El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

lunes, 8 de junio de 2020

La residencia



Dirección: Narciso Ibáñez Serrador.
Guión: Narciso Ibáñez Serrador (Historia: Juan Tébar).
Música: Waldo de los Ríos.
Fotografía: Manuel Berenguer.
Reparto: Lilli Palmer, Cristina Galbó, John Moulder-Brown, Cándida Losada, Maribel Martín, Pauline Challoner, Mary Maude, Paloma Pages, Teresa Hurtado, Blanca Sendino.

La señora Fourneur (Lilli Palmer) dirige de manera muy estricta un internado para señoritas, a las que pretender enderezar con una severa disciplina. Teresa (Cristina Galbó), una joven de dieciocho años, es la nueva residente y pronto empezará a comprobar el extraño ambiente que rige en el internado.

Debut en la dirección cinematográfica de Narciso Ibáñez Serrador, cuyo trabajo había sido hasta entonces en la televisión, argentina primero y española después. De hecho, la televisión sería el medio que acapararía su trabajo, puesto que en el cine solo llegaría a firmar La residencia (1969) y ¿Quién puede matar a un niño? (1976), ambas películas de terror, un género por el que el director sentía manifiesta predilección.

La residencia es un film atípico dentro de la tradición española, más inclinada a la comedia y a historias costumbristas. De ahí la importancia de la película dentro de su valor histórico, pues abrió la puerta para que este género se fuera desarrollando en España en la década de 1970.

La residencia nos hará pensar de inmediato en las producciones de la Hammer, especializada en películas de terror gótico, y también contiene elementos que nos llevan directamente a Psicosis (Alfred Hitchcock, 1960) e incluso al monstruo de Frankenstein, fuentes de las que parece beber Ibáñez Serrador.

Vista hoy en día, es evidente que la película no ha envejecido del todo bien. Se nota el cuidado en la producción, pero aún así tenemos consciencia de que se trata de un film de serie B, empezando por lo limitado de los medios y la ambientación y siguiendo por un reparto con actrices y actores no muy buenos en líneas generales. Tampoco el ritmo es el adecuado, con muchos momentos que no hacen avanzar la acción realmente y donde se abusa demasiado de cierta aparatosidad, cuya finalidad no es otra que intentar atraparnos en un clima de miedo y tensión, aunque ciertos efectos parecen en la actualidad un tanto desfasados o ingenuos. Incluso la intriga no es demasiado rebuscada y resulta relativamente sencillo adivinar quién es el asesino. Dicho esto, habría que ver el impacto de la cinta en el momento de su estreno.

¿Qué méritos entonces nos ofrece La residencia? De nuevo aquí tenemos que referirnos a su valor histórico dentro del panorama cinematográfico español. Y es que el guión de la película resulta sorprendentemente atrevido para la época y para el país, la España de la dictadura. El film está repleto de tendencias sexuales atípicas, como el sadomasoquismo, el amor maternal insano, el lesbianismo y el voyerismo; hay un ambiente malsano en las relaciones entre las residentes, con una mezcla de represión y moralidad castradora; y especialmente la señora Fourneur resulta una persona de lo más perniciosa.

Para sortear la inevitable censura, Ibáñez Serrador supo jugar las bazas de la insinuación, que resulta a veces mucho más turbadora que si hubiera podido ser más directo con las imágenes, dando lugar a momentos tan surrealistas e insinuantes como la ducha en camisón de las internas.

A pesar de su valor innovador y su atrevimiento, La residencia me parece un film menor, con evidentes carencias que, en mi opinión, no consiguen equilibrar sus méritos.

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