El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

sábado, 12 de marzo de 2011

El zurdo




Dirección: Arthur Penn
Guión: Leslie Stevens
Música: Alexander Courage
Fotografía: J. Peverell Marley
Reparto: Paul newman, John Dehner, James Best, Hurd Hatfield, Lita Milan, John Dierkes, James Congdon

El zurdo (1958) supone el debut en el cine como director de Arthur Penn y, como era habitual en los años cincuenta, la película se aleja del western clásico para adentrarse en terrenos más complejos, buscando ahondar en el interior de los personajes para justificar o explicar sus motivaciones.

Cuando vagaba sin rumbo, tras habérsele muerto el caballo, William Bonney (Paul Newman) es encontrado por un ganadero que le ofrece trabajo. Sin embargo, cuando están a punto de llegar a su destino para vender el ganado al ejército, el ganadero es asesinado. Bonney no descansará hasta lograr vengar su muerte.

Quizá lo más sorprendente de esta película es la visión un tanto peculiar que Arthur Penn nos ofrece de un pistolero legendario. En consonancia con la época, Penn se aleja de la épica y decide intentar mostrarnos una imagen nueva y muy personal de Billy El Niño. Y nos lo presenta con más sombras que luces; por una parte como un personaje infantíl, que en ocasiones roza el ridículo; analfabeto, las referencias a que no sabe leer y su fascinación por el mundo de los libros son constantes, y por otra parte como un ser vengativo, egoista y atormentado. Puede gustar o convencer más o menos esta visión del personaje, pero en todo caso es de elogiar el intento de escapar del camino trillado, intentando algo más personal.

Sin embargo, el resultado final no es todo lo brillante que hubiera podido ser. Tal vez se pueda argumentar que es la primera película del director para la gran pantalla y explicar de esta manera la falta de ritmo en algunos momentos, que hace que la cinta nos resulte excesivamente larga. Pero es que el guión tampoco ayuda demasiado. Si bien es verdad que hay que agradecer su originalidad, no es un guión sólido y en muchos momentos no consigue mantener el nivel y decae bastante. Tampoco los diálogos son especialmente interesantes y en muchas ocasiones resultan demasiado banales, llegando al colmo en la escena final, cuando Pat Garrett se marcha con su esposa.

Otro aspecto que no queda demasiado bien tratado y, en mi opinión, era el punto clave de la historia, es la relación entre Billy y Pat: en la película se trata de manera demasiado superficial, cuando era un aspecto de la historia que daba para mucho más. Sin embargo, quizá el mayor defecto que le encuentro al film resida en ciertas dramatizaciones un tanto excesivas y que no resultan del todo convincentes. Me viene a la cabeza ahora la escena, un tanto absurda desde mi punto de vista, del biógrafo de Billy llorando decepcionado al ver que la figura legendaria del pistolero no se aproxima para nada a la realidad. Tal vez un poco más contención hubiera sido beneficiosa, pero Penn se deja llevar por lo aparatoso.

Incidiendo un poco en este punto, la interpretación de Newman, que por otro lado parece demasiado mayor para el papel, resulta en ocasiones algo exagerada, con algunos momentos de evidente sobreactuación. En ese sentido, John Dehner, en el papel de Pat Garrett, resulta bastante más convincente y comedido. De todos modos, tampoco el reparto es uno de los punto fuertes de la cinta.

El zurdo es un western, en resumen, con cierto interés por tratar la figura de uno de los foragidos más famosos del oeste y hacerlo desde un punto de vista desmitificador y ciertamente personal, y también por tratarse del debut en el cine de un director que tendrá una trayectoria muy interesante, en especial en los años sesenta, con films como La jauría humana (1966) o Bonnie and Clyde (1967).

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