El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

domingo, 16 de octubre de 2016

Frío en julio



Dirección: Jim Mickle.
Guión: Jim Mickle y Nick Damici (Novela: Joe R. Lansdale).
Música: Jeff Grace.
Fotografía: Ryan Samul.
Reparto: Michael C. Hall, Sam Shepard, Don Johnson, Vinessa Shaw, Nick Damici, Wyatt Russell, Bill Sage, Brianda Agramonte, Kristin Griffith, Ken Holmes.

Texas, 1989. Una noche, un ladrón entra a robar en casa de Richard Dane (Michael C. Hall), un padre de familia normal y corriente. Asustado, Richard le dispara sin querer y lo mata. La policía identificará al intruso como un delincuente común, cuyo padre (Sam Shepard), recién salido de prisión, acude al pueblo donde reside Dane para vengar la muerte de su hijo.

Quizá lo mejor que podemos decir de Frío en julio (2014) es que es un thriller en el que resulta muy difícil hacerse una idea de por donde van los tiros (valga el juego de palabras). Y ahí reside su mayor mérito: es un film que nos mantiene en vilo por lo imprevisible del desarrollo y sus giros argumentales, que nos dejan descolocados.

Así, el arranque de la película parece que nos lleva a un film de acoso a una indefensa familia por parte de un delincuente en busca de venganza. ¿Les recuerda a El cabo del miedo? Sin embargo, cuando nos vamos preparando mentalmente para el acoso, quizá demasiado visto ya, el argumento da un giro inesperado en el que los malos ya no parecen serlo, al menos no tanto, y sí los buenos. Y aquí no termina la cosa, porque de nuevo nos veremos empujados a un nuevo giro que nos conduce a un desenlace cargado de violencia donde se va en busca de una justicia tan dura para el verdugo como para la víctima. Dejaremos sin desvelar los detalles para no arruinar la fiesta. Pero de nuevo la incertidumbre, si bien el final es más predecible, nos mantendrá pegados al asiento hasta el final. Y creo que no se puede hacer mayor elogio de un thriller que éste.

Además, por si el guión no fuera suficiente, el trabajo de Jim Mickle en la dirección es sobresaliente. Presenta una película estilizada, despojada de artificios, sencilla en cuanto a la puesta en escena, con un ritmo muy acertado, donde se refleja muy bien la tensión del protagonista, al menos en la primera mitad de la cinta, un hombre corriente superado por los acontecimientos, atenazado por su miedo. Mickle consigue darle un sello personal al film que le aporta carácter sin perder de vista la sencillez.

En el reparto destaca el veterano Sam Shepard, acompañado por un recuperado Don Johnson que, a pesar de la edad no puede evitar seguir yendo de guaperas, y donde resaltaría también la grata sorpresa de un convincente Michael C. Hall, perfecto en su papel de un padre de familia al que de pronto todo lo supera. Consigue trasmitirnos su angustia con un trabajo contenido pero muy expresivo.

Sin embargo, Frío en julio no se libra de algunos defectos, como el hecho de que el cambio en el personaje de Hall no está del todo bien explicado. Comprendemos perfectamente sus miedos al comienzo de la historia, quedando claro que es un hombre normal al que una muerte, aún en defensa propia, lo deja bastante perplejo y descolocado. También nos identificamos con él cuando siente el peligro que amenaza a su familia. Sin embargo, su cambio posterior no deja de parecer un poco sorprendente, más cuando nada en la historia parece detenerse a explicarlo. Aún así, se trata de un detalle menor que, en el fondo, no nos impide disfrutar de un film muy bien realizado y con un argumento que nos garantiza intriga y tensión a lo largo de toda la cinta.

sábado, 15 de octubre de 2016

El expreso de Chicago



Dirección: Arthur Hiller.
Guión: Colin Higgins.
Música: Henry Mancini.
Fotografía: David M. Walsh.
Reparto: Gene Wilder, Jill Clayburgh, Richard Pryor, Patrick McGoohan, Ned Beatty, Ray Walston, Richard Kiel, Scatman Crothers, Clifton James.

Durante un viaje en tren de Los Ángeles a Chicago, el editor de libros George Caldwell (Gene Wilder) entabla amistad con Hilly (Jill Clayburgh), la secretaria de un profesor de arte que es asesinado durante el viaje, siendo George testigo de su muerte.

El expreso de Chicago (1976) es un producto perfecto para el lucimiento de Gene Wilder, un cómico un tanto peculiar que supo hacerse un hueco en el cine cómico durante las décadas de los setenta y ochenta del pasado siglo.

