Dirección: Anton Corbijn.
Guión: Andrew Bovell (Novela: John Le Carré).
Música: Herbert Grönemeyer.
Fotografía: Benoît Delhomme.
Reparto: Philip Seymour Hoffman, Rachel McAdams, Willem Dafoe, Robin Wright, Grigoriy Dobrygin, Homayoun Ershadi, Nina Hoss, Daniel Brühl, Herbert Grönemeyer, Mehdi Dehbi, Rainer Bock, Vicky Krieps.
Issa Karpov (Grigoriy Dobrygin), un musulmán checheno, llega a Hamburgo de manera ilegal. De inmediato es vigilado por los servicios secretos alemanes sospechando que puede tratarse de un terrorista islámico.
El hombre más buscado (2014) adapta a la pantalla una novela de John Le Carré, el especialista en el género de espías y cuya lectura recomiendo encarecidamente, en especial las novelas de sus inicios, las protagonizadas por George Smiley. Ninguna adaptación de las que he visto iguala a las novelas.
Los que conozcan la obra del escritor sabrán que sus relatos suelen ser un tanto sombríos, alejados de lo espectacular, y sus héroes pueden confundirse a menudo con perdedores, o al menos no tienen la certeza de ser héroes.
Siguiendo pues esas líneas, El hombre más buscado nos ofrece un relato cargado de pesimismo, donde los malos tienen algunos rasgos buenos a pesar de todo y donde los encargados de detenerlos nunca pueden presumir de tener las manos limpias. Su juego, es por definición, sucio, al margen de la ley y, sobre todo, de cualquier ética.
De esta manera, Günther Bachmann (Philip Seymour Hoffman), el agente germano que vigila a todo aquel relacionado con el terrorismo, como Abdullah (Homayoun Ershadi), en apariencia un hombre que ayuda a organizaciones humanitarias, es un tipo un tanto amargado, con algunas heridas del pasado que no han cicatrizado y que ha de luchar también con sus propios colegas, empeñados en hacer las cosas de manera muy diferente a la que él cree imprescindible para tener éxito. Bachmann cree en lo que hace y es duro si hace falta serlo, pero tiene sus normas y unos límites que no se permite traspasar. A pesar de ello, es un hombre triste, solitario y desengañado.
A diferencia de otros relatos de espías, donde suele predominar la confusión, en esta ocasión la trama está expuesta con sencillez y se sigue sin dificultad. En realidad, el argumento es bastante sencillo, lo que nos permite disfrutar también de la puesta en escena, con barrios marginales de Hamburgo que describen muy bien la miseria de sus habitantes, y del ritmo pausado elegido por el director.
El problema es que Anton Corbijn se recrea demasiado en la puesta en escena y una historia que arranca con interés y nos interesa por las muchas posibilidades que se abren al comienzo, termina cansando en la parte intermedia una vez que el argumento ya ha desvelado sus cartas y el alargar las situaciones sin demasiada trascendencia solamente consigue despegarnos de la trama y fatigarnos.
Tampoco el desenlace es especialmente notable en la manera en que se desarrolla. Encaja perfectamente con el tono pesimista de la historia, pero no está resuelto de manera muy eficaz y seguramente a muchos espectadores les parecerá incompleto y se sentirán algo frustrados después de la larga espera. Personalmente, creo que es un final muy interesante, no hacen falta más explicaciones y deja claro la lucha de intereses opuestos entre las diferentes agencias y países y la falta de sinceridad de ese mundo. Creo que resulta mucho más eficaz que si se hubieran detenido en dar detalles y aclaraciones inoportunas.
Para los amantes del buen cine, lamentar que este fuera uno de los últimos trabajos de Philip Seymour Hoffman, que moriría en febrero de ese año 2014 y que nos ofrece una vez más un trabajo memorable de uno de los grandes actores de la historia del cine.
El hombre más buscado gustará seguramente a los amantes del cine de espías bien hecho y con historias reales, no del estilo de la saga de James Bond. Sin embargo, a pesar de sus méritos, creo que Anton Corbijn no ha sabido profundizar convenientemente en el argumento y ofrece un ejercicio estético muy logrado pero al que le falta intensidad y le sobran minutos.