El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

miércoles, 5 de febrero de 2025

Los que se quedan



Dirección: Alexander Payne.

Guión: David Hemingson.

Música: Mark Orton.

Fotografía: Eigil Bryld.

Reparto: Paul Giamatti, Dominic Sessa, Da' Vine Joy Randolph, Carrie Preston, Andrew Garman, Tate Donovan, Gillian Vigman, Brady Hepner.

Durante las vacaciones de Navidad, el profesor Paul Hunham (Paul Giamatti) deberá quedarse vigilando a aquellos los alumnos que tienen que pasar las vacaciones en el colegio.

Alexander Payne es un director con personalidad. Su cine es diferente, más reflexivo, intimista. Dicho así, podría parecer un tipo pedante y pretencioso que nos aburre con pesadas comeduras de coco. Y no es así. Quizá la mayor virtud de Payne es lograr que ese cine personal, de discurrir lento, basado en los diálogos y el estudio de los personajes resulte ameno, divertido por momentos, que invite a la reflexión evitando dogmatismos, que nos obligue a cuestionarnos muchas cosas sin pretender educarnos. Y ese, creo yo, es un equilibrio muy complicado de alcanzar.

Ya había disfrutado hace tiempo de su maravillosa Entre copas (2004), donde también contaba con Paul Giamatti, uno de esos actores sin la belleza típica de los protagonistas y que explica su presencia exclusivamente en su gran talento como actor. Un tipo que hace creíble cualquier papel, incluso el de perverso villano (Shoot 'Em Up: En el punto de mira de Michael Davies, 2007).

Los que se quedan (2023) es una comedia dramática que gira en torno a tres personas solitarias y heridas: el profesor Hunham, un cascarrabias algo amargado; la cocinera del colegio, Mary Lamb (Da'Vine Joy Randolph), que no consigue superar la muerte de su único hijo y el estudiante Angus Tully (Dominic Sessa), al que su madre prefiere dejar solo en Navidad para irse de viaje con su nuevo marido.

El esquema de este planteamiento no es novedoso, con el enfrentamiento inicial entre el profesor y el alumno y el consabido acercamiento entre ambos gracias a la convivencia. Lo original es cómo el director logra crear un discurso tierno, conmovedor, intimista y profundo en torno a los tres protagonistas evitando la cursilería y cualquier tipo de excesos. Y tampoco nos ofrece la solución a todo. Este no es un film ejemplarizante, sino que se acerca más a un retrato verosímil sobre la vida, el sufrimiento, la soledad, los sueños truncados, el dolor, pero siempre con ese toque elegante de Alexander Payne. 

Para entenderlo mejor, el ambiente en un colegio y la figura del profesor nos llevan a pensar en El club de los poetas muertos (Peter Weir, 1989), un film con grandes virtudes pero que, al lado de Los que se quedan, muestra abiertamente sus graves defectos: el dramatismo exagerado, personajes menos convincentes, menos profundos y mucho más esquemáticos. 

La actriz Da'Vine Joy Randolph se llevó el Oscar a la mejor actriz secundaria.

lunes, 3 de febrero de 2025

Rosas rojas



Dirección: Ol Parker.

Guión: Ol Parker.

Música: Alex Heffes.

Fotografía: Ben Davis.

Reparto: Piper Perabo, Lena Headey, Matthew Goode, Celia Imrie, Anthony Head, Darren Boyd, Eva Birthistle, Boo Jackson, Sue Johnston.  

El día de su boda, Rachel (Piper Perabo) ve durante unos segundos a Luce (Lena Headey), la florista de la boda, y se enamora al instante de ella.

Nueva película romántica cuya originalidad en este caso reside en contarnos una historia de amor entre mujeres. La idea, aunque un tanto forzada, es original, que seguramente era lo que buscaba el guionista y director de la cinta. Otra cosa es el desarrollo de la misma.

En el lado positivo de Rosas rojas (2005) sin duda destaca la hermosa fotografía de Ben Davis, que le da un toque de elegancia y muy buen gusto a toda la película. Ese cuidado, ese interés por ofrecer unas imágenes impecables se extiende a los decorados y a unas vistas de Londres realmente bonitas. Estéticamente, Rosas rojas es un film realmente hermoso.

También Ol Parker se toma el tiempo de amueblar la historia convenientemente, con personajes que aportan ciertas notas de humor, como Cooper (Darren Boyd), el amigo salido del novio, Heck (Matthew Goode), o la madre de Rachel, interpretada por Celia Imrie, o su hermana pequeña, H (Boo Jackson). Es cierto que no todas estas intervenciones son redondas, pero al menos aportan el contenido extra a la historia para darle cierta consistencia más allá del tema principal.

Pero el problema básico de Rosas rojas es la falta de profundidad y de energía del argumento. Ol Parker nos ofrece un relato donde no falta de nada, pero donde tampoco se percibe ni originalidad ni pasión en lo narrado. Tiene indudablemente buen gusto y va presentando la trama con sentido, de manera contenida, sin abusar ni del drama ni de la comedia, y eso es de agradecer. La contrapartida es una historia estereotipada, donde es imposible sentir ni pena ni alegría por las protagonistas, cuya relación es muy breve, pues el relato se centra más en lo accesorio, dejando los momentos clave en que las dos mujeres están juntas en su mínima expresión, siendo Parker incapaz de transmitirnos emociones auténticas. La historia de amor, con el tópico del flechazo a primera vista, se queda realmente en muy poca cosa, desdibujada, convertida en algo acaramelado, centrado más en resaltar la belleza innegable de las dos protagonistas que en adentrarse en serio en sus almas.

Para colmo, la parte final es justo lo más endeble de todo, buscando cuadrar todas las historias de los personajes secundarios de manera forzada y simplista y cayendo Parker en un desenlace que demuestra que solo persigue el efectismo barato, sin imaginación y lleno de clichés.

Creo que Rosas rojas funciona por su cuidada estética y porque es una película que se ve sin esfuerzo, entretiene y, si deseas la satisfacción de un final feliz, te lo garantiza desde el principio. Pero es de esas películas que se acercan más a un telefilm que a algo con verdaderas intenciones profundas.