El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

miércoles, 24 de marzo de 2021

La casa Rusia



Dirección: Fred Schepisi.

Guión: Tom Stoppard (Novela: John Le Carré).

Música: Jerry Goldsmith.

Fotografía: Ian Baker.

Reparto: Sean Connery, Michelle Pfeiffer, James Fox, Roy Scheider, Klaus Maria Brandauer, John Mahoney, David Threlfall, Ken Russell.

Katya Orlova (Michelle Pfeiffer), empleada en una editorial rusa, tiene un manuscrito que un amigo quiere entregar a Barley Scott Blair (Sean Connery), un maduro editor británico, para que lo publique. El libro contiene información crucial sobre la carrera armamentística.

Para los amantes del género de espías, las novelas de John Le Carré son, especialmente las primeras, de lo mejor que uno puede encontrar. Con experiencia personal en la materia, Le Carré suele ofrecernos un universo bastante lúgubre, de tipos desencantados, falto de la elegancia y el glamour que solemos ver en la serie de James Bond, por ejemplo, pero mucho más auténtico. El escritor británico ha logrado labrarse una magnífica reputación en el mundo de la literatura, de ahí que no extraña en absoluto el interés del cine y la televisión por adaptar varias de sus novelas.

Sin embargo, con La casa Rusia (1990) la adaptación no alcanza el gran nivel. No se trata de comparar el film con la novela, pues se trata de medios diferentes, simplemente es que la película resulta aburrida, en pocas palabras.

La trama es interesante y plantea muchas posibilidades en cuanto a decisiones morales, trampas, engaños, intereses políticos... pero cuando termina el film tenemos la impresión de que todas esas posibilidades se han desaprovechado. La culpa, sin duda, reside en un guión bastante plano, donde no se logra penetrar en profundidad en los personajes, con lo que éstos resultan muy poco estimulantes, planos y no captan nuestro interés más allá de lo evidente.

Pero además, el guión no plantea de manera eficiente la trama de espionaje, que transcurre sin que llegue a apasionarnos realmente; incluso puede llegar a costar entenderla, pero aún siguiendo el hilo de los acontecimientos, nunca se llega a sentir peligro, intensidad, emoción. Todo transcurre de modo bastante frío. Además, la intriga se ve muchas veces eclipsada por el romance entre los protagonistas que, una vez más, el guión no sabe afrontar con la intensidad necesaria y es otra vertiente desaprovechada por falta de profundidad.

Si a lo hasta aquí expuesto le añadimos una duración generosa del film, entenderemos que La casa Rusia puede resultar muy tediosa en bastantes fases de la misma. Y lo que tiene aún menos justificación: con una buena duración del film, ¿porqué no se ha logrado una mayor profundidad a la hora de dibujar a los personajes o desarrollar la trama? De nuevo volvemos a la debilidad del guión como origen de todos los males. Si añadimos que Fred Schepisi se limita a una puesta en escena sin mucha originalidad, tenemos ya el cuadro completo.

Y lo peor llega con el desenlace, donde el guionista se permite alterar el de la novela con un tópico y vulgar final feliz que no acaba de convencer por lo pasteloso que resulta.

Lo mejor, sin duda, un reparto muy atractivo en cuanto a nombres. Por desgracia, las debilidades del guión acaban afectando a todos los personajes, con lo que los actores, aún reconociendo su calidad, tampoco terminan de cuajar unos trabajos reseñables. Connery está correcto, por ejemplo, pero la escasa profundidad de su personaje no ayuda a que simpaticemos con él ni comprendamos del todo sus preocupaciones.

Es verdad que no siempre resulta sencillo realizar adaptaciones de novelas al cine, pero creo que la obra de Le Carré, en otras manos, hubiera ofrecido algo más que este film tan poco estimulante. 

domingo, 7 de marzo de 2021

Tesis



Dirección: Alejandro Amenábar.

Guión: Alejandro Amenábar. 

Música: Alejandro Amenábar y Mariano Marín.

Fotografía: Hans Burmann.

Reparto: Ana Torrent, Fele Martínez, Eduardo Noriega, Nieves Herranz, Rosa Campillo, Miguel Picazo, Xabier Elorriaga.

Ángela (Ana Torrent), mientras prepara una tesis sobre la violencia en el mundo audiovisual, descubre un vídeo donde una estudiante es salvajemente torturada y asesinada. Con ayuda de un compañero, Chema (Fele Martínez), comienza a investigar.

Tesis (1996) supone el debut de Alejandro Amenábar y, para muchos, sigue siendo su mejor largometraje. Se trata de un thriller con un interesante argumento que plantea una oportuna reflexión sobre la violencia.

Lo más destacable de Tesis resulta la habilidad de un director debutante a la hora de controlar el ritmo de la narración y saber llevar con muy buena mano una tensión que sin duda se adueña de la pantalla. Quizá le penalice un poco una duración excesiva, si bien es cierto que el metraje parece en todo momento justificado, sin el recurso a escenas de relleno. Todo parece necesario y oportuno, si bien finalmente el alargar tanto el desenlace, no muy original, es cierto, y predecible, a pesar de los trucos del argumento para intentar confundir al espectador (el limitado número de personajes no ayuda a la intriga), puede llegar a ocasionar cierto cansancio.

