El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

miércoles, 31 de mayo de 2017

3 días para matar



Dirección: McG.
Guión: Adi Hasak y Luc Besson.
Música: Guillaume Roussel.
Fotografía: Thierry Arbogast.
Reparto: Kevin Costner, Amber Heard, Hailee Steinfeld, Connie Nielsen, Richard Sammel, Eriq Ebouaney, Tómas Lemarquis, Big John, Rupert Wynne-James, Peter J. Chaffey.

Ethan Renner (Kevin Costner), un veterano agente de la CIA, descubre que padece una enfermedad terminal y que le quedan unos pocos meses de vida. Decide entonces pasarlos con su hija, a la que apenas conoce al haber pasado la mayor parte del tiempo de misión en misión. Sin embargo, sus planes se verán alterados cuando una agente de la agencia contacte con él y le pida un último servicio.

3 días para matar (2014) es una de esas películas en la que nada destaca especialmente. Como thriller, sin duda los hay mucho mejores, ya no solo por el argumento o la tensión, sino también en cuanto a escenas de acción o calidad de los malos. Sabido es que para que una intriga funcione bien, la figura del malo ha de ser de un gran nivel. Y aquí el principal fallo es que de los malos no sabemos apenas nada durante toda la historia, de ahí que la tensión se resienta inevitablemente. Y todo ésto porque 3 días para matar es un thriller, pero a la vez tampoco lo es al 100%. En realidad, la película pretender ser una especie de mezcla entre thriller, comedia y drama familiar; resultando que no se adentra con decisión en ninguno de los tres géneros, sino que los amalgama con más o menos fortuna, según la secuencia, de manera que muchas veces se queda a medio camino y uno no sabe si reír, dejarse llevar por la emoción o sumergirse en la intriga y las escenas violentas sin más.

Es el peligro de querer jugar a varias cartas a la vez: que la cosa se queda un poco a medias. El thriller carece de verdadero nervio; el drama familiar es muy poco original, si bien para mí proporciona los pocos momentos intensos de la historia, y la comedia es demasiado burda para que nos saque alguna que otra risa.

Quizá lo más positivo es recuperar a Kevin Costner y la verdad es que realiza un buen trabajo, además de resultar totalmente convincente en su papel gracias a los signos inevitables del paso del tiempo en su rostro.

De todas maneras, y a pesar de lo expuesto anteriormente, 3 días para matar es una película correcta, bien realizada y que resulta, después de todo, un aceptable pasatiempo. No destaca en nada concreto, pero tampoco tiene graves fallos y lo curioso es que, a pesar de su larga duración, se ve de un tirón sin resultar pesada o cansina.

martes, 30 de mayo de 2017

Senderos de gloria



Dirección: Stanley Kubrick.
Guión: Stanley Kubrick, Calder Willingham, Jim Thompson (Novela: Humphrey Cobb).
Música: Gerald Fried.
Fotografía: Georg Krause.
Reparto: Kirk Douglas, George Macready, Adolphe Menjou, Ralph Meeker, Wayne Morris, Joe Turkel, Richard Anderson, Timothy Carey.

Durante la Primera Guerra Mundial, el general George Boulard (Adolphe Menjou) ordena al ambicioso general Paul Mireau (George Macready) una misión imposible: asaltar una colina fuertemente defendida por los alemanes. Al fracasar el asalto, un furioso general Mireau convoca un consejo de guerra para castigar lo que considera un comportamiento cobarde de sus tropas.

El éxito cosechado por Kubrick con Atraco perfecto (1956) llamó la atención de Kirk Douglas, cuya intervención al apoyar decididamente el proyecto de Senderos de gloria (1957) inició su colaboración con el director, impulsando su carrera.

Senderos de gloria es un proyecto ya más ambicioso, donde Kubrick puede dar rienda suelta a su talento, confirmando la buena impresión que había causado con Atraco perfecto. Sin la desmesura de otras obras posteriores y con un planteamiento más modesto y menos preciosista, Senderos de gloria es una de las obras más directas y acertadas de Kubrick, con un mensaje claro y una exposición rotunda.

