El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

lunes, 31 de marzo de 2014

Prueba de vida



Dirección: Taylor Hackford.
Guión: Tony Gilroy.
Música: Danny Elfman.
Fotografía: Slawomir Idziak.
Reparto: Russell Crowe, Meg Ryan, David Morse, Pamela Reed, David Caruso, Anthony Heald, Stanley Anderson, Gottfried John, Flora Martínez.

Peter Bowman (David Morse) es un ingeniero norteamericano que intenta construir una represa en un país sudamericano, donde su empresa intenta explotar las reservas petrolíferas de la zona. Cuando las guerrillas locales secuestran a Bowman, la compañía de seguros envía a Terry Thorne (Russell Crowe), un ex-militar experto en la materia, a negociar el rescate.

Prueba de vida (2000) no es desde luego la película más memorable de Russell Crowe. De hecho, uno se pregunta por los motivos del actor para aceptar participar en un proyecto tan endeble.

La película intenta ser una especie de film de acción con algunos elementos de denuncia política y unas dosis de la típica historia de amor entre sus protagonistas. El problema es que el director no consigue profundizar en ninguno de los planteamientos y la película se nos queda en muy poca cosa, un mero pasatiempo bastante previsible y sin mucho interés.

Para empezar, la relación entre Peter y su mujer Alice (Meg Ryan), fundamental para nuestra implicación con el drama que vivirá la pareja, se plantea de una manera un tanto brusca y precipitada. Habría sido muy recomendable que Hackford se hubiera tomado su tiempo en profundizar en su relación, en lugar de pasar precipitadamente por el tema para dar paso al secuestro, donde sí que se demora bastante en su presentación y desarrollo, quizá en exceso. Y es que esta parte, que ocupa la mayor parte del metraje, se desarrolla de manera un tanto rutinaria e incluso repetitiva, con la alternacia de escenas de Alice preparando el rescate con otras de Peter en poder de sus secuestradores; alternancia que se plantea sin demasiada originalidad y que nos mete en una dinámica un tanto monótona.

Es cierto que el final, con la secuencia del rescate, el director nos ofrece por fin algo de acción, además de la lógica incertidumbre por conocer el desenlace; si bien es cierto que éste resulta un tanto predecible y tampoco aquí el guión se sale finalmente de lo esperado y, salvo esas escenas de acción que dan algo de ritmo al desenlace, el resto no resulta especialmente memorable.

Como decía, Taylor Hackford no termina de concretar nada. Si el secuestro se desarrolla de una manera un tanto mecánica, el transfondo de corrupción política y el tema de las guerrillas revolucionarias, convertidas en meros instrumentos de recaudación de dinero, tampoco son aprovechados en profundidad, limitándose el guión a presentarlos de una modo bastante superficial. Y lo mismo se repite con la historia de amor entre Alice y Terry, de nuevo planteada como un mero recurso argumental casi obligatorio, pero a la que el director no le concede la mínima importancia, quedando al final limitada a un beso, un par de miradas cómplices y como recurso edulcorante del desenlace, que gana así un toque de romanticismo tristón, aunque un tanto forzado.

Taylor Hackford, además, demuestra un estilo de dirección bastante plano, aderezado además con un montaje no demasiado bueno y una manera bastante fría de contar la historia. Solo en las escenas finales de acción parece demostrar cierta habilidad, aunque su trabajo en general resulta un tanto pobre.

Al menos tenemos a Russell Crowe, sin duda lo único realmente positivo de la película. Su trabajo es sencillo pero tiene fuerza. Hace de su personaje lo más creíble de la película. Meg Ryan, por el contrario, me pareció fuera de lugar durante toda la película. Forzada, demasiado gesticulante por momentos, estudiada, poco natural..., en resumen, una actuación muy poco convincente. David Caruso, en su línea de poses forzadas, mientras que David Morse hace un trabajo bastante sólido.

Resumiendo, Prueba de vida no es nada del otro mundo, es una película que no logra concretar ninguno de los temas que toca y que se queda en muy poca cosa. Totalmente prescindible.

lunes, 24 de marzo de 2014

Historia de un crimen



Dirección: Douglas McGrath.
Guión: Douglas McGrath (Libro: George Plimpton).
Música: Rachel Portman.
Fotografía: Bruno Delbonnel.
Reparto: Toby Jones, Sandra Bullock, Daniel Craig, Sigourney Weaver, Lee Pace, Peter Bogdanovich, Jeff Daniels, Hope Davis, Isabella Rossellini, Juliet Stevenson, Gwyneth Paltrow.

