El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

jueves, 31 de agosto de 2023

A propósito de Llewyn Davis



Dirección: Joel Coen y Ethan Coen.

Guión: Joel Coen y Ethan Coen.

Música: T-Bone Burnett y Marcus Mumford.

Fotografía: Bruno Delbonnel.

Reparto: Oscar Isaac, Carey Mulligan, John Goodman, Garrett Hedlund, Justin Timberlake, Ethan Phillips, Robin Bartlett, Max Casella, Adam Driver, F. Murray Abraham. 

El cine de los hermanos Coen nos ha dejado películas impresionantes, como Fargo (1996) o El gran Lebowski (1998), sus obras que más me gustan. Pero una visión tan personal como la de ellos es lógico que produzca un cine irregular, con obras sublimes al lado de otras menos redondas. Y para mí A propósito de Llewyn Davis (2013) estaría en el segundo grupo.

La película gira en torno a un músico que no acaba de despegar en la industria y solamente toca esporádicamente en algún local para ganar unos pocos dólares. No tiene ni un apartamento y debe pedir a sus conocidos que lo dejen dormir en un sofá. Verdaderamente, es un perdedor. Pero también es un idealista. Para él la música es algo muy serio y no está dispuesto a renunciar a sus creencias, sus gustos y sus valores.

Sin embargo, poco a poco va perdiendo la fe. Sus ilusiones se van deshaciendo en cada negativa, en cada fracaso. Quizá no le falta talento, pero en el fondo es uno más de los miles de aficionados con pretensiones. Al final, deberá enfrentarse a la realidad y reconocer su fracaso.

A propósito de Llewyn Davis respira autenticidad. Los hermanos Coen nos muestran el lado oscuro del sueño americano, el reverso de la moneda. Davis es un fracasado, sin excusas. Podíamos entender la historia como la biografía de un perdedor. Solo que no es una biografía realmente. Es un pedazo de una vida, un fragmento. Y los hermanos Coen nos lo muestran sin adornos, con la frialdad casi de un documental. No toman partido, no pretenden enseñar nada, no hay moraleja. Es la vida de un hombre sin gloria, sin triunfos. Podría ser de cualquiera de los muchos idealistas que se topan de pronto con la cruda realidad. Es como cuando los sueños de la infancia se encuentran de pronto con las limitaciones normales de cada cuál. ¿Quién no soñó con la gloria de niño? Y después la vida nos lleva por otros caminos.

Destacaría especialmente las canciones. Los Coen muestran un gusto exquisito por la música y ofrecen algunas actuaciones completas y son preciosas, pero tristes también. Un pequeño momento de gloria en un bar de mala muerte, cuatro aplausos y en la acera, la realidad cotidiana, inmutable.

Oscar Isaac, y en general todos los actores, realizan un trabajo sencillo, directo y sin adornos. Nada que reprochar.

Sin embargo, a la película le falta algo para funcionar como ficción. El argumento se fragmenta en pequeños episodios y no todos tienen el mismo interés. Incluso algunos son un tanto extraños, como sus personajes. Falta emoción, falta un discurso unificador. No es un fallo, creo que es algo conscientemente buscado, pero el resultado es un relato sin mucha sustancia, vago, por momentos repetitivo, a veces incluso puede llegar a aburrir. Y no creo que esa sea la función de una película. 

Y a pesar de ello, de alguna manera te vas enganchando a la vida de Davis, quieres saber algo más, ver donde se alojará ese día al llegar la noche. Es evidente que los hermanos Coen tienen esa veteranía que les permite montar una historia con muy poco y hacer que funcione. 

A propósito de Llewyn Davis no es una película para todos los públicos. Tiene cosas buenas y otras muchas regulares. Entiendo que no llegue a cuajar para según que espectadores. Aún así, es cine, no del mejor, pero cine.

Atómica (Atomic Blonde)



Dirección: David Leitch.

Guión: Kurt Johnstad (Novela gráfica: Antony Johnston y Sam Hart).

Música: Tyler Bates.

Fotografía: Jonathan Sela.

Reparto: Charlize Theron, James McAvoy, John Goodman, Til Schweiger, Eddie Marsan, Sofia Boutella, Roland Møller, Jóhannes Haukur Jóhannesson, James Faulkner, Barbara Sukowa, Toby Jones.

1989, un agente del MI6 es asesinado en Berlín, robándole una lista con los agentes de ambos bandos activos en Berlín. Para intentar recuperar el documento, el MI6 envía a la agente Lorraine Broughton (Charlize Theron).

En medio de una marcada tendencia a carísimas producciones de aventuras, muchas de ellas basadas en cómics, Atómica (Atomic Blonde) (2017) es un producto inscrito claramente en esa corriente y diseñado para el lucimiento de la bellísima Charlize Theron, productora además de la cinta.

A nivel de espectáculo puro y duro, no le puede poner un pero a la propuesta de David Leitch, que domina las coreografías de peleas con total eficacia. Es verdad que se roza lo increíble con demasiada frecuencia, pues solamente con alguno de los golpes propinados por Lorraine, o recibidos por ella, ya habría sido suficiente para dejar fuera de combate a cualquiera. Pero claro, eso limitaría mucho las escenas de acción, de ahí que pueden golpear a quien sea con cualquier objeto contundente que se levantará para recibir más. Incluso con algunas balas o unas cuantas cuchilladas, el malo de turno aún tendrá fuerzas para poner en peligro a nuestra heroína.

Es evidente que el director no busca la credibilidad. Todo el tinglado, con una buena banda sonora incluida, está enfocado al espectáculo. Es este cine de palomitas, infantil y sin imaginación que se ha adueñado de las taquillas, para deleite de espectadores sin muchas exigencias. 

Por eso tampoco extraña demasiado que el argumento carezca de mucha profundidad. Se plantean solamente los parámetros más básicos para mantener cierto hilo argumental que sirva de soporte a las escenas de lucha. Pero incluso en productos tan marcadamente comerciales, hay detalles que no se explican demasiado bien por su torpeza, como hacer el relato en flashback, de manera que sabemos desde el primer momento que Lorraine va a sobrevivir a su aventura en Berlín. Con este fallo elemental se nos priva de toda la tensión que podría provocar no conocer el desenlace, con lo que las luchas y amenazas que se ciernen constantemente sobre la protagonista habrían tenido mucha más fuerza por la incertidumbre del desenlace.

Por si este error no fuera suficiente, el guión juega al despiste constantemente, creando dudas en todo momento sobre la identidad de un agente doble, hasta el punto de abusar del engaño en un final tan manipulador como confuso y cuya finalidad no es otra que alargar una incertidumbre poco convincente y regalarnos alguna secuencia de peleas y tiroteos extra. De nuevo, todo por el espectáculo.

En todo caso, el elemento clave de la película es Charlize Theron, que luce su atractivo indiscutible y demuestra que se le da tan bien machacar a incontables enemigos que representar el papel de mujer sensual con sus escenas de sexo con la agente francesa, la atractiva Sofia Boutella. Y es que, como se ve, la película no renuncia a tocar todos los elementos necesarios para que el espectáculo sea completo.

Si eres de los que acuden al cine a consumir productos sin ningún tipo de exigencia, si te gusta el espectáculo arrollador y no le buscas los tres pies al gato, Atómica será un entretenimiento más que aceptable. Para aquellos que esperan algo más, un film con contenido, con personajes que no sean meras caricaturas y con un argumento profundo, esta película no es para tí.

miércoles, 30 de agosto de 2023

El príncipe de las mareas



Dirección: Barbra Streisand.

Guión: Pat Conroy y Becky Johnston (Novela: Pat Conroy).

Música: James Newton Howard.

Fotografía: Stephen Goldblatt.

Reparto: Nick Nolte, Barbra Streisand, Blythe Danner, Kate Nelligan, Jeroen Krabbé, Melinda Dillon, George Carlin, Jason Gould, Brad Sullivan. 

Cuando su hermana melliza Savannah (Melinda Dillon) vuelve a intentar suicidarse, Tom Wingo (Nick Nolte) acude a Nueva York para intentar ayudar a la psiquiatra Susan Lowenstein (Barbra Streisand) en el tratamiento de su hermana. 

El príncipe de las mareas (1991) es una de esas películas que me gustan tanto como me decepcionan, a partes iguales. 

La historia se centra en tres hermanos que han tenido una infancia muy complicada a causa de unos padres enfrentados entre sí, agresivos y mentirosos. De ahí que Savannah sea una mujer tan sensible como inestable y Tom se pase la mayor parte del tiempo bromeando sobre todo para no enfrentarse a sus problemas. Ha elegido escapar. Solamente con su madre, a la que llama siempre por su nombre, Lila (Kate Nelligan), es cuando suelta su rabia en encendidas discusiones.

Será finalmente gracias a la doctora Lowenstein, que indaga en su infancia en busca de claves para ayudar a su hermana, que Tom al fin se enfrenta a sus traumas, se encuentra a sí mismo y se acepta, perdonando a sus padres y a sí mismo por todo el dolor acumulado.

Una historia, como se puede adivinar, dolorosa, triste y llena de conflictos que es capaz de conmover al más duro de los espectadores, en especial con un par de momentos verdaderamente intensos. Y es precisamente esa carga dramática, la excesiva dureza de la infancia de los Wingo cuando algo me previene y me pone en alerta sobre una historia tan dura como manipuladora. Porque realmente toda la parte de la película centrada en las confesiones de Tom a la psiquiatra resulta demasiado teatral. No digo que no puedan suceder casos así, como los que se describen, pero es el afán de crear un drama de dimensiones colosales lo no me gusta demasiado. Tanto esfuerzo por rizar el rizo me molesta.

Incluso algunos momentos rozan el esperpento, como la cena en casa de Susan con su marido (Jeroen Krabbé), todo un artista de fama mundial, comportándose como un imbécil redomado. Aquí, sin ningún disimulo, es donde vemos cómo el guión saca a relucir sus intenciones deshonestas de manipulación, forzando el drama de manera grotesca.

Además, las hermosas imágenes y la voz en off son como la gota que colma el vaso. Suenan a impostura, a artificio calculado. Y atención, que el relato tiene fuerza y resulta conmovedor. No es un mal discurso ni mucho menos. Solamente que me parece artificial, está todo demasiado calculado, hasta el desenlace, al cuadrar las piezas con tanta exactitud.

