El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

lunes, 29 de septiembre de 2014

Harry Brown



Dirección: Daniel Barber.
Guión: Gary Young.
Música: Ruth Barrett, Martin Phipps.
Fotografía: Martin Ruhe.
Reparto: Michael Caine, Emily Mortimer, Iain Glen, Jack O'Connell, Liam Cunningham, Sean Harris, Amy Steel, Ben Drew, David Bradley, Raza Jaffrey, Joseph Gilgun, Charlie Creed-Miles, Chris Wilson.

Harry Brown (Michael Caine) es un militar retirado que vive en un barrio peligroso, dominado por la droga y la violencia. Cuando su mejor amigo es asesinado por una banda de jóvenes delincuentes, Harry decide tomarse la justicia por su mano.

Harry Brown (2009) cuenta una historia harto conocida. De hecho, la mayor parte de los films de acción se basan en el justiciero solitario que ha de vengar a uno o varios seres queridos. Y sino, que se lo pregunten a los forofos de Van Damme o, retrocediendo algo más, de Charles Bronson.

Sin embargo, Harry Brown es un film británico, no norteamericano. Este pequeño detalle es suficiente para hacernos comprender que no estamos ante el consabido y típico film americano de acción. Hay una historia de venganza, cierto, pero con ese tratamiento inglés tan peculiar.

Harry Brown no pretende sumergirnos en una espiral de violencia sin más, frágilmente justificada con el dolor por la pérdida de un ser querido y amparada en las limitaciones de la justicia. Hechos que están en la base de la reacción de Harry, pero no es lo que Daniel Barber pretende contarnos. La película es, más que nada, una historia de soledad, un retrato de la vejez como un camino sin salida, triste, decadente y marginal. Aquí reside el sentido de la historia. Harry decide vengar a su amigo ya no solo por el dolor de su muerte, sino también por el dolor de ver cómo su existencia le ha conducido a una soledad dolorosa, mientras a su alrededor los jóvenes del barrio desprecian la vida de todos y se recrean en el dolor ajeno sin piedad. Harry no va a cambiar el mundo, pero sí su barrio si puede.

El ritmo de la película es otra de sus señas de identidad. Frente a la agitación y el frenesí de similares propuestas realizadas al otro lado del Atlántico, Harry Brown se recrea en un ritmo pausado, propio de la vejez. La violencia no tiene por qué ir acompañada de movimientos bruscos de cámara o carreras desenfrenadas o palizas interminables. Y aún así, Harry Brown es un film tremendamente duro y violento. La violencia se percibe en cada gesto, en cada palabra. Los delincuentes asustan sólo con verlos o con que te miren. Y cuando estalla la violencia, lo hace de una manera descarnada, sin exageraciones, pero también sin disimulos. Como una patada en la cara. La verdad, visualmente, Harry Brown es un film impactante. Podría recordarnos un poco a la estética y la crudeza de Taxi Driver (1976), aunque sin llegar a aquellos extremos del film de Martin Scorsese. Pero en ambos realizamos un viaje por los suburbios que no nos dejará indiferentes.

En cuanto a Michael Caine, sobre el que recae todo el peso de la película, decir que su trabajo es sencillamente perfecto. Aunque el resto de compañeros tampoco se quedan atrás, logrando que el film tenga unas dosis de realismo más que notables. Los actores que interpretan a los delincuentes y yonquis son absolutamente convincentes.

En resumen, una buena película, cruda, directa y muy eficaz, acerca de la sociedad actual, de la vejez, de la soledad, de la violencia, de la marginalidad e incluso del destino trágico de la vida. Un pequeño descubrimiento.

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