La película se presenta como una mezcla de cine cómico, de acción y de suspense, algo que es necesario dosificar con cuidado para conseguir un resultado convincente.

En este caso el problema es que ninguno de los tres elementos de la historia termina de funcionar bien. Y eso que el comienzo resulta especialmente inspirado en la vertiente cómica, con los mejores momentos de toda la cinta, gracias a unos buenos diálogos donde se juega con el doble significado de las palabras. Sin embargo, conforme avanza la cinta, la inspiración se va difuminando y la supuesta chispa cómica se queda en una colección de momentos no demasiado inspirados y con demasiado ritmo.

Y algo parecido sucede con la parte de suspense del film, que no se explota convenientemente y se queda en muy poca cosa, con el agravante de un final que me resultó un tanto rocambolesco, donde predomina la acción pura y dura pero sin que termine de convencernos tampoco.

La escena final, en la estación, resume a la perfección la falta de inspiración general y esa impresión de que a la película le falta algo, convicción o fuerza, para poder subir un peldaño y salir del tono general un tanto mediocre.

Quizá lo más destacado del todo sea la presencia de Richard Pryor, haciendo pareja por primera vez con Wilder y que, fruto de la química entre ambos, dará lugar a más colaboraciones posteriores. Aún así, la presencia de Pryor se limita a la parte final de la cinta. El caso de Gene Wilder es peculiar: no me parece un gran actor cómico, encuentro que a veces le falta chispa, y sine embargo, al final termina por resultar gracioso, a su manera. Y eso que considero que en esta ocasión el director no sabe explotar todas las posibilidades cómicas de Wilder, que se queda un poco por debajo de sus posibilidades. Ojo al resto del reparto, con algunos secundarios muy conocidos, como Scatman Crothers (El resplandor) o Richard Kiel, el Tiburón de las películas de James Bond.

Con todo, El expreso de Chicago tuvo una buena acogida por parte del público en su momento. Vista hoy en día, hemos de reconocer que se trata de un film sin grandes puntos fuertes. Es una cinta que entretiene, pero dentro de un nivel no demasiado elevado.

sábado, 8 de octubre de 2016

Parker



Dirección: Taylor Hackford.
Guión: John J. McLaughlin (Libros: Donald E. Westlake).
Música: David Buckley.
Fotografía: J. Michael Muro.
Reparto: Jason Statham, Jennifer Lopez, Michale Chiklis, Wendell Pierce, Clifton Collins Jr., Bobby Cannavale, Patti LuPone, Carlos Carrasco, Emma Booth, Nick Nolte.

Parker (Jason Statham), un ladrón profesional, es traicionado por sus socios tras un robo, dándolo por muerto. Una vez recuperado de sus heridas, Parker cambia de identidad y comienza a preparar su venganza.

De nuevo estamos ante una de esas producciones norteamericanas que aplican la violencia extrema como vehículo de entretenimiento. Lo malo es que ni el guionista ni el resto de equipo técnico parece que se han devanado mucho los sesos para ofrecernos un film original, sino todo lo contrario.

En lo único que parece que han puesto cierto interés los responsables de Parker (2013) es en el reparto. De hecho, suele ser, incluso en films de medio pelo como este, el elemento que más se suele cuidar, ya que un buen reparto, o al menos con cierto gancho, suele ser la garantía para conseguir rentabilizar en taquilla la inversión inicial. Y la verdad es que la elección de Jason Statham me parece totalmente justificada. Sin duda, una vez llegados al ocaso de sus carreras Arnold Schwarzenegger y Sylvester Stallone, Statham parece un más que digno sucesor. Es un actor con carisma y aunque se le acabe encasillando en papeles demasiado repetitivos, la verdad es que parecen irle como un guante. Y aunque esta película sea en general muy floja, al menos él mantiene el tipo y da la talla. En cambio, Jennifer Lopez me desconcierta un poco, aunque quizá no sea ella, sino su personaje, a medio camino entre una vendedora sexy y una joven alocada (me recordó a Kim Basinger en algunos papeles de juventud), pero que no termina de funcionar, más bien por defectos en el dibujo de su personaje, que ni resulta demasiado sexy ni tampoco gracioso. Del resto de actores, destacar la presencia de Nick Nolte, si bien bastante envejecido y con un papel más circunstancial que otra cosa.