Curiosamente, la parte que me pareció más auténtica fue llegando al final, cuando vivimos el romance entre Tom y Susan. Es verdad que el tono sigue siendo acaramelado, con imágenes demasiado hermosas como para pensar que son espontáneas, pero al menos sí que percibí verdadera alegría en la manera de contarnos el romance de dos personas tristes que encuentran al fin una felicidad sorprendente y abrasadora. La manera en que los vemos disfrutar recuerda al primer amor de adolescencia y son puras en su esencia.

El desenlace de nuevo intenta crear el drama perfecto, eligiendo la corrección modélica y moralista para que nos quedemos con ese sabor agridulce que parece la meta buscada por los padres de la película.

Barbra Streisand es elegante como directora y un tanto extraña en su papel. Entiendo que no es una mujer fea, pero siempre me ha costado verla en papeles apasionados, de mujer atractiva. Nick Nolte vivía por entonces su mejor etapa y, sin ser un mal actor, siempre lo vi peligrosamente cercano al exceso. Como pareja en esta historia no terminaron de convencerme, no los veía juntos, pero eso es cosa mía.

Un extraño en mi vida



Dirección: Richard Quine.

Guión: Evan Hunter (Novela: Evan Hunter).

Música: George Duning.

Fotografía: Charles Lang, Jr.

Reparto: Kirk Douglas, Kim Novak, Ernie Kovacs, Barbara Rush, Walter Matthau, Virginia Bruce, Kent Smith, Helen Gallagher, John Bryant, Roberta Shore, Nancy Kovack.

En el momento en que Larry Coe (Kirk Douglas) ve por primera vez a su nueva vecina Margaret (Kim Novak) se siente atraído por ella y hará todo lo posible por conocerla.

Un extraño en mi vida (1960) es una historia sobre un adulterio. Lo bueno es que el enfoque que le da el guión no busca escandalizar ni dramatizar con el tema, sino que el relato es comedido y certero, no cediendo a la tentación fácil de tomar el camino más escandaloso.

Se nota que la cinta se basa en una novela, pues en lugar de que el guión se enfoque exclusivamente sobre las relaciones extramatrimoniales de la pareja protagonista, Hunter construye toda una historia en torno a Larry y Margaret, tomándose el tiempo de profundizar en sus vidas, necesidades, deseos y frustraciones. De esta manera, el trabajo de Larry como arquitecto cobra también su importancia en la historia, no es un adorno, sino que sirve para comprenderlo y ahondar en su manera de ser. Es la importancia de partir de una novela: hay todo un relato denso y extenso sobre la vida de los protagonistas, pero también sobre sus parejas y sus vecinos.

En cuanto a Larry, vemos que es un artista, con el temperamento propio del mismo. Es apasionado, decidido, ambicioso; y por eso la atracción que siente hacia Margaret no puede contentarse con la contemplación pasiva. Larry se lanza a la conquista sin rodeos y cuando ella le pregunta qué desea le responde con franqueza: hacerle el amor.

Ella, por su parte, es una mujer que necesita más pasión en su vida que la que le proporciona un marido (John Bryant) reprimido al que le escandalizan ciertas manifestaciones abiertas del deseo. Por cierto, encuentro a Kim Novak realmente atractiva en esta película. Es cierto que me sigue pareciendo una actriz muy limitada, pero sí que al verla se comprende perfectamente que sus vecinos se sientan atraídos por su belleza.

Por eso resulta del todo lógico que ambos terminen juntos y viviendo una pasión que los desborda. Pero algo más nacerá de esa unión: el amor, porque acaban enamorándose sin remedio y eso complicará las cosas. Tienen una familia detrás y no será sencillo tomar una decisión.

Richard Quine se muestra elegante en la puesta en escena. No hay nada que destaque en su trabajo, que se rige por el clasicismo y el ritmo medido, pero es eficaz a la hora de desarrollar la historia. Tal vez es cierto que en un tema como este de pasión y de amor se eche en falta más intensidad a la hora de contar la historia. Falta intimidad en las conversaciones, no se percibe con la fuerza necesaria el dolor de los amantes ante los problemas de su relación y de su futuro. Es todo demasiado correcto. Quizá fuera la elección consciente del guionista, pero si es así no me parece la más conveniente. Cuando recuerdo otras películas similares, como Breve encuentro (David Lean, 1945), echo en falta aquí el ardor que nos emocione viviendo este romance.

Aún así, la película resulta profunda y aborda con respeto y sin prejuicios un tema tan delicado como universal.

martes, 29 de agosto de 2023

El libro de Eli



Dirección: The Hughes Brothers.

Guión: Gary Whitta.

Música: Atticus Ross.

Fotografía: Don Burgess.

Reparto: Denzel Washington, Gary Oldman, Mila Kunis, Ray Stevenson, Jennifer Beals, Frances de la Tour, Michael Gambon, Tom Waits, Malcolm McDowell. 

En medio de un país devastado tras una guerra, un caminante solitario se dirige hacia el oeste de los Estados Unidos llevando consigo un misterioso libro.

El libro de Eli (2010) es una película ambiciosa, se percibe nada más empezar, con una cuidadosa puesta en escena, la utilización de la cámara lenta, la sensación de que vamos a presenciar algo grande. Por eso la decepción aún es mayor, porque el mensaje resulta ridículo.

Inevitablemente es un film que recuerda a La carretera (John Hillcoat, 2009), otra historia de parecida estética e igualmente un tanto pobre en contenido. Pero al menos no engañaba tanto como El libro de Eli, que juega con un misterio en torno al libro que transporta el caminante durante mucho tiempo para, al final, salir con una historia muy poco profunda y mucho menos apasionante.

Porque lo que lleva y protege con tanto afán Eli (Denzel Washington) es una biblia, la única que se salvó de la quema de libros que tuvo lugar tras la guerra, pues se culpaba a los libros de ser los causantes de la misma. Eli se revela como una especie de profeta que, guiado por una voz interior, lleva al libro sagrado al oeste, donde estará a salvo y podrá ser difundido.

Un mensaje un tanto curioso, una especie de resurrección de la fe que casa realmente muy mal con la violencia con la que Eli realiza su tarea que, en otro giro extraño del guión, dura nada menos que treinta años. Treinta años para ir del este al oeste, matando a villanos y permaneciendo inmune a disparos, golpes y cuchilladas. Si ya la premisa de proteger una biblia resulta un tanto peculiar, el toque sobrenatural del protagonista es ya la guinda del pastel.

El problema principal, sin embargo, es que todo este montaje resulta incongruente, artificial y vacío. Parece más una propuesta estética, con la fotografía, los encuadres, el ritmo o la ambientación destacando fuertemente, que una historia con un contenido profundo, meditado y consecuente. Estamos, una vez más, ante un cine superficial y falto de ideas que intenta deslumbrarnos con su estética pero incapaz de aportar algo mínimamente consistente.

Es cierto que el reparto es muy atractivo, pero ni un escalofriante Gary Oldman es capaz de darle algo de emoción a un film superficial que además comete el error de creer que nos cuenta algo importante, de ahí que su puesta en escena y su final extendido hasta la estupidez aún resulten más patéticos. Lo único que hubiera salvado mínimamente una propuesta de este tipo habría sido tomársela a broma, pues no da para nada más.

Matando en la sombra



Dirección: Michael Curtiz.

Guión: Robert N. Lee y Peter Milne (Novela: S. S. Van Dine).

Música: Bernhard Kaun.

Fotografía: William Reese (B&W).

Reparto: William Powell, Mary Astor, Eugene Pallette, Ralph Morgan, Robert McWade, Robert Barrat, Frank Conroy, Etienne Girardot, James Lee, Paul Cavanaugh, Arthur Hohl, Helen Vinson, Jack LaRue.

Archer Coe (Robert Barrat), un hombre antipático que se ha granjeado no pocas enemistades, aparece muerto en su habitación, cerrada desde dentro. Todo parece indicar que se ha suicidado, pero el detective Philo Vance (William Powell) enseguida sospecha que se trata de un asesinato.

Matando en la sombra (1933) es una adaptación de una novela de S. S. Van Dine, un crítico de arte que tuvo cierto éxito como escritor de novelas de misterio en la década de 1920, creando al detective Philo Vance, protagonista de esta cinta.

La historia sigue las pautas más ortodoxas de este tipo de novelas, de las que Agatha Christie sería la más famosa representante, con tres actos bien definidos.

La primera parte es una mera introducción donde se va presentando a los personajes principales vinculándolos con Archer Coe y exponiendo brevemente los motivos por los que podrían desear su muerte. Es un proceso rápido y bastante elemental que no busca profundizar en los personajes, sino tan solo crear las condiciones para el desarrollo del resto de la trama.

La segunda parte comienza con el crimen de Archer y las primeras investigaciones de Vance que se descubre desde el principio como un fino sabueso, en contrapartida con la policía, mucho más torpe y sin ideas claras sobre lo sucedido. La aparición de un segundo cadáver complica la trama y añade un interesante punto de interés que, sumado más tarde a otro intento de asesinato, suponen el punto culminante de la tensión planteada.

La última parte es lógicamente la del desenlace, donde Vance expone los hechos, en una escena con una maquetas muy ilustrativa, para que nadie se pierda un detalle, y descubre al culpable.

Todo muy clásico y además sumamente elemental. Quizá sea el principal defecto de la trama: el guión no se anda con florituras y va directo al grano desde el principio. No hay lugar para nada ajeno a lo que importa: plantear la intriga, mostrar las indagaciones de Vance y explicar claramente el desenlace. De ahí la brevedad de la cinta y la extrema sencillez del planteamiento y el desarrollo.

Hemos de entender que estamos en 1933 y el cine aún estaba dando sus primeros pasos, especialmente el sonoro. De ahí que este tipo de historias, que podrían resultar algo confusas, se enfocaran desde la premisa de la claridad y la concisión.

Hay en día es evidente que la trama parece poco elaborada, pero si nos atenemos a los hechos hemos de reconocer que la historia resulta estar muy bien construida, la tensión y el misterio se mantienen durante todo el tiempo y la resolución es lógica y con cierto grado de espectacularidad.

Evidentemente, la cinta no puede juzgarse con la mentalidad actual y también está claro que los personajes no llegan a tener una verdadera dimensión. Incluso el sargento Heath (Eugene Pallette), cuya función es meramente cómica, está bastante torpemente dibujado. Pero el relato resulta interesante y la película es realmente entretenida. Michael Curtiz sabe centrarse en lo fundamental y su claridad en la exposición resulta tremendamente eficaz. 

No podemos decir que sea una gran película, pero vista con la perspectiva del año de su realización, creo que podemos admitir que resulta un pasatiempo muy bien presentado. 

lunes, 28 de agosto de 2023

Una llamada a las doce



Dirección: J. Lee Thompson.

