El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

lunes, 18 de enero de 2021

El indomable Will Hunting

 



Dirección: Gus Van Sant.

Guión: Matt Damon y Ben Affleck.

Música: Danny Elfman.

Fotografía: Jean-Yves Escoffier.

Reparto: Matt Damon, Robin Williams, Ben Affleck, Minnie Driver, Stellan Skarsgård, Casey Affleck, Cole Hauser, Philip Williams, John Mighton.

Will Hunting (Matt Damon) es un chico de 20 años con un cerebro de un genio. Sin embargo, a nivel personal, está traumatizado por una infancia de malos tratos.

Amigos desde pequeños, Ben Affleck y Matt Damon escribieron el guión antes de alcanzar la fama como actores. ¿El premio? No solo lograron vender el guión, sino que recibieron la recompensa de ganar un Oscar con él.

Sin embargo, bien mirada, El indomable Will Hunting (1997) no deja de ser una película un tanto previsible y no demasiado elaborada. El guión contiene una buena cantidad de tópicos, incluido el esperado final feliz. Y si Will Hunting está marcado por una infancia de malos tratos, lo que ningún psicólogo logra descifrar al principio, cuando no parece un trauma tan extraño, su terapeuta Sean Maguire (Robin Williams) también deberá enfrentarse a sus propios demonios, como son el no haber superado la muerte de su esposa, dos años atrás, ni haber resuelto aún sus diferencias con su amigo de la universidad, Gerard Lambeau (Stellan Skarsgård). Cuando Maguire ayude a Will a perder sus miedos, también logrará enfrentarse a los suyos. Me parece algo muy peliculero, sinceramente. 

Pero es que el guión necesita intensidad, algo que lo lleve adelante. De ahí también la típica historia de amor, que encaja bien en el entramado, pero donde se echa de menos algo más fuerza en la misma, que queda en realidad en poca cosa. Pero, sinceramente, pienso que todo el film peca de ser un tanto blando. 

El que consigue realmente elevarlo, hacer de cada una de sus apariciones en pantalla todo un espectáculo y una gran lección de cómo actuar es Robin Williams. Su sola presencia vuelve sus escenas totalmente convincentes, realistas y emocionantes, más allá de que lo sean realmente. El que obtuviera el Oscar como mejor secundario es absolutamente merecido.

Las escenas de Maguire en su terapia con Will justifican por sí solas el que veamos la película. Son las más intensas, pero también de dónde podemos sacar más en limpio sobre los problemas personales y el camino para afrontarlos, lo que en el fondo es el auténtico meollo del film. Más que sobre un genio, la película nos habla de los problemas de la vida: cómo superar los traumas de la infancia, cómo no rendirse, cómo reunir el valor necesario para huir del camino más fácil; cómo madurar, más allá de cumplir años. Aquí reside la esencia de El indomable Will Hunting. Y es es esos momentos donde logra elevarse sobre sus limitaciones y ofrece algo más que una historia bastante normalita. Y se lo debemos en gran medida a Robin Williams.

El resto del reparto cumple sin más, pero palidecen al lado de Williams, en especial Stellan Skarsgård, que no me resultó para nada convincente en su papel de profesor de matemáticas. Aunque no deja de ser una apreciación personal.

Sin ser un film excepcional, hemos de agradecerle al menos que se salga de ese cine más orientado al consumo puro y duro y al menos logre ofrecernos una historia que nos invite a reflexionar, que nos dé algo a lo que hincarle el diente. Podría haberse pulido algo más, es cierto, pero me quedo con los aciertos.

lunes, 4 de enero de 2021

Aprendiz de gigoló



Dirección: John Turturro.

Guión: John Turturro.

Música: Abraham Laboriel y Bill Maxwell.

Fotografía: Marco Pontecorvo.

Reparto: John Turturro, Woody Allen, Sharon Stone, Sofía Vergara, Vanessa Paradis, Liev Schreiber, Max Casella.

Cuando la doctora Parker (Sharon Stone) le comenta a su paciente, el señor Murray (Woody Allen), que ella y una amiga desean hacer un trío, éste convence a su amigo Fioravante (JohnTurturro) para que acepte el asunto y, de paso, saquen ambos un pequeño beneficio económico.

Aprendiz de gigoló (2013) puede llevar a cierta confusión por la presencia de Woody Allen en el reparto, ya que el actor suele dirigir también sus películas. Además, el tono inicial, la música... son elementos que refuerzan el efecto. Sin embargo, en esta ocasión el guionista y director es John Turturro y esta circunstancia se refleja en el resultado final; no para peor necesariamente, dependerá de los gustos, sino diferente a un film de Woody Allen.

La verdad es que las similitudes de Aprendiz de gigoló con la obra de Allen son muy notables. A parte de las arriba mencionadas, estamos en Nueva York y en medio de la comunidad judía, con lo que volvemos a encontrarnos de lleno con la influencia de la religión en la vida de los protagonistas, tan recurrente en Allen. Se podría llegar a pensar que quizá Woody Allen hubiera aportado alguna idea, en especial en lo concerniente a su personaje.

