El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

miércoles, 31 de mayo de 2023

Amélie



Dirección: Jean-Pierre Jeunet.

Guión: Guillaume Laurant y Jean-Pierre Jeunet.

Música: Yann Tiersen.

Fotografía: Bruno Delbonnel.

Reparto: Audrey Tautou, Mathieu Kassovitz, Rufus, Lorella Cravotta, Serge Merlin, Jamel Debbouze, Clotilde Mollet, Claire Maurier, Isabelle Nanty, Dominique Pinon, Artus de Penguern, Yolande Moreau.

Amélie (Audrey Tautou) tuvo una infancia solitaria, con lo que desarrolló una gran imaginación. Ya adulta, continúa sin relacionarse mucho con la gente. Pero un día descubre escondida en su apartamento una caja con recuerdos infantiles y ese hecho cambiará su vida.

Sin duda, en el momento de su estreno Amélie (2001) supuso un soplo de aire fresco en el universo de la comedia romántica, aportando una inventiva desbordante que hacía de la cinta un moderno cuento de hadas con toques surrealistas y una bondadosa intención de transmitir optimismo a toda costa.

El principal acierto de Jean-Pierre Jeunet, con unos claros precedentes por el cine fantástico, ha sido elegir a Audrey Tautou como protagonista de la película. Con su mirada hipnotizadora, su sonrisa pícara  y ese aire de niña grande la actriz dota de un encanto genuino a su personaje que, en otras manos, no sé bien a dónde habría ido a parar. Pero esta actriz derrocha naturalidad y encanto y termina enamorando al público, de manera que hace mucho más creíble y cercano el mensaje de la película y el director además sabe sacar partido a su mirada colocando la cámara a la altura de los ojos.

Sin embargo, a pesar de la tremenda originalidad del guión y el enfoque tremendamente novedoso, creo que a Amélie le sobran minutos de manera más que notoria. Si el comienzo es realmente original y nos engancha a un cuento lleno de pequeños detalles tiernos y maravillosos, al intentar explotar demasiado la idea, Jean-Pierre Jeunet cae por un lado en repeticiones que llegan a aburrir, una vez pasada la sorpresa inicial, y por otro abusa de algunos juegos imaginativos hasta caer en cierta banalidad en determinados momentos.

Es más, el juego acaba comiéndose la verdadera esencia de los personajes, que pierden entidad para convertirse en meros ejecutores de acciones cada vez más incomprensibles. Incluso el enamoramiento de la protagonista de Nino (Mathieu Kassovitz) se prolonga absurdamente en exceso, con lo que llega a perder el encanto que podría tener al principio. Por otra parte, ese afán de originalidad se descontrola con algunos personajes, como el propio Nino que, a ojos de cualquiera, se acercaría más a un perturbado, tirado en el suelo de la estación cuando lo conoce Amélie, que a alguien que inspire amor.

Seguramente manteniendo el relato en un tono menos extravagante, dejando un tanto de lado los juegos detallistas repetitivos y centrándose algo más en la personalidad de los protagonistas, el resultado habría sido igual de fantástico pero menos cansino.

Defectos a parte, Amélie ha de ser valorada especialmente por el derroche de imaginación y, especialmente, por la reivindicación de los sueños, de las esperanzas, de ser diferente a la normalidad y disfrutar de ello. Es una película optimista y positiva que encierra en ese mensaje lo más valioso de su propuesta.

Escrito sobre el viento



Dirección: Douglas Sirk.

Guión: George Zuckerman (Novela: Robert Wilder).

Música: Frank Skinner.

Fotografía: Russell Metty.

Reparto: Rock Hudson, Lauren Bacall, Robert Stack, Dorothy Malone, Robert Keith, Grant Williams, Robert J. Wilke, Edward C. Platt, Harry Shannon, John Larch. 

Kyle Hadley (Robert Stack), hijo de un magnate del petróleo y bebedor empedernido, conoce a Lucy Moore (Lauren Bacall) y se enamora al instante de ella. El problema es que su mejor amigo, Mitch (Rock Hudson) también se enamorará de Lucy. Ella terminará casándose con Kyle, que a su lado cambiará por completo.

Douglas Sirk, director alemán que como muchos compatriotas llegó a Hollywood huyendo del nazismo, se convirtió por méritos propios en el rey del melodrama, con películas como Solo el cielo lo sabe (1956), Imitación a la vida (1959) y esta, Escrito sobre el viento (1956), para muchos su obra cumbre.

No se puede negar la solidez de Escrito sobre el viento, tanto a nivel argumental como en una puesta en escena impecable, donde se demuestran las habilidades del director para montar unos melodramas que funcionan con precisión gracias a una profundización meticulosa en las debilidades humanas, creando personajes poderosos en sus pasiones y en sus tormentos, como ejemplifican de manera impecable Kyle, atormentado por no poder estar a la altura de su padre (Robert Keith) ni a la de su mejor amigo, y su hermana Marylee (Dorothy Malone), caprichosa niña mimada que al no conseguir el amor de Mitch se lanza en brazos de cualquiera.

Douglas Sirk también se apoya para subrayar el drama en una poderosa banda sonora y una fotografía que enfatiza con los tonos empleados los dramas que están a punto de suceder. 

Todo ello le da a Escrito sobre el viento una innegable fuerza expresiva, donde las tensiones van creciendo lentamente hasta la explosión final, sin que parezca que nada ni nadie pueda desviar el fatal desenlace que se adivina, como si una especie de maldición se cerniera sobre unos personajes incapaces de escapar de sus flaquezas.

Sin embargo, toda esta fuerza del destino, esta sucesión de acontecimientos desgraciados, estas premoniciones imposibles de evitar le dan un tono tan excesivo al drama que lo hacen muy deudor de su momento, algo que delatan unos diálogos fuertemente arcaicos. Vista hoy en día la película resulta algo teatral y el drama demasiado forzado como para que lo sintamos del todo creíble. Ello no resta validez a la propuesta ni méritos al trabajo de Douglas Sirk, pero es evidente que en dramas así el paso del tiempo tiene un efecto más fuerte que en otro tipo de películas.

Hay que destacar también el excelente reparto encabezado por Rock Hudson, un habitual en los dramas de Sirk, y cuya presencia se imponía con contundencia, y muy bien secundado por un genial Robert Stack y la maravillosa Dorothy Malone, ganadora nada menos que del Oscar a la mejor actriz secundaria por su papel de malvada niña rica caprichosa. A Lauren Bacall, sin embargo, me cuesta más verla en el papel asignado, pues no me parece de esas bellezas que cautiven a los hombres en un segundo.

En conclusión, estamos ante un clásico del melodrama de esos años cincuenta, con todas las virtudes de un argumento llevado al extremo y, por consiguiente, las dudas de verosimilitud que me genera hoy en día.

martes, 30 de mayo de 2023

El bar de las grandes esperanzas



Dirección: George Clooney.

Guión: William Monahan (Libro: J. R. Moehringer).

Música: Dara Taylor.

Fotografía: Martin Ruhe.

Reparto: Ben Affleck, Tye Sheridan, Daniel Ranieri, Lily Rabe, Christopher Lloyd, Max Martini, Rhenzy Feliz, Briana Middleton, Max Casella, Sondra James, Michael Braun.

En 1973, al no poder pagar el alquiler, Dorothy (Lily Rabe) ha de volver a casa de sus padres con su hijo JR (Daniel Ranieri), de nueve años.

Adaptación de las memorias del ganador del premio Pulitzer, J. R. Moehringer, El bar de las grandes esperanzas (2021) es una nueva prueba de lo bien que parece sentirse George Clooney tras la cámara.

La película cuenta la infancia JR, marcada sobre todo por la ausencia de su padre y los consejos de su tío Charlie (Ben Affleck) que ejerce el papel de padre, orientando al pequeño en las diferentes etapas de su vida. En la segunda parte, donde el papel de JR lo encarna Tye Sheridan, el relato versa sobre la etapa del protagonista en la universidad y sus primeros trabajos como periodista y su decisión de convertirse en escritor.

Si la primera parte, sobre la infancia de JR, tiene un cierto tono de cuento, con la belleza de ver las cosas a través de la mirada de un niño, la segunda es un relato menos sugestivo, con el primer desengaño amoroso, las amistades en la universidad y el enfrentamiento con el padre (Max Martini). Es una parte menos inspirada que la primera, aunque ambas pecan de lo mismo: poca profundidad, que se acusa más en la segunda porque la historia ofrece muchas más posibilidades dramáticas.

El tono elegido por George Clooney para este relato es más cercano a la comedia que al drama y, en todo caso, los momentos más dramáticos son tratados sin enfatizar demasiado las tintas, de manera que nunca llegamos a sentir verdadero dolor o desesperación en las vidas de los protagonistas, a pesar de no ser un camino de rosas. El bar de las grandes esperanzas es por lo tanto un film amable que no pretende ensañarse con los problemas planteados y al final ofrece un horizonte de esperanza.

El principal inconveniente de la historia tal y como la plantea el director es, como decía antes, que no termina de profundizar lo suficiente en los asuntos que aborda. Viendo la cinta tenía la sensación constante de estar esperando el momento decisivo, como si lo que estuviera viendo fuera una simple introducción. Sin embargo, nada realmente cambia esta concepción, de manera que la impresión es que George Clooney ha pasado por la superficie de los acontecimientos sin llegar a ahondar en ellos. Ni la lucha por labrarse un futuro como escritor, ni la relación con su padre, ni su primer amor... nada llega a adquirir verdadero protagonismo, quedándose en meras insinuaciones.

Su puesta en escena es elegante y el trabajo de Ben Affleck es de lo mejor que le he visto a este actor, que normalmente no suele impresionarme, al igual que el joven Daniel Ranieri, con un trabajo muy bueno para su corta edad. Pero estos aciertos no logran equilibrar la falta de fuerza de lo narrado, de manera que el resultado es un film agradable de ver pero que nos deja con cierta sensación de vacío.

