El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

lunes, 16 de abril de 2018

La víctima perfecta



Dirección: Antti Jokinen.
Guión: Antti Jokinen y Robert Orr.
Música: John Ottman.
Fotografía: Guillermo Navarro.
Reparto: Hilary Swank, Jeffrey Dean Morgan, Lee Pace, Christopher Lee, Aunjanue Ellis, Sean Rosales, Deborah Martinez.

Juliet Devereau (Hilary Swank), tras dejar a su novio por infiel, busca apartamento en Nueva York. Contra todo pronóstico, encuentra un piso perfecto a muy buen precio y su casero además parece ser un hombre encantador.

Parece mentira que a estas alturas aún se sigan haciendo películas de este estilo que no aportan absolutamente nada al género. Y siempre es posible crear algo diferente, darle un nuevo punto de vista a géneros donde aparentemente ya está todo dicho. Lo que es imperdonable es que se produzcan películas como esta sin ningún rubor.

La víctima perfecta (2011) es un thriller más sobre un trastornado que se obsesiona con la guapa de turno y va pasando de parecer una persona normal, amable y servicial, a transformarse en un degenerado fetichista y pervertido. Nada nuevo bajo el sol. Pero el problema viene cuando el guión se limita a poner en pie una serie de tópicos y estereotipos sin siquiera molestarse en darles forma, en trabajar mínimamente los pocos elementos puestos en juego.

Y es que el guión es de una simplicidad pasmosa. Por no molestarse, los guionistas ni pierden el tiempo en crear unos personajes complejos, en especial el psicópata, sino que se limitan a dibujar muy someramente a los protagonistas, dejando incluso en penumbra total a los dos secundarios con cierto protagonismo: el novio de Juliet y el abuelo del psicópata, encarnado por un Christopher Lee por desgracia reducido a un mero elemento decorativo que busca despistarnos en su primera aparición y poco más.

Ya el comienzo nos deja una pista importante de por dónde van a ir los tiros, y es que los primeros minutos están repletos de escenas de relleno donde lo único que se hace es permitir que Hilary Swank, productora del film, luzca palmito. Aquí ya empecé a sospechar que se trataba de un film reducido a la mínima expresión y, por desgracia, conforme iban pasando los minutos se iban confirmando mis temores.

La intriga es mínima, pues enseguida adivinamos que Max (Jeffrey Dean Morgan), el casero, es en realidad un bicho raro. Y como la historia no se complica en absoluto, el desarrollo de la película es plano, sin sorpresa alguna, tedioso por momentos y absolutamente predecible. Lo único bueno es que el director evita jugar al despiste con los consabidos amagos, sustos y engaños. Por lo menos nos evita estos trucos de mal pagador. Puede que por cierto sentido de la honestidad, aunque puede ser que la simplificación tan radical de la historia afectara incluso a la posibilidad de elaborar este tipo de situaciones falsas.

El caso es que La vícitma perfecta es un film absolutamente rutinario y aburrido, sin personajes, sin sorpresas, sin un mínimo de imaginación para salir de los caminos más trillados y buscar algo novedoso.

Es de las peores películas que he visto en muchos años. Huyan de ella como de la peste. Al final, las víctimas perfectas somos los espectadores.

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