El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

viernes, 21 de julio de 2017

Perversidad



Dirección: Fritz Lang.
Guión: Dudley Nichols (Novela: Georges de La Fouchardière y André Mouézy-Éon).
Música: Hans J. Salter.
Fotografía: Milton Krasner.
Reparto: Edward G. Robinson, Joan Bennett, Dan Duryea, Jess Baker, Margaret Lindsay, Rosalind Ivan, Samuel S. Hinds, Vladimir Sokoloff.

Después de recibir un homenaje de su jefe por sus leales servicios durante veinticinco años en la empresa, Christopher Cross (Edward G. Robinson) regresa a su domicilio y observa a un hombre pegando a una mujer. Se trata de una hermosa joven, Kitty (Joan Bennett),  por la que Cross se sentirá inmediatamente atraído.

Tras el éxito de la magnífica La mujer del cuadro (1944), Fritz Lang filma esta película con el equipo de ese film y los mismos tres protagonistas. Sin embargo, Perversidad (1945) es una obra mucho más sombría y pesimista, con un final terrible que no salva a nadie.

En esencia, Perversidad es el relato de la caída a los infiernos de un buen hombre, el apocado y humilde Chris Cross, empleado ejemplar y pintor aficionado, por culpa del amor por una mujer manipuladora y mentirosa. Cross, que confiesa a un amigo que nunca ha sido amado por una hermosa mujer, cree haber encontrado su redención al conocer a Kitty, sin saber que el interés de ella por él está motivado tan solo por el deseo de aprovecharse de su ingenuidad para conseguir dinero para su novio Johnny (Dan Duryea), un chulo que vive de lo que ella pueda conseguir.

Cross, seducido por las mentiras de Kitty, creyendo que ella lo ama sinceramente, no duda en ir corrompiéndose progresivamente, robando dinero en su empresa, a su mujer y llegando incluso a fantasear con librarse de ella para poder casarse con Kitty. La película es una despiadada visión de la corrupción del alma humana víctima del deseo. Es terrible comprobar como un corazón noble se va pudriendo por un sueño, una ilusión de felicidad por la que no duda en traicionarse a sí mismo.

El motor del drama que termina con los tres protagonistas será la mentira. Cross finge ser un famoso pintor, temiendo desilusionar a Kitty, que niega tener novio y finge quererlo para poder sacarle el dinero que le exige Johnny, que se hace pasar por el novio de una amiga de Kitty para poder mantener el engaño en pie.

Fritz Lang se apoya en la poderosa fotografía de Milton Krasner para expresar la progresiva ruina de Cross, fotografía que se va oscureciendo hasta las demoledoras escenas finales, donde los contrastes acusados, las sombras amenazadoras recuerdan los orígenes expresionistas del director, construyendo un universo lúgubre que parece devorar al protagonista, atormentado sin remedio por la culpa y el dolor.

Perversidad es cine negro, sí, pero un tanto original. Y es que Kitty, la mujer fatal de la historia, no es una malvada típica. Su engaño está motivado por su amor incondicional por Johnny. Y Johnny tampoco parece ser más que un caradura que intenta vivir sin dar golpe. Su castigo, a todas luces es injusto, como excesivo parece el destino de Kitty. Sin embargo, es como si una fuerza superior los arrastrara al desastre. Parece, salvando las distancias, una tragedia clásica, donde los personajes no logran dominar sus impulsos, sus vicios, sus mentiras, que crecen hasta que son imposibles de parar.

En el debe de la película, quizá una duración excesiva, con algunas secuencias que podrían haberse acortado. Quizá ello penalice un tanto el ritmo. Aún así, estamos ante una película única, con el sello de ese cine de la edad de oro de Hollywood que aún pervive con toda su fuerza, a pesar de los años y las modas.

La película es en realidad un remake de La golfa, film de Jean Renoir de 1931.

Alarma en el expreso



Dirección: Alfred Hitchcock.
Guión: Sidney Gilliat y Frank Launder (Novela: Ethel Lina White).
Música: Louis Levy.
Fotografía: Jack Cox.
Reparto: Margaret Lockwood, Michael Redgrave, Dame May Whitty, Paul Lukas, Basil Radford, Naunton Wayne, Cecil Parker.

Durante un viaje, la joven Iris Henderson (Margaret Lockwood) conoce a una simpática anciana, la señorita Froy (May Whitty), que la ayuda a recuperarse de un golpe en la cabeza. Sin embargo, después de despertar de un breve sueño, Iris comprueba que la señorita Froy ha desaparecido y cuando pregunta por ella todos los viajeros y personal del tren insisten en que no han visto a esa mujer.