El film es un tremendo alegato contra la guerra, ejemplarizado en la estupidez de los altos mandos franceses durante la Primera Guerra Mundial (la novela en que se basa el film se inspira en hechos reales), obsesionados con complacer a los políticos y en conseguir ascensos a costa incluso de sus tropas. La misión de asaltar un puesto alemán, a pesar de saber de antemano que era tarea imposible y despreciando la segura masacre de sus hombres, es una de las críticas más feroces contra la guerra que se han filmado. Y aún hoy en día la película sigue conservando toda su fuerza y la validez absoluta de su planteamiento.

Kubrick pudo contar con un buen reparto, encabezado por un colosal Kirk Douglas, el coronel que se enfrenta a los mandos para defender a sus hombres, y secundado por Adolphe Menjou y George Macready, encarnado a dos generales crueles, ambiciosos y manipuladores. El resto del reparto, mucho menos conocido, sin llegar a la altura de estos tres actores, compone un elenco muy cercano y bastante auténtico.

Además de las magníficas secuencias del avance de las tropas francesas durante el asalto a la colina, Kubrick destaca por los travellings de una cámara siempre ágil y la perfecta coreografía de las diferentes escenas, bien con movimientos de cámara o de los propios actores. Pero si tuviera que quedarme con un momento del film, éste sería la escena en la tasca, con la chica alemana cantando ante un grupo de exaltados soldados que, al oír la canción, se sienten invadidos por la nostalgia de sus hogares. Sin duda, un momento con una terrible carga emocional dentro de una sencillez absoluta.

La polémica de Senderos de gloria era claramente predecible, en especial en Francia, donde no se estrenó hasta 1975, además de ser prohibida en algunos países, como en la España franquista, por su marcado carácter anti belicista. Sin duda, una obra maestra que asentó a Kubrick como un gran cineasta y dio el impulso decisivo a su carrera.

jueves, 25 de mayo de 2017

Comanchería



Dirección: David Mackenzie.
Guión: Taylor Sheridan.
Música: Nick Cave y Warren Ellis.
Fotografía: Giles Nuttgens.
Reparto: Jeff Bridges, Chris Pine, Ben Foster, Gil Birmingham, Katy Mixon, Dale Dickey, Kevin Rankin, Melanie Papalia, Lora Martinez-Cunningham, Amber Midthunder, Dylan Kenin.

Toby (Chris Pine) y su hermano Tanner (Ben Foster), ex presidiario, tras la muerte de su madre, deciden atracar las sucursales del banco que tenía la hipoteca de la propiedad familiar con el fin de salvarla de un inminente embargo.

Comanchería (2016) viene a demostrar cómo no es necesario contar con una historia rebuscada para hacer un buen film. De hecho, la película arranca con los protagonistas asaltando una sucursal bancaria y, en seguida, otra más. No sabemos el motivo y, aunque más adelante se nos dará una explicación, la verdad es que ésta carece casi de importancia. Y es que Comanchería no necesita ni busca justificarse. Es de esas historias secas, concisas, que se explican por sí mismas. Son como son, como la vida misma.

La película, una mezcla interesante de géneros (western moderno, thriller, drama social), nos muestra el reverso del sueño americano, un retrato de la América rural, recogida sobre sí misma, como si no existiera nada más allá; un universo cerrado, miserable y polvoriento donde la gente se pelea por unos dólares con los ir tirando, donde el futuro parece no existir, más allá del día a día, repetitivo y gris. Y donde Toby no encuentra otra salida, no para sí mismo, resignado con su mala suerte, sino para sus hijos, que robar a quienes les han estado robando desde hace años. Y se alía con el único que lo comprende y lo quiere lo suficiente para embarcarse en una aventura sin futuro: su hermano Tanner, maleado por la vida hasta convertirlo en una persona sin esperanza y sin bondad, salvo hacia su hermano.

El acierto de Comanchería reside en su simplicidad: argumental y descriptiva. Dos atracadores de bancos y dos rangers tras ellos. Y cada personaje que se define con dos palabras. Y no hace falta más. Basta para entender toda una vida. Y un paisaje vacío, inmenso y a la vez limitado, cerrado en sí mismo. La vida reducida a lo mínimo y tan compleja a la vez.