Señalado lo que considero lo mejor del film, el resto no da para muchos comentarios. Todo es muy mediocre, empezando por un guión plagado de situaciones demasiado forzadas y que en ningún momento termina de resultarnos creíble. Lo aceptamos porque se sobreentiende que el único fin de Parker es crear un cúmulo de escenas de acción que nos entretengan y nada más; con lo que entendemos que el guión es casi una mera disculpa. Una pena, porque cualquier película que se precie debe cuidar todos los apartados y, esencialmente, tener un armazón sólido en donde acomodar todo lo demás. Y como Parker falla especialmente en lo básico, el guión, el resto de elementos se quedan huérfanos, pareciendo todo un pequeño desastre sin pies ni cabeza. Y si la intriga es bastante vulgar y forzada, los intentos de aligerarla a base de momentos de pretendido humor resultan también bastante mediocres. Y es que en la película se ha descuidado casi todo, de manera que al final tenemos una mezcla de escenas de acción con momentos de transición que jamás llegan a formar un conjunto sólido y que funcione.

Hasta el final, muy previsible, resulta muy banal, sin alcanzar el clímax esperado y con un epílogo rutinario y precipitado que busca atar todos los cabos sueltos pero lo hace sin convicción ni demasiado rigor, quitándose de encima al jefe mafioso casi a la fuerza.

En resumen, una película sin imaginación ni talento. Un producto de mero consumo, de usar y tirar, que no aportará nada al género ni al espectador despistado que se deje seducir por la presencia de Statham en el cartel.

miércoles, 5 de octubre de 2016

Chacal



Dirección: Fred Zinnemann.
Guión: Kenneth Ross (Novela : Frederick Forsyth).
Música: Georges Delerue.
Fotografía: Jean Tournier.
Reparto: Edward Fox, Michael Lonsdale, Derek Jacobi, Alan Badel, Cyril Cusack, Eric Porter, Donald Sinden, Delphine Seyrig, Timothy West, Ronald Pickup, Maurice Denham.

Tras fracasar en sus intentos de acabar con la vida del presidente francés Charles De Gaulle, la OAS decide que no tiene ya más alternativa que recurrir a los servicios de un asesino profesional para llevar a cabo sus planes. El elegido es un inglés que adopta el nombre en clave de Chacal (Edward Fox).

Ejemplar adaptación del gran éxito de Frederick Forsyth a cargo de un sobrio Fred Zinnemann, que logra conjugar la tensión del argumento con el rigor histórico, logrando una memorable película que tuvo un desafortunado remake en 1997.

Quizá lo más destacable de Chacal (1973) sea la habilidad del director para conseguir que una película de ciento cuarenta y minutos mantenga el interés del espectador en todo momento, logrando además que la tensión vaya en aumento progresivamente hasta el final, sencillamente ejemplar. Y ello teniendo en cuenta que Zinnemann no se limita a realizar un film de acción pura y dura, que sería el recurso más fácil o más evidente hoy en día.

El proyecto se adivina mucho más ambicioso, intentando ofrecer un relato con todo detalle de la planificación del asesinato de De Gaulle por el frío e implacable Chacal. Por tanto, abundan los detalles sobre los preparativos, a veces no del todo claros en su momento, pero que irán encajando con precisión a lo largo de la película.

Y a pesar de esa meticulosidad, Zinnemann no pierde el sentido del espectáculo, el vigor expositivo y consigue que sigamos con expectación cada movimiento del asesino. Además, a pesar de lo enrevesado de algunos pasajes, con investigaciones en Francia y Gran Bretaña con multitud de detalles, datos y personajes, el guión está tan bien trabajado que no cuesta nada seguir el hilo de la intriga, en sus dos vertientes: la labor de Chacal en la planificación y el rastreo sistemático y contra reloj de los servicios de seguridad.

Es realmente admirable el perfecto equilibrio entre rigor y tensión dramática que consigue el director gracias a una puesta en escena muy inteligente y en el uso admirable de elipsis, omitiendo detalles cuando es necesario agilizar el desarrollo de los acontecimientos o dejando que sean las imágenes las que narren los hechos, como en la escena final en que, sin oír los diálogos, entendemos la charla del inspector Lebel (Michael Lonsdale) con el gendarme que controla el paso del público en la plaza donde De Gaulle impondrá condecoraciones. Todo un ejemplo de inteligencia narrativa y eficacia.

Incluso estéticamente, a la película, deudora de su época, le ha sentado bien el paso del tiempo, que le otorga cierta pátina que aumenta el aire casi documental de algunas secuencias.