Cuando lee en un periódico la reseña de un terrible cuádruple asesinato perpetrado en un remoto pueblo de Kansas, el escritor Truman Capote (Toby Jones) siente una extraña fijación con la noticia y decide acudir en persona al lugar de los hechos para lo que iba a ser un artículo periodístico sobre lo acontecido y sus repercusiones locales. Pronto, la idea de escribir una novela toma cuerpo.

A veces lo sencillo es la mejor elección que se puede hacer. Digo ésto porque Historia de un crimen (2006) es todo menos un film sencillo y por ahí es por donde se pierde el director y guionista, Douglas McGrath.

Al comienzo de la película, que intenta ser una meticulosa e íntima recreación del proceso creativo que dio origen a la novela A sangre fría, notamos de golpe, casi como un puñetazo, la aparatosidad y meticulosidad con que se abordó la película. Fotografía preciosista, decorados elegantes, vestuario de época... y un modo de contar la historia un tanto farragoso, pretencioso y no demasiado eficaz. Tuve la impresión de que lo que pretendía el director era dejarnos con la boca abierta, incluso por encima de la eficacia narrativa, la claridad expositiva y hasta la cercanía. Un despliegue de fuegos de artificio, aparato eléctrico, una manera de decir: "Aquí estoy".

El tema de la creación literaria es muy atractivo. Y más tratándose de una figura tan peculiar como Truman Capote. Y aún más al narrar la creación de una novela tan crucial como A sangre fría. Por eso mi decepción fue tremenda por la frivolidad con que McGrath abordaba un tema tan interesante y se dedicaba a plagar la primera parte del film de chimorreos, escenas un tanto vacías y pequeños detalles biográficos que solo parecían tener la intención de querer decirnos lo bien documentada que estaba la realización del guión.

Afortunadamente, la historia termina por ganar el pulso a la aparatosidad y la segunda parte de Historia de un crimen empieza ya a parecerse a un film serio, intenso y sincero. Cuando Douglas McGrath deja de jugar con los personajes y ahonda en sus sentimientos, especialmente con la relación entre Capote y el asesino Perry Smith (Daniel Craig), llegan por fin las escenas con vida, con alma. La sencillez de algunos momentos, la conmovedora pasión creativa y personal de Capote logran hacer remontar el vuelo a la película, que consigue emocionarnos sinceramente en algunos momentos, además de plantearnos algunas reflexiones sobre la naturaleza humana y sus profundas contradicciones. No es que esta segunda parte de la película sea perfecta, pero al menos equilibra el mal comienzo y nos permite terminar con cierto buen sabor de boca. Y eso que justo al final el director vuelve a olvidarse de la sencillez y retoma las forzadas declaraciones de los amigos de Capote, en un desenlace bastante largo, cargante y excesivo. Creo que con la secuencia del patíbulo la película habría tenido el justo colofón; el añadido posterior sobraba.

En la línea de aparatosidad y ambiciones del proyecto, el reparto de Historia de un crimen está repleto de nombres reconocibles. Sin embargo, en este apartado, la película saca muy buena nota. La figura principal es, claro está, Capote y para encarnarlo creo que han acertado de lleno con Toby Jones: enclenque, afectado, excesivo... pero siempre creíble. Un papel difícil que solventa con nota. Sorpresa también con Daniel Craig, lejos de los papeles de agente secreto, dando vida a un complejo y sorprendente asesino. Y también es agradable ver a Sandra Bullock en un registro diferente donde deja claro que tiene mucho más recorrido que el de la comedia en que se había encasillado. Completan el reparto, pero más como figurantes de lujo que otra cosa, Sigourney Weaver, Jeff Daniels, Isabella Rossellini o Gwyneth Paltrow, en lo que parece un claro intento de asegurar las taquillas.

