El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

sábado, 22 de marzo de 2014

La habitación del pánico



Dirección: David Fincher.
Guión: David Koepp.
Música: Howard Shore.
Fotografía: Conrad W. Hall & Darius Khondji.
Reparto: Jodie Foster, Kristen Stewart, Forest Whitaker, Dwight Yoakam, Jared Leto, Patrick Bauchau, Ian Buchanan.

Meg Altman (Jodie Foster) acaba de separarse de su marido y busca una casa a dónde mudarse con su hija Sarah (Kristen Stewart), decidiéndose por una enorme y lujosa residencia en Manhattan que cuenta además con una habitación del pánico, un refugio blindado donde refugiarse en caso e peligro. Lo que no saben es que ya en su primera noche en la casa tendrán que utilizarla.

La cosa va de forzar el argumento al límite. La habitación del pánico (2002) cuenta con un guión bastante inverosímil que sin duda es lo más flojo del proyecto y que, tristemente, termina lastrando la película sin remedio. La historia es un tanto rebuscada y encima el guionista David Koepp se empeña en alargarla como si fuera un chicle; pero, sinceramente, la cosa no da para tanto.

Además, el principal problema de este tipo de argumentos es que el desenlace se anticipa desde el primer minuto, con lo que todos los peligros y amenazas que puedan sufrir los protagonistas no llegan a asustar a nadie, pues sabemos que de alguna manera u otra van a salir triunfadores. Por ello, puede parecer un tanto ilusorio intentar jugar con los espectadores fingiendo que no saben o no imaginan el desenlace. Es una batalla perdida.

Tampoco me gusta demasiado el tono tan serio que se toma David Fincher con una historia que no es más que cine de palomitas para pasar el rato y punto. Incluso, en algún momento, e imagino que no seré el único, me parecía que todo este montaje no era más que un Solo en casa (Chris Columbus, 1990) para adultos. Por mucho que vistan el proyecto con pretenciosidad y lo adornen un reparto interesante, encabezado por Jodie Foster, que realiza una muy aceptable interpretación, y por el eficaz Forest Whitaker, con uno de esos papeles de malo por necesidad, pero con gran corazón, que le garantiza un final algo mejor que el de sus compinches. El resto de actores ya no tienen el nombre de los anteriores, aunque cumplen sin problemas. Tenemos, cómo no, al descerebrado de turno, Raoul, interpretado con ese punto de exageración y violencia tan característicos del personaje por Dwight Yoakam. El elenco principal se completa con la jovencita Kristen Stewart como la cargante Sarah y el tercer malvado, Junior, otro medio majadero interpretado por Jared Leto. Y es que en el cine actual parece que los malos han de estar pasados de rosca necesariamente. En fin, un planteamiento y unos personajes, como se ve, no demasiado elaborados.

Con esos mimbres, David Fincher se limita a jugar con la cámara, sobre todo al comienzo, de un modo bastante ameno, y a alargar las secuencias para conseguir dilatar el metraje lo más que se pueda. Aún así, la cosa no daba para tanto y a mitad de la película el interés sufre un bajón que el guionista, muy astutamente, refresca de golpe con un giro que nos transforma la película en algo mucho más sangriento, violento y desmadrado. Inevitablemente, sufrimos una sacudida que nos vuelve a enganchar al film en busca, ya, del deseado desenlace. Y de nuevo asistimos a uno de esos finales más que previsibles en los que hasta el mínimo giro ha sido ya anticipado por cualquier espectador un tanto adiestrado en este tipo de thrillers. Nada se sale del libro, por desgracia.

¿Alguien en la sala llegó a temer por la vida de Meg y Sarah? A parte de un ejercicio de tensión más o menos elaborado, ¿hay algún sentimiento que aflore a lo largo de la historia, como piedad o pena o miedo o angustia? La habitación del pánico carece de entrañas, porque es un mero pasatiempo, un formalismo predecible y frío que no dejará demasiada huella en el espectador y una demostración más de la irregular carrera del director, que va alternando películas meritorias con pasatiempos intrascendentes como este.

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