El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

jueves, 31 de diciembre de 2015

Historia de un soldado



Dirección: Norman Jewison.
Guión: Charles Fuller.
Música: Herbert Hancock.
Fotografía: Russell Boyd.
Reparto: Howard E. Rollins Jr., Adolph Caesar, Art Evans, Denzel Washington, David Alan Grier, David Harris, Dennis Lipscomb, Robert Townsend.

Año 1944, el sargento Waters (Adolph Caesar) es asesinado una noche cerca de su base militar, en Louisiana. Aunque al principio se intenta hechar tierra sobre el asunto, la presión de la opinión pública obliga al Estado Mayor a enviar al capitán Davenport (Howard E. Rollins Jr.), oficial negro, a investigar el crimen.

Bajo la coartada de una investigación sobre un asesinato, lo que le daría a la película un corte bastante conocido, Historia de un soldado (1984) añade un elemento diferenciador, el del racismo, que le otorga a la película una dimensión completamente nueva.

Gran parte del mérito del guión de Fuller, basado en una obra suya, es haber logrado aunar de manera bastante armoniosa ambos aspectos de la trama. Ni el racismo ni la investigación se pisan el uno al otro, corriendo de la mano a lo largo de toda la película, empezando por el hecho de que el militar encargado de la investigación es precisamente negro, lo que crea bastantes suspicacias por parte de los oficiales blancos de la base y bastante extrañeza entre la tropa negra, que nunca habían conocido a ningún oficial de su raza.

La película gira en torno a numerosos flash-backs que van desvelando la identidad y el difícil carácter del sargento asesinado, un hombre obsesionado por las enseñanzas de su padre, que quería que fuera un negro digno, alejado de los acostumbrados negros analfabetos sumisos a los blancos. Esa obsesión lo ha transformado en un militar duro, racista y cruel hacia los de su propia raza, en especial hacia los que consideran que denigran a los negros, por cobardes, idiotas y dóciles. Poco a poco, el capitán Davenport descubre que el sargento era odiado y temido por los hombres a su mando, con lo que sus iniciales sospechas de un crimen racista se van desmoronando.

La otra base de la historia el es racismo. A pesar de alistarse para defender a su país, el ejército norteamericano seguía tratando a los soldados negros con desprecio, manteniéndolos en unidades a parte, sin mezclarlos con los blancos y con oficiales blancos a su mando. Solamente algunos suboficiales podían ser de raza negra.

Si bien la película está narrada con agilidad, es verdad también que los numerosos flash-backs, que uno es capaz de anticipar con claridad, hacen que en algunos momentos el ritmo no sea del todo fluido, con algunos instantes en que el interés baja un poco. Es la intriga sobre quién es el asesino lo que nos mantiene en vilo, cruzando los dedos en que el final está a la altura. Tampoco los diálogos y el reparto me perecieron demasiado inspirados, dejando patente que la película acusa un poco el paso de los años.

El reparto, compuesto en su mayoría por actores negros, cumple con acierto con su trabajo, si bien ningún trabajo destaca especialmente. Howard E. Rollins Jr. me pareció demasiado acartonado y sin carisma y Adolph Caesar un poco sobreactuado. A señalar el papel secundario de un joven Denzel Washington, que ya apuntaba maneras de buen actor.

Afortunadamente, el desenlace es bastante aceptable, dejando una buena sensación de historia bien construida, con lo que la película deja un buen sabor de boca final. En todo caso, quizá resulta un poco precipitado, dejando en evidencia que la denuncia del racismo imperante, tanto en el ejército como en la sociedad norteamericana de la época, finalmente termina imponiéndose como tema principal de la historia.

Historia de un soldado recibió tres nominaciones: mejor película, mejor guión y mejor actor secundario (Adolph Caesar).

martes, 29 de diciembre de 2015

El pacificador



Dirección: Mimi Leder.
Guión: Micheal Schiffer.
Música: Hans Zimmer.
Fotografía: Dietrich Lohmann.
Reparto: George Clooney, Nicole Kidman, Armin Mueller-Stahl, Marcel Iures, Alexander Baluev, Rene Medvesek, Gary Werntz, Randall Batinkoff, Jim Haynie.

Un general soviético roba diez cabezas nucleares para venderlas al mejor postor. Una de ellas va a parar a un político de antigua Yugoslavia que pretende utilizarla para vengar la muerte de su mujer y su hija.

El pacificador (1997) tuvo cierta fama en su momento por ser la primera película de la productora Dreamworks, fundada por Steven Spielberg en compañía de Jeffrey Katzenberg y David Geffen. Supuso también el debut en la gran pantalla de Mimi Leder, hasta ese momento directora de series de televisión. Se trata de un thriller bastante entretenido, aunque convencional y sin demasiadas sorpresas.