Y David Mackenzie dibuja esa simplicidad también con una puesta en escena limpia, directa, pausada, recreándose en los tiempos, en los silencios, enfatizando el vacío que lo envuelve todo, apoyado en una fantástica fotografía, de una gran belleza plástica, y la música country que se convierte casi en una voz en off, el relato de perdedores sin esperanza.

Lástima que el guión no pueda o no sepa escapar de un par de tópicos sin los cuáles, desde mi punto de vista, la historia ganaría aún más. El primero: la figura del agente a punto de jubilarse. Algo innecesario y superfluo, un cliché demasiado visto ya y prescindible. Salvo para justificar la escena final. El otro: uno de los hermanos es un descerebrado violento, mientras que el otro es una buena persona empujado por las circunstancias. El primero, como no puede ser de otra manera, ha de pagar con su vida por su maldad. El segundo, según la moral de este tipo de películas, puede ser salvado. Me hubiera gustado que, esta vez, se hubieran saltado esta moralidad de tres al cuarto. La vida no es siempre justa ni guarda la ética que nos gustaría.

Acorde con el buen nivel de la historia, un reparto de caras no muy conocidas, salvo el veterano Jeff Bridges, que destaca por su naturalidad. Ni un solo pero al trabajo de todos, hasta el último secundario.

Comanchería obtuvo cuatro nominaciones a los Oscar: mejor película, actor (Jeff Bridges), guión original y montaje. No se llevó ninguno.

domingo, 21 de mayo de 2017

Esta casa es una ruina



Dirección: Richard Benjamin.
Guión: David Giler.
Música: Michel Colombier.
Fotografía: Gordon Willis.
Reparto: Tom Hanks, Shelley Long, Alexander Godunov, Maureen Stapleton, Joe Mantegna, Philip Bosco, Josh Mostel.

Anna (Shelley Long) y su novio Walter (Tom Hanks) viven de prestado en el piso de Max (Alexander Godunov), el exmarido de Anna, un famoso director de orquesta. Cuando éste regresa a Nueva York inesperadamente, la joven pareja se ve obligada a buscar alojamiento a toda prisa. Y cuando encuentran una preciosa casa a un precio de risa, no dudan en comprarla.

Es curioso comprobar como los resortes de la risa siguen una de pautas que, básicamente, no han variado con el paso del tiempo. Y una prueba de ello lo tenemos con Esta casa es una ruina (1986), comedia cuya base son los golpes y caídas propias de las primeras comedias del cine mudo. Y es que el humor de esta comedia es fundamentalmente visual, utilizando el ruinoso estado de una mansión como base de los gags de la película. La historia de amor de los protagonistas, con un muy básico trío amoroso para añadir cierta tensión dramática, parece un simple decorado, pues la verdadera protagonista de la película no es otra que la casa, que parece tener vida propia por momentos, llevando a sus desafortunados propietarios a situaciones límite.

No es un film brillante, es cierto, en parte por culpa de una dirección no demasiado buena; pero a pesar de todo resulta una película entretenida, con algunas situaciones bastante bien llevadas y con un sencillo recurso a las caídas y golpes que, aunque sean básicos y a veces predecibles, resultan siempre graciosos. Además, se nutre también de la maravillosa interpretación de Tom Hanks, un actor tremendamente expresivo y muy natural sufriendo con cierta estoica resignación todas las sorpresas que le depara la casa.

Recordar un precedente que puede haber servido de inspiración para David Giler y que es la película de H. C. Potter Los Blandings ya tienen casa (1948), protagonizada por Cary Grant.