Mando siniestro



Dirección: Raoul Walsh.

Guión: Grover Jones, Lionel Houser y F. Hugh Herbert (Novela: W. R. Burnett).

Música: Victor Young.

Fotografía: Jack Marta (B&W).

Reparto: Claire Trevor, John Wayne, Walter Pidgeon, Roy Rogers, George Hayes, Porter Hall, Marjorie Main, Raymond Walburn, Joseph Sawyer. 

Bob Seton (John Wayne), un vaquero de Texas, llega a Lawrence (Kansas) en los días previos a la Guerra de Secesión. Ante la violencia imperante, las fuerzas vivas de la ciudad convocan elecciones para el puesto de comisario y Bob decide presentarse como candidato. 

Mando siniestro (1940) es un intenso western inspirado en la situación vivida en Kansas en los años previos a la Guerra Civil, con el Norte y el Sur intentando llevar a la región a su bando mientras bandas de forajidos se aprovechaban de la falta de autoridad para saquear la zona. Comienza con un tono marcadamente de comedia, pero afortunadamente va tomando pronto el camino del drama hasta la impactante explosión de violencia final.

Quizá el mayor inconveniente de la película es que intenta abarcar demasiados hechos, con lo que no se detiene en ninguno lo suficiente, llegando incluso a secuencias donde de manera acelerada se resumen los acontecimientos. Ello provoca que algunos elementos no lleguen a profundizarse convenientemente, pero salvando este detalle, la película resulta todo un espectáculo gracias a la mano firme de Raoul Walsh, un director muy eficaz, especialmente en las secuencias de acción, como demuestra con la genial escena del asalto a Lawrence por las fuerzas de Cantrell (Walter Pidgeon), realmente espectacular.

La historia sigue dos vertientes: la meramente política, con los esfuerzos de Seton por desempeñar su cargo honestamente, aunque tenga consecuencias personales, como enemistarlo con la familia de su amada Mary (Claire Trevor); y la romántica, con el triángulo formado por Bob, Mary y Cantrell. Curiosamente, el guión aporta la novedad de que Mary se casa con Cantrell, lo que supone toda una sorpresa para lo que era habitual en este tipo de historias. Es evidente que luego se arreglará el tema, pero el plantearlo de esta manera resulta del todo curioso y añade un punto de incertidumbre muy interesante.

Otro elemento realmente sorprendente es cómo Cantrell se transforma de maestro de escuela y aspirante a comisario en un bandido sin escrúpulos ante la férrea oposición de su madre (Marjorie Main). Es verdad que habría sido interesante desarrollar más esta línea argumental, pues está repleta de posibilidades. Aún así, la idea de que un hombre, por ambición y también por su herencia biológica, se corrompa hasta el punto en que lo hace Cantrell resulta fascinante.

Mando siniestro no alcanza la excelencia tal vez por querer abarcar demasiado, con lo que la trama tiene partes poco desarrolladas, pero es lo suficientemente original y rica en sus planteamientos, además del excelente plantel de actores, como para que destaque como uno de los trabajos más recomendables de Raoul Walsh.

lunes, 29 de mayo de 2023

Encuentro en la noche


Dirección: Fritz Lang.

Guión: Alfred Hayes (Obra: Clifforf Odets).

Música: Roy Webb.

Fotografía: Nicholas Musuraca (B&W).

Reparto: Barbara Stanwyck, Paul Douglas, Robert Ryan, Marilyn Monroe, J. Carrol Nash, Silvio Minciotti, Keith Andes. 

Tras una larga ausencia Mae Doyle (Barbara Stanwyck) regresa a su ciudad natal. Allí conocerá a Jerry (Paul Douglas), un buen hombre que se enamorará de ella, y a su amigo Earl (Robert Ryan), por el que sentirá antipatía.

Encuentro en la noche (1952) es un interesante drama que se adentra en la naturaleza humana, sus deseos y sus contradicciones y el resultado parece ser poco reconfortante.

La historia gira en torno a un triángulo formado por Mae, una mujer que regresa al pueblo donde nació derrotada, tras ver como sus ilusiones cuando abandonó su ciudad no se han materializado; Jerry, un pescador bonachón e inocente que se enamora sinceramente de Mae, aunque ella reconoce de inmediato el peligro que corre ese buen hombre a su lado; y Earl, un tipo desengañado y cínico, muy parecido en el fondo a Mae, de ahí que a ella no le guste en absoluto, si bien en el fondo sabe que un tipo así la atrae sin remedio.

A pesar de sus temores, Mae decide casarse con Jerry en una especie de apuesta arriesgada. Él le dará la protección y el cariño que necesita y ella, aún sin amarlo, luchará para hacer algo bien de una vez por todas. Pero sus buenas intenciones no lograrán imponerse a su naturaleza. Ella parece preferir el riesgo y ante el acoso de Earl terminará cediendo a sus impulsos más profundos, aún sabiendo que su comportamiento es injusto hacia Jerry, injusto e injustificable.

Con un origen teatral que Fritz Lang disimula con acierto, dándole un dinamismo a la puesta en escena innegable y con el recurso, algo infantil visto hoy en día, de la metáfora de las nubes y las olas para anunciar los conflictos emocionales de los protagonistas, Encuentro en la noche tiene la virtud de exponer los problemas afectivos de los tres protagonistas muy acertadamente, sin caer en los dramas excesivos, lo que podría resultar más efectivo de cara al espectador, pero seguramente menos convincente.

La clave está en la búsqueda de la felicidad por parte de Mae y Earl, que se basa en un enfoque decididamente egoísta. El resultado es que no les importa el daño que puedan hacer, que se justifica por lo que consideran una aspiración legítima a ser felices. Sin embargo, algo ha cambiado para Mae en el presente: Jerry es un buen hombre y la ha amado con nobleza y sin reproches, y además, ahora Mae es madre, lo que también le da una perspectiva diferente de su papel en el mundo. Por eso, sus prioridades cambian y ya no puede justificar su deseo de felicidad tan sencillamente como antes. Además, Mae se da cuenta que siguiendo sus impulsos tampoco ha conseguido ser feliz y por ello decide, por primera vez en su vida, hacer lo que debe, por encima de sus caprichos. Tal vez así pueda estar en paz consigo misma.

Como se ve, un conflicto intenso y profundo que además cobra una fuerza superior con la magnífica Barbara Stanwyck, una de esas actrices con tanta personalidad que llena la pantalla.

Tal vez el problema principal de la película, que le impide alcanzar un nivel superior, sea el exceso de metraje, con escenas que no aportan demasiado al drama central. Pero incluso los momentos más decisivos de la historia tampoco se desarrollan con la agilidad necesaria, de manera que algunas escenas clave parecen pedir a gritos más concreción, pues se alargan con diálogos algo redundantes que restan fuerza a la escena.

Aún sin alcanzar la excelencia, Encuentro en la noche me parece un drama muy interesante sobre las relaciones humanas, con unos personajes realmente muy bien diseñados, algo que por desgracia parece haberse perdido con frecuencia en el cine actual.

Las minas del rey Salomón



Dirección: Compton Bennett y Andrew Marton.

Guión: Helen Deutsch (Novela: H. Rider Haggard).

Música: Mischa Spoliansky.

Fotografía: Robert Surtees.

Reparto: Deborah Kerr, Stewart Granger, Richard Carlson, Hugo Haas, Lowell Gilmore, Kimursi, Siriaque, Sekaryongo, Baziga.

Allan Quatermain (Stewart Granger), un experto cazador, acepta servir de guía a Elizabeth Curtis (Deborah Kerr) en la búsqueda de su esposo, desaparecido en una desconocida región de África mientras buscaba las minas del rey Salomón.

Las minas del rey Salomón (1950) es el típico film de aventuras de mediados del siglo XX, con todos sus aciertos y también sus lógicos defectos. Sin embargo, al final suelen pesar más los primeros, sobre todo porque el paso del tiempo y la evolución del género, a peor desde mi punto de vista, le dan un empaque a este tipo de películas que compensan las limitaciones técnicas más que evidentes, en especial con el recurso de las transparencias, que a día de hoy está claro que ha quedado obsoleto.

Lo importante en los films del género es transmitir la aventura, lo exótico, el peligro de tierras y culturas extrañas. Y Las minas del rey Salomón cumple esta premisa con nota: las imágenes de los animales africanos, con una estampida espectacular incluida; las muestras de las culturas nativas, con sus ritos, supersticiones y danzas, todo ello demuestra el esmero de realizar una película completa, sin escatimar recursos para que podamos sentirnos inmersos en las selvas y paisajes africanos. Incluso vemos el nacimiento de una cría de cocodrilo, un detalle realmente maravilloso.

Quizá donde flojea más la historia, fruto de un guión no muy profundo, es en la aventura en sí de los protagonistas, que a veces parece que van de paseo y todos los grandes peligros pronosticados no se plasman con la fuerza necesaria. Puede que influya el hecho de que en este tipo de aventuras se sabe de antemano el final feliz, pero aún así creo que al viaje de Quatermain le falta intensidad. 

Y del mismo modo, el consabido romance entre el explorador y Elizabeth tampoco tiene la fuerza necesaria para que lo vivamos con pasión, quedando un tanto superficial, limitándose todo a un par de besos.

Lo bueno es contar con Stewart Granger y Deborah Kerr como protagonistas. Él tiene un indudable atractivo para este tipo de papeles y lo demostrará en otros films de aventuras como El prisionero de Zenda (Richard Thorpe, 1952) o Scaramouche (George Sidney, 1952). Deborah Kerr, por su parte, tiene una elegancia natural innegable, además de ser una actriz solvente para cualquier papel. Como pareja, funcionan admirablemente y de haber sabido dotar de más fuerza a su romance, la película habría ganado mucho.

Con el gran acierto de llevar el rodaje a África, lo que le da a la película un toque innegable de autenticidad, para aquellos a los que les gusten las aventuras a la antigua usanza, con su épica, su romance y su simpleza, Las minas del rey Salomón será un buen pasatiempo.

domingo, 28 de mayo de 2023

Eclipse total



Dirección: Taylor Hackford.