El argumento de la película se aprovecha de las turbulencias en la Unión Soviética tras la caída del comunismo y de las guerras en los Balcanes para crear una trama que mezcla tráfico de armas y terrorismo. Es verdad que algunos detalles de la historia parecen cogidos con alfileres, pero hay que admitir que resulta un buen recurso para ambientar la historia. Y de todos modos, el problema en los Balcanes o la corrupción política en la antigua URSS se quedan finalmente como meros telones de fondo; lo que de verdad interesa es poner en pie un film de acción para mayor lucimiento de sus protagonistas: George Clooney y Nicole Kidman. Y si Clooney está perfecto en su papel, una especie de James Bond norteamericano, cuesta más convencerse del papel de Nicole Kidman como jefa de operaciones. Es el punto más débil de la trama. Ya se sabe que es necesario meter a una mujer atractiva en cualquier historia, por el tema de la tensión sexual, el romance, etc, pero en esta ocasión cuesta creerse que una científica tenga que tomar decisiones que corresponderían por toda lógica a militares experimentados y menos aún verla metida hasta el cuello en persecuciones y tiroteos. Pero es lo que hay.

Salvado ese escollo, hay que reconocer que la película está muy bien realizada, primando por encima de todo el ofrecer un ritmo acelerado y bastantes escenas de acción de una factura impecable. Los últimos minutos de la cinta, con la persecución del terrorista por las calles de Nueva York elevan la tensión al máximo, aún a sabiendas de que vamos hacia el consabido final feliz, lo cuál dice mucho del buen hacer de Mimi Leder tras las cámaras.

Otro detalle que me gustó especialmente es que en esta ocasión el malo de turno no es un chiflado psicópata malhumorado y cruel. La figura de Dusan Gavric, interpretado de manera magistral por Marcel Iures, me parece todo un acierto. Se trata de un hombre que ha perdido a su mujer y así hija en la guerra de Yugoslavia y tal dolor lo empujan a busca cierto tipo de compensación llevando el dolor a quienes fomentan esos conflictos. No es un loco, es un hombre culto y sensible destrozado por el dolor. Sin duda, creo que éste es el mayor acierto de la película. Película que, si bien no es de lo mejor del género, al menos me pareció un film cuidado y entretenido. Dentro de sus pretensiones, cumple con creces la función de hacernos pasar un buen rato.

lunes, 28 de diciembre de 2015

Los próximos tres días



Dirección: Paul Haggis.
Guión: Paul Haggis (Remake: Fred Cavayé, Guillaume Lemans).
Música: Danny Elfman.
Fotografía: Stéphane Fontaine.
Reparto: Russell Crowe, Elizabeth Banks, Liam Neeson, Olivia Wilde, Jonathan Tucker, Brian Dennehy, RZA, Sean Huze, Lennie James, Jason Beghe, Moran Alias, Ty Simpkins.

La tranquila vida de John Brennan (Russell Crowe) se viene abajo cuando su mujer, Lara (Elizabeth Banks), es detenida acusada de asesinato. Celebrado el juicio, Lara es declarada culpable.

Parece que Paul Haggis se ha decidido a dar el salto definitivo a la dirección, si bien sigue también firmando los guiones de sus películas, puesto, el de guionista, donde ha recibido mejores críticas que como director.

En esta ocasión, Haggis realiza el remake de la película francesa Pour elle (Fred Cavaré, 2008) y parece que sin salirse demasiado del original. Como me he perdido el film francés, se evitan las comparaciones, odiosas según se dice, pero a veces inevitables.

Los próximos tres días (2010) plantea un dilema un tanto peliagudo: hasta dónde puede llegar una persona corriente, con una vida normal, con el fin de ayudar a su esposa, injustamente encarcelada por un crimen que no cometió. Nuestro protagonista, John, tras superar sus reticencias y miedos iniciales, decide dar el paso y llevar adelante su plan: sacar por la fuerza a su mujer de la cárcel y huir del país. Lo que sí que está claro es que la moralidad norteamericana pone una serie de líneas rojas al comportamiento de John, de modo que en ningún caso pueda traspasar una serie de límites que lo llevarían directamente al punto de no retorno, punto en el que debería pagar por su comportamiento. Esa moralidad presente en todo instante resta algo de fuerza al relato, pues, previendo un final feliz, sabemos casi con certeza lo que hará y lo que no hará el protagonista.

Los próximos tres días peca quizá de un excesivo metraje para lo que finalmente nos cuenta Haggis o cómo decide contarlo. Y es que la parte en que acusan y enjuician a Lara es omitida por completo, lo cuál nos priva de algunos momentos que hubieran dado bastante juego, quedando casi toda la primera parte de la película centrada en cómo John encaja su nueva situación y cómo va planeando la liberación de su mujer. Uno de los problemas del film es que, tal y como está planteado, cuesta creerse que John pueda dar el paso al lado delictivo para liberar a su mujer. Además, esta parte de la historia, si bien es interesante, tiene una duración excesiva, cayendo en momentos un tanto vacíos, en especial la prescindible amistad de John y Nicole (Olivia Wilde), que no aporta absolutamente nada a la trama.

Es cuando la historia se centra más en la acción, con la huída del matrimonio Brennan, cuando vivimos los momentos más intensos, más emocionantes, con un ritmo ágil y la tensión de la persecución policial, que dan vida a la película y nos despiertan del letargo anterior. Sin embargo, de nuevo el director vuelve a pecar de excesivo y en lugar de cortar cuando debía, nos prolonga el final con unas escenas explicativas a todas luces innecesarias; a ninguna persona le cabía la más mínima duda de la inocencia de Lara; excederse en confirmarlo hasta el más mínimo detalle no revela más que la torpeza narrativa de Haggis, obsesionado con no dejar ni la más mínima sombra de duda.