Esta casa es una ruina tiene el mérito de haber asentado los comienzos en el cine de Tom Hanks. Producida por Steven Spielberg, se trata de una comedia ligera, sin demasiadas pretensiones, pero que consigue sacarnos unas cuantas risas y cumple con soltura con su cometido de proporcionar un pasatiempo amable y simpático.

sábado, 13 de mayo de 2017

Mi primo Vinny



Dirección: Jonathan Lynn.
Guión: Dale Launer.
Música: Randy Edelman.
Fotografía: Peter Deming.
Reparto: Joe Pesci, Marisa Tomei, Ralph Macchio, Mitchell Whitfield, Fred Gwynne, Lane Smith, Austin Pendleton, Maury Chaykin, Bruce McGill.

Durante un viaje en coche por el Sur de los Estados Unidos, dos jóvenes amigos son detenidos acusados de un asesinato que no cometieron. Sin recursos económicos para contratar un buen abogado, recurren a un familiar de uno de ellos, el primo Vinny (Joe Pesci), sin saber que carece de la más mínima experiencia.

La comedia en el cine actual suele ser, por lo general, un género bastante maltratado. Es habitual recurrir al chiste fácil, a un humor bastante tosco y con un planteamiento encaminado a un público poco exigente. Salvo raras excepciones, es cierto. De ahí que me animara a ver Mi primo Vinny (1992) con bastantes recelos y sin esperarme gran cosa de ella. Y por eso mi satisfacción, después de verla, es mayor de lo esperado, pues me ha parecido una comedia muy divertida y muy por encima de la media que viene siendo habitual.

Son muchos los elementos que hay que cuidar a la hora de afrontar la realización de una película, pero considero que una de las piezas fundamentales es el guión. Sin una buena base argumental, todo el edificio se viene abajo irremediablemente. Y la gran sorpresa con Mi primo Vinny es que cuenta con un guión inteligente y muy bien elaborado, con lo que la mitad del trabajo ya está hecho.

La historia es sencilla: dos inocentes que por mala suerte se ven acusados de un crimen que no cometieron y que les puede costar la pena de muerte. Además, para complicar aún más el asunto, recurren para su defensa a un abogado que aún no ha llevado ningún caso serio y que tiene toda la pinta de ser un incompetente. La clave está en que Dale Launer consigue ensamblar todos los elementos de la historia de manera coherente, astuta y divertida gracias a un planteamiento serio. Y es que a veces se toma a broma la tarea de escribir una comedia y no nos engañemos: en la comedia se ha de hacer reír al público y eso requiere tomarse el trabajo muy en serio. Y así lo hace Launer, con un guión que huye del chiste fácil, de la caricatura de los personajes, que elabora los diálogos con inteligencia, que sabe utilizar con habilidad las casualidades, la repetición de situaciones, que capta la esencia del Sur sin caer en tópicos banales... En definitiva, crea una historia amena, bien trabajada, creíble dentro de la parodia, con personajes bien construidos y que en su medida aportan su grano de arena cada uno al buen devenir de la una historia que va ganando fuerza conforme avanza la película, hasta culminar en un final perfecto, rebosante de ingenio y que pone el broche de oro a la historia.

Además, Jonathan Lynn tuvo la suerte de contar con un Joe Pesci magnífico, bastante comedido en sus gestos y que lleva sobre sus hombros el peso de la película con pasmosa efectividad. Y perfectamente secundado además por una atractiva y muy simpática Marisa Tomei, que se llevó el Oscar a la mejor actriz de reparto. Y tampoco quiero olvidarme de Fred Gwynne, fabuloso dando vida al sorprendido y estricto juez Haller, un papel fundamental en la historia que borda con un trabajo impecable.

Cuidado, tampoco quiero decir que estemos ante una obra maestra. Mi primo Vinny es un film sencillo, sin demasiadas pretensiones. Pero es quizá su sencillez una de sus virtudes: no parece pretender ser nada más de lo que es, una comedia de enredo sencilla, pero muy bien elaborada, que respeta sobre todo el género de la comedia y que funciona correctamente, sacándote muchas sonrisas y alguna que otra carcajada. Sin duda, un trabajo bien hecho.

