El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

lunes, 31 de julio de 2023

Impacto



Dirección: Arthur Lubin.

Guión: Dorothy Reid y Jay Dratler.

Música: Michel Michelet.

Fotografía: Ernest Laszlo (B&W).

Reparto: Brian Donlevy, Ella Raines, Charles Coburn, Helen Walker, Anna May Wong, Robert Warwick, Art Baker, Clarence Kolb, William Wright, Tony Barrett, Mae Marsh.

Walter Williams (Brian Donlevy) es un importante industrial que está muy enmarado de su esposa Irene (Helen Walker). Sin embargo, ella planea asesinarlo con la ayuda de su amante (Tony Barrett).

El cine negro, sobre todo el clásico, tiene un atractivo incuestionable. Puede ser porque al ser humano le gusta a menudo jugar con fuego o por el atractivo de esas mujeres fatales capaces con sus encantos de volver locos a los hombres.

En todo caso Impacto (1949) es un buen ejemplo de un hombre enamorado al que su esposa lo mantiene totalmente ciego. Walter vive para ella, la colma de regalos, le envía flores cuando se ausenta. Y ella, mientras tanto, planea asesinarlo.

Afortunadamente para Walter, el amante de Irene es un tipo más bien torpe y no solo no remata el trabajo, dejando al esposo con vida, sino que muere por no tener un poco de sangre fría. 

Todo esto sucede nada más arrancar la película, que va como un tiro directamente a lo esencial, con lo que por el camino se deja algunos detalles, especialmente referentes a la personalidad de Irene, pero en contrapartida nos mete de lleno en harina, de manera que no existen tiempos muertos que nos desvíen de lo importante.

Pero cuando Walter es dado por muerto, pues su asesino muere calcinado y no hay manera de identificar el cadáver, es cuando Impacto nos sorprende con un giro argumental muy original. Desde mi punto de vista, la estancia de Walter en Larkspur, un pequeño pueblo de Idaho, donde conoce a Marsha (Ella Raines), es la parte más bonita y emotiva de la cinta. Porque precisamente cuando se deja de lado la trama del asesinato es cuando los personajes toman de pronto una verdadera dimensión humana y podemos ver cómo Walter poco a poco se va recuperando del trauma de conocer la traición de su esposa y empieza a vivir una nueva vida mucho más hermosa y reconfortante que la que llevaba antes como hombre de negocios. Walter vuelve a disfrutar de su tiempo, redescubre el placer de ir al cine o pasear por el campo. Pero, sobre todo, conoce a una buena mujer, amable, comprensiva, desinteresada y cariñosa.

No solamente esta parte es muy bonita, sino que además los diálogos tienen verdadero calado humano y un nivel que desgraciadamente es muy difícil encontrar en el cine actual.

Lógicamente, la historia debe afrontar el desenlace, pues Walter no puede estar desaparecido para siempre. Así que el último tramo de Impacto nos devuelve al tema del asesinato y volvemos a sufrir las maldades de Irene, que sigue empeñada en librarse de su esposo y no se le ocurre nada mejor que acusarlo de matar a su amante. Es un nuevo giro sorprendente, muy bien hilvanado que, por desgracia, no va a tener un desarrollo muy lucido, con un final algo precipitado. No es que sea un punto especialmente negro, pero con unos minutos más quizá no tendríamos esa sensación que da de precipitar las cosas, como en una carrera contrarreloj.

Tl vez el punto menos convincente de la cinta sea el tener a Brian Donlevy en el papel principal, pues nunca lo vi como el actor idóneo para ese rol. En todo caso, las que sí que me sorprendieron gratamente fueron las dos actrices principales. La malvada Helen Walker me pareció perfecta para su papel, pues con su cara inocente se entiende que el marido estuviera totalmente ciego acerca de sus intenciones. Y Ella Raines está sencillamente preciosa. La guinda la tenemos con el gran Charles Coburn como el astuto policía, comprensivo y amante de la verdad.

Sin ser una maravilla, Impacto tiene la fuerza de un guión muy bien trabajado que el director lleva con muy buen pulso sin descuidar nunca el lado más humano de la historia, algo que resulta finalmente fundamental.

domingo, 30 de julio de 2023

Acosados



Dirección: Arthur D. Ripley.

Guión: Philip Yordan (Novela: Cornell Woolrich).

Música: Michel Michelet.

Fotografía: Frank F. Planer (B&W).

Reparto: Robert Cummings, Michèle Morgan, Steve Cochran, Peter Lorre, Lloyd Corrigan, Jack Holt, Don Wilson, Alexis Minotis, Nina Koschetz, Yolanda Lacca. 

Chuck Scouts (Robert Cummings), un veterano de guerra sin oficio, se encuentra una cartera en la calle y decide devolverla a su dueño, un mafioso llamado Eddie Roman (Steve Cochran) que agradecido por el gesto lo contrata como chófer.

Acosados (1946) es un film negro modesto y eso se nota tanto en la puesta en escena como en el reparto. Sin embargo, tiene algunos detalles interesantes.

El punto de partida resulta prometedor: un tipo sin trabajo y sin dinero encuentra trabajo gracias a su honradez al devolver una cartera con bastante dinero a su dueño. Pero el reverso de la moneda es que se trata de un mafioso con bastante mal carácter. Su presentación, dándole una bofetada a una manicura, resulta ya reveladora.

Pero a Chuck parece no importarle. Él se dedica a cumplir su trabajo lo mejor que puede y no se mete en líos. Hasta que conoce a Lorna (Michèle Morgan), la esposa de Eddie, una mujer triste que vive con un miedo atroz a su marido, que la ha convertido en su prisionera. Desesperada, termina por pedirle ayuda a Chuck que, enamorado de ella, no duda en intentar salvarla.

Lógicamente, tratándose de un film negro, sabemos que las cosas no eran sencillas para la pareja, y más conociendo los métodos expeditivos de Eddie y su mano derecha Gino (Peter Lorre), a los que no les tiembla la mano cuando tienen que eliminar a cualquiera que interfiera en sus asuntos.

Y aquí es cuando el guión da un giro realmente inesperado que puede entusiasmar a muchos lo mismo que enfadar al resto. Sin entrar en detalles por aquellos que lean esta crítica sin haber visto la película, diré que el recurso funciona bastante bien porque resulta inesperado y sorprendente. Sin embargo, también es cierto que es normal que nos sintamos engañados, pues finalmente se trata de un engaño.

El principal inconveniente es que ese engaño funciona en realidad mucho mejor que el verdadero desenlace, donde el buen pulso que había mantenido el guión se viene abajo con un final un tanto chapucero donde se rompe además el clima logrado anteriormente y se queda como algo sin fuerza, mucho menos imaginativo que lo visto con anterioridad. Una pena, pues terminamos de ver la película con ese mal sabor de boca.

En cuanto al director, hace su trabajo muy dignamente. No es que sea un genio, pero consigue crear un clima inquietante con los pocos recursos de que dispone y mantiene un desarrollo fluido. Además, como era habitual en aquellos años, tiene el acierto de eludir mostrar directamente las escenas violentas, utilizando la elipsis, lo que resulta mucho más elegante y sugerente.

En cuanto al reparto, rostros de segunda fila, como Robert Cummings, un tanto soso, Michèle Morgan, que sin ser una belleza sí que su fragilidad resulta muy turbadora y el incondicional Peter Lorre, si bien sin el carisma que le vimos en otros papeles.

En general, una película entretenida, que se ve de un tirón, y donde lo más destacable es la originalidad de un argumento sorprendente.

sábado, 29 de julio de 2023

A sangre fría



Dirección: Frederic Petitjean.

Guión: Frederic Petitjean.

Música: Xavier Berthelot.

Fotografía: Thierry Arbogast.

Reparto: Jean Reno, Sarah Lind, Joe Anderson, David Gyasi, Ihor Ciszkewycz, François Guétary, Samantha Bond.

Henry (Jean Reno), un asesino a sueldo que se ha retirado a una cabaña en las montañas, alejado de todo, se encuentra un día con una mujer, Charlie (Sarah Lind), malherida por un accidente con una moto de nieve.

A sangre fría (2019) es un film extraño, porque apunta en varias direcciones y no profundiza en ninguna.

De entrada, una vez que conocemos la profesión de Henry, la película empieza a estancarse con escenas y personajes que se van alternando sin que sepamos muy bien cómo encajan entre ellas. Esto no es malo en sí, pues aporta un punto de intriga que puede ser explotado con habilidad. El inconveniente es que se alarga demasiado esta fase, ocupando casi toda la primera mitad de la película, de manera que al interés inicial lo reemplaza pronto cierto cansancio. Alargar demasiado el misterio sin nada más que ofrecernos se revela como un error.

Cuando al fin la historia empieza a aclararse, al descubrir las intenciones de Charlie, y cuando la película al fin podría ofrecernos algo apasionante, es cuando el guión empieza a mostrar sus carencias y el globo definitivamente se desinfla.

Henry por ejemplo, el personaje principal de la historia, se queda sin definir y no entendemos ni sus actos ni sus motivos, especialmente al final. Se pueden suponer, claro está, pero da la sensación de un guión que no desea comprometerse con nada y deja todo absolutamente en el aire, lo que es muy evidente con los otros personajes, que parecen envueltos en cierto misterio pero que al final no aportan nada a la trama.

Y podemos llegar a la conclusión de que casi es mejor que el guión no sea muy claro porque cuando pretende definir algunos detalles se muestra muy poco convincente. Así, la lógica de algunos hechos resulta un tanto confusa y muy poco convincente.

Volvemos de nuevo al peor mal que aqueja al cine contemporáneo: una falta absoluta de talento a la hora de crear historias. A sangre fría es un ejemplo perfecto: muchas pistas pero ninguna concreción, personajes sombríos pero sin contenido, diálogos intrascendentes, escenas de relleno. Todo un ejercicio de vacuidad.

Es una pena ver como se desperdicia un argumento con ciertas posibilidades a poco que se hubiera profundizado en los personajes, que tenían mucho recorrido. Al final, nos queda un film que es verdad que mantiene cierta intriga, pero donde a la hora de la verdad el guión nos muestra una absoluta falta de profundidad y coherencia.

viernes, 28 de julio de 2023

10 razones para odiarte



Dirección: Gil Junger.

Guión: Karen McCullah Lutz y Kirsten Smith.

Música: Richard Gibbs.

Fotografía: Mark Irwin.