Guión: Tony Gilroy (Novela: Stephen King).

Música: Danny Elfman.

Fotografía: Gabriel Beristain.

Reparto: Kathy Bates, Jennifer Jason Leigh, Christopher Plummer, David Strathairn, Judy Parfitt, John C. Reilly, Ellen Muth, Bob Gunton, Eric Bogosian.  

Cuando Dolores Claiborne (Kathy Bates) es acusada de matar a la anciana a la que cuidaba, su hija Selena (Jennifer Jason Leigh) regresa al hogar tras muchos años ausente.

Que el guión de la película esté basado en una novela de Stephen King parece la excusa perfecta para ver Eclipse total (1995), un film con un suspense que promete más de lo que finalmente ofrece.

La historia gira en torno a un pasado tormentoso en la vida de Dolores Claiborne, con dos muertes extrañas a sus espaldas. La primera, ocurrida años atrás, tiene que ver con un marido alcohólico que la maltrataba. Para el detective Mackey (Christopher Plummer), que investigó los hechos, se trató de un asesinato que no pudo probar. Y esa mancha en su expediente es lo que ahora lo empuja a intentar probar por todos los medios que Dolores asesinó a la señora Donovan (Judy Parfitt), a la que cuidaba, para heredar su fortuna. 

Pero Dolores no solo tendrá que enfrentarse a Mackey, rencoroso y vengativo, sino a su propia hija, que mantiene con ella una difícil relación motivada también por una infancia complicada en medio de un matrimonio donde eran frecuentes las peleas. Para Selena, su padre también parecía una víctima del mal genio de Dolores.

Lógicamente, en este tipo de películas, con un argumento que oculta sus cartas hasta el final y juega un poco al despiste, hemos de tragarnos las inevitables trampas que pueblan el guión. Sin embargo, lo principal termina siendo la relación de madre e hija, su difícil convivencia por el abismo de reproches de Selena hacia su madre que las separa. Y es aquí donde brilla con fuerza la increíble interpretación de Kathy Bates, sin duda una de las mejores actrices de la historia y que sostiene con un talento descomunal toda la película sobre sus espaldas.

Al final, la resolución de todos los conflictos y misterios presentados no resulta tan fascinante como habríamos imaginado e incluso el desenlace resulta un tanto endeble a pesar de los intentos del director por darle toda la emotividad posible. Tal vez las expectativas iniciales eran demasiado altas o lo más probable es que Taylor Hackford no haya conseguido plasmar con eficacia toda la densidad de los problemas presentados. 

Pero aún así, la película resulta lo suficientemente interesante con los misterios esbozados como para mantener nuestro interés durante todo el metraje.

Héroes fuera de órbita



Dirección: Dean Parisot.

Guión: David Howard y Robert Gordon.

Música: David Newman.

Fotografía: Jerzy Zielinski.

Reparto: Tim Allen, Sigourney Weaver, Alan Rickman, Tony Shalhoub, Sam Rockwell, Daryl Mitchell, Enrico Colantoni, Robin Sachs, Patrick Breen, Jed Rees. 

Los protagonistas de una serie de ciencia ficción cancelada hace años mantienen cierta notoriedad asistiendo a convenciones de fans. En uno de esos eventos, unos auténticos extraterrestres acuden a solicitar su ayuda convencidos de que la serie que han visto es en realidad un documento histórico y, por lo tanto, los protagonistas no son actores, sino auténticos héroes.

Héroes fuera de órbita (1999) es una comedia descabellada que rinde una especie de tributo a la mítica Star Treck

La idea de una civilización extraterrestre suficientemente avanzada técnicamente como para poder viajar hasta la Tierra, pero mentalmente en un estado de inocencia tan elevado como tomar una serie como un documento histórico, es la base para esta comedia surrealista e increíblemente infantil. No estamos ante una gran película, es cierto, pero en su simplicidad y ausencia de grandes pretensiones fundamenta su eficacia.

Lógicamente, con un argumento tan descabellado es imposible tomarse nada en serio y todas las aventuras de nuestros actores convertidos en héroes accidentales son absurdas, pero dentro de esta fantasía tienen sin embargo un punto de emoción que nos mantiene pegados a la pantalla, disfrutando y sufriendo a partes iguales de esta aventura galáctica.

Es verdad que el argumento, dentro de su originalidad, sigue fiel a un esquema de las películas de aventuras que hemos visto mil veces, de ahí que no nos podemos esperar ninguna sorpresa, más allá de las originales criaturas que pueblan la historia, como el monstruo confeccionado con piedras, realmente genial. Todo lo demás, en cuanto a argumento y desarrollo, es muy simple y apegado a estereotipos muy frecuentes.

La gracia y el interés de la película reside en ver a unos actores venidos a menos, desengañados y aburridos de sus fans y de la repetición de unos papeles que ya no tienen mucho sentido para ellos, convertidos en héroes a los ojos de unos visitantes con la mentalidad de niños. De esta manera, si buscamos más allá de la evidencia, podremos ver un bonito homenaje a los héroes de la infancia que, a pesar de los años transcurridos, siempre tienen algo mágico para el que los disfrutó siendo un niño. Es algo que nos pasa a todos con aquellas series o películas que nos marcaron en algún momento de nuestra infancia.

Motivados por esa admiración infantil, los actores no solo recuperan su amor propio, sino que incluso son capaces de arriesgar sus vidas ayudando a los extraterrestres en peligro. Este bonito mensaje es seguramente lo más reseñable de la película que, con momentos divertidos, no deja de ser un pasatiempo bastante rudimentario. Cuenta, eso sí, con un buen reparto que es lo que salva el relato y le da cierta dignidad que, en manos de otros actores, seguramente hubiera resultado mucho más penoso.

En resumidas cuentas, Héroes fuera de órbita no es una comedia especialmente inspirada ni un film de aventuras novedoso, salvo por lo disparatado del punto de partida, pero funciona como un pasatiempo inocente y sin pretensiones, haciéndonos pasar un rato entretenido con una historia que se pasa tan rápidamente que no tendremos tiempo de aburrirnos ni arrepentirnos de verla.

sábado, 27 de mayo de 2023

Barry Lyndon



Dirección: Stanley Kubrick.

Guión: Stanley Kubrick (Novela: William Makepeace Thackeray).

Música: Leonard Rosenman.

Fotografía: John Alcott.

Reparto: Ryan O'Neal, Marisa Berenson, Patrick Magee, Hardy Kruger, Gay Hamilton, Godfrey Quigley, Steven Berkoff, Marie Kean, Murray Melvin, Frank Middlemass, Leon Vitali, Leonard Rossiter.

Redmond Barry (Ryan O'Neil), un joven irlandés de origen humilde, ha de abandonar su casa tras batirse en duelo con John Quin (Leonard Rossiter), pretendiente de su prima Nora (Gay Hamilton), de la que Redmond está enamorado. Comienzan así una serie de peripecias que llevarán al joven a participar en la Guerra de los Siete Años.

Barry Lyndon (1975) no figura entre las mejores películas del director, si bien conserva las señas de identidad de Kubrick en un perfeccionismo exhaustivo.

El relato del ascenso y caída del protagonista es técnicamente impresionante y recoge la obsesión del director por la exactitud de los detalles, estudiando cuadros de la época en que transcurre la película para que el vestuario fuera lo más fiel posible.

Esta obsesión artística le llevó también a estudiar a pintores como Thomas Gainsborough o John Constable para reproducir exquisitos paisajes dominados por unos cielos impresionantes que recuerdan a alguna de sus pinturas. Ese afán por dotar a la cinta de un aspectos pictóricos también le llevó al uso del zoom, de manera que desde un primer plano nos lleva a un plano general que parece sacado de un cuadro.

Pero esa obsesión por cuidar cualquier mínimo aspecto de la producción hizo que Kubrick filmara con la ayuda solamente de velas y luz natural muchas escenas, todo un esfuerzo técnico, llegando incluso a utilizar velas hechas con cera de abeja, como se usaban en el siglo XVIII.

El resultado es un film brillante visual y estéticamente, pero a costa de dotar a la narración de una frialdad algo excesiva, apoyada también por esa lentitud con la transcurren las escenas, donde el director se recrea en su obsesión por poblar la historia de imágenes hermosas.

Quedan, por lo tanto, los personajes en un nivel inferior, sin alcanzar quizá la profundidad deseada, aunque eso no impide que algunos momentos de la historia tengan una fuerza dramática importante, como los duelos, pero dentro de un conjunto marcado por ese tono un tanto impersonal.

Otro detalle curioso es el uso de un narrador que nos va anticipando los acontecimientos más importantes en la vida de Barry Lyndon. Este detalle tiene sus pros y sus contras. A su favor, está el hecho de que es un recurso elegante que le da un tono profético y trágico a la historia del protagonista; por contra, al anticipar algunos sucesos se pierde la sorpresa, pues sabemos lo que va a suceder.

Atención también a la banda sonora, con obras clásicas de Haendel o Schubert y la maravillosa "Women of Ireland" de The Chieftains.

Aún reconociendo los méritos de una película tan ambiciosa, a Barry Lyndon le falta mayor calado humano en la historia. A veces tenía la sensación de irrealidad, de que lo contado era sencillamente una fábula; me costaba meterme en las vicisitudes de los protagonistas y lo achaco a esa falta de profundidad de la historia, con cierto toque irreal que también aporta la voz del narrador, sumado a la frialdad con que el director expone los acontecimientos.

De siete nominaciones, la película se hizo finalmente con cuatro Oscar: fotografía, dirección artística, banda sonora y vestuario, es decir, los elementos en los que el director se empeñó en que fueran perfectos, todos técnicos.

La gran jornada



Dirección: Raoul Walsh.

Guión: Hal G. Evarts.

Música: Arthur Kay, Reginald Hazeltine Bassett, Peter Brunelli, Alfred R. Dalby y Jack Virgil.

