El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

viernes, 5 de diciembre de 2025

El pecado de Cluny Brown



Dirección: Ernst Lubitsch.

Guión: Samuel Hoffenstein y Elizabeth Reinhardt (Novela: Margery Sharp).

Música: Cyril Mockridge.

Fotografía: Joseph LaShelle (B&W).

Reparto: Charles Boyer, Jennifer Jones, Peter Lawford, Helen Walker, Reginald Gardiner, Reginald Owen, Sir C. Aubrey Smith, Richard Haydn, Margaret Bannerman, Sara Allgood, Ernest Cossart, Florence Bates, Una O'Connor.  

A las puertas de la segunda Guerra Mundial, la joven Cluny Brown (Jennifer Jones) entabla amistad con Adam Belinski (Charles Boyer), un refugiado checo sin un centavo que vive de pequeños "préstamos". 

El pecado de Cluny Brown (1946) es el último largometraje completo del genial Ernst Lubitsch, que murió antes de poder terminar La dama del armiño (1948), que la finalizaría Otto Preminger.

En esta comedia romántica, Lubitsch nos va introduciendo suavemente en un universo maravilloso donde Adam y Cluny representan la inocencia y la espontaneidad en medio de la estricta cultura británica, donde todo está medido, controlado y reprimido. Es más, El pecado de Cluny Brown es más interesante tal vez por todo lo que rodea la sencilla y emotiva historia de amor de los protagonistas que, en esencia, no desvela nada especialmente original pero que tiene, en la delicadeza y fino sentido del humor del director toda su esencia.

Y lo que gira en torno a Adam y la espontánea e inocente Cluny es la férrea sociedad británica, con la separación de clases gravada a fuego en cada uno de sus súbditos, presos en un mundo que aceptan porque no conocen otra cosa. El contraste con el comportamiento de Adam es notable, pero aún más ante la frescura pura y natural de Cluny, un personaje adorable con el que es imposible no encariñarse.

Hoy en día no es posible encontrar un cine perecido. La elegancia de Lubitsch, su manera de transgredir las normas, de insinuar, de contar con elipsis, su sentido de la elegancia, el amor que transmite por sus personajes, incluso los menos favorecidos... todo ello está presente aquí de un modo genuino y casi mágico. Irrepetible.

Atención al tema de las tuberías atascadas, manera muy sutil de referirse al sexo sin resultar vulgar o la elegante escena final donde se cuenta todo sobre la feliz pareja y su futura descendencia con el único recurso de la imagen. 

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