Resulta curioso observar como los estudios de Hollywood terminan abordando proyectos parecidos con escaso margen de tiempo. A Truman Capote (Bennett Miller, 2005), del malogrado Philip Seymour Hoffman, siguió esta Historia de un crimen sin solución de continuidad. No es, como queda explicado, un film redondo, aunque resulta muy interesante la idea de contarnos la gestación de A sangre fría. Y aprovecho la ocasión parea recomendar la lectura de esta novela, sin duda, esta sí, una obra maestra.

sábado, 22 de marzo de 2014

La habitación del pánico



Dirección: David Fincher.
Guión: David Koepp.
Música: Howard Shore.
Fotografía: Conrad W. Hall & Darius Khondji.
Reparto: Jodie Foster, Kristen Stewart, Forest Whitaker, Dwight Yoakam, Jared Leto, Patrick Bauchau, Ian Buchanan.

Meg Altman (Jodie Foster) acaba de separarse de su marido y busca una casa a dónde mudarse con su hija Sarah (Kristen Stewart), decidiéndose por una enorme y lujosa residencia en Manhattan que cuenta además con una habitación del pánico, un refugio blindado donde refugiarse en caso e peligro. Lo que no saben es que ya en su primera noche en la casa tendrán que utilizarla.

La cosa va de forzar el argumento al límite. La habitación del pánico (2002) cuenta con un guión bastante inverosímil que sin duda es lo más flojo del proyecto y que, tristemente, termina lastrando la película sin remedio. La historia es un tanto rebuscada y encima el guionista David Koepp se empeña en alargarla como si fuera un chicle; pero, sinceramente, la cosa no da para tanto.

Además, el principal problema de este tipo de argumentos es que el desenlace se anticipa desde el primer minuto, con lo que todos los peligros y amenazas que puedan sufrir los protagonistas no llegan a asustar a nadie, pues sabemos que de alguna manera u otra van a salir triunfadores. Por ello, puede parecer un tanto ilusorio intentar jugar con los espectadores fingiendo que no saben o no imaginan el desenlace. Es una batalla perdida.

Tampoco me gusta demasiado el tono tan serio que se toma David Fincher con una historia que no es más que cine de palomitas para pasar el rato y punto. Incluso, en algún momento, e imagino que no seré el único, me parecía que todo este montaje no era más que un Solo en casa (Chris Columbus, 1990) para adultos. Por mucho que vistan el proyecto con pretenciosidad y lo adornen un reparto interesante, encabezado por Jodie Foster, que realiza una muy aceptable interpretación, y por el eficaz Forest Whitaker, con uno de esos papeles de malo por necesidad, pero con gran corazón, que le garantiza un final algo mejor que el de sus compinches. El resto de actores ya no tienen el nombre de los anteriores, aunque cumplen sin problemas. Tenemos, cómo no, al descerebrado de turno, Raoul, interpretado con ese punto de exageración y violencia tan característicos del personaje por Dwight Yoakam. El elenco principal se completa con la jovencita Kristen Stewart como la cargante Sarah y el tercer malvado, Junior, otro medio majadero interpretado por Jared Leto. Y es que en el cine actual parece que los malos han de estar pasados de rosca necesariamente. En fin, un planteamiento y unos personajes, como se ve, no demasiado elaborados.

Con esos mimbres, David Fincher se limita a jugar con la cámara, sobre todo al comienzo, de un modo bastante ameno, y a alargar las secuencias para conseguir dilatar el metraje lo más que se pueda. Aún así, la cosa no daba para tanto y a mitad de la película el interés sufre un bajón que el guionista, muy astutamente, refresca de golpe con un giro que nos transforma la película en algo mucho más sangriento, violento y desmadrado. Inevitablemente, sufrimos una sacudida que nos vuelve a enganchar al film en busca, ya, del deseado desenlace. Y de nuevo asistimos a uno de esos finales más que previsibles en los que hasta el mínimo giro ha sido ya anticipado por cualquier espectador un tanto adiestrado en este tipo de thrillers. Nada se sale del libro, por desgracia.

¿Alguien en la sala llegó a temer por la vida de Meg y Sarah? A parte de un ejercicio de tensión más o menos elaborado, ¿hay algún sentimiento que aflore a lo largo de la historia, como piedad o pena o miedo o angustia? La habitación del pánico carece de entrañas, porque es un mero pasatiempo, un formalismo predecible y frío que no dejará demasiada huella en el espectador y una demostración más de la irregular carrera del director, que va alternando películas meritorias con pasatiempos intrascendentes como este.