El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

jueves, 14 de noviembre de 2024

Misión imposible 2



Dirección: John Woo.

Guión: Robert Towne.

Música: Hans Zimmer (Tema: Lalo Schifrin).

Fotografía: Jeffrey L. Kimball.

Reparto: Tom Cruise, Dougray Scott, Thandie Newton, Richard Roxburgh, Ving Rhames, John Polson, Brendan Gleeson, Radé Sherbedgia, Anthony Hopkins.

Un científico (Radé Sherbedgia) muere en un accidente de avión. Poco antes había pedido ayuda a su amigo Ethan Hunt (Tom Cruise) en relación a algo denominado Quimera, que resulta ser un peligroso virus.

Tras el éxito de Misión imposible (Brian De Palma, 1996), que se basaba en la serie televisiva del mismo título creada en los años sesenta del siglo XX, llegó la consabida segunda parte. Empezaba así una serie que parece seguir un poco los pasos de James Bond, aunque con un estilo algo diferente.

Lo que sí que es común a ambas series es la banalidad del guión, que solo busca sentar las bases para unos desarrollos algo estereotipados donde la acción es la clave.

Y como se trata de films de acción pura y dura, parece lógica la elección de John Woo para dirigir esta secuela, pues si algo caracteriza a este director es un marcado estilo donde brilla una puesta en escena cuidada y unas coreografías que rozan lo circense. De ahí que este sea precisamente uno de los puntos que pueden criticarse a Misión imposible 2: la falta total de verosimilitud en las escenas de acción. Para aquellos espectadores sin embargo que valoren el espectáculo por encima de todo, Wood no les decepcionará, pues las piruetas de Tom Cruise corriendo en moto o colgado de un acantilado son realmente impactantes.

A nivel argumental, la trama tampoco se sostiene e pie y menos aún los trucos del guión con el típico uso de máscaras, una seña de identidad de la serie que, sin embargo, aquí se lleva demasiado lejos. Si ya el recurso de las máscaras resulta en sí mismo bastante forzado, en esta entrega se juega pasando el límite con la única intención de engañar al espectador llevando el suspense a un punto imposible. Sinceramente, a esta alturas, creo que solo los espectadores más inocentes pueden caer en el engaño.

Lo que sí que presenta cierta novedad es el rol de la protagonista femenina (Thandie Newton), obligada a una especie de "prostitución", incluso contra los deseos de Ethan, y que plantea una cierta duda a nivel moral. Es la única vez en la serie que Hunt va en contra de lo moralmente correcto. Además, ese detalle nos remite a la película Encadenados (Alfred Hitchcock, 1946), donde también el protagonista debía permitir que la mujer a la que amaba se entregara al villano de turno.

Pero los parecidos con Alfred Hitchcock no terminan ahí, pues la relación entre los dos malos de la historia, Sean Ambrose (Dougray Scott) y Hugh Stamp (Richard Roxburgh), es similar a la que veíamos en Con la muerte en los talones (1959), donde la presencia de Eve Marie Saint despertaba los celos de Martin Landau, lo que llevaba a pensar en una atracción de tipo homosexual de este hacia James Mason.

Dejando de lado este tipo de detalles, Misión imposible 2 creo que ofrece a los amantes de este tipo de cine aquello para lo que pagan la entrada: acción perfectamente orquestada, sin ningún tipo de limitación para mayor gloria del protagonista, en este caso un Tom Cruise que sabrá explotar la serie para convertirla en un clásico contemporáneo del cine de palomitas. No es cine de "verdad", es sólo espectáculo, pero empaquetado con todo lujo.

domingo, 10 de noviembre de 2024

Maigret



Dirección: Patrice Leconte.

Guión: Jérôme Tonnerre y Patrice Leconte (Novela: George Simenon).

Música: Bruno Coulais.

Fotografía: Yves Angelo.

Reparto: Gérard Depardieu, Jade Labeste, Mélanie Bernier, Aurore Clément, André Wilms, Hervé Pierre, Clara Antoons, Pierre Moure, Bertrand Poncet. 

París, años cincuenta, una joven (Clara Antoons) aparece muerta en una plaza de París. No hay nada que permita identificarla y el comisario Maigret (Gérard Depardieu) no tiene tampoco ninguna pista.

