El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

martes, 26 de abril de 2022

Música de cine

 La música y el cine forman una pareja idestructrible y perfecta. Tal es su vinculación que incluso en la época del cine mudo el cine no pudo prescindir de ella. Era, de hecho, un elemento fundamental para el ritmo y como potenciador de la fuerza expresiva de las imágenes. 

Haced un sencillo experimento: poned el volumen a cero durante la visión de una película de terror. De pronto, la tensión sufrirá un descenso radical y hasta podría convertir una supuesta escena terrorífica en un instante cómico.

Pero la música no solamente es un complemento imprescindible de la imagen. Los compositores que trabajan para el cine han creado piezas de una belleza absoluta que compiten sin rubor con grandes composiciones de cualquier tipo y época.

Dejo una pequeña muestra de aquellas bandas sonoras que más me han impactado y que, sin ellas, creo que las películas que acompañan no tendrían la misma belleza ni la misma fuerza cautivadora. Faltan sin duda muchas bandas sonoras históricas, pero mi elección no pretende ser exclusiva ni exhaustiva, solamente refleja aquellas que por un motivo u otro me resultan imprescindibles.


Lawrence de Arabia (David Lean, 1962)




David Lean nos dejó algunas de la mejores películas de la historia del cine. Su exquisito gusto y su talento no podían dejar de lado el apartado musical y gracias a Maurice Jarre tenemos un ejemplo de banda sonora perfecta y muy hermosa que, además, se llevó el Oscar.


Doctor Zhivago (David Lean, 1965)




Repite David Lean y su compositor Maurice Jarre en una de las bandas sonoras más fascinantes de la historia; tan bella y conmovedora como la propia historia de Zhivago. Y de nuevo, Jarre se llevó el Oscar por su maravillosa composición.


El graduado (Mike Nichols, 1967)




El éxito de esta comedia sobre el despertar sexual de un joven inexperto de la mano de una mujer casada no hubiera sido el mismo sin las canciones de Simon & Garfunkel, un duo donde la armonía de sus voces y la frescura de sus melodías impulsaron esta historia a lo mas alto.


El Padrino (Francis Ford Coppola, 1972)



Con esta película llegamos a una cima difícil de igualar. El padrino figura entre las mejores películas, sino la mejor, en incontables listas de críticos y aficionados. Pero seguramente su banda sonora, compuesta por el genial Nino Rota, ocupa también idéntico lugar entre las más conocidas, hermosas e inolvidables partituras cinematográficas.


El golpe (George Roy Hill, 1973)




El golpe es tal vez la película que más veces he visto en mi vida. Descubrirla a una temprana edad, con esa mezcla de comedia y drama y con el encanto y carisma de los protagonistas, sin duda tiene mucho que ver con ese récord personal. Pero también la maravillosa banda sonora de Marvin Hamlisch y ese fascinante ragtime de Scott Joplin jugaron un papel importante. Por cierto, la banda sonora se llevó el Oscar. 


El cazador (Michael Cimino, 1978)




Si esta desgarradora historia de un director fascinante y con un reparto de lujo no tuviera ya suficientes alicientes para convertirse en una de mis películas preferidas, la banda sonora de Stanley Myers es la guinda que faltaba. Atención especial al tema Cavatina, de un lirismo hipnotizador. 


Carros de fuego (Hugh Hudson, 1981)



No podía faltar en esta lista el maravilloso Vangelis, que ganó el Oscar por la banda sonora de esta hermosa película sobre los Juegos Olímpicos de París de 1924. La perfecta fusión de música e imágenes tiene su mejor exponente en los títulos de crédito en el arranque del film.


Memorias de África (Sydney Pollack, 1985)



Memorias de África es otra de esas películas de una perfección avasalladora. De una belleza incuestionable, el relato de la vida en África de Karen Blixen está repleto de momentos fascinantes y nos muestra toda la grandeza de un continente impresionante. Y en este regalo formal y argumental no podía fallar el apartado musical y John Barry nos regala una de las bandas sonoras más evocadoras de la historia, ganadora con toda justicia del Oscar.


La misión (Roland Joffé, 1986) 



Este drama histórico sin duda estaría cojo sin la banda sonora del gran Ennio Morricone, tal vez el compositor más conocido y popular, que nos ofrece una composición plena de lirismo y poesía.


La lista de Schindler (Steven Spielberg, 1993)




No podía faltar en esta lista una película del director Steven Spielberg, un genio con un talento especial para crear obras maestras en cualquier género que se plantee. Hay muchas películas suyas que podrían estar aquí en virtud de su apartado musical, pero he elegido ésta por la fuerza tanto del relato como por la belleza conmovedora de la partitura de John Williams, el compositor favorito del director y creador de algunas de las más reconocidas melodías cinematográficas. En esta ocasión, Williams además se llevó el Oscar.


