El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

domingo, 27 de junio de 2021

Un traidor como los nuestros



Dirección: Susanna White.

Guión: Hossein Amini (Novela: John le Carré).

Música: Marcelo Zarvos.

Fotografía: Anthony Dod Mantie.

Reparto: Ewan McGregor, Stellan Skarsgård, Damian Lewis, Naomie Harris, Alicia von Rittberg, Grigoriy Dobrygin, Jeremy Notham, Mark Gatiss.

De vacaciones en Marruecos con su esposa Gail (Naomie Harris), Perry MacKendrick (Ewan McGregor) conoce a un adinerado ruso, Dilma (Stellan Skarsgård), que resulta que trabaja para un capo de la mafia de su país. Temiendo por su vida y la de su familia, Dilma le pide a Perry que le ayude a huir a Inglaterra. 

John le Carré ha destacado especialmente por sus primeras novelas sobre la Guerra Fría y el mundo del espionaje, que conocía de primera mano. Luego, con el paso del tiempo, se ha ido reciclando hacia otro tipo de temas, como los turbios negocios de farmacéuticas (El jardinero fiel) o el integrísimo islámico (El hombre más buscado). En Un traidor como los nuestros (2016) se centra en la mafia rusa, un tema que parece bastante interesante y capaz de aportar muchas posibilidades, como por ejemplo la acertada crítica a los políticos corruptos y el poder absoluto del dinero, aunque la adaptación de Susanna White me ha parecido un tanto floja.

Quizá el principal problema del film es que la directora no es capaz de crear tensión ni sensación de peligro en ningún momento. Esto, en un thriller, se comprenderá que es un pecado capital que lastra definitivamente la película. En parte se puede deber a que el argumento es bastante previsible y el desarrollo del mismo no aporta ninguna sorpresa, con lo que siempre vamos un paso por delante de lo que vemos en pantalla. Pero la mayor parte de culpa la tiene el hecho de que White no consigue dotar de fuerza al relato. Por un lado, los personajes de los malos se quedan siempre en un segundo plano, con lo que no llegan a cobrar auténtica entidad y si los malos no son un elemento primordial la emoción y la sensación de peligro se ven rebajas sustancialmente; la directora tampoco sabe filmar convenientemente las escenas más cruciales, donde prefiere centrarse en lo secundario dejando que imaginemos lo esencial, como en el asalto a la cabaña en los Alpes franceses, donde vemos a la familia de Dilma en el refugio en vez de asistir a la lucha fuera. El colmo de la frialdad viene en el desenlace, cuando Dilma (Stellan Skarsgård) sube al helicóptero; es el momento fundamental de la película y Susanna White sigue con ese distanciamiento que nos deja del todo fríos, casi indiferentes a todo.

Tampoco el estilo de White a la hora de filmar me resulto del todo convincente. El juego con los desenfoques me resultó del todo superfluo y, de nuevo, pienso que no aporta nada realmente interesante al film, más allá de un toque estético que puede gustar más o menos, pero creo que en un thriller lo esencial es poner en valor la trama y por aquí la directora falla sin remedio.

Comprendo que no siempre es sencillo adaptar una novela al cine y más teniendo en cuenta que le Carré es un escritor que no prima la acción en sus obras, que suelen tener mucho de reflexivas y críticas, pero ha habido adaptaciones de su trabajo muy logradas, lo que vuelve a incidir en el deficiente trabajo de Susanna White.

Lo mejor con diferencia es el reparto. Stellan Skarsgård siempre me ha gustado mucho y creo que aquí da vida de manera perfecta a Dilma, con ese aire rudo, vulgar, peligroso. Ewan McGregor, por su parte, está correcto, aunque un tanto más gris frente a la contundencia de Skarsgård, tal vez porque su personaje también está peor definido. El que sí que también me convenció fue Damian Lewis, siempre inquietante, dejando ciertas dudas en torno a las lealtades de su personaje.

Definitivamente, Un traidor como los nuestros se queda en un quiero y no puedo y nos vamos con la sensación de que se han desaprovechado las muchas posibilidades que ofrecía el material de partida, quedando una película sin nervio y muy previsible.

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