El personaje de Maigret ha sido llevado muchas veces al cine y en esta ocasión es Gérard Depardieu el encargado de representarlo. No es disparatado decir que este Maigret (2022) es fundamentalmente Gérard Depardieu. El actor se apodera del relato con su poderosa presencia que en realidad contrasta con su salud, delicada, y sobre todo con su tristeza. Porque la película utiliza el crimen como punto de partida para adentrarse en terrenos más íntimos, no solo del detective, sino también del resto de personajes, perdidos, extraños, víctimas de sus extrañas fantasías... Patrice Leconte nos sumerge en un universo cargado de nostalgia, de dolor, del peso del pasado. 

Sorprende pues que un film policíaco se aleje tanto de nuestras expectativas. Puede que para algunos sea un detalle que ensombrece la película, pero creo que en realidad es su acierto, su originalidad es la que convierte a Maigret en un film diferente a lo que vemos cotidianamente, en especial en la filmografía que viene de Estados Unidos, mucho más superficial y concreta.

La película de Leconte busca más que pistas, busca el alma de los personajes. Y lo hace con un ritmo pausado y una ambientación muy detallista. Pero lo esencial es la manera de contar la historia, dejando más insinuaciones que certezas, sembrando pistas que el espectador deberá seguir para adivinar el drama que entristece al comisario, un dolor que no se puede expresar ni se puede reprimir. 

Pero Jules Maigret no es el único que sufre. También está la señora Clermont-Valois (Aurora Clément), sacrificada esposa, engañada, que desea mantener su estatus social. Estatus que su enfermo hijo Laurent (Pierre Moure) podría echar por tierra sin poder evitarlo.

O Betty (Jade Labeste), que escapa de un futuro poco esperanzador para lanzarse a una aventura realmente incierta. 

Incluso París, la mágica ciudad alabada y mitificada tantas veces, es ahora presentada como un espejismo que devora los sueños, un lugar inhóspito, frío y sin entrañas donde nadie importa a nadie. Salvo quizá al comisario, tal vez para revivir un presente que había perdido mucho tiempo atrás.

A pesar de todo, de la meticulosa puesta en escena y la presencia de Depardieu, le falta algo a Patrice Leconte para redondear su propuesta. Se percibe el esfuerzo por ofrecernos algo de calidad y tal vez sea eso mismo lo que termine delatándole, haciendo que su intento resulte a veces algo artificial, como forzado, como en esos cortes entre secuencias o esas frases que parecen demasiado perfectas.

Aún así, Maigret me parece un film diferente, elegante, triste, con algo en sus entrañas que le da cierto valor: tiene personalidad.

jueves, 7 de noviembre de 2024

Sabrina



Dirección: Billy Wilder.

Guión: Billy Wilder, Samuel Taylor y Ernest Lehman (Obra: Samuel Taylor).

Música: Frederick Hollander.

Fotografía: Charles Lang Jr. (B&W).

Reparto: Humphrey Bogart, Audrey Hepburn, William Holden, Walter Hampden, John Williams, Martha Hyer, Joan Vohs, Marcel Dalio, Marcel Hillaire, Nella Walker, Francis X. Bushman, Ellen Corby. 

La joven Sabrina (Audrey Hepburn) lleva casi toda su vida enamorada de David (William Holden), el mujeriego hijo menor de los Larrabee, una familia que ha amasado una gran fortuna con los más variados negocios y para la que su padre (John Williams) trabaja como chófer.

Billy Wilder fue uno de los directores más versátiles de la historia, rodando tanto una película bélica (Cinco tumbas al Cairo, 1943), como un drama (Días sin huella, 1945) o un film de cine negro (Perdición, 1944) con total maestría. Pero creo que no me equivoco al afirmar que es en el género de la comedia donde parecía moverse más a gusto, dejándonos algunos de los títulos más reconocidos del género, como La tentación vive arriba (1955), Con faldas y a lo loco (1959) y El apartamento (1960).

Con Sabrina (1954) nos ofrece un encantador cuento romántico donde brilla especialmente el maravilloso encanto de Audrey Hepburn, que había debutado en Hollywood a lo grande con Vacaciones en Roma (William Wyler, 1953), ganando nada menos que el Oscar a mejor actriz.