- Creí que pensabas que lo espontáneo es romántico.
- ¡Un eructo es espontáneo y no es romántico!

miércoles, 10 de mayo de 2017

Daño colateral



Dirección: Andrew Davis.
Guión: David Griffiths y Peter Griffiths (Historia: Ronald Rose, David Griffiths y Peter Griffiths).
Música: Graeme Revell.
Fotografía: Adam Greenberg.
Reparto: Arnold Schwarzenegger, Elias Koteas, Francesca Neri, Cliff Curtis, John Leguizamo, Miguel Sandoval, Harry Lennix, John Turturro.

Tras ver morir a su mujer y a su hijo en un atentado terrorista, Gordy Brewer (Arnold Schwarzenegger) decide tomarse la justicia por su mano al comprobar que las autoridades no parecen dispuestas a hacer todo cuanto pueden para atrapar al culpable.

Visto el resumen del guión de Daño colateral (2002), cualquiera puede anticipar mínimamente de qué va la película: un film de acción pura y dura que vuelve a recurrir al tema de la venganza personal como justificación de la violencia desatada. Un recurso demasiado fácil, demasiado simple y muy peligroso. Pero en Hollywood han de justificar el espectáculo de muertes al que se abonan este tipo de películas con alguna justificación que resulte aceptable, aunque todos sepamos que no es más que una excusa. En este caso, además del tema personal del protagonista, el guión intenta hacer una crítica hacia la guerrilla colombiana, que se enriquece y financia con el tráfico de drogas, y también contra las políticas intervencionistas norteamericanas, si bien en este punto suavizan un tanto la crítica personalizando los errores y abusos en un agente sin escrúpulos. Aún así, seguimos teniendo la impresión, muy acertada, de que todo ello no es más que un leve envoltorio para adornar lo que de verdad es la esencia y la justificación de la película: acción y violencia, explosiones y muertes en la manida historia de dolor y venganza. Y para disimular un poco más el mensaje de muerte y de que el protagonista decida tomarse la justicia por su mano, Gordy Brewer es presentado como un hombre íntegro, honesto, que no desea hace daño prácticamente a nadie, salvo al asesino de su familia. De nuevo vemos como los guionistas buscan edulcorar el producto con falsas pretensiones de moralidad. Y el resultado es que en algunos momentos, el comportamiento de Brewer no deja de resultar bastante curioso y algunas de las muertes que provoca solo son por casualidad, casi sin querer.

Solamente cabría destacar un pequeño giro argumental (que no desvelaré para conservar la sorpresa a quién no haya visto la película) que diferencia Daño colateral del resto de producciones similares, por cuanto añade un toque inesperado bastante bien llevado y que, sin ser tampoco nada excepcional, al menos muestra un detalle que intenta aportar algo diferente a un desarrollo por lo demás bastante previsible.

En cuanto a los méritos de la cinta en sí, hemos de convenir que hay películas de acción mucho mejor filmadas y con una dinámica más conseguida. Daño colateral no consigue destacar en realidad ni por la historia, poco original, ni por el desarrollo. Hay explosiones, es cierto, hay peleas, pero todo ello filmado de una manera un tanto rutinaria y sin llegar a sorprendernos ni a emocionarnos realmente. También es verdad que es un film demasiado largo para lo que tiene que contarnos, con numerosos pasajes en que no prima la acción, lo que penaliza sin duda el ritmo que podría esperarse de un film así. Y al final, en la escena clave, cuando el director decide jugarse la baza del espectáculo, la escena me parece un tanto circense y muy poco convincente, amén de volver a jugar con la ya aburrida sorpresa de último minuto, con lo que el desenlace tampoco me resultó muy convincente.

Además, si bien la presencia de Schwarzenegger suele ser sinónimo de buena taquilla, hemos de reconocer que como actor es un hombre muy limitado y en un film donde tiene bastantes momentos dramáticos, sin recurrir a la acción, su pobre actuación penaliza gravemente la tensión emocional. Además, un actor que me encanta, como es John Turturro, tiene una participación meramente anecdótica y con un personaje histriónico que casi está de más.

La película tuvo la mala suerte de coincidir en su esperado estreno con los atentados del 11 de Septiembre de 2001 de Nueva York, por lo que se retrasó finalmente su estreno debido al argumento de la cinta. Aún así, la película no tuvo una gran acogida de público, pues Estados Unidos no estaba en esos momentos para películas sobre atentados terroristas.

