El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

lunes, 12 de septiembre de 2011

Independence Day




Dirección: Roland Emmerich.
Guión: Dean Devlin, Roland Emmerich.
Música: David Arnold.
Fotografía: Karl Walter Lindenlaub.
Reparto: Will Smith, Jeff Goldblum, Bill Pullman, Mary McDonnell, Judd Hirsch, Randy Quaid, Margaret Colin, Robert Loggia, James Rebhorn, Harvey Fierstein, Vivica A. Fox, Harry Connick Jr., Dan Lauria, Adam Baldwin, Brent Spiner, Lisa Jakub, James Duval, Mae Whitman, Leland Orser, Erick Avari, Derek Webster.

Estamos ante un gran éxito de taquilla en su momento, con recaudaciones millonarias; lo que viene a confirmar que el cine espectáculo tiene tirón, el inestimable papel de un atractivo envoltorio, con el que los norteamericanos saben arropar sus productos, y la eficacia de una buena promoción, aunque el resultado final no esté a la altura de las espectativas.

En vísperas del cuatro de julio, fiesta nacional norteamericana, gigantescas naves espaciales hacen su aparición por todos los continentes. A la expectación y curiosidad inicial le sigue el pánico a nivel mundial a descubrir que los visitantes pretenden exterminar a la raza humana. Además, se trata de seres muy superiores con una tecnología bélica demoledora y aparentemente inexpugnable.

Independence Day (Roland Emmerich, 1996) es, ante todo, un film de ciencia ficción que lo basa todo en una acción trepidante y unos efectos especiales espectaculares. Es el cine de palomitas puro y duro, con un envoltorio de lujo, fruto de unos medios lo suficientemente generosos. Por lo tanto, a nivel visual, la película es realmente impactante, con efectos colosales y un despliegue de medios sorprendente. La pregunta que se plantea es si ello es suficiente para contentarnos. Evidentemente, la película resulta entretenida, gracias a esos efectos especiales que mencionaba, y tiene un ritmo bastante ágil, que alterna las espectaculares escenas de acción con breves momentos de contenido humano que pretenden implicarnos en las vicisitudes de los protagonistas. Y es aquí donde Independence Day muestra unas carencias y unas debilidades demasiado importantes como para pasarlas por alto.

En primer lugar, el guión es realmente flojo; está plagado de tópicos, de personajes simplificados al máximo, diálogos sin chispa y una trama tan básica y tan manida que por momentos produce vergüenza ajena. Ello convierte a la película no sólo en absolutamente previsible, sino en un film empalagoso, ramplón, tendencioso y de un patriotismo rancio y repelente. Un ejemplo, la derrota de los invasores se culmina un cuatro de julio, gracias a la inicitiva norteamericana, que coordina a todos los países del globo en una lucha común contra el invasor. ¿Consecuencia? ese día pasará a ser, en el film, una fiesta no solo americana, sino mundial. ¿Otro ejemplo? el mismo presidente de los Estados Unidos será quién lidere el escuadrón de cazas en el ataque final.

Pero hay muchos más momentos ridículos e increíbles que convierten a Independence Day en un film lleno de momentos absurdos, como que el capitán Steven Hiller (Will Smith) afirme que puede pilotar una nave extraterrestre sólo con verla volar o las fantasmadas típicas del peor cine propagandístico norteamericano, con actos heróicos grandiosos y personajes de cartón piedra que no dejan de mostrar el camino correcto y virtuoso. No faltan tampoco momentos lacrimógenos, donde no se duda en recurrir a tiernos niños de corta edad para aumentar el dramatismo, pero todo dentro una trama tan burda, tan elemental y tan previsible que no consiguen más que aumentar la impresión de manipulación tosca, de maniqueismo de catecismo por parte de los padres de este film. Sencillamente, lamentable.

Evidentemente, se ve que todos los medios se desplegaron en el apartado técnico. El resto del film se ha quedado en un mero armazón de muy pobre construcción. Incluso a nivel de los actores, el resultado es bastante pobre, y eso que el reparto incluye actores de cierto renombre. Personalmente, Will Smith me resulta un actor simpático y aquí cumple con cierta holgura con su papel, que recuerda otros trabajos suyos, de militar algo chulito pero lleno de talento. Un personaje lleno de tópicos que, sin embargo, no es de los peores. A su lado, Jeff Goldblum cumple sin más; no está mal aunque cuesta creerse su papel. Quién sale quizá peor parado es Bill Pullman como presidente de los Estados Unidos. No sólo no resulta creíble, sino que no da la talla y se muestra casi apático en muchas escenas cruciales del film. El resto del plantel, con secundarios muy experimentados, como Robert Loggia o James Rebhorn, el malvado y torpe director de la CIA, cumplen sin más; no se puede decir que desafinen, pero tampoco nos seducen porque al final uno no termina de creerse a los personajes. Puede que parte de la culpa se deba al ya mencionado guión, rematadamente malo, que no termina de definirlos y se limita a poblar la historia de arquetipos muy elementales muy poco convincentes. Como en los peores folletines, al final todos los personajes principales terminan por estar tan estrechamente relacionados entre sí que más parece tratarse de un patio de vecinos que de una trama a nivel mundial.

En cuanto a su director, el alemán Roland Emmerich, decir que este tipo de films parecen ser su debilidad. Especializado en películas de ciencia ficción enfocadas primordialmente a la taquilla, como Soldado Universal (1992) o Stargate (1994), parece moverse bien en este terreno, siendo unos de los directores con más millones recaudados en los últimos tiempos. Sabe mantener el ritmo y garantiza el espectáculo, pero parece despreciar el resto de elementos de una película, empezando por el guión, del que Emmerich es autor junto con Dean Devlin.

Una pena, por tanto, que con tal cantidad de medios y tantas posibilidades, Independence Day termine resultando una especie de caricatura de sí misma y de tantas buenas películas de ciencia ficción, más modestas en medios y pretensiones, pero mucho más auténticas.

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