Dirección: Alexander Payne.
Guión: David Hemingson.
Música: Mark Orton.
Fotografía: Eigil Bryld.
Reparto: Paul Giamatti, Dominic Sessa, Da' Vine Joy Randolph, Carrie Preston, Andrew Garman, Tate Donovan, Gillian Vigman, Brady Hepner.
Durante las vacaciones de Navidad, el profesor Paul Hunham (Paul Giamatti) deberá quedarse vigilando a aquellos los alumnos que tienen que pasar las vacaciones en el colegio.
Alexander Payne es un director con personalidad. Su cine es diferente, más reflexivo, intimista. Dicho así, podría parecer un tipo pedante y pretencioso que nos aburre con pesadas comeduras de coco. Y no es así. Quizá la mayor virtud de Payne es lograr que ese cine personal, de discurrir lento, basado en los diálogos y el estudio de los personajes resulte ameno, divertido por momentos, que invite a la reflexión evitando dogmatismos, que nos obligue a cuestionarnos muchas cosas sin pretender educarnos. Y ese, creo yo, es un equilibrio muy complicado de alcanzar.
Ya había disfrutado hace tiempo de su maravillosa Entre copas (2004), donde también contaba con Paul Giamatti, uno de esos actores sin la belleza típica de los protagonistas y que explica su presencia exclusivamente en su gran talento como actor. Un tipo que hace creíble cualquier papel, incluso el de perverso villano (Shoot 'Em Up: En el punto de mira de Michael Davies, 2007).
Los que se quedan (2023) es una comedia dramática que gira en torno a tres personas solitarias y heridas: el profesor Hunham, un cascarrabias algo amargado; la cocinera del colegio, Mary Lamb (Da'Vine Joy Randolph), que no consigue superar la muerte de su único hijo y el estudiante Angus Tully (Dominic Sessa), al que su madre prefiere dejar solo en Navidad para irse de viaje con su nuevo marido.
El esquema de este planteamiento no es novedoso, con el enfrentamiento inicial entre el profesor y el alumno y el consabido acercamiento entre ambos gracias a la convivencia. Lo original es cómo el director logra crear un discurso tierno, conmovedor, intimista y profundo en torno a los tres protagonistas evitando la cursilería y cualquier tipo de excesos. Y tampoco nos ofrece la solución a todo. Este no es un film ejemplarizante, sino que se acerca más a un retrato verosímil sobre la vida, el sufrimiento, la soledad, los sueños truncados, el dolor, pero siempre con ese toque elegante de Alexander Payne.
Para entenderlo mejor, el ambiente en un colegio y la figura del profesor nos llevan a pensar en El club de los poetas muertos (Peter Weir, 1989), un film con grandes virtudes pero que, al lado de Los que se quedan, muestra abiertamente sus graves defectos: el dramatismo exagerado, personajes menos convincentes, menos profundos y mucho más esquemáticos.
La actriz Da'Vine Joy Randolph se llevó el Oscar a la mejor actriz secundaria.