Reparto: Julia Stiles, Heath Ledger, Joseph Gordon-Levitt, Larisa Oleynik, Larry Miller, Andrew Keegan,  David Krumholtz, Susan May Pratt, Daryl Mitchell, Alison Janney.

Nada más llegar a su nuevo instituto, Cameron (Joseph Gordon-Levitt) se siente irresistiblemente atraído por Bianca (Larisa Oleynik). Pero hay un problema para invitarla a salir, su padre (Larry Miller) ha prohibido que su hija menor tenga una cita mientras no la tenga también Kat (Jules Stiles), su hija mayor, conocedor de su carácter arisco que la mantiene apartada de la vida social propia de su edad.

10 razones para odiarte (1999) es una comedia romántica de adolescentes, lo que en principio implicaría romances un tanto infantiles, bromas sobre el sexo y un desarrollo bastante plano y predecible.

Y es cierto que en muchos momentos la película se desarrolla por esos derroteros. Sin embargo, algunos detalles hacen que se salga de los cauces más vulgares y ofrezca algunas notas interesantes.

En primer lugar, está inspirada en "La fierecilla domada" de William Shakespeare y, aunque la acción esté llevada al presente, es evidente que se nota en el argumento que no es una típica historia al uso. De hecho, el personaje de Kat es muy interesante y al menos presenta a una joven con ideas propias, independiente y segura de sí misma, en contraste con su hermana, mucho más apegada a los roles estereotipados de las chicas de esa edad.

Sin embargo, el contraste entre ambas es necesario y a la vez dará lugar a momentos de cierta intensidad cuando Kat le demuestre a Bianca que en realidad se preocupa por ella y, a su manera, ha intentado protegerla.

Incluso hay otras escenas realmente logradas, como la de la canción que le canta Patrick (Heath Ledger) a Kat o esa en que el padre se sincera con Kat sobre sus miedos. La pena es que estos momentos, donde se alcanza cierta sinceridad, no abundan demasiado y en el desarrollo predominan las situaciones más infantiles que al final acaban penalizando las posibilidades de llevar esta comedia a terrenos menos intrascendentes.

Sin embargo, a pesar de todos los defectos de 10 razones para odiarte, que son muchos, hay algo que le confiere un encanto especial. Puede ser por el reparto, con una encantadora Julia Stiles o los jóvenes Heath Ledger y Joseph Gordon-Levitt que consiguen que le cojamos cierto cariño a sus personajes. Además, el enamoramiento de Kat y Patrick, dos bichos raros en el instituto sobre los que circulan rumores tremendos, está llevado de manera realmente admirable y resulta muy natural, encantador y divertido. Incluso el consabido enfado entre ellos no se lleva al límite y cumple su cometido meramente funcional, pero se corta pronto y de manera admirable, con el poema de Kat y el regalo de la guitarra por parte de Patrick, que pone el mejor broche a su entrañable romance.

Sin ser una gran comedia, 10 razones para odiarte sí que se sitúa un peldaño por encima de los productos de esta categoría y, aunque es bastante previsible, se disfruta con agrado siempre que seamos conscientes de lo que realmente va a ofrecernos.

jueves, 27 de julio de 2023

Wichita, ciudad infernal



Dirección: Jacques Tourneur.

Guión: Daniel B. Ullman.

Música: Hans Salter.

Fotografía: Harold Lipstein.

Reparto: Joel McCrea, Vera Miles, Lloyd Bridges, Wallace Ford, Edgar Buchanan, Peter Graves, Keith Larsen, Carl Benton Reid,  John Smith, Walter Coy.

Wyatt Earp (Joel McCrea) llega a Wichita, una ciudad en expansión gracias al ferrocarril, con la idea de montar un negocio. Sin embargo, ante el clima de violencia de la ciudad, acaba aceptando el puesto de shérif que le habían ofrecido.

Wichita, ciudad infernal (1955) aborda un capítulo de una de las figuras más legendarias de la historia de la conquista del Oeste, Wyatt Earp. El episodio más conocido de su vida es el famoso tiroteo en O.K. Corral, que ha sido llevado repetidas veces a la gran pantalla. Sin embargo, aquí nos centramos en una etapa anterior en la vida del legendario shérif, precisamente cuando da los primeros pasos como defensor de la ley.

A la película le cuesta un poco arrancar, pues el comienzo resulta demasiado previsible y no ofrece realmente nada nuevo a los amantes del género, que han vivido las situaciones del comienzo muchas veces.

Sin embargo, la película va ganando en intensidad con el paso de los minutos y, sin salirse de los caminos más habituales en los westerns clásicos, sí que su puesta en escena y algunos detalles ofrecen puntos de interés considerables.

Principalmente, la figura de Earp, magníficamente interpretado por Joel McCrea, que le otorga al personaje esa fuerza serena e imperturbable del personaje con gran credibilidad. Ver a McCrea enfrentarse a un número superior de enemigos sin que le tiemble el pulso es realmente magnífico. La fuerza y la seguridad que trasmite son genuinas y acrecientan sin duda la altura del personaje. Y además lo consigue sin ningún adorno, solamente con una presencia rotunda y muy elegante. A su lado, el resto de personajes parecen encoger.

Otro detalle interesante que articula el drama de la cinta es cómo las fuerzas vivas de Wichita, que habían pedido la ayuda de Earp en un primer momento, luego se oponen a él e intentan destituirlo, por las buenas o por las malas, temiendo que tanta paz y tranquilidad aleje a los ganaderos y arruine así sus negocios. Un dilema en el que el shérif se muestra inflexible, aún cuando le llega a afectar también personalmente cuando Sam McCoy (Walter Coy), uno de los hombres más poderosos de la ciudad y padre de su amada Laurie (Vera Miles), se enfrente a Earp y le prohiba seguir viendo a su hija.

Es precisamente cuando el conflicto entre Earp, los ganaderos y las autoridades locales estalla cuando asistimos a los mejores momentos de la cinta. Sigue siendo un film modesto y bastante previsible, pero Jacques Tourneur exprime  el jugo del guión y consigue bastantes minutos de gran tensión así como eficaces persecuciones a caballo y tiroteos que mantienen el espíritu del género con eficacia.

Sin ser una joya del western, Wichita, ciudad infernal ofrece una historia dentro de los parámetros más clásicos del género, donde el héroe resulta un modelo intachable de valor, integridad y fuerza.

Gorrión rojo



Dirección: Francis Lawrence.

Guión: Justin Haythe y Eric Warren Singer (Novela: Jason Matthews).

Música: James Newton Howard.

Fotografía: Jo Willems.

Reparto: Jennifer Lawrence, Joel Edgerton, Matthias Schoenaerts, Charlotte Rampling, Jeremy Irons, Mary-Louise Parker, Ciarán Hinds, Joely Richardson, Bill Camp, Thekla Reuten.

Cuando una lesión obliga a Dominika Egorova (Jennifer Lawrence) a retirarse como bailarina del Bolshói, su tío Ivan Egorov (Matthias Schoenaerts), un alto funcionario de los servicios de inteligencia soviéticos, la recluta como agente.

Me resulta complicado valorar Gorrión rojo (2018) de un modo objetivo, pues me muevo entre la repulsa hacia un guión manipulador y plagado de trucos más efectistas que creíbles y una puesta en escena perfecta que acompaña a un planteamiento ambicioso, alejado de los films de acción al uso que salen a diario como setas en otoño.

La idea de plantear una historia profunda, con evidentes intenciones de verosimilitud, como lo demuestra el entrenamiento de Dominika para convertirla en una agente letal, si bien aquí el guión empieza a dar muestras de que no es capaz de ceñirse a un planteamiento serio y se deja llevar por el gusto por el sexo entendido como algo morboso que tira de la taquilla, es muy de agradecer. No estamos ante una película de consumo con las palomitas a mano, sino que la idea es plantear un film serio y más profundo. Por ello, los que esperasen una cinta de acción pura y dura se llevarán un chasco.

También la ambientación es más que correcta y el trabajo de Francis Lawrence en la narración no tiene ningún defecto y lleva el film sobre raíles, lo cual es muy importante teniendo en cuenta que la elevada duración de la cinta podría provocar momentos de cansancio, lo que no ocurre nunca. Siempre está sucediendo algo que acapara nuestra atención y el nivel de intriga es lo bastante eficaz como para que la historia fluya fácilmente.

Además, la presencia de Jennifer Lawrence es un aliciente más porque, más allá de su innegable belleza, que aquí es explotada convincentemente, es una actriz realmente notable que da cuerpo y profundidad a su personaje. En ella reposa todo el peso de la película y lo soporta sin pestañear. Lástima que a un gran actor como Jeremy Irons le hayan dado un papel del todo inapropiado, además de muy breve. Su elegancia típicamente británica hacía que me fuera imposible verlo como un general soviético por mucho que lo intentara.

Hasta aquí, los puntos que creo que merecen ser elogiados de Gorrión rojo. Lástima que en el lado negativo haya también importantes detalles que estropean la función.

La principal pega que encuentro a la cinta es que nunca me creí la historia. El problema ya viene del principio, con la lesión premeditada de Dominika y también toda la parte en que recibe entrenamiento. No es cuestión de que sean detalles creíbles o no, es la sensación de que se forzaban las cosas de un modo melodramático que hacía que sintiera que estaba ante una historia bien planificada, que buscaba descaradamente incidir en detalles morbosos, como la insistencia en los desnudos y el sexo.

A partir de ahí, siempre estuve contemplando la historia con una sensación de irrealidad. Me costaba creerme que todo lo que se nos contaba fuera verdad, pudiera pasar tal y cómo el guión lo describía. Es más, algunas escenas eran directamente imposibles de creer; no solamente unos diálogos demasiado francos, especialmente entre Dominika y Nash (Joel Edgerton), cuyo acercamiento y complicidad bate todos los récords de precocidad, sino pensando que en cualquier relato de espías es evidente que los apartamentos tendrían micrófonos, por lo que algunas conversaciones nunca podrían producirse sin consecuencias drásticas. Lo mismo que chocan las muestras de cariño en plena calle entre Dominika y Nash. Inconcebible. 

Sin embargo, el colmo de la inverosimilitud lo encontramos en el final, que vuelve a ceder, como en el arranque de la historia, al efectismo barato, a los juegos malabares con el fin de asombrarnos con un desenlace retorcido y casi, digo casi, imprevisible. Porque como espectadores ya estamos tan acostumbrados a ser engañados por guionistas tramposos y sin imaginación que nos olíamos las trampas a distancia. No sabía exactamente dónde estaría el engaño y cómo se produciría, pero era evidente que el guión guardaba el consabido y lamentable as en la manga, la traca final.

