El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

domingo, 23 de enero de 2022

Soldado azul



Dirección: Ralph Nelson.

Guión: John Gay (Novela: Theodore V. Olsen).

Música: Roy Budd.

Fotografía: Robert B. Hauser.

Reparto: Candice Bergen, Peter Strauss, Donald Pleasence, John Anderson, Jorge Rivero, Dana Elcar, Bob Carraway, Martin West.

Camino de Fuerte Reunión, un destacamento de caballería, con el que viaja Cresta Lee (Candice Bergen), una mujer blanca que ha estado prisionera de los cheyenes y que va a reunirse con su prometido, es atacado por los indios. Solo la mujer y el soldado Honus Gent (Peter Strauss) sobreviven.

El western clásico había muerto y en los años setenta las películas del oeste abordaron el género de un modo muy diferente. Es lo que se llamó western revisionista que, aprovechando la nueva mentalidad de la época, ponía abiertamente en cuestión la imagen que se había trasmitido de manera más o menos generalizada de los indios salvajes y la labor "civilizadora" de la colonización blanca. Soldado azul (1970) se inscribe en esa corriente y de un modo claro opta por un posicionamiento en favor de los indios americanos. 

Aunque quizá fuera más justo afirmar que se decanta claramente por la paz; pues, si bien es cierto que el final es una crítica sin paños calientes a la barbarie blanca en su exterminio de los indios, también es verdad que, en el ataque cheyene del comienzo, los indios matan sin piedad a los soldados, incluso cuando el capitán enarbolaba la bandera blanca.

A pesar de estos mensajes pacifistas, la película se centra en su mayor parte en la relación que se establece entre Cresta y Honus mientras intentan llegar a Fuerte Reunión tras la aniquilación del destacamento. Honus es un joven ingenuo y con escasa experiencia en la vida y en el ejército. Cresta es todo lo contrario: su vida con los cheyenes le ha dado experiencia y una buena dosis de realismo, de manera que no es la frágil damisela que se podría esperar y es ella la que sabe lo que hay que hacer para sobrevivir en medio de la nada. Si por Honus fuera, no llegarían muy lejos.

Como es de esperar, el viaje va uniendo a los dos personajes, que terminan enamorándose. Sin embargo, ello no deja de resultar anecdótico. Soldado azul no busca contar una bonita historia de amor, sino el camino hacia la madurez de Honus y como, de la mano de Cresta, va saliendo de su ingenuidad y cambiando su manera de pensar y de ver las cosas. Cuando termine su periplo, Honus será otra persona y el ataque al poblado cheyene por parte de su propia unidad será la última y cruda lección con la que perderá para siempre su candidez.

Honus podría ser, en cierto modo, una metáfora de la propia sociedad norteamericana, que a finales de los sesenta rompe con la América idílica y próspera de los cincuenta y empieza a replantearse todo: la moral tradicional, la familia, la prosperidad y hasta el patriotismo, con la guerra en Vietnam por el medio.

A nivel formal, la película responde claramente a la moda de aquellos años, lo que nos sirve para ver los gustos del momento y, al tiempo, agradecer que algunas de esas señas de identidad se hallan quedado en el olvido, como esa manía de acompañar algunas escenas con una música un tanto empalagosa adornada con una voz femenina que articula sonidos angelicales. O esa extraña mezcla de drama con algunas notas de comedia que, particularmente, me parece un tanto absurda, perjudicando el propio discurso de la historia.

Junto a todo ello, una violencia mucho más explícita empieza a tomar la pantalla sin ningún reparo. Es cierto que hoy en día queda muy artificial, pero eran los medios con los que se contaba entonces y Ralph Nelson parece encontrar cierto gusto en mostrar sangre en abundancia y detalles bastante macabros. El culmen lo encontramos en el ataque al poblado indio, verdadera exhibición de crueldad que aún en la actualidad sigue pareciéndome excesiva y muy desagradable. 

En el reparto hay que destacar sin duda alguna a Candice Bergen, que no solo derrocha belleza, sino que está absolutamente convincente. Peter Strauss mantiene el tipo y aunque su aparición es breve, me quedo también con el bueno de Donald Pleasence, un secundario con galones.