Alarma en el expreso (1938) es una de las últimas películas de la etapa inglesa de Hitchcock, que gracias al éxito de este film, entre otros, partiría poco después a Estados Unidos, donde filmaría lo mejor de su filmografía.

Sin embargo, su etapa inglesa, si bien limitada en el aspecto técnico y más pobre en líneas generales que la americana, contiene algunas pequeñas joyas, entre las que está Alarma en el expreso, una película que es verdad que acusa no solo el paso del tiempo, sino que también posee un argumento que es difícil tomarse en serio, en especial en cuanto al desenlace. Aún así, Hitchcock demuestra un buen dominio de todos los elementos del film, lidiando con mano firme con las incongruencias del guión y, sobre todo, sabiendo darle un empaque a la historia, más allá del tema principal del espionaje que, eso sí, aporta una interesante intriga con la negación por parte de todos de la existencia de la señorita Froy. Por cierto, la acción transcurre en un país centro europeo imaginario (Vandrika), pero las similitudes con la Alemania nazi parecen notables.

El guión también posee una notable carga cómica, con un sin fin de detalles simpáticos, donde juega con los malos entendidos de corte sexual o se ríe abiertamente de la flema británica, encarnada en dos curiosos personajes secundarios, y llevándola al límite con la secuencia del asalto al vagón del tren al final de la película.

No falta tampoco la historia de amor, que transcurre de un modo fluido al tiempo que los protagonistas intentan aclarar el misterio de la mujer desaparecida, con momentos muy originales, como la pelea en el vagón de equipajes rodeados del atrezzo de un mago.

Alarma en el expreso cuenta también con un buen elenco de actores, de lo mejor de la época en Inglaterra, con una destacada May Whitty y el galán Michael Redgrave, padre de la famosa actriz Vanessa Redgrave.

Estamos por tanto ante un film algo envejecido por el paso del tiempo, es cierto, pero con un encanto innegable que precisamente le aporta su sencillez.

domingo, 16 de julio de 2017

El cabo del miedo


Dirección: Martin Scorsese.
Guión: Wesley Strick (Novela: John D. MacDonald).
Música: Elmer Bernstein y Bernard Herrmann.
Fotografía: Freddie Francis.
Reparto: Robert De Niro, Nick Nolte, Jessica Lange, Juliette Lewis, Robert Mitchum, Gregory Peck, Joe Don Baker, Illeana Douglas.

Max Cady (Robert De Niro) es puesto en libertad tras cumplir catorce años de condena por agresión sexual. Y su única idea es vengarse de su abogado defensor (Nick Nolte), pues mientras estuvo en prisión descubrió que su defensa no había sido todo lo eficaz posible, ocultando pruebas que le podrían haber reducido la condena.

El cabo del miedo (1991) es un remake de la película El cabo del terror (J. Lee Thompson, 1962) y viene a demostrar una vez más el dicho de que segundas versiones nunca fueron buenas, salvo algunas contadas excepciones. Y es que a veces sencillamente no se entiende muy bien el motivo de volver sobre una buena película para ofrecer una versión actualizada que no aporta nada nuevo, además de tener que sufrir la terrible comparación. La única explicación que se me ocurre es un interés monetario además de una falta de ideas.

Y eso que en esta ocasión al frente de la película tenemos nada menos que a Martin Scorsese, que además se rodeó de un elenco de actores de lo mejor de la época, empezando por Robert De Niro, cuando éste aún se tomaba en serio su trabajo, que está soberbio en la piel del villano de turno, componiendo un malvado de los que te pone los pelos de punta. Su trabajo mereció una nominación al Oscar. La otra nominación que recibió la película fue para Juliette Lewis, sin duda la gran sorpresa, con un trabajo impecable a pesar de su juventud. Como guiño a la película de 1962, aparecen también  brevemente Robert Mitchum y Gregory Peck, que encarnaban al criminal y al abogado, respectivamente, en la película de J. Lee Thompson.

Y en realidad, el reparto es lo único destacable de El cabo del miedo, pues todo lo demás es de un nivel bastante elemental, empezando por un guión de lo más previsible y que además no cuida especialmente los diálogos, que resultan bastante vulgares. No es nada complicado ir anticipándonos a los acontecimientos, con lo que la emoción pierde puntos de forma evidente. El único interés, por lo tanto, residirá en disfrutar del buen trabajo de De Niro y Juliette Lewis, un regalo para el espectador.