Fotografía: Arthur Edeson (B&W).

Reparto: John Wayne, Marguerite Churchill, El Brendel, Tully Marshall, Tyrone Power, David Rollins, Frederick Burton, Ian Keith, Charles Stevens, Louise Carver. 

Una caravana de colonos se dirige al norte de Oregón, atravesando unos cinco mil kilómetros. Breck Coleman (John Wayne) viaja como explorador, siguiendo la pista de los asesinos de su mejor amigo.

Lo primero que tenemos que tener en cuenta viendo La gran jornada es que se trata de una película de 1930, cuando el cine aún estaba dando sus primeros pasos, especialmente el cine sonoro. De ahí lo maravilloso que resulta el espectáculo que nos brinda Raoul Walsh, donde demuestra su ambición y también el dominio de los elementos a su alcance.

Además, en una época en que los films sonoros recurrían a un enfoque más bien teatral, Walsh saca los bártulos al exterior y consigue un relato dinámico y fresco que anuncia los grandes logros que irá dando el cine sonoro en cuanto vaya madurando.

La gran jornada es sobre todo el relato del difícil y peligroso viaje de la caravana de peregrinos, sometidos a todo tipo de calamidades, unas por la dureza de los territorios que deben cruzar, salvando ríos, desniveles y desiertos, y otras por la presencia de indios, opuestos a dejarlos pasar por sus tierras.

Es sin duda en este apartado donde Raoul Walsh muestra especialmente su talento y nos brinda un relato  épico cercano casi a un documento histórico. Destaca la magnífica ambientación, la meticulosidad con que están filmadas todas las etapas del viaje de manera que podemos casi sentir el polvo en nuestros ojos y el cansancio en nuestros huesos.

Acompañando al relato del viaje, el argumento teje una historia de venganza con el consabido romance entre el héroe, un John Wayne que afrontaba su primer gran trabajo de protagonista, y una hermosa Marguerite Churchill. A pesar de que esta parte de la historia está tratada con eficacia y aporta notables momentos de tensión y drama, es un tanto más simple que la parte del viaje, pero cumple de sobras con su cometido de aligerar y amueblar la historia del periplo.

Quizá lo que ha envejecido peor es la figura del personaje gracioso, en disputa constante con su suegra, que hoy en día resulta algo infantil.

Tampoco se libra la película de ciertas reminiscencias del cine mudo, como el uso de textos explicativos a lo largo de toda la película o la manera en que Breck sospecha de quién pudo haber matado a su amigo, mediante el recurso de un flash back directo, sin ningún tipo de elemento que lo diferencie del presente. En todo caso, son meros detalles que no empañan para nada la magnitud y la belleza de una película espectacular.

El problema fue que el film tuvo unos costes muy elevados que no se vieron acompañados por el éxito comercial, de manera que en su momento La gran jornada no tuvo el premio que habría merecido.

viernes, 26 de mayo de 2023

Focus



Dirección: Glenn Ficarra y John Requa.

Guión: Glenn Ficarra y John Requa.

Música: Nick Urata.

Fotografía: Xavier Grobet.

Reparto: Will Smith, Margot Robbie, Rodrigo Santoro, Gerald McRaney, Adrian Martinez, Robert Taylor, BD Wong, Brennan Brown, Dominic Fumusa. 

Nicky Spurgeon (Will Smith), un experto estafador, conoce a Jess (Margot Robbie), una estafadora también pero sin mucha experiencia. Ante los ruegos de Jess, Nicky decide emplearla en uno de sus golpes.

Focus (2015) quiere ser una comedia de enredos en torno a un timador experto y su joven aprendiz. El problema es que no funciona muy bien en ningún aspecto, perjudicada por un guión vacío y absurdo.

La idea de una comedia sobre el mundo de los timadores no es nueva, pero tiene los suficientes elementos como para que pueda funcionar adecuadamente. Además, los directores tienen un as importante, como es contar con Will Smith, que es una garantía de eficacia, además de su gancho como estrella reconocida, y Margot Robbie, una actriz más que aceptable y con un encanto personal incuestionable. Juntos, forman una pareja que funciona a la perfección, adornando con eficacia el producto.

Pero todo lo anterior no es suficiente si no contamos con un guión sólido que de sentido al resto. Y los directores y guionistas no han sido capaces de crear una historia mínimamente creíble.

Para empezar, los personajes no tienen profundidad, solo se mueven en un plano superficial, ni siquiera el romance entre ellos tiene un poco de peso. Y la trama se desarrolla a golpes de efectos, pero sin resultar interesante ni plausible. Es un juego, todo humo, música y algo de ritmo para adornar las secuencias. Pero falta dramatismo, falta un desarrollo coherente, algo que nos involucre y nos emocione en las andanzas de los protagonistas, que se encuentran, se separan y se vuelven a encontrar sin una explicación convincente, sino al capricho de un guión tramposo, vacío y decepcionante.

Con todo esto, no es de extrañar que veamos los sucesos sin ningún apego, ni siquiera en los momentos supuestamente más dramáticos, pues es muy difícil creerse nada del relato, de manera que los giros sorprendentes tampoco nos alteran lo más mínimo, primero porque son absurdos y segundo porque jamás nos metemos en una historia que no tiene mucho sentido de principio a fin.

Focus no es nada. Una película sin una trama sólida, con personajes de pacotilla y enredos tan absurdos que es imposible tomarlos ni medio en broma. Es el cine de hoy en día: un mero espectáculo sin sentido que ni siquiera se toma la molestia de disimular sus carencias.

Los siete samuráis



Dirección: Akira Kurosawa.

Guión:  Akira Kurosawa, Shinobu Hashimoto y Hideo Oguni.

Música: Fumio Hayasaka.

Fotografía: Asakazu Nakai (B&W).

Reparto: Toshirō Mifune, Takashi Shimura, Daisuke Kato, Isao Kimura, Minuro Chiaki, Seiji Miyaguchi, Yoshio Inaba, Yoshio Tsuchiya, Yukiko Shimazaki, Keiko Tsushima, Kamatari Fujiwara, Kokuten Kōdō.

Japón, finales del siglo XVI, un pueblo de campesinos, hartos de sufrir los saqueos de los bandidos, decide contratar a unos samuráis para hacer frente al próximo ataque.

Akira Kurosawa es quizá el director japonés más universal. La clave de ese reconocimiento reside en la maestría con la que es capaz de aunar épica y sentimientos, relatos grandiosos siempre con el hombre como centro de todo. Si tuviera que buscar un director occidental de corte similar estos serían John Ford y David Lean.

De hecho, para Los siete samuráis (1954) Kurosawa se inspiró en los westerns de John Ford para crear una de sus obras más reconocidas universalmente y que está en la base de muchas películas posteriores que beben, directa o indirectamente, de esta obra.

El conflicto de un pueblo de campesinos con los bandidos, que saquean su aldea regularmente e incluso secuestran a sus mujeres, da pie para crear un relato que aúna la épica del enfrentamiento de los campesinos con la ayuda de siete samuráis con un análisis de la condición humana, tanto individual como colectivamente.

La grandeza de Los siete samuráis es que funciona perfectamente en todos los niveles.

A nivel histórico, por ejemplo, tenemos una visión muy certera de la realidad social y económica de Japón en el siglo XVI. Los samuráis contratados como mercenarios son en realidad ronin, es decir, guerreros sin amo, que malviven y aceptan ayudar a los aldeanos solamente a cambio de comida. Además, son un grupo visto con recelo por los campesinos, pues temen que con su maestría en la lucha puedan aprovecharse de ellos. La imagen pues que se ofrece de los samuráis no es muy positiva. Como tampoco lo es el hecho de que los campesinos tengan que recurrir a contratar mercenarios para defenderse, algo que habla muy mal de la estructura del estado en esa época.

La miseria de los aldeanos también refleja las duras condiciones de vida de la época, con una economía de subsistencia y unas condiciones de vida bastante precarias.

A nivel meramente humano, Kurosawa logra reflejar con precisión las miserias de la naturaleza humana, encarnadas en los habitantes de la aldea, egoístas y mezquinos que, aunque solicitan ayuda de los mercenarios simplemente a cambio de comida, son incapaces de vencer sus miedos y ni siquiera acuden a recibirlos cuando llegan a la aldea. Y en el momento de la verdad seguirán demostrando su cobardía, incapaces de sacrificarse por el grupo y menos aún de confiar en los samuráis.

Éstos, por su parte, sí que son los suficientemente generosos como para poner en peligro sus vidas a cambio de casi nada. Solamente por su sentido del deber, por ayudar a los necesitados, demostrando una valentía más allá de la meramente militar.

Una vez cumplida la misión, los campesinos volverán a demostrar su ingratitud, plantando el arroz mientras ignoran los tres supervivientes que sienten que han vuelto a perder, pues se irán de la aldea tan solos y necesitados como al llegar.

Con una fotografía espléndida, el director mantiene el relato siempre en tensión, sin tiempos muertos, creciendo en intensidad a medida que se acerca el momento decisivo de la lucha con los bandidos. Con una exposición siempre clara y precisa, Kurosawa también es capaz de transcender el mero relato bélico con momentos de una belleza casi poética, como en el romance del joven samurái Katsushiro (Isao Kimura) con Shino (Keiko Tsushima). 

Es cierto, sin embargo, que la expresividad de los actores japoneses choca con el estilo occidental, de manera que puede resultar algo teatral la manera de comportarse de ciertos personajes en algunos momentos. Ello es especialmente notable con la figura de Kikuchiyo (Toshirō Mifune), el personaje más estrafalario de todos y en el que recae el papel de cómico del grupo y cuyas reacciones no encajan con lo habitual en la cultura occidental. Una vez asumidas esas diferencias, lo que se consigue rápidamente, son meros detalles sin más trascendencia.

Definitivamente, una película grandiosa de un director con un talento y una sensibilidad excepcionales.