En Sabrina sigue luciendo ese encanto natural, esa frescura que convierte a la protagonista en el centro de atención cada vez que está en pantalla. Incluso un veterano como Humphrey Bogart palidece a su lado. En realidad, la elección de Bogart para el papel de Linus vino motivada por la renuncia de Cary Grant, para quien estaba pensada la historia, y la verdad es que la diferencia de edad entre Bogart y Audrey Hepburn, además del aspecto envejecido del actor, son uno de los defectos más notorios de la película, pues se hace casi inconcebible un romance entre la dulce Sabrina y el áspero Linus.

Pero más allá de ese detalle o de los conocidos problemas durante el rodaje con el guión o el mal carácter de Bogart, el caso es que Billy Wilder logró sacar adelante una de esas comedias amables, simpáticas y llenas de encanto que nos dejan con una sonrisa en los labios hasta mucho tiempo después de terminar de ver la película.

Sabrina nos cuenta una historia muy sencilla: cómo una joven soñadora e inexperta termina encontrando el amor donde menos lo espera. No deja de ser un film sin demasiado interés en cuanto a argumento, incluso podríamos decir que la historia es algo cursi, pero en manos de Billy Wilder, el resultado es maravilloso. Porque el director nos da una lección de elegancia, de fluidez, de saber marcar los tiempos, buscar el encuadre perfecto y contar la historia yendo siempre a lo esencial, sin rodeos, sin trampas, sin perder como meta la esencia de la historia: hacer un film encantador, romántico sin excesos, tierno sin caer en lo empalagoso y divertido sin buscar nunca la risa forzada. La naturalidad y el buen gusto son la clave.

Pero si Wilder es el maestro que pone orden y buen gusto en la historia, es la presencia de Audrey Hepburn la que aporta ese aire inocente, dulce y con una belleza incuestionable que convierte la cinta en algo delicioso. Por eso comprendemos que tanto el alocado David como el seco Linus puedan caer rendidos ante ella al instante. Pocas veces una actriz ha tenido tanto peso en una historia como ella aquí.

Sabrina es una de esas cintas donde podemos disfrutar de ese estilo genuino del Hollywood clásico, de un saber hacer que ya no se puede ni imitar, porque aquellos años han pasado a la historia y aquellas estrellas y directores nos han dejado, desgraciadamente, para siempre.

La película ganó el Oscar al mejor vestuario en blanco y negro.

En 1995, Sydney Pollack hizo una nueva versión del film titulado Sabrina (y sus amores) que el propio Billy Wilder no encontraba muy conseguida.

lunes, 4 de noviembre de 2024

La peor persona del mundo



Dirección: Joachim Trier.

Guión: Eskil Vogt y Joachim Trier.

Música: Ola Fløttum.

Fotografía: Kasper Tuxen.

Reparto: Renate Reinsve, Anders Danielsen Lie, Herbert Nordrum, Hans Olav Brenner, Helene Bjørneby, Vidar Sandem, Maria Grazia Di Meo.  

Julie (Renate Reinsve) tiene muchas dudas sobre cómo encauzar su vida. Cuando conoce a Aksel (Anders Danielsen Lie), un conocido artista gráfico, al menos su vida sentimental parece asentarse.

Con un Hollywood centrado en el cine de palomitas y repitiendo fórmulas con descaro en busca de la taquilla, es de agradecer que de vez en cuando aparezcan propuestas diferentes, enfocadas a un cine más adulto, donde las personas, los problemas cotidianos, el amor y la vida sean los protagonistas.

Es lo que nos ofrece Joachim Trier con La peor persona del mundo (2021), película con la que cierra su conocida como Trilogía de Oslo, compuesta por Reprise (2006), Oslo, 31 de agosto (2011) y esta cinta.

Trier centra su relato, estructurado en un prólogo, dos episodios y el epílogo (división un tanto innecesaria y algo pedante), en Julie, una mujer sensible e inteligente pero que, como casi todos, en el paso de la adolescencia a la edad adulta, cuando debe tomar las riendas de su vida, se siente un tanto perdida. En realidad, Julie confiesa que es alguien que no termina nunca lo que empieza. Si lo analizamos bien, Julie tiene mucho de valiente. Lo sencillo es amoldarse, continuar un camino o una relación, aunque no parezcan perfectos. Pero la protagonista no se conforma con algo si no lo siente suyo. De ahí que cambie de meta profesional y de ahí que, aunque su relación con Aksel tenga muchos puntos positivos, Julie no se sienta plena. Sobre todo cuando conoce a Eivind (Herbert Nordrum), con el que conecta de manera casi mágica.