Soldado azul no es un western redondo, aunque hemos de reconocer que Ralph Nelson logra mantener el interés con cierta eficacia, y eso que casi todo el peso de la historia recae solamente en los dos protagonistas y que se trata de un film con escasa acción, concentrada en el principio y el final. Más que como una gran película, Soldado azul tiene relevancia en cuanto a su posicionamiento en la evolución del género y como reflejo de los cambios de mentalidad que tuvieron lugar en aquella época.

sábado, 15 de enero de 2022

Wellcome Home



Dirección: George Ratliff.

Guión: David Levinson.

Música: Bear McCreary.

Fotografía: Shelly Johnson.

Reparto: Aaron Paul, Emily Ratajkowski, Riccardo Scamarcio, Katy Louise Saunders, Alice Bellagamba, Francesco Acquaioli, Daphne Alexander.

Con problemas en su relación, Brian (Aaron Paul) y Cassie (Emily Ratajkowski) parten a Italia de vacaciones con el fin de arreglar la situación. Nada más llegar, conocen a Federico (Riccardo Scamarcio), su vecino, que despierta los recelos de Brian.

Últimamente resulta bastante complicado encontrar un thriller bien construido. En general, todos parecen moverse en terrenos muy vistos, con escasos signos de originalidad y buscando más los efectos puntuales que un relato sólido. Wellcome Home (2018) se mueve, por desgracia, por esos derroteros.

Quizá lo peor de todo es que desde el principio, cuando descubrimos al vecino que espía a la pareja protagonista con una sofisticada instalación de cámaras ocultas, podemos adelantarnos casi sin margen de equivocación sobre lo que va a suceder de ahí en adelante hasta el final. Anticipamos sin problema el lento acoso de Federico, como va logrando sus propósitos mientras Brian y Cassie ignoran por completo lo que está haciendo. Esto, naturalmente, le resta bastante emoción a la película. Tan solo nos queda esperar a ver que sorpresas nos depara el guión en el desenlace, pues estamos convencidos que un producto así no puede dejar de recurrir a ciertos giros sorprendentes, en la tradición de los thrillers menos elaborados, y tal vez algún detalle más o menos picante aprovechando la presencia de la espectacular Emily Ratajkowski.

Sin margen de error, conforme avanza la historia vamos comprobando lo acertado de nuestras predicciones, con cierta moralidad un tanto sorprendente pues, a pesar de los peores augurios, Federico no llegará a consumar sus deseos sexuales con la joven Cassie.

Wellcome Home tiene un desarrollo bastante plano, sin que el director consiga ni un ritmo aceptable ni un nivel de tensión que lo amortigüé, debido sobre todo a lo previsible y limitado del argumento, que además por momentos también resulta muy poco creíble. ¿Es normal abrir las puertas de tu casa a un desconocido?, ¿es lógico que Brian le cuente a Federico sus problemas de pareja sin conocerlo de nada? Demasiadas incongruencias para que nos tomemos muy en serio todo el planteamiento.

El trabajo de los actores es bastante correcto, tanto por parte de Aaron Paul como de Emily y también de Riccardo Scamarcio, que da vida con bastante solvencia al típico villano medio pirado tan común en este tipo de historias.

Lo curioso en esta ocasión es que lo mejor de todo está en la esperada sorpresa final. Sabíamos que habría un último truco pero, al contrario que sucede en otras películas que ese momento suele ser chapucero y tramposo, aquí resulta ciertamente original y deja una sombra de duda acerca de impunidad final de los protagonistas, acorde con esa moralidad que recorre el film y donde un par de asesinatos no deberían quedar sin castigo. Y al mismo tiempo nos advierte del peligro de ciertos contenidos de internet, donde la vida privada puede quedar expuesta para cualquiera. Hay un malicioso sentido del humor negro en este final sorpresa.

Sin embargo, en su conjunto, Wellcome Home no deja de ser un film menor, muy escaso de originalidad, de recursos y de ritmo. Es de esas películas que parecen hechas a base de tópicos sin demasiada ambición.

miércoles, 12 de enero de 2022

Cita con la muerte



Dirección: Michael Winner.

Guión: Anthony Shaffer, Michael Winner y Peter Buckman (Novela: Agatha Christie).

Música: Pino Donaggio.

Fotografía: David Gurfinkel.