Y hay otro motivo más para sentirse decepcionado: una historia de espías, con lo rica e interesante que puede llegar a ser termina convertida en un tema banal de venganza personal, algo mucho menos interesante y mucho más corriente que lo que me esperaba.

Quizá, de haber buscado más abiertamente la vertiente efectista, Gorrión rojo no me hubiera decepcionado tanto por los detalles comentados. Pero su intento de ser un film de espías serio hace que estas derivas tramposas resulten aún más dolorosas.

¿Es una mala película, por lo tanto? Para nada. Si somos capaces de perdonarle sus defectos, creo que es un film muy logrado en muchos aspectos. Incluso, hasta el final tiene su punto de ingenio y dejará más o menos contentos a los amantes de los finales felices donde la justicia se impone y el ingenio y la astucia de Dominika triunfan. Es difícil decir que no es un relato entretenido y que funciona admirablemente, siempre, como digo, que miremos para otro lado en cuanto a la verosimilitud, rigor y profundidad del relato.

Tal vez mi problema en el fondo sea que, tras haber leído las novelas de John le Carré que nos cuentan las peripecias de George Smiley, cualquier relato que no tenga su rigor me parece inevitablemente muy falso.

miércoles, 26 de julio de 2023

Derribad al hombre



Dirección: Danielle Krudy y Bridget Savage Cole.

Guión: Danielle Krudy y Bridget Savage Cole.

Música: Jordan Dykstra y Brian McOmber.

Fotografía: Todd Banhazl.

Reparto: Morgan Saylor, Sophie Lowe, Annette O'Toole, Marceline Hugot, Gayle Rankin, Will Brittain, Skipp Sudduth, Ebon Moss-Bachrach, June Squibb, Margo Martindale.

Tras discutir con su hermana Priscilla (Sophie Lowe) el día del entierro de su madre, Mary Beth (Morgan Saylor) se va a un bar donde conoce a Gorski (Ebon Moss-Bachrach), un tipo extraño que termina dándole miedo. Cuando Mary Beth intenta huir de él, accidentalmente acaba matándolo.

Derribad al hombre (2019) es un film realmente sorprendente y más aún si consideramos el panorama del cine actual. No podemos tampoco echar las campanas al vuelo, pero al menos las directoras y guionistas consiguen poner en pie una historia que nos mantiene en vilo en todo momento y que se va enriqueciendo y complicando a medida que pasan los minutos sin perder su apego a la realidad.

Easter Cove es un pequeño y aparentemente aburrido pueblo de la costa de Maine. Para Mary Beth es casi como una prisión y, al morir su madre, al fin piensa que ha llegado el momento de dejarlo atrás. Sin embargo, el mismo día del funeral de su madre descubre que ésta no les ha dejado más que deudas, hasta el punto que van a perder hasta su casa.

Pero pronto ese será el menor de los problemas de Mary Beth, pues intentando librarse de un borracho peligroso termina matándolo. A pesar de que su hermana Priscilla está tentada a llamar a la policía en un primer momento, finalmente decide ayudar a su hermana a deshacerse del cadáver.

Sin embargo, no será el único muerto en el pueblo. A la mañana siguiente aparece el cuerpo de una prostituta del burdel regentado por Enid (Margo Martindale), vieja amiga de la madre de Priscilla y Mary Beth. Y no fue una muerte natural, la joven fue asesinada.

A partir de ahí, vamos descubriendo secretos relativos al pasado del pueblo, donde tienen mucho que decir las viejas amigas de la difunta. Las directoras componen así un relato en el que cada escena desvela algo nuevo, pone sobre el tapete una nueva amenaza, una sospecha, un enfrentamiento. Nadie parece libre de culpa y la tensión conseguida a base de una aparente normalidad es realmente magnífica. Además, otro detalle interesante es que no podemos anticiparnos a nada, el relato nos sorprende a cada instante con nuevos revelaciones dentro de un ambiente de aparente cordialidad pero con una tensión y una violencia soterrada que puede estallar en cualquier momento.

El buen trabajo de las directoras consigue mantenernos en vilo y nunca dejan que el relato se les vaya de las manos, manteniendo la tensión bajo control y planteando más insinuaciones que certezas, de manera que nunca dejamos de interrogarnos acerca del pueblo, de su pasado... y de su futuro.

Incluso el final vuelve a dejar todo en suspenso, prolongando nuestras dudas incluso después de apagarse la pantalla. Todo un ejercicio de inteligencia que consigue, con unos elementos muy limitados, crear un universo cerrado realmente denso, enigmático y sorprendente.

Además, contamos con un reparto sin tacha, donde todos los actores derrochan naturalidad, dando la impresión de no estar actuando en ningún momento.

Hay debuts muy prometedores y este de Danielle Krudy y Bridget Savage Cole sin duda lo es. Si siguen por este camino puede que aún puedan volver a sorprendernos.

martes, 25 de julio de 2023

Arenas sangrientas



Dirección: Allan Dwan.

Guión: Harry Brown y James Edward Grant (Historia: Harry Brown).

Música: Victor Young.

Fotografía: Reggie Lanning (B&W). 

Reparto: John Wayne, John Agar, Adele Mara, Forrest Tucker, Wally Cassell, James Brown, Richard Webb, Arthur Franz, Julie Bishop, James Holden, Peter Coe.  

El sargento John M. Stryker (John Wayne), con fama de ser un tipo duro, recibe a un grupo de soldados a los que habrá de entrenar para la inminente campaña en las islas del Pacífico contra los japoneses durante la Segunda Guerra Mundial.

Arenas sangrientas (1949) es una película bélica a la vieja usanza, elaborada para mayor gloria de los Estados Unidos. Eso ya ofrece una visión bastante sesgada de los acontecimientos, por ejemplo con un enfoque exclusivo desde el punto de vista de los vencedores y con los japoneses, el enemigo en esta ocasión, actuando siempre a traición.

Sin embargo, el mayor inconveniente de la cinta es lo terriblemente mal que ha envejecido, pues vista en la actualidad, dejando a un lado el tema propagandístico, encontramos un argumento realmente pobre, apegado a una estructura tan poco original que no permite sorpresa alguna.

Así, comprobamos como la primera parte está enfocada a presentar a los personajes, identificando a unos cuantos soldados de manera un tanto burda y creando conflictos entre ellos poco convincentes, pero que añaden el componente humano y sentimental imprescindible que convertirá más tarde las batallas en algo cercano al espectador, con ejemplos de heroísmo, sacrificio y camaradería conmovedores para que vivamos la guerra como algo muy cercano, sobre todo cuando mueran algunos de los soldados anteriormente individualizados, logrando el dramatismo pretendido.

Además, a la vieja usanza también, se salpica el adiestramiento de los soldados con pequeñas dosis de humor que, de nuevo, se han quedado bastante rancias.

Lógicamente, la parte más apasionante es la de los combates, donde es verdad que el mezclar escenas reales con las de la propia película resulta bastante acertado. El inconveniente vuelve a ser el guión, haciendo un drama personal de cada muerte, convirtiendo los enfrentamientos iniciales en camaradería y admiración. Pero se hace todo ello de una manera nada sutil, buscando descaradamente conmovernos a base de dosis y más dosis de sentimentalismo.

No sé, quizá en su momento eran detalles que podían impactar a los espectadores, pero a día de hoy todo queda muy artificial y demasiado planificado. El ejemplo más evidente es la muerte de Stryker y cómo, en medio de la lucha, su grupo de soldados se queda leyendo una carta que iba a enviarle a su hijo pequeño. Es tal el cuadro presentado que provoca entre risas y vergüenza.

El punto final, reconstruyendo el izado de la bandera en Iwo Jima tan famoso, es sin duda la gota que colma el vaso.

Curiosamente, la escena más bonita de la película es precisamente una que no tiene que ver con la guerra, y es cuando el sargento Stryker conoce a una mujer (Julie Bishop) en un bar y la acompaña a su casa, donde se encuentra con que tiene un niño pequeño. Al fin aquí encontramos algo de verdadera ternura en la mirada de John Wayne hacia el bebé.

Como podemos ver, Arenas sangrientas es un film un tanto artificial; sus intenciones son tan evidentes que termina casi por producir el efecto contrario al deseado. En todo caso, podremos disfrutar de John Wayne en unos de sus papeles más reconocibles y que además le valió para recibir una nominación al Oscar, la primera de su carrera.

lunes, 24 de julio de 2023

El demonio bajo la piel



Dirección: Michael Winterbotton.

Guión: John Curran (Novela: Jim Thompson).

Música: Melissa Parmenter y Joel Cadbury.

Fotografía: Marcel Zyskind.

Reparto: Casey Affleck, Kate Hudson, Jessica Alba, Ned Beatty, Elias Koteas, Tom Bower, Simon Baker, Bill Pullman, Brent Briscoe, Jay R. Ferguson.

Lou Ford (Casey Affleck), ayudante del shérif en un pequeño pueblo de Texas, es un joven tranquilo y amable con sus vecinos, aunque esconde una peligrosa inclinación hacia la violencia.

El demonio bajo la piel (2010) es el retrato de un psicópata y es una película realmente perturbadora y desagradable, especialmente por las dos escenas en que Lou golpea con extrema violencia a la prostituta Joyce (Jessica Alba) y a su novia Amy (Kate Hudson).

El problema principal de la película es el mismo que llevo comprobando que afecta a gran parte de las propuestas más recientes: no hay profundidad en el argumento. Son productos efectistas, impactantes, con una estética cuidada pero que no tienen gran cosa dentro. La explicación sin duda es la falta de talento que impide a guionistas y directores pasar de las meras apariencias y ofrecer algo realmente inteligente.

En El demonio bajo la piel tenemos el ejemplo perfecto. La estética es cuidada y la sensación de desasosiego y repugnancia hacia Lou están bien conseguidas. Pero es algo que no tiene mucho mérito. Cualquiera que muestre secuencias de golpes como las que nos ofrece Michael Winterbotton logrará el mismo resultado. Pero en el resto, no hay nada. Los motivos de la personalidad desquiciada de Lou se quedan sin revelar. Tal vez no sea un detalle imprescindible, pero sí que hubiera añadido algo de profundidad al relato. 

