El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

sábado, 4 de julio de 2015

New York, New York



Dirección: Martin Scorsese.
Guión: Earl Mac Rauch y Mardik Martin (Historia: Earl Mac Rauch).
Música: Ralph Burns.
Fotografía: Laszlo Kovacs.
Reparto: Robert De Niro, Liza Minnelli, Lionel Stander, Barry Primus, Georgie Auld, Mary Kay Place, George Memmoli, Dick Miller, Leonard Gaines.

El día de la rendición de Japón, Jimmy (Robert De Niro) se lanza a las calles de Nueva York para celebrarlo. En una fiesta conocerá a Francine (Liza Minnelli) quien, a pesar de sus numerosos intentos de seducirla, le da calabazas. Sin embargo, vuelven a encontrarse a la mañana siguiente.

Tras el éxito cosechado con Taxi Driver (1976), Scorsese rodó New York, New York (1977), un musical para el que contó también con Robert De Niro. Era un proyecto ambicioso que, por desgracia, le demostró al director lo cerca que a veces está la línea que separa el éxito del fracaso.

Los problemas de New York, New York comienzan ya en la fase de preparación del film, con una historia un tanto difícil. La re-escritura del guión por parte de Mardik Martin no solucionó el problema. Y es que la primera y más importante crítica que se le puede hacer a la película es que la historia de amor de los protagonistas, eje en torno al cuál gira todo, carece de fuerza. A partir de aquí, todo se desmorona sin remedio.

La presentación del personaje de De Niro resulta ya un poco cargante, con lo que de entrada no resulta muy simpático. Pero lo peor es que su relación con Francine no termina de resultar creíble. No pongo ningún pero al talento de Liza Minnelli, y mucho menos a sus números musicales, pero que De Niro se pirre por ella resulta bastante difícil de creer. Es fácil entender, por tanto, que su relación no resulte muy convincente; a lo que contribuye un guión que no termina de plasmar del todo bien los entresijos de su matrimonio. Además, la película pasa bruscamente del tono de comedia desenfadada del comienzo al drama, algo que nos decolora bastante. Al encantador, alegre y alocado Jimmy del comienzo le sucede un hombre amargado, egoísta y violento. Y por otro lado, la decidida Francine se convierte en una esposa asustada y demasiado vulnerable, algo que tampoco terminamos de aceptar. Y todo por las mencionadas carencias de un guión fallido.

A estas debilidades del guión hemos de añadir, además, las de unos diálogos bastante flojos, sin fuerza ni interés, especialmente al comienzo de la película, que terminan por arruinar bastante el desarrollo narrativo de la historia.

A nivel de puesta en escena, New York, New York delata lo ambicioso de la idea del director. Scorsese no se limita a recrear la estética de los años cuarenta, sino que busca crear un film visualmente impactante, con decorados lujosos donde priman, en especial en la segunda mitad del film, unas puestas en escena ricas en colores, diseños y una estética muy chillona. El resultado es que en algunos momentos perdemos el contacto con la realidad y se diría que nos adentramos en un universo cercano al mundo del cómic. El despliegue en medios y dinero es abrumador. Esa ambición, unida a un guión bastante flojo, es también la culpable de que la larga duración de la cinta pese como una losa en algunas fases de la película, cuando hubiéramos agradecido algo menos de metraje.

Donde no se puede poner ninguna pega en en cuanto al trabajo de los actores. Tanto De Niro como Liza Minnelli logran unas actuaciones sobresalientes, lástima que sus papeles no estén al mismo nivel que sus actuaciones.

Tampoco podemos poner ningún pero a los números musicales de la película, en general muy logrados y con algunos temas memorables, como la famosa canción New York, New York, cuya fama será mayor que la del propio film.

Definitivamente, New York, New York se queda un paso por detrás de los mejores films del director, pecando de ambicioso sin tener en realidad un argumento con la fuerza necesaria para acompañar el acierto de sus otros apartados.

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