El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

domingo, 16 de octubre de 2011

Enemigo público

 

Dirección: Tony Scott.
Guión: David Marconi.
Música: Trevor Rabin & Harry Gregson-Williams.
Fotografía: Dan Mindel.
Reparto: Will Smith, Gene Hackman, Jon Voight, Lisa Bonet, Jason Lee, Ian Hart, Tom Sizemore, Regina King, Loren Dean, Jake Busey, Barry Pepper, Gabriel Byrne, Stuart Wilson, Jason Robards, Philip Baker Hall, Laura Cayouette, Seth Green, Scott Caan, Jack Black, Jamie Kennedy, Grant Heslov, Ivana Milicevic.

Robert Clayton Dean (Will Smith) es un abogado de éxito al que todo en la vida parece salirle bien. Sin embargo, un día se verá implicado accidentalmente en una oscura conspiración política cuando, sin saberlo, llega a su poder una cinta de video que recoge el asesinato de un congresista y que implica a un alto cargo de una agencia gubernamental. A partir de ese momento, el mundo de Dean saltará por los aires, tanto a nivel profesional como familiar, y su vida empezará a estar en peligro.

Enemigo público (Tony Scott, 1998) pretende ser una denuncia del control cada vez mayor de la privacidad por parte de los poderes públicos y los riesgos que ello conlleva. Al mismo tiempo aprovecha para denunciar el excesivo poder de determinandas agencias gubernamentales o, lo que es lo mismo, el problema de controlar a aquellos que tienen la misión de protegernos. Esta es la base, la justificación. Pero en realidad, se trata de un film de acción pura y dura, cuya trama y desarrollo, bien mirados, no resisten un análisis serio y resultan, cuando menos, bastante inverosímiles.

Pero con ello no estamos afirmando que Enemigo público sea una mala película. De hecho, creo que es una cinta sobresaliente al menos si la enfocamos desde el punto de vista para el que fue creada: entretenernos durante los 132 minutos de metraje. Y de verdad que cumple con su cometido de manera perfecta. Tony Scott, hermano del conocido director Ridley Scott, sabe lo que tiene en sus manos y como sacarle partido. A falta de un guión realmente sólido en cuanto a credibilidad se refiere, Scott se centra en la acción desde el primer momento y va dejando que la intriga, las persecuciones y los problemas familiares del inocente protagonista (algo que desde Hitchcock es garantía de éxito y empatía con el público) nos atrapen, de manera que dejemos de lado cualquier crítica o duda seria y nos concentremos en disfrutar de una historia que no nos da respiro. Su sentido del espectáculo, su dominio de los tiempos y su manera de dosificar la intriga, alternando momentos de máxima tensión con otros más relajados e incluso con cierta comicidad, hacen de Enemigo público un film que se pasa volando y nos mantiene pegados a la butaca.

Es verdad que hay situaciones muy vistas ya, que sabemos de antemano que el abogado va a lograr salir airoso, pero no importa, porque la película es vibrante y además, dentro de su alto grado de inverosimilitud, el guión está lo suficientemente bien hilvanado para que nos cuadre a primera vista. Tony Scott demuestra su talento para filmar historias de este tipo y consigue un resultado brillante.

Además, el director cuenta con otro as en la manga: el reparto. Will Smith es un actor que cae bien, quizá porque no parece el típico galán que va mirando por encima del hombro a todo el mundo. Es un tipo con cierto encanto pero sin perder un aire de normalidad que lo hace cercano y creíble. A su lado tenemos a Gene Hackman, un valor seguro interprete lo que interprete. Y, para grata sorpresa, Jon Voight, actor no muy habitual en las pantallas, borda su papel de malo con una presencia poderosa de hombre frío, autoritario y sin escrúpulos. Completan el reparto Jason Robards, aunque con un muy breve papel, o Lisa Bonet, después de un tiempo desaparecida y que tan buena impresión había causado con su trabajo en El corazón del ángel (Alan Parker, 1987).

Con ciertas semejanzas, salvando las distancias, con la magnífica Los tres días del Cóndor (Sydney Pollack, 1975), Enemigo público reivindica con gran acierto el thriller político bien hecho, con una buena intriga y sin renunciar, de paso, a cierto nivel de crítica o de denuncia. Es de esas películas que tienen la virtud de resultar muy entretenidas y que permiten incluso nuevas revisiones, lo cuál es quizá el mayor halago que puede hacérsele.

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