Lo que no se puede negar es que el guión está trabajado hasta el más mínimo detalle, con lo que nunca sentimos que se nos esté engañando, ni siquiera con el final, lo que a menudo suele suceder con este tipo de películas que juegan al engaño y a veces lo estropean todo con desenlaces imposibles. No es el caso en Tesis, si bien el final resulta un tanto forzado y requiere que pongamos de nuestra parte y no planteemos demasiadas cuestiones.

En cambio, en donde se nota la inexperiencia de Amenábar es en algunos cortes y secuencias, no del todo logradas. Son pequeños defectos de principiante, pero nada serio. Lo que sí se aprecia es una gran cultura cinematográfica detrás del director, con influencias notables de clásicos del género.

El reparto es, desde mi punto de vista, el punto más endeble de Tesis y lo que hace que las intenciones de Amenábar no encuentren fiel reflejo en la pantalla. Ana Torrent resulta solamente correcta, aunque un tanto inexpresiva, y no me parece que de el tipo de "tía buena" con el que se la describe en el film. Fele Martínez se pasa la película gritando, tal vez porque crea que esa es la manera correcta de actuar y Eduardo Noriega parece que no tenga sangre en las venas: hierático, plano y aburrido. Incluso Xabier Elorriaga, más curtido en la interpretación, me pareció muy poco natural.

Intriga aparte, Tesis nos plantea el problema del ser humano hacia lo violento y desagradable. En teoría, sentimos repulsa por ciertos actos, pero también existe ese morbo que nos lleva a pararnos a mirar un accidente de tráfico, aún sabiendo que lo que podemos ver puede ser terriblemente desagradable. Amenábar lo expone claramente con el accidente del metro que abre el film y cierra Tesis con otro momento muy habitual: la explotación con fines de audiencia de escenas desagradables por parte de las cadenas de televisión, bajo la premisa de que son noticia. Lo que en realidad está detrás es ese morbo de las personas que alimentan ese tipo de contenidos, de los que las películas snuff (vídeos breves de temas muy violentos que están en la base argumental del film) serían el ejemplo más extremo.

Tesis tuvo una buena acogida en el momento de su estreno y se llevó nada menos que siete premios Goya. Sin ser una gran película, al menos cumple con lo que promete y representa un inmejorable punto de partida para la carrera de Amenábar.

El bosque



Dirección: M. Night Shyamalan.

Guión: M. Night Shyamalan.

Música: James Newton Howard.

Fotografía: Roger Deakins.

Reparto: Joaquin Phoenix, Bryce Dallas Howard, William Hurt, Sigourney Weaver, Adrien Brody, Judy Greer, Brendan Gleeson, Michael Pitt.

Los habitantes de una pequeña aldea de Pennsylvania viven atemorizados por unos seres extraños y peligrosos que habitan el bosque fronterizo. Por ello vigilan por las noches y nunca se adentran en el bosque.

El bosque parece, a primera vista, un film más de terror. Gran parte de la película la pasamos temiendo, como los habitantes de la aldea, a unos seres terribles que habitan el bosque, matan el ganado y constituyen un peligro constante que condiciona la vida de la pequeña aldea. No los vemos, pero el miedo a su presencia es más real quizá que si apareciesen de repente. Es lo maravilloso de la sugestión. Y M. Night Shyamalan sabe jugar perfectamente esa baza.

Sin embargo, tras la primera impresión, El bosque va revelando que es algo más que un relato inquietante o, por lo menos, no es solamente eso. Estamos acostumbrados a que este tipo de películas se centren toscamente en su esencia, a veces despreciando todo lo demás. Pero el relato de Shyamalan es mucho más que eso. Shyamalan no se queda con lo evidente, y nos ofrece un relato muy cuidado, extraño por momentos, cuidadosamente narrado, con una fotografía maravillosa que parece dibujarnos unos "cuadros" cargados de belleza y no pocas dosis de poesía; al igual que los cuidados diálogos, a veces sorprendentes por su originalidad, su misterio, su extrañeza. La aldea está viva y sus habitantes acaparan nuestra atención de igual manera que los seres del bosque, incluso más, y ello hace de la historia un cuento completo, profundo, lleno de matices, más allá del elemento inicial del peligro que encierra el bosque.

Tampoco los personajes escapan de esta visión tan personal del director, en especial Lucius (Joaquin Phoenix), valiente y silencioso, y sobre todo Ivy (Bryce Dallas Howard), una joven ciega a la que es un placer ver en escena, con su maravilloso poder de observación, que hace que reconozca a Lucius por el color que desprende, y que Bryce Dallas Howard encarna con una intensidad sorprendente, conmovedora e hipnótica. La misma relación entre ella y Lucius, su amor secreto, es otro de esos detalles cargados de poesía y belleza que brotan del talento de Shyamalan.