A nivel argumental, Trier se decanta por un relato contenido en lo emocional y que busca un discurso lo más natural del mundo, dejando de lado certezas y sentencias para presentarnos a unos protagonistas con dudas, miedos, decisiones que no siempre pueden justificar desde un razonamiento inequívoco... en definitiva, son personas que podemos comprender, porque todos hemos pasado por situaciones en las que no era fácil comprendernos a nosotros mismos. Es, sin duda, lo más acertado de esta propuesta que se desmarca de lo habitual en films románticos de relaciones de pareja. En este sentido, creo que La peor persona del mundo no puede calificarse de film romántico, sino de algo más grande, algo con pretensiones más profundas que la típica historia de amor que hemos visto tantas veces.

Sin embargo, también es verdad que la película no me llegó a emocionar todo lo que hubiera querido. Es más, en algunos momentos incluso se me hizo pesada. Lo achaco al estilo excesivamente frío del director y cierto afán de protagonismo a la hora de enfocar su trabajo que a veces adquiere más importancia que lo narrado. Puede que sea también un problema cultural, pues estamos ante un film noruego, lo que podría explicar esa falta de intensidad, incluso en momentos realmente dramáticos, que no nos deja indiferentes, pero sí algo distantes con lo vivido por los protagonistas. Y eso a pesar del buen trabajo de Renate Reinsve, que es el centro de la historia y que se mueve con una desenvoltura maravillosa.

En líneas generales, La peor persona del mundo me pareció un film más que interesante, especialmente por poner sobre el tapete problemas tan trascendentales como el amor, el trabajo, la maternidad, la muerte o la familia. Son temas que nos afectan a todos y seguramente muchos se verán identificados con alguno de los protagonistas o con parte de sus dudas. La lástima es que Joachim Trier no haya sabido darle algo más de emoción e intensidad al relato, dejando de lado ciertas licencias un tanto gratuitas que no casan del todo bien con su intento de ofrecernos un discurso real, sin adornos ni excesos.

viernes, 1 de noviembre de 2024

Pequeños detalles



Dirección: John Lee Hancock.

Guión: John Lee Hancock.

Música: Thomas Newman.

Fotografía: John Schwartzman.

Reparto: Denzel Washington, Rami Malek, Jared Leto, Chris Bauer, Michael Hyatt, Terry Kinney, Natalie Morales, Isabel Arraiza.

Joe Deacon (Denzel Washington), un agente del condado de Kern, viaja a Los Ángeles a recoger una prueba. Años atrás, había trabajado ahí como detective, pero un caso de un asesino en serie lo llevó al límite y abandonó la ciudad. Ahora, nada más llegar, se encuentra de nuevo con un nuevo caso de un asesino en serie al que la policía no puede atrapar.

Si vemos en la sinopsis de Pequeños detalles (2021) el tema del asesino en serie seguramente nos haremos una idea del argumento, intuyendo que el centro del mismo reside en la investigación para atraparlo, al estilo de Seven (David Fincher, 1995), a la que en alguna secuencia nos recuerda la propuesta de Hancock. Pero nos llevaremos una sorpresa, tal vez para algunos una decepción, pues el director, que firma también el guión, prefiere darle un giro diferente a la historia y deja en segundo término la investigación para centrarse en los dos policías que intentan descubrir al culpable: el detective Baxter (Rami Malek) y el agente Deacon.

Baxter lleva el caso, aunque sin pistas que le puedan orientar para descubrir al asesino en serie. Deacon, que pasaba por ahí, tiene una espina clavada por su pasado, cuando no pudo resolver un caso similar. Incluso todo indica que se trataría del mismo asesino de hace cinco años que ha vuelto tras un período de calma.

