El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

domingo, 28 de agosto de 2011

West Side Story


Sin duda, uno de los musicales estrella de Hollywood. West Side Story (Robert Wise y Jerome Robbins, 1961) es una de esas películas que estás obligado a ver aunque, como en mi caso, el género no me entusiasme lo más mínimo.

Los Jets, de origen irlandés, y los Sharks, portorriqueños, son dos bandas que se disputan la supremacía en las calles del West Side. Las peleas son contínuas, hasta que los Jets deciden retar a los Sharks a una pelea definitiva. Con lo que nadie ha contado es con que María (Natalie Wood), hermana de Bernardo (George Chakiris), jefe de los Sharks, y Tony (Richard Beymer), un ex miembro de los Jets, se enamoren perdidamente.

West Side Story es la adaptación del éxito de Broadway de mismo título, estrenado en 1957, basado en la obra Romeo y Julieta de William Shakespeare y que contaba con la coreografía de Jerome Robbins, que codirigirá esta versión para el cine, además de colaborar en el guión, encargándose de los números musicales, mientras que Robert Wise filma el resto.

La idea de adaptar el drama de Romeo y Julieta a las luchas juveniles en calles de Nueva York venía a aportar una línea novedosa a la temática del musical. En este sentido, West Side Story parece situarse en la vanguardia del momento, buscando adaptar el género a los nuevos tiempos. Los números de baile se funden con el argumento y no falta la crítica social hacia el problema de la inmigración, el racismo o el paro juvenil. Incluso la música compuesta por Leonard Bernstein ofrece también ciertas novedades, como son la aparición de ritmos latinos o de jazz. También resulta novedoso, en parte, el uso de los colores, en especial el rojo, como un elemento más para resaltar la carga dramática de las escenas. Incluso se recurre a utilizar los desenfoques en un par de escenas (cuando María y Tony se encuentran en el baile y cuando cantan junto a la casa de ella). Visualmente, por tanto, se trata de una obra especialmente bien cuidada.

Sin embargo, bajo estas novedades, lo que subyace en el fondo es otro musical de corte clásico que recuerda a aquellos de la época dorada en cuanto a gusto por la aparatosidad, la grandiosidad y el espectáculo sin restricciones. Así, la teatralidad de muchos de los números es evidente, al igual que la sensación de artificiosidad y una manera de sobreactuar que no termina de seducirme. Es cierto que la música de Bernstein es notable. De hecho, es lo mejor de la película, junto a unos decorados que me han sorprendido muy gratamente: las casas del West Side, sus callejuelas, las ropas tendidas..., de lo mejor del film para mí.

Como decía, la banda sonora contiene temas que ya son verdaderos clásicos, como "María" o "Tonight", destacando quizá por encima de todos "I like to Be in America", por la carga de denuncia y de crítica del sueño americano, así como una coreografía muy buena. Pero he de confesar que la proliferación de tantos números musicales terminó por cansarme. Puede que porque este género no me guste mucho, pero también porque creo que junto a esos números clásicos hay otros muchos de un nivel bastante inferior. Además, el guión no es nada del otro mundo y, quitando los números musicales, la otra parte de la película no tiene demasiada fuerza, con algunas escenas un tanto empalagosas y diálogos no muy inspirados. Además, al tratarse de un musical, he sentido que el drama de la historia perdía fuerza, intensidad. No sé si por un fallo del guión, pero entre tanto número musical, que le da a la película un tono algo irreal, el drama de los enamorados perdía carga dramática, con lo que no terminaba de implicarme en la tragedia, que tenía lugar sin llegar a conmoverme realmente.

En cuanto al reparto, hay de todo. Me gustó mucho Natalie Wood, con ese rostro angelical y desprendiendo inocencia por los cuatro costados. En cambio, Richard Beymer, en el papel de Tony, me resultaba un poco empalagoso. Hubiera estado mejor Elvis Presley, en quién se pensó para el papel, pero al que su manager disuadió de aceptar. Por cierto, ni Natalie Wood ni Richard Beymer sabían cantar ni bailar, por lo que tuvieron que ser doblados y se limitaron sus pasos de baile. Rita Moreno, por el contrario, estaba brillante en los números de baile, llena de gracia y sensualidad. El resto del reparto, incluyendo claro está al oscarizado George Chakiris, me pareció muy bueno en sus coreografías, pero con esa tendencia tan típica de los films clásicos del género a la sobreactuación, algo que no termina de gustarme.

Pienso que la película acusa, además, el paso del tiempo. En general, el argumento resulta un tanto blando; bajo las críticas sociales se percibe un tono bien intencionado, una especie de fe en el futuro basada en la condescendencia y por esa tendencia de Hollywood a no ceder al pesimismo. De ahí el rayo de esperanza que se adivina al final de la película, cuando las bandas rivales ayudan a transportar el cuerpo de Tony. La historia de amor está tratada también de manera un poco cursi y aquí si que se nota con fuerza el paso de los años.

Sin embargo, West Side Story fue un éxito tremendo en su momento. Logró nada menos que once nominaciones y de ellas se llevó nada menos que diez Oscars: mejor película, mejor director (Wise y Robbins), mejor actor secundario (George Chakiris), mejor actriz secundaria (Rita Moreno), mejor dirección artística, mejor fotografía, vestuario, montaje, banda sonora y sonido. Solamente se quedó sin premio el guión de Ernest Lehman.

En resumen, un clásico del musical un tanto envejecido y quizá sobrevalorado, pero que forma ya parte de la historia del género y hasta del cine y que, por unas razones u otras, es necesario ver, al menos, una vez.

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