El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

domingo, 18 de abril de 2021

El circo



Dirección: Charles Chaplin.

Guión: Charles Chaplin.

Música: Charles Chaplin.

Fotografía: Roland Totheroh (B&W).

Reparto: Charles Chaplin, Merna Kennedy, Betty Morrisey, Harry Crocker, Allan Garcia, Henry Bergman, Stanley Stanford, George Davis.

Huyendo de la policía, Charlot (Charles Chaplin), un vagabundo sin oficio, termina en medio de una actuación de un circo, provocando la hilaridad general, lo que hace que le ofrezcan un empleo.

El circo (1928) es la última película muda de Chaplin y aunque no tiene la fama de sus obras maestras universales es un film enorme, con algunos momentos sencillamente magistrales.

Dentro de lo sencillo de su argumento (un vagabundo que accidentalmente se convierte en estrella de un circo en crisis y, de paso, se enamora de la hija del dueño), El circo posee una serie de elementos muy interesantes que merecen ser analizados con cierto detenimiento.

En primer lugar, contiene algunos de los gags más divertidos e ingeniosos de Chaplin, lo que es mucho decir. Por ejemplo, el comienzo de la película es espectacular en su totalidad, pero podría destacar algunos momentos esenciales, como cuando el carterista esconde en el bolsillo de Chaplin la cartera y el reloj robados a un transeúnte dando lugar a una serie de equívocos con la policía memorables, como el del policía que le pide que cuente el dinero de la cartera, por si falta algo; o a la genial actuación de Charlot haciendo de autómata, o el momento en que, huyendo de la policía, el carterista y Charlot escapan codo con codo; y terminando con la secuencia en la sala de los espejos, claro predecesor de la famosa escena de La dama de Shangai (1947) de Orson Welles. Todo estaba inventado ya.

El nivel de comicidad tampoco desciende con Charlot como estrella del circo, con la persecución del burro o el momento en que el vagabundo se queda encerrado en la jaula del león o su torpeza como tramoyista, origen de su éxito cómico en el circo. Y esto último nos lleva a un detalle muy interesante de la película: Charlot es gracioso en el circo sin querer serlo, debido a su torpeza natural; es más, cuando el director del espectáculo le pide que ensaye números preparados para hacer gracia, el vagabundo fracasa. Se trata de una interesante reflexión. Y unido a esto, vemos como solo Charlot se ríe de los números de los payasos, que están en el punto de mira del director del circo por su falta de talento; pero el vagabundo, en su inocencia, encuentra su trabajo irresistiblemente gracioso.

No falta la historia de amor: Charlot se enamora de Merna (Merna Kennedy), la hija del director del circo (Allan Garcia), a la que ayuda cuando su autoritario padre la castiga por fallar en su actuación. Pero ella solo lo ve como un buen amigo y, cuando se enamora de Rex (Harry Crocker), el funámbulo, llega el desengaño para el vagabundo, lo que no impide un último acto supremo de amor y generosidad. Y con ello llegamos a otro aspecto básico del cine de Chaplin, el detalle sin duda que le hizo destacar por encima de los cómicos de su época: Charlot es un personaje tremendamente humano, capaz de hacernos reír a carcajadas, pero también de conmovernos profundamente. Ese es el elemento clave de Charles Chaplin: era capaz de emocionarnos con muy pocos elementos; su personaje tiene sentimientos, es un ser humano entero, no un mero bufón. Con ello, Charlot se destacó de toda la competencia y adquirió una entidad tan genuina y tan real que el público empatizaba y se emocionaba con él, al mismo tiempo que no paraba de reír. Y en El circo tenemos de nuevo un ejemplo maravilloso de cómo, con los mínimos recursos, Charles Chaplin era capaz de emocionar profundamente al público.

Ese punto trágico del cine de Chaplin se condensa en la magnífica secuencia final, cuando el circo, con la feliz pareja (Rex y Merna), se va y el vagabundo, de nuevo, se queda solo, sin sitio en el mundo del éxito y la felicidad.

Sin duda, una obra maestra más dentro de la incomparable filmografía de un genio único en la historia del cine. 

jueves, 8 de abril de 2021

Mongol



Dirección: Sergey Bodrov.

Guión: Arif Aliyev y Sergey Bodrov.

Música: Tuomas Kantelinen.

Fotografía: Rogier Stoffers y Sergei Trofimov.

Reparto: Tadanobu Asano, Sun Honglei, Chuluuny Khulan, Amadu Mamadakov, Ba Sen, Odnyam Odsuren.

A los nueve años Temugdin (Odnyam Odsuren) parte con su padre en busca de su futura esposa. Sin embargo, de regreso a su aldea, su padre muere envenenado y la vida de Temugdin cambia para siempre.

