El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

viernes, 8 de agosto de 2025

Cámara sellada



Dirección: James Foley.

Guión: William Goldman y Chris Reese.

Música: Carter Burwell.

Fotografía: Ian Baker.

Reparto: Chris O'Donnell, Gene Hackman, Faye Dunaway, Lela Rochon, Robert Prosky, Raymond Barry, David Marshall Grant, Bo Jackson, Josef Sommer. 

El joven Adam Hall (Chris O'Donnell) decide ocuparse de la apelación de Sam Cayhall (Gene Hackman), un fanático del Ku Klux Klan acusado del asesinato de dos niños en espera del día de su ejecución en la cámara de gas y que resulta que es su abuelo.

Una adaptación más de una novela de John Grisham, Cámara sellada (1996) no es, a pesar de su argumento, una película demasiado apasionante.

El principal problema de la película reside ya en su planteamiento: el nieto intentando defender a la desesperada a un abuelo racista, persona a la que ni siquiera conoce. Es un inicio tan artificioso que ya nos sitúa a la defensiva pues todo lo que suceda a partir de ahí va a parecer demasiado retorcido como para que podamos creerlo. Incluso el enfrentamiento inicial entre ambos protagonistas no logra engañarnos y somos conscientes de que es solo un recurso algo teatral que, con el paso de los minutos, llevará a cierta reconciliación entre ellos, y este en un detalle que resta incertidumbre y emoción a las múltiples escenas de entrevistas entre el abuelo y el nieto, pues somos conscientes ya del desenlace.

La única duda que puede mantenernos interesados en el relato es el destino final de Sam: si será indultado o no, si el nieto encontrará argumentos para que se revoque la sentencia de muerte. Pero esa duda al final tampoco cobra un peso determinante por culpa de un desarrollo bastante torpe donde las investigaciones de Adam no alcanzan la fuerza necesaria. 

Por si eso no fuera ya grave, los personajes secundarios interpretados por Faye Dunaway, como la tía de Adam e hija de Sam, y por Lela Rochon, ayudante del gobernador, tampoco alcanzan un peso específico en la historia, que se queda reducida básicamente a las conversaciones entre el abuelo y el nieto que, desgraciadamente, tampoco consiguen que nos impliquemos demasiado en su sufrimiento, pues no se despeja nunca la sombra de un argumento poco convincente y sí demasiado teatral.

Además, Chris O'Donnell no me pareció una elección muy acertada para el papel principal. A parte de su supuesto atractivo, no tiene nada que pueda convertirlo en un actor convincente y expresivo y Gene Hackman, éste sí muy correcto, no es suficiente para hacernos olvidar las carencias de su compañero.

En definitiva, una película que no termina de funcionar en nigún plano y que no pasa de correcta.  

lunes, 4 de agosto de 2025

El año en que empecé a masturbarme



Dirección: Erika Wasserman.

Guión: Christin Magdu y Erika Wasserman.

Música: Matti Bye y Anders af Klintberg.

Fotografía: Niels Buchholzer.

Reparto: Katia Winter, Jesper Zuschlag, Henrik Dorsin, Nour El-Refai, Vera Carlbom, Pablo Leiva Wenger, Hannes Fohlin, Sara Shirpey, Bahar Pars, Albin Grenholm. 

Hanna (Katia Winter) decide hacer caso a su novio Morten (Jesper Zuschlag) y renuncia a su trabajo para dedicarle más tiempo a él y a su hijo; pero justo en ese momento, Morten rompe con ella.

Uno de los problemas de muchas comedias es que parecen que no se toman en serio lo que nos cuentan, al menos es lo que me pareció esta película sueca con un título, El año en que empecé a masturbarme (2022), que parece un reclamo para atraer a cierto tipo de espectadores.

La cinta no deja de ser la típica comedia romántica, pero con el tema de la masturbación, un recurso que finalmente libera a la protagonista y la reconcilia consigo misma, intenta ofrecer un enfoque novedoso y, en teoría, algo transgresor. Es evidente que el tema del sexo sigue rodeado de muchos prejuicios, pero no creo que a estas alturas, y para el público al que va dirigida la película y la superficialidad con que trata el tema, un enfoque así pueda aportar nada más que un toque ligeramente picante.

En cuanto al desarrollo, la verdad es qua la cinta no tiene mucho que ofrecernos: un desarrollo bastante típico donde en la primera parte todo empieza a torcerse en la vida de Hanna para, en la parte central, tocar fondo para llegar a un final donde las cosas, casi milagrosamente, terminan por reconducirse para ofrecernos un final feliz en el que la protagonista se reencuentra con sus amigos, organiza su vida y se hace plenamente consciente de lo que quiere de la vida.