El lo que sí que salimos ganando es con la presencia de Russell Crowe, sobre el que recae el peso de la película, que lleva con absoluta naturalidad y aplomo. Sin desmerecer tampoco el buen trabajo del resto de actores, si bien el papel de Liam Neeson o Brian Dennehy es casi testimonial.

Los próximos tres días se nos queda, al final, en un entretenimiento un tanto superficial que quizá deja de aprovechar gran parte de las posibilidades dramáticas de la historia para centrarse más en un relato que tira más al thriller y que, sin ser completamente redondo, se deja ver y ofrece un pasable entretenimiento. Aún así, Paul Haggis no termina de convencerme como director, al menos en esta ocasión.

viernes, 25 de diciembre de 2015

Regreso al futuro



Dirección: Robert Zemeckis.
Guión: Bob Gale y Robert Zemeckis.
Música: Alan Silvestri.
Fotografía: Dean Cundey.
Reparto: Michael J. Fox, Christopher Lloyd, Lea Thompson, Crispin Glover, Claudia Wells, Thomas F. Wilson, James Tolkan, Billy Zane, Sachi Parker.

El joven Marty McFly (Michael J. Fox) es muy amigo de un excéntrico científico que lleva años ideando los más curiosos experimentos. Ahora, afirma haber inventado una máquina para viajar por el tiempo. Marty acude a presenciar el experimento, pero algo va a complicarlo todo.

Con Regreso al futuro (1985) estamos ante una de esas películas que, sin ser obras maestras, se hacen un hueco, primero en el corazón del público, y luego en la historia del cine.

Regreso al futuro pertenece a ese cine de aventuras lleno de fantasía e imaginación desbordante que dio lugar a títulos ya legendarios en la década de los ochenta y se ha ganado a pulso un lugar privilegiado entre las mejores películas de ciencia-ficción de la historia.

El argumento de la película es bastante sencillo: un adolescente, Marty, viaja al pasado, a 1955 concretamente, y conoce allí a los que serán sus padres, cuando ellos ni siquiera eran novios. Cuando su futura madre (Lea Thompson), entonces una adolescente también, se enamore de él, Marty deberá hacer todo lo posible para desengañarla y lograr que se enamore de su futuro padre (Crispin Glover) o ni él ni sus hermanos podrán nacer.

Si uno se parara a analizar la historia se daría cuenta de que el argumento cae en numerosas contradicciones y paradojas de imposible explicación. Sin embargo, al final todo ello importa bien poco. Es uno de los grandes aciertos del guión de Regreso al futuro, aún siendo conscientes de lo fantástico del argumento, nadie le presta atención. Y es que la premisa de la historia es crear un entretenimiento absurdo pero simpático, una comedia amable, alegre y optimista que mezcle cine romántico con ciencia-ficción y comedia adolescente. Y el guión de Zemeckis y Bob Gale es tan genial que toda esa mezcla funciona a la perfección sin que a nadie le importe lo más mínimo la lógica de los acontecimientos.

Sin duda, una de las claves de la película es el vertiginoso ritmo de la historia. Todo sucede a mil por hora, con diálogos saturados de términos científicos tan absurdos como geniales, como el mítico condensador de fluzo, que le dan al film un ritmo frenético donde todo sucede con una precisión matemática y no deja ni un minuto al aburrimiento.

Pero también hay que destacar unos diálogos absolutamente perfectos, con el humor omnipresente y con guiños a la política, la música, los avances técnicos, que funcionan como un reloj suizo. Atención, tampoco es que estemos hablando de chistes demasiado originales, no es así. Se trata de bromas bastante básicas pero que tienen la virtud de funcionar perfectamente y que tampoco caen en lo excesivo ni en el mal gusto. Es un humor sencillo pero que funciona.

Mención especial merecen los personajes de la historia. Haber centrado la trama en adolescentes, con el personaje central de Marty y sus jóvenes padres padres en el pasado, le da un toque dinámico y el encanto de las comedias de adolescentes pero, como decía antes, sin perder nunca el buen gusto y el acierto de no caer en los chistes demasiado vulgares. Pieza clave de la película también es el personaje de "Doc" Brown, el científico extravagante encarnado a la perfección por un maravilloso Christopher Lloyd, cuya expresividad le da un encanto y una fuerza a su personaje insuperables.

La película fue la más taquillera de 1985 y si bien sólo ganó un Oscar secundario, a los mejores efectos de sonido, es una cinta que ha ido ganando fuerza con el paso de los años, dando lugar a tres secuelas más, hasta ganarse un puesto en la historia del cine.