Incluso el trabajo de Scorsese me pareció de un nivel bastante pobre, ya desde el comienzo, con la presentación de los protagonistas, que se desarrolla de un modo tan rutinario como desganado, con situaciones del todo carentes de interés y conversaciones banales, como si se tratara de un mero trámite que hay que pasar para llegar a lo que realmente parece que le interesa al director: las escenas más dramáticas, donde Scorsese no duda en cargar las tintas intentando que en ellas recaiga todo el peso del drama. Sin embargo, tampoco aquí encuentro que dé en el clavo, pareciéndome en algunas ocasiones que exagera demasiado, como en el disparatado final, una secuencia cargada de excesos donde Scorsese no duda en alargar una intriga inexistente con el fin, imagino, de poner un broche de oro a la historia. ¿El resultado? un final forzado y con algunos detalles incomprensibles.

Y esto me sirve para hacer una pequeña crítica hacia un director que si en los años setenta del siglo pasado nos brindó algunas películas excepcionales, como Taxi Driver o Toro salvaje, luego fue jalonando su carrera con títulos mucho menos interesantes, apoyado en la reputación ganada anteriormente pero que muchas veces resultaban decepcionantes, como es el caso que nos ocupa. Y es que El cabo del miedo no deja de ser un film menor, muy bien arropado en cuanto a actores, pero sin la brillantez que hubiera sido deseable.

domingo, 2 de julio de 2017

La novia de mis sueños



Dirección: Stephen Belber.
Guión: Stephen Belber.
Música: Mychael Danna y Rob Simonsen.
Fotografía: Eric Edwards.
Reparto: Jennifer Aniston, Steve Zahn, Woody Harrelson, Margo Martindale, Fred Ward, Tzi Ma, Katie O'Grady.

Sue (Jennifer Aniston), una vendedora de cuadros baratos, llega al motel que regenta Mike (Steve Zahn) con sus padres para pasar una noche. Inmediatamente, Mike se siente atraído por ella y, contra todo pronóstico, tienen una breve aventura. Cuando Sue se va, Mike no podrá quitársela de la cabeza.

Resultan curiosas algunas vueltas argumentales de las comedias románticas. Puede que se trate de no ser repetitivos, o de darle un toque original a las historias, pero a veces me cuesta tomarme en serio algunas películas. Es lo que me sucede con La novia de mis sueños (2008), que parte de una premisa inicial tan forzada que toda la historia termina resintiéndose de ese comienzo. Y es que Mike no es que sea un tipo tan atractivo como para explicarnos que Sue tenga de pronto un calentón y decida darse un revolcón con un completo desconocido del que debería tener cierto recelo, dada la manera en que se presenta ante ella.

El caso es que tanto en el arranque de la película como en las dos terceras partes de la misma, la historia parece querer recrearse más en lo anecdótico y en la comedia que el romance en sí entre Sue y Mike, que avanza sin mucho sentido entre idas y venidas de un sitio a otro, sin que uno termine de comprender qué puede ver la guapa protagonista en un tipo que roza la figura de un acosador,  además de no aparecer tampoco demasiado inteligente.

Y tampoco los detalles cómicos me resultaron especialmente inspirados. En general, son una mezcla de excesos sin pizca de gracia y, además, con algunos momentos en que parece que se rompe el ritmo fluido y las escenas avanzan con cierta dificultad. He de confesar que no me reí en ningún momento a lo largo de la película.

Solamente al final, y de manera un tanto precipitada, la historia parece tomar un camino más serio y los personajes dejan de comportarse de una manera un tanto extraña para cobrar al fin algo de sentido y afrontar sus sentimientos con cierta coherencia. Es el final feliz tan esperado, tras algunos de los típicos desencuentros de este tipo de películas, que logra en cierta manera dejarnos al final un cierto buen sabor de boca, si bien tampoco logra borrar de todo el limitado calado de una historia que, mejor enfocada, hubiera dado mucho más de sí.

En cuanto al reparto, Jennifer Aniston sigue resultando una actriz bastante idónea para este tipo de comedias, con encanto y muchas tablas. Steve Zahn no terminó de convencerme, tal vez por culpa de su personaje: un tipo sin encanto, incluso con un aire de cierta estupidez. Si ese era el punto que tenía que dar a su personaje, he de reconocer que su trabajo es impecable. Woody Harrelson se limita a una breve aparición que no explota del todo su potencial como actor de comedia.

En definitiva, una película sin demasiado interés, que ni tiene su punto fuerte en la historia de amor ni en la parte de comedia, desarrollándose en un tono bastante normalito y sin brillantez.