El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.
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martes, 11 de junio de 2019

Manhattan nocturno



Dirección: Brian DeCubellis.
Guión: Brian DeCubellis (Novela: Colin Harrison).
Música: Joel Douek.
Fotografía: David Tumblety.
Reparto: Adrien Brody, Yvonne Strahovski, Jennifer Beals, Steven Berkoff, Linda Lavin, Campbell Scott, Kevin Breznahan, Thomas Bair.

Porter Wren (Adrien Brody) escribe una columna sobre tragedias humanas en un periódico local. No está especialmente satisfecho con su trabajo, a pesar de haberle proporcionado cierta notoriedad al resolver la desaparición de una niña hace un tiempo. Un día, conoce a Caroline (Yvonne Strahovski), una atractiva mujer que le pide ayuda para esclarecer la muerte de su marido. A partir de ahí, su vida no volverá a ser la misma.

Debut interesante de Brian DeCubellis en la dirección, aportando también el guión, en un ejercicio meritorio que recupera el cine negro en unos tiempos poco dados a esta temática. Solamente por ello, Manhattan nocturno (2016) merece nuestra consideración.

La película recupera los elementos clásicos del cine negro con un respeto absoluto a las claves más reconocibles del género, como la presencia de un protagonista que, pese a las apariencias y su celebridad puntual, es un perdedor más lleno de sombras que de esperanza.

Porter Wren es un periodista resignado con su suerte y con su vida; un buen tipo, sensible y honesto, por lo que tener que lidiar a diario con las miserias y el dolor de sus semejantes le produce un enorme desgaste interior. Es un buen padre y un esposo complaciente. Pero ha llegado a un punto en que su existencia se parece demasiado a una vía muerta. Por eso, cuando una impresionante mujer se presenta en su vida, no duda en aceptar el viaje, aunque sea a los infiernos, en busca de algo que valga la pena. Y esa mujer, Caroline, no deja de ser la consabida mujer fatal clásica del género, con la amenaza de un poder manifiesto sobre sus víctimas, a las que controla con la pasmosa facultad de una belleza alarmante.

Siguiendo las normas del cine negro, todos los personajes son, en el fondo, unos perdedores, empezando por Wren, naturalmente. En este caso, un perdedor consciente de ello, buscador de su propia perdición y, por ello, quizá no tan fracasado al fin y al cabo, pues su viaje a los infiernos es premeditado y, tal vez, en ciertos aspectos, mereciera la pena. Y perdedor también es su jefe, el millonario Hobbs (Steven Berkoff), que carga con un secreto que ha arruinado su vida sin remedio; ni todo el oro del mundo llegaría para resarcirlo de su desgracia. Incluso la hermosa Caroline, detrás de su poderoso atractivo, no deja de ser víctima de su propia belleza: una especie de maldición que la ha perseguido desde niña.

Quizá lo que no consigue del todo DeCubellis es crear una atmósfera adecuada a la historia, un envoltorio más personal, más sugerente. Lo intenta con la voz en off del protagonista, un recurso clásico también y que funciona correctamente. Insiste el director con una cuidadosa banda sonora, muy adecuada, es cierto, al tono del relato. Pero falta quizá ese toque especial que tenían los clásicos en blanco y negro o quizá falla la química entre Adrien Brody e Yvonne Strahovski. Brody realiza un trabajo sin tacha y su rostro de mirada triste casa perfectamente con lo que uno se imagina de un hombre resignado con su suerte, resignado a su monotonía diaria. Pero cuesta, precisamente por ello, concebir a ese personaje sucumbiendo a la pasión y el propio rostro de Brody parece desmentir que sienta un volcán en su interior ante la proximidad de Caroline.

En cuanto al argumento, logra su objetivo de mantener el interés por una historia plagada de sombras y amenazas, pero también tiene un punto de improbabilidad bastante grande que hace que nos planteemos seriamente su verosimilitud. Hay demasiados elementos extraños que, a la larga, restan credibilidad al relato. Puede que compense el misterio, que nos impide despegarnos de la historia, pero hubiera agradecido un guión más sólido que no nos dejara con cierta impresión a malabarismo improbable.

DeCubellis, para su primer trabajo como director, muestra maneras y buen gusto en el manejo de la cámara. Su trabajo es sobrio, pero eficaz. No busca protagonismo, lo cuál se agradece, pero sabe moverse con soltura y elegancia.

En consecuencia, pese a las lagunas, Manhattan nocturno me parece un film más que interesante, una vuelta a un género maravilloso que, ojalá, impulse su renacer con fuerza.