Regreso al futuro es entretenimiento garantizado desde el primer minuto. Un film que no destaca por nada especialmente, pero en la la mezcla de todos los ingredientes da como resultado un film tremendamente entretenido que se sigue viendo treinta años después con la misma frescura que en su estreno.

jueves, 17 de diciembre de 2015

Los cazafantasmas




Dirección: Ivan Reitman.
Guión: Dan Aykroyd, Harold Ramis.
Música: Elmer Bernstein (Canción: Ray Parker Jr.).
Fotografía: Laszlo Kovacs.
Reparto: Bill Murray, Dan Aykroyd, Sigourney Weaver, Harold Ramis, Ernie Hudson, Rick Moranis, William Atherton, Annie Potts, David Margulies, Reginald VelJohnson.

Los doctores en parapsicología Peter Venkman (Bill Murray), Ray Stantz (Dan Aykroyd) y Egon Spengler (Harold Ramis) son expulsados de la Universidad de Columbia donde investigaban ante la falta de resultados en sus trabajos. Al verse en la calle, deciden probar fortuna montando una empresa de cazafantasmas.

Los años ochenta del pasado siglo vieron llegar a las pantallas una buena cantidad de películas fantásticas y de aventuras (Willow, La princesa prometida, Regreso al futuro, Gremlins, Los Goonies, Conan, el Bárbaro, Dentro del laberinto, ...) enfocadas preferentemente a un público infantil y juvenil. Fue una especie de moda donde todo tenía cabida. Eran un cine de una fantasía desbordante que mezclaba géneros y situaciones con total libertad creativa. Y dentro de esta tendencia tenemos que sitúar a Los cazafantasmas (1984).

La película de Ivan Reitman no es una obra de arte, ni mucho menos. Y sin embargo, pasados tantos años desde su estreno no sólo conserva su encanto inicial, sino que puede verse perfectamente en nuestros días y sigue resultando un espectáculo bastante entretenido.

El tono general de la película es el de comedia, tanto por su tratamiento ligero y unos diálogos llenos de bromas y chistes, como por la visión simpática y divertida de los fantasmas que pueblan la cinta. Más que asustar, uno desearás jugar con ellos. Solamente al final, el argumento toma un giro algo más siniestro y oscuro, con algunas criaturas algo más amenazadoras, pero sin perder jamás el tono de parodia y comedia que presiden la historia. Y aquí reside parte de su éxito: un film tan surrealista nunca debe tomarse en serio a sí mismo. Es ese tono alegre, a veces pícaro, el que nos predispone a aceptar las múltiples bromas que llenan la cinta con benevolencia, pues sería imposible intentar analizar con rigor un cúmulo tal de disparates y un argumento tan simple y fantástico como el de Los cazafantasmas.

La película funciona porque es sencilla, sin pretensiones. Y porque sabe mezclar con humor temas tan dispares como el fin del mundo, la comedia, el film romántico y el de aventuras, todo bien agitado y mezclado en una historia un tanto confusa pero que funciona dentro de su improbable realidad. Se trata de una entretenimiento, pero bien diseñado, bien realizado y correctamente orquestado.

Dentro del reparto, habría que destacar a Bill Murray, el centro sin duda de la historia y el personaje que encarna el espíritu burlón y golfo en la historia. Un supuesto científico más preocupado por ligar con sus pacientes que por otra cosa. Su actitud lacónica, incrédula y chulesca son sin duda el alma de la película.

Pero cuidado, como decía anteriormente, no estamos ante un gran film. Se trata de una comedia sencilla que a veces cae en la broma fácil y un tanto burda y que, en terminos generales, no pasa de ser un mero pasatiempo. Eso sí, la originalidad de la historia y el tono simpático permiten que pasemos un rato de diversión sana y sin complicaciones.

La película posee unos más que aceptables efectos especiales que aún resisten más de treinta años después.

Contra toda lógica, Los cazafantasmas fue un éxito rotundo de taquilla, apoyado en una simple y pegadiza canción, y que dio lugar a unas cuantas secuelas y a series de dibujos animados, videojuegos, libros, etc. Todo un fenómeno más grande que el film mismo. Hoy en día, estaría dentro de la historia del Séptimo Arte como un buen ejemplo de ese cine de evasión de los ochenta que tantas horas de diversión proporcionaron a la juventud de entonces. Un clásico que aún se deja ver con alegría.

La película recibió dos nominaciones a los Oscar: mejores efectos especiales y mejor canción original.

domingo, 13 de diciembre de 2015

Leaving Las Vegas



Dirección: Mike Figgis.
Guión: Mike Figgis (Novela: John O'Brien).
Música: Mike Figgis.
Fotografía: Declan Quinn.
Reparto: Nicolas Cage, Elisabeth Shue, Julian Sands, Richard Lewis, Steven Weber, Valeria Golino, Laurie Metcalf, Vincent Ward, Danny Huston, Bob Rafelson, Mark Coppola.

El guionista Ben Sanderson (Nicolas Cage), al que abandonó su mujer, es un alcohólico. Esta dependencia de la bebida termina por costarle el puesto de trabajo. Es entonces cuando decide irse a Las Vegas con la intención de beber hasta morir.

Leaving Las Vegas (1995) está inspirada en la novela autobiográfica de John O'Brien, que se suicidó poco antes de que se estrenara la película. Mike Figgis dirige, escribe y pone la música a un film, como se ve, tremendamente personal.