Y también estamos ante una comedia, aunque aquí sí que las diferencias con la obra de Woody Allen son más evidentes. Y es que Turturro opta por un estilo más contenido, se prodiga menos con los chistes y juegos de palabras (que quedan circunscritos al personaje interpretado por Allen) y la historia se va haciendo más seria, más profunda con el paso del tiempo, culminando con el romance de Fioravante con Avigal (Vanessa Paradis), la viuda judía. Pero incluso aquí, en el desenlace, por ejemplo, se nota el buen hacer de Turturro en el guión, con una precisión total que evita un desenlace trillado y nos brinda una escena muy lograda, donde somos nosotros los que deberemos sacar las interpretaciones y conclusiones oportunas.

Quizá lo más característico del film sea la delicadeza con que Turturro afronta un tema tan delicado como el de la prostitución masculina, que nunca se presenta de manera vulgar y que hasta logra envolver de un aura de cierta belleza, casi como un servicio terapéutico. Y esa delicadeza está presente en todo: las hermosas canciones que jalonan la historia; la cuidada fotografía, preciosa sin resultar artificial; los decorados, elegantes, refinados; e incluso los movimientos de la cámara, con una estudiada y decidida intención. Comprendemos que nada se ha dejado al azar y que el director se ha esmerado en cada plano, no dejando nada suelto, nada improvisado.

Pero la elegancia de Turturro, su buen gusto, también se traslada a la historia, que transcurre sin estridencias, de manera pausada, con tiempo para que podamos admirar cada plano, las miradas, los diálogos, cargados de sentido, precisos. Es todo un trabajo de alguien que desea crear algo hermoso, que nos ayude a reflexionar, que nos emocione desde cierto calculado distanciamiento, lejos de la manipulación grosera de los sentimientos. Diría que la labor del director se concentra en crear bocetos, nada definitivo ni rotundo, y será el espectador el que deba ir completando el dibujo. Esto, por ejemplo, explicaría la falta de profundidad de los personajes, que terminan por resultar algo superficiales. Eché en falta un poco más de definición en los mismos, lo que hubiera ayudado sin duda al desarrollo de la historia.

Puede que este posicionamiento, para algunos, deje como resultado un film  sin mucho nervio, pero a cambio tiene otras muchas virtudes que nos harán deleitarnos con una historia sencilla, casi improbable, pero donde todo funciona desde la sencillez, el buen gusto y la elegancia.

viernes, 1 de enero de 2021

Los hermanos Marx en el Oeste


 

Dirección: Edward Buzzell.

Guión: Irving Brecher.

Música: Georgie Stoll.

Fotografía: Leonard Smith (B&W).

Reparto: Groucho Marx, Harpo Marx, Chico Marx, John Carrol, Diana Lewis, Walter Woolf King, Robert Barrat.

Atraídos por el oro, gente del Este de todas clases se dirige al Oeste en busca de fortuna. S. Quentin Quale (Groucho) y los hermanos Joe (Chico) y Rusty Panello (Harpo) coinciden en la estación intentando reunir el dinero para el billete de tren.

Los hermanos Marx en el Oeste (1940) es la décima película de estos cómicos únicos y aunque generalmente se considera que está un peldaño por debajo de Una noche en la ópera (1935) o Sopa de ganso (1933), contiene elementos suficientes para situarla entre lo más logrado de los Marx.

El guión, como es habitual, es un mero vehículo para que los cómicos desarrollen toda su inventiva y su caos en la pantalla. La historia gira en torno a una historia de amor de dos jóvenes de familias enfrentadas, Terry Turner (John Carroll) y Eve Wilson (Diana Lewis), y un terreno, que gracias al ferrocarril, puede valer una fortuna y hacer que los enamorados puedan casarse.

Será el título de propiedad de ese terreno, codiciado por todos y cambiando de manos continuamente, el eje por el que los hermanos Marx desplegarán su alocado y destructivo humor, aprovechando la ambientación en el Oeste americano para la aparición de indios, el típico saloon, las bailarinas y los rufianes de gatillo fácil. Como es de esperar, nada será como estamos acostumbrados a ver, ni los duelos con pistola, ni los viajes en diligencia, ni los poblados indios.

Pero los mejores momentos de la película se encuentran curiosamente al comienzo y el final; y solamente por esos dos momentos queda justificado ver la película y hacen de ella un título imprescindible dentro de la filmografía de los Marx.

El primero, nada más arrancar la cinta, contiene la escena en que Quentin conoce a los hermanos Panello e intenta conseguir el dinero que le falta para el billete de tren vendiéndoles un sombrero y su chaqueta a juego. Lo que no sabe el señor Quentin es que ha topado con dos pillos de primera que lo despluman en cinco minutos en uno de los momentos más hilarantes e ingeniosos de la película.

El final nos ofrece otra de las secuencias que han pasado a la historia del cine: la carrera en tren hacia el Este para conseguir vender las tierras de los Wilson a la compañía del ferrocarril. Esta escena contó con el asesoramiento de Buster Keaton, que aportó su experiencia de El maquinista de la General (1926), su obra maestra de la época muda.

Las imágenes de Groucho pidiendo más madera son ya míticas y ofrecen una paradoja lamentablemente demasiado realista: queriendo avanzar a toda costa, se llega a perder el sentido inicial de la empresa. Así, para alimentar a la locomotora, se acaba por destruir el resto del tren, con lo que ya nada tiene sentido. Un ejemplo muy gráfico de por qué el fin no justifica los medios.

En resumen, otra pequeña gran maravilla de un humor único e irrepetible donde nada tiene sentido, salvo el poder pasar unos momentos de pura diversión.