El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

jueves, 20 de octubre de 2011

La naranja mecánica



Controvertida adaptación al cine de la polémica novela de Anthony Burgess, del año 1959, La naranja mecánica (Stanley Kubrick, 1971) sigue impactando hoy en día, a pesar de los años transcurridos desde su estreno y mantiene, en algunos aspectos, una inusitada actualidad.

Alex de Large (Malcom McDowell) es un joven ocioso y consentido por unos padres sin autoridad moral alguna que en su tiempo libre, por las noches preferentemente, ejerce de jefe de una pandilla de drugos que disfruta dando riendo suelta a sus peores instintos: robos, peleas sangrientas, violencia gratuita y violaciones. Una noche, a Alex se le va la mano y asesina brutalmente a una mujer. Sus drugos, que habían cuestionado su autoridad y sufrido la reacción violenta de Alex, aprovechan la ocasión para golpearlo y dejarlo a merced de la policía. Condenado por asesinato, Alex es enviado a prisión.

Es evidente que todos los films futuristas, en mayor o menor medida, sufren el juicio de la realidad una vez llegada la época que auguraban. La naranja mecánica no escapa a este juicio, si bien en líneas generales no sale del todo mal parada. Quizá a nivel estético y visual es donde la cinta se muestra más envejecida, con unos decorados y vestuario que pueden hasta resultar cómicos. El manierismo de Kubrick, su obsesión por la puesta en escena, en este caso le juegan una pequeña mala pasada.

Sin embargo, a nivel más profundo, La naranja mecánica sigue siendo una fábula bastante atinada. En primer lugar, la violencia gratuita, la ociosidad peligrosa de la juventud es, por desgracia, una realidad hoy en día en muchos casos peor que lo que se presenta en la película. La pérdida de principios morales, la degradación y el culto al sexo y la violencia se han ido propagando sin remedio, y lo que parecía una visión un tanto exagerada o deforme de la realidad futura que se dibujaba en la película no es hoy en día algo inusual en nuestra sociedad.

Sigue llamándome la atención, sin embargo, el diferente tratamiento que se da en la película al tema del sexo en comparación a la violencia. Si ésta se muestra de un modo bastante directo, el sexo sigue mostrándose con mucho más pudor. Es verdad que se trata de una película de 1971 y algunas escenas son bastante atrevidas para el momento; pero me sigue pareciendo que el director se muestra más pudoroso con el sexo, como si la violencia en la pantalla fuera algo menos ofensivo o muchoa más aceptado en general por la sociedad.

Pero La naranja mecánica, además del tema de la violencia y el sexo, encierra otras denuncias también muy interesantes. Por un lado, la crítica hacia la clase política es evidente, con su manipulación de las personas, su obsesión por los resultados, su demagogia y sus mentiras. Tampoco se salvan la educación, la familia, el sistema penitenciario, la religión y hasta la psicología. En resumen, en La naranja mecánica se cuestiona por entero la sociedad, pretendidamente la sociedad futura, pero en realidad es todo el sistema: el presente, con sus errores y fallos, y el que está por llegar, fruto inevitable de la semilla actual.

Y centrándose en el individuo, el film es una crítica de alienación, de la manipulación de las personas por el sistema, ejemplificado en la terapia que sufre Alex y que, como afirma el personaje del sacerdote, lo único que hace es destruir a la persona al eliminar su libertad de elección. Parece incluso, llevando el argumento a sus últimas consecuencias, que casi sería mejor un individuo violento, pero libre, que uno dócil pero cercenado en su libertad de opciones.

A nivel visual, como decía antes, la película presentaba una estética muy rompedora, con decorados y vestimentas pretendidamente futuristas que son los que peor han soportado el paso del tiempo. También, en la línea del director, se cuida mucho el tema sonoro recurriendo, como es habitual en Kubrick, a conocidas piezas de música clásica, en este caso con predominio claro de la Novena Sinfonía de Beethoven, junto a piezas de Henry Purcell o Rimsky-Korsakov y otros temas actuales como la canción "Singin' in the rain", del musical Cantando bajo la lluvia (Stanley Donen, 1952).

Más acertado parece el novedoso lenguaje ideado para la película, con palabras y expresiones que no siempre se comprenden, pero que sí que nos introducen de lleno en un mundo extraño y ciertamente futurista, que es lo que se persigue. Parece ser que este lenguaje es una mezcla de términos basados en el ruso y otros de la jerga Cockney (término que se refiere a los habitantes del East End de Londres y la peculiar manera de hablar de las clases populares de esta zona).

La película lanzó a la fama a su protagonista, un acertado y carismático Malcom McDowell, cuya carrera fue después bastante irregular. Junto a él, un conjunto de actores muy acertados, como Michael Bates, Patrick Magee, Warren Clark o John Clive.

La naranja mecánica fue nominada como mejor película, director, montaje y guión adaptado. A pesar de no haber logrado ningún Oscar, sigue siendo un título fundamental en la filmografía de Kubrick y no ha perdido del todo su carácter perturbador, conservando la validez de sus lúgubres previsiones y atinadas críticas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario