El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

miércoles, 30 de julio de 2014

Pasajero 57



Dirección: Kevin Hooks.
Guión: Dan Gordon y David Loughery (Historia Stewart Raffill y Dan Gordon).
Música: Stanley Clarke.
Fotografía: Mark Irwin.
Reparto: Wesley Snipes, Bruce Payne, Tom Sizemore, Elizabeth Hurley, Michael Horse, Alex Datcher, Bruce Greenwood, Robert Hooks.

Charles Rane (Bruce Payne), uno de los terroristas más temidos, es trasladado en avión hasta Los Ángeles para ser juzgado. Pero Charles ha planeado su liberación en pleno vuelo con la ayuda de sus secuaces. Con lo que no contaba era con la presencia en el avión de John Cutter (Wesley Snipes), un experto en seguridad.

Pasajero 57 (1992) está en la línea de películas como La jungla de cristal (1988), cuyo éxito parece que inspiró no pocas secuelas con escasas variantes argumentales. En este sentido, la película que nos ocupa tan solo promete acción a raudales. Esperar otra cosa de ella sería engañarnos.

Así pues, estamos ante una cinta de acción que transcurre por caminos demasiado trillados como para que nos llevemos alguna alegría o una mínima sorpresa. El argumento transcurre por derroteros mil veces vistos: un héroe que ha de enfrentarse a un asesino medio loco, cruel y despiadado y a su banda de secuaces, cada cuál más perverso y duro que el anterior. Asistiremos a peleas imposibles, muertes por doquier, un incipiente romance, el pasado atormentando a nuestro héroe, pues éste arrastra un fracaso que costó la vida a su mujer... en fin, todo demasiado visto y muy poco original.

Con estos mimbres es fácil adivinar el desenlace. La única baza a jugar por Kevin Hooks es ofrecernos un film entretenido, con buen ritmo y unas escenas de acción lo suficientemente logradas para que compensen la falta de intriga y la banalidad de la historia.

Y en este sentido, la verdad es que la película resulta pasablemente entretenida. No es que asistamos a escenas que nos quiten el habla, pero en general el film transcurre a buen ritmo y nos mantiene en vilo con continuas peleas. Wesley Snipes da la talla en el papel, pues su físico y su aire rocoso resultan bastante convincentes. El malo de turno, Bruce Payne, es también aceptable, dentro de una caracterización bastante tópica, con ese aire de pirado cruel y sanguinario tan al uso en este tipo de películas.  El resto del reparto cumple sin más, dentro de lo estereotipado de todos los roles.

Una película, en resumen, muy limitada argumentalmente y que sólo satisfará a los fanáticos del cine de acción, sobre todo adolescentes, a los que este tipo de villanos y héroes aún puede sorprender e impresionar. Totalmente prescindible para el resto de mortales.

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