Reparto: Peter Ustinov, Lauren Bacall, Carrie Fisher, John Gielgud, Piper Laurie, David Soul, Hayley Mills, Nicholas Guest, Jenny Seagrove, Valerie Richars, John Terlesky, Michael Craig.

Tras alterar el testamento de su difunto marido para heredar su fortuna ella sola, la señora Boynton (Piper Laurie) comienza a ejercer su autoridad tiránica sobre sus hijastros. Sin embargo, durante un viaje por Oriente, la viuda será asesinada. 

Cita con la muerte (1988) me parece la peor adaptación de una novela de Agatha Christie llevada al cine que he visto. Un cúmulo de errores de principio a fin que desaprovecha por completo sus posibilidades.

Las novelas de Agatha Christie presentan siempre situaciones un tanto rebuscadas y suelen ser bastante sencillas en cuanto a sus planteamientos y desarrollo, es cierto. Sin embargo, se podría haber realizado un mejor trabajo de adaptación.

Este tipo de argumentos, donde casi todo el interés reside en el desenlace, en descubrir al asesino, tienen que tratarse con sumo cuidado, pues se corre el riesgo de que entre el crimen y su solución tengamos un desarrollo sin mucho atractivo y que el desenlace sea un apaño que nos desilusione por completo. El problema de Cita con la muerte es que el desarrollo es muy flojo y el desenlace carece de brillantez.

Para empezar, los personajes son presentados de manera un tanto burda y lo que consigue es que nos cueste tomar en serio a los protagonistas: hijastros sin personalidad, la viuda de una maldad absoluta, lady Westholme (Lauren Bacall) como sacada de una opereta y hasta Poirot parece un simple esbozo, sin la personalidad tan marcada que suele ser habitual en él. No son personajes que podamos tomar del todo en serio por su simplicidad.

Pero lo peor es que todo el desarrollo parece igualmente simplista y hasta precipitado. Algunas escenas se terminan de manera brusca, dando la impresión de que todo está demasiado acelerado, como si no se hubieran tomado el tiempo necesario para construir la historia y primara la concisión extrema. Ello es evidente en la investigación de Poirot para encontrar al culpable: le llega con unos interrogatorios muy superficiales sobre el lugar y la hora en donde estaban los sospechosos para llegar de manera demasiado sencilla a la resolución del caso.  

El desenlace tampoco desentona con el nivel de general y cuando se desvela la identidad del culpable tenemos una sensación de que resulta muy forzado, tanto por la persona como por cómo lo descubre Poirot. De nuevo, la precipitación, la falta de un desarrollo más elaborado penaliza terriblemente al film.

El trabajo de los actores tampoco resulta muy lucido. Es verdad que contamos con Peter Ustinov, Lauren Bacall, Piper Laurie, Carrie Fisher o John Gielgud, en teoría un elenco de garantía, pero parecen contagiados de la superficialidad general y actúan sin nervio. El resto, bastante desconocidos, simplemente no tiene la calidad suficiente.

Cita con la muerte no alcanza una calidad mínima para que la salvemos de la quema. Resulta un film totalmente desaprovechado. Puede que este tipo de intrigas no tengan mucho recorrido, pero ha habido adaptaciones bastante meritorias de otras novelas de Agatha Christie como para que nos demos cuenta de que en esta ocasión nada se ha hecho con sentido, limitándose a una producción rutinaria, precipitada y plana.

viernes, 7 de enero de 2022

Érase una vez en América



Dirección: Sergio Leone.

Guión: Sergio Leone, Leonardo Benevenuti, Piero de Bernardi, Enrico Medioli, Franco Arcalli y Franco Ferrini.

Música: Ennio Morricone.

Fotografía: Tonino Delli Colli.

Reparto: Robert De Niro, James Woods, Elizabeth McGovern, Tuesday Weld, William Forsythe, Treat Williams, Jennifer Connelly, Burt Young, Joe Pesci, Danny Aiello, Clem Caserta, James Russo, Mario Brega, Scott Tiler, Rusty Jacobs.

A comienzos del siglo XX, en el barrio judío de Nueva York, David "Noodles" Aaronson (Scott Tiler), un ladrón adolescente, conoce a Max Bercowicz (Rusty Jacobs), otro joven delincuente. Ambos se harán inseparables y pronto comenzarán a prosperar en el mundo del crimen.

