La comedia es, sin duda, uno de los géneros más universales y más aceptados. Como suele pasar en este tipo de clasificaciones, dentro de este género caben cantidad de apartados: comedia romántica, comedia disparatada, comedia dramática, sofisticada...
Vamos a hacer un breve recorrido por algunos de los títulos claves del género, desde sus primeros años hasta el presente, a través de sus carteles. Sin duda, faltarán muchos títulos, pero los que están creo que se lo han ganado.
Si pensamos en un nombre propio de cine cómico en los primeros años del cine, sin duda hemos de coincidir en la figura de Charles Chaplin, un genio que dirigía, escribía, componía la música y actuaba en sus películas. El artista total. De entre su innumerable producción, traigo aquí La quimera del oro (1925), una de sus muchas obras maestras.
La screwball comedy nació en los años treinta a la sombra de la Gran Depresión y fue un subgénero muy popular. Eran comedias alocadas donde había una buena dosis de crítica social bajo su apariencia ligera. Se considera que fue la fantástica película de Frank Capra Sucedió una noche (1934) la que inauguró este subgénero.
Los Hermanos Marx brillaron con luz propia con una serie de comedias surrealistas, absurdas e irreverentes que pudieron ver la luz gracias a la invención del cine sonoro, pues la comicidad de sus films se basa principalmente en la fuerza de los diálogos. Una noche en la ópera (1935) es para muchos su mejor película.
La fiera de mi niña (Howard Hawks, 1938) está considerada la cima de la screwball comedy. Un argumento disparatado, dos actores geniales y una locura de principio a fin.
La década de los cuarenta fue especialmente fructífera en Hollywood y en este género también nos dejó verdaderas obras maestras, como Historias de Filadelfia (1940), de George Cukor, con Cary Grant, Katharine Hepburn y James Stewart. Un lujo.
También de 1940 es El bazar de las sorpresas, del maestro de la comedia Ernst Lubitsch. Una comedia romántica sencilla, tierna y con unos personajes entrañables. Una obra maestra.
Y el mismo Ernst Lubitsch nos dejó en 1942 otra obra cumbre de la comedia, Ser o no ser, donde hacía una crítica muy inteligente sobre el nazismo en plena Segunda Guerra Mundial. Carole Lombard, la protagonista y esposa de Clark Gable, no llegó a ver la película, al fallecer antes del estreno en accidente de avión.
Una de las cumbres de la comedia negra es, sin lugar a dudas, Arsénico por compasión (1944), que nos muestra una faceta menos amable de Frank Capra. Cary Grant confesaba que fue la película en la que mejor se lo pasó. Irrepetible.
Uno de los nombres propios de la comedia fue Billy Wilder, autor de algunos títulos míticos como, por ejemplo, Con faldas y a lo loco (1959), una de las películas más divertidas de la historia.
En un tono más reflexivo, Billy Wilder nos dejó al año siguiente otra gran comedia, El apartamento (1960), con un excelente reparto encabezado por Jack Lemmon, un actor habitual en los films de Billy Wilder, y una maravillosa Shirley MacLaine.
1977 es el año de Woody Allen y su genial Annie Hall. Allen cuenta, en clave de comedia, una muy personal historia de amor, haciéndose un nombre en mayúsculas en la historia del cine al ganar el Oscar a la mejor película del año.
Tootsie (1982) supone una simpática visión del complicado mundo de los actores a cargo de un inspirado Sydney Pollack y con una memorable actuación de Dustin Hoffman.
Algunos miembros de los famosos Monty Python lograron realizar una comedia verdaderamente redonda a finales de los ochenta: Un pez llamado Wanda (Charles Crichton, 1988).
Tim Burton nos ofreció una peculiar mezcla de comedia y ciencia-ficción con su estupenda Mars Attacks! (1996), con un reparto realmente espectacular y un humor muy, muy negro.
El cine británico consiguió un gran éxito en 1997 con Full Monty (Peter Cattaneo), una comedia dramática con un original argumento que caló muy bien entre los espectadores.
De Joel Coen nos llegó en 1998 El gran Lebowski, una genial comedia que se ha convertido ya en todo un clásico con una buena cantidad de seguidores y admiradores incondicionales.
Love Actually (Richard Curtis, 2003) tuvo el acierto de contar una historia coral que terminó convenciendo tanto al público masculino como al femenino, un logro que las comedias románticas no siempre consiguen alcanzar. Una película que va camino de convertirse en un clásico y donde todos los elementos encajan a la perfección.
Joel y Ethan Coen lograron hacer un excelente remake de El quinteto de la muerte (Alexander MacKendrick, 1955) con Ladykillers (2004), un film genial con una brillante actuación de Tom Hanks dando vida a un personaje absolutamente delirante.
Y no todo el buen cine sale de las grandes producciones. Pequeña Miss Sunshine (Jonathan Dayton, Valerie Faris, 2006) supuso una gran sorpresa por parte del cine independiente. Una genial comedia dramática llena de sencillez y de encanto. Conmovedora.
El cine y yo
Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.
Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.
El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.
El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.
No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.
Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.
El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.
El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.
No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.
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domingo, 19 de enero de 2014
