El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

lunes, 18 de octubre de 2021

Fuerza bruta



Dirección: Jules Dassin.

Guión: Richard Brooks (Historia: Robert Patterson).

Música: Miklós Rózsa.

Fotografía: William H. Daniels (B&W).

Reparto: Burt Lancaster, Hume Cronyn, Charles Bickford, Yvonne De Carlo, Sam Levene, Howard Duff, Art Smith, Jack Overman, Ella Raines, Roman Bohnen.

Joe Collins (Burt Lancaster) cumple condena en la prisión de Westgate, un lugar donde reina la violencia y el miedo a manos del sádico capitán Munsey (Hume Cronyn). 

Fuerza bruta (1947) toma como base argumental un motín en Alcatraz que duró dos días tras un intento fallido de fuga en 1946 y esto semeja condicionar el film, que desprende un aire de autenticidad notable. Sabemos que se trata de una película, pero tenemos la impresión en muchos momentos de estar presenciando algo verídico, a lo que también contribuye la fotografía en blanco y negro.

El aspecto más reseñable del film es su violencia, pero hemos de poner este hecho en su contexto. El cine, en sus primeros años, trataba la violencia de manera muy controlada. Nunca se mostraba directamente, sino que se recurría a elipsis y era el espectador el que completaba en su cabeza el puzzle. Pero poco a poco, los realizadores empezaron a forzar cada vez más, hasta llegar a la actualidad, donde no solamente las escenas violentas no se evitan, sino que son la razón de ser muchas películas. Cuando decimos que Fuerza bruta es un film violento debemos por lo tanto situarla en su época y, para 1947, lo que mostraba la película, directa e indirectamente, era de un crudeza pocas veces vista.

Estamos, por lo tanto, ante un film negro sin concesiones, donde se denuncia abiertamente la excesiva dureza de algunos elementos del sistema penitenciario frente a posturas más comprensivas que están en clara desventaja. Pero tampoco se suavizan las tintas con los presos, que son presentados también con cierta dureza: no dudan en matar al soplón de manera muy cruel y cuando se amotinan son una jauría descontrolada. Al final, lo que se puede sacar en claro es que un sistema basado en la represión, la crueldad y el abuso de poder no genera sino más violencia, odio y rabia entre los presos.

Otro dato curioso es que al repasar los motivos de algunos de los protagonistas para acabar entre rejas aparece la presencia de la mujer como la causante de ello. De manera indirecta, es cierto, pues es el marido el que desea ofrecerle el abrigo elegante a su esposa y elige para ello la vía del delito y es Joe quien queriendo ayudar a su novia enferma realiza el atraco que lo envía a prisión. Es el tema de la mujer fatal tantas veces visto pero sin que en realidad las mujeres se ajusten al estereotipo del cine negro, sino que se convierten en la excusa perfecta para el delito.

Burt Lancaster, a menudo sobreactuado, en esta ocasión se muestra más auténtico, con un trabajo sin artificios y lleno de fuerza. Cronyn por su parte da vida a un malvado un tanto curioso: no es fuerte, a menudo sus gestos son amables, pero por eso da mucho más miedo; es un hombre terriblemente cruel al que delata su mirada. Y el resto de secundarios, encabezados por el sólido Charles Bickford, componen un grupo humano que destila credibilidad por todas partes.

Fuerza bruta es un film de denuncia del sistema penitenciario basado en la violencia que solo genera más violencia; un film muy crudo para la época, sin concesiones y que aún a día de hoy mantiene vigente su mensaje pues, desgraciadamente, esa filosofía carcelaria y el abuso de poder puede que nunca lleguen a desterrarse de este mundo. 

martes, 12 de octubre de 2021

Tierras lejanas



Dirección: Anthony Mann.

Guión: Borden Chase.

Música: Joseph Gershenson.

Fotografía: William H. Daniels.

Reparto: James Stewart, Ruth Roman, Corinne Calvet, Walter Brennan, John McIntire, Jay C. Flippen, Harry Morgan, Steve Brodie, Connie Gilchrist, Robert J. Wilke, Chubby Johnson, Royal Dano, Jack Elam.

