Dirección: John Ford.
Guión: Frank S. Nugent y Patrick Ford.
Música: Richard Hageman.
Fotografía: Bert Glennon (B/N).
Reparto: Ben Johnson, Joanne Dru, Harry Carey Jr., Ward Bond, Alan Mowbray, Jane Darwell, Charles Kemper, Russell Simpson, James Arness.
Travis (Ben Johnson) y Sandy (Harry Carey Jr.), dos tratantes de caballos, aceptarán servir de guías de una caravana de mormones que se dirigen al Oeste, al valle del río San Juan, para comenzar una vida.
Caravana de paz (1950) no figura entre los títulos más conocidos y populares de John Ford. Podríamos pensar con ello que estamos ante un western menor dentro de su filmografía. Y tal vez para muchos lo sea; sin embargo, viniendo de Ford, no es de extrañar que nos llevemos una grata sorpresa.
En algunos aspectos, Caravana de paz guarda algunas similitudes con La diligencia (1939). En ambas, Ford analiza a un grupo de gentes de muy diversa condición que por el azar y la necesidad se ven obligadas a compartir viaje. Y no es un análisis amable, ni mucho menos. Lejos de estereotipos o miradas complacientes, el director muestra la grandeza y también la vileza del alma humana, juntas muchas veces, siempre tal vez, dentro de una misma persona. Así, los mormones, fervientes puritanos, expulsados de la civilización por ser diferentes, han de marcharse al Oeste en busca de una tierra virgen en la que poder asentarse y vivir en paz. Pero esos mismos mormones no dudan en despreciar al feriante y sus dos acompañantes por impuros y borrachos. La secuencia en la que el mormón prefiere tirar el agua que quería utilizar el feriante antes que reutilizarla es suficientemente explícita. Nadie está pues libre de prejuicios.
Quizá la mirada más amable sea la que hace de los indios quienes, a pesar de haber sigo engañados repetidas veces por el hombre blanco, se muestran hospitalarios con la caravana.
Uno de los grandes aciertos de la película es la magnífica caracterización de los principales protagonistas de la historia, algo muy típico del director y que sin duda contribuye de manera muy importante al buen funcionamiento de la película, ya que nos sentimos mucho más cercanos a unos personajes que comprendemos bastante bien. Y todo ello merced a unos sencillas y precisas pinceladas que en un instante caracterizan con precisión a los actores de este viaje.
Es cierto que la película carece de la épica o el ritmo de otras obras de Ford. En ésta, el director parece más comedido y prefiere una narración más pausada, sin grandes momentos de tensión. El viaje de la caravana transcurre con cierta placidez. Incluso la aparición de los Clegg, la familia de ladrones y asesinos, se presenta con cierto aire de tranquilidad. Es la nota predominante de la película, que sólo estalla en un arrebato de violencia en el tramo final, tan sorprendente que casi nos pilla por sorpresa.
Con un reparto sin grandes estrellas, sí que reconocemos a algunos de los secundarios habituales del director y su magnífica dirección de actores, con un toque especial en cuanto se refiere a la figura femenina, aunque en este caso su rol es mucho más secundario que en otros títulos del director.
Caravana de paz es, en definitiva, un genuino western de John Ford. Con ello queremos decir que no defraudará en absoluto a los seguidores del genial director, y para aquellos que lo descubran con esta película, seguro que les anima a ahondar en la extensa filmografía fordiana.
Guión: Frank S. Nugent y Patrick Ford.
Música: Richard Hageman.
Fotografía: Bert Glennon (B/N).
Reparto: Ben Johnson, Joanne Dru, Harry Carey Jr., Ward Bond, Alan Mowbray, Jane Darwell, Charles Kemper, Russell Simpson, James Arness.
Travis (Ben Johnson) y Sandy (Harry Carey Jr.), dos tratantes de caballos, aceptarán servir de guías de una caravana de mormones que se dirigen al Oeste, al valle del río San Juan, para comenzar una vida.
Caravana de paz (1950) no figura entre los títulos más conocidos y populares de John Ford. Podríamos pensar con ello que estamos ante un western menor dentro de su filmografía. Y tal vez para muchos lo sea; sin embargo, viniendo de Ford, no es de extrañar que nos llevemos una grata sorpresa.
En algunos aspectos, Caravana de paz guarda algunas similitudes con La diligencia (1939). En ambas, Ford analiza a un grupo de gentes de muy diversa condición que por el azar y la necesidad se ven obligadas a compartir viaje. Y no es un análisis amable, ni mucho menos. Lejos de estereotipos o miradas complacientes, el director muestra la grandeza y también la vileza del alma humana, juntas muchas veces, siempre tal vez, dentro de una misma persona. Así, los mormones, fervientes puritanos, expulsados de la civilización por ser diferentes, han de marcharse al Oeste en busca de una tierra virgen en la que poder asentarse y vivir en paz. Pero esos mismos mormones no dudan en despreciar al feriante y sus dos acompañantes por impuros y borrachos. La secuencia en la que el mormón prefiere tirar el agua que quería utilizar el feriante antes que reutilizarla es suficientemente explícita. Nadie está pues libre de prejuicios.
Quizá la mirada más amable sea la que hace de los indios quienes, a pesar de haber sigo engañados repetidas veces por el hombre blanco, se muestran hospitalarios con la caravana.
Uno de los grandes aciertos de la película es la magnífica caracterización de los principales protagonistas de la historia, algo muy típico del director y que sin duda contribuye de manera muy importante al buen funcionamiento de la película, ya que nos sentimos mucho más cercanos a unos personajes que comprendemos bastante bien. Y todo ello merced a unos sencillas y precisas pinceladas que en un instante caracterizan con precisión a los actores de este viaje.
Es cierto que la película carece de la épica o el ritmo de otras obras de Ford. En ésta, el director parece más comedido y prefiere una narración más pausada, sin grandes momentos de tensión. El viaje de la caravana transcurre con cierta placidez. Incluso la aparición de los Clegg, la familia de ladrones y asesinos, se presenta con cierto aire de tranquilidad. Es la nota predominante de la película, que sólo estalla en un arrebato de violencia en el tramo final, tan sorprendente que casi nos pilla por sorpresa.
Con un reparto sin grandes estrellas, sí que reconocemos a algunos de los secundarios habituales del director y su magnífica dirección de actores, con un toque especial en cuanto se refiere a la figura femenina, aunque en este caso su rol es mucho más secundario que en otros títulos del director.
Caravana de paz es, en definitiva, un genuino western de John Ford. Con ello queremos decir que no defraudará en absoluto a los seguidores del genial director, y para aquellos que lo descubran con esta película, seguro que les anima a ahondar en la extensa filmografía fordiana.
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