Dirección: King Vidor.
Guión: Ben Hecht, David O. Selznick y Oliver H. P. Garrett (Novela: Niven Busch).
Música: Dimitri Tiomkin.
Fotografía: Lee Garmes, Harold Rosson y Ray Rennahan.
Reparto: Jennifer Jones, Gregory Peck, Joseph Cotten, Lionel Barrymore, Walter Huston, Lillian Gish, Harry Carey, Charles Bickford, Otto Kruger.
Duelo al sol (1946) es un western, pero podría haber sido una tragedia griega o un melodrama clásico más. Intensa, excesiva y algo pretenciosa, hace pensar lejanamente en Lo que el viento se llevó (Victor Fleming, George Cukor, Sam Wood, 1939), no por la temática, pero sí por la estética y el tono. Algo que no debería extrañarnos pues, al fin y al cabo, ambas son hijas de David O. Selznick.
Tras perder a sus padres trágicamente, Perla Chávez (Jennifer Jones), una joven y hermosa mestiza, va a vivir con una pariente lejana de su padre, la señora Laura Belle McCanles (Lillian Gish), casada con un autoritario y testarudo terrateniente, el senador McCanles (Lionel Barrymore). Allí conocerá también a sus dos hijos, el educado y culto Jesse (Joseph Cotten) y el caprichoso Lewton (Gregory Peck). Ambos se sentirán atraidos por Perla, pero de un modo muy diferente.
Duelo al sol se hizo para mayor gloria y lucimiento de Jennifer Jones, por aquel entonces novia del productor O. Selznick. Tanto fue el empeño de este señor que hasta participó en la elaboración del guión, que se basaba en la obra homónima de Niven Busch, y donde también participaron Ben Hecht y Oliver H. P. Garrett. Y por el guión es por donde comienzan a aflorar los problemas o debilidades de la película. Para empezar, me parece una historia excesiva desde el mismo comienzo, con el padre de Perla matando a su esposa y a su amante y pagando con su vida por ello. Y en cuanto Perla llega a Pequeña España, el rancho de los McCanles, la tragedia cobra nuevos bríos para ofrecernos un romance apasionado, cargado de erotismo y marcado por un destino trágico, en la línea de los clásicos griegos. Lo que sucede es que tanto dramatismo, tanta debilidad de la carne, tanta lucha interior de Perla entre su intención de hacerse respetar o sus pasiones más bajas, dejándose llevar por la lujuria, no termino de creérmelo. Y no es que no pueda suceder algo como lo que relata Duelo al sol, aunque cueste creerlo, lo que pasa es que mis gustos van por otros derroteros. Y además, creo que el guión peca de simplista, algo superficial y los personajes no terminan de estar del todo bien dibujados. El tema de las interpretaciones lo dejo para más adelante.
Duelo al sol, como decía, me parece que peca de presentar las cosas de un modo demasiado esquemático: el hermano bueno y el malo, sin matices. Un padre de familia despótico y una esposa mojigata. Y tanta simplicidad, tanto boceto de grandes rasgos, no permite las sutilezas ni los detalles. Por eso, los personajes se quedan un tanto indefinidos y no terminamos de comprenderlos del todo. La relación entre el senador y su esposa se nos pierde por completo y sólo adivinamos un poco de su drama personal cuando muere Laura Belle. Y creo que ese drama del matrimonio hubiera debido desarrollarse más. Pero el film se centra en la relación entre Lewton y Perla, lo cuál es lógico, pero al final deja algo coja al resto de la trama secundaria, además de que me hubiera gustado disfrutar más de Lionel Barrymore y Lillian Gish. Su presencia es un regalo, a pesar de ese tono grandilocuente un tanto exagerado, patente por ejemplo en la escena en que Laura Belle muere tras hacer las paces con su marido y que es un ejemplo perfecto del gusto desmesurado por adornar las escenas hasta llevarlas a cotas a todas luces imposibles.