La muy conocida Los siete magníficos (John Sturges, 1960) es una versión en clave de western de la obra de Kurosawa. Cualquier comparación entre ambas resulta innecesaria y absurda.

jueves, 25 de mayo de 2023

Juntos, nada más



Dirección: Claude Berri.

Guión: Claude Berri (Novela: Anna Gavalda).

Música: Frédéric Botton.

Fotografía: Agnès Godard.

Reparto: Audrey Tautou, Guillaume Canet, Laurent Stocker, Françoise Bertin, Hélène Surgère, Firmine Richard, Magalie Madison.

Camille (Audrey Tautou), que trabaja en una empresa de limpieza, un día conoce a Philibert (Laurent Stocker), su vecino, y comienzan una relación de amistad que hace que Camille termine viviendo en el piso de Philibert, donde también reside su amigo Frank (Guillaume Canet).

Acostumbrados a películas románticas que suelen caer en excesos con facilidad, se agradece una propuesta un poco sensata como Juntos, nada más (2007). No es una gran película, pero al menos es sincera en sus planteamientos.

Juntos, nada más no ofrece nada realmente sorprendente, sino que es una sencilla historia de amistad y amor entre personas a las que no les va demasiado bien en la vida, pero que apoyándose mútuamente consiguen hacer un poco mejor sus vidas.

Camille trabaja de limpiadora, aunque se adivina que no es su vocación y que hace ese trabajo resignada. Es una mujer solitaria que no parece tener muchas ilusiones. Su vecino Philibert proviene de una familia noble, pero él es precisamente la oveja negra, con un trabajo banal, viviendo de prestado en un piso que pronto se venderá y con una gran inseguridad en sí mismo. El tercero en discordia es Frank, cocinero. Vive con Philibert y no es feliz. Además, le toca ocuparse de su abuela Paulette (Françoise Bertin), convaleciente, con lo que prácticamente no tiene ni un minuto libre a la semana, entre el trabajo y visitar a su abuela.

Después de que Camille invite a cenar a Philibert, entre ambos surge una incipiente amistad. Son dos personas con problemas, necesitados de atención y afecto, que parecen confortarse. Así que, cuando Camille enferma, Philibert se la lleva a su piso para cuidarla. Algo que no le gusta demasiado a Frank, al menos al principio.

Así que Juntos, nada más se limita a mostrarnos la vida de esas personas, cómo se van apoyando, conociéndose, aceptándose y queriéndose. No se trata de una gran comedia ni de un drama, es un poco un retazo de la vida de personas con problemas para relacionarse, para ser felices. Nada que no hayamos conocido nosotros, que no hayamos experimentado: problemas de trabajo, de pareja, de inseguridad.

El acierto de Claude Berri es afrontar el relato con absoluta normalidad, sin excesos de ningún tipo. Incluso su cámara se vuelve invisible, de manera que la historia se muestra con tal naturalidad que a menudo olvidamos que la cámara está ahí, que hay una elección de planos, de cortes. 

Es verdad que esta naturalidad penaliza la emoción. El relato carece de momentos fuertes, de garra; incluso con la muerte de Paulette, una escena contada con tal sencillez que no provoca apenas ninguna emoción. Sin duda, habrá quienes vean en ello un defecto, pero creo que tal y como está enfocada la película desde el principio este tratamiento resulta del todo consecuente y evita también sentimentalismos que a veces empañan la historia.

Maravillosas actuaciones de los cuatro protagonistas, especialmente Laurent Stocker, un actor que me ha sorprendido gratamente. Audrey Tautou, como siempre, explota con eficacia su increíble mirada, si bien su trabajo, en líneas generales, resulta algo apagado.

Un film, en resumen, que parece honesto en la presentación de los personajes y sus vidas. No tiene realmente nada de excepcional, pero en su normalidad resulta gratificante al menos.

La versión Browning



Dirección: Anthony Asquith.

Guión: Terence Rattigan (Obra: Terence Rattigan).

Música: Arnold Bax y Kenneth Essex.

Fotografía: Desmond Dickinson (B&W).

Reparto: Michael Redgrave, Jean Kent, Nigel Patrick, Ronald Howard, Brian Smith, Wilfred Hyde White, Bill Travers, Judith Furse, Peter Jones, Sarah Lawson.

Debido a una enfermedad, el profesor Crocker-Harris (Michael Redgrave) debe dejar su puesto de profesor en la escuela en la que ha ejercido la docencia durante muchos años. En el último día del curso, irá poniendo en orden su vida.

Bajo una apariencia de película modesta, La versión Browning (1951) ofrece un recorrido profundo por la naturaleza humana con una precisión admirable.

La historia gira en torno a un profesor que ha de dejar su puesto de trabajo a causa de una enfermedad grave. Y es en esas circunstancias cuando empieza a repasar su vida en la docencia, valorando sus expectativas iniciales y lo que ha conseguido después de toda una vida de enseñanza. Y la conclusión no es muy positiva, el profesor siente que ha fracasado a pesar de su sincera vocación. 

Pero además de su sensación de fracaso profesional, también es consciente de la ruina de su matrimonio. Sin reproches, reconoce que tanto él como su esposa (Jean Kent) no han sabido satisfacer sus necesidades y han terminado odiándose. Ella, además, tiene una aventura con el profesor Hunter (Nigel Patrick) que Crocker-Harris acepta resignado.

Tampoco su escuela se porta decentemente con él en su despedida, negándole una pensión y menospreciándolo en el acto de fin de curso. 

Ante todo esto, Crocker-Harris reacciona como una persona derrotada, asumiendo su suerte sin oponer resistencia. Como piensa su esposa y muchos de sus alumnos, se ha convertido en un cadáver.

Sin embargo, un regalo de un alumno compasivo (Brian Smith) y las sinceras disculpas del profesor Hunter llevarán a Crocker-Harris a una última reflexión y en su abatimiento encontrará algún recurso para la esperanza. Aún sintiendo que su vida ha sido un fracaso, comprende que al menos se ha ganado la admiración de un alumno y el respeto de un compañero. Encontrará entonces las fuerzas para hacer valer sus derechos ante el director de la escuela (Wilfred Hyde White), dejará finalmente a su esposa y hará las paces con sus alumnos, presentes y pasados, asumiendo sus errores y pidiendo perdón.

Una historia sorprendente que se asienta en un guión realmente sólido que sabe analizar el interior del profesor con inteligencia, acierto y una contención admirable. No se busca el drama, ni un sentimentalismo barato que habría sido el recurso más evidente, sino que en todo momento el argumento se muestra discreto, manteniendo el conflicto bajo control, muy al estilo británico, pero sin perder la profundidad del análisis de la vida del protagonista. Al mismo tiempo, se vierte una dura crítica a la hipocresía de la sociedad, especialmente de esas clases cultas que esconden sus miserias bajo una manto de cortesía y formalismo tan vacío como cínico. A casi nadie parece importarle el dolor del profesor, del que hablan a escondidas mientras le muestran su falso aprecio en público.

Tampoco la historia nos proporciona un final feliz, pues sería absurdo arreglar lo imposible, pero sí que sabe encontrar la manera de que el profesor sepa afrontar su futuro con dignidad, de que recobre cierta ilusión por su propia valía, que había perdido con los años, degradado por una mujer egoísta y cruel que lo aniquiló como persona. Nada podrá borrar sus errores pasados, pero al menos se concede el consuelo de algún éxito y la capacidad de romper con su esposa y afrontar sus últimos años con dignidad.

Con una puesta en escena de lo más simple, pero tremendamente eficaz, y un reparto maravilloso, La versión Browning es un film enorme, sorprendente y gratificante. Todo un descubrimiento que recomiendo encarecidamente.

En 1994, Mike Figgis realizó un remake homónimo protagonizado por Albert Finney.

miércoles, 24 de mayo de 2023

Día de fiesta



Dirección: Jacques Tati.

Guión: Jacques Tati, Henri Marquet y René Wheeler.

Música: Jean Yatove.

Fotografía: Jacques Mercanton (B&W).

Reparto: Jacques Tati, Guy Decomble, Paul Frankeur, Santa Relli, Maine Vallée, Delcassan, Roger Rafal, Beauvais. 

El pueblo de Saint Sévère va a celebrar su día de fiesta y en la plaza del pueblo los feriantes empiezan a montar las atracciones.

Primer largometraje de Jacques Tati, Día de fiesta (1949) muestra ya claramente las señas de identidad del cómico francés, cuyo humor se basa más en la pantomima y los gags visuales que en los diálogos, lo que supone toda una novedad en una época en que este estilo parecía finiquitado con la llegada del sonido.

Sin embargo, Tati no vuelve al estilo del cine mudo sin más; su humor también saca partido del sonido, que contribuye decisivamente en muchos momentos a la comicidad de la escena, como con la avispa que ataca al cartero, por ejemplo; pero los diálogos no juegan un papel importante en la historia, que se desarrolla por medio de las imágenes.

El personaje torpe y entrañable típico de la obra de Tati es en esta ocasión el cartero François (Jacques Tati), víctima de su torpeza, que estropea sus buenas intenciones, y que también, en su inocencia, es víctima de las burlas de vecinos y feriantes, aunque nunca consiguen enfadar a esta buena persona.

Otra de las constantes que veremos en ésta y otras películas del director es la crítica del progreso, que se escenifica con los intentos de François de imitar al eficaz servicio postal americano, ejemplo de rapidez. A su manera, François se esforzará en mejorar el reparto, buscando la mayor eficacia en el menor tiempo posible. El resultado, sin embargo, es una automatización de las entregas tan ridícula como cuestionable, además de llevar al pobre cartero a darse un paseo por el río.

Tati pone así en tela de juicio los beneficios del progreso; la automatización y la obsesión por la eficacia provocan deshumanización y estrés y, en contraste con la plácida vida de los habitantes de Saint Sévère, resultan innecesarias y ridículas.

No todos los gags están al mismo nivel, de ahí que Día de fiesta se presente un tanto desequilibrado, con momentos maravillosos junto a otros menos eficaces. En especial, las burlas que sufre François por parte de los comerciantes parecen romper algo del tono benévolo e inocente de la película.