En teoría, un argumento así no tendría porqué resultar un inconveniente, pero la clave está en que nada en el desarrollo de la historia es interesante. La supuesta comicidad apenas aparece y siempre vinculada al tema del sexo, algo demasiado básico si encima no se aporta mucha originalidad. Tampoco la parte dramática, que es necesaria siempre, tiene demasiada profundidad. En realidad, todo en la película resulta demasiado superficial como para que nos llegue a importar y tanto el planteamiento inicial como la resolución final son casi infantiles, lo mismo que la mayoría de personajes secundarios que caen en lo absurdo o ridículo mayoritariamente.

En verdad, solamente es reseñable la frescura y el encanto de Katia Winter, lo único realmente salvable de la película.

sábado, 12 de julio de 2025

Solo para sus ojos



Dirección: John Glen.

Guión: Richard Maibaum y Michael G. Wilson (Personaje: Ian Fleming).

Música: Bill Conti.

Fotografía: Alan Hume.

Reparto: Roger Moore, Carole Bouquet, Topol, Lynn-Holly Johnson, Julian Glover, Cassandra Harris, Jill Bennett, Michael Gothard, Jack Hedley, Walter Gotell.

Como consecuencia de una explosión accidental, un barco de vigilancia británico se hunde en el Mediterráneo. El barco estaba equipado con un sistema (ATAC) que controlaba los submarinos nucleares de Gran Bretaña. Para evitar que dicho dispositivo caiga en manos enemigas, Bond es enviado para recuperarlo.

Quinta película de Roger Moore interpretando a 007 y una de las peores de la serie desde mi punto de vista y no solamente porque Moore no está a la altura de su predecesor, Sean Connery, que sería un detalle importante pero no crucial, sino porque la cinta parece más un producto de serie B que otra cosa.

Para empezar, Roger Moore ya pasaba de los cincuenta cuando rodó Solo para sus ojos (1981) y el aspecto que ofrece en la película resulta un tanto envejecido para su papel, un detalle demasiado evidente para resultar un James Bond convincente. 

Además, Carole Bouquet puede que fuera una mujer muy hermosa, pero su talento como actriz dejaba mucho que desear y su actuación es realmente lamentable, con una mirada muy bonita pero totalmente inexpresiva.

En cuanto a la trama, es verdad que no podemos esperar nada especialmente original, pues más o menos todas las de la serie siguen un patrón muy parecido, pero en esta ocasión el malvado de turno (Julian Glover) no tiene el peso necesario como para resultar un villano potente y con ello la trama se resiente. Si le sumamos un reparto poco afortunado, con actores secundarios muy mediocres, el resultado es un film en el que cuesta meterse, pues parece, en muchos momentos, una pantomima, una mala copia de las mejores películas de la serie.

Es verdad que algunas escenas de acción están bastante bien ejecutadas, salvando el hecho de que el paso del tiempo las ha envejecido considerablemente, pero ello no es suficiente para mantener en pie una historia que transcurre de manera bastante plana, sin momentos de verdadera tensión y con una dirección bastante rutinaria.

El hecho de que incluso los típicos inventos que ayudan a Bond en cada una de las misiones estén en esta ocasión ausentes por completo es un detalle más que denota el escaso esfuerzo creativo puesto en esta entrega.

He visto muchas películas de esta serie y, reconociendo sus limitaciones, muchas de ellas eran productos bastante cuidados y que ofrecían lo que prometían: un entretenimiento sencillo pero resultón en base a unos principios fijos. Sin embargo, Solo para sus ojos no llega ni a un mínimo deseable, hasta el punto de que estaba deseando que se terminara de una vez.

domingo, 6 de julio de 2025

Suite francesa



Dirección: Saul Dibb.

Guión: Matt Charman y Saul Dibb (Novela: Irène Némirovsky).

Música: Rael Jones.

Fotografía: Eduard Grau.

Reparto: Michelle Williams, Matthias Schoenaerts, Kristin Scott Thomas, Sam Riley, Margot Robbie, Ruth Wilson, Alexandra María Lara, Tom Schilling, Eileen Atkins, Lambert Wilson. 

En 1940, durante al ocupación alemana de Francia, Lucile Angellier (Michelle Williams) se enamora del oficial alemán Bruno von Falk (Matthias Schoenaerts), al que han de alojar forzosamente en la casa propiedad de su suegra (Kristin Scott Thomas).

Suite francesa (2014) está basada en una obra de una escritora que vivió y padeció durante la Segunda Guerra Mundial y cuya hija logró que se publicara su manuscrito mucho tiempo después de la muerte de la autora en Auschwitz. Con estos antecedentes, era lógico que la novela fuera llevada al cine.

La producción de Suite francesa se percibe como ambiciosa desde el mismo comienzo, advirtiéndose los esfuerzos por darle a la obra todo el empaque necesario, con una buena ambientación, una fotografía hermosa y un reparto donde sobresale el nombre de Kristin Scott Thomas junto a Margot Robbie o Lambert Wilson.