Daño colateral, en definitiva, no aporta nada nuevo al género y se limita a seguir las pautas de este tipo de films de un modo bastante rutinario, sin destacar ni en el plano de las escenas de acción ni en el argumento. Solo los incondicionales del género podrán disfrutar realmente de una película del montón.

lunes, 8 de mayo de 2017

El jurado



Dirección: Gary Fleder.
Guión: Brian Koppelman, Matthew Chapman, David Levien, Rick Cleveland (Novela: John Grisham).
Música: Christopher Young.
Fotografía: Robert Elswit.
Reparto: John Cusack, Gene Hackman, Dustin Hoffman, Rachel Weisz, Bruce Davison, Bruce McGill, Jeremy Piven, Jennifer Beals, Joanna Going, Nick Searcy.

Al perder a su marido asesinado por un hombre fuera de sí, la viuda decide demandar a la empresa que fabricó el arma. El juicio podría sentar un precedente en caso de que el jurado condene a la empresa armamentística, por lo que ésta recurre a los oficios de un despiadado especialista en elegir jurados y que no tiene inconveniente en corromperlos si es necesario para ganar. Sin embargo, pronto se da cuenta de que un miembro del jurado tampoco está dispuesto a jugar limpio.

John Grisham es, como todo el mundo sabe, un novelista de éxito, un fabricante de best-sellers ambientados en el mundo de la abogacía y claro, Hollywood no suele dejar pasar la ocasión de llevar a la gran pantalla cualquier proyecto que huela a dinero. De ahí las numerosas películas, creo que ocho en total, que se basan en tantos otros éxitos del escritor.

El jurado (2003) aborda una vez más el tema de los juicios, si bien en este caso el interés no reside en el juicio en sí, en los interrogatorios de los testigos o el enfrentamiento de los abogados. Si algo caracteriza a los argumentos de Grisham es que suele buscar un enfoque original para la intriga, en busca de la sorpresa, en busca de salir de los caminos más trillados. Siguiendo esa premisa, el interés ahora está en la figura del jurado y en como éste puede ser manipulado por abogados sin escrúpulos y grandes compañías para lograr un resultado favorable a sus intereses.

Eso sí, no debemos buscar una crítica al sistema, una denuncia contra los juicios con jurado o algo parecido, si bien algo de ello hay en la historia. Y es verdad también que la película plantea una crítica hacia la venta indiscriminada de armas en Estados Unidos y el gran poder económico de los grandes fabricantes. Pero ese no es el objetivo final de El jurado. Es decir, no es un film pensado como denuncia, sino como thriller que consiga mantener al espectador pegado a la pantalla y, al final, sorprenderlo con el típico giro de última hora, que parece que es lo que realmente interesa: la sorpresa final, jugar con el espectador, engañarlo. Dudo de la eficacia de esta especie de moda, pues generalmente provoca más rechazo que otra cosa, sobre todo cuando el engaño es tan tramposo que ofende. Aunque en defensa de El jurado hay que reconocer que el engaño final está bastante bien llevado y se acepta como parte de un guión bastante ingenioso. Si bien también es cierto que, para que la trama funcione, hemos de poner de nuestra parte no siendo demasiado estrictos a la hora de analizar los detalles del guión, pues encontraríamos no pocas inconsistencias o elementos traídos por los pelos. La clave está en dejarse llevar por la historia y disfrutarla a pesar de sus imperfecciones. Sin embargo, he de reconocer que el desenlace me defraudó. Es demasiado bien intencionado, con todas las piezas encajando tan perfectamente que resulta muy poco convincente. Sin duda, es el punto más flojo de la película.

Quizá lo mejor de El jurado sea el magnífico reparto con que cuenta. Gene Hackman encarna a un especialista en jurados especialmente odioso con la solvencia de un actor todo terreno como él. Y a su lado, otro veterano con un gran talento: Dustin Hoffman, si bien en este caso me parece que su trabajo es algo más rutinario. Pero quiero destacar también a John Cusack, sin duda un actor excepcional que mantiene el nivel de sus dos grandes compañeros de reparto.

