El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

martes, 29 de julio de 2014

La patrulla perdida



Dirección: John Ford.
Guión: Dudley Nichols, Garrett Ford (Historia: Philip MacDonald).
Música: Max Steiner.
Fotografía: Harold Wenstrom (B&N).
Reparto: Victor McLaglen, Boris Karloff, Wallace Ford, Reginald Denny, J.M. Kerrigan, Billy Bevan, Alan Hale, Brandon Hurst, Douglas Walton, Samuel Stein, Howard Wilson, Paul Hanson.

Cuando el comandante de una patrulla británica en el desierto de Mesopotamia, durante la Primera Guerra Mundial, es abatido de un disparo, el sargento (Victor McLaglen) queda al mando de los soldados, pero desconoce las órdenes y su situación. Mientras, el enemigo árabe sigue al acecho.

La patrulla perdida (1934) es uno de los primeros éxitos en la carrera de John Ford. Es evidente, vista hoy en día, que la película está bastante lejos de los grandes films del director, si bien se ven en ella indicios de su fuerza narrativa y de lo que será su estilo posterior.

La película se centra en las vicisitudes de una patrulla inglesa perdida en medio del desierto y a merced del enemigo árabe, al que no pueden ver. En realidad, tienen dos enemigos, pues el propio desierto se muestra tan hostil y feroz como los mismos árabes. Sin embargo, Ford no plantea un simple film bélico, que sería lo más socorrido y sencillo. El director plantea la película como una prueba de fuego para los soldados, lejos de su entorno, sin un objetivo claro, sin muchas esperanzas y perseguidos por un enemigo al que no pueden enfrentarse, pues los va cazando uno a uno, sin dejarse ver, lo que aumenta la frustración del soldado privado de un rival al que medir su fuerza.

Esta situación límite de los soldados le brinda a John Ford la posibilidad de ahondar en el pasado de los soldados, en su personalidad y en ir mostrando cómo el estar sometidos a una situación extrema termina por desquiciarlos.

A pesar de lo limitado de la acción y el decorado, Ford consigue mantener el ritmo en todo momento gracias a un dominio del tempo que ya anticipaba su brillantez tras las cámaras. También hay que destacar el interesante recurso dramático de no mostrar en ningún momento al enemigo, salvo en la escena final, con lo que se crea una tensión y un cierto misterio que añaden un plus a la historia nada despreciable y que después otros grandes directores sabrán explotar convenientemente, como hizo el mismísimo Spielberg en El diablo sobre ruedas (1971), por ejemplo.

Destacar la presencia de un habitual del cine de Ford, Victor McLaglen, esta vez no como secundario, y que repetiría protagonismo al año siguiente en El delator (1935), con Oscar al mejor actor incluído, y un inquietante Boris Karloff en la piel de un fanático religioso.

Con unos diálogos de gran nivel y una banda sonora nomina al Oscar, La patrulla perdida ya nos enseña el dominio de las situaciones por parte de John Ford, un director que lograba salir de los films  meramente de acción para recrearse en este interesante estudio de unos soldados en una situación extrema.

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