El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

domingo, 29 de abril de 2018

¿Cómo se escribe amor?



Dirección: Marc Lawrence.

Guión: Marc Lawrence.

Música: Clyde Lawrence.

Fotografía: Jonathan Brown.

Reparto: Hugh Grant, Marisa Tomei, Allison Janney, J.K. Simmons, Bella Heathcote, Chris Elliott, Olivia Luccardi, Aja Naomi, Frank Harts, Annie Q., Nicole Patrick.

Keith Michaels (Hugh Grant), un guionista en crisis profesional, cuyo único logro fue un lejano Oscar, acepta un trabajo como profesor en una pequeña universidad acuciado por sus problemas económicos. Sin embargo, su escasa motivación pronto le acarreará algunos problemas.

Para empezar, confesar que me esperaba más bien poco de ¿Cómo se escribe amor? (2014), en parte por ese desafortunado título en español que parece remitirnos a una comedia romántica empalagosa. Además, a estas alturas, la presencia de Hugh Grant resultaba un tanto peligrosa. Y sin embargo, ni estamos ante una típica comedia romántica empalagosa ni Hugh Grant es el actor decadente que me esperaba. Así que, sin ser un film excepcional, la experiencia de ver ¿Cómo se escribe amor? resultó bastante gratificante.

Para empezar, no es un film romántico, sin que yo tenga nada en contra del género; aunque cuando el guión es malo, es un tipo de películas particularmente insufribles. Pero, como decía, no se trata de un film romántico, al menos en el sentido más clásico. Es cierto que el chico (Hugh Grant) conoce a una chica (Marisa Tomei) y terminan juntos, pero eso es justo al final de la película. No hay, por tanto, un romance entre ambos en todo lo que dura el film, sino solo el acercamiento previo, sin cama, sin riñas, sin reconciliación... Es más, yo incluso le quitaría a la película la etiqueta de romántica, pues no hace más que llevar a confusión, de manera que el que espere una historia de amor se va a sentir defraudado.

¿Cómo se escribe amor? es más bien una historia de redención. Michaels, el protagonista, ha tocado fondo tras haber conocido en su día la gloria con el éxito personal y profesional. Pero a partir de ahí, todo se fue torciendo sin remedio: se divorció y no volvió a escribir un guión decente. Finalmente, arruinado, ha de agarrarse al primer trabajo que se le presenta como profesor de escritura. Y lo hace sin ganas, sin convicción. Lo hace porque no puede decir que no.

Pero como estamos en una comedia, Michaels logrará redimirse precisamente en ese trabajo para el que no siente el más mínimo interés. Aquí, la película se vuelve convencional y previsible, pero no por ello pierde el interés merced a un guión muy bien escrito que huye del chiste fácil y no tiene miedo de ahondar en el alma humana, con algunos momentos bastante logrados de sinceridad de los protagonistas, enfrentados con honestidad a sus miedos. Es aquí donde la película, que tiene un comienzo un tanto flojo, se endereza, al no tomar al espectador por tonto y al ser valiente para plantear con honestidad problemas tan elementales y cruciales como el fracaso, la esperanza o la asunción de los errores.

Poco a poco vamos entendiendo mejor a Michaels, que deja de ser un guionista cínico y estúpido para ganar peso como ser humano, lo que hace que la película deje de parecer una parodia de consumo fácil para adentrarse en temas más serios, pero sin dejar de ser lo que es: una comedia sin demasiadas pretensiones.

Además ¿Cómo se escribe amor? se beneficia de la presencia de un reparto muy atinado, empezando por Hugh Grant, que reaparece con un papel digno, más serio de lo que esperaba, y que, siendo él mismo de siempre, no juega a intentar perpetuarse como el galán que fue de joven, sino que tiene un rol más acorde con su madurez. A su lado, una encantadora Marisa Tomei, fresca, divertida y con un encanto natural maravilloso. J.K. Simmons y unos secundarios muy buenos completan este reparto tan especial. Pero quizá lo decisivo es que el guión respeta a todos los personajes, sin necesidad de recurrir a la caricatura, recurso a veces demasiado utilizado y que nunca me pareció acertado. Una buena comedia, en el fondo, tiene mucho de drama.