La película afronta un tema bastante espinoso que ya habíamos visto en dos obras geniales: Días sin huella (Billiy Wilder, 1945) y Días de vino y rosas (Blake Edwards, 1962). El acercamiento al tema del alcoholismo por parte de Figgis es bastante más crudo que en las películas anteriores, fruto sin duda de la manera de hacer cine de estos tiempos. Crudeza que se pone de manifiesto en unos diálogos directos y con alusiones sin rodeos al sexo y especialmente en el sombrío final de la historia, muy distante de los moralizadores y convenientes finales felices a que nos tiene acostumbrados el cine norteamericano.

La película narra los últimos días de un guionista en crisis que se ha dado a la bebida sin que se expliquen del todo los motivos que le llevaron a esa situación. Como dice el propio Ben, no sabe muy bien si empezó a beber cuando lo dejó su esposa o si ésta lo dejó porque bebía. Y tampoco recuerda ya cuando y cómo tomó la decisión de beber hasta morir. En todo caso, se trata de un completo perdedor que no desea de ninguna manera redención alguna. Es un suicida convencido y hasta enamorado del método elegido para terminar con su vida. Por ello, cuando conoce a Sera (Elisabeth Shue), una prostituta, nada más llegar a Las Vegas, y a pesar de enamorarse de ella, Ben le explica sus intenciones y le advierte que no le pida nunca que deje de beber.

Si poco sabemos sobre los motivos de Ben, más extraño resulta casi el enamoramiento de Sera, pues Ben no tiene nada que ofrecerle más allá de un par de semanas de borracheras. Sin embargo, tal vez el deseo de cuidar de alguien aún más desgraciado que ella, o la sinceridad de un hombre que ya no espera nada, provocan en ella el deseo de estar a su lado, de cuidarlo. Es el amor de dos seres infelices que unen sus desgracias como un último intento de buscar un oasis final de felicidad.

Creo que unos de los grandes aciertos de Figgis es precisamente no dar demasiadas explicaciones sobre los personajes y sus motivaciones. No desvela los motivos de Ben para su drástica decisión ni tampoco nos cuenta apenas nada de la vida de Sera. Se ahorra pues pesadas justificaciones y deja que cada uno de nosotros intente buscar, o incluso ni eso, las explicaciones que considere oportunas. En el fondo, poco importan los por qués. Se trata de mostrar un suicidio y nunca hay una única causa. Nadie es infeliz de repente. La única concesión que se da el director son las charlas de Sera, quizá en el psicoanalista, en las que habla de su vida con Ben.

Ante un tema tan crudo, la puesta en escena va pareja al mismo. Una atmósfera claustrofóbica, rincones oscuros y la constante presencia del alcohol mientras Ben se va descomponiendo. Lo único que, desde mi punto de vista, llega a resultar cansino es la omnipresente banda sonora de jazz que invade todas y cada una de las escenas de la película. Incluso en algunos momentos resulta demasiado protagonista, casi invasora, llegando a parecerme cansina. Como digo, es un punto de vista personal.

Lo que sí que tenemos que alabar es el acierto a la hora de elegir a los protagonistas. Tanto Nicolas Cage, ganador del Osacr al mejor actor, como Elisabeth Shue, nominada a la mejor actriz, están absolutamente colosales. De hecho, gran parte de la fuerza dramática y lo conmovedores de muchos momentos es "culpa" de sus magníficas interpretaciones, absolutamente convincentes.

Leaving Las Vegas no es una película para todo el mundo. De hecho, puede herir muchas sensibilidades. Es un film demasiado amargo que conviene ver estando preparado para una experiencia dolorosa.

La película también estuvo nominada en el apartado de mejor director y mejor guión adaptado.




sábado, 12 de diciembre de 2015

El legado de Bourne



Dirección: Tony Gilroy.
Guión: Tony Gilroy, Dan Gilroy.
Música: James Newton Howard.
Fotografía: Robert Elswit.
Reparto: Jeremy Renner, Rachel Weisz, Edward Norton, Joan Allen, Albert Finney, Oscar Isaac, Scott Glenn, Stacy Keach, David Strathairn, Corey Stoll, Donna Murphy, Paddy Considine.

Cuando estalla el problema Jason Bourne, un agente especial fuera de control, otros programas de inteligencia del gobierno corren el riesgo de ser descubiertos. Por ello, el Departamento de Defensa decide investigar las posibles ramificaciones del programa Treadstone y poner en cuarentena su propio programa, Outcome, hasta que se calme la situación; los agentes de Outcome deben ser eliminados.

Visto el éxito de la trilogía de Jason Bourne, no extraña en absoluto la aparición de El legado de Bourne (2012), cuyo único cometido parece ser seguir explotando el éxito de aquella. El problema fue que ni Paul Greengrass ni Matt Damon aceptaron rodar una cuarta entrega, de ahí el tener que hacer un film con una trama paralela a la de la trilogía y contar con un nuevo protagonista, algo que no deja de ser un lastre.