Guión: Julius Epstein (Novela: Hubert Monteilhet).

Música: John Dankworth.

Fotografía: Christopher Challis (B&W).

Reparto: Maximilian Schell, Samantha Eggar, Ingrid Thulin, Herbert Lom, Talitha Pol, Jacques Brunius, Pamela Stirling, Vladek Sheybal, Doreen Moore, Franco Derosa. 

Poco antes de estallar la Segunda Guerra Mundial, la doctora Michelle Wolf (Ingrid Thulin) conoce a Stanislas Pilgrin (Maximilian Schell), un jugador de ajedrez sin un centavo, y se enamora perdidamente de él. 

Una llamada a las doce (1965) es un film inquietante porque nos muestra la profunda maldad que puede albergar el alma. Y a su lado, cierta candidez, o el miedo a la soledad, o el sueño de un amor imposible, pero a veces es tan difícil renunciar a los sueños...

Porque Michelle parece tenerlo todo: un buen trabajo como doctora, dinero, inteligencia. Pero está sola. Solamente el doctor Bovard (Herbert Lom) le muestra un amor incondicional, pero ella es incapaz de sentir nada por él. Todo lo contrario que cuando conoce a Stanislas, un ambicioso jugador de ajedrez que aspira a mucho desde su completa miseria. Por eso ve en Michelle una tabla de salvación. Ella lo mantiene, le paga sus vicios y él a cambio se comporta como un fiel amante, pero sin amor. Michelle lo acepta, porque se ha enamorado de veras y es capaz de todo para no perderlo.

Sin embargo, cuando estalla la guerra, ella es detenida por lo nazis por ser judía e internada en un campo de concentración. Durante todo el tiempo que pasa detenida, Stanislas conoce a su hijastra, Fabienne (Samantha Eggar), con la que inicia una relación. Pero hay un cambio: los amantes descubren que Michelle ha heredado de sus parientes una fortuna por eso, en cuanto aparece de nuevo en sus vidas, para Fabienne y para Stanislas solo existe un objetivo: hacerse con su dinero.

Fabienne ha caído en el mismo error que su madrastra, enamorarse de Stanislas, que solo vive para sí mismo. Su egoísmo es tan grande como su ambición y no reparará en nada para satisfacer ambos. Y no dudará en librarse de la pérfida Fabienne y utilizar su diabólico plan para librarse también de Michelle y poder ser libre de disfrutar de la fortuna de ésta.

Una llamada a las doce es un retrato de la naturaleza humana más perversa. Stanislas es un hombre amoral, ambicioso y egoísta. Y cuanto mayor es el botín, más se acrecienta su apetito, hasta romper el último puente de compasión que le quedaba. Fabienne tiene el egoísmo de la juventud, que lo quiere todo y lo quiere ya. Es caprichosa, pero también es mala, hasta el punto no solo de desearle la muerte a su madrastra, sino de planificar al detalle su asesinato. Va un paso por delante de Stanislas, porque lo quiere a él para ella sola y odia verlo con Michelle. Pero ignora que su amado es aún más amoral que ella, porque Stanislas no depende de nadie, solo se quiere a sí mismo. Y llega un momento en que entre Fabienne y el dinero, elige el segundo.

Gran trabajo de Maximilian Schell, realmente soberbio en un papel complicado que sabe encarnar con maestría. Lo mismo que Samanta Eggar, tan atractiva como malvada. Ingrid Thulin tiene un papel más comedido, pero no desentona en absoluto. Quizá la nota más imperfecta venga de la mano de Herbert Lom, cuya rigidez por momento resulta aparatosa.

Quizá la nota negativa sea la duración de la película, no por ella en sí misma, sino porque el relato se pierde en momentos que pedían a gritos más contención para centrarse en lo fundamental. Es posible que también influya el director, que no logra explotar del todo la riqueza del material que tiene entre manos. 

En todo caso, cuando la película se centra en lo fundamental, contiene escenas de una intensidad tremenda, como el asesinato de Fabienne, realmente turbador, o cuando Stanislas telefonea a Michelle para matarla. Junto con algunos diálogos verdaderamente elocuentes, son los mejores detalles de una película perturbadora.

Ángel o diablo



Dirección: Otto Preminger.

Guión: Harry Kleiner (Novela: Marty Holland).

Música: David Raksin.

Fotografía: Joseph La Shelle (B&W).

Reparto: Alice Faye, Dana Andrews, Linda Darnell, Charles Bickford, Anne Revere, Brice Cabot, John Carradine.

Eric Stanton (Dana Andrews), un buscavidas sin dinero ni porvenir, llega al pueblo de Walton donde conoce a la bella Stella (Linda Darnell) y se encapricha de ella. Para conseguirla necesita dinero y se le ocurre seducir a una mujer adinerada, June (Alice Faye), y robarle.

Tras el éxito de Laura (1944), tal vez la mejor película del director y una joya del cine negro, Otto Preminger rueda Ángel o diablo (1945) contando otra vez con Dana Andrews, un actor de rostro pétreo que iba muy bien para films de este corte y que afianzará su carrera en esta década de los años cuarenta.

La película es un ejemplo de cine negro pero con un enfoque diferente: aquí no interesa tanto resolver el crimen como analizar la personalidad de todas las personas que se van relacionando entre sí unidas indirecta o directamente por su vinculación con Stella, una mujer fatal que, conocedora de su poder sobre los hombres, sabe como jugar sus cartas buscando solamente su propio beneficio. 

Frente a Stella aparece la figura de June, una mujer que no parece que tenga mucha experiencia en la vida ni con los hombres. Su refugio son los libros y la música. De ahí que cuando aparezca en su vida Eric, con su aplomo y su aura de chico malo, June se enamore perdidamente de él, hasta el punto de casarse sin apenas conocerlo. El plan de Eric va saliendo como pensaba. Solo le queda robarle el dinero y volver con Stella. 

Pero entonces, Stella aparece asesinada y todos los planes de Eric saltan por lo aires. Es más, él mismo será uno de los sospechosos del crimen. La resolución del mismo no resultará especialmente compleja y Preminger la presenta de un modo bastante precipitado. Porque su intención es mostrar el ambiente de Walton, con la dualidad de los barrios acomodados, donde June vive ajena a una realidad muy diferente a la suya, y los barrios bajos, donde la lucha es constante por unos dólares, por labrarse un futuro como sea, con mentiras o manipulando a los hombres, como hace Stella, que aspira a una vida mejor aunque no sepa qué significa eso exactamente. Porque los tipos que frecuenta, incluido Eric, no son precisamente muy recomendables. Incluso Eric, una vez muerta Stella, le reconoce a June que no cree que hubieran tenido un futuro juntos.

Como vemos, estamos ante otro de los rasgos característicos del cine negro: tipos marginales, sin un futuro prometedor, enfrentados una y otra vez a la mala suerte, como le confesará Eric a June, casi marcados por un destino trágico que no saben cómo eludir. Y así vemos como los sueños de Stella se arruinan en manos de uno de sus admiradores, preso de celos y de rabia.

Y es precisamente la relación de Eric con June lo más interesante de la película. Eric es el nexo de unión de los dos mundos de Walton: los bajos fondos y la sociedad respetable. Y al contacto con June, con su amor incondicional, Eric va comprendiendo que está en el camino equivocado y que hay otra realidad posible. Al fin deja caer su coraza y desvela a su esposa sus miedos constantes, sus huidas desde la misma infancia, sus fracasos, por mala suerte o mala cabeza. Eric es un fracasado y al fin al lado de June parece que será capaz de afrontar su vida tal y como ha sido y como es y tal vez cambiar el rumbo.

A nivel estético, Ángel o diablo es un film también notable, apoyado en una fotografía donde se resaltan las sombras cuando estamos en los barrios bajos, símbolo de tinieblas y peligro, y que desaparecen en el barrio alto, donde la claridad es la nota predominante.

Dana Andrews, un actor que Preminger apreciaba y que fue un asiduo de sus películas, está realmente soberbio en su papel, dándole a su personaje una presencia dura, con un toque de amargura y mucha violencia fruto de sus frustraciones que consigue trasmitir desde una economía expresiva admirable. Alice Faye es la perfecta mujer sin mundo, enamoradiza y frágil y se contrapone a la rotundidad de una Linda Darnell tan atractiva como peligrosa. Sin duda, un trío perfecto para una historia que, sin llegar a la altura de sus mejores logros del director, compone un film oscuro, triste, de perdedores, pero que tiene finalmente una puerta abierta a la esperanza para Eric, lo que rompe con el destino trágico tan constante en el cine negro. 

domingo, 27 de agosto de 2023

Chef



Dirección: Jon Favreau.

Guión: Jon Favreau.

Fotografía: Kramer Morgenthau.

Reparto: Jon Favreau, Emjay Anthony, John Leguizamo, Sofía Vergara, Bobby Cannavale, Scarlett Johansson, Oliver Platt, Robert Downey Jr., Dustin Hoffman. 

Carl Casper (Jon Favreau) es un gran chef, pero se ha anquilosado repitiendo el mismo menú durante años en el restaurante donde trabaja. Cuando el crítico gastronómico Ramsey Michel (Oliver Platt) critica su cocina, Casper pierde los papeles.

Chef (2014) arranca de manera interesante, con Casper defendiendo su creatividad por encima de todo, aunque ello le cueste el empleo. Sin duda, esta primera parte es lo único realmente interesante de una película que a partir de ahí pierde el rumbo incomprensiblemente.

Porque cuando la historia debía coger fuerza, precisamente al perder su trabajo el protagonista y deber reorganizar su vida, es cuando Favreau, que se lo "cocina" todo en esta producción, convierte su discurso en algo predecible, absurdo e interminable.

Estamos ante una prueba de superación personal de Casper, tanto a nivel profesional, al tener que reinventarse y partir de cero, montando un camión de comidas, como a nivel personal, enderezando la relación con su hijo Percy (Emjay Anthony), al que tenía abandonado al estar absorbido por su trabajo. Y lo que tenía la suficiente entidad para convertirse en un relato interesante, Favreau lo convierte en una historia sin alma, aburrida, repetitiva, más preocupada de los detalles de elaboración de los platos que en profundizar en los protagonistas, que no parecen tener mucha entidad.

Casper aparece así como una persona demasiado obsesionada por su trabajo. Pero no hay nada más sobre él. La relación con su hijo es estereotipada, pero además carece de profundidad, no es conmovedora ni apasionante. Sabemos de antemano el desarrollo y el desenlace, va como sobre raíles, mecánicamente, sin vida.