Es evidente que esta breve recopilación no está hecha solo para ser leída. Pocas veces se hace más necesario pasar a la práctica. Recomiendo ver esta selección de películas por su valor en sí mismas, pero también prestando especial atención a las bandas sonoras. Pero incluso sin el acompañamiento de las imágenes, escuchar estas partituras es un deleite más que recomendable. 

viernes, 15 de abril de 2022

El ángel y el pistolero


Dirección: James Edward Grant.

Guión: James Edward Grant.

Música: Richard Hageman.

Fotografía: Archie Stout.

Reparto: John Wayne, Gail Russell, Harry Carey, Bruce Cabot, Irene Rich, Lee Dixon, Stephen Grant, Tom Powers, Paul Hurst. 

Quirt Evans (John Wayne), un pistolero, es recogido malherido por una familia de cuáqueros. Mientras se recupera, va conociendo las creencias de la familia y descubre también que Penelope Worth (Gail Russell), la hija mayor, se ha enamorado de él.

Con El ángel y el pistolero (1947) se producen dos estrenos: el de John Wayne como productor de la película y el del guionista James Edward Grant como director, experiencia que no repetiría.

El ángel y el pistolero es un film de serie B, con un presupuesto limitado que se percibe desde la puesta en escena hasta el reparto que, salvo John Wayne y Bruce Cabot, está compuesto por actores desconocidos del gran público.

La historia es básicamente la conversión de un pistolero en un granjero pacifista bajo la influencia de la familia cuáquera que lo cura y lo acoge cuando huía malherido de una banda de pistoleros que querían matarlo. Un tema que se repetirá posteriormente, por ejemplo, en Único testigo (Peter Weir, 1985) con mucho más acierto. Y es que el principal problema de El ángel y el pistolero es un guión extraño, con lagunas, que pasa con cierta ligereza sobre los temas que trata, sin profundizar en ninguno de ellos, y que además, a día de hoy, parece un tanto infantil, tal vez precisamente por esa superficialidad, esa simpleza con que trata el tema de la fe, el amor al prójimo o el rechazo a la violencia. 

El argumento tampoco ahonda en el pasado de Evans, del que desconocemos absolutamente todo. Le precede su fama de pistolero, pero nada más se especifica sobre su pasado. Incluso llega a vender una propiedad a su peor enemigo, Laredo Stevens (Bruce Cabot), sin que se explique absolutamente nada sobre este detalle. 

En conjunto, el argumento parece un cúmulo de momentos mal engarzados que ni aportan gran dramatismo ni profundizan en el mensaje que parece querer trasmitir el film. Todo es demasiado básico, sin nervio. Y como remate, cuando parece llegar el esperado duelo final éste no se produce, ya que Evans, en el último instante, renuncia a la violencia para complacer a su amada, quedando desarmado y extrañamente tranquilo frente a su enemigos. Finalmente, la oportuna intervención del marshall nos proporciona el esperado e inevitable final feliz. Sin embargo, toda esta escena es un completo despropósito, desde la decisión de Evans hasta la mala planificación y concepción la misma, lo provoca que se pierda todo el dramatismo que debería reunir como punto culminante de la historia. En su lugar, el director nos ofrece una sorpresa bastante casual.

Además, tenemos que sumar la simplicidad con que se tratan otros asuntos, como cuando Evans convence al vecino de los Worth de que no les corte el agua. Es una secuencia tan absurda que resulta ridícula. Aparecen también personajes de manera un tanto forzada, aportando unas dosis de humor que tampoco resultan ni muy elaboradas ni muy eficaces. Entre esta diversidad de tipos curiosos destaca el marshall (Harry Carey), con el que no sabemos si reírnos o llorar, con su amable y constante ofrecimiento de ahorcar a Evans.

Los diálogos, que oscilan entre lo absurdo, lo surrealista y lo filosófico, en una extraña mezcla inconcebible, son otro de los elementos desconcertantes de este curioso western.

Dentro de todo este desaguisado, James Edward Grant me pareció que estaba más acertado en su debut en la dirección que en la elaboración del argumento. Su trabajo es sencillo, pero sin ningún error y dejando que la historia transcurra con soltura.

John Wayne es de nuevo John Wayne. No estamos ante su mejor trabajo, pero sigue resultando convincente y su presencia es lo más destacado de la película. También Gail Russell termina encajando perfectamente en su papel, con un aire inocente y un evidente atractivo que justifica que el pistolero pueda desear finalmente quedarse a su lado. El resto, con la excepción de Bruce Cabot, están a un nivel bastante más bajo que el de los dos protagonistas.