sábado, 18 de enero de 2014
El cine negro en carteles
El cine negro es un género nacido y desarrollado en la década de los años cuarenta en Estados Unidos y caracterizado por su temática de delincuentes y perdedores donde las líneas entre lo bueno y lo malo se difuminan; la mujer deja de ser un elemento decorativo y surge la mujer fatal, con un protagonismo fundamental en el argumento; el héroe suele tener tantas luces como sombras y con frecuencia es un perdedor; en muchas películas, la historia se enfonca desde el punto de vista de los delincuentes; estéticamente se recurre a fórmulas próximas al expresionismo y los desenlaces suelen estar alejados del happy end clásico.
El cine negro es un género muy rico, tanto en temáticas como visualmente y ha dejado verdaderas obras maestras que resumimos a través de sus carteles.
El halcón maltés (John Huston, 1941) está considerada como la película que inaugura el género. Se trata de una obra magnífica, llena de humor negro, cinismo y mentiras y en la que podemos disfrutar con la presencia de un ícono de este tipo de películas: Humphrey Bogart.
Perdición (Billy Wilder, 1944) es una de las joyas del género, gracias al excelente guión de Raymond Chandler y a una de las mujeres fatales más poderosas de la historia, interpretada por una genial Barbara Stanwyck.
Laura (1944) es la aportación de Otto Preminger al género. Tal vez, la mejor película del director y una de las mejores obras del cine negro, con una enigmática Laura encarnada por la maravillosa Gene Tierney, de una belleza hipnotizadora. Un film extrañamente romántico y cautivador.
Y seguimos en 1944, decididamente un gran año para el cine negro. Fritz Lang realiza La mujer del cuadro, interpretada por uno de los grandes actores de la época dorada de Hollywood: Edward G. Robinson.
Un título que se ha ganado un lugar en la historia del cine gracias a su espectacular mujer fatal es Gilda (Charles Vidor, 1946). Rita Hayworth marcó a toda una generación con el baile en que un guante era muchísimo más que un guante.
El cine negro tuvo también sus ramificaciones lejos de Hollywood. Y sin duda, una de las grandes películas del género fue la británica El tercer hombre (1949), de Carol Reed, con un impresionante Orson Welles y su oscura encarnación de Harry Lime. Inovidable también es la partitura de Anton Karas.
En este breve repaso de los grandes nombres del cine negro no podía faltar James Cagney, todo un tipo duro y un actor arrollador. En Al rojo vivo (Raoul Walsh, 1949) compone uno de sus personajes más impactantes en un film realmente extraordinario.
El crepúsculo de los dioses (Billy Wilder, 1950) es sin duda otro título imprescindible, donde Wilder retrata el lado menos agradable de Hollywood y con el añadido de recuperar a dos grandes de Hollywood: Gloria Swanson y Erich von Stroheim.
La jungla de asfalto (John Huston, 1950) es otro título imprescindible. Una obra maestra incuestionable, con un retrato maravilloso de los personajes, donde podemos disfrutar además de una jovencísima Marilyn Monroe.
Los sobornados (1953), otra aportación más de Fritz Lang al género, es una lúcida denuncia de la corrupción y un nuevo ejemplo del estilo directo del género, plagado de personajes ambiguos marcados por el drama.
Atraco perfecto (Stanley Kubrick, 1956) es para muchos la mejor película de su director. En todo caso, es ya un clásico del cine de atracos, una película perfectamente planificada y ejecutada y con uno de los mejores actores del género: Sterling Hayden.
Y, claro, no podía faltar en esta lista un genio como Orson Welles, que nos dejó una obra tan perfecta y tan estremecedora como Sed de mal (1958), donde él mismo interpreta además al personaje central de la historia, un policía corrupto y con métodos un tanto peculiares. Un título imprescindible que cuenta, además, con el que muchos consideran el mejor travelling de la historia.
El cine negro no murió con el fin de la época clásica de Hollywood. Siguió vigente, renovándose y actualizándose con títulos como Chinatown (1974), de Roman Polanski.
Una de las últimas grandes películas del género es L.A. Confidential (Curtis Hanson, 1997). Con una producción impecable y un guión sobrio, es un film que ha puesto de nuevo al género en un lugar destacado, convirtiéndose en una referencia para nuevos realizadores.
El halcón maltés (John Huston, 1941) está considerada como la película que inaugura el género. Se trata de una obra magnífica, llena de humor negro, cinismo y mentiras y en la que podemos disfrutar con la presencia de un ícono de este tipo de películas: Humphrey Bogart.
Perdición (Billy Wilder, 1944) es una de las joyas del género, gracias al excelente guión de Raymond Chandler y a una de las mujeres fatales más poderosas de la historia, interpretada por una genial Barbara Stanwyck.
Laura (1944) es la aportación de Otto Preminger al género. Tal vez, la mejor película del director y una de las mejores obras del cine negro, con una enigmática Laura encarnada por la maravillosa Gene Tierney, de una belleza hipnotizadora. Un film extrañamente romántico y cautivador.
Y seguimos en 1944, decididamente un gran año para el cine negro. Fritz Lang realiza La mujer del cuadro, interpretada por uno de los grandes actores de la época dorada de Hollywood: Edward G. Robinson.
Un título que se ha ganado un lugar en la historia del cine gracias a su espectacular mujer fatal es Gilda (Charles Vidor, 1946). Rita Hayworth marcó a toda una generación con el baile en que un guante era muchísimo más que un guante.
