaginación y una preciosa sensibilidad.

Ruby Sparks es como un cuento, un hermoso e idealizado cuento romántico. Pero lo importante, lo curioso, es que refleja la realidad de las relaciones de pareja de manera mucho más veraz que la mayoría de los films serios y reflexivos que intentan acercarse al tema.

La historia es tan sencilla como mágica: Calvin, un tipo solitario y con serios problemas para relacionarse con la gente, está atrapado en una crisis creativa que dura ya más de lo aconsejable. No tiene ideas y su primera novela parece que puede ser también la última. Sin embargo, cuando su terapeuta le invita a que le escriba algo para él, algo rematadamente malo, a Calvin parece volverle la inspiración... en sueños. Porque soñando se inventa a una joven, Ruby Sparks (Zoe Kazan), hecha a imagen y semejanza de lo que él habría deseado, una joven alegre, feliz, cariñosa, inteligente y hermosa. Y de repente, Calvin no puede parar de escribir su fantasía y en sus líneas vive esa vida perfecta con la que soñaba y que la realidad le había negado. 

Pero, un día, sucede algo inesperado: Ruby, el fruto de sus sueños románticos, cobra vida y está ahí, de pie frente a él, en su casa. Es imposible, claro, pero está ahí y no solo puede verla él, sino todo el mundo. Ruby se ha vuelto real.

Comienza así la historia de amor soñada por el escritor, un amor perfecto, auténtico y que lo colma de felicidad. Sin embargo, el amor es complicado. Incluso en los sueños. Todos hemos vivido el enfriamiento de una relación tras esa etapa inicial mágica y maravillosa. La rutina, las tareas cotidianas, las obligaciones... el amor se desgasta y de pronto Ruby parece sentirse como vacía, cansada. Busca su espacio, necesita vivir su propia vida más allá de Calvin y él teme entonces perderla. Y traiciona la promesa que se había hecho de no seguir escribiendo sobre Ruby para vivir su amor sin condicionantes, porque Calvin ha descubierto que, como creación suya, podría hacer que Ruby se comportara como él quisiera.

Pero el temor a perderla es demasiado terrible y Calvin moldea a Ruby para evitarlo. Pero entonces algo empieza a fallar. Calvin comprende que no es posible "ordenar" el comportamiento de Ruby. Cada rasgo que le añade la estropea, se vuelve en su contra de manera automática. Si quieres a alguien, déjalo libre. Y es lo que termina comprendiendo Calvin y por amor hacia Ruby, la libera y entonces ella desaparece de su vida. Su creación ha muerto.

Lógicamente, el final volverá a componer las cosas, porque estamos en una comedia y el mensaje ha de ser positivo. Lo hermoso del cuento es que el desenlace es aún más mágico casi que la aparición de Ruby. Y es que Zoe Kazan ha logrado escribir una historia plena de agudeza, de precisión y de fantasía que nos enamora.

Pero además el guión sabe analizar los problemas del amor, sus obstáculos, con una precisión de cirujano, y así en la creación perfecta de Calvin aparecen los inevitables celos, la posesividad, el aburrimiento, la importancia de que Ruby se desarrolle libremente, porque sino ella y Calvin serían la misma persona. Y no es sencillo lidiar con los miedos, como le sucede a Calvin: ha creado a la mujer perfecta en sus sueños, pero la realidad está poniendo en peligro la única relación que considera perfecta. En el fondo, Calvin ha de aprender a querer a la gente por cómo es, no por cómo le gustaría que fue fuera. Cuando finalmente lo entiende y le da a Ruby la independencia, al fin parece que empieza a entender la mecánica de las relaciones humanas. Calvin está listo para vivir de verdad.

Sabiendo que Jonathan Dayton y Valerie Faris, los directores, fueron los responsables de Pequeña Miss Sunshine  (2006) no es de extrañar que Ruby Sparks sea tan maravillosa. Tiene el ritmo perfecto y es elegante y eficaz en cada secuencia, expone los hechos con una frescura admirable y especialmente la primera parte, cuando Calvin "inventa" a Ruby y es feliz en los primeros momentos juntos, resulta realmente mágica y sorprendente.