Tampoco me pareció que la historia esté especialmente bien contada. De muchos personajes desconocemos absolutamente todo, como del sindicalista (Elias Koteas) o de Billy Boy Walker (Bill Pullman). Es evidente que el director optó por ceñirse a ciertos hechos, ocultando deliberadamente muchos detalles. No me explico exactamente la intención, pero el resultado decididamente no resulta muy acertado. 

Sin embargo, donde especialmente resulta lamentable el trabajo del director es en la parte final, cuando Lou cambia de repente su comportamiento y parece asumir su final. No se entiende dicho cambio porque de nuevo el director opta por mostrar hechos, sin profundizar en ellos. Además, añade una escena final absurda, manipuladora, mentirosa y de una teatralidad ridícula que despeja cualquier duda que pudiéramos tener sobre las intenciones de Winterbotton: su película solo busca sorprender, asquear, pero sin que se preocupe por un mínimo de coherencia o explicaciones. Cine vacío y superficial.

En cambio, donde sí que acierta la producción es con el reparto. Casey Affleck realmente asusta en su papel; sin necesitar grandes gestos, solo con su mirada da escalofríos. Y Jessica Alba es realmente preciosa, con lo que se explica fácilmente la fascinación de Lou hacia ella. Kate Hudson igualmente me pareció más que correcta en su papel.

No es necesario hacer comparaciones odiosas, pero viendo El dominio bajo la piel me vino a la mente el recuerdo de otro psicópata famoso, el Norman Bates (Anthony Perkins) de Psicosis (Alfred Hitchcock, 1960). Comparando ambos personajes entenderemos mejor el vacío absoluto de la propuesta de Michael Winterbotton.

Por cierto, hubo una adaptación anterior de la novela de Jim Thompson en que está basada esta cinta titulada El asesino está en mí (Burt Kennedy, 1976).

domingo, 23 de julio de 2023

Julie & Julia



Dirección: Nora Ephron.

Guión: Nora Ephron (Libros: Julie Powell, Julia Child y Alex Prud'homme).

Música: Alexandre Desplat.

Fotografía: Stephen Goldblatt.

Reparto: Meryl Streep, Amy Adams, Stanley Tucci, Chris Messina, Linda Emond, Mary Lynn Rajskub, Jane Lynch, Frances Sternhagen. 

Enfadada con un blog que escribe una amiga suya, Julie Powell (Amy Adams) decide que ella también podría escribir uno y, animada por su marido (Chris Messina), se fija la tarea de hacer en un año todas las recetas de un famoso libro de cocina publicado en 1961 por Julia Child (Meryl Streep).

Basada en dos historias reales contadas en dos libros, Nora Ephron nos presenta la historia de dos mujeres unidas por su amor a la cocina. Julia Child tuvo el mérito de ser la primera mujer norteamericana en escribir un libro de alta cocina y Julie Powell recreó en su blog las recetas de Julia.

Lo primero que se me viene a la cabeza después de ver Julie & Julia (2009) es la importancia de un argumento apasionante para crear un relato con cierto interés. Y el relato de Nora Ephron realmente apasionante no lo es. No solamente el tema es un tanto banal, sino que la manera en que la directora lo lleva a imágenes resulta del todo intrascendente.

Julie & Julia es una película plana, sin emoción. El aprendizaje de Julia Child carece realmente de un interés palpable y la única nota que puede aportar algo novedoso al relato de su vida es la dificultad que encuentra a la hora de que le publiquen su libro. Pero sinceramente, no es un hecho con una fuerza dramática muy potente como para que nos sacuda en los asientos.

En el relato de Julie sí que tal vez encontremos algo más de emoción, primero porque es una mujer con un trabajo desagradable, incomprendida por su madre, con unas amigas detestables y a la que, finalmente, su obsesión por su blog le lleva a enfrentarse con su marido poniendo en peligro su matrimonio. Sin embargo, una vez más constatamos la poca habilidad de la directora para dotar a esos instantes y detalles de la fuerza necesaria para insuflar algo de vida al relato, tan plano y tan repetitivo que termina por cansarnos porque, además, otra de las virtudes de un buen realizador es saber cuando hay que variar el ritmo, qué escenas dejar de lado y cuales enfatizar. Y Nora Ephron no parece haber entendido nada, alargando su historia incomprensiblemente para lo que finalmente representa.

Queda el capítulo del reparto. Indiscutiblemente, la presencia de Meryl Streep es sin duda el principal atractivo para animarnos a ver la película. El problema reside en que su personaje está enfocado de manera muy burda, exagerando tanto sus rasgos que pierde credibilidad y hace que el trabajo de la actriz roce peligrosamente la sobre actuación. En cambio, sí que he disfrutado con la maravillosa Amy Adams, una actriz que si sigue por el camino que ha elegido puede terminar siendo una de las grandes actrices de su época. Y aunque su papel sea residual, siempre me resulta gratificante encontrarme con Stanley Tucci, un actor que me encanta.

Así pues, Julie & Julia, desgraciadamente, es una película que se queda en las formas, maravillosas en cuanto a recreación de los años cincuenta del siglo XX, y con una espléndida fotografía, pero sin profundidad ni interés en lo que cuenta, aparte de su excesiva duración, lo que la convierte casi en un ejercicio de paciencia infinita.

sábado, 22 de julio de 2023

Nada más que la verdad



Dirección: Rod Lurie.

Guión: Rod Lurie.

Música: Larry Groupé.

Fotografía: Alik Sakharov.

Reparto: Kate Beckinsale, Matt Dillon, Angela Bassett, Alan Alda, Vera Farmiga, , David Schwimmer, Courtney B. Vance, Noah Wyle. 

En un artículo, la periodista Rachel Armstrong (Kate Beckinsale) desvela la identidad de una agente encubierta de la CIA. El gobierno decide obligarla a revelar la identidad de su informador o, de lo contrario, podría ir a prisión por un delito de traición.

Nada más que la verdad (2008) plantea un interesante dilema: si es necesario proteger las fuentes de la prensa para garantizar su independencia y la posibilidad de investigar sobre cualquier asunto o si el estado debería poder poner ciertas limitaciones a esa libertad, como poder exigir que se desvele la identidad de todo aquel que con sus revelaciones pueda ser considerado un traidor que pone en peligro la seguridad nacional.

En la escena más interesante de la cinta, el abogado defensor de Rachel, Albert Burnside (Alan Alda), hace un discurso esclarecedor del peligro que supone que un gobierno pueda encarcelar a periodistas por hacer su trabajo. Evidentemente, estaríamos hablando de regímenes no muy democráticos. Pero lo interesante es que la película está basada en hechos reales, con lo que se pone en entredicho muy seriamente el poder del gobierno de los Estados Unidos y su supuesta democracia ejemplar.

Muy hábilmente, además, la película desvela al final el gran misterio que Rachel ha ocultado a jueces y fiscales y que le va a costar nada menos que casi tres años de cárcel: quién fue la persona que le desveló que Erica Van Donen (Vera Farmiga) trabajaba para la CIA. Y el descubrimiento será realmente sorprendente y muy revelador.

Sin embargo, a pesar de lo apasionante que pueda ser el debate planteado, creo que tanto el guión como la dirección a cargo de Rod Lurie no logran sacar partido a la fuerza del argumento. Es más, creo que Rod Lurie hace un mal trabajo en ambos apartados, como director y guionista, desaprovechando las posibilidades de la historia.

Para empezar, lo importante en un tema como este no es mostrar al detalle el hilo de los acontecimientos, paso por paso, como demuestra el hecho de que un film tan interesante termine por hacerse demasiado largo, pues Lurie se dedica a presentar un sinfín de momentos sin trascendencia y la fuerza del mensaje termina por diluirse.

Por lo tanto, la clave habría estado en la intensidad de los momentos elegidos, no en la cantidad. Pero además, su labor como director es torpe, con abuso de primeros planos que parecen pretender resaltar su trabajo tras la cámara, pero que no son los más adecuados, sobre todo porque en este tipo de historias, la fuerza debe recaer en lo que se cuenta y no en cómo se cuenta. Con su afán de protagonismo, el director entorpece precisamente su labor principal: contarnos una historia que nos apasione, que nos remueva en los asientos, y la verdad es que pocas veces consigue crear una verdadera tensión en la pantalla.

En cuanto al reparto, creo que funciona bastante bien. Kate Beckinsale, aunque no me parece una excelente actriz, realiza un trabajo solvente, lo mismo que el veterano Alan Alda. Matt Dillon, bastante más contenido que otras veces, y Vera Farmiga, si bien su papel es más corto y no tiene muchas oportunidades de demostrar su talento, tampoco desentonan y no se puede achacar la falta de intensidad del relato a sus interpretaciones.

Nada más que la verdad es una película interesante por la veracidad de lo narrado, pero sus defectos acaban por ensombrecer el conjunto.

viernes, 21 de julio de 2023

Hostiles



Dirección: Scott Cooper.

Guión: Scott Cooper.

Música: Max Richter.

Fotografía: Masanobu Takayanagi.

Reparto: Christian Bale, Rosamund Pike, Wes Studi, Rory Cochrane, Jesse Plemons, Adam Beach, Ben Foster, Jonathan Majors, Q'orianka Kilcher, Tanaya Beatty, Xavier Horsechief.

El capitán Joseph J. Blocker (Christian Bale), contra su voluntad, deberá llevar al jefe indio Halcón Amarillo (Wes Studi), gravemente enfermo, y a su familia a sus tierras natales en Montana. 

Me resulta complicado emitir una opinión objetiva a cerca de Hostiles (2017). Cada nuevo western que se realiza, ahora que el género ha dejado atrás su etapa de gloria, es para mí una nueva alegría, al ver que se resiste a morir y además ha dado muy dignas películas herederas de la mejor tradición o nuevas visiones igualmente válidas.

Centrándome en Hostiles, es evidente que Scott Cooper intenta aportar su granito de arena al género y su propuesta es magnífica en muchos conceptos. Sin embargo, el conjunto resulta tan artificial, tan presuntuoso y pedante que echa por tierra sus buenas intenciones.

La película se centra en un período, finales del siglo XIX, donde los Estado Unidos habían liquidado sus guerras indias con una aplastante victoria. Pero las heridas estaban ahí, en los dos bandos, marcando a las víctimas y a los verdugos casi por igual. El intento de mostrarnos el dolor y el odio provocado por esas guerras, ejemplificado en Blocker, consumido por su odio a los indios, es realmente lo más interesante de la propuesta de Scott Cooper, que reflexiona con mejores intenciones que acierto sobre el cumplimiento del deber y cuando esa tarea obliga a actos realmente crueles y cómo ello puede afectar a los soldados; como al sargento Metz (Rory Cochrane), tan afectado por su pasado que terminará quitándose la vida.