Y esa falta de profundización en los personajes lleva a que nos sorprenda el cambio radical de Lewton tras matar al capataz enamorado de Perla. Me parece que su giro hacia la maldad absoluta no se entiende del todo. Lewton pasa de ser un guaperas malcriado e irresponsable a ser un asesino que no duda en intentar matar a su propio hermano, desarmado además. El personaje de Perla quizá se entienda mejor: es una chiquilla sin mucha educación, apasionada, que no puede reprimir sus apetitos y su pasión por Lewton, que le abre las puertas a un mundo nuevo para ella. El único problema es que cuesta ver a Jennifer Jones en el papel. En ningún momento la veo como una adolescente, sino más bien como una mujer hecha y derecha, sedienta de sexo y sin control sobre sí misma. En todo momento me tenía que convencer que representaba a una muchacha para poder entender bien su drama. Y lo que ya es otro cantar es su interpretación. Cuesta creer que la nominaran para el Oscar a la mejor actriz sin pensar que su novio movería algunos hilos para ello. Porque Jennifer Jones sobreactúa de una manera exagerada. A veces recuerda a una actriz del cine mudo, gesticulando, componiendo unas miradas y unos gestos que hoy en día casi parecen ridículos. No sé cómo habría resultado este film con otra actriz, pero Jennifer Jones no me ha parecido en ningún momento irresistible ni tentadora, y eso a pesar del espléndido uso del color para resaltar sus ojos, su piel y sus dientes.
En cambio, tanto Gregory Peck como Joseph Cotten me han parecido perfectos en sus papeles. Es mucho más lucido el personaje de Peck, claro está, pero Joseph Cotten siempre resulta convincente y ese papel de hermano bueno creo que le va a la perfección. En cuanto a Lionel Barrymore y Lillian Gish, pues decir que es un regalo tenerlos en el reparto. Lástima que su papel sea bastante secundario, pero en las escenas en que ellos están presentes, tanto juntos como por separado, la película cobra otro tono. Lillian Gish recibió una nominación como mejor actriz secundaria.
Duelo al sol creo que se ve un tanto perjudicada por la sombra de Lo que el viento se llevó. Da la sensación que David O. Selznick quiso repetir la grandeza de ese film y buscó la dramatización excesiva, las pasiones desatadas, la maldad absoluta para intentar hacer otro espectáculo inolvidable. Al final, creo que se quedó en intento. Hay detalles conseguidos, escenas para el recuerdo, como cuando el senador monta a caballo para impedir el paso del ferrocarril por sus tierras o la muerte de su esposa, pero en general el recuerdo que perdura es el de una historia forzada, más intensa que verosímil y más pretenciosa que emotiva.
Tras perder a sus padres trágicamente, Perla Chávez (Jennifer Jones), una joven y hermosa mestiza, va a vivir con una pariente lejana de su padre, la señora Laura Belle McCanles (Lillian Gish), casada con un autoritario y testarudo terrateniente, el senador McCanles (Lionel Barrymore). Allí conocerá también a sus dos hijos, el educado y culto Jesse (Joseph Cotten) y el caprichoso Lewton (Gregory Peck). Ambos se sentirán atraidos por Perla, pero de un modo muy diferente.
Duelo al sol se hizo para mayor gloria y lucimiento de Jennifer Jones, por aquel entonces novia del productor O. Selznick. Tanto fue el empeño de este señor que hasta participó en la elaboración del guión, que se basaba en la obra homónima de Niven Busch, y donde también participaron Ben Hecht y Oliver H. P. Garrett. Y por el guión es por donde comienzan a aflorar los problemas o debilidades de la película. Para empezar, me parece una historia excesiva desde el mismo comienzo, con el padre de Perla matando a su esposa y a su amante y pagando con su vida por ello. Y en cuanto Perla llega a Pequeña España, el rancho de los McCanles, la tragedia cobra nuevos bríos para ofrecernos un romance apasionado, cargado de erotismo y marcado por un destino trágico, en la línea de los clásicos griegos. Lo que sucede es que tanto dramatismo, tanta debilidad de la carne, tanta lucha interior de Perla entre su intención de hacerse respetar o sus pasiones más bajas, dejándose llevar por la lujuria, no termino de creérmelo. Y no es que no pueda suceder algo como lo que relata Duelo al sol, aunque cueste creerlo, lo que pasa es que mis gustos van por otros derroteros. Y además, creo que el guión peca de simplista, algo superficial y los personajes no terminan de estar del todo bien dibujados. El tema de las interpretaciones lo dejo para más adelante.