En definitiva, una película para los seguidores de Wayne y para todos aquellos a los que les encante el western y no le hagan ascos a propuestas tan raras y curiosas como esta.

jueves, 14 de abril de 2022

El rey de la comedia


Dirección: Martin Scorsese.

Guión: Paul D. Zimmerman.

Música: Robbie Robertson.

Fotografía: Fred Schuler.

Reparto: Robert De Niro, Jerry Lewis, Sandra Bernhard, Diahnne Abbott, Lou Brown, Ed Herlihy, Martin Scorsese, Shelley Hack, Tony Randall.

Rupert Pupkin (Robert De Niro) es un don nadie que desea convertirse en un cómico famoso, como su ídolo Jerry Langford (Jerry Lewis), al que aborda un día pretendiendo que le de la oportunidad de aparecer en su show.

El rey de la comedia (1982) es la visión del ansia de fama y éxito a toda costa encarnada en la figura de Rupert Pupkin, una persona que, a medida que la vamos conociendo, comprendemos que arrastra graves problemas mentales. Pupkin parece vivir en un mundo que se ha ido creando a su medida donde es un triunfador, un cómico de primer nivel. Pero, en realidad, no es nadie. Vive con su madre, habla con fotografías de famosos, se ve a sí mismo en la cima de una carrera inexistente y le cuenta a sus conocidos ese relato ficticio que está convencido que es real.

De esta manera, es complicado empatizar con Pupkin. Si en la mayoría de las películas, el espectador puede ponerse en la piel del protagonista, en El rey de la comedia podemos llegar a detestarlo. Su manera de acosar a Jerry Langford, su obstinación en conseguir salir en su programa y, definitivamente, su secuestro convierten a Pupkin en un enfermo que nos desquicia. Sin embargo, el tono de comedia de la película evita que lleguemos a odiarlo abiertamente. 

Lo que está claro es que nadie puede recurrir a cualquier cosa para conseguir sus sueños. El fin no justifica los medios. Y eso queda claro en el discurso del film, aunque endulce un poco el final con el triunfo mediático de Pupkin, si bien lo interpretaría no como la recompensa a su talento, dudoso, sino más bien por esa morbosidad social que tiende a encumbrar a cualquiera que destaque, aunque sea de manera poco ética e incluso delictiva. Pupkin se hace famoso por secuestrar a una estrella de la televisión y gracias a eso vende miles de copias de su libro. Es la cuestionable recompensa a la mediocridad y a la enfermedad de una sociedad necesitada de referentes, aunque carezcan de méritos encomiables. Un mundo de necios deslumbrados por el oropel.

Eso sí, El rey de la comedia no es una película que me haya encantado. En primer lugar, la estética no terminó de convencerme. Es algo personal, naturalmente, pero la estética también juega un papel a la hora de valorar una película. Sin embargo, lo que menos me ha convencido es el nivel argumental. En general, creo que la idea no está del todo bien desarrollada y en muchos momentos la historia pierde fuerza y cuesta seguirla con interés. Además, tampoco los diálogos me parecen brillantes ni los personajes terminan de resultar interesantes, no tienen demasiada entidad: Pupkin es un lunático inmaduro, pero de Langford no conoceremos nada de nada, será una sombra durante toda la película. Tampoco hay grandes momentos que nos sorprendan o nos diviertan; el tono es más bien discreto y los instantes más logrados son demasiado escasos.

Con todo esto, la película se hace excesivamente larga, que es de lo peor que se puede decir de una película.

Eso sí, es un placer contemplar en acción a Robert De Niro. Su trabajo es excelente y consigue hacer creíble a un personaje difícil y extremo como el suyo. También Jerry Lewis, alejado de sus muecas y excesos de sus películas cómicas, me gustó mucho, con la sola pega de la voz del doblaje castellano.

Algunos pueden ver en El rey de la comedia una crítica del sueño americano, de la obsesión con la fama y el éxito. En principio, ese parece ser el mensaje. Lo comprendería si Pupkin fuera una persona normal a la que el ansia de éxito le lleva a extremos inexcusables. Pero como es un tipo claramente perturbado, sus actos pueden explicarse sencillamente por ese desequilibrio; no reacciona de manera normal porque no está en sus cabales.

En definitiva, una película diferente de Scorsese que considero que no está entre lo mejor de su carrera. Tiene el atractivo de contarnos una historia curiosa, aunque pienso que no del todo bien desarrollada.

domingo, 3 de abril de 2022

Slumdog Millionaire



Dirección: Danny Boyle y Loveleen Tandan.

Guión: Simon Beaufoy (Novela: Vikas Swarup).

Música: A. R. Rahman.

Fotografía: Anthony Dod Mantle.