Pero el largo viaje hacia Montana también será el vehículo que utilice el director para mostrarnos cómo la convivencia entre blancos e indios, una vez finalizadas las guerras, puede servir para aplacar la ira y terminar comprendiendo y perdonando al enemigo. Blocker aprenderá a conocer  y respetar a Halcón Amarillo y el odio inicial terminará dando paso al respeto y hasta una incipiente amistad. 

Sin duda, magníficas intenciones que reflexionan con sinceridad sobre la naturaleza humana, la violencia, la necesidad de afrontar el dolor y sobre todo el perdón, hacia los enemigos pero también hacia uno mismo, quizá lo más complicado. 

El problema es la manera tan frustrante que elige Cooper de llevar esas ideas a la práctica. Porque Hostiles es una película tan lenta que acaba por aburrir. Uno llega a desesperarse con escenas en las que no sucede absolutamente nada, imágenes tan hermosas como pedantes, diálogos que parecen eludir la esencia de lo que quieren expresar y se quedan en ejercicios de estilo afectados, tan lentos que crispan los nervios.

Uno se pregunta cuánto hubiera durado la película si se hubiera optado por una puesta en escena más dinámica y centrada realmente en lo importante. Lo cuál nos lleva a pensar que el ritmo es tal vez la manera de poder llevar la historia a una duración apropiada. En todo caso, el montaje es tan estudiado que no nos sacamos de la cabeza que estamos viendo una película. 

Pero hay otro problema más importante aún que se deriva del ritmo pausado y la falta de concreción en las conversaciones de los protagonistas: la película es fría y ello provoca que a pesar de los dramas que se suceden a lo largo de la misma, algunos muy duros, apenas sintiera un mínimo de emoción con lo que veía. Solamente con la tragedia de Rosalee Quaid (Rasamund Pike) llegué a emocionarme un poco, gracias sobre todo a su magnífica interpretación. Y eso es definitivamente lo peor que podría decirse de una película plagada de muertes y de sufrimiento.

A Hostiles le falta humildad y sinceridad. Dentro de las propuestas más recientes, no cabe duda que tiene su mérito, pero no resistiría una mínima comparación con la obra de John Ford, por ejemplo. Scott Cooper debería intentar ser más sincero y menos pedante.

El presidente y Miss Wade



Dirección: Rob Reiner.

Guión: Aaron Sorkin.

Música: Marc Shaiman.

Fotografía: John Seale.

Reparto: Michael Douglas, Annette Bening, Martin Sheen, Michael J. Fox, David Paymer, Richard Dreyfuss, Samantha Mathis, John Mahoney, Anna Deavere Smith, Nina Siemaszko.

Cuando el presidente de los Estados Unidos, Andrew Shepherd (Michael Douglas), viudo, conoce a la señorita Wade (Annette Bening), una experta contratada por una importante organización ecologista, se siente inmediatamente atraído por ella.

Vaya por delante que El presidente y Miss Wade (1995) no es una comedia romántica al uso; el hecho de centrarla en la figura de un presidente demócrata y plagarla de decisiones y observaciones cargadas de mensajes políticos y crear una imagen realmente idílica del presidente le da un cariz especial y tintes nada claros sobre las verdaderas intenciones de Rob Reiner. Sin embargo, también he de confesar que en algunos momentos la historia me sorprendió gratamente.

En realidad, habría que dividir el film en dos mitades, no en cuanto a duración, sino a interés y acierto. La primera parte sería todo el proceso durante el cuál el presidente conoce a Sydney Wade y la va cortejando hasta que ella se enamora de él y comienzan a funcionar como pareja. En este comienzo encontramos los momentos más divertidos de la película y también los más entrañables y hermosos, pues el romance, salvando el "empleo" del novio, se asemeja al de cualquier pareja, con los nervios de la primera cita, las dudas de qué va a suceder y cuando. Reiner sabe mostrar con naturalidad este proceso y convertirlo en creíble, a pesar de las dudas que puedan asaltarnos; pero el acierto reside en humanizar a todo un presidente y hacer convincentes sus dudas a la hora de los pasos a seguir en su intento de cortejar a la mujer que le gusta.

Sin embargo, el acierto de este comienzo no se mantiene en la segunda parte y la culpa es de la excesiva preponderancia que adquiere aquí el tema político. Como es habitual en toda comedia romántica, suele haber un momento de crisis en la pareja que genere la suficiente tensión y dudas sobre su continuidad para poder darle fuerza al desenlace, sea positivo o no. Y tratándose del presidente de los Estados Unidos no es ninguna tontería enfocar la crisis de la pareja por un asunto político. El problema reside en cómo se hace, pues de repente la historia pierde la gracia y el toque humano y el relato pasa a ser frío, cargado de debates políticos, discusiones y decisiones desafortunadas. Además, la historia termina siendo demasiado predecible. El film pierde la nota original del comienzo y se encalla en un desarrollo tan vulgar como escasamente convincente, con el arreglo de última hora precipitado y de nuevo carente de emoción y sensibilidad. 

La clara intención de dar una imagen demasiado perfecta del presidente no es creíble y le da la la película un tono demasiado evidente de alabanza a esa figura, vendiendo algo poco convincente.

Incluso el discurso final de Shepherd, que debería ser un instante intenso y definitivo, se queda en el típico momento teatral demasiado bien orquestado como para resultar creíble y encima no emociona, no nos hace vibrar. Y ese es el problema, una película romántica que debe apelar a los sentimientos se vuelve fría en el momento menos oportuno.

Todo lo demás, como la ambientación (parece que a los norteamericanos les encanta mostrar La Casa Blanca con todo detalle en cuanto tienen una oportunidad) o el reparto, con una maravillosa Annette Bening o un muy acertado Martin Sheen, está al nivel que cabe esperar de una producción cuidada y ambiciosa como esta. Por esta parte, nada que objetar.

Pero un film debe ser algo más que lujo y buena fotografía. Desgraciadamente, las buenas perspectivas de una primera parte notable se van disipando conforme pasan los minutos. El resultado es una película entretenida, pero sin verdadera emoción. 

jueves, 20 de julio de 2023

El síndrome de China



Dirección: James Bridges.

Guión: Mike Gray, T. S. Cook y James Bridges.

Música: Stephen Bishop.

Fotografía: James Crabe.

Reparto: Jane Fonda, Jack Lemmon, Michael Douglas, Scott Brady, James Hampton, Peter Donat, Wilford Brimley, Richard Herd, Daniel Valdez, Stan Bohrman, James Karen.

Mientras un equipo de televisión está filmando un reportaje sobre el funcionamiento de una central nuclear, se produce un accidente en la misma. Aunque parece que todo se ha solucionado, Jack Godell (Jack Lemmon), responsable de la planta, cree que el problema puede ser muy serio.

El síndrome de China (1979) tiene el honor de ser la primera película en alertar sobre los peligros de la energía nuclear y además se dio la casualidad de que en ese mismo año, 1979, se produjo un accidente en una central norteamericana, lo que venía a corroborar que esa alarma no era una mera ficción catastrofista. Desgraciadamente, el famoso incidente de Chernóbil ratificó sin ninguna duda los peores temores unos años después.

El gran mérito de James Bridges es realizar un film realmente emocionante con un tema que en teoría no parecía muy apropiado, especialmente por los detalles técnicos que se escapan a la comprensión de la mayoría de los espectadores. Pero el guión es lo suficientemente hábil como para que, sin perder el rigor científico, nos demos cuenta de la gravedad de lo que está contando sin necesidad de que comprendamos todos los detalles.

La contraposición de los intereses económicos de la compañía eléctrica para restar importancia al accidente y reabrir la central lo antes posible, la importancia de dar luz a una noticia de ese calibre, los temores de la cadena de incurrir en un delito, las dudad de Jack Godell que le llevan a descubrir graves fallos en la construcción de la central... todo está narrado con mano firme por James Bridges de manera que va dosificando la tensión con maestría, impidiendo que nos relajemos ni un solo instante.

Además, otro de los puntos claves es que el director mantiene siempre un tono serio, sin llevar la intriga a terrenos demasiado melodramáticos, con lo que consigue un aire de autenticidad muy alto, alejando el discurso de terrenos menos fiables. Para ello, el argumento se centra siempre en el accidente nuclear y sus consecuencias e implicaciones, sin permitirse entrar en temas secundarios o personales de los protagonistas, lo que hubiera cortado el clima de tensión tan hábilmente tejido.

Sin embargo, también he de reconocer que toda la mesura y contención del relato se cae de pronto en el desenlace, que quizá peque de ser demasiado excesivo. Imagino que la idea era rematar la advertencia sobre el peligro nuclear con el dramatismo necesario para crear más impacto en el final, pero sinceramente rompe el nivel tan preciso de todo el discurso anterior y queda un poco teatral de más.

A destacar la interpretación de Jack Lemmon, alejado ya de los papeles cómicos que le habían dado fama, y demostrando su solvencia en cualquier registro. Por su parte, Michael Douglas, productor de la cinta, empezaba a dar el salto desde la televisión, donde protagonizaba Las calles de San Francisco junto a Karl Malden, a la gran pantalla en lo que sería una larga carrera como actor.

El síndrome de China tuvo bastante éxito en el momento de su estreno, con varias nominaciones a los Oscar incluidas y, a pesar de los años transcurridos, creo que es una cinta que conserva toda su vigencia y sigue resultando además realmente entretenida.

miércoles, 19 de julio de 2023

...Y muere porque te toca



Dirección: Nicolas Pleskof.

Guión: Nicolas Pleskof y Elsa Marpeau.

Música: Amaury Chabauty.

Fotografía: Gilles Porte.

Reparto: Alice Pol, Miou-Miou, Eddy Mitchell, Pablo Pauly, Pascale Arbillot, Gustave Kervern, Sarah Stern, Adrien Guionnet, Zabou Breitman. 

Jeanne Chardon-Spitzer (Alice Pol) es una arquitecta que recibe el encargo de reformar la mansión de un industrial que hizo su fortuna comercializando exitosos juegos de mesa. Pero al poco de llegar a la residencia del señor Daguerre (Eddy Mitchell), éste muere asesinado.