Y aquí se terminan los halagos pues, por desgracia, Suite francesa termina siendo un relato tan frío que nos deja casi indiferentes. Y eso es un problema en cualquier tipo de película, pero si estamos ante un drama romántico en plena guerra, con el problema de enamorarse de un enemigo, con el conflicto íntimo y social que ello supone, es gravísimo que el guión no sea capaz de conmovernos un poquito siquiera.

La culpa es que no hay nada en la película que traspase la pantalla. El enamoramiento entre Lucile y Bruno no está bien planteado, brota casi espontáneamente, sin que sintamos el proceso que los lleva a amarse. Y eso en parte porque el guión no logra mostrarnos en profundidad a ninguno de los amantes, solo nos ofrece detalles, sin alcanzar el alma de ambos. Por eso no nos implicamos en sus problemas ni en su pasión, que además se queda reducida a muy poca cosa: un par de besos y unas conversaciones bastante superficiales.

Y lo mismo que sucede con el amor entre los protagonistas pasa también con el conflicto bélico. La ocupación alemana del pequeño pueblo donde viven Lucile y su suegra ofrece muchas posibilidades dramáticas pero, de nuevo, el guión no es capaz de contarlas con la fuerza suficiente para emocionarnos. Ni en los momentos más cruciales sentimos que se nos acelere el pulso.

Es una pena constatar una vez más como el cine actual, impecable en los apartados técnicos, es incapaz de crear verdaderas historias con alma, limitándose, como en este caso, a un relato bien construido y contado pero que carece de profundidad, de sensibilidad y talento. 

miércoles, 2 de julio de 2025

Tigre y dragón



Dirección: Ang Lee.

Guión: Wang Hui Ling, James Schamus y Tsai Kuo Jung (Novela: Wang Du Lu).

Música: Tan Dun.

Fotografía: Peter Pau.

Reparto: Chow Yun Fat, Michelle Yeoh, Zhang Ziyi, Chang Chen, Lung Sihung, Cheng Pei Pei.

Li Mu Bai (Chow Yun Fat), un experto paladín, sale de su retiro tras comprobar que solo le produce tristeza. A pesar de ello, sigue decidido a renunciar a su vida anterior y regala su magnífica espada.

Según su director, con Tigre y dragón (2000) solo pretendía realizar la mejor película de artes marciales posible. Y si nos atenemos a las sofisticadas coreografías de lucha, que incluyen sorprendentes saltos y vuelos que desafían a la lógica y provocan sorpresa y, a partes iguales, admiración y risas, el resultado es una película que no nos deja indiferentes.

Pero el mérito de esas coreografías tan hipnóticas no sería suficiente para convertir a esta película en algo especial. El mérito finalmente reside precisamente en todo aquello que se sale de lo habitual en el género. 

Por una lado, tenemos una fotografía y una banda sonora de una belleza incuestionables que le dan una calidad a la cinta deslumbrante. Otro acierto es que, a pesar de su larga duración, no sentimos que le sobre ni un minuto de metraje: la historia fluye armoniosamente y, a pesar de su sencillez, consigue mantenernos expectantes, ansiosos de ver qué nos depara la siguiente escena. Y ello funciona tan bien gracias a la construcción de los personajes. Cada uno de los protagonistas tiene una historia detrás donde se mezclan amor, esperanza, dolor, muerte, venganza, deseo y oscuridad. Y es ahí donde Tigre y dragón logra adquirir una profundidad mayor que la eleva por encima de una simple película de acción y es lo que consigue que nos impliquemos de lleno en la historia.

Esto no impide reconocer que el argumento es bastante simple y algunos diálogos y situaciones parecen casi pueriles, lo que choca con otros momentos en que la cinta alcanza niveles casi poéticos, por lo que la sensación final es la de un extraño producto que a pesar de su simpleza consigue llegarnos al corazón. Tal vez le falte profundidad, pero no debemos olvidar que estamos ante una película de artes marciales, lo que explica ese desequilibrio.

La película ganó cuatro Oscar: mejor película extranjera, mejor banda sonora, mejor fotografía y mejor dirección artística.

lunes, 23 de junio de 2025

El sheriff de Dodge City



Dirección: Joseph M. Newman.

Guión: Daniel B. Ullman y Martin Goldsmith.

Música: Hans J. Salter.

Fotografía: Carl Guthrie.

Reparto: Joel McCrea, Julie Adams, John McIntire, Nancy Gates, Richard Anderson, James Westerfield, Walter Coy, Don Haggerty, Harry Lauter.

Cuando su hermano Ed (Harry Lauter), aspirante a sheriff de Dodge City, es asesinado, Bat Masterson (Joel McCrea) acepta la invitación para presentarse él mismo al cargo.