El cine negro tuvo también sus ramificaciones lejos de Hollywood. Y sin duda, una de las grandes películas del género fue la británica El tercer hombre (1949), de Carol Reed, con un impresionante Orson Welles y su oscura encarnación de Harry Lime. Inovidable también es la partitura de Anton Karas.
En este breve repaso de los grandes nombres del cine negro no podía faltar James Cagney, todo un tipo duro y un actor arrollador. En Al rojo vivo (Raoul Walsh, 1949) compone uno de sus personajes más impactantes en un film realmente extraordinario.
El crepúsculo de los dioses (Billy Wilder, 1950) es sin duda otro título imprescindible, donde Wilder retrata el lado menos agradable de Hollywood y con el añadido de recuperar a dos grandes de Hollywood: Gloria Swanson y Erich von Stroheim.
La jungla de asfalto (John Huston, 1950) es otro título imprescindible. Una obra maestra incuestionable, con un retrato maravilloso de los personajes, donde podemos disfrutar además de una jovencísima Marilyn Monroe.
Los sobornados (1953), otra aportación más de Fritz Lang al género, es una lúcida denuncia de la corrupción y un nuevo ejemplo del estilo directo del género, plagado de personajes ambiguos marcados por el drama.
Atraco perfecto (Stanley Kubrick, 1956) es para muchos la mejor película de su director. En todo caso, es ya un clásico del cine de atracos, una película perfectamente planificada y ejecutada y con uno de los mejores actores del género: Sterling Hayden.
Y, claro, no podía faltar en esta lista un genio como Orson Welles, que nos dejó una obra tan perfecta y tan estremecedora como Sed de mal (1958), donde él mismo interpreta además al personaje central de la historia, un policía corrupto y con métodos un tanto peculiares. Un título imprescindible que cuenta, además, con el que muchos consideran el mejor travelling de la historia.
El cine negro no murió con el fin de la época clásica de Hollywood. Siguió vigente, renovándose y actualizándose con títulos como Chinatown (1974), de Roman Polanski.
Una de las últimas grandes películas del género es L.A. Confidential (Curtis Hanson, 1997). Con una producción impecable y un guión sobrio, es un film que ha puesto de nuevo al género en un lugar destacado, convirtiéndose en una referencia para nuevos realizadores.
miércoles, 18 de abril de 2012
El musical en carteles
El musical, que nació a la par del cine sonoro, es el producto más representativo de una época y el que define mejor a los grandes estudios clásicos de Hollywood, que lo utilizaban como escaparate de lujo para sus estrellas y como demostración de su poderío y su glamour. Repasemos parte de su historia a través de algunos carteles de sus films más representativos.
Al Jolson, pintado de negro cantando "My mammy", fue la primera voz que se escuchó en la pantalla. Comenzaba a andar el cine musical.
Sombrero de copa (Mark Sandrich, 1935). El lujo y el glamour de un mundo perfecto con la pareja perfecta.
Vicente Minnelli, Gene Kelly y George Gershwin en París. ¿Se puede pedir más?
Cantando bajo la lluvia (Stanley Donen, Gene Kelly, 1952), el cine dentro del cine y una de las cimas de los musicales de la MGM. Un clásico inmortal.
Otro éxito de la factoría de la MGM. Stanley Donen y su peculiar Rapto de las Sabinas, el más alegre, colorido y vigoroso.
La peculiar interpretación del Romeo y Julieta de William Shakespeare made in Hollywood se llevó nada menos que diez Oscars.
Julie Andrews mantuvo la llama del musical en los años 60 con algunos títulos tan conocidos como Sonrisas y lágrimas (Robert Wise, 1965).
Una obra maestra del cine, que sobrepasa los límites del musical. Excepcional en cada uno de sus apartados.
La explosión. Un fenómeno musical, juvenil, de moda. Grease (Randal Kleiser, 1978), asentada en una banda sonora prodigiosa, fue todo un acontecimiento que revolucionó, de manera muy light eso sí, a la juventud de la época.
Un nuevo intento de Bob Fosse de dar brillo al género. Un tanto pretencioso y sin la genialidad de Cabaret (1972).
Sangre nueva para el género. Un éxito que demuestra que no está todo dicho aún.
Al Jolson, pintado de negro cantando "My mammy", fue la primera voz que se escuchó en la pantalla. Comenzaba a andar el cine musical.
Sombrero de copa (Mark Sandrich, 1935). El lujo y el glamour de un mundo perfecto con la pareja perfecta.
Vicente Minnelli, Gene Kelly y George Gershwin en París. ¿Se puede pedir más?
Cantando bajo la lluvia (Stanley Donen, Gene Kelly, 1952), el cine dentro del cine y una de las cimas de los musicales de la MGM. Un clásico inmortal.
Otro éxito de la factoría de la MGM. Stanley Donen y su peculiar Rapto de las Sabinas, el más alegre, colorido y vigoroso.
La peculiar interpretación del Romeo y Julieta de William Shakespeare made in Hollywood se llevó nada menos que diez Oscars.
Julie Andrews mantuvo la llama del musical en los años 60 con algunos títulos tan conocidos como Sonrisas y lágrimas (Robert Wise, 1965).
Una obra maestra del cine, que sobrepasa los límites del musical. Excepcional en cada uno de sus apartados.
La explosión. Un fenómeno musical, juvenil, de moda. Grease (Randal Kleiser, 1978), asentada en una banda sonora prodigiosa, fue todo un acontecimiento que revolucionó, de manera muy light eso sí, a la juventud de la época.
Un nuevo intento de Bob Fosse de dar brillo al género. Un tanto pretencioso y sin la genialidad de Cabaret (1972).
Sangre nueva para el género. Un éxito que demuestra que no está todo dicho aún.
lunes, 21 de diciembre de 2009
El western en carteles