Comedia al estilo de Un cadáver a los postres (Robert Moore, 1976), ...Y muere porque te toca (2022) lamentablemente carece de todo lo que hacía funcionar a la comedia de Moore.

Nicolas Pleskof tenía varios caminos que seguir y ha optado por el más alocado posible, con un argumento repleto de excentricidades y personajes extraños. Es de suponer que en su cabeza esta opción debía resultar la más entretenida y divertida posible, pero por desgracia el resultado es penoso.

Básicamente, porque la historia carece de gracia y las bromas y caracterizaciones son tan burdas que no provocan ni una sonrisa. Desde el comienzo, todo es tan rebuscado y está tan llevado al extremo que lo único que causa es asombro. Podría esperarse que una vez que arrancara la intriga, con la muerte del anfitrión, la historia podría ganar en emoción y, al menos, nos mantendría expectantes deseando descubrir al asesino. Pero como todo el montaje es tan absurdo, en seguida nos damos cuenta de que la historia puede derivar en cualquier cosa y perdemos un poco la esperanza de encontrarle algún sentido.

Cuando un film de intriga opta abiertamente por la comedia, se pierde de pronto gran parte de la intriga y ello ha de ser suplido por un guión divertido y ameno, pero aquí no es el caso.

Tampoco el desarrollo, a base de juegos de ingenio, resulta lo bastante inteligente como para mantener nuestra atención, de manera que nos limitamos a ver pasar los minutos con las mismas bromas, excentricidades y diálogos sin mucho sentido. Lo sensato quizá sería dejar de ver esta broma, pero en fin, supongo que cierta curiosidad nos mantiene a pesar de todo pegados a la pantalla.

Finalmente, un giro sorprendente cambia por completo las expectativas. De nuevo, imagino que en la mente de los guionistas este cambio repentino vendría a ser la guinda a su propuesta. En realidad, es otra idea sin mucha gracia que además está escenificada con torpeza, por lo que ni resulta graciosa ni sorprendente, sino que roza una vez más el ridículo por el que se mueve toda la película.

Para el público francés quizá el film tenga el atractivo de ver en pantalla a viejas "glorias" nacionales como Miou-Miou, actriz francesa de extensa carrera, o Eddy Mitchell, un veterano cantante con cierto nombre en Francia, pero para el resto del mundo no supondrán un aliciente especial.

Resumiendo, sin un argumento interesante ni un desarrollo ameno, es una película para olvidar.

Mercenarios sin gloria



Dirección: André de Toth. 

Guión: Lotte Colin y Melvyn Bragg (Historia: George Marton).

Música: Michel Legrand.

Fotografía: Edward Scaife.

Reparto: Michael Caine, Nigel Davenport, Nigel Green, Harry Andrews, Aly Ben Ayed, Vivian Pickles, Mohsen Ben Abdallah, Enrique Ávila, Takis Emmanouel, Mohamed Kouka, Scott Miller, Harry Andrews.

Con el fin de detener el avance de Rommel en el norte de África, el ejército británico ordena destruir los depósitos de combustible del Afrika Korps. Para ello envían a un grupo de mercenarios al mando del capitán Douglas (Michale Caine), experto en oleoductos.

Al igual que otros géneros, el cine bélico también estuvo sujeto a modas y cambios de orientación con el paso de los años. Si durante la Segunda Guerra Mundial y los años posteriores, sirvió para glorificar a los vencedores, ofreciendo una imagen gloriosa y heróica de la guerra, con los años sesenta del siglo XX se operó un cambio de mentalidad y la guerra dejó de ser un noble ejercicio en defensa de la libertad. Películas como Doce del patíbulo (Robert Aldrich, 1967) o esta misma, Mercenarios sin gloria (1968), serían ejemplos perfectos de los nuevos enfoques.

La película es un duro alegato contra la guerra en general. Así, por ejemplo, vemos como el alto mando británico no tiene ningún reparo en utilizar al grupo del capitán Douglas como carne de cañón, mientras envía a otro destacamento por detrás de ellos para cumplir la misión. El colmo de la falta de escrúpulos lo tenemos al final, cuando la destrucción de los depósitos de combustible ya no interesa a los británicos, porque en su avance pretenden hacerse con esas reservas alemanas, y el brigadier Blore (Harry Andrews) ordena que delaten al comando de Douglas a los alemanes para garantizar la captura de los depósitos intactos. Un acto de traición que ya habíamos visto en Senderos de gloria (Stanley Kubrick, 1957), una pionera en el tema de denunciar la suciedad de las guerras.

Y como en el film de Kubrick, la imagen de los oficiales al mando es denigrada también con actos como la manera en que Blore se apropia de las buenas ideas de un subordinado como propias.

Pero la crítica a las guerras no se limita a los oficiales superiores. Así, vemos como el grupo de mercenarios del capitán Douglas está formado por lo peor de lo peor, con asesinos, violadores, contrabandistas o traficantes de drogas. No hay honor ni gloria en ese grupo y aunque Douglas intenta mantener ciertos principios, verá como los hombres a su mando desobedecen todo cuanto no les guste.

Definitivamente, estamos ante una visión totalmente opuesta a aquella en que estas películas servían para forjar héroes entre los compatriotas y que presentaban las guerras como el escenario de actos nobles, sacrificios gloriosos y una camaradería sin tacha. Ante esa idealización, el cine de estos años ofrece la visión más cruel y desencantada, algo que se verá con más claridad aún cuando el cine aborde la Guerra de Vietnam.

En cuanto a la labor de André de Toth, un director injustamente infravalorado, hemos de reseñar la precisión de su puesta en escena y cómo, con muy pocos elementos, logra mantener una tensión constante durante todo el metraje. Al contrario que otros films similares que caían en la repetición de situaciones, el viaje del comando está salpicado constantemente de escenarios cambiantes y todos aportando su dosis de peligro, tensión y denuncia, con algunos momentos, como cuando los alemanes exterminan al segundo comando británico sin que Douglas pueda evitarlo, realmente dramáticos.

Mercenarios sin gloria es un film muy interesante que consigue un perfecto equilibrio entre la denuncia de la guerra como algo innoble y que saca lo peor de las personas y la emoción de este tipo de cintas. Atención al final que pone el broche de oro, con lo absurdo del desenlace, a una película muy recomendable.

martes, 18 de julio de 2023

Sol naciente



Dirección: Philip Kaufman.

Guión: Philip Kaufman, Michael Crichton y Michael Backes (Novela: Michael Crichton).

Música: Toru Takemitsu.

Fotografía: Michael Chapman.

Reparto: Sean Connery, Wesley Snipes, Harvey Keitel, Cary-Hiroyuki Tagawa, Kevin Anderson, Mako, Ray Wise, Stan Egi, Stan Shaw, Tia Carrere, Steve Buscemi, Tatjana Patitz.

Durante una recepción ofrecida por una importante compañía japonesa en Los Ángeles, una modelo (Tatjiana Patitz) es asesinada. El teniente Smith (Wesley Snipes) es encargado de la investigación, pero se le asigna como ayudante a John Connor (Sean Connery), un capitán retirado experto en la cultura japonesa.

Sol naciente (1993) es un thriller cuya nota más característica sería la contraposición de la mentalidad norteamericana y la japonesa. Sin embargo, a pesar de sus muchas posibilidades parece que promete más de lo que finalmente nos ofrece.

El punto de partida es sin duda interesante: el asesinato de una joven en el edificio de una importante empresa japonesa inmersa en esos momentos en una delicada operación comercial con importantes repercusiones políticas. Dada la mentalidad de los japoneses, interesados en no dar publicidad al suceso, la labor de Web Smith y de John Connor no va a ser sencilla, encontrando bastantes obstáculos para realizar interrogatorios e incluso descubriendo pruebas escamoteadas y manipuladas.

Las bases para la intriga están sentadas y el guión jugará con múltiples indicios que nos llevarán en diversas direcciones. Es evidente que el guión intenta mantener el misterio a toda costa, jugando al despiste con el espectador el mayor tiempo posible. Y aquí reside el principal fallo de la película, que abusa de los giros sorpresa hasta el punto de convertir la trama en un rompecabezas que pierde todo el sentido. El resultado es que llega un momento en que ya perdemos un poco el interés, pues comprendemos que ya no hay una lógica en la historia, sino un mero juego de engaños.

Todo esto nos lleva finalmente a comprender que, bajo el recurso de ambientar el misterio en los manejos comerciales de una compañía japonesa, la historia es realmente muy poco original y escasamente imaginativa, recurriendo a los tópicos más básicos del género, como la pareja de policías muy diferentes obligados a entenderse o el recurso al engaño para mantener en pie un argumento escasamente inteligente.

Esa simpleza se revela claramente en toda la parte final, con escenas un tanto absurdas y un intento por dar una explicación que nos resulte aceptable, logrando solamente alargar torpemente el desenlace, que nos vuelve a dejar una nueva sorpresa en relación al personaje de Jingo (Tia Carrere), la experta en edición de vídeos, que corrobora la obsesión de los guionistas por las sorpresas.

Realmente, es una pena, porque la trama, bien llevada, ofrecía bastantes posibilidades y además contábamos con la presencia de Sean Connery y Wesley Snipes, bastante atinados en sus papeles, junto a unos diálogos por momentos muy logrados, que auguraban al principio un film rico en detalles y matices. Sin embargo, todo termina estropeándose y nos quedamos con un film correcto en las formas pero bastante vacío y rutinario en el fondo.

La noche de los cristales rotos



Dirección: Wolfgang Petersen.

Guión: Wolfgang Petersen (Novela: Richard Neely).

Música: Alan Silvestri.

Fotografía: Laszlo Kovacs.

Reparto: Tom Berenger, Bob Hoskins, Greta Scacchi, Joanne Whalley-Kilmer, Corbin Bernsen, Scott Getlin, Judi Maddison.

Mientras conducen por la costa de California, Dan Merrick (Tom Berenger) y su esposa Judith (Greta Scacchi) sufren un grave accidente, quedando Dan con amnesia parcial. Intentando recuperar su vida, Dan empieza a descubrir cosas que le hacen temer que algo malo se oculta en su pasado.

Hay un subgénero específico en los films de intriga que La noche de los cristales rotos (1991) ejemplifica con gran precisión. Es un cine de mero consumo, sin grandes pretensiones. Todo se basa en mantener intrigado al espectador a base de ocultarle datos y hechos, cuando no engañarlo abiertamente, para sorprenderlo con un final más o menos inesperado.