Reparto: Dev Patel, Freida Pinto, Madhur Mittal, Anil Kapoor, Irrfan Khan, Ayush Mahesh Khedekar, Tanay Hemant Chheda, Rubina Ali, Tanvi Ganesh Lonkar, Azharuddin Mohamed Ismail, Ashutosh Lobo Gajiwala, Saurabh Shukla, Mia Drake.

Jamal Malik (Dev Patel) está a punto de ganar veinte millones de rupias en el concurso "¿Quién quiere ser millonario?". Sospechando que está haciendo trampas, la policía lo detiene para interrogarlo.

Sin duda, Slumdog Millionaire (2008) será recordada por la acaparación de Oscars conseguidos, nada menos que ocho: mejor película, mejor director (Danny Boyle), mejor guión adaptado, mejor banda sonora, mejor canción original (Jai Ho de A. R. Rahman), mejor fotografía, mejor montaje y mejor sonido. Se sitúa así al nivel de La ley del silencio (Elia Kazan, 1954), De aquí a la eternidad (Fred Zinnemann, 1953) o Amadeus (Milos Forman, 1984), al menos en premios, que no en calidad.

Lo primero que se me viene a la cabeza es que se trata de una película que va claramente de más a menos. El comienzo es alentador, con personalidad y originalidad; desgraciadamente no se logra mantener ese nivel y la historia va perdiendo fuerza conforme nos acercamos al final.

La primera mitad de la historia, la parte que comprende la infancia y adolescencia de los protagonistas, es sencillamente maravillosa. El ritmo narrativo, la compenetración perfecta del interrogatorio de Jamal con la historia de su vida y su participación en el concurso, la espléndida fotografía, la cruda visión de los suburbios de la India... todo ello convierte esta parte de Slumdog Millionaire en un espectáculo sobrecogedor y emocionante que nos sorprende por su crudeza y también por cierta belleza y grandiosidad que nos demuestra que la vida, aún la más miserable, contiene también su dosis de fascinación, de fuerza y de esperanza.

El retrato que se hace de la India, en todo caso, es descorazonador. El escaso valor de la vida, incluso de los niños, explotados sin piedad, y la miseria en que viven las clases bajas te deja un sabor tremendamente amargo. Si la realidad es tal como se describe en el film, creo que los políticos y autoridades del país debieran hacer un profundo acto de reflexión y enmienda.

Sé que no debe ser sencillo mantener este nivel a lo largo de todo el metraje, pero también soy consciente de que la segunda parte es tan inferior a la primera que parecen escritas por manos diferentes. La historia ahora se vuelve muy previsible y ya pierde por completo la capacidad de sorprendernos y emocionarnos. Es un relato plano donde nos anticipamos siempre a lo que va a suceder, con lo que la emoción e intensidad del comienzo se desvanecen.

Pero además, la historia de amor entre Jamal y Latika (Freida Pinto) tampoco consigue arreglar las cosas. Parece un producto enlatado, estereotipado, a parte que no se percibe química entre Dev Patel y Freida Pinto. 

Pero quizá lo peor de todo es la impresión de que la historia ha perdido autenticidad y que el guión tan solo busca conmovernos utilizando cualquier método a su alcance. Y en esto se percibe una ausencia de originalidad alarmante. Y como adivinamos el desenlace sin demasiado esfuerzo, el tramo final de la película es banal y con un tufo a manipulación. Toda la grandeza del comienzo se convierte en un intento de final feliz y redentor bastante normalito.

En cuanto al reparto, me ha parecido de lo más acertado, incluidos los niños que dan vida a los protagonistas en su infancia, llenos de expresividad y una naturalidad desbordantes. Quizá Freida Pinto me parezca excesivamente hermosa para el papel; se asemeja demasiado a una princesa o a una top model como para ser creíble. Por eso, Dev Patel, a su lado, parece poca cosa, como mucho más joven y su relación choca un poco. Al menos, esa fue mi percepción. 

Danny Boyle me sorprendió gratamente en la dirección. Me parece que, dentro de esa moda de la cámara "nerviosa", supo darle dinamismo a la historia sin resultar muy mareante. Sus encuadres, sus movimientos de cámara me parecieron los idóneos, al menos en la primera mitad, creando un ritmo muy conseguido que hacía avanzar el relato perfectamente.

Dentro de su desequilibrio, Slumdog Millionaire es una película interesante. Quizá los excesivos premios puedan hacer que quien la vea por primera vez espere una obra maestra, y no lo es. Es un film ambicioso, con muy grandes momentos, sin duda, pero que quizá no supo encontrar el equilibrio. Creo que si no hubiera buscado desesperadamente el típico final feliz, si no hubiera cargado las tintas con algunos personajes y situaciones, el resultado hubiera parecido más auténtico.