Mongol (2007), coproducción rusa, kazaja, alemana y mongola, es un film histórico que nos adentra en los primeros años de la vida de Genghis Khan, el líder mongol que, a finales del siglo XII y comienzos del XIII, unificó bajo su mando a las tribus mongolas creando un poderoso y extenso imperio en Asia. La película, concretamente, abarca desde los nueve años hasta la conquista del poder sobre todo el territorio mongol.

Lejos del estilo más "peliculero" de las producciones norteamericanas, Mongol destaca especialmente por un cuidado a la hora de mostrarnos las costumbres y modos de vida del pueblo mongol en la Edad Media. Así, Bodrov no se limita a narrar una historia de gestas militares, que tienen lógicamente su espacio en la película, sino que se centra más en aspectos cotidianos de la vida, como la costumbre de la búsqueda de esposa a una temprana edad, el código de honor de los guerreros mongoles, su vida nómada, las rivalidades entre clanes... Es un trabajo muy cuidadoso apoyado en una ambientación espectacular y una fotografía de gran belleza.

En cuanto a las batallas, destacar por un lado cierta crudeza aunque, según estamos acostumbrados hoy en día, tampoco es excesiva y para nada el director se recrea en los detalles más macabros. Aún así, puede que algunas escenas puedan herir determinadas sensibilidades. Por otra parte, lo mejor es la perfecta puesta en escena, con travellings muy logrados y una sensación de gran realismo.

Sin embargo, a pesar del interés patente por ofrecer una historia lo más cercana a la realidad posible, algunos detalles muestran ciertas concesiones a la inventiva, como la relación tan romántica entre el joven Temugdin y su esposa Börte (Chuluuny Khulan), que parece algo edulcorada, o la presencia de algún personaje que adivina el futuro del joven mongol con una precisión pasmosa. 

El relato de estos años de juventud de Genghis Khan se adivina complicado, sobre todo a la hora de condensarlo en los 126 minutos de metraje que, aunque extenso, produce algunos cortes en la línea del tiempo que, sin estar mal planteados, nos priva de algunas etapas cruciales en el ascenso al poder del guerrero. Son las limitaciones del medio y hacen que el retrato de esos años del líder mongol tenga algunas lagunas.

Sin embargo, esa larga duración del film también es la culpable de algunas caídas de ritmo en el desarrollo del relato. No es nada grave, es cierto, pero demuestra que Sergey Bodrov no ha sabido mantener el mismo tono a lo largo de toda la cinta.

En cuanto al reparto, decir que los actores son completamente desconocidos para mí pero, a pesar de ello, su trabajo me pareció impecable, tanto del protagonista como de los secundarios, fueran adultos o niños. 

Mongol es un film ambicioso, eso salta a la vista, con un apartado técnico impecable. A pesar del esfuerzo que se adivina en cuanto a su concepción y puesta en pie, el resultado final no termina de ser tan perfecto como sin duda se pretendía. Es un film atractivo, pero con carencias en cuanto al acercamiento al caudillo mongol como en la agilidad del desarrollo, que tras un buen comienzo va perdiendo fuerza conforme avanzan los minutos. 

viernes, 2 de abril de 2021

Tenías que ser tú



Dirección: Sasha Gordon.

Guión: Sasha Gordon (Historia: Sasha Gordon y Levi Abrino).

Música: Sasha Gordon.

Fotografía: Bobby Webster.

Reparto: Cristin Milioti, Dan Soder, Halley Feiffer, Mark Gessner, Kate Simses, Erica Sweany, Danny Deferrari, Kyle Mooney, Rachel York, Nick Mennell.

Cuando su novio Chris (Dan Soder) le va a pedir a Sonia (Cristin Milioti) que se case con él, ella siente miedo y le pide un tiempo para pensarlo.

Tenías que ser tú (2015) es una de esas rarezas que nos sorprenden agradablemente de vez en cuando; y se agradece aún más por la escasez de buenas comedias románticas en los tiempos actuales. La mayoría no dejan de ser repeticiones de un mismo tipo de argumento, sin demasiada originalidad. Pero en esta ocasión, Sasha Gordon logra darle un punto de originalidad al género, con una historia sencilla pero contada con inteligencia y, sobre todo, muy buen gusto.

Quizá lo que más me sorprendió fue que Gordon no pretendía ser gracioso a cualquier precio, lo que a menudo da lugar a situaciones tan forzadas que más que gracia provocan sonrojo. Es más, Tenías que ser tú es comedia por el tono ligero, sin dramas, con se aborda la relación de la pareja protagonista, pero no abundan los momentos en que la historia me sacaran una carcajada. Sin embargo, lo que sí sacas a cambio es una sensación placentera, casi de complicidad con la protagonista; el guión te mete en su piel de manera muy natural, a lo que también contribuye, y mucho, la gracia natural y el talento de Cristin Milioti, que termina por hacerse muy entrañable.