Es cierto que el descubrimiento del secreto que se esconde en la aldea resulta un tanto inverosímil y a mí, personalmente, me resultó decepcionante. Hubiera deseado que la magia del relato, su misterio, se vieran recompensados con una explicación menos prosaica, menos increíble y que, bien vista, roza lo absurdo.

Me quedo quizá con la reflexión que puede motivar: cómo el miedo al dolor, a una realidad cruel, puede llevar a intentar una huída aún más peligrosa, donde la mentira puede ser también aterradora, donde se llega a robar la vida y la libertad de las personas, con una buena intención, es verdad, pero que no deja libertad de decisión a gran parte de los habitantes de la aldea y los encadena de por vida a una mentira. Es un interesante debate, pero aún así hubiera preferido a esos seres misteriosos del bosque.

Si el guión de Shyamalan está cargado de poesía, también su puesta en escena se corresponde perfectamente con sus intenciones. Sus movimientos de cámara, la luz, el ritmo del relato, los cortes, los encuadres... todo ello le da un toque peculiar a El bosque, terriblemente personal, intencionado. Es todo un ejercicio de estilo que demuestra una capacidad narrativa encomiable. Puede haber cierto grado de artificio, pero no es vacuo, todo obedece a una intención.

Sin duda, El bosque se presenta como un film terriblemente original, personal, bello y cautivador. Da gusto ver que el cine aún puede ofrecernos sorpresas así, obras personales que nos invitan a reflexionar mientras nos atrapan con misterios a cerca de la naturaleza humana.

viernes, 5 de marzo de 2021

El loco del pelo rojo

 



Dirección: Vicente Minnelli.

Guión: Norman Corwin (Novela: Irving Stone).

Música: Miklós Rózsa.

Fotografía: Freddie Young, Russell Harlan.

Reparto: Kirk Douglas, Anthony Quinn, James Donald, Pamela Brown, Everett Sloane, Jill Bennett, Henry Daniell.

Vincent Van Gogh es un hombre apasionado y sensible que no encuentra su lugar en la sociedad. Tras fracasar intentando llevar la palabra de Dios a una comunidad minera, empieza a buscar en la pintura la manera de dar salida a sus inquietudes interiores.

Siempre me pareció que las biografías es uno de los géneros más complicados del cine. Por un lado, es obligatorio buscar la mayor exactitud posible entre lo narrado y la realidad; sin embargo ello conlleva el peligro de construir un relato largo y aburrido, pues no se trata de hacer un documental, sino un film, que no deja de estar sujeto a sus propias reglas: ritmo, emoción, concisión. Así que la clave, desde mi punto de vista, es lograr un frágil equilibrio entre la verdad y la necesidad de crear espectáculo.

Con El loco del pelo rojo (1956) Vicente Minnelli consigue en gran medida ese equilibrio. La vida de Van Gogh, uno de los más grandes pintores de la historia y puede que el más incomprendido en vida, queda plasmada con un cariño y una intensidad maravillosas. Es un acercamiento respetuoso a una personalidad compleja, sensible, que además consigue un encaje muy acertado entre la visión de la vida del pintor y una explicación de su pintura, sin que se cree un relato espeso o aburrido. Al final de la película, comprendemos en buena medida los tormentos que padecía el pintor, su soledad, su búsqueda desesperada por ser útil, por dar sentido a su vida, el sentimiento personal de fracaso y el creciente aumento de sus obsesiones hasta hacerle perder el frágil equilibrio mental en que vivía.

Vicente Minnelli me parece además el director más adecuado para abordar este proyecto. Su trayectoria nos muestra a una persona con una sensibilidad especial por el mundo del arte, lo que se suele reflejar en un uso muy determinado y concreto del color en sus películas. Y por ello, la visión del mundo de Van Gogh se presenta con una excelente utilización de los colores y la luz, lo que añade un plus a un relato de por sí muy cuidado.

Sin duda, uno de los elementos a destacar de El loco del pelo rojo, y más si lo comparamos con el cine más reciente, es la notable calidad de los diálogos, unido también a una cuidada puesta en escena. Los primeros otorgan un toque de calidad al relato; la segunda aporta verosimilitud, pero la arrogancia de muchos proyectos que terminan cayendo en un mero ejercicio de presunción, lo que nunca sucede aquí.

Además, otro de los grandes aciertos del film es contar con un gigantesco Kirk Douglas encarnando al pintor. Douglas logra darle una gran profundidad dramática a su personaje, acorde con la atormentada vida de Van Gogh. A pesar del buen trabajo de Douglas, será Anthony Quinn, en la piel de Paul Gauguin, el que se llevaría el único Oscar que ganó el film, al mejor actor secundario, y eso que su participación es bastante limitada en minutos.

Está claro que habrá muchos detalles en los que no se puede ahondar demasiado, como por ejemplo los contactos de Van Gogh con otros artistas del momento. Aún así, Minnelli vuelve a acertar con la concisión que no impide que tengamos un buen indicio de la naturaleza de esos contactos y su influencia en el pintor holandés.

El loco del pelo rojo resulta una película intensa, certera y apasionante que sabe mostrarnos con respeto y cariño la vida de un genio preso por su compleja y atormentada naturaleza.