Érase una vez en América (1984) es la obra más ambiciosa de Sergio Leone, que se había ganado fama internacional con el espagueti western, y finalmente su última película, pues murió de un infarto en 1989 sin llegar a estrenar nada más.

Según muchos críticos, se trata de una obra maestra, un film hermoso y triste que sitúan entre los mejores de su género. Sin duda, creo que es el mejor del director, lo cual tampoco es mucho decir pues, desde mi punto de vista, Sergio Leone es uno de los directores más sobrevalorados del cine.

Para empezar, tomó los clichés más absurdos del cine del oeste y convirtió sus películas en caricaturas del género. Me duele ver como en sus manos, un género que dejó obras maestras inmortales se convertía en un subproducto infumable.

Érase una vez en América es un proyecto grandioso. Sus 225 minutos de duración, con un intermedio para alivio del espectador, ya lo anuncian sin género de dudas. Y Leone, en su línea, no repara en medios para crear un envoltorio de lujo para su historia de un grupo de amigos judíos que se labran su futuro desde la infancia metiéndose de lleno en el mundo del hampa.

Uno de los aspectos que percibimos nada más empezar la película es la cuidada puesta en escena, en especial cuando la historia transcurre en el barrio judío de Nueva York a principios del siglo XX. Decorados, vestimenta, atrezo... todo está perfectamente orquestado para que nos sintamos en medio de las calles de la ciudad en aquella época. También merece destacarse la labor de maquillaje, pues el film abarca la vida de los protagonistas desde la juventud a la edad madura y en muchas películas este detalle no suele estar bien resuelto; en el film de Leone, la caracterización de los personajes en su edad adulta está perfectamente conseguida. La única pega es el tema de la sangre, un tanto excesiva por momentos y no del todo convincente. En estos apartados, hemos de reconocer que a Érase una vez en América no se le puede reprochar casi nada.

También el reparto resulta bastante correcto en líneas generales. Contar con Robert De Niro (Noodles de adulto) es un plus, sin duda, si bien tampoco creo que sea su mejor trabajo; James Woods (Max adulto) me ha gustado mucho más, no sé si por el hecho de que su personaje fuera mucho más interesante que el de Noodles. Quizá también flojea un poco en algunos de los secundarios, que parecen sacados de un mal film de serie B. Pero tampoco en el aspecto del elenco podemos encontrar las mayores debilidades de la película.

Donde Érase una vez en América resulta decepcionante es en su argumento, a pesar de contar con nada menos que seis guionistas para montar la historia. Y es que aquí nos volvemos a encontrar con unos de los puntos más endebles del director, un manierista obsesionado por las formas pero incapaz de dotar de profundidad a sus películas.

Se mire como se mire, el argumento de la película hace aguas por muchas partes. No sólo algunos detalles resultan un tanto inverosímiles, como que Max, una vez convertido en el secretario Bailey, pueda permanecer oculto durante tantos años, sino que toda la historia de la traición de Max parezca sacada de una telenovela barata. Leone recurre a lo más retorcido, jugando con el espectador hasta los minutos finales para sacarse de la manga un truco de prestidigitador con el que justificar e intentar cerrar el relato de manera espectacular. La verosimilitud, como se ve, se queda para otra ocasión.

Pero no solo la historia está cogida con alfileres, quizá el mayor defecto de la película es que, pesar de su extensión, comprobamos que los personajes principales son puramente superficiales. No conocemos nada de sus familias (salvo la de Max, hacia el final), por ejemplo, o cómo empezaron en el mundo de la delincuencia. El tema de la amistad de Noodles y Max, y sus otros compañeros, daba sin duda para muchísimo más, pero no conocemos apenas nada de ellos, más allá del amor de Noodles hacia Deborah (Jennifer Connelly/Elizabeth McGovern) y los arrebatos de ira de Max. Esto provoca cierto distanciamiento con sus peripecias y el tema de la traición de Max pierde gran parte de su potencial al estar narrado de manera un tanto rígida y presentarse de modo teatral, pero sin alma, debido a que no se llegó a profundizar en la amistad entre Max y Noodles para que pudiéramos vivir más intensamente ese momento crucial.