Y el resto de personajes son solo fachada, no se aprovecha para nada la relación de Casper con ellos más que para presentar el conflicto mínimamente, como sucede con su jefe (Dustin Hoffman) o con Ramsey, el crítico.

Hay escenas del todo absurdas, como la conversación de Casper con el primer marido de su ex (Sofía Vergara), interpretado por Robert Downey Jr. en un papel totalmente prescindible y ridículo, donde se comporta como un idiota redomado, con una conversación absolutamente demencial. Seguramente el director pensaría que estaba añadiendo una escena divertida para amenizar la historia, pero el resultado es patético.

En general, todo el segundo y el tercer actos resultan lamentables. El viaje en el camión es aburrido porque no aporta nada en cuanto a profundizar en el drama o en los personajes y se limita a servir imágenes de la elaboración y venta de bocadillos con la música machacona omnipresente. Las notas de humor se agradece que sean pocas, porque las que hay son lamentables.

Y el final, bueno, es el colmo de la falta de originalidad. Estaba cantado que Casper iba a triunfar de nuevo y que se haría con el cariño de su hijo. Por si eso no fuera ya suficientemente predecible y hasta vulgar, el guión añade la reconciliación con su ex y encima Ramsey termina haciendo las paces con  Casper, ofreciéndole su apoyo económico para un nuevo restaurante. Todo ello en unas secuencias absurdas, precipitadas e increíbles.

La verdad, Chef es una gran decepción. Una película sin alma, sin ideas, excesivamente larga, aburrida y sin talento. Solamente se salva por la presencia de Sofía Vergara, no ya por su belleza innegable, sino porque su personaje al menos no cae en los tópicos de la ex esposa enfrentada al protagonista, sino que lo apoya, lo comprende y su papel es el único con algo de vida. Y resulta realmente encantadora.

Cielo amarillo



Dirección: William A. Wellman.

Guión: Lamar Trotti (Historia: W. R. Burnett).

Música: Alfred Newman.

Fotografía: Joe MacDonald (B&W).

Reparto: Gregory Peck, Anne Baxter, Richard Widmark, Robert Arthur, John Russell, Henry Morgan, James Barton, Charles Kemper.

Tras robar un banco, la banda de "Stretch" Dawson (Gregory Peck) tiene que adentrarse en el desierto para escapar de sus perseguidores. 

Cielo amarillo (1947) es un western un tanto extraño donde no prima la acción, sino más bien el retrato de un grupo de hombres sometidos a situaciones límite que harán aflorar lo peor y lo mejor de ellos.

El argumento parte de una historia de W. R. Burnnett a la que se añaden algunos elementos de "La tempestad" de William Shakespeare y donde Wellman vuelve a mostrar su predilección por no atenerse a las normas clásicas del western.

Así, la historia va desgranando la personalidad de los integrantes de la banda de Dawson, formada por un grupo de hombres donde las tensiones rigen su relación permanentemente. Los primeros indicios ya los vemos mientras cruzan el desierto, una prueba que los llevará al límite de sus fuerzas y donde ninguno de los bandidos querrá compartir su agua con Walrus (Charles Kemper), que había llenado su cantimplora con whisky, aún con el riesgo que ello comporta para su vida.

Pero el verdadero conflicto estallará en el pueblo abandonado de Cielo amarillo, a donde llegan extenuados tras cruzar el desierto. Allí los recibe "Mike" (Anne Baxter) rifle en mano. Solamente ella y su abuelo (James Barton) se han quedado en el pueblo, pues han encontrado oro. La presencia de "Mike" y las sospechas de que el abuelo debe tener una buena fortuna en oro serán los detonantes de nuevas tensiones en el grupo. Será entonces cuando Dawson deberá intentar mantener controlados a sus hombres, pero no será tarea fácil pues, espoleados por Dude (Richard Widmark), sediento de oro, serán cada vez menos propensos a acatar sus órdenes. 

Dawson, al contacto con "Mike", por la que se sentirá inmediatamente atraído, se replanteará sus prioridades y, sobre todo, decidirá obrar de manera justa, defendiendo su promesa de dejarles la mitad del oro a ella y a su abuelo, lo que le llevará inevitablemente a enfrentarse con sus compañeros.

Cielo amarillo se inscribe así en un tipo de western más psicológico que épico, donde el guión analiza los comportamientos de un grupo cerrado ante la tentación de la riqueza, pero también del deseo, pues la presencia de la joven será también el origen de no pocas disputas. Es pues un recorrido por lo peor del ser humano, vencido por su codicia y lujuria y donde impera la ley del más fuerte. Pero también de cómo algo tan sencillo como el amor puede cambiar a un hombre. 

La prueba de que William A. Wellman no está especialmente interesado en las escenas de acción se ejemplifica con la curiosa escena del duelo final en el bar en ruinas, donde vemos entrar a Dawson y, con la cámara permaneciendo en el exterior, solamente escuchamos los disparos entre éste, Dude y Lengthy (John Russell). Solamente cuando "Mike" entre en el saloon descubriremos qué ha sucedido. La secuencia, además de original, aporta un plus de tensión que el director explota muy hábilmente. Como se sabe, muchas veces resulta más impactante lo que imaginamos que lo que vemos.

Es cierto que la película resulta un tanto predecible y es algo molesta la fuerte moralidad que destila, porque condiciona el comportamiento de Dawson hasta el punto de que vuelve al banco que atracó al comienzo del film para devolver el dinero robado. Sin duda, este es el punto menos convincente de todos, pero imagino que sería el tributo a pagar en aquellos años para que la película fuera apropiada y edificante.

Como dato curioso, al comienzo de la película la banda de Dawson entra en un saloon que es exactamente el mismo que veíamos en Incidente en Ox-Bow (1943), otra película de Wellman cuyo éxito propició precisamente que se rodara Cielo amarillo.

sábado, 26 de agosto de 2023

Yo amé a un asesino



Dirección: John Berry.

Guión: Hugo Butler y Guy Endore (Novela: Sam Ross).

Música: Franz Waxman.

Fotografía: James Wong Howe (B&W).

Reparto: John Garfield, Shelley Winters, Wallace Ford, Selena Royle, Gladys George, Norman Lloyd, Bobby Hyatt. 

Tras un robo que sale mal, matando a un policía, Nick Robey (John Garfield) se refugia en el apartamento de Peg (Shelley Winters), una joven a la acaba de conocer.

Última película de John Garfield, apartado del cine por el Comité de Actividades Antiamericanas, pues moriría al año siguiente de rodar esta cinta, Yo amé a un asesino (1951) demuestra cómo es posible hacer una buena película sin necesidad de grandes medios ni grandes argumentos. Solo es cuestión de talento.

Porque la historia de Yo amé a un asesino es muy sencilla: las tensiones que se producen cuando Nick, huyendo de la policía, se refugia en casa de la joven Peg, a la que acaba de conocer en una piscina pública. Casi toda la película pues transcurre entre las cuatro paredes del apartamento de los padres de Peg, pero los guionistas, entre los que figura Dalton Trumbo, sin acreditar por los problemas con el citado Comité de Actividades Antiamericanas, apareciendo en su lugar Guy Endore, logran con tan poco crear un complejo entramado de relaciones entre las cinco personas encerradas en el piso.

La película pues renuncia a la acción para enfocar todo su planteamiento en el retrato de un delincuente y una familia típica norteamericana que ve como la paz de su hogar se ve sacudida con la llegada de Nick.

Nick que en realidad es un tipo paranóico que se delata a sí mismo cuando nadie aún lo estaba buscando, pues la policía aún no conocía su identidad. Es esta paranoia la que constantemente le empuja en sus acciones, a veces alocadas, a veces sumamente amables, como cuando compra un pavo para ofrecer a sus rehenes una suculenta cena o cuando se preocupa por la herida en la mano de la madre de Peg (Selena Doyle). Este comportamiento cambiante también es el que demuestra desde el principio con Peg, a la que le dice que la quiere pero no deja de tratarla bruscamente en arranques de miedo.

Nick es incapaz de comportarse normalmente. Si hubiera logrado controlarse, tal vez Peg le habría ayudado. Porque ella es una joven sin mucha experiencia en la vida y menos aún con los hombres; de ahí que se sienta realmente turbada con las atenciones de Nick, tal vez el primer chico que parece interesarse por ella. Incluso cuando descubre que es un asesino, Peg parece incapaz de resistirse a la atracción que siente por él.

Lógicamente, el destino de Nick está marcado desde el principio. No hay esperanza para una persona como él. El problema es el daño que le causará a Peg, y el dolor también, porque acaba por cogerle cariño a pesar de todo.

Yo amé a un asesino es por lo tanto una película realmente interesante, con un enfoque muy humano que consigue meternos de lleno en el dolor de la familia secuestrada y también en la mente torturada de Nick, por el que en cierta medida sentimos compasión.

Möbius



Dirección: Eric Rochant.

Guión: Eric Rochant.

Música: Jonathan Morali.

Fotografía: Pierre Novion.

Reparto: Jean Dujardin, Cécile De France, Tim Roth, Émilie Dequenne, John Lynch, Dean Constantin, Vladimir Menshov, Branka Katić, Wendell Pierce, Alexey Gorbounov, Vicky Krieps, Dmitry Nazarov.

El servicio de inteligencia ruso contacta con Alice Radmond (Cécile De France), una experta en fianzas que trabaja en un banco del magnate ruso Ivan Rostovsky (Tim Roth), presionándola para que les entregue información comprometedora sobre Rostovsky.

Sobre el papel, Möbius (2013) tiene todos los elementos necesarios para ser una película más que interesante, pues afronta una historia de espionaje que implica a la CIA y a los servicios de inteligencia rusos en una trama muy bien hilvanada y que en teoría proporcionaría una de esas historias apasionantes sobre el mundo del espionaje. 

Sin embargo, incomprensiblemente el guión parece que se propone enredarnos en una tela de araña realmente espesa en lugar de hacernos cómplices de su entramado. Así, en lugar de una exposición clara de los hechos, desde el arranque mismo opta por la confusión, ocultar datos, referirse a Alice siempre en masculino, no identificar claramente a los personajes, utilizar nombres en clave que no sabemos bien a quién hacen referencia... 

Es verdad que poco a poco vamos desenmarañando la trama, pero la principal consecuencia de no ofrecernos una exposición diáfana de los personajes y sus implicaciones es que nos pasamos la película dándole vueltas a lo que vemos, buscándole la lógica, y con eso nos perdemos la experiencia de meternos plenamente en la historia y disfrutarla o padecerla como se merece.