Duelo al sol, como decía, me parece que peca de presentar las cosas de un modo demasiado esquemático: el hermano bueno y el malo, sin matices. Un padre de familia despótico y una esposa mojigata. Y tanta simplicidad, tanto boceto de grandes rasgos, no permite las sutilezas ni los detalles. Por eso, los personajes se quedan un tanto indefinidos y no terminamos de comprenderlos del todo. La relación entre el senador y su esposa se nos pierde por completo y sólo adivinamos un poco de su drama personal cuando muere Laura Belle. Y creo que ese drama del matrimonio hubiera debido desarrollarse más. Pero el film se centra en la relación entre Lewton y Perla, lo cuál es lógico, pero al final deja algo coja al resto de la trama secundaria, además de que me hubiera gustado disfrutar más de Lionel Barrymore y Lillian Gish. Su presencia es un regalo, a pesar de ese tono grandilocuente un tanto exagerado, patente por ejemplo en la escena en que Laura Belle muere tras hacer las paces con su marido y que es un ejemplo perfecto del gusto desmesurado por adornar las escenas hasta llevarlas a cotas a todas luces imposibles.
Y esa falta de profundización en los personajes lleva a que nos sorprenda el cambio radical de Lewton tras matar al capataz enamorado de Perla. Me parece que su giro hacia la maldad absoluta no se entiende del todo. Lewton pasa de ser un guaperas malcriado e irresponsable a ser un asesino que no duda en intentar matar a su propio hermano, desarmado además. El personaje de Perla quizá se entienda mejor: es una chiquilla sin mucha educación, apasionada, que no puede reprimir sus apetitos y su pasión por Lewton, que le abre las puertas a un mundo nuevo para ella. El único problema es que cuesta ver a Jennifer Jones en el papel. En ningún momento la veo como una adolescente, sino más bien como una mujer hecha y derecha, sedienta de sexo y sin control sobre sí misma. En todo momento me tenía que convencer que representaba a una muchacha para poder entender bien su drama. Y lo que ya es otro cantar es su interpretación. Cuesta creer que la nominaran para el Oscar a la mejor actriz sin pensar que su novio movería algunos hilos para ello. Porque Jennifer Jones sobreactúa de una manera exagerada. A veces recuerda a una actriz del cine mudo, gesticulando, componiendo unas miradas y unos gestos que hoy en día casi parecen ridículos. No sé cómo habría resultado este film con otra actriz, pero Jennifer Jones no me ha parecido en ningún momento irresistible ni tentadora, y eso a pesar del espléndido uso del color para resaltar sus ojos, su piel y sus dientes.
En cambio, tanto Gregory Peck como Joseph Cotten me han parecido perfectos en sus papeles. Es mucho más lucido el personaje de Peck, claro está, pero Joseph Cotten siempre resulta convincente y ese papel de hermano bueno creo que le va a la perfección. En cuanto a Lionel Barrymore y Lillian Gish, pues decir que es un regalo tenerlos en el reparto. Lástima que su papel sea bastante secundario, pero en las escenas en que ellos están presentes, tanto juntos como por separado, la película cobra otro tono. Lillian Gish recibió una nominación como mejor actriz secundaria.
Duelo al sol creo que se ve un tanto perjudicada por la sombra de Lo que el viento se llevó. Da la sensación que David O. Selznick quiso repetir la grandeza de ese film y buscó la dramatización excesiva, las pasiones desatadas, la maldad absoluta para intentar hacer otro espectáculo inolvidable. Al final, creo que se quedó en intento. Hay detalles conseguidos, escenas para el recuerdo, como cuando el senador monta a caballo para impedir el paso del ferrocarril por sus tierras o la muerte de su esposa, pero en general el recuerdo que perdura es el de una historia forzada, más intensa que verosímil y más pretenciosa que emotiva.
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