Por ahora, el último gran clásico del western, de nuevo de la mano del genial Clint Eastwood. Sin perdón (1992) es un film profundo que plantea múltiples dilemas morales y en el que un pistolero, como ya hemos visto en Raíces profundas, por ejemplo, ha de volver a tomar las armas por necesidad y termina sobrepasado por los acontecimientos.
En 1990, Bailando con lobos, de Kevin Costner, demostró la vigencia del western bien hecho. Un film con una fotografía hermosísima en la que se hace una alabanza de la cultura de las tribus indias, contrapuesta a la barbarie del hombre blanco. Siete Óscars recompensaron esta bella historia.

Con El jinete pálido (1985) Clint Eastwood vuelve a insuflar vida a un género de capa caída. El film bebe de los clásicos, en especial de Raíces profundas, consiguiendo un film inquietante y hermoso.
Dos hombres y un destino (1969), de George Roy Hill, tiene el tono ligero de comedia y algunos momentos maravillosos, en especial el paseo en bicicleta con la maravillosa "Raindrops Keep Fallin'on my Head" de Burt Bacharach.
Obra maestra del western, El hombre que mató a Liberty Valance (1962) es la última gran aportación de Ford a un género que amó especialmente. Una revisión crítica de los mitos del oeste llena de nostalgia.