A favor del director, Gary Fleder, lo mejor que se puede decir es que las dos horas de película se nos pasan volando, merced a un trabajo bastante serio por su parte, respetando el ritmo y dejando que sea la intriga la verdadera protagonista de la película.

El jurado puede que no sea una gran película, pues desde luego que no lo es, pero sí que cuenta con un guión interesante, un reparto excelente y una cuidada factura que lo convierten en un film bastante digno, aunque no exento de pequeñas imperfecciones, que sin duda nos hará pasar un rato bastante entretenido. Resumiendo, tiene todo lo bueno y todo lo malo de un best-seller.

jueves, 4 de mayo de 2017

Basic



Dirección: John McTiernan.
Guión: James Vanderbilt.
Música: Klaus Badelt.
Fotografía: Steve Mason.
Reparto: John Travolta, Samuel L. Jackson, Connie Nielsen, Giovanni Ribisi, Brian Van Holt, Taye Diggs, Cristian de la Fuente, Dash Mihok, Roselyn Sanchez, Harry Connick Jr., Tim Daly.

Un entrenamiento de un grupo de soldados de las Fuerzas Especiales en Panamá sufre un desenlace inesperado: solo dos soldados son rescatados con vida. En busca de respuestas, el coronel Bill Styles (Tim Daly) decide recurrir a su viejo amigo Hardy (John Travolta), un experto en interrogatorios, para que le ayude a desvelar lo sucedido en la selva.

Al igual que le sucedió seguramente a muchos, fue el intrigante comienzo de Basic (2003) lo que me enganchó irremediablemente al sofá, animándome a ver este film de intriga militar. Eso y que John McTiernan es sinónimo, sin duda, de entretenimiento, como dejó bien patente con films como Depredador (1987) y La jungla de cristal (1988). Es cierto que no es el suyo un cine de gran calidad, pero cumple con creces en general a la hora de ofrecer emociones y espectáculo.

Y, como decía, el comienzo de Basic es de lo más prometedor: solo dos soldados salen con vida de un entrenamiento más o menos rutinario y ninguno de ellos puede o quiere aclarar lo sucedido. El problema es que en el cine actual parece que los guionistas no se contentan con crear una trama más o menos interesante, sino que parece que se sienten en la obligación de darle un algo más, añadirle cierta dosis de un más difícil todavía, como si quedarse en un nivel normal fuera algo inconcebible. Así que se deja de lado cualquier aspecto de realidad o credibilidad y se lanzan, como es el caso de James Vanderbilt, a retorcer el argumento hasta convertirlo en un absurdo infumable. Y el caso es que no era necesario. Si el guionista hubiera prescindido de los últimos minutos de la historia, la película hubiera resultado bastante interesante. Es verdad que a veces la cosa se enreda en exceso, con la proliferación de nombres, las idas y venidas de las diferentes versiones de lo sucedido y un extraño y prescindible baile de identidades que no aporta nada más que un poco más de confusión a la ya de por sí liosa trama. Y es que el último giro, el truco final de Vanderbilt es innecesario, inútil y estúpido. Pero es que parece que si no se retuerce la historia un poco más, uno no se queda satisfecho. En este caso, mejor hubiera sido contener la imaginación o el engaño y todos hubiéramos salido ganando.

Porque la historia, sin esos absurdos engaños, era bastante atractiva, además de contar con un John Travolta magnífico. John McTiernan también demuestra que conoce el oficio a la perfección y recurriendo a una lluvia constante, algo no muy original pero eficaz, consigue crear una atmósfera claustrofobia y amenazante que refuerza la intriga y añade un clima de lo más agobiante. Es decir, director y actores ponen todo cuanto pueden por hacer un film entretenido e intrigante. Pero es que con un guión así, todo se viene abajo irremediablemente al final.

Lástima pues de ese guión tramposo y tan poco creíble que termina por arruinarnos la experiencia. A veces es mejor pecar por defecto que intentar apuntarse un tanto a toda costa. Una pena.