Incluso, los protagonistas tienden a caernos mal. Max es un loco egoísta, un tipo frío al que se le teme y Noodles, a pesar de ciertos pasajes en que parece humanizarse, es un tipo que no duda en violar salvajemente a la mujer a la que dice amar, con lo que se convierte en ese instante en un ser repulsivo. No sé si era lo que pretendía Sergio Leone o si, dejándose llevar por el efectismo y cierta tendencia a la crudeza (algunas muertes son excesivamente explícitas y violentas) y el sensacionalismo (desnudos femeninos gratuitos), se le fue un tanto la mano en ese detalle.

Un aspecto que se suele destacar de la película es la banda sonora, con algunos temas muy hermosos, es cierto. El problema es que Sergio Leone de nuevo utiliza este recurso de manera abusiva, buscando en todo momento crear un clima sensiblero artificialmente por medio de la música o una puesta en escena demasiado preciosista. El momento del baile de Deborah siendo niña, en la trastienda del bar de sus padres, mientras Noodles la observa fascinado, es tan bonito como uno quiera verlo, pero no deja de resultar una puesta en escena demasiado artificiosa. Es el ejemplo perfecto de esa obsesión del director por crear momentos únicos a base de añadir efectos, de luz, de color, de música, mientras el alma de la película se queda en casi nada.

Érase una vez en América es un film que se deja ver, es verdad, pero que no resiste ni comparaciones ni un análisis riguroso. Es un elaborado paquete de regalo sin casi nada dentro.

miércoles, 5 de enero de 2022

El rebelde orgulloso



Dirección: Michael Curtiz.

Guión: Lillie Hayward y Joseph Petracca (Historia: James Edward Grant).

Música: Jerome Moross.

Fotografía: Ted D. McCord.

Reparto: Alan Ladd, Olivia de Havilland, Dean Jagger, David Ladd, John Carradine, Cecil Kellaway, James Westerfield, Harry Dean Staton, Henry Hull, Tom Pittman.

El pequeño David (David Ladd) pierde el habla cuando ve como matan a su madre durante la Guerra de Secesión. Una vez terminado el conflicto, su padre John Chandler (Alan Ladd) parte con el niño en busca de un médico que pueda curarlo.

Lo primero que debería hacer es avisar tanto a los amantes del western como a los que no lo son que El rebelde orgulloso (1958) es más un drama que un film del oeste. Salvo por estar ambientado en los años que siguieron a la Guerra de Secesión, por todo lo demás se asemeja más a una película de Douglas Sirk que a una de John Ford.

El rebelde orgulloso cuenta un drama sencillo y quizá ahí reside su debilidad. Tanto la historia del trauma de David como el conflicto con los Burleigh se presentan y se desarrollan de manera un tanto simplista y, en el caso de los Burleigh, sin matices: esta familia de ganaderos son malos, sin más. Ello resta fuerza al drama, pues parece todo demasiado teatral y los protagonistas se quedan a un nivel muy superficial.

La relación del padre y el niño, a la que se suma Linnett (Olivia de Havilland) cuando los acoge en su rancho, tiene todos los elementos clásicos del dramón más ortodoxo. Pero falta quizá más mano izquierda, no presentarlo de manera tan básica y, además, tan predecible. Por mucho que el guión intente cargar las tintas en el problema familiar, se adivina el final feliz en todo momento, con lo que la historia avanza sin demasiada emoción.

Incluso la relación entre John y Linnett se queda en muy poca cosa, sin que la supuesta relación afectiva que creemos que puede surgir entre ambos pase de un par de miradas.

Michael Curtiz intenta dignificar la historia con una puesta en escena eficaz y con algunos momentos de cierta belleza formal, pero tampoco puede sacar mucho más de unos personajes y una situación tan limitados. La sensación, a veces, es la de una sucesión de escenas un tanto teatrales que empujan a los personajes hacia un desenlace bastante predecible.

Alan Ladd comparte protagonismo con su hijo David y una madura Olivia de Havilland que, en un ejercicio de cierto realismo que se agradece, aparece sin maquillar, aportando quizá la nota más auténtica de la película.

El rebelde orgulloso es un film mediocre que no aporta nada especialmente reseñable ni al western ni al drama familiar. 

Odessa



Dirección: Ronald Neame.

Guión: Kenneth Ross y George Markstein (Novela: Frederick Forsyth).

Música: Andrew Lloyd Webber.

Fotografía: Oswald Morris.

