El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

miércoles, 1 de noviembre de 2017

Los crímenes del museo de cera



Dirección: André De Toth.
Guión: Crane Wilbur.
Música: David Buttolph.
Fotografía: Bert Glennon.
Reparto: Vincent Price, Phyllis Kirk, Frank Lovejoy, Carolyn Jones, Paul Cavanagh, Paul Picerni, Roy Robets, Charles Bronson.

El profesor Henry Jarrod (Vicent Price) esculpe figuras de cera que expone en su modesto museo, del que se siente muy orgulloso. Pero no piensa así su socio Matthew Burke (Roy Roberts), cuyo interés principal es ganar dinero y desdeña la vertiente artística de las obras de Jarrod. Por ello, se le ocurre incendiar el museo para poder cobrar el seguro.

Estamos ante todo un clásico del cine de terror, si bien en la actualidad dudo que asuste a casi nadie, pues el cine ha ido superando sus límites hasta llegar a unos niveles en el género, en la actualidad, escalofriantes. Y sin embargo, a pesar de que puede que no nos cause un gran impacto, Los crímenes del museo de cera (1953) es una película más que recomendable.

Es cierto que su trama y su puesta en escena parecen hoy en día bastante elementales, si bien se hizo un esfuerzo remarcable a la hora de crear todo un repertorio de figuras de cera y con la caracterización de Vincent Price, que requería de horas de maquillaje. Pero el misterio de quién es el personaje que mata y roba los cuerpos de sus víctimas no resulta tal, pues en seguida adivinamos de quién se trata. Y de igual manera no es nada complicado anticiparnos al desarrollo y desenlace de la historia. Y, a pesar de todo esto, que podría debilitar la emoción y el interés por el argumento, la película se mantiene viva gracias precisamente a su sencillez y a un desarrollo donde se va a lo fundamental, sin perderse en detalles, ni siquiera a la hora de definir la personalidad de los personajes, reducidos a un esquematismo radical, y aumentando progresivamente la intensidad, apoyándose en una fotografía intensa y una banda sonora clásica que acompaña a la perfección los momentos más álgidos de la historia, hasta llegar al desenlace, no por previsible menos intenso y que culmina de manera brillante la historia.

Y además contamos con Vincent Price, todo un ícono del cine de terror clásico, con su impresionante presencia, elegante y amenazadora.

Como ocurre en algunos de los clásicos del género, Los crímenes del museo de cera se centra en un personaje que originalmente no era una mala persona, pero que, maltratado por el destino, sucumbe a sus obsesiones, convirtiéndose, quizá a su pesar, en un verdadero monstruo. Sin ser quizá su objetivo principal, al igual que otros grandes títulos del género, la película nos deja una pequeña reflexión sobre la naturaleza humana y los límites de la cordura.

Los crímenes del museo de cera además contaba con un atractivo añadido en la época, como era que se trataba de una de las primeras películas rodadas en 3D, lo que sin duda añadiría un punto más de intensidad sobre los espectadores.

La película de André De Toth es un remake del film homónimo de Michael Curtiz de 1933.

No hay comentarios:

Publicar un comentario