A pesar de ser un film bienintencionado, la película guarda algunos detalles interesantes. En este tipo de propuestas todo suele encajar como un guante, para satisfacción del público, complacido con el final feliz. Pero me pareció ver algún detalle que distorsiona un poco el guión esperado. Por ejemplo, Michaels no consigue reconciliarse del todo con su hijo Alex. Aunque podemos pensar que lo hará, el detalle de la llamada del hijo que Michaels no contesta, centrado en sus alumnos, me resultó bastante significativa. En fin, es solo un punto de vista, pero me dejó la impresión de que, bajo la amable superficie, ¿Cómo se escribe amor? podía insinuar que no todo es tan perfecto finalmente.

Sea como fuere, la conclusión principal que saco es que se trata de un film básicamente honesto, sincero, que no busca la comedia fácil, ni un romance de libro. Es un guión muy trabajado que, sin perder el lado amable, se enfrenta al fracaso del ser humano con decisión, lucidez y ternura. No es un film grandioso ni maravilloso, pero me pareció mucho más interesante de lo que me imaginaba.

lunes, 16 de abril de 2018

La víctima perfecta



Dirección: Antti Jokinen.
Guión: Antti Jokinen y Robert Orr.
Música: John Ottman.
Fotografía: Guillermo Navarro.
Reparto: Hilary Swank, Jeffrey Dean Morgan, Lee Pace, Christopher Lee, Aunjanue Ellis, Sean Rosales, Deborah Martinez.

Juliet Devereau (Hilary Swank), tras dejar a su novio por infiel, busca apartamento en Nueva York. Contra todo pronóstico, encuentra un piso perfecto a muy buen precio y su casero además parece ser un hombre encantador.

Parece mentira que a estas alturas aún se sigan haciendo películas de este estilo que no aportan absolutamente nada al género. Y siempre es posible crear algo diferente, darle un nuevo punto de vista a géneros donde aparentemente ya está todo dicho. Lo que es imperdonable es que se produzcan películas como esta sin ningún rubor.

La víctima perfecta (2011) es un thriller más sobre un trastornado que se obsesiona con la guapa de turno y va pasando de parecer una persona normal, amable y servicial, a transformarse en un degenerado fetichista y pervertido. Nada nuevo bajo el sol. Pero el problema viene cuando el guión se limita a poner en pie una serie de tópicos y estereotipos sin siquiera molestarse en darles forma, en trabajar mínimamente los pocos elementos puestos en juego.

Y es que el guión es de una simplicidad pasmosa. Por no molestarse, los guionistas ni pierden el tiempo en crear unos personajes complejos, en especial el psicópata, sino que se limitan a dibujar muy someramente a los protagonistas, dejando incluso en penumbra total a los dos secundarios con cierto protagonismo: el novio de Juliet y el abuelo del psicópata, encarnado por un Christopher Lee por desgracia reducido a un mero elemento decorativo que busca despistarnos en su primera aparición y poco más.

Ya el comienzo nos deja una pista importante de por dónde van a ir los tiros, y es que los primeros minutos están repletos de escenas de relleno donde lo único que se hace es permitir que Hilary Swank, productora del film, luzca palmito. Aquí ya empecé a sospechar que se trataba de un film reducido a la mínima expresión y, por desgracia, conforme iban pasando los minutos se iban confirmando mis temores.

La intriga es mínima, pues enseguida adivinamos que Max (Jeffrey Dean Morgan), el casero, es en realidad un bicho raro. Y como la historia no se complica en absoluto, el desarrollo de la película es plano, sin sorpresa alguna, tedioso por momentos y absolutamente predecible. Lo único bueno es que el director evita jugar al despiste con los consabidos amagos, sustos y engaños. Por lo menos nos evita estos trucos de mal pagador. Puede que por cierto sentido de la honestidad, aunque puede ser que la simplificación tan radical de la historia afectara incluso a la posibilidad de elaborar este tipo de situaciones falsas.

El caso es que La vícitma perfecta es un film absolutamente rutinario y aburrido, sin personajes, sin sorpresas, sin un mínimo de imaginación para salir de los caminos más trillados y buscar algo novedoso.

Es de las peores películas que he visto en muchos años. Huyan de ella como de la peste. Al final, las víctimas perfectas somos los espectadores.

viernes, 6 de abril de 2018

Actividades criminales



Dirección: Jackie Earle Haley.
Guión: Robert Lowell.
Música: Keefus Ciancia.
Fotografía: Seamus Tierney.
Reparto: Michael Pitt, Dan Stevens, John Travolta, Edi Gathegi, Rob Brown, Jackie Earl Haley, Christopher Abbott, Travis Aaron Wade, Lisa Catara.