Algunas veces la confusión esconde un relato poco sólido, pero en este caso creo que no es así y no hacía falta complicar tanto la historia. Parece un mal bastante característico del género, como si el mundo del espionaje estuviera reñido con la claridad expositiva. Y no tiene nada que ver una trama compleja, como a menudo sucede en el género, con una exposición confusa y creo que aquí el director confunde los términos.

Y es una lástima porque los personajes son interesantes y la trama, una vez adivinada, tiene fuerza como para resultar más que apasionante.

Además, el director sabe lo que se trae entre manos, como lo demuestra en aquellos momentos en que decide dejar de marearnos y se concentra en lo importante. De esta manera, la relación entre Alice y Moïse (Jean Dujardin) nos ofrece algunas escenas realmente hermosas y con muy pocos elementos el director logra hacernos partícipes de la pasión que nace entre ambos, consiguiendo los mejores momentos de la película, especialmente con la escena final, de una belleza, fuerza y claridad maravillosas.

Además, el reparto también me pareció todo un acierto. Jean Dujardin está demostrando una capacidad formidable para encarar cualquier registro, resultando siempre convincente. A su lado, la hermosa Cécile De France, capaz de enamorar no solo a Moïse, sino a todos nosotros. De Tim Roth creo que no se va a descubrir ahora su talento, a pesar de que su participación es bastante más residual de lo que me hubiera gustado.

En definitiva, Möbius es una película con un gran potencial, tocando además un género que me encanta, pero por desgracia el director no ha sabido presentarla de manera eficaz, optando por una confusión innecesaria y que nos entorpece y mucho la experiencia de disfrutarla.

viernes, 25 de agosto de 2023

Traidor



Dirección: Jeffrey Nachmanoff.

Guión: Jeffrey Nachmanoff.

Música: Mark Kilian.

Fotografía: J. Michael Muro.

Reparto: Don Cheadle, Guy Pearce, Saïd Taghmaoui, Neal McDonough, Alyy Khan, Archie Panjabi, Jeff Daniels, Raad Rawi, Hassam Ghancy. 

Samir Horn (Don Cheadle) es un experto en explosivos que contacta con terroristas islámicos para venderles una partida. Pero en medio de la reunión es detenido y encarcelado en Yemen con la colaboración del FBI.

Traidor (2008) es un film de intriga interesante, pero que comete un error estúpido con el mismo título, que desvela la clave de la trama. Es como escribir una novela de misterio y titularla con el nombre del asesino que deberemos descubrir.

Dicho lo cuál, la película resulta un buen intento de aunar suspense con la trama política, describiendo con detalle la preparación de un atentado especialmente sangriento en territorio de Estados Unidos a cargo de integristas islámicos que recuerda tristemente al de las Torres Gemelas de Nueva York, salvo que se sustituyen los aviones por autobuses. De ahí que sea imposible tomarlo como una mera ficción. Como suele decirse, la realidad terminó superándola.

El gran mérito de la película es pues que sabemos que lo descrito puede llegar a pasar y además, el relato es enfocado desde el comienzo con la seriedad y el rigor necesarios para que nos olvidemos de que es una ficción. Todo el planteamiento busca el mayor grado de eficacia posible.

Incluso, los dirigentes musulmanes que están al frente de la operación no se presentan como fanáticos, sino que exponen sus razones con coherencia y aunque en el fondo sean asesinos, ellos encuentran motivos razonados para sus actos. No quiero decir con esto que la película justifique los atentados, sino que pretende mostrar el punto de vista de los asesinos con cierta frialdad.

Eso sí, también queda claro que su interpretación de las normas del Islam es bastante personal, no dudando en retorcer algunos preceptos a su conveniencia. Ello no es algo puesto ahí de manera caprichosa, sino que tiene una función muy clara: dar una imagen de la verdadera religión islámica alejada de los fanatismos, lo que queda muy claro en el discurso de Samir, para el que está claro que el Islam no promueve los crímenes y es una religión respetuosa con la vida.

Es de agradecer, por lo tanto, que Traidor escape de la tentación de delimitar a los buenos y a los malos nítidamente. En un alarde de realismo, nos muestra como en esa lucha entre Estados Unidos y los terroristas musulmanes nadie es del todo inocente y algunos actos, con terribles consecuencias, se asumen por los dos bandos.

El único inconveniente que le pongo a la cinta de Jeffrey Nachmanoff es muy común al cine actual: la manía de alargar las historias innecesariamente. Parece como si muchos de los directores actuales confundieran duración con calidad y se empeñan en hacer discursos tan largos que acaban jugando en su contra. Así, Traidor, que arranca de manera muy correcta, termina pasándonos factura con una parte intermedia que se extiende demasiado y en algunos momentos me exigía una pausa para recargar las pilas. Con una mayor concreción, creo que la historia habría quedado mucho más redonda.

Además, el desenlace tampoco resulta especialmente logrado, pues es previsible y un tanto decepcionante tras tanto tiempo de espera. Lo cuál no impide que podamos afirmar que es un película consistente, realizada con bastante sentido, sin caer en excesos o discursos triunfalistas, que pretende entretenernos al tiempo que nos muestra la cara interna de un movimiento terrorista especialmente peligroso.

Al filo del mañana



Dirección: Doug Liman.

Guión: Christopher McQuarrie, Jez Butterworth y Jon-Henry Butterworth (Novela: Hiroshi Sakurazaka).

Música: Christophe Beck.

Fotografía: Dion Beebe.

Reparto: Tom Cruise, Emily Blunt, Bill Paxton, Brendan Gleeson, Kick Gurry, Dragomir Mrsic, Charlotte Riley, Jonas Armstrong, Tony Way. 

La Tierra está siendo invadida por una raza de extraterrestres prácticamente invencibles. Pero una victoria inesperada infunde nuevas esperanzas a las tropas británicas, que preparan una contraofensiva. Al mayor William Cage (Tom Cruise), un relaciones públicas que nunca ha entrado en combate, lo envían a la primera línea del frente.

En el cine actual estamos más que saturados de películas de acción espectaculares basadas sobre todo en unos efectos especiales alucinantes que las convierten en visualmente impecables. El problema suele ser que los guiones resultan en general bastante poco ingeniosos y el resultado son películas vacías y estereotipadas.

Afortunadamente, Al filo del mañana (2014) escapa de esa tendencia y nos ofrece un grandioso espectáculo visual que también tiene un argumento potente detrás. Y esa es la clave para que resulte un film apasionante que nos mantiene en tensión durante todo el rato a pesar de su premisa tan inverosímil: el protagonista, cada vez que muere, resucita unas horas antes y puede intentar cambiar el futuro utilizando la experiencia y conocimientos adquiridos en cada nueva jornada antes de volver a morir.

Un argumento un tanto forzado que hay que asumir para poder disfrutar de la propuesta de Doug Liman.  Por suerte, el guión resulta lo bastante convincente para que terminemos por aceptar la resurrección de Cage sin muchos problemas. Y aquí me paro para hacerme a mí mismo una reflexión: la misma premisa de una invasión extraterrestre es de por sí inverosímil y sin embargo yo la aceptaba sin muchos problemas. En cambio, la muerte y resurrección de Tom Cruise era el principal obstáculo para ver Al filo del mañana. Sin duda, una extraña contradicción.

Una vez, por lo tanto, que asumimos todas las premisas imposibles de la historia, la película resulta un espectáculo muy atractivo. 

Por un lado, las escenas de acción están coreografiadas con maestría. Es evidente que no me contento solamente con ese detalle, que muchas películas igualan, lo que resta sin duda méritos a este tipo de ejercicios visuales, que parecen dominados sin problemas por el cine actual; pero un buen espectáculo ayuda y mucho a la crear la tensión deseada y a conseguir que vibremos con las secuencias sin pestañear.

Pero donde la película cobra realmente una dimensión más interesante es en la manera en la que el guión consigue crear una tensión específica con un argumento que sabe potenciar todos los elementos hasta conseguir un discurso cautivador que nos atrapa.

Por un lado, se diseña a los extraterrestres como una raza realmente inteligente, no solamente eficaces en el combate, sino capaces de tender ingeniosas celadas a los terrícolas de manera que su victoria será total si nada lo remedia. La explicación a esa inteligencia superior reside en un ejército estructurado como una colonia perfectamente organizada a cuyo frente está el Omega, una especie de general con poderes telepáticos que controla a su ejército. Pero ahí también está su punto débil: si se consigue matar al Omega, las fuerzas invasoras colapsarán. Este detalle de un enemigo terrible es esencial para que la trama resulte inquietante. No es nada nuevo, pero funciona muy bien.

Además de conseguir implicarnos en esta aventura, el guión también se preocupa de desarrollar unos protagonistas convincentes que consigan que empaticemos con ellos y de esta manera la tensión y el peligro están más que garantizados. Así, William Cage va evolucionando desde su cobardía inicial, que lo hace realmente antipático, hacia su heroísmo final (algo sorprendente, es cierto) de manera progresiva, lo que hace que poco a poco se transforme en el héroe deseado. Es un recurso interesante, pues no partimos de entrada del típico héroe perfecto, sino que el protagonista va evolucionando y superando sus miedos y limitaciones, lo que lo hace más cercano y un ejemplo de superación. Además, la figura de Rita Vrataski (Emily Blunt), necesaria para crear esa tensión sexual casi imprescindible en toda película, es fundamental también para el desarrollo de la historia y la relación que se establece entre ambos resulta un elemento clave en el buen funcionamiento de la historia.

Cabe señalar que Tom Cruise, sin ser un actor que me guste especialmente, realiza un trabajo más que eficaz, logrando hacer del todo convincente su evolución personal. Además, creo que es un acierto absoluto contar con Emily Blunt, una actriz maravillosa que, sin ser una belleza rotunda, sí que le aporta una mezcla muy convincente de belleza y fuerza a su personaje.

El guión además sabe jugar con gran habilidad con el tema de la vuelta atrás en el tiempo y después de las escenas iniciales, que se repiten con un fin claramente didáctico, el desarrollo posterior es ágil y evita que las vueltas con el tiempo puedan resultar molestas, logrando que el film avance sin estorbos hasta los momentos clave. Y aquí de nuevo el argumento demuestra su solidez al privar a Cage de su facultad de revivir, por culpa de una transfusión, de manera que afrontamos el tramo final con la tensión añadida de que sabemos que ahora, si muere, no hay vuelta atrás y toda la misión se irá al garete y nuestros protagonistas morirán definitivamente.