Dentro de esta categoría, lógicamente nos encontramos auténticas porquerías y cintas magistrales, pues de todo hay siempre. En este caso, La noche de los cristales rotos se situaría en un término medio: ni es un película absurda plagada de trampas y mentiras ni tampoco podemos decir que sea de lo mejor del género.

A su favor podemos decir que dentro de lo limitado de su planteamiento, pues el guión va directo al grano y se centra en el misterio que Dan intenta esclarecer sobre su pasado venciendo su amnesia, el argumento resulta aceptable, logrando además jugar sus cartas con cierta coherencia y logrando mantenernos interesados en las indagaciones de Dan durante toda la cinta. Incluso el desenlace, cuando se ponen las cartas boca arriba y que a menudo suele ser la parte más débil, resulta ingenioso y si bien no escapa de cierto rebuscamiento poco convincente, al menos no resulta del todo ridículo.

Por contra, La noche de los cristales rotos es un film excesivamente simple que no se molesta en desarrollar convincentemente ni a los personajes ni las situaciones. Todo el planteamiento es demasiado elemental, casi infantil. La única nota algo divertida la tenemos con el personaje de Gus Klein (Bob Hoskins), el detective, que aporta algo de variedad y gracia a un elenco bastante pobre en cuanto a caracterizaciones y también en cuanto a interpretación, con un Tom Berenger muy poco acertado, una Greta Scacchi bastante desaprovechada y una Joanne Whalley-Kilmer realmente muy limitada en talento.

Incluso el director tampoco demuestra una capacidad notable para poner en pie la intriga, recurriendo a la repetición de imágenes cuando Dan parece ir recuperando algunos detalles olvidados de su pasado, lo que termina por demostrar la falta de recursos y la simplicidad de la puesta en escena.

A pesar de lo cuál, si nos contentamos con pasar un rato entretenidos sin pretender buscarle las cosquillas a la cinta, podemos decir que es un film que se deja ver y resulta entretenido.

lunes, 17 de julio de 2023

Sombrero de copa



Dirección: Mark Sandrich.

Guión: Dwight Taylor y Allan Scott.

Música: Irving Berlin.

Fotografía: David Abel (B&W).

Reparto: Fred Astaire, Ginger Rogers, Edward Everett Horton, Erik Rhodes, Eric Blore, Helen Broderick, Eric Blore.

Jerry Travers (Fred Astaire), un artista que acaba de llegar a Londres para una serie de actuaciones, conoce por casualidad a la joven Dale Tremont (Ginger Rogers) y se enamora de ella de inmediato. Pero por un malentendido, Dale cree que Jerry es el marido de una amiga suya, por lo que lo abofetea y se huye de Londres.

Fred Astaire y Ginger Rogers rodaron nada menos que diez películas juntos, formando la pareja de baile más famosa del cine. Sombrero de copa (1935) puede que sea su mejor película. En todo caso, es un clásico por méritos propios.

Si tenemos que ser sinceros, hemos de reconocer que el guión de Sombrero de copa es bastante simple. Jugando al límite con un malentendido, que provoca que Dale rechace a Jerry, creyendo que es un cara dura que a pesar de estar casado se le insinúa, algo muy reprobable para la moral de aquella época, la historia no ofrece mucho más, estando más que cantado el final en el que todo se aclara y la pareja puede vivir su amor al fin sin impedimentos.

Salpicando este sencillo argumento aparecen un par de personajes simpáticos para darle algo de sal al desarrollo, aunque tampoco el nivel de las bromas sea muy elevado.

Otro detalle que llama poderosamente la atención son los decorados, especialmente esa Venecia un tanto hortera que nos asombra sin embargo por la impresionante labor que se percibe detrás de su recreación.

Sin embargo, hemos de tener en cuenta que es una película de 1935 y entonces los medios eran los que eran, los gustos también y tanto los espectadores como el cine mismo estaban aún en su infancia, dando los primeros pasos hacia su madurez. Por ello, todos estos detalles que podríamos calificar como defectos son más comprensibles. Pero hay algo aún más importante que destierra de un plumazo cualquier pero que podamos ponerle a Sombrero de copa, como musical es una película inigualable.

Los musicales de esos años, especialmente con Fred Astaire, tienen algo mágico. En cierto modo, no son reales. Nos transportan a un mundo ideal, un sueño, donde todo parece perfecto: los salones inmensos, las señoras maravillosas con unos vestidos de princesa, los hombres siempre impecables, el lujo rodeándolos... Parece que en ese universo no hubiera enfermedades, ni desgracias. Además, tiene la virtud de que no parece excluir a nadie, es como si cualquiera de nosotros pudiera verse transportado a esos hoteles, salones y restaurantes. Pero lo mejor de todo es el aire de optimismo que desprenden esas películas. Nada malo puede pasar mientras las disfrutas. La vida debería ser así: alegre, despreocupada, con una linda mujer suspirando por ti y tu bailando como si pisaras una nube.

Y ver bailar a Fred Astaire es un regalo. Está tocado por una gracia infinita y en cuanto suena la música y empieza a mover los pies te olvidas que no daba el tipo de galán, que no actuaba bien o que parecía demasiado mayor. Con la música, Fred Astaire se transformaba en un dios. Es cierto que Ginger Rogers no está a su altura, ¿quién lo estaba?, pero a su lado, con esa sonrisa angelical, eran una pareja maravillosa. Podías estar viéndolos bailar y era como si el tiempo se detuviera. Solo estaban ellos dos.

Si todos los números de baile de Sombrero de copa tienen su encanto, dos de ellos sobresalen especialmente: "Isn't This a Lovely Day (To Be Caught in the Rain)", que tiene lugar en el quiosco de música de un parque de Londres y sobre todo "Cheek to Cheek", un número realmente excepcional, con una canción verdaderamente hermosa. Si hay un tema que pueda ejemplificar la belleza y la magia de los musicales clásicos es éste, sin ninguna duda. Solamente por este número queda justificado ver Sombrero de copa. Es de una perfección y de una belleza inigualables. Es como vivir un sueño del que no queremos despertarnos.

Sin duda, una película imprescindible, te gusten los musicales o no, te guste el cine o no. Sombrero de copa es otra cosa. Es magia, fantasía y belleza.

Agatha y la maldición de Ishtar



Dirección: Sam Yates.

Guión: Tom Dalton.

Música: Oliver Coates.

Fotografía: Catherine Goldschmidt.

Reparto: Lyndsey Marshal, Jonah Hauer-King, Katherine Kingsley, Jack Deam, Waj Ali, Bronagh Waugh, Rory Fleck Byrne, Crystal Clarke, Stanley Townsend. 

En 1928, tras su divorcio, Agatha Christie (Lyndsey Marshal) planea dar un giro a su carrera y escribir una novela romántica. Por ello acepta la invitación de unos conocidos y viaja hasta Iraq para indagar sobre el romanticismo.

Partiendo de un hecho real, el viaje de Agatha Christie a Irak tras su divorcio, Tom Dalton crea una intriga que sigue bastante fielmente las premisas creadas por la escritora en sus novelas, es decir, Agatha y la maldición de Ishtar (2019) reemplaza a Hércules Poirot por la misma novelista convertida en detective.

La idea, si bien un poco rebuscada, no deja de tener cierto encanto, pero el problema de la película reside en que el misterio planteado y las investigaciones para resolverlo no tienen la fuerza ni el ingenio necesarios para hacer de la intriga algo apasionante.

El primer defecto que le encuentro al planteamiento de Sam Yates es la mezcla de un tono de comedia con la serie de crímenes que van sucediéndose, de manera que nunca llega uno a meterse de lleno en el drama, que parece a veces casi una broma, como con el detalle del mono y su autopsia. En general, creo que si uno pretende hacer un film serio de intriga debe dejar la comedia en un cajón cerrado con llave.

Pero por si ese detalle no fuera suficiente, el desarrollo no termina de resultar apasionante, las investigaciones de Agatha carecen de tensión y parecen más un juego que algo serio, no se percibe nunca el peligro y las cosas van sucediéndose sin mucha claridad, incluso llegándose a momentos de cierta confusión por un planteamiento poco inteligente por parte del director, que se olvida de una regla de oro: todo lo que no se nos muestre con imágenes, tiende a olvidarse o confundirse, como los nombres de los personajes, a veces repetidos a una velocidad que cuesta seguir al pista de los acontecimientos.

Pero si el desarrollo no tiene la fuerza necesaria, el desenlace es bastante pobre. De nuevo el guión recurre al truco de las novelas de Agatha Christie de reunir a los sospechosos, aunque en este caso ni siquiera se siembran las dudas con acierto, para que la escritora metida a detective desvele quién es el culpable, algo que se adivina sin mucho esfuerzo con cierta antelación y donde las piezas encajan porque así se nos explica, pero con la sensación de que está todo metido con calzador.

Y como sucede con todo el desarrollo previo, el director se muestra incapaz de dotar a ese momento clave de un mínimo de tensión y dramatismo, quedando como una escena más, lo que estropea irremediablemente las pocas esperanzas que aún podríamos tener.

Lo más interesante la película, y esto dice muy poco sobre la intriga, es finalmente la relación entre Agatha y el arqueólogo Max Mallowan (Jonah Hauer-King), donde tenemos al menos algo de emoción y que también nos proporciona las mejores frases de la cinta, con algunas afirmaciones realmente interesantes. Lástima que esta precisión no fuera llevada al resto de la trama, pues el relato habría ganado mucho.

En resumen, un film entretenido con el que pasas un rato ameno, pero fallido por cuanto carece de intensidad como para que nos lleguemos a sentir implicados por una intriga mal planteada y mal ejecutada.

domingo, 16 de julio de 2023

Noche en la ciudad



Dirección: Jules Dassin.

Guión: Jo Eisinger (Novela: Gerald Kersh).

Música: Franz Waxman.

Fotografía: Max Greene (B&W).

Reparto: Richard Widmark, Gene Tierney, Googie Withers, Hugh Marlowe, Francis L. Sullivan, Herbert Lom, Stanislaus Zbyszko, Mike Mazurki, Charles Farrell, Ada Reeve, Ken Richmond. 

Harry Fabian (Richard Widmark) es un rufián de poca monta que sin embargo sueña con montar algún negocio que lo saque de la miseria en la que vive. Pero la suerte no le acompaña.