El guión de El legado de Bourne, como decía, se inventa una historia que corre paralela al caso Bourne, lo que justificaría esta nueva entrega, implicando a otros departamentos de inteligencia y nuevos programas de adiestramiento de agentes secretos. Sin embargo, hay que reconocer que el argumento de El legado de Bourne parece mucho menos creíble que el Bourne. Tal vez por carecer de la originalidad de aquel, resultando algo repetitivo; tal vez por ser más rebuscado y, quizá, por estar mucho peor explicado y menos integrado con la acción. Y es que el principal defecto de esta película es que su historia resulta algo confusa y, bien analizada, la trama es de un esquematismo total, repitiendo pautas, escenas y situaciones de la trilogía, lo que a todas luces le resta interés y emoción. Además, algunos detalles, como el de las pastillas y las alteraciones genéticas, pueden resultar un tanto inverosímiles. En general, la historia es mucho menos atractiva y emocionante, lo que pesa como una losa a lo largo de todo el film.

Dicho ésto, hay que aclarar que El legado de Bourne no es una mala película. Es cierto que el comienzo no es demasiado brillante, pero el director va aumentando la intensidad progresivamente y la persecución final resulta bastante brillante, al menos en su puesta en escena. Sin embargo, el hecho de que la película esté entroncada con las de Bourne hace inevitable ciertas comparaciones y en todas sale perdiendo El legado de Bourne, cuyas peleas y persecuciones están un peldaño por debajo de las protagonizadas por Matt Damon. Y eso que Jeremy Renner, sin tener el carisma de Damon, logra realizar un más que aceptable trabajo, resultando del todo creíble y convincente. Quizá el único punto en que estoy más con Tony Gilroy es en que su dirección no resulta tan estresante y nerviosa como la de Greengrass, algo que agradezco profundamente.

La simplicidad del guión también se pone en evidencia en el desenlace de la película, que resulta a todas luces precipitado y un tanto desconcertante. La muerte del agente que acosa a los protagonistas es todo menos brillante y las escenas que intentan explicar y cerrar el caso parecen metidas ahí de manera un tanto forzada. Es uno de los finales más extraños que recuerdo y que dejan un triste broche a la película. No entiendo como no se cuidó un poco mejor algo tan importante como esta.

El legado de Bourne finalmente queda reducida a una aceptable y entretenida película de acción que, sin embargo, hubiera ganado si se hubiera desvinculado de la trilogía de Bourne y la hubieran escrito como algo independiente. Al querer vincularla a las películas precedentes, queda como una secuela menor y pobre de las otras, perdiendo en las comparaciones y presentándose como un producto muy poco original y que no aporta nada a la serie. Entretiene, pero no fascina.





lunes, 7 de diciembre de 2015

El hombre del tiempo



Dirección: Gore Verbinski.
Guión: Steve Conrad.
Música: Hans Zimmer y James S. Levine.
Fotografía: Phedon Papamichael.
Reparto: Nicolas Cage, Michael Cane, Hope Davis, Gemmenne de la Peña, Nicholas Hoult, Michel Rispoli, Gil Bellows, Judith McConnell.

David Spritz (Nicolas Cage) es el popular hombre del tiempo de Chicago. Sin embargo, su éxito profesional no se corresponde en absoluto con el personal. Ensombrecido por su padre (Michael Cane), un escritor de éxito, y separado de su mujer (Hope Davis), David no logra ser la persona que hubiera querido ser.

Curiosa propuesta del Hollywood comercial, pues El hombre del tiempo (2005) va en contra de la corriente de cine de super héroes y acción, que es el que parece garantizar buenas recaudaciones. De hecho, comercialmente la película no fue lo que se dice un éxito.

El hombre del tiempo se adentra en los problemas personales de un hombre de mediana edad que, aparentemente, debería sentirse satisfecho, pues tiene un trabajo apacible con una más que generosa retribución y que le aporta cierta notoriedad. Sin embargo, el protagonista está muy lejos de ser feliz. En una curiosa paradoja, mientras profesionalmente sigue subiendo, con una generosa oferta de una cadena nacional, a nivel personal es un completo fracasado.

El principal problema de David es que ha crecido bajo la alargada sombra del éxito como escritor de su padre. David se siente avergonzado ante él por su rutinario y monótono trabajo, del que no se siente orgulloso, y piensa que ha defraudado las expectativas de su progenitor. Por si esto no fuera suficiente, su matrimonio ha fracasado y no logra reconciliarse con su esposa, a pesar de sus intentos, además de no tener una buena relación con sus hijos.

El argumento, como se ve, es bastante sombrío. Y aunque Verbinski intenta aderezarlo con algunas gotas de humor, éste resulta siempre más amargo que simpático. El hombre del tiempo es un drama en toda regla. Me recordó a American Beauty (Sam Mendes, 1999), pues también tiene un ritmo cansino, monólogos en off del protagonista y un tono pesimista sobre la crisis de un hombre de mediana edad. Hay diferencias, claro; la más notable es el tono más optimista de El hombre del tiempo, especialmente con ese final un tanto complaciente que, sin ser del todo feliz, sí que al menos arroja cierta esperanza. Y es que David, tras tocar fondo a nivel personal, parece que finalmente comienza a sacar fuerzas para afrontar su vida con las decisiones adecuadas, gracias también al apoyo y cierto reconocimiento que obtiene por fin de su padre.

