El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

sábado, 2 de junio de 2012

Atrapa a un ladrón



Dirección: Alfred Hitchcock.
Guión: John Michael Hayes.
Música: Lyn Murray.
Fotografía: Robert Burks.
Reparto: Cary Grant, Grace Kelly, Brigitte Auber, Jessie Royce Landis, John Williams, Charles Vanel.

Atrapa a un ladrón (1955) puede situarse entre los films más flojos de Alfred Hitchcock. Tal vez porque se trata de una película ligera, con la intriga en un segundo plano. Y si bien Hitchcock demostró ser muy hábil dosificando sus intrigas con pinceladas de buen humor, no lo es tanto rodando comedias salpicadas de intriga.

John Robie (Cary Grant), alias el Gato, es un ex ladrón de guante blanco que vive retirado en una elegante casa en la Costa Azul. Cuando una serie de robos de joyas, con su sello personal impreso, tengan lugar en hoteles y villas de la zona, la policía pensará que son obra suya. A Robie no le quedará más solución que intentar desenmascarar el mismo al ladrón que suplanta su identidad para demostrar su inocencia.

La verdad es que el primer problema de Atrapa a un ladrón es que su argumento parece un poco cogido por los pelos y al poco tiempo de empezar la película comprendemos que no puede dar mucho de sí. No sólo es bastante inverosímil, sino que depende demasiado de la casualidad para que funcione. De ahí que la historia tenga que enriquecerse a base del romance entre Cary Grant y Grace Kelly, que pasa a centrar toda nuestra atención en la parte central de la película, con lo que el tema de los robos se queda en un segundo plano. Entramos entonces en lo que podríamos llamar comedia romántica, con los consabidos juegos amorosos entre los protagonistas, sus desencuentros, sus juegos de palabras y la seducción, representada de un modo no demasiado original por la escena de los fuegos artificiales, para mi gusto un tanto fallida y que, vista hoy en día, no contiene demasiada carga erótica, a pesar de la gran belleza de Grace Kelly.

Y es que Grace Kelly es, finalmente, lo único interesante de la película. Puede que sea en este film donde esté más hermosa y más radiante que nunca, con unos vestidos fastuosos y con el señor Hichcock empeñado en mostrarla distante, exquisita y absolutamente cautivadora. Para Hichcock era un juego cargado de morbo, de erotismo, y es verdad que viendo este film comprendemos su obsesión por las mujeres de apariencia fría y distante pero capaces, en la intimidad, de derretir el hielo con un simple beso. Por eso a Hitchcock no le atraían demasiado las bellezas latinas, con el erotismo a flor de piel, sino este tipo de mujeres que podían ser mucho más impredecibles, más sorprendentes y, por lo tanto, mucho más sugestivas y tentadoras.

El problema de la pareja protagonista puede ser, para algunos, que Cary Grant estaba ya un tanto mayor para su papel. Es verdad que seguía teniendo un porte elegante y un gran atractivo, pero era evidente la diferencia de edad con Grace Kelly. A pesar de ello, pienso que si la historia de amor entre ambos no es demasiado interesante se debe, desde mi punto de vista, a la escasa definición de ambos personajes, ceñidos a meros estereotipos a los que se le olvidó dotar de una verdadera personalidad. Y tampoco es que los diálogos aporten demasiado. La mayor parte de ellos me parecieron frívolos e insustanciales, con lo que la película entra en una dinámica plana a la que tampoco ayuda una duración excesiva para lo que tiene que contarnos el director. Así, a mitad de la película, noto un bajón tremendo del ritmo; algunas escenas me parecen demasiado largas, rodadas un tanto por mera inercia, como la larga secuencia del baile de disfraces de época, con lo que la historia pierde de pronto gran parte del interés. Sólo queda esperar un final que, además, resulta bastante predecible; la identidad del ladrón que suplanta a el Gato se adivina sin problemas desde el instante de la muerte del camarero e incluso el desenlace, cuando Robie obliga a confesar al verdadero culpable, me pareció muy poco interesante, precipitado y algo chapucero, impropio de Hitchcock.

Lo que sí me pareció más propio del director es la pequeña broma final, cuando Frances (Grace Kelly) le dice a John que a su madre le gustará su casa. Es la manera de Hitchcock de arruinar el final feliz de la historia.

Es evidente que el protagonismo absoluto de la película es para Cary Grant y Grace Kelly, que aportan un glamour especial al film. Pero no por ello debemos olvidarnos de dos secundarios de lujo, como Jessie Royce Landis, en el papel de la madre de Grace Kelly, y que años más tarde será la madre de Cary Grant en Con la muerte en los talones (1959), y John Williams, el agente de la aseguradora, que había trabajado también con Hitchcock en Crimen perfecto (1954). Ambos me parecieron perfectos en sus papeles, muy por encima del resto de secundarios, bastante menos inspirados, con la excepción de Brigitte Auber (Danielle Foussard), escogida por el director tras verla en Bajo el cielo de París (Julien Duvivier, 1951).

Pero difinitivamente, Atrapa a un ladrón me pareció un film fallido desde todos los puntos de vista. No sé si influyó algo el rodar directamente en Francia, pero hasta parece respirarse cierta desgana, como si el director decidiera contar la historia sin implicarse demasiado, como para salir del paso. Si se perdieran el resto de películas de Alfred Hitchcock y sólo quedara ésta, es evidente que se desvirtuaría su aportación al Séptimo Arte.

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