Quizá esta fantasía maravillosa se agrieta un poco con toda la parte en la casa de la madre de Calvin, porque se rompe el clima íntimo de la relación de pareja, pero de nuevo recuperan el pulso con la segunda parte, más triste, pero auténtica a la hora de relatar los problemas de convivencia de cualquier pareja, hasta llevarnos a un final realmente sublime. 

Además, Zoe Kazan me parece una actriz con algo especial, al menos para mí. Es una mujer que me transmite alegría, frescura, vitalidad. Cada vez que está en pantalla te contagia todas sus emociones como por arte de magia, desde la risa al llanto. Es de esas mujeres que parecen irradiar algo especial y contagioso. Por cierto, en la vida real es pareja de Paul Dano, un actor que ya había hecho un trabajo admirable en la citada Pequeña Miss Sunshine y que no ha hecho sino confirmar los mejores augurios con cada nueva película, convirtiéndose en uno de los mayores talentos de su generación.

En resumen, no se pierdan esta comedia romántica por nada del mundo. Es una auténtica maravilla que me ha hecho disfrutar como hacía tiempo que no me pasaba con una película.

lunes, 19 de junio de 2023

Olvídate de París



Dirección: Billy Crystal.

Guión: Billy Crystal, Lowell Ganz y Babaloo Mandel.

Música: Marc Shaiman.

Fotografía: Don Burgess.

Reparto: Billy Crystal, Debra Winger, Joe Mantegna, Julie Kavner, Richard Masur, Cathy Moriarty, John Spencer, Cynthia Stevenson, Robert Constanzo, William Hickey.

Para cumplir el deseo de su padre de ser enterrado en Francia, Michael Gordon (Billy Crystal) viaja a París con el féretro. Sin embargo, al llegar le informan que han extraviado el cadáver. Mientras espera que lo encuentren, conoce a Ellen (Debra Winger), empleada de la aerolínea, y se enamoran.

Al frente como director y co-guionista, Billy Crystal nos brinda una comedia romántica cargada de buenas intenciones que, sin embargo, no termina de cuajar.

La historia es bastante sencilla y no muy original: una pareja que se enamora y se casan pero, con el tiempo y los problemas habituales de cualquier convivencia, sufren diversos bajones en la relación hasta  que un cambio de destino profesional de Ellen parece sellar su separación. 

Tal vez para darle un aire más fresco a un argumento poco novedoso, la historia de Michael y Ellen la conocemos a través del relato que sus amigos hacen a una recién llegada al grupo (Cynthia Stevenson). Es una solución que en principio parece interesante y en realidad funciona correctamente, pero las constantes interrupciones en el relato terminan por pasar algo de factura a la historia de la pareja protagonista, pues nos sacan del hilo muy a menudo, lo que rompe a veces el clima y la concentración.

Sin embargo, el principal inconveniente es que el romance de Ellen y Michael carece de pasión y con ello toda la película transcurre en un tono templado, sin lograr emocionarnos ni implicarnos abiertamente. Y en un film romántico es un fallo de considerable importancia, pues se supone que este tipo de historias deberían crear un vínculo bastante potente con los espectadores y no es el caso.

Tampoco el tono de comedia es excesivamente elevado. Los chistes se suceden sin demasiada gracia, de manera que uno llega a pensar que para eso casi hubiera sido mejor adoptar un enfoque más serio y quizá así al menos se habría solucionado el problema anteriormente señalado de falta de intensidad.

A nivel de reparto, la cosa funciona también a medias, aunque no se puede achacar a ninguno de los actores que no cumplan con acierto, salvo Cynthia Stevenson, muy poco convincente. Otra cosa es que nos guste más o menos Billy Crystal, sobre el que recae la parte importante de la película, y que es un actor al que creo que le falta algo, tal vez entusiasmo, energía, pues siempre parece que actuara con el freno de mano puesto.