Además de su humor genuino, Día de fiesta ofrece una mirada muy tierna de la vida en los pequeños pueblos franceses de la época, con la alegría sincera de una fiesta muy modesta pero que representa un acontecimiento para todos: para los niños, con su fascinación inocente; las jóvenes, que visten sus mejores galas y esperan el baile llenas de ilusión; o para los mayores, en el bar tomando unas copas y festejando un día en que se pueden permitir un pequeño exceso.

Tierna, divertida y entrañable, Día de fiesta será el primer eslabón de una carrera tan original como sorprendente de Jacques Tati, uno de los cómicos más geniales del cine francés, sino el mejor.

Solamente se vive una vez



Dirección: Jim Wilson.

Guión: Theresa Marie.

Música: Christopher Young.

Fotografía: Richard Bowen.

Reparto: Harvey Keitel, Cameron Diaz, Craig Sheffer, Billy Zane, Shay Duffin. 

Nathalie (Cameron Diaz) está felizmente casada con George (Harvey Keitel), a pesar de ser mucho más mayor que ella. Un día que George sale a pescar con Lanza (Craig Sheffer), su vecino y amigo de la infancia de Nathalie, esta recibe la visita sorpresa de Kent (Billy Zane), un antiguo novio.

Comedia negra bastante sorprendente, Solamente se vive una vez (1996) tiene todos los elementos para resultar un film muy interesante pero el guión no consigue exprimir del todo el argumento.

Quizá lo mejor que se puede decir de la película es que su historia es tan retorcida que nunca sabemos con seguridad qué es lo que nos va a deparar la siguiente escena, de manera que vamos de sorpresa en sorpresa, incluido el desenlace, con los mejores momentos de la película.

El principal inconveniente es precisamente el propio guión, tan original que nos mantiene un tanto despistados durante demasiado tiempo. Así, durante todo el comienzo del film, con la muerte de Kent incluida, no sabemos muy bien de qué va la historia, de manera que estamos más pendientes de encontrarle sentido que de disfrutarla. Habría sido necesario ponernos sobre la pista mucho antes, para saborear mejor toda esta parte, que hace durar demasiado nuestro despiste.

Una vez dentro de la historia, cuando intuimos cuál es realmente el problema de George, entonces sí que empezamos a disfrutar de la historia, sufriendo con Nathalie el cúmulo de sorpresas y sustos que pasa a manos de un George desquiciado. Además, como ya estamos metidos en faena y hemos comprendido lo surrealista del argumento, no nos sorprenden los sucesivos acontecimientos que nos llevan a replantearnos las conclusiones una y otra vez. Sin duda, si esto hubiera sucedido desde el principio estaríamos hablando de un film redondo, pero por desgracia no es así.

Porque es cierto que el argumento es rico en sucesos, con puntos de humor muy negro bien hilvanados, pero en el fondo falta algo más de profundidad a la hora de plantear el misterio, tal vez dándole algo más de dramatismo en los momentos clave, tal vez definiendo mejor a los personajes, que de tan sorprendentes terminan siendo poco creíbles, un tanto irreales. Y es que aunque el argumento sea extravagante y llevado al límite, creo que nunca se debe perder el norte, hay que hacer creíble lo increíble, pues es la mejor manera de sacarle todo el jugo a la historia, lo que no se consigue del todo.

Así pues, estamos ante un film realmente curioso y sorprendente, pero que no termina de funcionar del todo bien. Keitel, como de costumbre, muy bueno y Cameron Diaz arrebatadora, con lo que entiendo que su marido no pudiera dormir tranquilo.

Aclarar que se trata de un remake de un film noruego de 1993, La cabeza sobre el agua (Nils Gaup).

martes, 23 de mayo de 2023

Jubal



Dirección: Delmer Daves.

Guión: Russell S. Hughes y Delmer Daves (Novela: Paul I. Wellman).

Música: David Raksin.

Fotografía: Charles Lawton, Jr.

Reparto: Glenn Ford, Ernest Borgnine, Rod Steiger, Valerie French, Felicia Farr, Basil Ruysdael, Noah Beery Jr., Charles Bronson, John Dierkes, Jack Elam, Robert Burton. 

Shea Horgan (Ernest Borgnine), un ranchero, encuentra a un hombre (Glenn Ford) desfacellido en el camino y lo lleva a su casa. Cuando se recupera, le ofrece un puesto de trabajo.

Puede que Delmer Daves no destaque entre los mejores directores de la historia, pero sí que era capaz de algunas obras muy sólidas, como Jubal (1956), un drama intenso y profundo.

El guión se basa en una novela que se inspira directamente del "Otelo" de William Shakespeare, lo que nos da ya una clara idea de por dónde iban los tiros en el western a partir de la década de los 50 del siglo XX. Los tradicionales conflictos del género se retuercen y se enriquecen con tramas propias de los dramas más sofisticados, de manera que el western será un vehículo para nuevas historias.

Jubal (Glenn Ford) es un vaquero atípico, traumatizado desde la infancia por el rechazo de su madre, que deseaba verlo muerto, y la prematura muerte de su padre, la única persona en su vida que lo ayudó, hasta que encuentra a Shea, un buen hombre que le ofrece trabajo y su confianza. Por ello, Jubal rechaza las insinuaciones de Mae (Valerie French), la esposa insatisfecha y promiscua de su patrón. 

Sin embargo, las mentiras de Pinky (Rod Steiger), que odia y envidia a Jubal, siembran las dudas en Shea. Y cuando Mae, mintiendo para hacerle daño a su esposo y a Jubal por rechazarla, afirma que se ha acostado con Jubal, Shea se vuelve loco de celos, sin atender a razones, lo que desencadena la tragedia.

La profundidad de los conflictos, que tiene un magnífico reflejo en unos diálogos realmente inusuales en un western, donde los personajes desnudan su alma y muestran abiertamente los traumas, deseos y vicios, nos da una película donde el drama es interior y la violencia nunca es gratuita.

Delmer Daves además sabe acompañar la densidad del relato con unas imágenes potentes, que captan en las miradas y los silencios la esencia de cada situación. Además, dado que se trata de un western anormalmente pausado, sin escenas violentas ni tiroteos, es de admirar el acierto a la hora de mantener el ritmo y la tensión en todo momento, de manera que la trama nos engancha desde el principio y nos mantiene absortos en el drama sin pestañear, incluso en algunas escenas donde los diálogos se prolongan más allá de lo que parece aconsejable.

Sin duda, un western atípico, con un reparto soberbio donde destacan el magnífico Ernest Borgnine y Rod Steiger, en uno de esos papeles que le iban como anillo al dedo, y con la grata sorpresa de ver a Glenn Ford realmente sólido.

Mientras Nueva York duerme



Dirección: Fritz Lang.

Guión: Casey Robinson (Novela: Charles Einstein).

Música: Herschel Burke Gilbert.

Fotografía: Ernest Laszlo (B&W).

Reparto: Dana Andrews, Rhonda Fleming, George Sanders, Howard Duff, Thomas Mitchell, Vincent Price, Sally Forrest, John Barrymore, Jr., James Craig, Ida Lupino, Robert Warwick.

Mientras un asesino en serie se dedica a matar a mujeres jóvenes, en la corporación Kyne Inc. se desata una lucha por el nuevo cargo de director ejecutivo creado por Walter Kyne (Vincent Price) tras heredar la empresa a la muerte de su padre (Robert Warwick).

Mientras Nueva York duerme (1956) es una curiosa película con dos tramas paralelas, algo un tanto inusual al tratarse de dos historias con la suficiente fuerza como para llenar cada una por sí misma un largometraje. Pero la idea es combinarlas para que el tema del asesino refuerce la idea de egoísmo y deshumanización en el seno de la prensa.

Por eso el guión se centra en las luchas internas para hacerse con el cargo de director ejecutivo libradas con diferentes artes por Mark Loving (George Sanders), director de la agencia de noticias, Jon Griffith (Thomas Mitchell), director del periódico "New York Sentinel", y Harry Kritzer (James Craig), director de la agencia gráfica. 

A través de esta lucha de poder se realiza una crítica a la ambición humana, de manera que los directivos están solamente preocupados por hacerse con el ascenso, sin el más mínimo atisbo de pena por la muerte de su jefe ni tampoco por las jóvenes asesinadas. Lo único que parece preocuparles del caso del asesino es poder cubrir cada uno la noticia en primicia para ganar puntos con el nuevo patrón. Incluso Harry, amigo personal de Walter, no duda en utilizar a la esposa de éste (Rhonda Fleming), con la que mantiene una aventura, para conseguir el puesto de director ejecutivo.

Sin embargo, si las intenciones son interesantes, la manera de desarrollar esta parte de la historia no lo es. Por un lado, al no estar implicado el protagonista, Dana Andrews, en esta lucha por el poder, la disputa pierde fuerza, pues la verdad es que no nos sentimos especialmente implicados en esa lucha y ninguno de los tres aspirantes es capaz de captar nuestro interés, con lo que todo este episodio no tiene demasiada carga dramática. Habría sido necesario dotar a esta parte de más emoción, hacer que nos identificáramos con algún contendiente, pero no solo no es así, sino que el desarrollo se pierde en escenas escasamente interesantes, con conversaciones irrelevantes muchas veces cuando no algo confusas.

Al centrarse el guión en el tema empresarial, el asunto del asesino queda relegado a un segundo plano y cuando debería proporcionar los momentos de más intensidad de la película estos se quedan reducidos a muy pocos minutos, con el añadido además de que la captura del asesino tiene lugar tras su intento de matar primero a Nancy (Sally Forrest), la prometida de Mobley (Dana Andrews), y, al no lograrlo, intentarlo con la esposa de Walter, con lo que todo ello resulta algo improbable y bastante forzado para encajarlo en el ámbito de la empresa Kyne.