Y Hancock centra su interés en esos dos policías, en cómo se necesitan para poder avanzar en la investigación pero, sobre todo, el director intenta ahondar en su personalidad, sobre todo en el caso de Deacon, dejando pistas sobre su pasado que irá desvelando el guión con cuentagotas hasta la consabida sorpresa final. Por cierto, sorpresa que no es ninguna tontería, al menos Hancock elabora un guión bastante sólido que evita jugar al engaño y, sobre todo, salirse con un final rocambolesco. Todas las piezas al final encajan para dejarnos una interesante reflexión sobre el deber, la culpa, la honestidad y el límite entre el bien y el mal. Son estas cuestiones al final lo mejor de la película, dejando que sea el espectador el que valore lo correcto o incorrecto de los actos de los protagonistas.

Sin embargo, creo que entre las intenciones del director y el resultado hay un desequilibrio que penaliza todo lo interesante de la propuesta, dejando la sensación de que John Lee Hancock no ha sabido plasmar con la fuerza y el atractivo necesarios sus ideas, bastante interesantes.

El ritmo lento, que no es malo en sí mismo, perjudica un poco a la historia, más que nada porque se alarga demasiado y ese ritmo tan pausado no ayuda para nada, de manera que llegamos a sentir cierto cansancio a mitad del metraje debido a un estancamiento de la historia. Si el director hubiera optado por no estirar demasiado el tema y hubiera ido más abiertamente a la esencia, habríamos ganado todos.

Tampoco la escena clave de Baxter y el sospechoso (Jared Leto) en el descampado parece muy coherente. Es el momento más importante de la historia pero tal y como está planteado en todo momento lo sentimos como algo artificial, algo forzado que no termina de resultar convincente.

En todo caso, el final resulta potente, dejando abierta cualquier posibilidad en lo referente a Baxter, al tiempo que vemos como Deacon ha logrado superar sus traumas, aunque tal vez no de la manera más ética.

Repito, lo interesante de Pequeños detalles al final es la idea que plantea: la ética profesional, la honradez, la culpa e incluso el azar como un elemento adicional que puede trastocarlo todo. Si bien el resultado no es perfecto, creo que es un film a descubrir. 

miércoles, 23 de octubre de 2024

El duque



Dirección: Roger Michell.

Guión: Richard Bean y Clive Coleman.

Música: George Fenton.

Fotografía: Mike Eley.

Reparto: Jim Broadbent, Helen Mirren, Fionn Whitehead, Matthew Goode, Anna Maxwell Martin, Jack Bandeira, Aimée Kelly, Joshua McGuire, Charlotte Spencer.  

En 1961, Kempton Bunton (Jim Broadbent), un idealista empedernido, roba el cuadro del Duque de Wellington, de Francisco de Goya, de la National Gallery para "financiar" su campaña en favor de las personas mayores y los veteranos de guerra.

Basada en hechos reales, El duque (2020) es una comedia a la que no podemos negar su gran originalidad. Sin embargo, tiene ciertos defectos que a la larga pasan factura.

Sin duda, para aquellos a los que les gusta el humor británico, esta cinta colmará en gran medida sus expectativas. Estamos ante un film elegante, muy bien ambientado y con actores, como Helen Mirren, que resultan realmente naturales. También lo es Jim Broadbent, cuyo trabajo resulta entrañable, especialmente en la parte del juicio, pero es evidente que el actor resulta demasiado mayor para su papel y eso es algo que no conseguí olvidar durante toda la película.

Además de la elegancia, quisiera destacar el gran nivel de los diálogos, algo que debería ser la norma en cualquier película pero que, por desgracia, es tan raro que cuando asistimos a un guión tan preciso como este resulta sorprendente y se agradece enormemente.

Sin embargo, El duque tiene una primera parte, donde se presentan los personajes básicamente, que me resultó bastante floja y, por lo tanto, se me hizo muy larga. Falta precisión, falta concreción. Los personajes, tanto el de Kempton como el de su esposa (Helen Mirren), no caen especialmente bien. Kempton está retratado de manera que se acerca más a un majadero que a un idealista de gran corazón. Por su parte, su esposa es gruñona, arisca, y aunque entendemos que debe estar hasta la coronilla de las majaderías de su esposo, no se hace simpática. Es el principal error de la historia: hacer que sus personajes no nos resulten simpáticos.