Reparto: John Voight, Maximilian Schell, Maria Schell, Mary Tamm, Derek Jacobi, Peter Jeffrey, Klaus Löwitsch.

En 1963, un judío anciano se suicida en Hamburgo. Su diario, donde relata su estancia en un campo de prisioneros en Riga durante la Segunda Guerra Mundial, cae en manos de Peter Miller (John Voight), un periodista que, tras leerlo, se obsesionará con capturar al capitán al mando de ese campo, el carnicero Eduard Roschmann (Maximilian Schell). 

Con una base real, pues la organización Odessa, dedicada a proteger a militares nazis en la postguerra procurándoles nuevas identidades, realmente existió, la película Odessa (1974) se basa en uno de los bestsellers de Frederick Forsyth, escritor especializado en novelas de intriga con base política y cuya primera novela El día del Chacal, otro gran éxito, también se había llevado al cine en 1973 con el título Chacal (Fred Zinnemann).

Lo más interesante de este thriller es sin duda el sólido guión en que se asienta. Se nota que hay un trabajo de investigación minucioso en el origen de la historia, que se presenta con un aire de autenticidad elogiable, si bien en algunos pasajes tenemos cierta sensación de casualidad demasiado evidente. A pesar de ello, sin duda Odessa contiene suficientes elementos para que, a pesar de su duración, nos mantenga en vilo durante todo el metraje. Las peripecias Miller, siempre jugando en el filo de la navaja y con la red Odessa siguiéndole los pasos, nos garantizan una tensión constante. 

Pero Odessa también resulta más que interesante por la denuncia de la supervivencia de una red de antiguos nazis que seguían alimentando sus locas ideas y no habían renunciado a ninguna de sus aspiraciones a pesar de la derrota.

Incluso la sorpresa argumental final encaja con naturalidad en la historia y, a pesar de lo sorprendente de la misma, no me pareció un recurso efectista barato como suele suceder a menudo en películas con un guión menos preciso que este.

El desenlace puede pecar de precipitado, es cierto, pero tampoco veo un gran interés en prolongarlo más, una vez que ya se ha resuelto todo el misterio.

Quizá técnicamente el film no sea del todo brillante, en especial la fotografía, así como que uno tiene la sensación de que tal vez en manos de otro director el resultado hubiera podido ser mejor. Odessa no puede negar su filiación británica ni el momento en que se rodó, lo que nos proporciona un relato que parece más verídico que si se tratase de una producción norteamericana, pero en donde se pierde algo de ritmo y de intensidad dramática.

Y tampoco cuenta con un gran reparto, si bien John Voight realiza un trabajo correcto, aunque yo destacaría por encima de todos a Derek Jacobi en su breve aparición, actor que se haría famoso más adelante como el emperador Claudio en la serie británica Yo, Claudio (1976). La actriz Maria Schell, que da vida a la madre de Peter Miller, era hermana de Maximilian Schell.

Es interesante señalar cómo en aquellos años setenta del siglo XX el tema de los nazis escapados de la justicia adquirió cierta notoriedad en el cine, pues además de Odessa recuerdo títulos como Marathon man (John Schlesinger, 1976) o Los niños del Brasil (Franklin J. Schaffner, 1978).

Sin ser un film redondo, Odessa resulta un thriller honesto y bien construido que denuncia la pervivencia de la ideología nazi y cómo los viejos criminales de guerra había lavado su imagen pero seguían con sus viejos sueños y sus odios viscerales.

sábado, 1 de enero de 2022

Reencuentro



Dirección: Lawrence Kasdan.

Guión: Barbara Benedek y Lawrence Kasdan.

Música: Varios.

Fotografía: John Bailey.

Reparto: Tom Berenger, Kevin Kline, Glenn Close, William Hurt, Jeff Goldblum, Meg Tilly, JoBeth Williams, Mary Kay Place, Jonathan Kasdan.

El suicidio de un amigo reúne tras mucho tiempo a un grupo de compañeros de los tiempos universitarios que se habían ido distanciado con el paso de los años.

Me gusta el tema de la película: el reencuentro de viejos amigos tras varios años y ver cómo les ha ido en la vida, cómo han madurado. Es un tema que me atrae, por asuntos de nostalgia, de comprobar el efecto del paso del tiempo, el desgaste inevitable de la vida.

