Dirección: George P. Cosmatos.
Guión: Kevon Jarre.
Música: Brice Broughton.
Fotografía: William A. Fraker.
Reparto: Kurt Russell, Val Kilmer, Dana Delany, Sam Elliott, Bill Paxton, Powers Boothe, Michael Biehn, Stephen Lang, Joanna Pacula, Paula Malcomson, Billy Zane, Michael Rooker, Charton Heston.
Wyatt Earp (Kurt Russell) llega a Tombstone, una ciudad en expansión por las minas de plata, con sus hermanos Virgil (Sam Elliott) y Morgan (Bill Paxton) deseando cambiar de vida. Ya no es shérif y solo busca prosperar con los negocios y llevar una vida tranquila.
En la década de 1990 el western vivió un momento especial, con un puñado de películas que buscaban volver a poner en vigor un género que había vivido hacía tiempo su época gloriosa. La década se inauguraba con la galardonada Bailando con lobos (Kevin Costner, 1990) y continuaba con la excepcional Sin Perdón (Clint Eastwood, 1992). Desgraciadamente para nosotros, Tombstone: La leyenda de Wyatt Earp (1993) se queda más en las buenas intenciones que en resultados notables y no puede equipararse con las antes mencionadas.
La cinta de Cosmatos pretende revisar una de las figuras legendarias del Oeste americano, el famoso shérif de Dodge City Wyatt Earp, acercándose al famoso incidente en OK Corral que dio pie a películas tan fabulosas como Pasión de los fuertes (John Ford, 1946). Huelga decir que Tombstone: La leyenda de Wyatt Earp no resiste la mínima comparación con la obra de Ford.
Pero sin tener que recurrir a comparaciones, el principal inconveniente de la cinta de Cosmatos es que intenta alcanzar un nivel al que no se acerca ni de lejos. Para ello, el director reúne un notable reparto con actores prometedores (destacaría el buen hacer de Val Kilmer por encima del resto), aunque ninguna gran estrella, salvo la anecdótica presencia de Charlton Heston o Robert Mitchum como narrador en la versión original, y se esfuerza en una presentación lujosa, apoyándose en una recreación meticulosa de la época y ayudándose de una fotografía que intenta aportar su dosis de belleza con algunos planos estéticamente impecables.
Sin embargo, lo que se le ha pasado por alto al director es que toda esta cuidadosa presentación no sirve de mucho sin un argumento bien elaborado, con nervio, que sepa extraer la esencia de los personajes y exponer los dramas con eficacia, de manera que consiga emocionarnos y apasionarnos con lo que nos está contando.
Y desgraciadamente, Cosmatos demuestra una ausencia absoluta de talento. Su trabajo es impecable en cuanto a las formas, pero carece de imaginación y de inspiración, de manera que el relato transcurre sin mucha emoción, a base de tópicos, de escenas sin fuerza y recurriendo constantemente a la música de fondo como único recurso para intentar lograr algo de intensidad a unas secuencias sin mucha alma.
Tanto es así que incluso en los momentos de mayor intensidad, el resultado es de un dramatismo aparatoso que nunca percibimos como sincero, sino forzado, artificial. El mejor ejemplo es con la muerte de Morgan, cuando Wyatt sale a la calle para desahogarse. Se supone que deberíamos sentir el dolor que lo embarga, pero en cambio la escena parece completamente teatral y nos deja prácticamente indiferentes.
En ello sin duda influye el parco trabajo del guión a la hora de ahondar en los personajes, que se quedan a un nivel muy superficial, sin que el texto sea capaz de profundizar ni un poco en sus problemas. Esto es especialmente notable con los malos, que parecen sacados de un mal espagueti western, quedando reducidos a muecas y gestos para la galería.
Tampoco el director se muestra especialmente inspirado en las escenas de acción. El duelo en OK Corral lo escenifica de manera realmente torpe, con mucho ruido pero sin lograr crear emoción ni sensación de peligro. Es una escena completamente desperdiciada. Y cuando quiere aligerar el desenlace con la liquidación de los Cowboys a base de tiroteos a caballo, vuelve a demostrar una falta absoluta de precisión y las secuencias quedan reducidas a un espectáculo sin profundidad ni dramatismo.
Tombstone: La leyenda de Wyatt Earp termina siendo una película pretenciosa pero vacía, una propuesta con ambiciones pero muy escasa de talento. A los amantes del género seguramente les dejará un mal sabor de boca; para aquellos que no le pidan demasiado, entretiene.