Con todos estos elementos bien manejados por el director, la cinta es un espectáculo que, al tiempo que resulta perfecto como film de acción, tiene los elementos necesarios para darle profundidad al relato y una tensión que no para de crecer hasta el desenlace. Aquí el equipo de producción barajaba dos alternativas: un final con la muerte de los protagonistas, aunque salvando al mundo de la invasión, o el final feliz más apetecible donde Cage vuelve atrás en el tiempo tras matar al Omega ya que, al hacerlo, el extraterrestre lo impregna con su sangre, lo que le devuelve la facultad de renacer.

Si bien de entrada Al filo del mañana no era una propuesta que me interesara especialmente, he de confesar después de verla que merece la pena. Y es que, como en cualquier género, se pueden conseguir muy buenos resultados reuniendo los elementos necesarios para ello.

jueves, 24 de agosto de 2023

OSS 117: Desde África con amor



Dirección: Nicolas Bedos.

Guión: Jean-François Halin (Novelas: Jean Bruce).

Música: Nicolas Bedos y Anne-Sophie Versnaeyen.

Fotografía: Laurent Tangy.

Reparto: Jean Dujardin, Pierre Niney, Fatou N'Diaye, Natacha Lindinger, Wladimir Yordanoff, Gilles Cohen, Habib Dembele, Ivan Franek, Pol White.  

El agente OSS 117 (Jean Dujardin) es enviado a África para ayudar a sofocar una rebelión inminente en un país amigo de Francia y al mismo tiempo encontrar al agente OSS 1001 (Pierre Niney), del que no se tienen noticias.

Tercera entrega de la serie protagonizada por esta parodia de James Bond, tras OSS 117: El Cairo nido de espías (Michel Hazanavicius, 2006) y OSS 117: Perdido en Río (Michel Hazanavicius, 2009). OSS 117: Desde África con amor (2021) intenta seguir con la saga pero ya sin la fuerza de la primera entrega.

Suele pasar con las series, que se renuevan temporada tras temporada hasta acabar estropeando un buen comienzo por falta de ideas y repetición de las viejas hasta aburrir. Exactamente lo mismo se le podría aplicar a esta película, que repite la fórmula de las dos primeras pero donde es evidente que la chispa se va perdiendo y las mismas bromas que antes resultaban originales ahora ya no surgen efecto.

Tal vez por eso el guión le proporciona un compañero a OSS 117, un novato que en muchos aspectos supera al veterano, y no solamente en tecnología, sino en capacidad física. Y uno de los aspectos novedosos de esta entrega es que incide en que el agente OSS 117 empieza a acusar el paso de los años, con gatillazo incluido.

Lo que no ha perdido el protagonista son sus señas de identidad más reconocibles: sigue siendo un patriota de derechas, racista, machista y bocazas. En esta ocasión lucirá sus prejuicios en África, a pesar de sus intentos de disimularlos, pero terminando por salir a flote por sí solos.

A parte que son unos chistes que ya no resultan muy sorprendentes, el problema de OSS 117: Desde África con amor es que el nivel de comicidad es muy pobre. Hay aún algún detalle que salva los muebles, pero son demasiado escasos como para levantar una historia que la mayor parte de las veces roza el ridículo. Además, se nota una cierta torpeza a la hora de llevar la película con cierta soltura, dando la sensación por momentos de que la acción se atasca y la fluidez brilla por su ausencia.

Incluso, algunos de los chistes seguramente resultan incomprensibles para muchos espectadores, como el detalle de los diamantes que le regalan al presidente de la república Valéry Giscard d'Estaing y que hace referencia a un escándalo sucedido realmente y que le costaría la presidencia en 1981, al ser acusado de recibir diamantes de manos del emperador Bokassa I.

La única nota realmente positiva es ver que Jean Dujardin no ha perdido la gracia y sigue ofreciendo una mezcla de torpeza y encanto hortera que le sientan como un guante. Pierre Niney, al que considero un muy buen actor, no me parece a la altura y no por su culpa, sino porque su personaje carece de encanto y de frescura y acaba por resultar hasta antipático.

Espero que termine aquí esta saga, pues creo que si sigue por este camino no tiene ya mucho más que ofrecernos.

Caprichos del destino



Dirección: Sydney Pollack.

Guión: Kurt Luedtke (Novela: Warren Adler).

Música: Dave Grusin.

Fotografía: Philippe Rousselot.

Reparto: Harrison Ford, Kristin Scott Thomas, Charles S. Dutton, Bonnie Hunt, Dennis Haysbert, Richard Jenkins, Paul Guilfoyle, Susanna Thompson, Peter Coyote, Dylan Baker, Susan Floyd, Lynne Thigpen, Kate Mara. 

Tras un accidente de avión en el que muere su esposa (Susanna Thompson), el policía "Dutch" Van Den Broek (Harrison Ford) descubre que le era infiel y volaba precisamente con su amante (Peter Coyote) para pasar un fin de semana en Miami.

Lo más deseable de Caprichos del destino (1999) es que ofrece un romance que se aleja bastante de las historias de amor que solemos ver en el cine. Aquí la relación entre Dutch y Kay (Kristin Scott Thomas) se inicia cuando ambos descubren que sus parejas los engañaban. Sin duda, un punto de partida realmente original.

Además, la reacción de ambos es totalmente diferente. Mientras Dutch se muestra obsesionado con conocer los detalles de esa relación, los cuando, cómo y por qué, para intentar comprender a su esposa y entender también su matrimonio, Kay es mucho más fría y pragmática y piensa sobre todo en su hija (Kate Mara) y en pasar página cuanto antes.

Ambas maneras de afrontar ese drama son un tanto radicales. Podríamos pensar que Kay no amaba a su esposo y, por el contrario, que Dutch amaba tanto a su mujer que le es imposible asumir la verdad. Por eso su romance resulta un poco incomprensible. Y la película tampoco se esfuerza en explicarlo. Cabría pensar en una fuerte atracción mutua inicial que derivara luego en amor. 

De todas maneras, una cosa es evidente: tras un arranque realmente interesante y muy bien expresado, con la intensidad del drama de los protagonistas al descubrir por sorpresa las muertes de sus parejas, la película se pierde justo en la parte más importante, la del romance entre Dutch y Kay. No entiendo la elección del director de mostrarse realmente frío precisamente cuando tenía todo a mano para crear una bonita historia de amor y de dolor, de consuelo y esperanza. Durante toda la esta parte del film esperaba alguna escena poderosa, diálogos reveladores del dolor y el deseo de los protagonistas y lamentablemente Sydney Pollack no es capaz de ofrecernos nada de nada.

Es cierto que se nota su oficio con una puesta en escena elegante y un desarrollo preciso, pero en una historia como está es necesario insuflar vida a los encuentros de Dutch y Kay, convertirnos en cómplices de su drama y de su esperanza. Por desgracia, no se consigue.

Por eso Caprichos del destino se queda en una especie de oportunidad perdida, un film que desperdicia su potencial y nos deja un tanto frustrados. Incluso el trabajo de Harrison Ford me pareció contagiado de esa frialdad, dejando sus gestos como apagados. Por suerte, contamos con Kristin Scott Thomas, una actriz maravillosa aunque necesitaba un papel más definido.

Sin restarle méritos a una producción muy cuidada, la película no llega a cuajar.

miércoles, 23 de agosto de 2023

Tú la letra, yo la música



Dirección: Marc Lawrence.

Guión: Marc Lawrence.

Música: Adam Schlesinger.

Fotografía: Xavier Pérez Grobet.

Reparto: Hugh Grant, Drew Barrymore, Brad Garrett, Kristen Johnston, Haley Bennett, Aasif Mandvi, Campbell Scott, Jason Antoon, Matthew Morrison. 

Alex Fletcher (Hugh Grant) tuvo su momento de gloria como cantante hace ya mucho tiempo. En la actualidad vive a base de pequeñas actuaciones para nostálgicos. Un día, sin embargo, la estrella pop Cora Norman (Haley Bennett) le pide que le escriba una canción que, si es buena, la incluirá en su próximo disco.

Tú la letra, yo la música (2007) de entrada no parece una película especialmente interesante. Además, la escasa entidad en general de muchas comedias románticas, que solamente buscan funcionar como un consumo fácil, no me predisponían especialmente bien ante esta película.

Además, el tema de los protagonistas ha llegado a tener un peso específico a la hora de elegir si veo una película o paso de largo. Y en esta ocasión el dilema era importante. Por un lado, guardo un grato recuerdo de Hugh Grant en Cuatro bodas y un funeral (Mike Newell, 1994) y Notting Hill (Roger Michell, 1999), pero soy consciente de que su carrera ha tenido altibajos, por lo que tenía miedo que una tontería de película estropeara su imagen. Por otra parte, a su lado está Drew Barrymore, una actriz que no me dice nada especialmente. 

Con todos estos temores, solamente ver que estaba calificada como una basura me animó a verla. Y sinceramente, la sorpresa que me llevé fue bastante grande.

No voy a venderla como una gran comedia romántica, porque no lo es. Se mueve en terreno seguro y ofrece lo que todos más o menos esperamos de una cinta de este estilo. Pero tiene un par de detalles, para aquellas personas con cierta sensibilidad para disfrutar de los mismos, que le dan un toque realmente especial y, dentro de su modestia, la hacen merecedora de ciertos elogios.

Para empezar, las canciones que jalonan la cinta, empezando con la pegadiza de los títulos de crédito, son realmente hermosas y añaden un plus al desarrollo. No es que sean fundamentales, pero denotan un cuidado en los detalles muy agradable.

Pero es el tema del argumento, en especial la relación entre Alex y Sophie (Drew Barrymore), la joven que le compone la letra de la canción para Cora, donde el guión se muestra preciso y sensible. Estamos en una comedia, pero ello no impide que el argumento se tome en serio la manera de tratar la relación de los protagonistas. Y esto es muy de agradecer, porque a veces los guionistas se pasan de vueltas y no saben cuando parar y ponerse un poco más serios. Aquí esto no ocurre y el argumento profundiza con delicadeza en los problemas de Alex y Sophie.