Lo más interesante sin duda es el estupendo reparto con el acierto de que todos los actores tienen su peso en la historia.

No he leído la novela que inspiró la película, pero tengo la impresión de que los fallos o inconsistencias del guión tienen que ver con el intento de condensarla de manera que encaje en los parámetros de una película. De ahí que por momentos el film quede algo vago o no alcance a desarrollar todos los elementos con fuerza.

En todo caso, estamos ante una film curioso y que, a pesar de todo, tiene su encanto.

El muelle de las brumas



Dirección: Marcel Carné.

Guión: Jacques Prévert (Novela: Pierre Mac Orlan).

Música: Maurice Jaubert.

Fotografía: E. Schüfftan (B&W).

Reparto: Jean Gabin, Michel Simon, Michèle Morgan, Pierre Brasseur, Genin, Perez, Legris, Martial Rèbe, Jenny Burnay, Delmont, Aimos, Le Vigan.

Jean (Jean Gabin), desertor del ejército francés, llega a Le Havre con la intención de coger un barco para escapar de Francia. La noche de su llegada conoce a Nelly (Michèle Morgan) y ambos se enamoran.

El realismo poético fue un movimiento francés de la década de los 30 del siglo XX que, influenciado por el expresionismo alemán, las vanguardias y la literatura naturalista, intentaba ofrecer una imagen alterada de la realidad, recreada por el artista. Normalmente, las películas inscritas en esta corriente reflejan unos personajes marginales, perdedores y el mensaje no ofrece mucho lugar a la esperanza.

Dentro de este movimiento, destacó Marcel Carné que, en colaboración con el poeta surrealista Jacques Prévert, creó algunos de los títulos imprescindibles del género como El muelle de las brumas (1938).

La película cuenta la historia de Jean, un inadaptado, un tipo solitario y de mal carácter que llega al puerto de Le Havre tras desertar del ejército buscando el modo de huir del país. No tiene dinero, pero encuentra la ayuda de buenas personas, también marginales, que le ofrecen comida y ropa. Pero el gran cambio en su vida tiene lugar cuando conoce a Nelly, una joven de diecisiete años tan infeliz como él. Juntos pasan una noche maravillosa, la mejor de sus vidas, lo que refleja claramente la miserable existencia de ambos. Pero el destino, que pende sobre ellos sin piedad, no permitirá que esa felicidad dure mucho más. Con la llegada del nuevo día, la tragedia apaga los sueños.

Con una puesta en escena sobria, Marcel Carné nos lleva por los bajos fondos de Le Havre, poblados por borrachos, matones de poca monta, asesinos... Pero también hay buenas personas, que no preguntan, no juzgan, solo ofrecen su ayuda desinteresadamente, porque en el fondo, el dolor se reconoce y un poco de consuelo es mucho.

La fotografía en blanco y negro y los lugares apartados de los muelles ofrecen un ambiente lúgubre, miserable y los diálogos están cargados de desesperación y de ilusiones tan sencillas como imposibles. 

El muelle de las brumas no ofrece espacio para la esperanza, todo es inestable, frágil y a lo más que se puede aspirar es a una noche de felicidad. Con eso puede ser suficiente, o no.

Melancólica, derrotista, sombría y desesperada, violenta y sin sentido, El muelle de las brumas es tan triste como extrañamente hermosa.

lunes, 22 de mayo de 2023

Amanece en Edimburgo



Dirección: Dexter Fletcher.

Guión: Stephen Greenhorn.

Música: Paul Englishby.

Fotografía: George Richmond.

Reparto: Peter Mullan, Jane Horrocks, George MacKay, Antonia Thomas, Freya Mavor, Kevin Guthrie, Jason Flemyng, Paul Brannigan, Sara Vickers, Michael "Cuban" Keat, "Wee" John Spence. 

Tras servir en el ejército, Davy (George MacKay) y Ally (Kevin Guthrie) regresan a casa, a Edimburgo, para retomar sus vidas donde las dejaron.

Amanece en Edimburgo (2013) es un musical, lo que ya es bastante extraño en los tiempos actuales. Sin embargo, como cualquier otro género, es evidente que el que no esté de moda no quiere decir que no tenga su público, como han demostrado películas como Chicago (Rod Marshall, 2002), Mamma Mia! La película (Phyllida Lloyd, 2008) o La ciudad de las estrellas (La La, Land) (Damien Charzelle, 2016).

La historia cuenta la vuelta a la rutina de dos soldados en Edimburgo tras una dolorosa experiencia en Afganistán. Ally retoma su relación con Liz (Freya Mavor), hermana de Davy, quien conoce a Yvonne (Antonia Thomas) y comienzan una relación. Pero las cosas en casa no serán sencillas tampoco y pronto aparecen conflictos que van rompiendo la esperada paz del hogar.

Amanece en Edimburgo pretende ser un film optimista y de hecho la sensación que transmiten la mayoría de las canciones, todas del grupo escocés The Proclaimers, es de alegría. En este sentido pues el film cumple con lo pretendido, sin embargo sufre en otros apartados.

Para que la historia que cuenta tenga una cierta dimensión, el argumento ha de crear una serie de conflictos que articulen el relato y permitan el final esperanzador pretendido. Pero es precisamente en la parte dramática donde el guión muestra sus flaquezas de manera evidente y muy decepcionante.

Las discusiones de las dos parejas protagonistas resultan muy poco consistentes, casi infantiles, y no terminan de resultar demasiado creíbles. Está claro que la intención del film no parece ser la de crear un drama profundo, pero al menos deberían haber cuidado algo mejor estos detalles para no caer en situaciones idiotas; como lo es también la crisis en el matrimonio de Robert (Peter Mullan) y Jean (Jane Horrocks) motivada por una infidelidad cometida ¡24 años atrás! Es ridículo y más al ver la reacción de Jean, como si tuviera 20 años.

Otro apartado que no acabó de entusiasmarme es el de las canciones que, en general, salvo "I'm Gonna Be (500 Miles)", siguen todas un esquema similar, con lo que resultan demasiado parecidas y producen en un momento algo de aburrimiento. Puede que influya también el hecho de que los musicales no son un género que me entusiasme, pero creo que el apartado musical no es tampoco sobresaliente en esta ocasión. 

Es cierto que las voces son hermosas, sobre todo las femeninas, lo mismo que las interpretaciones, pero en líneas generales uno tiene la impresión de que es una película que no ha sido convenientemente trabajada. La fotografía es preciosa, el número musical final es muy bueno, pero vista en su conjunto es una película que no logra sacar lo mejor de cada uno de los apartados, quedando un film resultón, pero con demasiados puntos débiles.

Cuento de Navidad



Dirección: Brian Desmond-Hurst.

Guión: Noel Langley (Novela: Charles Dickens).

Música: Richard Addinsell.

Fotografía: C. Pennington-Richards (B&W).

Reparto: Alastair Sim, Kathleen Harrison, Mervyn Johns, Hermione Baddeley, Michael Hordern, George Cole, John Charlesworth, Francis de Wolff, Rona Anderson, Michael Dolan, Clifford Mollison.

Ebenezer Scrooge (Alastair Sim) es un avaro prestamista que odia la Navidad y todo lo que representa, por lo que siempre pasa solo esas fiestas que se niega a celebrar.

Es verdad que si pensamos en películas navideñas, el número uno estaría asegurado para ¡Qué bello es vivir! (Frank Capra, 1946), pero el relato de Charles Dickens, en alguna de sus mejores adaptaciones, entre las que se encuentra este Cuento de Navidad (1951), sin duda optaría a un puesto de honor.

La cinta de Brian Desmond-Hurst posee todas las virtudes de las producciones de la época, aunque el paso del tiempo también se deja notar en sus costuras.

La sencillez del planteamiento se nota en un ataque directo a la esencia del relato, sin pérdida de tiempo en adornos o rodeos innecesarios. Así, la presentación de Scrooge es rotunda y precisa, sin dejar el mínimo lugar a la duda. Un hombre egoísta, sin escrúpulos y sin la mínima empatía por el prójimo. Solo vive para ganar dinero y todo lo que no esté supeditado a ese fin es despreciado por él. De ahí que la Navidad represente una pérdida de tiempo y de dinero que ni se plantea celebrar.

Sin embargo, justo en ese día tan señalado recibirá la visita de tres espíritus, el de las Navidades pasadas, el de las presentes y el de las futuras y su vida cambiará.

El primer espíritu (Michael Dolan) le llevará a visitar su vida y cómo fue cambiando su espíritu, golpeado por las desgracias, hasta convertirlo en lo que es actualmente, perdiendo sus nobles sentimientos. El segundo espíritu (Francis de Wolff) le muestra cómo disfrutan la navidad las personas de buen corazón, compartiendo su alegría y su cariño y deseando el bien a todo el mundo. Con el tercer espíritu verá el que puede ser su destino: la soledad y el desprecio, una muerte solitaria.

Gracias a estas visitas, finalmente Scrooge reconoce sus errores pasados y presentes y dará al fin un cambio a su vida.

El acierto de Desmond-Hurst es exprimir con habilidad la fotografía en blanco y negro para darle un tono tétrico al relato, apoyándose también en sonidos inquietantes y la expresividad de Alastair Sim, un sólido actor de teatro y de cine que encarna a la perfección al avaricioso protagonista.

Es verdad que los efectos especiales pueden resultar algo simples en la actualidad, pero incluso así hay que reconocer lo acertados que resultarían para la época y aún mantienen su poder de intimidación a pesar de su simplicidad.

El conjunto resulta pues muy sugestivo, con tintes de terror en algunos momentos, y donde el mensaje se manifiesta con total claridad. En este sentido, es evidente que los buenos son absolutamente angelicales y el señor Scrooge parece excesivamente malvado, pero no hemos de olvidar que estamos en un cuento y por lo tanto estas simplificaciones están más que justificadas.

Cuento de Navidad mantiene por lo tanto toda su validez y a pesar del tiempo transcurrido es de esas propuestas en las que su esencia permanece inmune al paso del tiempo. Muy recomendable.

domingo, 21 de mayo de 2023

Midnight in Paris



Dirección: Woody Allen.