Aplaudo la idea de afrontar este tipo de argumentos, y más viniendo de donde viene, que nos propongan películas con contenido y que nos obliguen a reflexionar. Vaya esto por delante.  Sin embargo, el principal inconveniente que le veo a El hombre del tiempo es su patente artificiosidad. A pesar de las buenas intenciones que se adivinan en el guión, éste creo que se queda algo corto a la hora de enfocar los problemas personales de David. No digo que tenga que ser un todo un tratado científico, pero echo de menos más profundidad y menos afectación a la hora de enfocar la personalidad de Spritz. Es más, si al principio sentimos cierta compasión hacia David, poco a poco vamos perdiendo esa empatía por culpa de algunos comportamientos suyos del todo absurdos. Al final, cuesta un poco creerse al personaje.

Por si fuera poco, la película va perdiendo fuerza progresivamente y hacia la mitad de la misma sentimos cierta fatiga por la reiteración de situaciones, la cadencia cansina, la musiquilla repetitiva...es decir, parece como si se acabaran las buenas ideas y el director se limitara a la repetición de situaciones, algunas sin chispa, otras sin gracia.

Y cuando llega el momento del desenlace, tampoco el guión se muestra especialmente brillante. Se mantiene en la misma línea un tanto extraña de toda la película: es un final sin fuerza, predecible y que parece que intenta contentar a todos; no es del todo pesimista pero tampoco podemos tacharlo de final feliz. El protagonista alcanza el éxito profesional y personalmente parece aceptarse tal y como es, pero con ese deje tristón que no abandona a David.

Lo mejor, sin duda, el buen trabajo de Nicolas Cage, bastante convincente, y la presencia de un notable Michael Cane, que ha ido ganando con los años, como un buen vino,; es todo un regalo disfrutar de su presencia.

El hombre del tiempo, resumiendo, me pareció un film cargado de buenas intenciones y ciertamente interesante, pero un tanto pedante en las formas y más aparente que profundo en el contenido. Lástima, pues el tema sin duda resulta muy interesante y cambia de las propuestas más comerciales que invaden las taquillas.

jueves, 3 de diciembre de 2015

The Mechanic



Dirección: Simon West.
Guión: Richard Wenk, Lewis John Carlino.
Música: Mark Isham.
Fotografía: Eric Schmidt.
Reparto: Jason Statham, Ben Foster, Donald Sutherland, Tony Goldwyn, Mini Anden, Christa Campbell.

Arthur Bishop (Jason Statham) es un asesino a sueldo, el mejor. Realiza sus trabajos con rapidez y eficacia. Sin embargo, un día recibe un encargo especial: ha de matar a su mentor y amigo (Donald Sutherland), que ha traicionado a sus compañeros a cambio de dinero.

Aclaremos en primer lugar que este film viene a ser una especie de remake de Fríamente...sin motivos personales (Michael Winner, 1972), interpretado por el especialista del género en aquella época, Charles Bronson. Quede este dato como mera anécdota, pues tampoco es que un argumento como el que nos ocupa necesite de muchas referencias.

Se que lo que voy a decir sonará a repetido, pues no dudo que palabras parecidas habré dedicado a  otros films de acción parecidos a éste, pero es que es tal la similitud de las fórmulas empleadas en este tipo de películas que resultaría inverosímil no recurrir a ciertas frases hechas a la hora de escribir sobre ellas. Por desgracia, The Mechanic (2011) es una película que recoge casi todos los tópicos del género para ofrecernos un espectáculo de violencia apoyado en una puesta en escena muy cuidada pero sin nada realmente que valga la pena, más allá del mero pasatiempo de palomitas y refresco. De hecho, el argumento es tan esquemático que lo único que podremos decir sobre él es que se limita a construir un mínimo entramado que sirve para encajar las múltiples escenas de violencia que nos regala el guión. Por no haber no hay ni la consabida historia de amor del protagonista, que se limita aquí a encuentros esporádicos de Bishop con una mujer de la que no sabemos nada y que, en la película, tampoco ella parece saber nada de su amante.

La clave de todo será la venganza. Como se ve, muy original también. Pero dado el esquematismo del argumento, ésta sólo se materializa en los últimos minutos de la película y por partida doble, siendo un mero conductor hacia el desenlace final. El núcleo central de la historia es el adiestramiento por parte de Bishop del hijo de su mentor, en un rocambolesco giro argumental que cuesta aceptar y asimilar. ¿Cómo es posible que Bishop, tras matar a Harry, se dedique a cuidar y entrenar a su hijo, que además es un completo descerebrado? La única explicación es que todo ellos es necesario para encadenar las escenas de acción que son la base del film y, de paso, preparar el desenlace que, cómo no, contará con las típicas trampas que ya no engañan a nadie y que cualquier espectador medianamente puesto en el género adivinará desde el minuto veinte de la historia.

