El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

lunes, 29 de diciembre de 2014

Agárrame esos fantasmas



Dirección: Peter Jackson.
Guión: Frances Walsh y Peter Jackson.
Música: Danny Elfman.
Fotografía: Alun Bollinger y John Blick.
Reparto: Michael J. Fox, Trini Alvarado, Jeffrey Combs, Dee Wallace, Peter Dobson, John Astin, Chi McBride, Jim Fyfe, Troy Evans, Elizabeth Hawthorne, Jake Busey, R. Lee Ermey.

A raíz de un accidente de coche, Frank Bannister (Michael J. Fox) adquiere la facultad de ver y comunicarse con fantasmas, lo que utiliza para ganarse la vida de un modo no demasiado honesto. Sin embargo, una serie de muertes de sus vecinos por extraños ataques al corazón va a hacer que Frank tome conciencia de la presencia de un espectro maligno al que intentará neutralizar.

Justo antes de ponerse manos a la obra con la trilogía de El señor de los anillos, con la que alcanzaría fama universal, Peter Jackson dirigía y escribía el guión de Agárrame esos fantasmas (1996), una delirante historia un tanto difícil de catalogar.

La película comienza en un tono abiertamente de comedia, un tanto surrealista, es cierto, que nos recuerda a films como Los cazafantasmas (Ivan Reitman, 1984). Sin embargo, poco a poco el guión se va complicando con extraños personajes y tramas que van convirtiendo la película en algo parecido a un thriller de terror. Sin perder un toque delirante, el argumento va dando tumbos en una extraña progresión, un más difícil todavía que llega a momentos totalmente desconcertantes, pero a la vez con una base bastante previsible en cuanto al futuro desenlace de la historia. De este modo, casi todo se reduce, finalmente, a ver cómo logran los guionistas desenredar el ovillo por ellos mismos creado para llegar al esperado final feliz. Y aquí, sin dejar de dar rienda suelta a una imaginación desbocada, el recurso más socorrido viene a ser el de las trampas argumentarles, los giros inverosímiles y, en general, una libertad creativa que roza la paranoia. Cuando termina el delirio, uno no puede menos que preguntarse qué se han fumado Jackson y Frances Walsh para engendrar tal historia. La conclusión que uno saca es que el argumento es una historia un tanto banal a la que se le han añadido todas las locuras imaginables en un intento de hacer algo sorprendente. Sin embargo, el resultado ha distado mucho de convencerme.

Michal J. Fox es la estrella indiscutible del film. Y la verdad es que se adivina que el actor se vuelca con su personaje, hasta el punto que casi consigue hacer medio creíble una historia sin pies ni cabeza.  La pena es que no es un actor que me trasmita demasiado y sus gestos alocados y acelerados terminan por resultar agotadores para el espectador. El resto del reparto, sin nombres de talla, compone como puede una serie de personajes entre alucinados, estrafalarios o absurdos. Y es que el problema no es intentar crear una historia original y excéntrica, sino caer en tópicos sin chispa, giros argumentarles demasiado forzados, personajes planos, una historia en la que no terminan de cuajar ninguna de las subtramas que la pueblan y la sensación de que todo este delirio no tiene una base realmente sólida.

No tengo tampoco muy claro a qué tipo de público va dirigido el invento. Podríamos pensar en un público infantil, pero algunas escenas un tanto truculentas tiran por tierra esta idea. A continuación vendría el público adolescente, quizá lo suficientemente poco exigente para tragar con cualquier historia, pero tampoco es un producto con los elementos que puedan hacerlo atractivo para este segmento. Y en cuanto al público ya maduro, veo complicado que pueda dejarse llevar por esta paranoica historia hasta el punto de pasar por alto la cantidad de deficiencias y tópicos argumentales de la película.

En definitiva, Agárrame esos fantasmas resulta ser una experiencia un tanto fallida. Mejor dedicar las casi dos horas que dura la película a cualquier otra actividad.

viernes, 19 de diciembre de 2014

Malas tierras



Dirección: Terrence Malick.
Guión: Terrence Malick.
Música: George Tipton, Carl Orff, Gunild Keetman.
Fotografía: Brian Probyn, Tak Fujimoto, Stevan Larner.
Reparto: Martin Sheen, Sissy Spacek, Warren Oates, Ramon Bieri, Alan Vint, Gary Littlejohn, Bryan Montgomery, Charles Fitzpatrick, Ben Bravo, Terrence Malick.

Dakota del Sur, año 1959: Kit Carruthers (Martin Sheen), un joven que trabaja de barrendero, conoce por casualidad a Holly (Sissy Spacek), una adolescente que se ha mudado a la ciudad con su padre (Warren Oates) para empezar una nueva vida lejos de su antiguo hogar. Pronto, Kit y Holly se enamoran, aunque ocultan su relación al padre de Holly, temiendo que no la apruebe.

La filmografía de Terrence Malick es, como poco, curiosa. Debutó en 1973 con esta película, cuyo guión también es de su autoría, y seis años más tarde firmó Días del cielo. Entonces, desapareció de escena nada menos que durante veinte años, hasta su film bélico La delgada línea roja (1999). En este siglo, parece que su carrera sigue unas pautas más convencionales.

Malas tierras está inspirada en unos hechos reales ocurridos en la década de los cincuenta, cuando una pareja se convirtió en unos nuevos Bonnie y Clyde adolescentes.

Malas tierras es un film extrañamente cautivador, o perturbador, según se mire. Malick se aparta de lo que sería de esperar en una historia como ésta y, ante una serie de asesinatos gratuitos, adopta un punto de vista casi poético. Las imágenes de que se sirve para contarnos las desventuras de Kit y Holly son curiosamente hermosas dentro de su atractiva simplicidad. Además, adorna el viaje de los fugitivos con unas cálidas canciones que confieren a su aventura un curioso tono romántico e intimista. Tanto estética como narrativamente la película escapa de las claves de violencia que uno cabría esperar.

Y la simplicidad de los paisajes y decorados es también la que sirve para definir a los protagonistas. Kit es un joven que parece buscar la notoriedad comportándose como un chico malo. No hay nada más detrás de sus crímenes. No es un psicópata, no es una mala persona; tan solo hace lo que quiere hacer, sin más. A su lado, Holly se deja llevar. No juzga, no critica; acepta las explicaciones de Kit sin cuestionarlas demasiado. Lo quiere y lo sigue. Hasta que un día se cansa y lo deja. Todo tan sencillo como absurdo, tal vez porque, sin llegar a los extremos de Kit, en la vida muchos actos ocurren porque sí. La historia no pretende ser moralizadora, no hay en realidad ninguna moraleja, ni crítica; las cosas pasan y Malick nos hace testigos de ellas.

A pesar de lo que algunos opinan, creo que la actuación de Martin Sheen es un tanto exagerada. En muchas escenas me costaba convencerme de la autenticidad de sus actos. Sissy Spacek, sin embargo, me resultó mucho más convincente. En todo caso, se notaba la falta de veteranía de los protagonistas.

Malas tierras sigue siendo un film vigente, no por constituir una obra maestra, que no lo es, sino por conservar aún hoy en día ese carácter novedoso, original y algo desconcertante que la convierte en una rareza de evidente atractivo.