Última película norteamericana de Jules Dassin que tuvo que filmar ya en Londres al estar bajo la lupa del senador McCarthy en su tristemente famosa Caza de brujas, por lo que el director ya no regresaría a los Estados Unidos al terminar la película e iniciaría su exilio en Europa, que duró dieciocho años nada menos.

Noche en la ciudad (1950) se inscribe en la corriente del cine negro con ciertas variantes, como por ejemplo la ausencia de la habitual mujer fatal. Al contrario, aquí la novia de Harry, Mary (Gene Tierney), es una buena mujer que, a pesar de tener que sufrir las mentiras y hurtos de dinero de Harry, no deja de ayudarlo. 

Lo que no falta es el personaje perdedor, un tipo perseguido por su mala suerte que le juega aquí una de las bromas más pesadas posibles: cuando está a un paso de lograr el éxito que tanto ha deseado, un cumulo de pequeños detalles se confabulan para echarlo todo a peder.

Pero el retrato que se nos ofrece de Harry no es el de un delincuente ni el de una mala persona. Harry solamente es un hombre que aún no ha madurado lo suficiente para ver la realidad tal cuál es y sigue presa de sus fantasías, buscando el negocio perfecto que lo lleve a la cima del éxito, al menos en su mundo de maleantes y estafadores. A Harry le puede su entusiasmo sin fundamento que le hace verlo todo perfecto. Incluso hasta el punto de que es incapaz de escuchar los consejos de su novia. Cuando olfatea una oportunidad, nada puede detenerlo. 

Pero Harry es un cabeza hueca y además, con mala suerte. La película arranca con nuestro protagonista escapando de alguien a quien debe dinero y termina de nuevo con Harry huyendo, pero esta vez de quienes lo quieren matar. Y es en ese momento desesperado cuando al fin es capaz de ver con claridad y aceptar su destino. Solo le queda poder hacer algo útil por Mary, al menos una vez en su vida. Pero incluso eso le saldrá mal.

Jules Dassin aprovecha el rodaje en exteriores para meternos de lleno en los bajos fondos de Londres, con calles oscuras, pisos pequeños, cabañas ruinosas a orillas del Támesis y todo ello con una luz que potencia las sombras y trasmite una imagen muy cercana a los films neorrealistas italianos.

Noche en la ciudad es un film pesimista, trágico y muy triste donde un cúmulo de traiciones entre varios personajes de los bajos fondos van cerrando el círculo en torno a nuestro protagonista, que parece incapaz de dominar los acontecimientos. Incluso sus grandes ideas, su ingenio, terminan volviéndose en su contra, como si una maldición pesara sobre él.

Quizá en el debe de la película se podría argumentar que el guión parece demasiado simple y que hubiera necesitado tal vez una mayor profundización en los personajes que pululan alrededor de Harry y que no terminan de adquirir la dimensión necesaria para apuntalar el drama. Aún así, no deja de ser una gran película.

Ipcress



Dirección: Sidney J. Furie.

Guión: Bill Canaway y James Doran.

Música: John Barry.

Fotografía: Otto Heller.

Reparto: Michael Caine, Nigel Green, Guy Doleman, Sue Lloyd, Gordon Jackson, Aubrey Richards, Frank Gatliff, Thomas Baptiste.

A Harry Palmer (Michael Caine), un agente del servicio secreto británico algo indisciplinado, le encargan la misión de localizar a un científico que ha sido secuestrado y negociar su entrega.

Las películas de espías suelen tener un defecto: sus argumentos son farragosos y no suelen estar expuestos con la necesaria claridad. Por eso, a pesar de ser un género que me gusta mucho, pocas películas consiguen llegar a un buen nivel y suelen generar más dudas que alegrías.

Aún así, me animé con Ipcress (1965), un film realmente desconocido pero avalado por la presencia de Michael Caine. El problema es que el actor por entonces aún estaba en los comienzos de su carrera, con lo que su presencia tampoco era una gran garantía de estar ante una gran producción. De hecho, Ipcress es un film modesto.

En todo caso, la película plantea una interesante intriga en torno a un científico secuestrado y cómo su rescate, pues las autoridades británicas están dispuestas a negociar con sus secuestradores, se va complicando poco a poco hasta poner a Harry Palmer en serios apuros.

El principal problema es que el guión esconde sus cartas justo hasta los minutos finales con lo que, si bien la intriga nos mantiene interesados en las aventuras de Palmer, el desconocimiento de qué está pasando hace que no podamos disfrutar plenamente del argumento. La idea de este planteamiento es evidente: dejarnos en ascuas hasta el mismísimo final, donde la revelación de toda la trama supuestamente debería dejarnos fascinados.

Sin embargo, el peligro de jugar a este juego es evidente: el desarrollo ha de ser muy interesante para que no nos desanimemos a medio camino y el desenlace tiene que ser realmente bueno. Y en Ipcress en realidad fallan estas dos variables.

En cuanto al desarrollo, es cierto que el no saber de qué va la historia mantiene el interés, pero hay muchas escenas anodinas y las verdaderamente interesantes no son presentadas con la fuerza necesaria. En general, la película transcurre sin mucha tensión y eso termina perjudicándola. 

Pero el problema más serio viene con el final que es ingenioso, sí, pero tal vez demasiado. Además, de nuevo el director carece de la maestría para desarrollar esta parte crucial de una manera eficaz. Así, el encarcelamiento de Palmer carece de emoción y termina resultando repetitivo. Y la escena en la que Palmer debe descubrir quién de sus dos jefes es el traidor resultó un tanto teatral y de nuevo sin la intensidad deseable.

A pesar de estar en los momentos clave de la historia, jamás me sentí realmente emocionado o preocupado por el provenir de Palmer. Tal vez, en manos de un director con más talento estos momentos no hubieran resultado tan pobres.

En todo caso, es evidente que estamos ante un film modesto que intenta funcionar con las cartas que considera oportunas pero que no terminan de cuajar. Entretiene, pero no fascina.

La buena acogida que tuvo en su momento propició una serie de continuaciones, con Michael Caine repitiendo papel, que generaron una especie de saga con Funeral en Berlín (Guy Hamilton, 1966), El cerebro de un billón de dólares (Ken Russell, 1967), El expreso de Pekín (George Mihalka, 1995) y Medianoche en San Petersburgo (Douglas Jackson, 1996).

sábado, 15 de julio de 2023

El último atardecer



Dirección: Robert Aldrich.

Guión: Dalton Trumbo (Novela: Howard Rigsby).

Música: Ernest Gold.

Fotografía: Ernest Laszlo.

Reparto: Rock Hudson, Kirk Douglas, Dorothy Malone, Joseph Cotten, Carol Lynley, Neville Brand, Regis Toomey, Rad Fulton, Adam Williams, Jack Elam, John Shay.

El shérif Dana Stribling (Rock Hudson) va tras la pista de Brendan O'Malley (Kirk Douglas), acusado de asesinato, que ha huido a México. Allí O'Malley se encuentra con Belle (Dorothy Malone), su novia cuando eran jóvenes.

El último atardecer (1961) destaca especialmente por el sólido guión de Dalton Trumbo, guionista que había sufrido en sus carnes las consecuencias de la desgraciadamente famosa caza de brujas orquestada por el senador McCarthy a mediados del siglo pasado.

Trumbo nos ofrece un argumento realmente denso, especialmente para lo que solía ser habitual en los westerns. Además, los personajes tienen un pasado poderoso que actúa e influye sobre su presente, pero que se va desvelando progresivamente, a medida que los vamos conociendo, de manera que siempre hay un misterio oculto que mantiene el interés en lo que está sucediendo.

Otro de los detalles sorprendentes, sobre todo porque estamos en un western, género habitualmente enfocado a la acción y a conflictos poco complicados, es la riqueza de los diálogos, especialmente cuando atañen a la intimidad de los protagonistas; diálogos no solo profundos, sino con unas dosis de poesía a veces y siempre portadores de gran sensibilidad que son sin duda uno de los regalos más valiosos que nos encontramos en El último atardecer.

Sin embargo, también he encontrado algunos detalles que no terminaron de convencerme. En teoría, Dana, el personaje encarnado por Rock Hudson, es el héroe de la cinta. Sin embargo, el guión es mucho más preciso con Brendan, de manera que es este personaje en realidad el que termina adquiriendo mucho mayor peso, pues es un hombre más rico y profundo. Dana se mueve por venganza, pues Brendan mató al marido de su hermana que, presa de dolor, termino suicidándose. Y esto es básicamente lo único que llegamos a conocer del shérif.

En cambio, el personaje de Kirk Douglas es realmente el alma de la película. Es verdad que es un asesino, un hombre además violento, como le reprocha Belle. Sin embargo, a pesar de todo, terminamos por cogerle cariño, tal vez porque no lo ha tenido fácil en la vida, porque ha de luchar contra él mismo y sus instintos violentos. De hecho, a pesar de que le dice a Belle que ha cambiado, lo cierto es que no terminamos de creerle. Es por tanto un perdedor, un tipo solitario que intenta redimirse con Belle y se encuentra de pronto conque ella ama a Dana, precisamente a Dana. Además, cuando parece que puede ser feliz con Missy (Carol Lynley), la hija de Belle, comprobamos con amargura que es otra puerta que se cierra. 

Con todo ello, no se si a propósito o no, terminamos poniéndonos de parte de Brendan, hasta el punto que Dana acaba cayéndonos mal, por ser ese dechado de virtudes irreprochables que resultan cansinas. En el fondo, deseaba que Brendan pudiera rehacer su vida, habría sido realmente gratificante.

Pero el guión, hijo de su época, prefiere la vertiente trágica, quizá rizando el rizo en exceso de manera que, además de ser muy previsibles los giros finales, me parecieron demasiado teatrales. No digo que el final no resulte coherente ni potente, incluso con ciertas notas heroicas en el comportamiento de Brendan que agrandan aún más su figura, pero en conjunto resulta bastante forzado y delata una clara intención de llevar el drama al límite.

Lo que resulta de nuevo admirable es el talento de Kirk Douglas como actor. Basta una mirada suya para llenar la pantalla y expresarlo todo con una fuerza y una autenticidad sorprendentes. Por ello, Rock Hudson termina un tanto desdibujado, quizá también porque su personaje es mucho menos profundo y rico que el de Douglas. Sea como fuere, la película es de Kirk Douglas al cien por cien.

Para los amantes del western y aquellos que buscan algo diferente en el género, creo que estamos ante una gran película, profunda y llena de matices. El último atardecer debería figurar en los puestos nobles del género.