Los problemas de Sonia en relación al matrimonio, sin buscar una causa para ello obligatoriamente, lo cuál me parece genial, pues no siempre es necesario justificarlo todo, pues en la vida no siempre los actos tienen una clara razón, o al menos comprensible, resultan naturales y los desencuentros de la pareja, sin dramatismos innecesarios, nos adentran con delicadeza en las relaciones personales y el difícil equilibrio entre el amor, la búsqueda de una misma meta en el mismo momento o la necesidad de cumplir los sueños que se han visto aparcados por las obligaciones diarias.

Al final, Sonia termina resolviendo sus dudas de manera lógica, con lo que el desenlace llega sin sorpresas, naturalmente, sin forzar absolutamente nada. La escena final es entrañable y pone el punto y final perfecto a una historia sencilla pero cautivadora.

También se encuentra el mismo trato sensato y respetuoso con los personajes secundarios, las amigas de Sonia y el amigo de Chris, que tienen un peso limitado en el argumento pero que, al contrario que lo a veces es habitual, son personas de carne y hueso y no meros bufones.

Por poner un pero a un film notable, quizá sea que la figura de Chris queda un tanto en la sombra. Es verdad que la historia está narrada desde el punto de vista de Sonia, lo que justifica un menor protagonismo del novio, pero al lado de ella, Chris parece tener más sombras que luces. En todo caso, se trata de un detalle menor.

Tenías que ser tú nos reconcilia con el cine bien pensado y realizado con gusto y sentido común. Esa debería ser la norma, pero lamentablemente pocas veces se cumple. Un film menor, pero interesante y que nos deja una sonrisa en los labios.

¿Por amor o por dinero?



Dirección: Mark Murphy.

Guión: Sabrina Lapage y Mark Murphy.

Música: Simone Vallecorsa.

Fotografía: Joan Bordera.

Reparto: Robert Kazinsky, Samantha Barks, Rachel Hurd-Wood, Ed Speleers, Tony Way, Ivan Kaye, Anna Chancellor, Tanya Reynolds.

Mark (Robert Kazinsky) lleva toda la vida enamorado de Connie (Samantha Barks), que no siente absolutamente nada por él. Pero cuando Connie descubre que Mark va a ser millonario, planea seducirlo y quedarse con la mitad de su fortuna.

El punto especial que encontramos en la comedia ¿Por amor o por dinero? (2019) reside en su originalidad. No se trata de la conocida comedia romántica de encuentros y desencuentros de los protagonistas, sino de un falso romance donde ambos contendientes engañan al contrario: ella, para hacerse rica sin mucho esfuerzo; él, conocedor de sus planes, para humillarla hasta hacerle tirar la toalla y confesar. Sin duda, el argumento se sale de lo corriente y es ese punto el que hace que uno se decida a ver una película de apariencia muy prometedora.

Y es verdad que el argumento tiene muchísimo potencial, no sólo en el terreno meramente cómico, con muchas posibilidades en el juego del engaño, sino, y especialmente, en el análisis de los sentimientos de los protagonistas y en analizar hasta dónde se puede llegar por ambición o por venganza. Creo que ese es el verdadero punto de interés de la película y, al final, también nos proporciona los momentos más intensos e interesantes, donde el director casi logra redimirse del pobre nivel de la comedia en sí. Las dudas de Mark, cuando ve el dolor que puede producirle a Connie, cómo ella va planteándose poco a poco lo poco ético de sus intenciones o cómo Mark, a pesar de todo, sigue enamorado perdidamente de Connie son los puntos más apasionantes de la historia.

Sin embargo, ¿Por amor o por odio? no logra cumplir con lo esperado. Es evidente que resulta mucho más sencillo hacer llorar que reír. La comedia es el género más complicado y, a la vista del nivel general de la comedia en nuestros días, parece evidente que se ha perdido el grado de elaboración y calidad de las comedias clásicas. ¿Por amor o por dinero? nos confirma de nuevo la triste realidad de unos guionistas sin imaginación que recurren al chiste fácil, casi siempre con connotaciones sexuales, para salir del paso. El resultado, como es fácil de adivinar, es un film sin demasiada gracia, muy simple y desangelado. Incluso, por momentos, las escenas parecen resolverse a trompicones; falta unidad, falta ritmo, faltan unos diálogos más logrados, falta imaginación.

Es una pena, pues con la idea de partida se hubiera podido construir un film muy divertido. El problema es que da la sensación de que los guionistas se dejaron llevar por lo fácil, no supieron sacar todo el potencial a los personajes y todo se quedó en una comedia no demasiado graciosa y con fases desconcertantes, casi surrealistas.

En cuanto al reparto, podemos admitir que es lo más logrado del film. Es cierto que Robert Kazinsky es un tanto soso, pero se compensa con unos secundarios más entonados y especialmente con Samantha Barks, una actriz con encanto y que es capaz de conmovernos con una facilidad pasmosa.

¿Por amor o por dinero? se queda al final en una comedia para pasar el rato agradablemente si no le pedimos demasiado. Lo peor es que uno tiene la sensación de que los guionistas han dejado pasar de largo una buena historia que no han sabido desarrollar con más eficacia. Una pena.