Es cierto que cuando llega la parte del juicio, el nivel de la película sube mucho, pues estamos al fin en el momento en que se desvelan las cartas sin disimulos ni juegos. Es entonces cuando comprendemos de verdad al señor Kempton que, de un plumazo, deja de ser un chiflado para convertirse en un sujeto muy simpático, lúcido y casi entrañable. Su esposa, al fin, parece entrar también en razón y asume la pérdida de su hija (una subtrama que recorre la película en segundo plano) y muestra cierta comprensión hacia su esposo. Es decir, de pronto el guión se vuelve sensible y tierno y consigue al fin que nos impliquemos en los problemas de los personajes, que sintamos su dolor por el drama de perder a una hija y los veamos como seres normales, no como los bichos raros del principio.

Sin embargo, a pesar de esa parte final más lograda, el desequilibrio de la cinta es evidente. En conjunto, es una película que se ve con agrado, pues resulta un tema novedoso y el tratamiento, sin forzar las gracias, es discreto y elegante. Pero no pasa de eso, de un film amable, con ciertos momentos muy logrados, pero sin una unidad que le de más peso en el conjunto. 

sábado, 19 de octubre de 2024

Outlander



Dirección: Howard McCain.

Guión: Dirk Blackman y Howard McCain.

Música: Geoff Zanelli.

Fotografía: Pierre Gill.

Reparto: Jim Caviezel, Sophia Myles, Jack Huston, John Hurt, Cliff Saunders, Ron Perlman, Patrick Stevenson, Aidan Devine, Bailey Maughan.

En el año 709, una nave espacial se estrella en Noruega. El único superviviente es Kainan (Jim Caviezel)... y un Moorwen, una criatura sanguinaria.

En el cine ya hemos visto de todo. La necesidad de renovar géneros, de buscar nuevas ideas para historias muy vistas hace que la imaginación de los guionistas sea capaz de cualquier cosa. La prueba la tenemos en Outlander (2008), una cinta que mezcla cine histórico, de aventuras, gore y de ciencia ficción sin ningún tipo de rubor.

El problema de este tipo de mezclas es que cuesta bastante tomarlas en serio, de ahí que lo mejor, desde un punto de vista práctico, sea adoptar cierto distanciamiento, pues es la única manera de poder sacar algo de partido a historias tan inverosímiles. El problema de Outlander es que los guionistas se empeñan en darle un toque trascendente, especialmente en la parte final, donde deben pensar que ponerse serios es la mejor solución para rematar la historia de manera épica. ¡Error! Si la película no había sido más que un pasatiempo asumible, con fallos pero cierta emoción, el desenlace resulta casi patético, intentando poner un broche de oro innecesario y que termina por tener el efecto contrario al pretendido.

Hasta entonces, es verdad que el argumento no resultaba demasiado original, pues el monstruo sanguinario y terrorífico lo habíamos visto ya en muchas películas, como en Alien: el octavo pasajero (Ridley Scott, 1979) o Depredador (John McTiernan, 1987). Pero a pesar de todo, la idea de Outlander funciona a nivel muy básico porque asegura intriga, luchas despiadadas, peligro y sangre; un cóctel que suele resultar a poco que la producción sea más o menos acertada. Y es cierto que en este aspecto, Outlander tiene un pase: la tensión está asegurada por la sola presencia del Moorwen. Otra cosa es el diseño de la bestia; creo que el toque de las luces es excesivo, pero estéticamente aporta cierta plasticidad que el director explota en un par de escenas bastante artísticas.

Sin embargo, dejando de lado el final antes mencionado, la película cojea mucho en todo lo que es el aspecto humano: las relaciones entre los personajes, su profundidad o los diálogos, que están a un nivel muy básico. Todo ello empobrece el relato, que se sustenta solamente en las escenas de acción. Si además le unimos la elección de Jim Caviezel  para el rol principal, un actor inexpresivo como un palo, tenemos la guinda del pastel.

En resumen, Outlander es un producto muy elemental, sin demasiada calidad ni talento ni imaginación. Solamente en el apartado de acción funciona correctamente, pero me parece insuficiente para poder valorarla más allá de un simple pasatiempo muy corriente y sin nada que lo haga especial. Mero entretenimiento de usar y olvidar.