Cuatro amigos del instituto se reúnen tras el funeral de otro compañero y acuerdan invertir en una compañía farmacéutica pensando que sus acciones sufrirán una subida inesperada que los hará ricos. Sin embargo, cuando la empresa quiebra, descubrirán que le deben una fortuna a un mafioso local.

Con Actividades criminales (2015) tenemos la quinta esencia de este cine vacío, tramposo y descarado que tanto abunda por desgracia hoy en día. Y no solo eso, es un cine que ni siquiera se avergüenza de su falta de ética, sino que hasta parece creerse el más listo de la clase, alardeando de que sus engaños se mantienen bien agazapados hasta el final.

La película es en general una comedia bastante negra sobre unos antiguos amigos que se ven involucrados en un secuestro para pagar sus deudas con un mafioso. A todas luces, la situación los supera y parte del interés de la historia resulta de intentar ver cómo van a poder salir airosos del trance.

El problema es que tras la introducción, la película entra en un impasse bastante largo, cuando los cuatro mantienen secuestrada a su víctima en espera de las instrucciones del mafioso, donde la acción se estanca sin remedio. Jackie Earle Haley, que debuta como director con esta cinta, intenta mantener en pie la historia a base de unos interminables diálogos más o menos afortunados que nos recuerdan inevitablemente el estilo de Tarantino. A pesar de ello, a esta parte crucial de la película le cuesta avanzar y se pierde un poco la emoción y la sorpresa que teníamos en el comienzo.

Al final, la historia se va complicando irremediablemente en una especie de espiral de sorpresas que culminan, triste y torpemente, en un desenlace inesperado que nos descubre que, o bien el guión era una absoluta estupidez a la que solo se le encontró salida con un amaño inverosímil y precipitado, o bien estaba todo tramado así desde el principio, lo cuál no sé si no es más triste.

Uno, finalmente, sospecha que o bien el guionista nos tomó a los espectadores por idiotas o bien el idiota es en realidad él propio guionista. El caso es que la resolución del embrollo final no solo carece del humor que presidía la historia, sino que tiene todo el mal gusto de presentarse como un mero truco de prestidigitador, sin importar en absoluto que tenga o parezca tener algún sentido. Es más, uno tiene la impresión de que valdría cualquier final, por grotesco que fuera, y que el guionista lo presentaría como lo más natural del mundo, desafiando a cualquier lógica y al mínimo de respeto debido a los espectadores.

En cuanto al reparto, en general todos los actores están bastante correctos, con la sorpresa de un extraño John Travolta, cuya presencia parece la de una máscara hecha con sus propios rasgos exagerados y excesivamente maquillados. En cuanto a su interpretación, estamos ante una más en las que se ha ido encasillando, con sus tics y muecas estereotipadas.

Resumiendo, Actividades criminales parece más una broma de mal gusto que una película seria. Podría haberse hecho una historia ciertamente original, explotando las muchas posibilidades del planteamiento inicial, pero en cambio se optó por lo absurdo, llevando la historia a un terreno que roza lo ridículo. No todo vale. Al menos, no para mí.

jueves, 5 de abril de 2018

Primavera en otoño



Dirección: Clint Eastwood.
Guión: Jo Heims.
Música: Michel Legrand.
Fotografía: Frank Stanley.
Reparto: William Holden, Kay Lenz, Roger C. Carmel, Marj Dusay, Joan Hotchkis, Jamie Smith-Jackson, Normand Bartold, Lynn Borden.

Frank Harmon (William Holden) es un hombre maduro, divorciado, con algunas aventuras esporádicas, pero que vive feliz con su independencia. Un día, se cruza en su vida accidentalmente Breezy (Kay Lenz), una joven hippie que vaga por California sin dinero, trabajo ni hogar.

Primavera en otoño (1973) es una de las primeras películas dirigidas por Clint Eastwood y eso se nota y mucho. Vemos a un director que aún no domina la cámara, con momentos en que pierde el pulso de la historia o que no consigue trasmitir toda la intensidad que se supone que debería contagiarnos una escena. Además, está el inevitable paso del tiempo que, en el caso de las películas de la década de los setenta del siglo pasado, se hace demasiado evidente.