El sheriff de Dodge City (1959) es la típica película del Oeste de serie B, con evidentes limitaciones de presupuesto, lo que se evidencia en unas localizaciones limitadas y la ausencia de grandes nombres en el reparto y la producción, salvo McCrea que, sin llegar al estatus de figuras como John Wayne, James Stewart o Kirk Douglas, logró hacerse un hueco en la historia del cine del Oeste, especialmente de la mano de Sam Peckinpah.

La cinta gira en torno a la típica historia de venganza pero, sobre todo, ofrece una imagen idealizada del protagonista, un personaje histórico que aquí es el depositario de grandes valores como la valentía, la honestidad o la lealtad. Si bien es casi imposible tomar su retrato muy en serio, lo que es innegable es que la cinta sigue fiel a los principios básicos del género, oponiendo sin matices a los buenos y los malos, estos últimos verdaderos ejemplos de todo lo ruín que puede llegar a ser una persona.

Y es precisamente por esta simplicidad en el planteamiento, con un guión que va a grano y opta por la sencillez de sus planteamientos siempre, que la película resulta por un lado fácil de ver y de disfrutar y, por otra parte, demasiado simple como para elevarla más allá de un film honesto pero limitado.

Sin embargo, es cierto también que posee cierta calidad en sus diálogos, especialmente si los comparamos con los que suelen escucharse en películas recientes y donde, de una manera no exenta de cierta poesía, se expresan los sentimientos y justificaciones de los actos de los protagonistas de un modo bastante certero.

Agradable de ver, especialmente para los amantes del género, la cinta tiene el valor de permitir comprobar cómo las películas más modestas anteriores al auge del cine puramente comercial de nuestros días eran capaces de atesorar cierta calidad a pesar de sus limitaciones.

viernes, 20 de junio de 2025

La isla mínima



Dirección: Alberto Rodríguez.

Guión: Rafael Cobos y Alberto Rodríguez.

Música: Julio de la Rosa.

Fotografía: Alex Catalán.

Reparto: Raúl Arévalo, Javier Gutiérrez, Antonio de la Torre, Nerea Barros, Salva Reina, Jesús Castro, Manolo Solo.  

Dos policías de homicidios de Madrid, Pedro Suárez (Raúl Arévalo) y Juan Robles (Javier Gutiérrez), son enviados a un pequeño pueblo en las marismas del Guadalquivir para investigar la desaparición de dos adolescentes.

Galardonada con hasta diez premios Goya, La isla mínima (2014) es una película policíaca donde prima sobre todo la austeridad, palpable en el guión, el desarrollo, la ambientación y los personajes. En principio, es un planteamiento con el que me identifico: no suelo ser partidario de complicar las cosas innecesariamente. El inconveniente es que la austeridad termina por ser casi tediosa.

Reducirlo todo a lo básico en la película acaba por convertirla en algo casi sin alma. Los personajes se quedan en muy poca cosa y, durante la mayor parte de la película, los dos policías se limitan a estar juntos, sin que entre ellos se establezca una clara interacción, que se limita a un par de diálogos sobre el pasado de Juan en la época de la dictadura. Este detalle al final termina aportando la única nota reseñable de la historia: la oposición entre un policía que viene de la dictadura, con su brutalidad a cuestas, y el otro, Raúl, que pretende ser más justo y respetuoso con la ley y las normas. Pero, al final, la realidad acaba imponiéndose a la moral y Raúl termina asumiendo ciertas cosas sin protestar, tal vez por gratitud, pero también por cierta ambición profesional.

Como digo, estas pinceladas, demasiado superficiales tal vez, sobre los protagonistas son lo mejor de La isla mínima que, en el apartado meramente de la intriga policial, resulta un tanto decepcionante, pues la investigación se desarrolla de manera poco brillante, sin grandes momentos de interés, y penalizada por una lentitud y un minimalismo que le quitan cualquier emoción posible. Incluso en los momentos más dramáticos, uno se queda bastante distante del drama que está contemplando.

Puede que parte del problema, si prescindimos de esa búsqueda de una sencillez extrema, la tenga la elección de uno de los protagonistas pues, si Javier Gutiérrez, sin ser un prodigio, mantiene un tono bastante verosímil, su compañero Raúl Arévalo es un palo y no varía la expresión de su cara en ningún momento, como si estuviera anestesiado. Los secundarios tampoco aportan nada, en parte porque están reducidos a una participación mínima, pero tampoco se les ve especialmente dotados para el drama. Da la impresión de que todos estudiaron el mismo método de interpretación consistente en hablar sin entonación y tener una posa apática. 

Poca cosa positiva saco finalmente de la cinta, salvo quizá la fotografía y el retrato de un sur atrasado, inculto y miserable.