El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

domingo, 26 de noviembre de 2017

En la línea de fuego



Dirección: Wolfgang Petersen.
Guión: Jeff Maguire.
Música: Ennio Morricone.
Fotografía: John Bailey.
Reparto: Clint Eastwood, John Malkovich, René Russo, Dylan McDermott, Gary Cole, Fred Dalton Thompson, John Mahoney.

Frank Horrigan (Clint Eastwood) lleva toda la vida en el servicio secreto. El era uno de los escoltas del presidente Kennedy el día de su asesinato, algo que aún no ha podido superar. Treinta años después, cuando un psicópata amenaza de muerte al actual presidente, Frank solicita que lo asignen a su escolta personal.

Sorprende saber que esta película obtuvo en su día tres nominaciones a los Oscars, en especial al mejor guión (las otras dos fueron para John Malkovich como actor secundario y al mejor montaje). Y es que, vista hoy en día, la cinta es todo menos original y emocionante. No se si es por culpa de una historia bastante previsible, pero la intriga brilla por su ausencia, con lo que la película carece realmente de gancho, a parte de estar repleta de tópicos.

La historia de un buen policía con un lastre del pasado que le ha condicionado la vida, tanto profesional como personalmente, y que puede tener una segunda oportunidad para resarcirse al final de su carrera es todo menos original. Lo mismo que recurrir a un psicópata como malvado de turno; personaje además perverso y despiadado. Y que este psicópata, muy bien interpretado por John Malkovich, aunque no para ganar el Oscar, la tome precisamente con el protagonista, convirtiendo en algo personal su propia paranoia, pues tampoco es demasiado novedoso. Es más, este tipo de personaje se repite en varios títulos más de Clint Eastwood, como Harry el sucio o Deuda de sangre, con lo que parece una especie de fijación hacia estos personajes.

Y si hablamos de la historia de amor... pues más de lo mismo. Y con el agravante de que encima la historia entre Frank y Lilly (René Russo) está metida con calzador, sin resultar nada convincente ni aportar en realidad absolutamente nada a la historia principal, apareciendo intermitentemente sin mucha convicción.

Por si el argumento en sí no fuera suficiente, el director alarga la historia hasta límites increíbles, sin que esa extensión ayude para nada en cuanto a emoción o intensidad, sino más bien al revés: es un lastre que convierte al film en una repetición constante de las mismas situaciones (las llamadas telefónicas del psicópata, los mítines del presidente, ...) y donde se adivinan fácilmente todos los momentos clave, con lo que la película se convierte en algo bastante plano al que un buen recorte de metraje no perjudicaría en absoluto. Porque, además, Petersen tampoco se manifiesta como un director solvente e imaginativo, limitándose a una puesta en escena lineal y poco imaginativa.

En definitiva, En la línea de fuego (1993) es un film hoy en día anticuado, sin nervio, previsible y muy poco atractivo, que abunda en tópicos y que parece filmado casi con cierto distanciamiento. La presencia de Clint Eastwood ayuda un poco a digerirla, pero no la salva de su escasa emoción.

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