Jeff Webster (James Stewart) y su amigo Ben Tatum (Walter Brennan) se dirigen al Yukon (Canadá) con un rebaño de vacas para vender en Dawson, un pueblo de buscadores de oro. Sin embargo, nada más llegar a Skagway (Alaska), Jeff se topa con el corrupto shérif del pueblo, Gannon (John McIntire), que le confisca el ganado.

James Stewart dejó la comedia de lado y en los años 50 del pasado siglo inició una fecunda relación con Anthony Mann en el terreno del western. Tierras lejanas (1955) es una de las mejores películas que nacieron de esta colaboración con el director.

Con el telón de fondo de unos espectaculares paisajes, el film se centra en la figura de Jeff, un vaquero inquieto que ha recorrido medio país y que siempre encuentra un motivo para no asentarse en ningún lugar, desatendiendo el sueño de su amigo Ben de comprar un rancho en Utah, donde llevar una vida tranquila. Pero Jeff es un tipo extraño, independiente y que, fruto de un desengaño con una mujer en el pasado, ha decidido no depender ni necesitar a nadie. No pide ayuda y tampoco parece dispuesto a prestársela a nadie. 

Sin embargo, cuando se relacione con los buscadores de oro y llegue a formar parte de la comunidad, su determinación de permanecer al margen de todo empezará a resquebrajarse y poco a poco comienza comprender que no se puede vivir de espaldas de la gente.

Se trata, por lo tanto, de un enfoque diferente del western, acorde con los nuevos tiempos, que rompe con la tradición más clásica de los comienzos del género. El protagonista ya no es un héroe ejemplar, sino que se trata de un personaje más complejo, con un pasado que lo persigue, y que ha de redimirse con la ayuda de sus amigos, venciendo sus prejuicios. 

El acierto de Anthony Mann es saber conjugar perfectamente esta lucha interior del protagonista con la épica del western. La historia de superación de Jeff no interfiere con la lucha de los buscadores de oro contra la naturaleza agreste, la avaricia de algunos y la esperanza de llevar la civilización a nuevos territorios. El enfrentamiento de la gente trabajadora y humilde contra la corrupción y la crueldad del que impone la ley del más fuerte es el marco perfecto para la transformación de Jeff.

James Stewart nos brinda de nuevo una magnífica interpretación, demostrando su talla como actor, pues tanto en la comedia como en papeles dramáticos demostraba con solvencia el dominio de todos los registros. Pero además tenemos la oportunidad de disfrutar con aquellos genuinos secundarios de lujo que poblaban las películas en aquellos años dorados. El impagable Walter Brennan, en su maravilloso registro de bonachón fiel, acompaña a un soberbio John McIntire, uno de esos actores que, sin estridencias, creaba personajes sólidos como rocas, en este caso dando vida al cruel, avaricioso y cínico shérif de Skagway, creando uno de los malvados más reconocibles del western.

Sin duda, estamos ante todo un clásico del western. Un relato sencillo pero que encierra muchas lecturas y que no pierde nada de la esencia genuina del género.

domingo, 10 de octubre de 2021

Pena de muerte



Dirección: Tim Robbins.

Guión: Tim Robbins (Libro: Helen Prejean).

Música: David Robbins.

Fotografía: Roger Deakins.

Reparto: Susan Sarandon, Sean Penn, Robert Prosky, Margo Martindale, Celia Weston, Raymond J. Barry, R. Lee Ermey, Scott Wilson, Jack Black.

Condenado a la pena de muerte por el asesinato de dos jóvenes, Matthew Poncelet (Sean Penn) escribe a una religiosa pidiéndole ayuda.

Lo más llamativo de Pena de muerte (1995) es cómo aborda un tema bastante delicado y le da un tratamiento del todo alejado a lo que Hollywood nos tiene acostumbrados. Tim Robbins, que se apoya en un caso real, se aleja de lo fácil, de la sensiblería o la exageración y opta, con acierto, por una exposición sin adornos, pero también sin tomar partido ni por las víctimas ni por los asesinos. No hay una verdad absoluta, ni una maldad absoluta; se trata de seres humanos, con sus debilidades, sus herencias, el peso de su infancia, sus amores y sus frustraciones. Y el director intenta que entendamos todo eso: el dolor de las familias de las víctimas y su deseo de venganza; el dolor también de la hermana Helen (Susan Sarandon), cuya fe le anima a auxiliar a Matthew, aunque le parezca, de entrada, un ser malvado y cruel; y la personalidad de Matthew, un asesino racista y muy egoísta. Robbins no emite un juicio, sino que expone directamente los hechos y cada cuál tendrá que reflexionar sobre ese crimen terrible y sin sentido.

