El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

sábado, 12 de octubre de 2019

Días de trueno



Dirección: Tony Scott.
Guión: Robert Towne.
Música: Hans Zimmer.
Fotografía: Ward Russell.
Reparto: Tom Cruise, Nicole Kidman, Robert Duvall, Randy Quaid, Cary Elwes, J. C. Quinn, Michael Rooker, Fred Dalton Thompson, Don Simpson.

Cole Trickle (Tom Cruise) es un buen piloto, pero sin experiencia en las carreras de la NASCAR. Sin embargo, es el elegido por Tim Daland (Randy Quaid) para el nuevo equipo que está preparando para intentar ganar el título en Daytona.

La primera impresión que tuve al ver Dias de trueno (1990) es que estaba ante una especie de Rocky  (John G. Avildsen, 1976) del mundo de las carreras de coches. Los paralelismos en cuanto al sueño de ser campeón partiendo de la nada son bastante evidentes. Pero existen también muchas diferencias entre ambas películas, la más notable: Rocky era un film con un gran contenido humano, sencilla pero con la suficiente entidad como para trascender la épica en favor de un mensaje más íntimo que conectaba con el público. Días de trueno, sin embargo, se queda en la superficie de las cosas y jamás llega a parecer más que un producto de diseño para mayor lucimiento de Tom Cruise.

Precisamente, la idea del film se le ocurrió a Cruise, que se convirtió en el productor de la empresa. El joven actor estaba cimentando su carrera en base a encarnar a diferentes personajes que estaban cortados por el mismo patrón. Basta recordar Top Gun (Tony Scott, 1986) o El color del dinero (Martin Scorsese, 1986).

El productor recurrió de nuevo a Tony Scott, que lo había dirigido en la exitosa Top Gun, y Scott demuestra su oficio para este tipo de películas sacando buena nota en la dirección del film, cuyos mejores momentos son, para mí entender, las escenas de las carreras, filmadas con buen pulso. También es cierto que llegan a ser algo repetitivas, pero junto con la fotografía, sin duda son lo mejor de Días de trueno.

Pero en una película de estas características, centrada en buscar la épica y el drama personal del protagonista, además de la plasticidad de las carreras, de poco sirve una esmerada puesta en escena si el argumento descuida lo fundamental: los personajes. Y esto es precisamente lo que se deja bastante de lado en esta ocasión. Cuesta entender las motivaciones y los problemas de los protagonistas porque, básicamente, el guión los dibuja de una manera demasiado simple, sin profundidad. Por ello, sus problemas incluso nos parecen graciosos en algún momento, con lo que el drama personal de sus miedos, sus aspiraciones o sus traumas se queda en algo borroso, sin entidad.

Lo peor es que cuando llegan los momentos álgidos del drama, como serían el accidente en la carrera de Cole o su discusión con Claire (Nicole Kidman), donde esas escenas deberían apretarnos al sillón, las secuencias pasan sin pena ni gloria, como un momento más en el devenir de los acontecimientos. La culpa es de un guión totalmente plano y banal, donde no se ahorra ningún tópico: el piloto arrogante, el genio de la mecánica con un trauma personal, las penurias económicas, los desencuentros del equipo, el rival sin escrúpulos, el enamoramiento y el consecuente desencuentro... todo tan trillado, tan vacío y tan previsible que uno se pregunta cómo es posible caer tan bajo. La respuesta, sin duda, sería que poco importaban determinados detalles, lo que se perseguía era una cinta para el lucimiento del joven Tom Cruise, decidido a convertirse en el nuevo héroe del cine de aventuras y acción, algo que acabó consiguiendo a base de encasillarse en un tipo de papeles muy bien definidos.

Sin ser el mejor trabajo de Tom Cruise, tampoco es de los peores, si bien cuesta comprender a su personaje en muchas ocasiones. Quizá la nota más destacada del reparto sea la presencia de Robert Duvall, que eleva el nivel del reparto por sí solo. Randy Quaid y Nicole Kidman cumplen sin más.

Lo que no se le puede negar a Cruise es su olfato para los negocios, pues la película tuvo muy buenas recaudaciones. Otro detalle, en este film fue donde se conocieron Tom Cruise y Nicole Kidman, ya que el propio actor pidió que ella fuera su pareja aquí, lo que daría lugar al matrimonio de ambos en 1990.

Días de trueno termina siendo un entretenimiento bastante sencillo, sin ninguna profundidad argumental ni demasiados méritos. Da pena comprobar cómo un equipo así saque tan poco partido de los elementos con que contaba.

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