Ella ha salido tocada de una relación anterior donde su amante (Campbell Scott) se valió de esa relación para escribir una novela donde el personaje femenino se inspiraba en ella. Alex logrará devolverle la autoestima perdida simplemente poniendo en evidencia sus innegables virtudes. Por su parte, el caso de Alex me resultó el más emotivo. Cuando formaba parte de un duo, el éxito le sonreía, pero al abandonarlo su compañero entra en declive y sobrevive malamente cantando sus viejos éxitos de manera rutinaria. Será Sophie la que le demuestre lo importante que sigue siendo su música para sus fans y cómo sus temas siguen siendo muy buenos. Es un momento muy sencillo, pero donde el guión logra captar la apatía de Alex y su recuperación por el apoyo que nadie había sabido darle hasta entonces. A veces, alguien como Alex se hunde por no valorar lo que es, soñando con lo que pudo ser. Sophie lo pone frente a un espejo y al fin él consigue valorar lo mucho que tiene aún que ofrecer.

Puede parecer algo banal, pero encuentro que esa inteligencia para mostrarnos los problemas de inseguridad de los protagonistas y cómo con cariño y comprensión se pueden ver desde un punto de vista totalmente nuevo, me parece un acierto, pues ya no estamos ante unos personajes sencillamente simpáticos, sino ante personas reales con problemas reales. Y sin grandes alardes, el guión demuestra que con una mirada sincera se puede llegar a trasmitir mucho.

Atención al momento en que Alex le canta una canción a Sophie durante el concierto de Cora. Marc Lawrence nos ofrece el momento más intenso de la película. Incluso sin comprender la letra, pues el tema es en inglés y la versión que vi no tienen traducción por medio de subtítulos, solamente viendo el rostro de Sophie lo comprendemos todo.

La otra agradable sorpresa me la dio Drew Barrymore, cuya descendencia de verdaderas leyendas del cine parece cobrar vida con un trabajo sencillamente maravilloso. Una actriz no especialmente bonita, logra enamorarnos con un trabajo lleno de ternura y sinceridad. Hugh Grant, por su parte, no es que destaque especialmente, pero al lado de Drew compone una pareja encantadora.

Al final, lo interesante de Tú la letra, yo la música es encontrar algo sincero y conmovedor donde solamente esperabas un pasatiempo. Repito, no es una gran película, pero contiene pequeños destellos que le dan sentido y la engrandecen.

En sus zapatos



Dirección: Curtis Hanson.

Guión: Susannah Grant (Novela: Jennifer Weiner).

Música: Mark Isham.

Fotografía: Terry Stacey.

Reparto: Cameron Diaz, Tony Collette, Shirley MacLaine, Mark Feuerstein, Ken Howard, Candice Azzara, Francine Beers, Norman Lloyd, Jerry Adler, Brooke Smith, Richard Burgi.

Maggie (Cameron Diaz) y Rose (Tony Collette) son dos hermanas completamente opuestas. Rose es responsable y trabajadora, pero no ha tenido mucha suerte con los hombres. Su hermana pequeña en cambio no tiene problemas para ligar, pero no trabaja y es totalmente irresponsable. Lo único que parece que tienen en común es que calzan el mismo número de zapatos.

En sus zapatos (2005) está presentada como una comedia y comienza como una comedia, pero al final es mucho más que una comedia.

El comienzo no es muy prometedor, con el personaje de Cameron Diaz haciendo una perrada tras otra a su hermana mientras luce sus espectaculares piernas. Afortunadamente, este primer acto es solo la presentación de los dos personajes principales, la base para que desde este punto de partida evolucionen a medida que avanza la historia.

Rose, responsable y protectora con Maggie, le ha ido perdonando sus innumerables tropiezos, su irresponsabilidad, sus borracheras... pero justo cuando parecía que tenía en sus manos una prometedora historia con un compañero de trabajo (Richard Burgi), se lo encuentra acostándose con Maggi. Es la gota que colma el vaso y provoca la separación de las hermanas.

Y es a partir de aquí cuando En sus zapatos empieza a enseñar sus cartas. Maggie se va a Florida para vivir a costa de una abuela (Shirley MacLaine), a la que ni conoce, pues no la ve desde que era muy pequeña. Pero en contacto con ella, empieza a sentar cabeza, encuentra un trabajo que le obliga a preocuparse de alguien que no sea ella misma y poco a poco va madurando.

Para Rose, su vida sufre un vuelco con el enfado y la partida de Maggie. Pierde interés por su trabajo y se toma su tiempo. Afortunadamente, empieza una relación con Simon (Mark Feuerstein), pero el vacío que le ha dejado Maggie se va haciendo más grande cada día. Porque a pesar del enfado, Rose no puede vivir sin su hermana.

Gracias a su abuela, el relato nos va adentrando en el pasado de las hermanas, que sufrieron la ausencia de su madre, que se suicidó siendo sus hijas unas niñas, y la de la abuela, expulsada de sus vidas por el padre (Ken Howard) de las niñas, que nunca se entendió con ella.

Es aquí cuando la historia nos brinda los mejores momentos, con un viaje emotivo y sincero a la infancia de las hermanas, sus recuerdos, sus carencias y su afecto mutuo por encima de todo. Es verdad que se corría el riesgo de caer en un empalagoso discurso, pero afortunadamente Curtis Hanson sabe llevar el relato con mano firme y evita en todo momento cagar excesivamente las tintas. Aún así, hay instantes realmente bonitos e intensos, donde la película se gana sus galones de un discurso serio sobre la fraternidad, la familia, las necesidades afectivas, la complicidad, el perdón y el respeto. 

Además, contamos con la magnífica Tony Collette, que le da un plus de autenticidad a su personaje. A su lado, Cameron Diaz, que explota su incuestionable belleza, pero que es mucho más que una figura bonita. Es fácil encasillar a mujeres así, pero creo que sería injusto no reconocer su talento y cómo consigue que su personaje pueda resultarnos insufrible desde su frivolidad inicial y conmovernos con su cambio más tarde de un modo absolutamente convincente.

Tal vez se le puede reprochar que Hanson no logra evitar un final demasiado previsible y escasamente imaginativo, cuya banalidad contrasta fuertemente con los momentos más inspirados. Pero es la única pega que le encuentro a una película que me ha sorprendido muy gratamente.

martes, 22 de agosto de 2023

Vaya, me equivoqué de número



Dirección: George Marshall.

Guión: Burt Styler, Albert E. Lewin y George Kennett (Historia: George Beck).

Música: Richard LaSalle y "By" Dunham.

Fotografía: Lionel Lindon.

Reparto: Bob Hope, Elke Sommer, Phyllis Dillier, Cesare Danova, Marjorie Lord, Kelly Thordsen, Benny Baker, Terry Burnham, Joyce Jameson.

La actriz Didi (Elke Sommer), enfadada con su director Pepe (Cesare Danova), se escapa de un rodaje y se refugia en un pueblo de Oregón donde conoce por casualidad a Tom Meade (Bob Hope), un agente de la propiedad que accede a ayudarla pensando que la futura publicidad que le puede proporcionar una actriz famosa le beneficiará en sus negocios.

Los años de gloria de Bob Hope ya habían pasado cuando rueda Vaya, me equivoqué de número (1966), una comedia de enredos bastante sencilla.

La trama no guarda ningún misterio: una actriz cansada de estar encasillada decide escaparse y se refugia en un pueblo en Oregón. Sola y desesperada, le pide ayuda a un desconocido con el que habla por teléfono. Este hombre, sin quererlo, pondrá en peligro su matrimonio al relacionarse con la explosiva actriz, de manera que intentará que su esposa no se entere de nada. 

Con un argumento tan sencillo, la película explota el tema con cierta ingenuidad, pero sin embargo la película contiene algunos de los habituales chistes de Bob Hope bastante ingeniosos y aunque el enredo es bastante esperpéntico, precisamente ahí reside su gracia: se trata de un humor sin maldad, poco elaborado, casi infantil, y por eso es tan gratificante, no pretende resultar ingenioso o intelectual, es básico, pero sin complejos. 

Lógicamente, es necesario que te guste Bob Hope, porque todo va de sensaciones, de empatizar o no con él. Reconozco que no es un cómico con un sentido del humor que de entrada case con mis gustos, pero tiene algo que me gusta, no sabría decir el qué, pero sin ser un tipo con gracia, ni un encanto especial, a mí me resulta entrañable. Un cómico que lo es casi sin querer. Su gracia reside en cómo saca  punta a las situaciones normales con comentarios ingeniosos. A mucha distancia, lo emparentaría con tipos como Groucho o Woody Allen, si bien Bob Hope es menos alocado que el primero y no tan profundo como el segundo. Pero el humor de este tipo de cómicos se basa más o menos en lo mismo.

La película también sirve como vehículo para el lucimiento de Elke Sommer, una actriz alemana que llegó al cine gracias a su belleza, que explotó en la década de los sesenta del siglo XX, donde salió en gran cantidad de películas e incluso posó para la revista Playboy. Su trabajo no es muy bueno, pero su presencia se justifica solamente para lucir su belleza y dar pie a los enredos con Bob Hope.

Atención también a Lily (Phyllis Dillier), la criada, un personaje realmente original y fuente también de no pocas situaciones divertidas.

El único interés de Vaya, me equivoqué de número es meramente cómico, pero también podemos ver una crítica sin malicia del trabajo de la policía, capaces de acusar a un hombre de asesinato sin ninguna prueba y sin cadáver; del mundo del cine y al mismo tiempo mostrar las tentaciones de un hombre de mediana edad, si bien impera al final el triunfo de la moral.

Reconozco que no es una película que se pueda recomendar incondicionalmente; sin embargo, es una cinta que disfruté bastante y tiene algunas ocurrencias de Bob Hope muy buenas, aunque no tantas como me hubiera gustado. No es una de sus mejores películas, pero si te gusta este tipo de humor y no te avergüenzas de ello, creo que tiene suficientes alicientes como para darle una oportunidad.

La promesa



Dirección: Patrice Leconte.

Guión: Jérôme Tonnerre y Patrice Leconte (Novela: Stefan Zweig).

Música: Gabriel Yared.

Fotografía: Eduardo Serra.

Reparto: Rebecca Hall, Alan Rickman, Richard Madden, Toby Murray, Maggie Steed, Shannon Tarbet, Jean-Louis Sbille, Sarah Messens, Jonathan Sawdon, Caroline Donnelly. 

Alemania, 1912. El joven ingeniero Friedrich Zeitz (Richard Madden) empieza a trabajar en la empresa del magnate Karl Hoffmeister (Alan Rickman). Pronto, gracias a su buen hacer, se convierte en su secretario personal. En cuanto Friedrich conoce a Charlotte (Rebecca Hall), la esposa de su jefe, se enamora de ella.