El film es una dura crítica hacia la pena de muerte, sin que ello exonere a Matthew, que no sólo no soluciona nada sino que suma una muerte más a las ya existentes, pero ahora de manera fría, calculada, planificada. Además, como bien dice Matthew, "no hay pobres en el corredor de la muerte", lo que incide en la falta de equidad de la justicia. Aquel que puede costearse una buena defensa no será condenado a muerte. Esta pena se reserva a los miserables, los pobres, los apartados de la sociedad. Es un sistema injusto en sí mismo y la culminación de ello se manifiesta en la pena capital.

Sin embargo, esa neutralidad del director, el evitar caer en dramatizaciones excesivas, lo cuál pienso que es un acierto, termina por crear un film un tanto frío. Incluso en los momentos de mayor intensidad reconozco que no terminaba de emocionarme. Creo que parte del problema puede ser que los personajes principales quedan un tanto difuminados. De la hermana Helen solo se nos aporta su remordimiento por matar a un animal siendo niña y nada más, con lo que entendemos su deseo de ayudar al preso en virtud de su fe, pero sin que lleguemos a adentrarnos plenamente en sus verdaderos miedos y motivaciones. Y lo mismo sucede con Matthew, lo que aún es peor. Habría sido imprescindible conocerlo mejor para poder empatizar más o al menos tener elementos para evaluar sus actos. Pero no es así e incluso desde el principio estamos engañados sobre su grado de participación en los asesinatos, solamente al final sabremos la verdad, pero ya es tarde.

Tampoco la dirección de Tim Robbins me pareció especialmente destacable. Su trabajo es correcto, pero falto de imaginación y no consigue dotar de pasión ni intensidad un relato al que podría haber sacado más partido.

Lo que me gustaría destacar por encima de otras consideraciones es la calidad de los diálogos, lejos de los que estamos acostumbrados a escuchar en el cine actual. Influíos sin duda por ese afán de equidad, de no tomar partido por parte del director, las conversaciones resultan directas, sin adornos, sin necesidad de cargar las tintas y con ello rebosan autenticidad por todas partes. Es algo que me sorprendió gratamente desde el inicio y me parece todo un acierto.

En cambio, en el desenlace creo Tim Robbins cae en lo que quería evitar desde el principio: un exceso de sensiblería. Entiendo que el momento de la ejecución justifica cierta intensidad mayor en el relato, pero ciertos adornos no casan del todo bien con el espíritu y el tono del resto de la película. Es más, creo que sobraban algunos minutos, sobre todo tras la ejecución, pero no es más que una apreciación muy personal. 

El trabajo de Susan Sarandon y de Sean Penn es, sin embargo, excelente. Ella derrocha naturalidad y cuando tiene que trasmitir pena o dolor lo logra sin excesos. Su trabajo fue recompensado con un Oscar. Sean Penn, en su caso, se quedó con la nominación y creo que su trabajo supera incluso al de Sarandon. Penn es frío al principio, desafiante, hasta cambiar cuando le llega la hora de la ejecución para mostrarse débil y asustado. Y en ambos registros está realmente perfecto.

Al final, sin embargo, lo que importa es reflexionar sobre cuanto se expone en esta historia: es imposible no sentir y comprender el dolor de los padres que han perdido a sus hijos de manera cruel e inhumana; comprendemos su deseo de venganza, aunque ninguna muerte redima a otra. Entendemos que existan personas como Matthew y que la sociedad deba protegerse de ellos, pero al final tenemos una justicia que se compra con dinero y una pena capital que no escapa de la barbarie que dice perseguir. Este es el verdadero valor de Pena de muerte, llevarnos a una reflexión muy interesante y compleja con una exposición directa, donde Tim Robbins intenta mantener la neutralidad.

viernes, 1 de octubre de 2021

En un lugar solitario



Dirección: Nicholas Ray. 

Guión: Andrew Solt (Historia: Dorothy B. Hughes).

