El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

jueves, 13 de octubre de 2011

La leyenda del indomable



Film para el lucimiento de Paul Newman, en un momento de su vida pletórico, La leyenda del indomable (Stuart Rosenberg, 1967) sigue siendo una de las películas más recordadas del actor.

Luke Jackson (Paul Newman) es condenado a dos años de trabajos forzados por decapitar parquímetros en una noche de borrachera. Con un carácter fuerte, Luke comienza enfrentándose a otros presidiarios, hasta que su testarudez y su valentía terminan por convertirlo en el líder de la cárcel, el modelo y el héroe de sus compañeros de condena.

La leyenda del indomable es un título mítico dentro del género de films carcelarios. Y es cierto que tiene su encanto, principalmente gracias a la poderosa presencia de Newman. Y además, la película cuenta con un par de escenas legendarias: la pelea entre Luke y Dragline (George Kennedy) y la famosísima escena de los huevos duros. También tiene una excelente fotografía, obra de Conrad L. Hall, que consigue captar a la perfección el sofocante calor y el sudor de los presos en plena faena limpiando los arcenes de la carretera.

Otro de los puntos fuerte de la película es el soberbio reparto. Quitando a Newman y al oscarizado George Kennedy, La leyenda del indomable cuenta con muy buenos secundarios, como Dennis Hopper, Harry Dean Stanton, Clifton James o Jo Van Fleet, por ejemplo.

Sin embargo, aquí se terminan los puntos fuertes de la película. Puede que el paso del tiempo no le haya sentado muy bien, pero el caso es que La leyenda del indomable no termina de cuajar. Por un lado, le cuesta arrancar, con un ritmo algo lento al comienzo y cierta repetición de situaciones. Puede que en parte la culpa resida en un guión que parece que no consigue profundizar en los personajes; empezando por el propio Luke, cuya personalidad termina en una mezcla de luces y sombras. Tampoco sus compañeros de prisión acaban por adquirir una personalidad bien definida, salvo el personaje de Dragline. El colmo de esta indefinición lo tendríamos en el jefe Godfrey (Morgan Woodward), que no abre la boca en toda la cinta y cuya personalidad queda más a nuestra libre interpretación que a otra cosa. También puede verse este personaje como un ejemplo de la crueldad sin rostro, siempre oculto por las gafas de sol. En todo caso, en la línea con el resto del film, se trata de un ejemplo más de esa falta de concreción que envuelve a personajes e historia.

La historia tampoco acaba de definirse del todo. En principio, la película puede interpretarse como un film anticarcelario, como una denuncia del autoritarismo y los abusos del sistema penitenciario. Sin embargo, la crítica tampoco es demasiado clara ni contundente y, en todo caso, se limitaría a ese centro de reclusión y a sus carceleros en concreto.

Tampoco se ahonda especialmente en las relaciones y conflictos entre los presos, salvo a esa pelea entre Luke y Dragline que termina por hacer de Luke el líder de los presidiarios. Las relaciones entre los reos, a diferencia de otras películas del género, es bastante civilizada, sin verdaderos conflictos y exenta en todo caso de dureza.

Incluso se puede atisbar cierta inconsistencia en la mentalidad de Luke, pues al principio se nos presenta como un ateo e inconformista y al final le escuchamos hablando con un Dios en el que pensábamos que no creía. Fruto de esta superficialidad del guión o esta indefinición de los personajes, la figura de Luke parece no aclararse del todo. Puede ser un espíritu libre que acaba rebelándose contra el sistema que lo mantiene encerrado, lo cuál no termina de cuadrarme del todo, o puede ser un inadaptado al que todo parece importarle muy poco, hasta que una injusticia manifiesta, su encierro en la caseta de castigos al morir su madre, le empuja a intentar vengarse de sus carceleros; hipótesis que parece convencerme más.

En todo caso, el film se sostiene principalmente gracias a la presencia de Paul Newman y su innegable atractivo. La película obtuvo cuatro nominaciones pero solamente George Kennedy se hizo con uno de los Oscars, al mejor actor secundario.

Para incondicionales de Paul Newman.

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