Guión: Woody Allen.

Música: Varios.

Fotografía: Darius Khondji.

Reparto: Owen Wilson, Marion Cotillard, Rachel McAdams, Corey Stoll, Kurt Fuller, Mimi Kennedy, Kathy Bates, Michael Sheen, Léa Seydoux, Alison Pill, Tom Hiddleston, Gad Elmaleh, Carla Bruni, Adrien Brody, Yves Heck, Nina Arianda. 

Durante un viaje a Paris con su prometida (Rachel McAdams) y su familia, Gil Pender (Owen Wilson), un guionista que sueña con convertirse en escritor, fantasea con la idea de quedarse a vivir ahí, al igual que tantos escritores americanos en los años 20.

Midnight in Paris (2011) no figurará entre las obras maestras de Woody Allen. Puede que el director ya haya tocado techo allá atrás, con Annie Hall (1977) o Manhattan (1979), y es que nivel es muy difícil de igualar.

Pero sin embargo, a lo largo de su dilatada carrera, Allen ha demostrado que no es un artista al que se le agotaran las ideas. Siempre tiene algo que contarnos, a veces con más ingenio o más gracia, pero con cada nueva película sigue demostrando que es un narrador rico en recursos, maravilloso en sus planteamientos y que siempre deja un camino abierto por el que nos permite caminar. Sus historias parecen no tener un principio ni un final. Son instantes, momentos escogidos de otras vidas, de otros sueños. Y siempre hay una reflexión, sobre el amor, la existencia, el pasado, la realidad, la magia o la muerte. O todas juntas, y casi siempre con una mirada divertida.

Midnight in Paris nos habla de nostalgia, de esa idea romántica de que cualquier tiempo pasado fue mejor. Es la idealización con la que miramos a tiempos remotos, pintándolos con las virtudes imposibles de nuestros sueños. Para Gil, ese sueño se sitúa en Paris, en los años 20. Y con la facilidad que tiene Woody Allen para inventarse mundos, Gil es transportado, cada noche, a aquella época dorada donde se encuentra con los artistas que definieron esa época, en pintura, en música, en baile y literatura. Puede que sea solo en la imaginación de Gil o que ese viaje en el tiempo sea real. Es la magia del cine, que nos brinda una puerta a mundos perfectos donde todo es posible.

Y con la naturalidad de un artista, Woody Allen nos regala una bonita historia de amor y también un viaje interior por el que Gil encuentra su camino, se define y encuentra el valor para romper con una vida que no le hace feliz para vivir su sueño. 

Lo gracioso es la manera tan simpática en que Allen da una vuelta de tuerca a la nostalgia de Gil, de manera que si para él el paraíso está en el Paris de los años 20, para Adriana (Marion Cotillard), la mujer de la que se enamora en esa época, el paraíso está en la Belle Epoque y para los artistas de ese período su ideal es el Renacimiento. Cualquier tiempo pasado fue mejor.

Con una fotografía realmente preciosa, Allen recrea un París de ensueño, mágico, que brilla bajo los pasos de Gil y que convierte su sueño en el de todos los espectadores. Francia queda en deuda con el director, pues no se puede realizar una mejor promoción de su capital.

Repito lo mencionado al comienzo, no es una de las películas más memorables de Woody Allen, pero Midnight in Paris tiene esa magia y esa calidad características de un artista con una personalidad única. Lástima que por cuestiones de edad, no pudiera interpretar el propio Allen al protagonista. Una pena.

El año que vivimos peligrosamente



Dirección: Peter Weir.

Guión: David Williamson, Peter Weir y C. J. Koch (Novela: C. J. Koch).

Música: Maurice Jarre.

Fotografía: Russell Boyd.

Reparto: Mel Gibson, Sigourney Weaver, Bill Kerr, Michael Murphy, Linda Hunt, Noel Ferrier, Bembol Roco, Domingo Landicho.

1965, el periodista australiano Guy Hamilton (Mel Gibson) llega a Yakarta en un momento de máxima tensión política. El fotógrafo local Billy (Linda Hunt) será su compañero en el trabajo y su amigo.

Peter Weir ya había llamado la atención del mundo del cine con un comienzo de su carrera realmente interesante, en especial con Picnic en Hanging Rock (1975), pero será precisamente El año que vivimos peligrosamente (1982) la cinta que le abrirá definitivamente las puertas de Hollywood, donde seguirá con una carrera llena de títulos notables.

Lo más destacable de la película es cómo con tan pocos elementos el director consigue montar un relato interesante sobre el amor y la amistad que destaca realmente más por la puesta en escena que por lo narrado, por lo que se insinúa que por lo que se muestra, por lo que promete que por lo que finalmente entrega.

Con estas afirmaciones se podría pensar que estamos ante un montaje aparente pero vacío. No del todo, porque gracias a la habilidad de Peter Weir, lo que podría ser un film pretencioso y pedante se libra de estas etiquetas gracias a una puesta en escena precisa que nos muestra las miserias de Indonesia sin abusar de clichés, o la mediocridad del mundo del periodismo como telón de fondo de una extraña amistad entre el misterioso Billy y el decidido y arrogante Guy. Una historia en la que irán aflorando las debilidades del primero, que busca desesperadamente algo que no existe: no existe el líder redentor de su pueblo, como no existe el amigo perfecto. Cuando Billy abra finalmente los ojos, cuando el mundo de fantasía y esperanza se derrumbe, cuando la muerte muestre su crueldad, no le quedará nada por lo que vivir.

Es en el relato sobre el amor entre Guy y Jill (Sigourney Weaver) donde el guión muestra más su carencia de profundidad. De nuevo, las promesas superan a lo obtenido y el romance se reduce realmente a muy poco, en especial si lo comparamos con la amistad entre Guy y Billy o incluso con el relato de las convulsiones políticas del momento que, al igual que el romance, amagan con más de lo que finalmente nos ofrecen.

Y a pesar de todo, Peter Weir consigue llenar casi dos horas de metraje que se pasan veloces, siempre pendientes del siguiente instante, de la siguiente confidencia, de un nuevo descubrimiento en las vidas de los protagonistas que, bien mirado, tampoco terminan de concretarse, quedando más dudas sobre quienes son realmente que lo que descubrimos. Es el arte de prometer, y lo ejerció con buen pulso.

Linda Hunt, en un papel masculino, se llevó el Oscar al mejor secundario mientras Mel Gibson mostraba su tremendo atractivo como llave para una carrera con algunos títulos resultones pero lejos de lo que parecía prometer. 

sábado, 20 de mayo de 2023

La princesa y el pirata



Dirección: David Butler.

Guión: Don Hartman, Melville Shavelson y Everett Freeman.

Música: David Rose.

Fotografía: Victor Milner y William Snyder.

Reparto: Bob Hope, Virginia Mayo, Walter Slezak, Walter Brennan, Victor McLaglen, Hugo Haas, Marc Lawrence, Bing Crosby.

La princesa Margaret (Virginia Mayo) huye en un barco para no tener que obedecer los designios de su padre y casarse con un hombre al que no ama. En ese mismo barco viaja también Sylvester (Bob Hope), un artista de variedades no muy bueno. Cuando el temible pirata conocido como "The Hook" (Victor McLaglen) captura el barco, sus destinos quedarán unidos.

No es el mejor cómico de la historia, queda muy lejos de los grandes maestros y sin embargo Bob Hope tiene algo extraño y curioso: cae bien si tener el físico para ello, pues su presencia no es especialmente graciosa, más bien se inclina hacia cierto tipo de galán algo anticuado, pero tiene gracia, suelta las frases con una agilidad maravillosa y ha logrado hacerse un hueco en el cine cómico con un estilo genuino, una especie de anti héroe que sin embargo acaba saliendo de los apuros con más o menos brillantez.

En esta ocasión, Bob Hope parodia los films de aventuras de piratas, con todos los elementos típicos del género: el pirata con el garfio en vez de mano, interpretado por el maravilloso Victor McLaglen, más habitual de westerns; el gobernador corrupto (Walter Slezak) y la bella princesa (Virginia Mayo). En su línea, Bob Hope interpreta a un cómico de segunda categoría y bastante cobarde, sin avergonzarse de ello. 

Se trata de un guión concebido específicamente para el lucimiento del actor, por lo que no podemos buscarle ni mucha lógica ni sentido común. Todo el montaje está ideado para que Bob Hope luzca sus dotes cómicas, su gusto por los disfraces y descargue sus réplicas ingeniosas, algunas realmente geniales, si bien también es cierto que la mayor parte de sus bromas resultan un tanto infantiles y demasiado elementales. Pero entre su impericia y sus intentos de mantenerse digno a pesar de sus torpezas y sus disfraces estrafalarios, el resultado es un cómico que cae bien de manera natural e incluso los chistes más básicos en su boca provocan una franca sonrisa.

Hay algunos momentos muy simpáticos, jugando con la confusión de identidades, como el del espejo, donde parece rendir homenaje a los Hermanos Marx, que podrían considerarse inspiradores de su estilo, y su famosa escena de Sopa de ganso (Leo McCarey, 1933), donde se evidencia por cierto la diferencia de calidad entre ambos momentos de manera evidente. 

Otro acierto de la cinta es que no toda la comicidad recae sobre los hombros de Bob Hope, que cuenta con la inestimable ayuda del genial Walter Brennan, con un personaje que nos saca también más de una carcajada.

Para todos aquellos que disfrutan con un humor directo, algo absurdo, basado en los diálogos ingeniosos, sin duda Bob Hope es una opción muy válida. No estamos ante una gran comedia, pero sí que es de esas obras francas que encierran las claves de un humor básico, sin maldad, realmente gratificante en su sencillez.

Por cierto, Bing Crosby, pareja de Bob Hope en la serie de películas conocidas como "Road to...", participa brevemente en la escena final como el enamorado de Virginia Mayo.