Una vez más y voy perdiendo la cuenta estamos ante una película perfectamente ambientada, diseñada y fotografiada. Un trabajo realmente encomiable lleno de buen gusto, elegancia y delicadeza. Sin duda. Pero que se estrella en lo fundamental: crear una historia de amor que nos emocione.

Y es que el primer calificativo que se me ocurre atribuirle a La promesa (2013) es fría. La historia del amor reprimido de Friedrich y Charlotte parece esculpido en hielo y en un film que debería contagiarnos pasión y deseo es un fallo imperdonable.

Patrice Leconte se toma su tiempo en mostrarnos el progresivo enamoramiento de los protagonistas. Bueno, en realidad debería decir la manera tan sutil en que van dando pequeños pasos que desvelan lo que sienten el uno por el otro, pues Friedrich se sintió inmediatamente cautivado por Charlotte desde el primer momento en que la vio. 

Ella, al estar casada y por cuestiones de decencia, hubo de disimular sus sentimientos hasta el último instante, cuando el anuncio del traslado a México de Friedrich hizo imposible seguir fingiendo.

Toda esta larga introducción resulta lo mejor de la cinta, pues disfrutamos de la timidez de los protagonistas, sus reservas y cómo van acercándose lentamente, en un juego natural y delicado en que sin poder evitarlo van aproximándose más y más. 

Toda esta parte, si bien dura tal vez demasiado, tiene un cierto encanto, apoyada por la perfecta puesta en escena y el innegable atractivo de Richard Madden y la belleza de Rebecca Hall, que además posee un talento incuestionable, siendo capaz de trasmitir cualquier sentimiento con apenas un pequeño gesto.

Sin embargo, cuando los amantes desvelan abiertamente sus sentimientos, es cuando la historia debería dar un salto en la intensidad, dejando de lado la parsimonia del comienzo. Pero el director es incapaz de cambiar el paso. Tampoco el guión le ayuda, pues cuando deberían arder de pasión los amantes es cuando se separan, de manera que vivimos su romance a través de las cartas de Charlotte, tan acartonadas y formales como la película, de manera que no sentimos la pasión ni el dolor, solo una composición elegante y gélida que llega a cansar.

Y el colmo viene cuando al fin Friedrich regresa a Alemania después de seis años de ausencia, habiendo enviudado Charlotte, con lo que nada se interpone ya en su amor. Pero nos encontramos más de lo mismo: largas conversaciones insustanciales y una distancia entre los amantes incomprensible, al punto que llegué a pensar que Friedrich tal vez se había casado durante la separación o había dejado de amarla. Pero no es así, siguen queriéndose en apariencia como al principio, pero eso es algo que casi debemos adivinar, pues lo disimulan bastante bien. Solamente en la última escena, un tanto artificiosa y edulcorada, vemos por fin un beso. 

Definitivamente, una película sin vida, sosa, aburrida. Si te gustan las historias de amor, La promesa te aburrirá con ganas.

lunes, 21 de agosto de 2023

Una escapada perfecta



Dirección: David Twohy.

Guión: David Twohy.

Música: Boris Elkis.

Fotografía: Mark Plummer.

Reparto: Timothy Olyphant, Milla Jovovich, Kiele Sanchez, Steve Zahn, Marley Shelton, Chris Hemsworth, Dale Dickey, Anthony Ruivivar. 

Cliff (Steve Zahn) y Cydney (Milla Jovovich) se acaban de casar y se van de luna de miel a una remota y hermosa región de las Islas Hawai. Sin embargo, su llegada coincide con el asesinato de otra pareja de novios.

Una escapada perfecta (2009) es un thriller entretenido que tiene su punto de interés, aunque no debemos esperar una película genial.

Vaya por delante que el punto fuerte de la película es el tremendo engaño con que nos sorprende el guión. Normalmente, este tipo de juegos no me gustan en absoluto y suelen demostrar una falta total de ideas. Sin embargo, aquí la cosa es diferente gracias a un guión que, sin descubrir la pólvora, sí que sabe jugar sus cartas con astucia. 

La premisa de que los asesinos de una pareja de novios es también otra pareja desata desde el principio nuestras sospechas sobre Nick (Timothy Olyphant) y Gina (Kiele Sanchez), con los que comparten expedición los protagonistas, y más teniendo en cuenta que presentan al personaje de Nick como un tipo algo excesivo, con un pasado en las Fuerzas Armadas del que quedó tocado por una herida en la cabeza, lo que sugiere la posibilidad de que quedara algo trastornado.

Pero para que la cosa no resulte tan evidente, el argumento introduce a otra pareja, Cleo (Marley Shelton) y Kale (Chris Hemsworth), unos tipos también algo extraños, con lo que se siembran las dudas sobre ellos. 

Con este sencillo truco, el guión consigue que nos preguntemos durante toda la película qué pareja será finalmente la asesina. Como se ve, no es un recurso muy elaborado, pero la verdad es que funciona bastante bien y a cada paso que dan los protagonistas por unos parajes de ensueño, realzados por la preciosa fotografía de Mark Plummer, no dejamos de estar pendientes de cualquier detalle que nos pueda poner sobre la pista para descubrir a los asesinos.

De este modo, la película transcurre con agilidad y cualquier escena intrascendente adquiere cierta relevancia. Estamos expectantes, que es lo que se pretendía.

Lástima que el final resulte un tanto decepcionante. Una vez descubierta la sorpresa final, lo que sigue carece de originalidad. Es verdad que las escenas de lucha están bien resueltas y el director añade unos detalles algo macabros que nos sacuden del asiento; pero en realidad todo el desenlace carece de imaginación y aquí sí que es muy fácil predecir los acontecimientos, de manera que no hay sorpresas. Salvo quizá la reacción final de Cydney, realmente extraña. Una lástima que en el momento clave el guión se deja llevar por lo fácil y lo más rutinario, pero en el fondo delata la esencia del film: una historia mil veces vista salvo por la sorpresa que guardaba el guión en la manga.

Otro de los aciertos de la cinta es contar con Timothy Olyphant y con Steve Zahn. Ambos están perfectos en sus respectivos papeles, sacando lo mejor de su peculiar aspecto y contribuyendo maravillosamente al buen funcionamiento de la historia. Por el contrario, Milla Jovovich se queda un poco por detrás, salvo en las escenas de la pelea, donde está realmente aterradora, y lo mismo sucede con Kiele Sanchez, con mucho menos carisma que sus tres compañeros de reparto.

Sin duda, Una escapada perfecta no inventa nada nuevo, pero con sus cartas marcadas al menos hay que reconocer que entretiene, que supongo que es todo lo que aspiraba.

Los cautivos



Dirección: Budd Boetticher.

Guión: Burt Kennedy (Novela: Elmore Leonard).

Música: Heinz Roemheld.

Fotografía: Charles Lawton, Jr.

Reparto: Randolph Scott, Richard Boone, Maureen O'Sullivan, Skip Homeier, Henry Silva, John Hubbard, Arthur Hunnicutt, Robert Burton, Fred Sherman, Christopher Olsen. 

Pat Brennan (Randolph Scott) regresa a su rancho en una diligencia donde viajan dos recién casados. Al llegar a una parada, son asaltados por tres bandidos.

En una época en la que el western empezaba a estar en crisis, Budd Boetticher realizó una serie de películas de serie B en las que le daba una vuelta de tuerca al género, centrándose más en aspectos psicológicos que épicos. Son films modestos, con pocos elementos y sin demasiada acción, donde el director ofrece una nueva imagen del héroe del Oeste. 

En estas películas, la estrella era Randolph Scott, quien precisamente por estos trabajos se ganaría una cierta reputación, a pesar de que el éxito le llegase ya en su madurez.

Los cautivos (1957) nos plantea la tensa situación que se establece entre Frank Usher (Richard Boone) y sus dos compinches, Billy Jack (Skip Homeier) y Chink (Henry Silva), y sus víctimas, Pat, Willard Mims (John Hubbard) y su esposa Doretta (Maureen O'Sullivan), conocedores de que cuando los bandidos obtengan el rescate que han pedido al padre de Doretta, los matarán.

De ahí que Willard intente salvar su vida con un acto de traición hacia su esposa, que de todos modos no le saldrá bien porque, curiosamente, Usher es un hombre que admira el valor y la integridad y no puede soportar a individuos cobardes y rastreros como Willard. Ni siquiera soporta a sus dos compañeros, descerebrados sanguinarios con los que no comparte gran cosa. 

En cambio, Usher admira a Pat por su entereza y su sinceridad. Tal vez ve en él a alguien que le hubiera gustado ser, pero nadie puede luchar contra su naturaleza y finalmente Usher será incapaz de contentarse con salvar su vida y perder el dinero del rescate. Su maldad y su ambición serán su ruina.

Si las intenciones del guión son más que interesantes, pues todos los personajes principales tienen profundidad y están bien desarrollados, el problema principal de Los cautivos es la poca solidez de un guión un tanto ingenuo y muy predecible.

Para empezar, el hecho de que Usher perdone la vida a Pat no tiene ningún sentido. La explicación es que el protagonista no puede desaparecer al comienzo de la historia, pero el argumento podría haber trabajado algo mejor este detalle, pues condiciona el resto de la película y no resulta para nada lógico. Como también resulta demasiado forzado el romance entre Pat y Doretta en un momento en que sus vidas penden de un hilo. Parece que el guionista no fue capaz de evitar un nuevo tópico y cedió a la costumbre de intercalar la consabida historia de amor, aunque no sea muy verosímil.

Como también resulta un tanto estereotipada la caracterización de los dos esbirros de Usher que, al contrario que éste o Pat, no parecen personajes reales, sino prototipos poco convincentes. Y lo mismo podemos decir del modo en que Pat consigue deshacerse de Billy Jack, pues de nuevo observamos un guión demasiado infantil a la hora de afrontar un momento tan importante.

Aunque el reparto carezca de primeras figuras, sí que contamos con Maureen O'Sullivan, que había destacado de joven como Jane en las aventuras de Tarzán, amén de ser la madre de Mia Farrow. Su papel es muy interesante: el de una mujer que ya pasó la edad ideal para casarse y que acepta a un marido que sabe que no la quiere para escapar de su soledad y con la esperanza de poder llegar a ser feliz junto a él con el tiempo.

Resumiendo, a pesar de las buenas intenciones, Los cautivos queda empequeñecida por un guión demasiado simple como para aportar la necesaria profundidad a la historia, que se queda más en las intenciones que en resultados convincentes. A pesar de lo cuál, resultará un western menor bastante entretenido para los seguidores del género.