El rostro impenetrable (1961) es el único film dirigido por Marlon Brando. Historia de venganza y odio con un Karl Malden soberbio y un Brando siempre poderoso.

Horizontes de grandeza (1958) es uno de los westerns más hermosos que hay. El conflicto entre ganaderos, la oposición entre el este y el oeste, los valores mal entendidos, el amor y la rectitud... todo en este film es maravilloso.
Para muchos Centauros del desierto (1956) es la obra maestra del maestro John Ford. Sin duda, un film denso, grandioso y con algunas de las más tiernas escenas del western.
Con Johnny Guitar (1954) se invierten los roles, siendo las mujeres las verdaderas protagonistas de este film con un uso simbólico y narrativo de los colores.
Raíces profundas (1953) es un film bellísimo y lleno de momentos geniales sobre el pistolero que intenta apartarse del camino trazado, pero que al final se verá empujado de nuevo a la violencia. Y todo ante la mirada cómplice de un niño y el amor prohibido de su madre.

Solo ante el peligro (1952) es un clásico del género que ahonda en los valores típicos del western, como el valor y el deber, a través de un argumento que juega con el paso lento del tiempo para ir incrementado la tensión hacia el desenlace final.

La colaboración de Anthony Mann y James Stewart dio lugar a hermosos films, como Horizontes lejanos (1952), donde se reflexiona sobre la posibilidad del hombre de enmendarse.

Con Fort Apache (1948), John Ford realiza una defensa del honor y el valor, por encima de naciones o egos personales, mostrando la nobleza del pueblo indio.

Howard Hawks filma, con Río Rojo (1948), una película maravillosa sobre el fondo de un traslado de ganado que es, en realidad, el marco en que tiene lugar el conflicto entre un padre autoritario y su hijo, que al final se atreve a plantarle cara.

Pasión de los fuertes (1946), de John Ford, es la mejor versión del famoso duelo en OK Corral y de la figura de Wyatt Earp que se rodó nunca. Una película asombrosa y un reparto sorprendente.

Murieron con las botas puestas (1942), de Raoul Walsh, es la glorificación de la figura del general Custer. A pesar de ello, es un emotivo film épico y un espectáculo grandioso.

La diligencia (1939), de John Ford, le dio al western la categoría de género maduro y marcó el camino a seguir por las obras futuras.
Raíces profundas (1953) es un film bellísimo y lleno de momentos geniales sobre el pistolero que intenta apartarse del camino trazado, pero que al final se verá empujado de nuevo a la violencia. Y todo ante la mirada cómplice de un niño y el amor prohibido de su madre.

Solo ante el peligro (1952) es un clásico del género que ahonda en los valores típicos del western, como el valor y el deber, a través de un argumento que juega con el paso lento del tiempo para ir incrementado la tensión hacia el desenlace final.

La colaboración de Anthony Mann y James Stewart dio lugar a hermosos films, como Horizontes lejanos (1952), donde se reflexiona sobre la posibilidad del hombre de enmendarse.

Con Fort Apache (1948), John Ford realiza una defensa del honor y el valor, por encima de naciones o egos personales, mostrando la nobleza del pueblo indio.

Howard Hawks filma, con Río Rojo (1948), una película maravillosa sobre el fondo de un traslado de ganado que es, en realidad, el marco en que tiene lugar el conflicto entre un padre autoritario y su hijo, que al final se atreve a plantarle cara.

Pasión de los fuertes (1946), de John Ford, es la mejor versión del famoso duelo en OK Corral y de la figura de Wyatt Earp que se rodó nunca. Una película asombrosa y un reparto sorprendente.

Murieron con las botas puestas (1942), de Raoul Walsh, es la glorificación de la figura del general Custer. A pesar de ello, es un emotivo film épico y un espectáculo grandioso.

La diligencia (1939), de John Ford, le dio al western la categoría de género maduro y marcó el camino a seguir por las obras futuras.
Un film tan legendario como tendencioso ideológicamente de uno de los padres del cine, D. W. Griffith. El nacimiento de una nación (1915) creó nuevas formas de expresión y sentó las bases del lenguaje cinematográfico.
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