En cuanto al reparto, no tenemos grandes estrellas de la época, en lo que me pareció el punto más débil de todos; en especial en relación al protagonista, Edward Fox, un tanto rígido y acartonado en su personaje y quizá sin el carisma necesario. Aún así, ciñéndonos a su trabajo, tampoco podemos achacarle nada en concreto, salvo que nos guste más o menos. Y salvo Michael Lonsdale y Derek Jacobi, con cierto nombre, el resto del reparto resulta poco familiar, pero cumplen con corrección en lineas generales. Aún así, puestos a buscarle un pero a la película, quizá sería el reparto, como decía, el punto más flojo de Chacal.

Sin duda alguna, un film brillante, donde la tensión de una intriga muy inteligente, el rigor histórico y una puesta en escena perfecta logran un espectáculo remarcable. Un ejemplo de trabajo bien hecho.

sábado, 1 de octubre de 2016

Plan de escape



Dirección: Mikael Hafström.
Guión: Jason Keller y Miles Chapman.
Música: Alex Heffes.
Fotografía: Brendan Galvin.
Reparto: Sylvester Stallone, Arnold Schwarzenegger, James Caviezel, Vinnie Jones, Amy Ryan, Vincent D'Onofrio, Curtis "50 Cent" Jackson, Faran Tahir, Sam Neill.

Ray Breslin (Sylvester Stallone) es un experto en fugarse de cárceles de máxima seguridad, habilidad que ha convertido en su profesión, en la que es el mayor experto del país. Por ello no duda en aceptar un contrato millonario que supone el reto más arriesgado al que nunca se ha enfrentado.

Los viejos roqueros nunca mueren, o eso se dice. Y últimamente algunas películas norteamericanas parecen querer demostrarlo. Plan de escape (2003) es una de ellas, pero sin duda no de las más recomendables.

Hay géneros que son más defendibles que otros. Y el de mamporros, el cine de acción pura y dura no es un género que me guste demasiado ni que me aporte tampoco nada destacable. Sin embargo, no siempre tenemos ganas de ver películas sesudas o dramas profundos. Hay tardes de otoño en que uno se contenta con un mero pasatiempo, una diversión intrascendente, una película para palomitas y nada más. Pero incluso para un mero pasatiempo es necesario un mínimo de nivel, un mínimo de rigor y calidad. No vale cualquier cosa. Y con Plan de escape tengo la impresión que los responsables de la película se han contentado con reunir a dos viejas glorias de los ochenta y noventa y poco más, confiando en que su presencia fuera suficiente.

Para empezar, uno tiene la sospecha de que, desde el primer minuto, puede anticipar con pocas dudas el desarrollo de la película. Y por desgracia es así. La historia es rutinaria y su desarrollo carece de cualquier apunte original que pueda despertar nuestro interés o sorprendernos mínimamente. Solamente hay un giro argumental que nos sorprende, al final, y lo hace para peor, porque se trata de una de esas trampas rebuscadas y absurdas, innecesarias además, que añade más vulgaridad a un guión ya de por sí muy malo. Y es malo porque la historia resulta desde cualquier punto de vista increíble, los personajes no se sostienen en pie y todo el montaje chirría sin remedio. El mejor ejemplo de lo chapucero del trabajo de Keller y Chapman son unos diálogos estúpidos que nos dejan atónitos en más de una ocasión.

Así que, partiendo de una historia que deja de interesarnos desde el minuto uno, lo único que justifica que no apaguemos el televisor es disfrutar de esos dos pesos pesados del cine acción. Y la verdad es que tampoco el espectáculo resulta demasiado gratificante. La fuerza de Stallone y Schwarzenegger residía en su plenitud física, algo que ahora brilla por su ausencia, especialmente en el caso de Arnold, envejecido y un tanto incongruente en su papel. Como además nunca fueron dos buenos actores, el resultado no es muy brillante. Eso sí, uno los contempla con cierto cariño, más como si acudiera a una despedida, a un film donde los rivales de antaño unen sus escasas fuerzas en un film que tiene más de homenaje que de propuesta realmente seria.

Con todo lo dicho anteriormente, es evidente que poco podemos sacar de esta película. El argumento no se sostiene, la mecánica carece de sorpresas, los personajes son rutinarios, acartonados y meros estereotipos, los ingenios para fugarse de la cárcel no se los cree nadie, jamás sentimos un peligro real sobre los protagonistas, todo es tan irreal como infantil... y hasta las escenas de acción no son más que un puñado de mamporros, más el tiroteo verbenero del final,  de tipos cachas con un desarrollo ya muy visto y un resultado más que predecible.

Así que mejor pasar de esta película, salvo que un ramalazo de nostalgia nos empuje a ver a estos dos colosos de antaño en pleno ocaso.