El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

lunes, 20 de octubre de 2014

El número 23



Dirección: Joel Schumacher.

Guión: Fernley Phillips.

Música: Harry Gregson-Williams.

Fotografía: Matthew Libatique.

Reparto: Jim Carrey, Virginia Madsen, Logan Lerman, Danny Huston, Rhona Mitra, Lynn Collins, Michelle Arthur, Mark Pellegrino, Paul Butcher.

Cuando Walter Sparrow (Jim Carrey) comienza a leer con cierta desgana un libro que le ha regalado su esposa Agatha (Virginia Madsen), no se imagina hasta qué punto llegará a obsesionarle su lectura.

Cuando uno no tiene una buena historia que contar, cuando el punto de partida (el guión) es bastante pobre, todo lo que se puede intentar es salir más o menos airoso del embite. Y eso es lo que aparentemente intenta Joel Schumacher. Pretender vendernos El número 23 (2007) como una gran película no sólo es pretencioso, sino que es falso también.

La película tiene uno de esos guiones enrevesados que huelen a falsos desde un kilómetro. Es por ello que, a pesar de contar con una primera parte ciertamente intrigante, El número 23 nos suena a petardada desde el principio. De ahí que una parte de mí permanecía alerta, pendiente de trampas argumentales, giros rebuscados o cualquier artimaña que el guionista puediera habernos preparado para el desenlace. Y por ello es por lo que la intriga inicial, que la hay, no me llegara a absorber por completo, pendiente como estaba del despeñamiento final.

La historia de las coincidencias entre el argumento de un libro y el pasado de su lector permite un cierto punto de interés al comienzo, conforme la lectura va atrapando a Walter. Pero mantener esa tensión, desarrollar el argumento con inteligencia es algo que no sucede en esta ocasión. Poco a poco, la intriga va decayendo y hacia mitad de la cinta, cuando Walter comienza a obsesionarse con el número 23 (un truco del guión que no llega a funcionar y donde la acumulación de coincidencias de todo tipo de cualquier número con el 23 termina por aburrir, por forzadas y repetitivas), comenzamos a darnos cuenta de que la historia se sustenta en muy poquita cosa.

Pero donde la película pierde ya casi todo interés es con el desenlace. Y eso que debemos admitir que en esta ocasión no se trata de un final artificioso que nadie se llegue a creer. Dentro de lo que cabe, dentro de lo rebuscado de la historia, el final es plausible y creible. El problema es la torpeza con la que está expuesto, el largo proceso explicativo que parece querer demostrar que el argumento es honesto y que el guionista no se ha reído de nosotros. Pero, sinceramente, una historia tan retorcida y con contínuos amagos de lo que podría suceder y no sucede, es ya de por sí lo bastante falsa y arbitraria para que tanta justificación resulte igualmente absurda.

Donde Schumacher logra salir más airoso es en la puesta en escena, donde se esfuerza en crear una atmósfera original, especialmente cuando se adentra en la historia contada por el libro, y que contiene no pocas escenas que nos remiten al mundo onírico del cómic, especialmente a algunas adaptaciones cinematográficas más o menos originales, como Sin City (Ciudad del pecado) (Frank Miller, 2005). Aquí sí que logra hacer un trabajo novedoso, original e impactante.

En cuanto al reparto, destacar el buen hacer de Jim Carrey, por fin superando el encasillamiento en sus insoportables muecas (aunque al principio amaga peligrosamente con ofrecernos alguna de ellas), demostrando que puede componer personajes muy interesantes siempre y cuando busque registros más auténticos.

En resumen, El número 23 no pasa de ser un film pasablemente entretenido, pero donde se demuestra de nuevo que la falta de talento creativo, suplido con confusión y aparatosidad, no suele permitir más que resultados apañaditos, cine para pasar el rato y poco más.

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