Música: George Antheil.

Fotografía: Burnett Guffey.

Reparto: Humphrey Bogart, Gloria Grahame, Frank Lovejoy, Carl Benton Reid, Art Smith, Jeff Donnell, Martha Stewart, Robert Warwick, Morris Ankrum.

Dixon Steele (Humphrey Bogart) es un guionista que atraviesa una mala racha. Un día, le proponen que adapte un libro para una película y le pide a una joven que lo ha leído que le haga un resumen esa noche. A la mañana siguiente, la chica aparece asesinada.

En un lugar solitario (1950) nos vuelve a llevar a esa época dorada de Hollywood repleta de grandes películas; una época donde el cine se asentaba en unos guiones excelentes, como es el caso aquí, donde no solo se plantea la intriga básica, en este caso sobre quién asesinó a la joven Mildred (Martha Stewart), sino que esa es en realidad una excusa para adentrarnos en la personalidad violenta del protagonista y también en los entresijos del mundo del cine.

En un lugar solitario es el retrato de Steele, un guionista que no ha escrito nada bueno en mucho tiempo y que tiene una merecida fama de huraño y agresivo. Parece una persona resentida con el mundo y que a la mínima provocación reacciona con una violencia exagerada. Solo parece apreciar a otros perdedores, con los que es extremadamente amable y comprensivo. Vive solo, sin esperanza ni en la vida ni en su trabajo. Su sinceridad despiadada no le ha granjeado muchos amigos en la industria del cine, pero es algo que parece no importarle demasiado.

Pero todo cambia cuando conoce a Laurel Gray (Gloria Grahame), su vecina, por la que se siente inmediatamente atraído. Steele cree haber encontrado en ella a la mujer que siempre había buscado y Laurel termina también enamorándose de él. 

Sin embargo, su encuentro se produce a consecuencia del asesinato de Mildred y la policía sospecha directamente de Steele, la última persona con la que estuvo. Esas sospechas van prendiendo también en Laurel cuando va conociendo mejor a Steele y comprueba su agresividad incontrolada. Irremediablemente, esas sospechas minan los sentimientos de Laurel hacia él y termina decida a abandonarlo, asustada por su carácter y temiendo realmente que sea el asesino.

Todo ello nos brinda un film realmente diferente, muy interesante, en el que la intriga sobre el asesinato de Mildred nos mantiene en vilo, pero donde lo fundamental es el estudio de la personalidad humana, las frustraciones, el papel redentor del amor, el miedo, el fracaso o la soledad. Sin duda todo un universo denso que Nicholas Ray sabe presentar sin fisuras, con un relato directo. 

Para ello cuenta con un excelente Bogart, en uno de sus papeles más curiosos. Dentro de la mejor tradición del cine negro, Steele no es un ganador, no es un hombre sencillo. Al contrario, el personaje está lleno de sombras y el espectador, como Laurel, se siente atraído por él al tiempo que le teme, deseando que se redima, que sea inocente, pero sin poder sentir ninguna seguridad de que así sea. Al contrario que en otras cintas de cine negro, Gloria Grahame no es la mujer fatal que lleva al protagonista a su perdición. Más bien, es su tabla de salvación, su última esperanza. Pero en consonancia con el tono pesimista del género, tanto Steele, por su carácter violento, como Laurel, por sus miedos y falta de fe en él,  terminan por dinamitar la relación. El amor no es suficiente, el miedo termina venciendo y Laurel no puede acallar sus temores. Cuando finalmente todo se aclara, el daño es ya irreparable.

Diálogos bien construidos, narración precisa, interpretaciones llenas de profundidad, en especial Bogart, y sin embargo encuentro que En un lugar solitario no alcanza la cima. Desde mi punto de vista, falla el envoltorio. Lo que suele hacer de un buen film algo excepcional es cuando se vislumbra mucho más alrededor de la historia principal, más caminos que se podrían recorrer, cuando los personajes tienen un pasado. En este caso, todo se concentra en el protagonista y el resultado final parece algo desangelado.

Aún así, se trata de film único que nos demuestra el talento tanto de guionistas como de directores y actores en una época dorada del cine norteamericano, cuando hacer una película no era un mero proceso mecánico, como parece que es el caso de muchas producciones actuales.