Creo que el planteamiento básico de Kasdan es correcto. Huye de la sensiblería y procura un acercamiento lo más realista posible a un tema delicado como el del suicidio. No desvela las cartas de golpe, sino que va desenredando el ovillo paulatinamente, lo que contribuye a mantener viva la llama, a no agotarse ni tener que acudir a rellenos. 

El núcleo central de Reencuentro (1983) es ver cómo han madurado eso antiguos compañeros de universidad, en qué se han convertido sus vidas, si su vieja amistad sigue en pie a pesar del paso del tiempo y, como no, comprobar en qué se han quedado sus sueños de juventud, su rebeldía. El resultado es agridulce: la amistad ha sobrevivido, pero la amargura, el desencanto, cierta frustración ha reemplazado su vitalidad anterior. Los que han triunfado no se sienten especialmente realizados, como Sam (Tom Berenger) que, a pesar de su fama como actor de éxito, no se siente muy orgulloso de su trabajo. Otros, como el difunto Alex o Nick (William Hurt) no han sabido adaptarse a la sociedad y han desperdiciado su talento en busca de algo que no encontraron. Meg (Mary Kay Place) ha descubierto que lo que más desea en la vida es ser madre, pero no tiene pareja ni perspectivas de tenerla.

En general, ninguno de ellos parece haber encontrado la felicidad. La muerte de Alex, sin embargo, puede ayudarles a establecer ciertas prioridades de manera definitiva y a intentar cambiar el rumbo de sus vidas. 

Todo ello está bien pensado. Pero hay algo que de alguna manera no termina de funcionar. Es difícil de explicar, porque nada desentona abiertamente, pero sí que notaba que yo no terminaba de adentrarme en la historia, como si la contemplara desde la butaca, siempre con cierta separación.

Puede que el intento de no ahondar en los aspectos más sentimentales del drama termine por restarle a Reencuentro parte de la emoción. Es un asunto complicado lograr el equilibrio entre emoción y mesura y en esta ocasión la balanza se inclina más del segundo aspecto. También sentí cierta artificiosidad en la relación de los amigos, comportamientos que no parecían del todo consecuentes con el momento, lo que no deja de ser una apreciación muy personal.

El caso es que me faltó más compenetración con el desarrollo de la historia. Por ejemplo, la banda sonora me parece muy buena, con temas de The Rolling Stones, Aretha Franklin, The Beach Boys, Credence Clearwater Revival o Marvin Gaye, pero creo que Kasdan abusa de ella y cada vez que sonaba un tema tenía una sensación de artificio, lo que volvía a incidir en mi distanciamiento con el tema de la película.

El reparto es muy bueno, con una Glenn Close magnífica que fue nominada al Oscar. Sin embargo, no todos me parecieron a su altura. Tanto Kevin Kline como Jeff Goldblum me resultaban algo forzados por momentos y Meg Tilly tampoco me pareció del todo convincente.

Lo que definitivamente creo que es lo menos logrado de Reencuentro es el desenlace en el que Kasdan parece querer cuadrar las aspiraciones insatisfechas de los protagonistas. Todos los protagonistas, de repente, encuentran una salida a sus dudas, a sus aspiraciones no cumplidas, incluso con algún detalle un tanto "curioso", como que Sarah (Glenn Close) convenza a su marido Harold (Kevin Kline) para que ayude a Meg a ser madre. Me pareció un intento demasiado artificial el componer un final feliz que, desde mi punto de vista, no era tampoco necesario. La vida raramente es perfecta: soñamos un futuro que no termina de encajar con nuestros deseos; el día a día no es fácil y la rutina y el cansancio van minando las fuerzas. El final de Reencuentro parece ir, de manera un tanto teatral, en contra de la lógica. Podría ser que la muerte de Alex y la reunión de los amigos pudiera cambiar el futuro de alguno de ellos, pero de todos y al mismo tiempo...

A pesar de considerar que Reencuentro no es un film redondo y que no aprovecha todo su potencial, creo que merece la pena, aunque sólo sea por tratarse de una propuesta original, que se desvía un poco del camino más comercial del cine actual y propone una reflexión sobre temas tan importantes como la amistad, los sueños y la vida en general. 

Como curiosidad, el actor que encarnaba a Alex, el suicida, era Kevin Costner, aunque las escenas en que aparecía finalmente fueron suprimidas del montaje.