Resumiendo, Olvídate de París (1995) es una comedia bien planteada, con algunos momentos interesantes, pero algo desangelada. Entretiene, pero no apasiona.

Forja de hombres




Dirección: Norman Taurog.

Guión: John Meehan y Dore Schary (Historia: Dore Schary y Eleanore Griffin).

Música: Edward Ward.

Fotografía: Sidney Wagner (B&W).

Reparto: Spencer Tracy, Mickey Rooney, Henry Hull, Leslie Fenton, Gene Reynolds, Edward Norris, Addison Richards, Minor Watson, Bobs Watson.  

Tras ver en qué se había convertido un condenado a muerte por no tener ayuda en su infancia, el padre Flanagan (Spencer Tracy) decide crear un hogar para niños marginados donde puedan ser educados de manera que se aparten de la delincuencia y puedan ser personas de bien en el futuro.

Forja de hombres (1938) retrata la figura del Padre Flanagan, creador de La ciudad de los muchachos. Por lo tanto, aunque parezca un hermoso cuento, la película se asienta en hechos reales.

Quizá lo primero que debiéramos tener en cuenta es el año de realización del film, pues es evidente que ese dato sirve para explicar muchas cosas como, por ejemplo, ese tono sensiblero y algo simple que envuelve el relato, de ahí la aclaración inicial de que, aunque lo parezca, no es una historia inventada.

El argumento es excesivamente sencillo, simplificando las situaciones y creando los conflictos precisos para llevarnos al drama y la compasión de manera abiertamente intencionada, con un tono almibarado y donde cualquier problema, desde el económico al comportamiento de algún muchacho, se resuelve siempre de manera casi milagrosa. Es quizá la única pega que se le puede poner a una historia cargada de buenas intenciones y que resulta en algunos momentos de un dramatismo algo exagerado pero, siendo sinceros, habría que ser muy duro de corazón para no enternecerse con algunos momentos realmente intensos, como el atropello de Boliche (Bob Watson) y el correspondiente sufrimiento de Whitey Marsh (Mickey Rooney).

Por lo tanto, aún reconociendo un guión manipulador sentimentalmente, resulta complicado no rendirse al mensaje esperanzador y bienintencionado. Es en realidad un problema que suelen presentar los films biográficos: la alabanza del protagonista de manera nítida, sin ningún tipo de sombras, al menos así era en los comienzos del cine, donde la mentalidad y las intenciones apenas se disimulaban según en qué género nos moviéramos.

Pero sin duda, por encima de críticas o pegas, hemos de rendirnos ante la presencia de Spencer Tracy, un actor colosal que además debía de estar en estado de gracia en esa época, pues se llevó su segundo Oscar consecutivo a mejor actor, tras el de Capitanes intrépidos (Victor Fleming, 1937).

Pero Spencer Tracy no esta solo. Mickey Rooney demuestra aquí su innegable talento en papeles de jovencito, donde era sin duda una garantía. Podemos notar quizá en su estilo que se ha quedado anticuado, pero en el momento era realmente espectacular e incluso hoy en día resulta un actor pleno de gracia, energía y talento. El pequeño Bobs Watson, sin llegar a la altura de sus dos compañeros, realiza también un trabajo conmovedor.

Paralelamente a la exaltación del padre Flanagan, el relato realiza una crítica abierta de las instituciones de la época para niños huérfanos o problemáticos, de donde salían peor que como habían entrado, prácticamente convertidos en delincuentes por el ambiente en que vivían. Y tampoco la prensa sale muy bien parada, pues se muestra cómo le importaban más los titulares grandiosos que impulsaran las ventas que la propia verdad.

Sin duda, Forja de hombres es una película que ha envejecido bastante, pero aún así, su optimismo, sus magníficas intenciones e incluso su simplicidad que nos previene de tomarlo todo demasiado a pecho, hacen que resulte un film entrañable.