Por todo ello, aquellos que estén familiarizados con la etapa más reciente del director se sentirán inevitablemente algo defraudados con Primavera en otoño. Película además que fue un rotundo fracaso en su momento, a pesar de lo cuál el propio Eastwood la defendía con cierta pasión. Y, si sabemos leer entre líneas y dejar de lado las múltiples deficiencias o limitaciones, me parece una película que, por momentos, contiene algunos detalles que merecen destacarse.

La primera impresión que tuve es que se trata de un film como desangelado. Da la impresión de que le falta algo, tanto a nivel de la puesta en escena como en la definición de los personajes. Es todo demasiado simple, casi como si no estuviera del todo terminada. Lo noto, por ejemplo, en la presentación de los personajes, demasiado elemental, si bien no es que el director caiga en clichés, pero deja a Frank y a Breezy dibujados de una manera muy básica. Y lo mismo sucede con el resto de personajes, todos definidos con grandes líneas pero sin terminar de profundizar.

Y esa misma sensación la tuve con la puesta en escena y, sobre todo, con el desarrollo de la historia. La relación entre Frank y Breezy arranca de un modo un tanto elemental y después sigue un poco en esa línea, sin que Eastwood consiga adentrarse realmente en el corazón y el alma de los dos, dejando la historia de amor a un nivel algo superficial, sin intensidad. Quizá donde más patente resulta esa falta de emoción sea en la ruptura de Frank y Breezy y posterior reconciliación. Son los dos momentos cubres de la historia y sin embargo se resuelven precipitadamente, con cierta ingenuidad y con un distanciamiento que les quita toda la intensidad que hubiera sido necesaria.

¿A que son debidos estos fallos narrativos? Sin duda, lo achaco a la impericia de Clint Eastwood al frente de la cámara. El actor convertido en director está explorando su nuevo rol y es patente que aún no ha encontrado la plenitud de su estilo y se limita a una puesta en escena un tanto rutinaria. Y quizá el guión tampoco ayude demasiado. En definitiva, es una película que se queda a medias entre lo que plantea y cómo lo resuelve.

Pero, a pesar de todo lo dicho, Primavera en otoño contiene pequeños detalles que sí que llamaron mi atención y que, en esencia, son los que me hicieron apreciarla más allá de sus limitaciones.

Así, el personaje de Breezy es mucho más que una joven hippie un tanto alocada e irresponsable. Su personaje me pareció una hermosa mezcla de ingenuidad frente al mundo, como su emoción infantil maravillosa cuando descubre el mar por primera vez, al tiempo que una sabiduría y valentía propias de una juventud decidida, libre de prejuicios y, sobre todo, abierta y bondadosa. Y es esa mezcla imposible la que al final conquista el corazón cansado de Frank, un perro viejo que está de vuelta de todo, desencantado con la vida, y que no está preparado para enfrentarse a una persona como Breezy, la primera vez en su vida que conoce a alguien así.

Y por este camino es por donde surgen los momentos más mágicos de la película, con algunas frases realmente memorables: "no existe la llamada madurez, es solo cansancio", le reconoce Frank a Breezy en un momento de lucidez sobre su propia existencia.

Son esos pequeños destellos, nacidos del choque entre la experiencia y la inocencia, entre el desencanto y al amor a la vida desmedido y puro, los que me fascinaron de esta película, disfrutando de ellos como quien encuentra agua en un desierto.

En cuanto a los protagonistas de la historia, decir que fue un placer disfrutar de la presencia de Kay Lenz en su primer papel importante en el cine. Sin duda, su frescura y su espontaneidad pegan perfectamente con su personaje, si bien como actriz me pareció un tanto limitada. En cuanto a William Holden, siempre es agradable ver a actores de su talla, si bien lo encontré demasiado mayor para ese papel. Por momentos, no me parecía el padre de Breezy, sino su abuelo.

Tal vez, si Clint Eastwood hubiera hecho esta película cuando ya era un director reconocido, el resultado habría sido muy diferente, sin ese aire de serie B que marca todo el film y sin esa fuerza que hemos visto después en muchas de sus películas más recientes. A pesar de todo, si buscas por debajo de la superficie, Primavera en otoño contiene detalles maravillosos que justifican disfrutarla.