Si como vemos, argumentalmente la película tiene un nivel por debajo del mínimo, lo único que nos queda es disfrutar de las múltiples escenas de acción, rodadas con dinamismo y eficacia y con las dosis normales de violencia y sangre de este tipo de películas. No es más desagradable que la mayoría y si uno se sitúa en modo palomitas, hasta puedes entretenerte sin más. El problema que veo en este tipo de films es que se banaliza terriblemente el valor de la vida, la dignidad de las personas (sobre todo de las mujeres) y que se juega con el crimen como si fuera algo normal. No sé..., hasta para este tipo de películas creo que debería exigirse cierto nivel ético. Al final, como decía, entretienen, pero solamente si lo ves como un espectáculo; si te dedicas a rascar un poco bajo la superficie resultan propuestas bastante inmorales.

Como viene siendo normal, para asegurarse unas taquillas decentes, hay que recurrir a un actor con peso en la pantalla y en estos momentos Jason Statham es el número uno. La pena es que está siendo encasillado en este tipo de papeles, con lo que corre el riesgo de acabar siendo una caricatura de si mismo. La presencia de otro peso pesado, como es Donald Sutherland, también se justifica en términos de taquilla, siendo si participación en la película meramente decorativa.

En definitiva, The Mechanic es un film menor, un entretenimiento sin nada en sus entrañas, un cúmulo de tópicos del género que solo está ahí para sacar tajada en taquilla con una fórmula muy socorrida pero que sigue funcionando. Puede resultar un pasatiempo correcto, a nivel formal, pero no es el mejor film de acción ni tampoco nos aportará nada novedoso. Sólo para incondicionales del género.

miércoles, 2 de diciembre de 2015

El invitado



Dirección: Daniel Espinosa.

Guión: David Guggenheim.

Música: Ramin Djawadi.

Fotografía: Oliver Wood.

Reparto: Ryan Reynolds, Denzel Washington, Brendan Gleeson, Vera Farmiga, Sam Shepard, Robert Patrick, Rubén Blades, Nora Arnezeder, Liam Cunningham, Joel Kinnaman, Fares Fares.

Después de haber desertado de la CIA diez años atrás y de pasar todo ese tiempo vendiendo información confidencial al mejor postor, Tobin Frost (Denzel Washington) se ve obligado a refugiarse en el consulado norteamericano de Ciudad del Cabo para salvar su vida.

La verdad es que el arranque de El invitado (2012) es de lo más prometedor: acción a raudales, intriga, ritmo frenético... y todo con un muy buen hacer por parte de Daniel Espinosa, que sabe jugar con la cámara y el ritmo hasta dejarnos casi sin respiración. Esta vez el uso de la cámara nerviosa está realizado de manera muy inteligente, sin llegar a resultar mareante.

Poco o nada sabemos del argumento o de los personajes en estos primeros minutos, es algo que se irá desvelando a medida que avanza la película. Lo importante, de momento, es captar nuestra atención y el director lo logra con este espectacular comienzo.

Luego, la película sigue a revoluciones muy elevadas, plena de escenas de acción y persecuciones de coches espectaculares. El argumento sigue estando en un segundo plano. Y, si hemos de ser sinceros, tampoco nos importa demasiado en esos momentos. La película es pura adrenalina y la tensión y la acción nos mantiene en vilo. El mérito, sin duda, hay que dárselo a la magnífica puesta en escena con todos los elementos ayudando a crear un espectáculo de lo mas entretenido. Y en este punto hemos de mencionar también el excelente juego de los actores, tanto los principales como los secundarios, encabezados por el siempre eficaz Denzel Washington. A su lado, un interesante Ryan Reynolds como aprendiz de agente que vivirá un curso forzado de acción real y que nos hace olvidar sus papeles en comedias románticas para interpretar con bastante solvencia un registro ciertamente dramático.

A pesar de todo, a medida que avanza la historia, empezamos a notar algunos giros algo forzados del guión que hacen que dudemos de la solidez argumental de la cinta. Nada grave, sin embargo, pero son los indicios de que la película se decanta más por la acción pura y dura que por un trasfondo más serio o comprometido.

Por desgracia, es en el desenlace cuando El invitado se nos revela claramente como un mero film de acción, muy bien planteado, pero algo vacío de contenidos. Cuando la historia debe dejar paso a las explicaciones, en el momento en que hay que desvelar la trama que sustenta tanto fuego de artificio es cuando descubrimos un entramado que se parece demasiado a otras películas recientes, en concreto estoy pensando en la serie de Bourne, y que carece por tanto de originalidad y profundidad. Además, como suele ser demasiado habitual ya, todo se resuelve en unos pocos minutos de manera un tanto brusca. Y para rematar la faena, de nuevo estamos ante un final moralista donde no hay lugar para la redención: los malos, todos, han de pagar con su vida por sus fechorías. De nuevo esas reglas tan propias del cine norteamericano que impiden finales más originales o incluso transgresores. Una pena que esta superficialidad argumental final arruine parte de la magia que habíamos disfrutado hasta entonces.

¿Que nos queda finalmente? Una buena película de acción, llena de tensión y un ritmo perfecto, pero que desperdicia gran parte de sus posibilidades al carecer de un buen trabajo del guionista, que corta por el atajo más trillado y superficial. Aún así, si quieres pasar un buen momento de acción, la película no defrauda. Eso sí, es pura teatralidad.